75 años de pintura y escultura en Navarra (1921-1996)

El periodo 1921-1996 se caracteriza, al menos hasta el advenimiento de la democracia, por la tensión entre la modernización y las inercias decimonónicas resistentes al progreso, que en el campo de las artes se traducen por igual en la acomodación a los gustos tradicionales de una parte de las manifestaciones creativas y en el deseo por parte de otro sector innovador de seguir las corrientes internacionales de actualidad, no sólo en las artes plásticas y en la arquitectura sino también en la fotografía.

Alfonso XIII y la Dictadura de Primo de Rivera constituyen el primer marco político de referencia. Hay voluntad de desarrollar el país y se impulsan las obras públicas, pero monarquía y gobierno se muestran incapaces de detener un proceso que conducirá a la guerra civil. Fracasan los intentos de integrar las fuerzas políticas emergentes en un proyecto común con los partidos liberal y conservador. Los movimientos regionalistas no son entendidos, ha crecido el mundo proletario y el número de braceros en el campo. El descontento popular que aflora se contrarresta recurriendo a la represión policial, pero sin adoptar soluciones de fondo.

Se produce el triunfo de la coalición republicana-socialista en las elecciones de 1931 debido en gran parte a las aspiraciones populares insatisfechas, la principal de ellas el deseo de alcanzar la democratización del país. Pero las radicales medidas adoptadas por los gobiernos de la II República, sobre todo en lo tocante a la Iglesia, a la enseñanza y a la expropiación de las tierras para su distribución entre los braceros, fueron generando un enfrentamiento entre los españoles. El creciente clima de inseguridad, que deviene en anarquía, motivaron el estallido de la guerra.

Navarra, en ese momento, era una comunidad agrícola que se incorporaba tímidamente al despliegue industrial. Las comunicaciones por ferrocarril habían mejorado en el interior merced al trazado de vía estrecha, pero el enlace con los nudos de comunicación exterior era dificultoso. Con todo, 1920 es el punto de partida de la construcción del segundo ensanche de Pamplona, mientras las condiciones de salubridad mejoran sustancialmente.

En el terreno de las mentalidades, el peso de las convicciones religiosas y de los valores tradicionales explican el auge que tuvo en esos años el carlismo, el cual, junto al resto de fuerzas políticas, participaba en los debates del momento sobre el autonomismo, en torno al tema del Estatuto Vasco-Navarro, y la defensa de la personalidad foral de Navarra. En las elecciones parlamentarias de 1936, el Bloque de derechas consiguió el sorprendente porcentaje del 70% de los sufragios, aunque ello no traería la paz social, pues la cuestión agraria, avivada por el paro y las huelgas, afectaron la convivencia diaria.

Tradición y modernidad

En ese clima se desenvuelven las manifestaciones artísticas de esa generación puente encabezada por Ciga y Basiano, a la que se suman Gustavo de Maeztu y Ricardo Baroja en los meses anteriores a la contienda, que impide el corte con los “maestros” navarros del siglo XIX, uno de los cuales, Zubiri, sobrevive todavía en activo. A esta generación, reforzada por Pérez Torres, Briñol, Crispín Martínez, Muro Urriza y Sánchez Cayuela, como pintores que más tiempo permanecen en Navarra, corresponderá dar impulso decidido a nuestra pintura, potenciado tras la guerra por Sacristán y Pedro Lozano de Sotés-Francis Bartolozzi.

La formación de estos pintores, que pasan por Madrid pero después se dividen entre Roma y París a la hora de ampliar estudios, puso de relieve la soterrada rivalidad entre dos concepciones de la pintura –la clásica y la moderna- con que entonces se polemizaba y que condicionó la evolución de nuestras artes, inclusive la producción escultórica de Orduna y Arcaya, que se atemperaron ante los gustos dominantes en la sociedad de su época. Miembros destacados e influyentes, de la Comisión Provincial de Monumentos, como Iturralde y Suit, y Campión, o personas del prestigio de Zubiri, condenaron sin ambages la modernidad pictórica, por considerarla “exótica” y “antiacadémica” frente a la sobriedad propia del realismo español.

El caso de Zubiri es particularmente grave al respecto, pues todavía en 1943, en “El Pensamiento Navarro”, defendía la pintura española del XVII como el único paradigma posible para el pintor contemporáneo. La gravedad de sus manifestaciones estaba en que su planteamiento se hacía en términos de condena hacia la modernidad, cuando sólo cinco años más tarde se fundaría en Barcelona “Dau al Set”, el primer brote de vanguardia de la posguerra en torno al surrealismo e informalismo.

Pero estas diferencias de criterio pusieron de relieve que los artistas navarros no estaban desconectados del extranjero, bien por la oportuna política de apoyos de la Diputación Foral de Navarra o, en algún caso concreto, como el de Ciga, por la munificencia de personas excepcionalmente sensibles como Nicanor Urdampilleta. Basiano pinta finezas atmosféricas de tipo impresionista, cuando no expresiones fuertes de color como un “fauvista”, aunque tardío. Ricardo Baroja, en su casa de Vera, cultiva una pintura de anotación menor y de sencillo ambiente que puede reputarse también de impresionista, en tanto que Sacristán y Lizarraga se sentirán llamados por la construcción cézanniana y la sugerencia cubista, que tan armoniosamente sabía representar Sánchez cayuela “Gutxi”.

