Figuraciones en los fondos del Museo de Navarra

Catálogo de la exposición comisariada por el autor «Figuraciones en los fondos del Museo de Navarra», que pudo visitarse en en este centro entre octubre de 2011 y abril de 2012. El hilo conductor elegido, «Figuraciones», se centraba en mostrar cómo resuelve el artista su relación con la realidad en la que se halla inmerso, su propia actitud frente a la naturaleza. Desde este enfoque, se buscaron en los propios fondos del museo aquellas obras que mejor manifestaran la riqueza de actitudes y representaciones ante el natural, con las más variadas técnicas, formatos, soportes (lienzo, tabla, papel, madera, metal, piedra, porcelana, corcho, imagen electrónica), temas (retrato, paisaje, naturaleza muerta, sentimientos…), cronología (siglos XX y XXI) y procedencia (adquisiciones, premios, donaciones, dación en pago de impuestos…). La muestra reunió 83 obras de 77 artistas de los siglos XX y XXI, en su mayoría navarros.

Ocho decenas de puntos de vista diferentes de artistas, y múltiples figuraciones representadas mostrando una preocupación por indagar mas allá de la objetividad pero siempre deteniéndose ante la frontera de la de la pérdida de la forma natural.

Figuración, en su versión literal, es la acción y efecto de disponer, delinear y formar la figura de una cosa, y en su sentido pronominal se refiere a lo que imagina o fantasea una persona. De figurar deriva la palabra figurativo, que se entiende como representación o figura de otra cosa y, en su aplicación artística, se refiere al arte y al artista que representa cosas reales, en oposición al arte y artista abstracto, que es el no figurativo, aquél que se aleja de lo concreto y atiende solo a elementos de forma, color, estructura y proporción, entre otros. Los cultivadores de ambas versiones, figurativa y abstracta, parten del mismo punto, el sujeto, es decir el artista, pero su objeto es diferente: el uno conecta con la realidad (o más bien con la naturaleza) y el otro se orienta hacia la mente (prioriza el pensamiento), genera un contra-objeto con valor propio, que, en este caso, no se valora por su parecido con la naturaleza.

Planteamiento de la exposición

Esta exposición, motivada por el deseo de revisar materiales almacenados en el museo y de no frecuente apreciación, trata de mostrar la riqueza de puntos de vista en el acercamiento a la naturaleza de diversos artistas representados en dichos fondos.

Interesa destacar que el horizonte temporal escogido es el siglo XX, y el XXI hasta el presente. O sea, el espacio contemporáneo sometido a múltiples interferencias. Y, el geográfico, la producción de artistas navarros (no en vano nos encontramos en el principal museo de nuestra Comunidad), pero incluyendo como referencias contextuales obras de otros artistas no navarros, siguiendo el criterio que preside la exposición permanente del Museo de Navarra, para la mejor comprensión de los estilos seguidos por los artistas y su engarce con el exterior.

Quizá puedan echarse en falta nombres y piezas relevantes para reconstruir la evolución de las artes en Navarra, pero éste no ha sido el fin propuesto, sino presentar de una forma coherente el punto de vista común a todas las piezas seleccionadas como muestras de una figuración interpretada de múltiples maneras (objetivada, deformada, intensificada, contrastada, interrogada, cuestionada, fantaseada…), por los artistas seleccionados.

Se ha huido, por tanto, del estudio de una supuesta evolución del arte navarro desde la figuración a la abstracción, pues no está claro que la intensificación de la figuración o su desfiguración conduzcan necesariamente a la abstracción, ya que hay múltiples figuraciones representadas (realismo, cubismo, expresionismo, surrealismo, hiperrealismo…), que lo que sí indican es una preocupación por indagar más allá de la objetividad, pero siempre deteniéndose ante la frontera de la pérdida de la forma natural [1].

El título de la exposición, Figuraciones, es lo suficientemente amplio como para que puedan caber en ella numerosos artistas, de diferentes generaciones y con obra en distintos soportes, que pueda ser analizada sin la obligatoriedad de establecer nexos y dependencias. Nos ha parecido título corto, inequívoco y globalizador. Es posible que traduzca, de un modo distinto, lo que es la diversidad de nuestras gentes y el polimorfismo de nuestra cultura.

Y, por qué no, también la exposición pondrá sobre el tapete las riquezas y carencias de una colección que deberá ser mejorada, y, desde las limitaciones de espacio y coherencia del relato exigible en estos casos, redescubriremos el Museo de Navarra por medio de esta cata profunda que pone al descubierto años de coleccionismo para la posteridad.

