Pasolini y el Evangelio de Mateo

Pier Paolo Pasolini, considerado como uno de los primeros realizadores italianos contemporáneos, nació en Bolonia en 1922 y murió en Ostia, el año 1975, asesinado por un delincuente en las afueras de Roma, en circunstancias todavía no explicadas.

El realizador Pier Paolo Pasolini

Llegó al cine desde la experiencia de escritor -poeta, novelista, dramaturgo, también guionista y actor-, considerado por Alberto Moravia como el más importante de su generación en particular por su novela Teorema (1968) llevada al cine por él poco después. Así como por sus traducciones de Plauto y Esquilo.

Consideraba al cine «el lenguaje escrito de la realidad» y admiraba en el séptimo arte su «naturaleza profundamente artística, su fuerza expresiva, su capacidad de dar cuerpo al sueño, es decir, su carácter esencialmente metafórico».

Como cineasta, ha sido un realizador controvertido y escandaloso, ya que en su filmografía se mezclan la pornografía (“Saló o los 120 días de Sodoma”, 1975), el erotismo (en torno a las adaptaciones de los clásicos: “El Decamerón”, “Los cuentos de Canterbury” y “Las mil y una noches”, 1971-1973) y la escatología (“El Evangelio según san Mateo”, 1964).

De ideología marxista, se le ha considerado un autor marginal, con tantos detractores como partidarios, y, en lo artístico y cinematográfico, como un manierista dotado de extrema sensibilidad, y preocupado por el lenguaje hasta el extremo. Así, en “Edipo, el hijo de la Fortuna” (1967) y en “Medea” (1969), mezcla los espacios y los tiempos; y en “El Evangelio…”, la música luba con la de Bach.

Pasolini se decidió a hacer la película Il Vangelo secondo Matteo [1] tras leer los Evangelios en Asís y escogió para ello la versión de San Mateo porque le pareció el más cercano al pueblo en su lenguaje. Sintió ante el texto una «emoción estética» y una excitación de su vitalidad ante la violencia mítica, hebraica, y la cultura práctica de Mateo, como hombre ilustrado que era, que proyectaron en su imaginación una serie de mundos figurativos -externos- relacionados entre sí, como el fisiológico, brutalmente viviente, de la época bíblica (en particular el paisaje árido y pedregoso de Palestina) y el reconstruido por la cultura figurativa del Renacimiento italiano en las pinturas de Masaccio y Piero della Francesca.

El Calvario

El Llanto de María (Margherita Caruso)

Pero lo que de verdad le conmovió fue algo interno, la figura de Cristo: un ejemplo de vida, aunque «modelo inalcanzable para todos». En Él vio Pasolini un halo poético y divino que le atrajeron poderosamente.

Su disciplina marxista no le impidió abordar este proyecto al sentirse seducido por el contenido poético y crítico de este argumento, que consideraba debía ser conocido por el hombre. Por otra parte, el marxista dialéctico que era Pasolini trataba de racionalizar los contenidos en torno a Cristo y por ello vio la necesidad de destacar la validez y actualidad de la inmolación de Cristo por los demás. Por su lado, la crítica católica señaló en su tiempo que en la desesperación y en las ambigüedades pasolinianas se hallaban implícitas emociones de carácter cristiano.

La escenografía natural de Puglia

Dos son los aspectos principales a destacar en esta cinta: su respeto hacia el texto sagrado originario del apóstol de Jesús de Nazareth, Mateo, y a nivel estético, la fidelidad del realizador a la Palestina originaria y a los modelos en la selección de los espacios y los tipos. El rodaje se realizó en la Italia meridional -Calabria y Puglia- pues el estado de Israel se hallaba por entonces muy transformado. Pasolini evitó las reconstrucciones escénicas y se apoyó en las escenografías existentes, aunque esto diera a la película un cierto tono fantástico. Escogió, en consonancia a la época, una estética neorrealista que afectó también a la selección de figurantes y actores, trasuntos del pueblo verdadero. El mismo personaje de Cristo fue interpretado por el estudiante barcelonés Enrique Irazoqui, de rostro hermoso y fiero, humano y severo a lo Greco, que consideraba propio del Señor (frente al Cristo dulce del Renacimiento el fuerte de la Edad Media). El vestuario fue tomado de los pintores del Cuatrocientos. Con esta arbitrariedad manierista, y con la música culta de Bach junto a composiciones populares (espirituales negros y ritmos de diversos países), quiso dar a entender que el drama de Cristo es en realidad intemporal, de ayer y de hoy, además de universal.

 (Las manifestaciones de Pier Paolo Pasolini fueron publicadas en Il Giorno el 6 de marzo de 1963 y reproducidas en el guión de su película publicada por Aymá, en Barcelona, 1965, pp. 13-15)

Notas

[1] Ficha técnico-artística del film: Director de producción: Eliseo Boschi. Secretario de producción: Bruno Frascà. Ayudante de dirección: Maurizio Lucidi. Secretaria de dirección: Lina D’Amico. Cámara: Giuseppe Ruzzollini y Victor Hugo Contino. Fotografía: Angelo Novi. Sonido: Mario Del Pezzo. Maquillaje: Marcello Ceccarelli. Montaje: Nino Baragli. Vestuario: Danilo Donati. Escenografía: Luigi Scaccianoce. Director de fotografía: Tonino Delli Colli. Organizador general: Manolo Bolognini. Ediciones y grabaciones musicales de la R. C. A. Italiana. Productor: Alfredo Bini para Arco Film, Roma. Lux Cíe. Cinématographique de France, París. Distribuido por Titanus. Guión y dirección: Pier Paolo Pasolini. Intérpretes: Enrique Irazoqui (Cristo), Margherita Caruso y Susana Pasolini (María), Marcello Morante (José), Mario Socrate (Juan), Settimio di Porto (Pedro) Otello Sestili (Judas), Ferruccio Nuzzo (Mateo), Giacomo Morante (Juan), Alfonso Gatto (Andrés) Enzo Siciliano (Simón) Giorgio Agamben (Felipe) Luigi Barbini (Santiago de Alfeo) Marcello Galdini (Santiago de Zebedeo) Elio Sapaziani (Tadeo) Rosario Migale (Tomás) Rodolfo Wilcock (Caifás) Alessandro Tasca (Poncio Pilato) Amerigo Bevilacqua (Herdoes I), Francesco Leonetti (Herodes II), Franca Cupane (Herodías), Paola Tedesco (Salomé) Rossanna di Rocco (El Ángel del Señor), Eliseo Boschi (José de Arimatea), Natalia Ginzburg (María de Betania) y Renato Terra (Un Fariseo). (Refª.: PASOLINI, Pier Paolo. El Evangelio según Mateo. Barcelona, Aymá, 1965, pp. 199-200).