Esta situación afectó por igual a otras artes, como la arquitectura o la fotografía, donde también surgen poderosas individualidades. Los años 20 y 30 son décadas de laboriosa entrega al desarrollo urbano de la capital por parte de Eúsa, de Serapio Esparza, de Zarranz y de otros arquitectos no navarros, en cuyos estilos aflora de manera inteligible esta pugna entre las corrientes internacionales más actuales, el clasicismo y el regionalismo. También la fotografía pasa por esta situación, pues dejando de lado la expansión del profesionalismo, en el ámbito artístico solo Miguel Goicoechea conoce realmente las corrientes extranjeras y da a sus retratos una intensidad que resulta novedosa en relación a otros retratos fotográficos del momento.

Si nuestros más destacados artistas estuvieron en contacto con el exterior, no se puede decir lo mismo de la sociedad navarra, encerrada en sí misma y poco dada a las novedades. Las circunstancias económicas imponían, además, una vida austera, de modo que los pintores que deseaban vivir de su profesión tenían que adaptarse a los gustos dominantes, abrir academias u obtener la estabilidad de una cátedra en los escasos centros docentes. De manera que en parte se desperdició el potencial artístico de aquellos pintores, que después de haber visto mundo se convirtieron en pintores locales dependientes del encargo oportuno.

Sin embargo y pese a mantenerse fieles a los gustos casi inalterables de la sociedad del momento, los artistas plásticos de las décadas 1920-1930 mostraron preocupación por un arte ecléctico de resonancias impresionistas, post impresionistas, simbolistas, expresionistas, cubistas (incluso del art-Déco en algún trabajo de Arcaya), que fueron renovadoras con respecto a la pintura del siglo anterior, más sometida al modelo barroco. Lo que, en conjunto, da validez a la producción pictórica de este momento, si no damos excesiva importancia a las limitaciones socioeconómicas del entorno y a la inercia de unos gustos favorables todavía al etnicismo que desde luego no aceptarían soluciones vanguardistas.

Figuración transcendente

Tras la guerra civil, la escalonada liberalización económica, que no se corresponde con la resistente estructura política del franquismo, trae sin embargo una mejoría progresiva de las condiciones del trabajo artístico. La apertura en Pamplona de nuevas salas de exposición en los años 50 (la más importante de ellas el llamado Centro de Estudios de la CAMP), la aparición de una crítica de artes plásticas estable, la Institución Príncipe de Viana, el estudio General de Navarra, la Escuela de artes y Oficios, la Agrupación Fotográfica y Cinematográfica o el incipiente cineclubismo favorecen el intercambio cultural, creando hábitos hasta entonces casi inexistentes que ensanchan el horizonte mental de los navarros y pamploneses en particular. Los años 40-50 también ven el resurgir de las letras en torno a la revista “Pregón”, que rompe con la línea erudita anterior y abre un nuevo cauce a la expresión realista y poética.

Aunque con un sentido transcendente no meramente imitativo, las manifestaciones pictóricas de esta época son fieles a la realidad. Se centran mayormente en una representación figurativa, como no podía ser menos en un momento en que la Escuela de Madrid expande a todo el país un modelo de pintura fuertemente influenciado por las personalidades de Gutiérrez Solana, Zuloaga, Palencia, Zabaleta, Ortega Muñoz y López García, que ofrecen virtuosismo técnico y vitalismo creativo a una indudable preocupación temática.

Se siente esta orientación en el paisajismo sustancial de Ascunce, Fernández de Retana y Lasterra, donde los empastes de color modelan con energía ambientes rurales, agrestes naturalezas o rincones urbanos en los que el tiempo parece detenido de espaldas al progreso, en busca de algo desapercibido como es el alma de las cosas.

Es posible sorprender la grandeza de la naturaleza en las telas de Garralda, Larramendi, Muñoz Sola, Menaya, Sánchez Cayuela, Lozano de Sotés, Beúnza, Apezetxea, Del Real, Ana Marín, Viscarret …, grandeza de lo humilde sin embargo, porque nuestro paisajismo tiene más de armonía y de sencillez que de grandilocuencia literaria.

Ana Marín, en particular, recoge el sentimiento amoroso de Echenique por el paisaje baztanés, fresco y humilde, que traslada al cuadro con una sensible mezcla de color y trazo gestual.

Echauri, por el contrario, escogió un tipo de pintura paisajística dramatizada de tierras tenebristas castigadas por el implacable paso del tiempo, con casas desmoronadas y decrépitos moradores que nos miran desde el lienzo de forma acusadora. Después sustituirá aquellas pinturas mentales por rocas de intenso realismo que retrotraen a los orígenes del universo.

La figuración en Navarra, no va a despreciar ni el expresionismo vigoroso a lo Basiano ni el surrealizante que ya en esta época urge audaz en los “collages” que Buldain realiza en tierra francesa, Manterola, Antonio Eslava y el angustiado Martín-Caro darán tanta importancia en sus obras a la temática como a la dicción cada vez más libre de los pinceles, Se puede hablar en ellos de una cosmovisión que gira en torno al drama de la existencia humana, aunque ciertamente este drama se vea con diferentes matices, desde luego muy dramáticos en las pinturas de Beorlegui y de Sinués. Esta veta en el fondo es muy española.

En el particular ámbito de la escultura, la tradición figurativa se alía con la herencia del autodidactismo popular, tan caractern Industrail crea varios polos de desarrollo que tran de equilibrar el crecimiento de Pamplona con el de las cabezas comarcalesmístico de las tallas de Loperena o Urdín, que alcanza una lectura más compleja en la escultura de Ulibarrena, porque es mezcla de procedimientos artesanales, simbolismo en la representación y diseño cubo-expresionista muy particular.