El acercamiento a la figuración se opera desde distintos procedimientos (pintura, escultura, dibujo, grabado, fotografía, artes digital y videográfico), con sus correspondientes soportes (lienzo, tabla, madera, corcho, piedra, metal, porcelana, papel e imagen electrónica), usando técnicas varias, siempre sobre fondos preexistentes.

El interés de la exposición se ve reforzado por los textos de este catálogo, que incluye reflexiones de los artistas sobre su propia obra y de especialistas cuando aquellos fallecieron o por diferentes razones o circunstancias, comprensiblemente razonables, decidieron declinar la invitación a escribir.

“Figuraciones en los fondos del Museo de Navarra” acoge la obra de 77 artistas, de los que se han escogido 37 pinturas, 17 esculturas, 10 dibujos, 4 grabados, 10 fotografías, 3 creaciones de arte digital y 2 vídeos. Cinco de ellos están representados en varias modalidades: Díaz de Cerio como pintor y dibujante, Lasterra como pintor y grabador, Martín-Caro como dibujante, pintor y grabador, Txuspo Poyo como pintor y videocreador, y Eslava Urra como pintor, escultor y grabador. Sesenta y tres de ellos son navarros y catorce originarios de otras comunidades (de ellos cuatro extranjeros). Con las obras expuestas no se agotan los fondos figurativos que integran las reservas del Museo, tan sólo se trata de los que mejor evidencian el discurso expositivo utilizado [2].

Ocho decenas de puntos de vista diferentes de artistas que han tenido algo que decir y han escogido el camino, a veces incómodo frente a los abstractos, de ir a contracorriente de éstos.

Figuración frente a Abstracción

Víctor Nieto Alcaide ha escrito sobre la “vorágine de lo informal” que llevó a la figuración a sentirse “desplazada” por la abstracción, lo que tuvo su punto de partida en España en el año clave de 1957, el cual, a juicio de la historiografía, supuso el afianzamiento del informalismo y el arranque de los expresionismos abstracto y geométrico, es decir de la abstracción con todo su peso [3]. Fenómeno que, hay que recordarlo, en España se operó con el apoyo oficial, pues sirvió al régimen franquista para ser reconocido en el ámbito internacional [4]. A partir de entonces la abstracción devino en sinónimo de modernidad y la figuración de academicismo, identificándose con el pasado. Parecían olvidados logros anteriores como el idealismo, realismo y clasicismo escultóricos que estuvieron en auge en la España del primer tercio del siglo XX, los cuales, aunque atados a la tradición, trataron de humanizar y purificar la escultura. En esta línea se encontraban los escultores navarros Orduna y Arcaya.

El papel “terapéutico” que se propuso sustituir el academicismo por el vanguardismo, en parte ya olvidado a mitad del siglo XX, le correspondió en la pintura al informalismo, que buscó curarla de contaminaciones esteticistas, literarias y sociales, recurriendo a la ayuda del gesto pictórico, de la generosa materia, de su aplicación en forma de mancha y de la expresión libre del color partiendo de una actitud existencial del artista ante la vida que había fermentado en los terribles años de la Segunda Guerra Mundial. El mundo real no merecía la pena de ser pintado, había que huir de él encerrándose en una especie de sueño. Hasta principios de la década de 1960 no se atisbó una salida a esa dura situación de mala convivencia entre la figuración y abstracción. Pero la crisis le llegó al informalismo en la Bienal de Venecia de 1964, al reconocerse públicamente el valor de Rauschenberg y del pop norteamericano, impregnado de elementos figurativos que, aunque no renegaban de ciertos componentes dadaístas, iban, con algunas diferencias, en la dirección que postulaban el Grupo CoBrA, el Arte Bruto, la Nueva Figuración o artistas tan significativos como Dubuffet, Bacon o Giacometti, que se habían planteado el recuperar en la representación plástica la figura humana, por muy dolorosa que pudiera resultar su plasmación.

Por su parte, la escultura ya venía avisando del agotamiento de la poética informal. En la exposición “Arte de América y España”, organizada en Madrid por el Instituto de Cultura Hispánica en 1963, se dieron cita los escultores Oteiza, Chillida, Alfaro, Chirino y Serrano que opusieron a la destrucción de la forma que se habían propuesto los pintores el valor de la construcción tridimensional. Quizás sin pretenderlo abrían una puerta a la recuperación de la forma orgánica, que no tardará en venir de la mano de alguno de ellos.