No hay duda ya de que nuestros artistas participan del desarrollo artístico internacional, una vez que la mayoría de ellos se han formado en la madrileña Escuela de Bellas Artes de San Fernando. La transformación de Navarra se aprecia así en el ambicioso nivel alcanzado, muestra de lo cual son los premios que reciben sus obras en el extranjero.

Entre el realismo y la abstracción

La Navarra moderna surge en los 60. El mundo rural se ve sacudido por una serie de acontecimientos que lo transforman profundamente, en especial por la mecanización y la concentración parcelaria, en tanto que las nuevas tecnologías y exigencias del mercado demandan una industria más competitiva. En 1964 el programa de Promoción Industrial crea varios polos de desarrollo que tratan de equilibrar el crecimiento de Pamplona con el de las cabezas comarcales, pero motiva un desplazamiento de la población hacia estos núcleos, con la consiguiente expansión urbana.

Con la sangría demográfica del medio rural los modos de vida tradicionales se van borrando y se difumina una imagen de Navarra hasta entonces poco mudable. Una imagen a la que bastantes pintores se aferran (Basiano, Cabasés, Lozano de Sotés, Larramendi, Muñoz Sola, Ascunce, Lasterra, Montes Iribarren …), por sentir este proceso como un perjuicio para la identidad de nuestro paisaje. Es una pintura que hasta hoy puede tener un valor documental.

Otros pintores, sin embargo, han optado por representar de forma testimonial el mundo urbano con sus grúas, sus máquinas de asfaltar y los edificios en construcción. El cemento en lugar de los campos arbolados o bien el contraste de la ciudad en crecimiento vista desde los alrededores, como la han pintado Salaberri, Azketa, Osés, Garrido y Royo. La actitud de estos artistas es la demostrar estos cambios dentro de una nueva cotidianidad, no del todo complaciente. Todavía es más crítica la visión de Morrás sobre los pueblos hundidos por el abandono, sin animales de tiro, quebrados sus airosos perfiles por tendidos de la luz, con ancianos labradores que parecen agonizar entre los vestigios de aquella sociedad rural de antes, que hoy parece más humana y entonces era símbolo del atraso.

Los 60 son, además, años de especial conflictividad laboral para Navarra. La crisis religiosa se presenta, hasta el punto de poder hablar casi en términos de desmoronamiento en las décadas siguientes. Los partidos políticos, esperando el fin del franquismo, se recomponen y el radicalismo nacionalista de signo marxista actúa contra las estructuras de poder. En 1972 es secuestrado Felipe Huarte, mecenas de los Encuentros de Pamplona, que se desarrollan entre junio y julio de ese año, en medio de una expectante población “tomada” por tres centenares de artistas que nos muestran las corrientes más actuales de los movimientos culturales internacionales. Unos Encuentros condicionados por la censura y bajo la amenaza de ETA, en los que los pintores y escultores navarros y vascos exponen juntos en el Museo de Navarra.

Han desaparecido los viejos maestros, salvo Lozano de Sotés, pero son reemplazados pronto por Lasterra, Eslava y Buldain. En la Escuela de artes y Oficios (desde 1969 con el marchamo de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos) descuellan como profesores Ascunce, Beúnza y Baquedano. Isabel Baquedano, como artista más joven y representante de se hiperrealismo intimista, problematizado, que llega a los confines de la surrealidad, influirá decisivamente en los jóvenes de la “Escuela de Pamplona”, de modo especial en el realismo crítico con aspecto pop de Javier Morrás.

Los años 70 y 80, con la configuración de una sociedad del bienestar moderna y terciarizada, ven crecer las salas de cultura (la sala de la CAN romperá definitivamente los moldes tradicionales de la exhibición artística). Se multiplican los concursos. Los artistas logran agruparse en colectivos de trabajo. En 1970 se abre la Escuela Superior de Bellas Artes de Bilbao, que va a atraer a gran número de estudiantes navarros de la especialidad y cuya reestructuración se encomendará al pintor y crítico Pedro Manterola. De esta forma se van estrechando los contactos de navarra con la cultura artística del país Vasco, contactos más evidentes en la escultura abstracta por la presencia de Oteiza en Alzuza desde 1975.

La abstracción plena alcanzará al arte navarro en esta época. Es cierto que el franciscano Javier Pérez de Eulate, nacido en San Sebastián aunque de origen navarros y desde hace muchos años afincado en Olite, puede pasar por ser el primer pintor abstracto de Navarra. Después de pintar con Vázquez Díaz, se orientará hacia la abstracción geométrica y de campos de color a lo Rothko por la influencia de Oteiza, con quien había colaborado en el diseño de las vidrieras de la Basílica de Arantzazu en Oñate. Entre los abstracto-geométricos hay representantes de gran interés como Echeberría Burgoa y Ortega, que son por encima de todo analíticos Por otra parte, el cultivo de la abstracción expresionista ha agrupado a buen número de pintores (Galobart, Fúnez, Mínguez, Sagardía, Izura, Ciganda, Zudaire, Córdoba …), que, como los anteriores, son experimentadores del espacio y de las formas, aunque guiados por el instinto más que por la racionalidad. La conexión internacional es en todos ellos evidente.

La especialidad escultórica tiene sus propias características. A la corriente realista responden las producciones del imaginero López Furió, de Huerta, de Juan Miguel Echeverría, de Mª Cruz Castuera, Alicia Osés y Henriette Boutens, muy distintos entre sí pero coincidentes en su deseo de transformar el motivo libremente, en tanto que Beorlegui yBartolozzi se decantan por el surrealismo abiertamente.