Sostiene el profesor Nieto Alcaide que la crisis del informalismo, sin embargo, no vino del agotamiento de la abstracción sino de la expresión incontrolada de sus presupuestos, al haberse metamorfoseado en un juego esteticista sin contenido ni significación. Se imponía, por tanto, un retorno a la lógica natural, una recuperación del sentido de la forma, caminar hacia un arte de contenidos. Y es ahí cuando nos encontramos con las Nuevas Figuraciones cuyo recorrido será largo, que aún no ha cesado, con su visión de la realidad entre irónica y distorsionada para expresar sus inquietudes echando mano del bagaje icónico del eclecticismo actual. A estas Figuraciones se une el arte conceptual con su utilización de los objetos, y aún del mismo cuerpo, para tratar de explicar el proceso creativo o conducir al espectador hacia ideas concretas.

Tendencias contemporáneas

A través de las obras presentes en la exposición es posible encontrar, no necesariamente de forma coetánea, la huella de las tendencias dominantes en el periodo en estudio. Si repasamos todo el siglo XX y los albores del XXI, hallaremos que en esta larga centuria las tendencias dominantes han sido la expresiva, la racional, la abstracta y la surreal, con algunas reacciones en contra que, en su conjunto, o han afirmado la figuración (caso de las dos primeras y de la cuarta) o la han negado (caso de la tercera), pero ha sido más constante la proclividad a la figuración que otra cosa.

Recordémoslo.

Las tendencias expresivas ocupan el espacio que va desde 1905, año de la aparición del Fauvismo (Matisse) y de El Puente (Kirchner), a 1911 (con el surgimiento de El Jinete Azul de Marc) y la primera posguerra mundial con la extensión del Realismo Expresionista (Soutine). Fundamentalmente adquiere importancia en Centroeuropa, pero también influye sobre los Países Bajos, el área mediterránea y América. La figuración es plasmada por el artista guiándose por su subjetividad, de ahí el empleo emocional del color en la pintura y el acento puesto en el patetismo, si bien es cierto que a veces se abandona en beneficio de la decoración.

Entre las tendencias racionales se insertan el Cubismo (Picasso, Braque), en sus versiones analítica (1909-1913) y sintética (1913-1918), el Orfismo (Delaunay, Marcel Duchamp) (1909-1914) y el Futurismo (Boccioni, Severini) (1909-1916). El Cubismo surge en Francia, extendiéndose por toda Europa hasta Rusia, en tanto que el Futurismo es un fenómeno italiano. En Inglaterra surge el Vorticismo, que es una mezcla de futurismo y de constructivismo autóctono, en pintura con David Bomberg y en escultura con Epstein y Gaudier-Brzeska. Estas tendencias muestran un predominio del punto de vista intelectual, del análisis de la estructura de la forma y de la geometría, pero no llevan a la desaparición de la figuración, sino que muestran la figura en esquema.

Las que sí llevaron a la ruptura con la figuración fueron las tendencias abstractas, a consecuencia del subjetivismo exacerbado del artista cuya experimentación se orientó en dos direcciones: una racional mayoritaria que partió del gusto por la forma geométrica del cubismo y otra intuitiva-espiritual, materializada en las “improvisaciones” de Kandinsky entre 1910 y 1921. Dentro de la orientación primera se suceden entre 1912 y 1940 el Rayonismo de Larionov y Goncharova, el Constructivismo de Tatlin, la Escuela Bauhaus y Pevsner, el suprematismo de Malevich, el Neoplasticismo de Mondrian y el Arte Concreto de Van Doesburg. El Rayonismo fue una interpretación a la rusa del futurismo y experiencia que se agota en ese país, en tanto que el Constructivismo –siendo ruso o, mejor, soviético- se expande por Polonia, Alemania, Países Bajos, Francia, Inglaterra y pasa a Estados Unidos. El Suprematismo fue en Rusia un estímulo a la aparición del constructivismo. El Neoplasticismo fue de origen holandés, como el arte Concreto, si bien su expansión partió de París y llegó hasta Nueva York.

Dentro de la vía intuitiva abierta por Kandinsky se situaron dos tendencias cronológicamente fuera del periodo vanguardista, como fueron la Abstracción Lírica (que recupera tímidamente la figura), seguida por Bazaine, Bissière, Manessier y los Tachistas, en las décadas 1940-1950, y el Informalismo, también llamado Abstracción Expresionista, desde 1945, cuyos representantes principales han sido, y en parte aún permanecen en activo, Wols, Hartung, Mathieu, Burri, Tápies y Pollock, entre otros.

Las tendencias surreales forman la otra gran corriente figurativa del siglo XX, aunque en realidad tiñen la creación plástica de dos grandes pintores nacidos en el XIX: Rousseau el Aduanero y Chagall. Ya en el XX se desarrollarán la Escuela Metafísica (De Chirico), entre 1913 y 1919; el Dadaísmo, que en su actitud subversiva ante el arte tradicional desdeñará en algún caso la Figuración, con Marcel Duchamp, Picabia y Schwitters, entre 1915 y 20, y, desde 1917 a 1950 con continuidad posterior, el Surrealismo propiamente dicho, de Miró y Dalí, con su faceta de Realismo Mágico (Delvaux), de 1940 en adelante. La Pintura Metafísica es un fenómeno italiano ligado a las ciudades de Ferrara y Milán (también a París por mediación de De Chirico). El Dadaísmo, que surge en Zurich, pronto se extiende a Nueva York, Alemania y París. Y el Surrealismo, que nace en París, tiene una rápida difusión por Europa Occidental y Oriental, pasando a Latinoamérica (México, Brasil, Chile con Roberto Matta), Estados Unidos con Masson e incluso Japón. Las tendencias sub-reales exploran el mundo de lo irracional, de los sueños, de la imaginación y de la fantasía, aquello que subyace bajo la aparente realidad y, como tal, someten la figuración a extrañas manipulaciones que nos llevan hasta el mundo del inconsciente, cuyo significado sólo es posible conocer recurriendo al psicoanálisis.

Las décadas de 1940 a 1970 están presididas por una serie de reacciones al Informalismo y a la tecnología, esta desde 1960. Las primeras incluyen las tendencias neofigurativas, a las que ya me he referido (Arte Bruto, Dubuffet, Bacon, Grupo CoBrA), que mantienen la técnica informalista del brochazo, pero reintroducen la figuración, centrada en el ser humano, pero tratado expresivamente, deformado, grotesco, mutilado y con visión pesimista, cuya representación, en palabras de Arnason, supone, sin embargo, la vuelta a un nuevo naturalismo o, al menos, fantasía naturalística [5]. Por ello se tilda a la Nueva Figuración de “expresionista”. Pero hay, además, otros estilos figurativos, alguno ya mencionado como el Pop Art inglés y norteamericano en torno a la cultura urbana de la producción en masa, sus derivados el Nuevo Realismo y el Hiperrealismo, que buscan un nuevo enfoque perceptivo de la realidad, y el Realismo Crítico Social, en la misma línea pero con intención acusatoria (al modo de Genovés) o burlesca (Equipo Crónica).

Cabe incluir como reacción de signo abstracto al Informalismo diversas tendencias que buscan la vuelta a la geometría, como el Minimalismo, la Nueva Abstracción Post-pictórica, el Arte Óptico, el Arte Cinético y el Arte Cibernético o programado, empeñados en lograr una mayor sistematización del material cromático libre.

Quedan por mencionar las reacciones anti-tecnológicas de las décadas 1960 y 1970, todavía de actualidad, basadas en el individualismo, la experimentación, el espíritu contracultural y un deseo de evadirse al pasado, cuyos referentes son Warhol y Beuys, las cuales llevan a la explotación del azar propuesto por el Arte Psicodélico y el Arte Pobre; a una actitud anti-consumista de nuevo presente en el Arte Pobre pero también en los Artes Ecológico y de Acción; incitan a la reflexión sobre el proceso artístico, como el Arte Conceptual; y pretenden volver a recuperar, en el caso de la pintura, la integridad del cuadro, como es el caso de la Pintura Fundamental, el movimiento Soporte/Superficie, y la recuperación de la realidad. Artes que, es fácil deducir, no siempre son de signo figurativo, y donde la representación del objeto se ve sustituida por el objeto mismo elevado a categoría artística, o el escenario es objeto de la acción artística misma, cuando no desaparece la realidad engullida por la abstracción.

Desde la década de 1980 hasta el presente asistimos a un arte ecléctico de estilo “neo”, de subjetividad desbordante, estética múltiple, falta de claridad y bajo el impacto de los media, con expresiones en Alemania (Neo expresionismo berlinés, Nuevos Salvajes, de figuración desbordante), en Italia (Transvanguardia), en España (Arte Último de Aguirre, Gordillo y los nuevos figurativos madrileños) y en Estados Unidos (Pattern-Decoration como especie de neo-pop, Neo Conceptualismo), dejando al margen aquellas tendencias que remiten a la abstracción geométrica (Mínimal, Post Mínimal, Neo Geo, etc.).

Las distintas figuraciones expuestas

En función de este contexto hemos organizado el relato expositivo hasta donde ha sido posible.