Un conjunto de escultores (Antonio Eslava, Clemente Ochoa, Díaz de cerio, Santxotena) pueden ser tenidos por organicistas, ya que inspiran en la naturaleza su lenguaje formal, centrado en interesantes relaciones físico-espirituales que sin dejar de ser figurativas evolucionan hacia la abstracción recordándonos las investigaciones de Brancusi, Arp o Moore. Frente a ellos, otros autores se interesan por la estructura interna de los cuerpos, su relación con el espacio y la expansión de sus formas en el aire, saliendo al encuentro de la escultura de Oteiza, de Mendiburu, de Chirino, de Gabo, en línea abstracta de diferente grado y voluntad en ocasiones ingenieril, como puede observarse en Mínguez, Aizkorbe, Orella, Alberto Eslava y Anda.

Las dudas del presente

El cambio de régimen político tras la restauración de la Monarquía en la persona de Juan Carlos I supone, en el contexto democrático de nuestros días, una mayor equiparación con los parámetros artísticos de los países europeos, internacionalizándose nuestra pintura y escultura, que en general se homogeneiza con respecto a los patrones en boga.

La creación artística navarra de los últimos años está dominada por la experimentación y presidida por las dudas que el mismo acto de crear genera tras un siglo por completo revisionista y dominado cada vez más por los medios tecnológicos, multimedia en particular, de los que se recela.

El ansia de personalizar la obra ha encaminado a muchos artistas jóvenes hacia el conceptualismo, donde la originalidad puede caer en la confusión si el mensaje no es claro. El eclecticismo y la apropiación de lenguajes ha generado obras de expresión ¿artística?, en las cuales el valor no radica en la obra en sí misma sino en su denuncia de hechos o situaciones, más o menos concretos. Algunas de estas obras se apoyan en instalaciones complejas que envuelven al espectador y lo incomodan. Otras manifestaciones tienen por finalidad el objetualizar la escultura manipulando desechos de la civilización de consumo (Bartolozzi, Salazar …), mediante técnicas de ensamblado alejadas de los métodos técnicos tradicionales.

Nuestros creadores no escapan al dilema contemporáneo. ¿El arte es forma y fondo, o sólo forma? Porque es evidente que muchas creaciones del momento actual buscan una combinación de elementos sin otro destino que el formalismo, sin el peso temático que debe configurar un mundo personal, y el peligro consiguiente del decorativismo. O, por el contrario, sobrecargan de dramatismo sus obras con voluntad desgarradora que conduce al dolor por el dolor. Y aún hay otra postura, que es la de servirse de la obra como un mero juego o divertimento.

El arte en Navarra no se podrá sustraer a ese cambio, hoy por hoy desconocido, que nos ofrecerá el próximo milenio, pero cuyas incipientes manifestaciones (Universalización delas conductas, macroinformación, avance tecnológico …) nos han llevado a una situación de perplejidad.

Ninguna época de la historia ha progresado tanto y ha desestabilizado tanto al ser humano. Los cambios tan diametrales de las orientaciones artísticas entre 1921 y 1996, no siempre acompañados de una acomodación del gusto estético, también en navarra, requerirán el paso de los años para ser entendidos o rechazados.

Artistas participantes en la exposición

AIZKORBE, Faustino GIL (Olloqui, 1948). Escultor que procede del mundo del diseño, se puede decir que es autodidacta en materia artística, aunque sus escuelas de formación han sido la naturaleza y la tradición artesanal vasca, con esa vena trágica y austera que le es común y que supieron percibir Oteiza, Chillida, Basterrechea y Mendiburu. Su obra, inicialmente más libre y poética, se ha dejado llevar por la disciplina de la geometría y la transformación de unidades-tipo (la columna, el torso, la estela, el cubo…), que se descomponen, articulan, expanden en el espacio, desvelando vacíos interiores u otros externos que se desean atrapar. Los materiales que trabaja, recurriendo a las técnicas más avanzadas, son la madera, el metal, la piedra y el mármol, a los que dota de una contundencia y perfección formal admirables. En 1987 alcanza la Medalla de Oro del IV Certamen Internacional de Escultura Pollença, en Palma de Mallorca.

ANDA GOIKOETXEA, José Ramón (Bakaiku, 1949). Estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), que puede proseguir gracias a una beca de la Academia de España, en Roma. Interesado por materiales como la piedra, el hierro, incluso por la escultura inmaterial del rayo láser, la tradición familiar le impone un gusto especial por la madera. Tras una etapa figurativa expresiva centrada en el ser humano, el conocimiento de Oteiza le conduce hasta la escultura de Max Bill y Brancusi, empleando formas elementales (el círculo, la esfera, el cilindro…) que bajo un planteamiento conceptual, la precisión del cálculo y un apurado acabado, le sirven para conducir al espectador-manipulador de su obra hacia la experiencia espacial y sensorial. Este enfoque también está presente en su mobiliario particular, capaz de dialogar con otros tiempos y culturas. Ha recibido los primeros premios del II Certamen Internacional de Escultura Ciudad de Jaca, de las Bienales de Vitoria (1978) y San Sebastián (1983), y del Concurso Gure Artea del Gobierno Vasco de ese mismo año.

APECECHEA FAGOAGA, José María (Erratzu, 1927). Pintor formado bajo el magisterio de Javier Ciga entre 1941 y 1948. Su sensibilidad se despierta ante el paisaje baztanés, el cual, como pintor, traduce bajo el prisma de Cézanne y con un sentimiento por el color de carácter impresionista. Su visión es humilde, como intranscendente en apariencia, y se proyecta en los molinos situados en el recodo del río, en las casas aisladas o los pueblecitos en perspectiva. De la contextura geometrizada de sus primeros paisajes evoluciona hacia una síntesis de formas esenciales que establecen el ritmo fundamental de la obra, con la apoyatura de un color más alegre que no pierde la frescura pese a la esquematización. Es el aglutinador del grupo informalmente llamado «Artistas de Baztán», que tiene como referentes a Elizondo y su entorno.