Potencialidad del realismo

En nuestro recorrido por la sucesión de imágenes que nos propone comenzamos por mostrar la figuración desde el plano realista, antes de ver cómo la forma irá desintegrándose con intención expresionista. Realismo en el sentido histórico de representación fidedigna, tal y como se observa, con precisión, sin idealización imaginativa o cualquier otra clase de interpretación. En esta línea se presentan la “Anciana sentada”, de Gerardo Sacristán, “Artistas de circo”, de Lorenzo Aguirre, y “Busto de roncalés”, de Fructuoso Orduna. La utilización del realismo se ha llevado al límite para dotarle aún de mayor significación. Tal es el caso del realismo fotográfico de la imagen de Nicolás Ardanaz “Mirador”, que se sirve de un punto de vista enfático para mostrar en todo su efectismo los distintos planos de la perspectiva desde un tejado donde varios espectadores observan el paso de una procesión hasta ella misma. El siguiente paso en la extremosidad de la imagen será el hiperrealismo, que se basa en la absoluta definición de las formas, gracias al espectacular manejo del claroscuro, para sugerir una realidad imaginativa o soñada, con la generación de una fuerte impresión de presencia (o ausencia). Esto lo podemos ver en la fotografía de Pachi París, “Huellas”, patentes sobre una ladera extraña que tanto puede ser la de un paisaje nevado como la de otro astro distinto a la Tierra; en el dibujo de Rafael Huerta,”Cama”, magnífico en su sugerencia de la ausencia de quien la usó, por las minuciosas arrugas existentes; en la fotografía de Carlos Cánovas, “Dolientes plantas”, el referente objetivo es el marco de la ventana (o quizás puerta) acristalada, tras la que descubrimos a unas plantas “atrapadas”, sin posibilidad de escape, por ello como sufrientes, tal si fueran personas de extraña naturaleza; en un retrato fotográfico de Pedro Irurzun, que igualmente podremos admirar, la joven de ojos cerrados se asoma al exterior del marco ovalado que debería contener su figura, su actitud de adormecida y el extraño contexto nos remiten al realismo mágico, de manera análoga a como Isabel Baquedano, en su pintura “Mujer sentada en una cama”, muestra la figura de una mujer sentada frente a una ventana de espaldas al espectador; Javier Rivero en su “Apocalipsis now” hace presente la desorientación expresiva que caracterizaba al surrealista Delvaux, mostrando esos dos precipicios enfrentados con figuras opuestas que se miran y extraños personajes (viandantes y pájaros) que se mueven en un ambiente onírico; con pequeñas diferencias el planteamiento lo repiten Antonio Laita, en su pintura “Infinita comunión de Margarita”, y Gustavo de Maeztu en su auto-litografía “Intimidad”, ya más bajo un enfoque realista fantástico, por la sugerencia de un mundo imaginario de ensueño. La riqueza del realismo es patente cuando nos encontramos con otras versiones revisadas a la luz del cubismo, y aquí hay distintos matices: la intención constructiva a lo Cézanne de Joaquín Ilundáin en su “Naturaleza muerta”, la suavemente idealizada de Emilio Sánchez Cayuela “Gutxi” en “Pareja en el bosque (Pastoral)”, las esquemáticas figuras de los “Pelotari[s]” de Gerardo Lizarraga y de Jesús Alberto Eslava o la potente cabeza del “Padre Felipe de Murieta” modelada por José Ulibarrena con ánimo sintético. La habilidad en el manejo de la síntesis expresiva se halla también en la cabeza de mujer, “Sin título”, de Juan Diego Miguel, donde tanto expresa el hueco como la superficie material, y en la “Expulsión del Paraíso”, de Leocadio Muro Urriza, en que resuenan lecciones bien aprendidas de Matisse y Gauguin, ambas muestras de alto poder sugestivo.

Expresionismos

Son pocos los artistas que en el siglo XX y hasta nuestros días se han librado de la influencia del expresionismo, arte que exterioriza como ningún otro las emociones del artista, espejo convexo que nos devuelve exacerbadas las experiencias de la vida, como explica Pedro Manterola, en obstinada hostilidad con cuanto se pretende en nombre de la razón [6]. La expresividad, para algunos de los presentes en la exposición radica en el impacto causado por la estructura formal de los colores, líneas, planos y masas, siguiendo el espíritu de Cézanne y los post-impresionistas, o Van Gogh y los fauvistas, que buscaron disonancias de color estridentes y llamativas. Llamaré la atención sobre las obras siguientes: Miguel Ángel Campano y su “Monte St. Victoire”, Godofredo Ortega Muñoz y sus “Tierras blancas”, Benjamín Palencia con su feria de ganado “Sin título”, los creadores digitales Nacho Zemborain con sus “Tres copas” y Joaquín Ahechu con sus “Sanfermines”, Jesús Artieda en el dibujo “Hombre sentado”, los paisajes de Andrés Larraga, Jesús Basiano, Jesús Lasterra, José María Ascunce, Julio Martín-Caro, el “Homenaje a las Artes” de Pedro Lozano de Sotés, las obras de Alfredo Díaz de Cerio (“Paisaje” y “Ángel”), el “Homenaje a Matisse” de Isabel Peralta, y las versiones fotográficas de Clemente Bernad y Jesús Dornaleteche guiadas por la misma intencionalidad. El expresionismo no se libera de los resabios cubistas, lo que se dio en llamar cubo-expresionismo, de orientación brancusiana en el caso de la escultura titulada “Contemplación de San Virila abad de Leyre”, de Antonio Eslava. Y en ciertas obras –“Encierrillo” de Carlos Catalán” y “Muerte de Miel Otxin” de Jesús Lasterra- la intención expresionista carga el ambiente de los acontecimientos festivos con un dramatismo que enlaza con la “veta brava” de la tradición española cuyo máximo representante fue Francisco de Goya.

La importancia que los artistas han dado a esta forma de manifestación interior, que es el expresionismo, es tal que en tiempos actuales aún atrae a neo-expresionistas como Mariano Royo, Patxi Ezquieta, Fernando Pagola, Txuspo Poyo, José Miguel Corral, Javier Villarreal y Antón Patiño, cuyas obras aparecen colgadas en la exposición.

Ahora bien, también están presentes entre las obras seleccionadas manifestaciones de estados de ánimo palpitantes, de frustración, desesperación, dolor, descontento, rechazo, necesidad de comunicación y quizás también resentimiento ante el mundo moderno. Constituyen variantes gestuales, distorsionadas y matéricas de un expresionismo figurativo de carácter neo-romántico, que en contrapartida a su pesimismo, nos ofrecen meditaciones sinceras de sus practicantes. Véanse si no las obras de Julio-Martín-Caro (sus penetrantes “Maternidad” y “Crucifixión”), Jorge Oteiza (“El abrazo.Figuras inconscientes”), Mariano Sinués (“Sólo para una erótica”), Koké Ardaiz (“Nevado del Ruiz”) y John Otazu (“John en ensoñación”). Obras que no ocultan su intención pedagógica.

Realidad sobrepasada

La plasmación del mundo sub-real o meta-real, en cualquier caso en alusión al universo ilusorio, también se obtiene por otras vías, no sólo por medio de un realismo intensificado como antes vimos. En la exposición hay significativas muestras. Se alcanza por medio de lo cosmológico en las pinturas de Patxi Buldain “Ciencia astronáutica” y de Antonio Eslava “Figura en el espacio”, por la sugerencia de una dimensión intemporal en la “Batalla entre el día y la noche” de Pedro Manterola, por la efusión mental en el “Autorretrato” de Francis Bartolozzi y en el que el fotógrafo Paco Ocaña hace a “Javier Eder, escritor”, por medio de la semi o completa ocultación del rostro en el “Retrato” de Antonio Eslava y el “Desnudo” de Nicolás López (en cierta forma un anti-retratos), a través de una oscura simbología sexual en “La violación cósmica” de Koldo Chamorro o plasmando en tres dimensiones la “Metamorfosis” de la naturaleza que Manuel Clemente-Ochoa, un creador muy atraído por el organicismo, funde en bronce.

Nuevas intenciones figurativas

El cansancio por el expresionismo abstracto, más conocido como Informalismo, reavivó el deseo de recuperar una figuración perdida, recurriendo de nuevo a la naturaleza como fuente de inspiración. Y es entonces cuando surgen la Nuevas Figuraciones. Primero me referiré a su versión expresionista, cuyo máximo representante entre nosotros fue Julio Martín-Caro. En la exposición son muy atractivas algunas obras de artistas franceses seguidores del Arte Bruto –otra reacción frente al Informalismo- término acuñado por Jean Dubufett para referirse al arte creado por personas ajenas al mundo artístico establecido: Bruno Montpied, Adan Nidzgorski, Claude Massé y Pierre Silvin, nos ofrecen obras surgidas de su propio interior fuera de los estereotipos del arte clásico o de moda, arte surgido de la invención pura que pone al descubierto la existencia de un potencial de originalidad que todo el mundo posee, sin precisar de una cultura previa. En esta línea se encuentran también Mari Jose Recalde y Dora Salazar, cuyas invenciones figurativas enlazan, como en la obra de los franceses, con un deseo de recuperar para la creación artística viejos cachivaches desechados u objetos de nuestro alrededor. El juego, la diversión, la imaginación creadora conviven con sutiles mensajes críticos hacia la moderna tecnología.