AQUERRETA MAESTU, Juan José (Pamplona, 1946). Estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, de la que es profesor en la actualidad. Sus comienzos se relacionan con la llamada por Moreno Galván «Escuela de Pamplona», muy interesada por la realidad social y el medio urbano, del que intenta ofrecer un testimonio con colores suaves de tintas planas. Deriva más tarde hacia un naturalismo purista, cada vez más bidimensional, sin estridencia cromática alguna, aplicado con técnica puntillista, que recuerda por su espiritualidad a los Nabis de Pont Aven, en Francia. Su campo de trabajo es el paisaje y la figura, una figuración sintética casi abstracta por su extremada depuración. En 1983 obtiene el Premio Internacional de Pintura convocado por el Gobierno de Navarra.

ASCUNCE ELIA, José María (Beasain, 1923 – Pamplona, 1991). Discípulo de Javier Ciga. Realiza estudios superiores de pintura en la Escuela de San Fernando (Madrid). Es pensionado en El Paular y Santillana del Mar. Amplía estudios en París con el apoyo de la Diputación Foral de Navarra. Posteriormente fue profesor de las Escuelas de Artes y Oficios de Corella y Pamplona. Obtuvo el Premio Ciudad de Pamplona en 1972. Destacó, dentro de un realismo vigoroso y expresivo, como pintor de retrato y naturaleza inerte, pero su vocación fue la de paisajista. En esta especialidad sobresalió, al decir de Larrambebere, como pintor de alma fuerte que siente y ama la tierra. Sus cualidades eran el dibujo constructivo y el colorido empastado, que dotaban a su obra de un vigor muy personal, incluso sugerido en sus decorativos bodegones.

BADOS IPARAGUIRRE, Angel (Olazagutía, 1945). Estudia Bellas Artes en la Escuela de San Fernando, de Madrid, y alterna su labor escultórica como profesor en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Pamplona, primero, y en la actualidad en la Facultad de Bellas Artes de Bilbao. En 1977 es becado por la Diputación Foral para estudiar en Venecia y Londres. Ha obtenido el primer premio Gure Artea en Bilbao (1984). Su trabajo, contra el estatismo y acabado de la escultura tradicional, se centra en instalaciones de objetos aparentemente sin relación, que buscan guiar la mirada del espectador más allá de la realidad codificada, amenazada por la información y alta tecnología de nuestra civilización actual. La instalación, para Bados, se descubre en su proceso y así logra transmitir esa energía que actúa sobre la percepción y conduce hacia el pensamiento. Su objetivo es reencontrar el origen ideológico de la imagen. Se sirve de materiales ordinarios que no ocultan su naturaleza humilde, como es propio de ciertas corrientes contemporáneas desde el postminimalismo al arte povera.

BALDA BERASTEGUI, Xabier (Pamplona, 1958). Estudios de Arquitectura. Como pintor es autodidacta, influido tanto por la abstracción expresionista americana, como por el informalismo europeo y el surrealismo. De este conjunto de tendencias se deriva su personal interés por la construcción de la imagen. Busca cómo ordenar desde el caos inicial el gesto pictórico en los diferentes espacios que sugiere el soporte, para llegar a un mejor conocimiento de la dimensión creativa. Esta inquietud la ha llevado también al cartelismo, donde obtuvo los Premios anunciadores de San Fermín y del Festival de Cine de San Sebastián en 1982.

BAQUEDANO ELVIRA, Isabel (Mendavia, 1936). Estudios en la Escuela de San Fernando, de Madrid, en la que obtiene el Premio «Carmen del Río». Desde 1957 es profesora de la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. Su docencia tiene mucho que ver con la renovación artística que se inicia durante los 60 en Navarra, en línea con el nuevo realismo, que luchaba por sobrevivir ante la abstracción. Se interesa por el realismo mágico al tiempo que prueba diferentes materiales que densifican su pintura. Sobre 1965 se ocupa de lo que Buendía llama la tragedia de lo cotidiano, una pintura testimonial con resabios de pop-art, centrada en el mundo del consumo y la publicidad que agobia al ser humano y, por contraste, muestra la soledad en que vive. Manifiesta contactos con Hopper en su sentido de la luz y del espacio. En los 90 estas inclinaciones se aproximan al arte y espiritualidad de los Primitivos Italianos, en los que inspira una temática vagamente sagrada, de apariencia cromática amable y evanescente.

BARTOLOZZI, Rafael LOZANO (Pamplona, 1943). Artista en constante creatividad que ha dejado huella en pintura, grabado, ilustración, decoración exterior de edificios, intervenciones y actos demostrativos, además de escultura en su más libre y moderno concepto. En 1964 se vincula a Cataluña. Estudia en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge (Barcelona) y en la Escuela de Pintura Mural de Sant Cugat del Vallés. En estos centros conoce a Eduardo Arranz Bravo, con el que se asocia entre 1965 y 1983. Su obra artística posee un lenguaje surrealista, evocador del grupo informalista «Dau al Set» en sus inicios y con referentes en Picasso, Miró y Dalí. Sus sentimientos de agresividad, erotismo e incomunicación nos hablan de la inestable sociedad actual. La influencia clasicista de su escultura se nota en el gusto por la anatomía, el esfumado y el perfeccionismo técnico. Pero las truncaduras y estilizaciones a que somete la figura humana son de intencionalidad subreal. Sus objetos ensamblados hablan de una inagotable inventiva, del sentido lúdico de parte de su trabajo y de su visión irónica, incluso denunciadora de ciertos actos humanos descontrolados, como en su «Metamorfosis de la Naturaleza», realizada a raíz del incendio de Vespella de Gaiá, donde vive en la actualidad. En 1992 obtuvo el Gran Premio de la X Bienal Internacional del Deporte en las Bellas Artes (Barcelona).

BASIANO, Jesús (Murchante, 1889-Pamplona, 1966). Jesús Basiano Martínez Pérez se traslada siendo niño a Bilbao, donde cursa los estudios en la Escuela de Artes y Oficios. Con el apoyo de la Diputación Foral de Navarra amplió estudios superiores en San Fernando (Madrid) y en Roma, instalándose posteriormente en Durango, donde Regoyos termina por inclinarle hacia la pintura de paisaje, en principio plasmando con técnica puntillista las finezas ambientales del Norte, para optar con el paso del tiempo por un vigoroso postimpresionismo mezcla de intuición y sentimiento, que parte siempre de la observación del natural. Su paisajismo se centró en Pamplona, pero alcanzó prácticamente a toda Navarra, sin despreciar el País Vasco, Aragón y Castilla. También demostró gran adaptabilidad ante otros géneros como el retrato y la pintura de interiores (claustros, iglesias, ermitas y fábricas). Las cualidades de su pintura fueron el expresivo colorismo, la modulación lumínica, la elección del motivo con buen sentido y la forma de tratarlo en el espacio.

BULDAIN ALDAVE, Francisco (Pamplona, 1927). Estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. Permanece en París entre 1949 y 1968. Estudia en la Grande Chaumière y Ecole des Beaux Arts. Recibe en 1961 el Diploma de Honor del Salon International-Salon de l’Art Libre. A su regreso a España, obtiene el Premio Ciudad de Pamplona (1975), instalándose en Huarte, entregado a la docencia y la pintura. Utiliza las técnicas con deseo innovador, aplicando óleo, poliéster o grafito a planchas de cinc grabadas al aguafuerte, para añadir al resultado cuerdas, tela y otros materiales. Llevada esta inquietud a la escultura ha realizado lo que él llama «esculturas integradas» y ensamblados dadaístas. También ha elaborado murales en plena calle. Su temática es figurativa acerca de la condición humana, pero somete la figura a un fuerte proceso de abstracción que evidencia su convincente asimilación de los estilos modernos, con un componente surrealista intenso.

CIGA ECHANDI, Javier (Pamplona, 1877-1960) Estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. Es discípulo de Carceller, Zubiri y García Asarta. En la Escuela de San Fernando, de Madrid, lo es también de Moreno Carbonero y Garnelo, tras lo que mejora su formación en las academias libres de París. En 1914 regresa a Pamplona, para dedicarse en buena parte a la formación de jóvenes pintores. El amor a la tierra se refleja en su pintura romántica de tipos y costumbres, de raíz humanista, que traza con el realismo de la pintura barroca española. En su estancia parisina se dejó seducir por la fidelidad absoluta al natural, y por los planteamientos constructivos de Cézanne, todo lo cual influirá en su más innovador paisajismo. Destacó como buen caracterizador en sus retratos. Se inclinó también por otros géneros (bodegón, asunto religioso-legendario, historia, desnudo, pintura animalística y mitológica, cartelismo), en los que mostró cualidades de buen compositor y conocimientos técnicos profundos. Entre sus premios destaca su ingreso como miembro de número en el Gran Salón de París (1914) por su cuadro «Paysans Basques» (El Mercado de Elizondo).

CLEMENTE OCHOA, Manuel (Cascante, 1937) Escultor, pintor, grabador y profesor de la Universidad de Barcelona. Estudios de Bellas Artes en la Escuela de San Jorge (Barcelona). Aguirre aprecia en él una influencia decisiva de la naturaleza a partir de sus vivencias en la geografía árida y vigorosa del Valle del Ebro natal, y en el volcánico valle tinerfeño de Orotava, así como por el ambiente luminoso del Mediterráneo catalán, que explicarían su insistencia en la materia escultórica de una obra que puede situarse estilísticamente dentro del organicismo. Su escultura parte de una idea -la comunicación, la ruptura, la plenitud etc.-, siempre atribuida al mundo animal o humano, que trata de desvelar de forma incompleta durante la ejecución, para proponer un diálogo espiritual de las formas con el espectador. Es miembro de la Academia Internacional de San Marcos (Italia), ciudad en la que recibe el Premio Internacional «Arte y Cultura».

DIAZ DE CERIO MARTINEZ DE ESPRONCEDA, Alfredo (Mendavia, 1941). Poeta y artista plástico polifacético de formación autodidacta, buen conocedor del arte centroeuropeo, con el que entra en contacto durante su estancia en Alemania. Allí asimila las tres corrientes que le influyen : surrealismo, expresionismo e informalismo. Tal bagaje se manifiesta en su utilización de materiales, llevado de un afán especulativo, a los que somete con la idea de que toda obra artística es germen de vida autónoma. Su constante capacidad de cambio se manifiesta en sus incursiones dentro del realismo misterioso, lo metafísico y el conceptualismo.

ECHAURI CULEBRAS, Miguel Angel (Pamplona, 1927). Tras su primera formación con Ciga, marcha a América. Allí transcurren dieciocho años de su vida, principalmente en Uruguay, donde obtiene siete medallas consecutivas en los Salones Nacionales de Bellas Artes de Montevideo y varios premios en la sección de artistas extranjeros. En su pintura hay un deseo de manifestar lo transcendente, sea a través de espacios abiertos que envuelven la figura con sus tierras descarnadas, sea por medio de composiciones cuidadosas de piedras que en su mutismo paradójicamente hablan de una nueva dimensión cósmica. Su dicción oscila entre el intenso expresionismo y la definición hiperrealista, con atención especial por la luz y las calidades de la materia.