Otro camino recorrido por la Nueva Figuración es el Arte Pop, que privilegia el mundo atractivo de la imagen cuyos mensajes llegan con enorme facilidad al espectador bombardeándole con invitaciones al consumo, generando a su alrededor un sensual universo, como el que Xabier Idoate presenta en su “Random access mundua”, un mundo desbordante y confuso no exento de crítica más o menos explícita. Así lo recogen también las obras de Xabier Morrás, “Parroquia de San Juan Evangelista de Todos los Santos”, que se sirve del contraste de símbolos mediante ingeniosos foto-collages; de Juan Barjola, “Corrida”, en que recurre a la sensualidad de un lenguaje mixtificado extraído tanto del cómic como del cubo-expresionismo picassiano y del fauvismo cromático; y de Joaquín Resano con su “Despensa”, donde opone a los deslumbrantes objetos de consumo del pop norteamericano los productos corrientes que cualquier consumidor de tipo medio guarda en el armario de su cocina.

En esta línea de humildad se hallan los comedidos paisajes de Juan José Aquerreta (“Camino de Aragón”) y de Pello Azketa (“Berrueza”), que evocan aquél sentido religioso de la realidad que tuvieron los émulos de Gauguin al darse en llamar Nabis (Profetas) y vivieron en comunidad en Pont-Aven (Bretaña). Sus paisajes son muestra de un naturalismo purista humilde, casi franciscano, tendente a la bidimensionalidad, sin estridencias cromáticas y con toque puntillista.

El antes mencionado Arte de la Acción, accionismo o arte del comportamiento, que trata de hacer de la vida una obra de arte en el sentido conceptual que tiene, es decir, escenificación dirigida a generar una reflexión ante un tema dado, se ofrece por medio de dos videogramas. Uno el happening de Miguel Pueyo, “Zulo”, donde se sirve del cuerpo mismo de una especie de “escultura viviente”, que es el protagonista de su historia, constreñido a vivir en un espacio mínimo que no respeta el derecho a su libertad, para plantear una cuestión tristemente actual como es el secuestro de personas. “Cruzando vías”, de Txuspo Poyo, insiste en el tema de la amenaza terrorista, que ha convertido una estación (pero igualmente podría escenificarse en un aeropuerto, un instituto o una isla), en lugar de paso obligado pero potencialmente peligroso. Los seres humanos no miran al frente, ausentes y despersonalizados como los personajes de Segal, sino que se les invita a estar despiertos en los carteles existentes en el Metro de Nueva York: “Si ves algo, di algo”.

Dentro de los caminos que se abren en la década 1980 hacia una estética múltiple en la corriente que se ha dado en llamar post-modernismo o post-vanguardismo, se halla el resto de las obras presentes en la exposición. Los artistas postmodernos utilizan citas de movimientos del pasado reciente (Pintura metafísica, Futurismo, Pop, Minimalismo, la publicidad con impacto en la cultura de masas, la mezcla de elementos del arte culto con el arte trivial…), que no desdeñan la figuración, sino, al contrario, tratan sus formas con más imparcialidad que los defensores de la vanguardia doctrinaria, de lo que resulta un arte más subjetivo, que se mueve en un espacio intermedio entre la tradición y la innovación, que no desdeña material potencialmente creativo alguno. Así las esculturas de Alfredo Sada y de Javier Muro. Ambos hacen suyos los planteamientos minimalistas de escultura simplificada y extremadamente depurada, pero añaden otros puntos de vista. “Palmera egipcia”, del primero, se inspira en una forma natural, inspirada en el mundo vegetal, pero su estilización de netos perfiles evoca la estatuaria antigua al mismo tiempo con una cierta resonancia surrealista, quizás más patente en alguna otra de sus obras que en esta expuesta. Las “Dos soledades” de Javier Muro se refieren a las medias partes de dos pulidas botellas sobre una no menos brillante superficie que se abre y cierra a voluntad, aludiendo a algo tan propio de nuestra época como la comunicación/incomunicación, partiendo de la dimensión intemporal que Morandi daba a sus bodegones metafísicos y empleando un elemento iconográfico tan ligado a la vanguardia como es la botella.

La figuración en el presente

Dentro de un post-minimalismo, cuya misión es la de parodiar a los minimalistas destacando el efecto anti-formal de sus creaciones, y en la senda de esa banalización de la obra maestra tradicional e intocable del arte académico, propia de nuestros días, puede situarse la instalación de Iñaki Ria “Apilamiento a contraluz”, en este caso de un sinfín de casitas de porcelana blanca impoluta amontonadas sin regla precisa y con una intención lúdica. El espíritu de juego, de homenaje a un amigo de cabeza rapada, preside también la escultura o montaje de Leopoldo Ferrán y Agustina Otero”Sin título”, ejecutada sobre materiales pobres, corrientes, con un aire de improvisación que actualiza el talante dadaísta en nuestros días. El valor dado por el Dadaísmo (Marcel Duchamp) al encuentro casual de objetos, en este caso los tipos de una vieja imprenta, y su reutilización al servicio de una inédita expresión artística está en el origen de la escultura de Jabier Moreno “Tertulia con Meret”, cita admirativa de la diosa de la mitología egipcia que se asociaba con la alegría, la música, el canto y la danza.