ESLAVA CASTILLO, Jesús Alberto (Belascoain, 1930). Escultor autodidacta. Cree que introducir alma en la materia es la labor del escultor, el cual debe doblegar las formas buscándoles un sentido humanizador. Su objetivo es reflejar ideas, establecer un diálogo de lo esculpido con el espectador, desvelarle la vida mediante la belleza. Persigue alcanzar formas elementales y desnudas, que se acerquen o formen un núcleo confortable a partir del cual se pueda reflexionar, verse inquietado, obtener conclusiones, en una plácida contemplación. Su ascetismo expresivo, al decir de Salaberri, se concreta en un lenguaje abstracto-geométrico sobre materias como el acero corten o el hierro coloreado, capaces de expandir su energía al formato monumental. Pero también algunos de sus planteamientos se centran en la figura humana, entendida de forma esquemática, en un diálogo más personal.

ESLAVA URRA, José Antonio (Pamplona, 1936). Pintor, grabador, escultor y profesor artístico, de sólida formación. Tras su primer aprendizaje con Crispín y Sacristán, cursa estudios superiores en la Escuela de San Fernando, de Madrid, y alcanza el Premio de Pintura «Carmen del Río». Después amplía sus conocimientos en Florencia y Roma, donde obtiene por oposición una pensión en grabado en la Academia Española de Bellas Artes. Alcanza el Premio Nacional de Grabado (1962) y la primera medalla de esta especialidad en la Exposición Nacional de 1968. Como pintor cultiva una figuración expresionista en clave surrealista centrada en el hombre y el drama de su existencia, que plasma de forma contenida y esperanzadora.

IRUJO ANDUEZA, Juliantxo (Pamplona, 1960). Doctor en Bellas Artes por la Facultad de Bilbao, se muestra preocupado por la significación de los mensajes icónicos de hoy que repercuten en nuestras conciencias. Ello le ha inclinado, además de a la pintura, a la vídeo-creación. Es profesor de pintura y medios audiovisuales de la citada Facultad. En su mundo pictórico, que contempla como un cosmos abierto al hombre, las posibilidades de éste son infinitas ante el espacio que se le revela, como en la vida misma. Por ello su dicción es expresionista dentro de la figuración, combinando espontaneidad y racionalidad. Concibe la pintura al servicio del hombre, como un medio para despertar su conciencia.

LASTERRA GONZALEZ DE ORDUÑA, Jesús (Madrid, 1931-Pamplona, 1994). Estudios iniciales con Ciga y Sacristán, tras lo cual obtiene su titulación superior en la Escuela de San Fernando, ampliando estudios en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y en la Escuela Nacional de Artes Gráficas, pensionado por el Ministerio de Educación. Alcanza el Premio Nacional de Grabado en 1969. Su creatividad se puede situar en la nueva figuración española o figuración tradicional no imitativa, de plástica moderna, explícita en su sentido del color y de la textura de la materia, que son de un vigor muy personal, con notable influencia del aguafuerte en el claroscuro de los ambientes que pinta. Sus temas predilectos fueron el paisaje navarro y las escenas costumbristas con figuras.

LOZANO DE SOTES, Pedro (Pamplona, 1907-1985). Pintor, ilustrador y profesor de dibujo. Discípulo, en Artes y Oficios de Pamplona, de Mendía y Zubiri , además de Ciga. Cursó estudios en la Escuela de San Fernando, donde realizó sus primeras escenografías para las Misiones Pedagógicas de Teatro, y después pinturas murales en centros públicos de Navarra. Llegó a especializarse en el cartelismo, ganando varios de los concursos anunciadores de los Sanfermines pamploneses. Su pintura de caballete es mayormente paisajística. Representa con fuerte realismo rincones rurales de fuerte sabor tradicional, marcada perspectiva, cuidada grafismo y composición. En las escenas con figuras se expresa con imaginación más suelta y sentido decorativo, emparentado con la Pintura Vasca.

MAEZTU Y WHITNEY, Gustavo (Vitoria, 1887-Estella, 1947). Pintor, grabador y escritor de formación anglo-española. Se le adscribe al Noventayochismo por su preocupación por lo nacional, siempre patente en sus paisajes historiados, y se le considera modernista por su sensualidad colorística y decorativa. Su pintura mantiene la fuerza de los artistas vascos y la libertad de procedimientos aprendida en París, siéndole característica una cierta grandiosidad escénica, llevada tanto al paisaje como a las escenas de figuras. Toda su obra está teñida de un etnicismo y simbolismo heroicos, que le impulsan a representar figuras arquetípicas en ambientes transidos de misterio.

MANTEROLA ARMISÉN, Pedro (Pamplona, 1936). Llega a la pintura tras un paréntesis como abogado. Recibe clases de Ciga y del matrimonio Sotés-Bartolozzi, conoce a Pérez Torres. Sin desvincularse de Pamplona y de los proyectos culturales (suya es la propuesta del I.N.A.C. compartida con Royo y Salaberri), es nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Bilbao en 1981 y, fiel al espíritu de Oteiza, promueve en ella el trabajo especulativo. Destacan en él las dotes intelectuales y es escritor de profundo pensamiento. Ha destacado su labor crítica en «Diario de Navarra». Su pintura se ha centrado durante los 70 en un expresionismo racionalizado de carácter sígnico, evolucionando una década más tarde hacia una figuración humana dinámica y en mutua relación plena de simbolismo y más instintiva, de carácter muy personal.