En otros artistas, la mirada al pasado reaviva en ellos la conciencia del paso del tiempo. Es el caso del “Sueño de Bizancio”, de Emilio Matute, donde la dimensión temporal se plantea a través de la metamorfosis de la ciudad como meta símbolo de la transformación desvelada por la arqueología al paso de los siglos. En tanto que la fotografía de María José Gómez Redondo, “Esperando los desenlaces de la Historia” revela por medio de su tratamiento pictoricista que deshace la imagen de un rostro y la funde con los árboles de un bosque cercano, la espera de algún acontecimiento que pueda ser que suceda. O tal vez no.

“Tarde de verano”, de Pelayo Ortega, con su plasticidad contenida, rigurosa planificación y sedante alegría, rememora el goce pictórico de aquellos artistas del movimiento Soporte-Superficie, quienes tras la vorágine del Informalismo y de sus reacciones en cadena, quisieron redescubrir la sencillez del gesto pictórico volviendo a una pintura fundamental, con un argumento figurativo sereno.

La contemplación de las obras expuestas nos recordará que la virtud de la Figuración es no ser homogénea, ya que caben en ella grandes diferencias y dispares intenciones.

No puede enfocarse la figuración como un simple rechazo de la abstracción, sino como muestra de las infinitas posibilidades, posiblemente aún inéditas, del arte de la representación.

Pamplona, 24 de agosto de 2011

El catálogo completo es accesible en: http://www.navarra.es/NR/rdonlyres/3D81F99A-9EA1-4C6A-9B22-50CA0CEF031C/218822/Figuraciones2012.pdf

Imagen de la portada: «Las Artes», 1957 (Pedro Lozano de Sotés en colaboración con Francis Bartolozzi Sanchez. Museo de Navarra)

Notas

[1] Para el historiador norteamericano Arnason el término figuración es en si mismo ambiguo, ya que puede referirse no sólo a la figura humana (o animal), reproducida hasta cierto grado de forma explícita, sino también a la implicación de figuras en obras abstractas. Véase ARNASON, H.H., Arte moderno. Pintura. Escultura. Arquitectura. Madrid-Barcelona-México, Ediciones Daimon, Manuel Tamayo, 1972, cap. 23, p. 521.

[2] Han sido varias las dificultades a la hora de seleccionar las obras de esta exposición. Junto a la limitación de espacio, una no menor ha sido el depósito de ciertas obras fundamentales (como el “Paisaje de la Cuenca” de Pedro Salaberri) en despachos oficiales, motivado por necesidades de alta representación del Gobierno de Navarra, lo que hacía inviable descolgarlos durante tan largo tiempo.

[3] Ese es el año de la creación del grupo El Paso y del Equipo 57, manifestaciones antagónicas de abstracción, la una informal y la otra constructiva, y de la exposición en Barcelona y Madrid de la exposición Otro arte, ocasión en que Michel Tapié acuñó el término de informalismo. Véanse NIETO ALCAIDE, V. “Reconstrucción de la modernidad y creación de la vanguardia”, en VV.AA. Abstracciones-Figuraciones 1940-1975. Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2006, p. 27; y BRIHUEGA, J.-LLORENTE HERNÁNDEZ, A. “Presentación” a El ojo del huracán, Córdoba, Fundación Provincial de Artes Plásticas “Rafael Botí”, 2008, pp. 7-9.

[4] Como nos recuerda Belén Galán, en 1960 dos de los principales museos estadounidenses celebraron sendas exposiciones de arte español: New Spanish Painting and Sculpture en el Museum of Modern Art de New York, y Before Picasso after Miró en el Gugenheim Museum de la misma ciudad (Véase GALÁN MARTÍN, B. “Arte Español 1940-1975: el camino de la modernización”, en VV.AA. Abstracciones-Figuraciones…, cit. p. 64).

[5] ARNASON, H.H., Arte moderno, cit., cap. 23, p. 521.

[6] MANTEROLA, P. “Mariano Royo. El Sr. Pattensen y los lidios”, en el catálogo Mariano Royo, en este asombro de noche, pinturas 1982-1985. Pamplona, CAMP, 1985, s.p.