MARTIN-CARO SOTO, Julio (Pamplona, 1933-Madrid, 1968). Tras sus estudios de pintura en la Escuela de San Fernando y en el Museo del Prado, se especializó en pintura al fresco en Venecia con Saetti, maestro que le impulsa a cultivar el expresionismo patético de orientación neofigurativa, en la senda de Dubuffet, Bacon y De Kooning, pero impregnado en él del tenebrismo y goyismo españoles. Obtuvo una sugerente plasmación de la figura en el espacio, representando ésta con trazo gestual y chorreante de color, como trasunto doloroso de su sentimiento ante la vida, que giró en sintonía con las preocupaciones existenciales del hombre moderno. Alcanzó los Premios Ayuntamiento de Madrid (1955), Ciudad de Pamplona (1962) y Mestre de Pintura de Italia (1960).

MATUTE ROYO, Emilio (La Carolina,1951). Pintor y profesor artístico de origen jienense. Se educa en Andújar antes de venir a Pamplona en 1975. Se licencia en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, aunque José Antonio Eslava le influye de forma decisiva. De él recibe su espíritu clasicista, al que dará un aliento metafísico para equilibrar su planteamiento conceptual de la ciudad moderna en expansión, en que la persona aparece en actitudes sosegadas extrañas al nervioso trajín de las calles o bien se muestra ausente, pero su presencia queda sugerida por los objetos mismos de la construcción. Es una pintura relajante que favorece el encuentro lírico con el espectador. Obtuvo en 1986 uno de los premios de la I Bienal de Pamplona.

MORRÁS ZAZPE, Xabier (Pamplona, 1943). Estudios de pintura en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, y de Bellas Artes en Bilbao, de cuyo claustro docente forma parte. De entre sus profesores, Isabel Baquedano es quien más ha influido en su realismo crítico posterior. Amplía estudios en Londres, Edimburgo y Nueva York, becado por la Diputación Foral y la Fundación March. En Pamplona dirige la Sala de Cultura de la CAN, que orienta en una línea renovadora. La indefensión del hombre en la sociedad es la idea central de su pintura, aunque adopta diversas formas de denuncia : la ciudad amenazante, el mundo rural ahogado por la tecnología, la guerra, el consumismo, la aculturación y otras opresiones de la sociedad occidental masificada. Acentúa el realismo con foto-collages y técnicas mixtas de gran efecto que muestran su destreza en el uso de materiales, bajo la influencia del Pop-art, de Rauschenberg y de Tápies.

MUÑOZ SOLA, César (Tudela, 1921). Tras licenciarse en la Escuela de San Fernando, de Madrid, mejora su formación en Roma, becado por la Diputación Foral, y en París. Viaja a Estados Unidos, donde destaca como retratista. Su pintura se fundamenta en el dominio de la técnica, singularmente en el dibujo, la composición y el color, cuyos matices es capaz de captarlos con agudeza por su capacidad de observación. Obtiene así ajustados ambientes luminosos, sobrias naturalezas muertas, realistas imágenes de tipos y elegantes retratos, siempre con el aliento clásico que da al conjunto de su obra un aspecto de serena belleza. En su pintura de paisaje muestra, como en ningún otro género, su perfecta adaptabilidad al motivo, del que logra extraer sensibles tonalidades.

ORDUNA LAFUENTE, Fructuoso (Roncal, 1893-Pamplona, 1973). Se inicia en la escultura con Lasuén y después en la Escuela Superior de Artes Industriales, en Zaragoza. Entra en el taller de Benlliure, en Madrid, y estudia en la Escuela de Artes y Oficios, concurriendo a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo una medalla de tercera clase en la de 1920 con un «Busto de roncalés», que decide a la Diputación Foral a enviarle pensionado a Roma, donde modelaría su «Post Nubila Phoebus» del Museo de Navarra, Primer Premio de la Exposición Nacional de 1922. Afincado en Madrid, desarrolla su actividad escultórica en los campos de la estatuaria, el relieve y la decoración monumentales, la imaginería religiosa y procesional y el retrato, siempre dentro de un realismo expresivo de las formas esculpidas, resultado de la mezcla de su temperamento con el clasicismo antiguo y la herencia miguelangelesca presente en el Romanismo de los retablos navarros de los siglos XVI y XVII. Estas influencias dieron a su escultura, mayoritariamente de carácter público, perfeccionismo y corporeidad arquitectónica. Fue profesor de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid. Su valía fue reconocida al nombrársele académico numerario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1962.

ORELLA UNZUE, Alberto (Pamplona, 1943). Estudia Teología en la Universidad de Navarra y se licencia en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, donde culmina su tesis doctoral sobre la sonoridad en la plástica contemporánea, alentado por Oteiza. Amplía estudios en París y en Roma, con Andrea Martini. El tema que más le interesa es alcanzar una escultura musical como simbiosis de un rico lenguaje fundamentado tanto en las formas como en los vacíos, las tensiones, los sonidos y en la propia mente. Un planteamiento próximo al de los constructivistas, que eran partidarios de un arte totalizador, expresado en el caso de Orella mediante materiales rectilíneos, transparentes o reducidos a la expresión mínima, como la madera, el hilo de acero, el vidrio y el color, que ayudan, bajo un planteamiento conceptual, a delimitar una vía de acercamiento integral a lo divino. Es una escultura que exige al contemplador complacencia estética y lectura mística.

PEREZ TORRES, Miguel (Tudela, 1894-Pamplona, 1951). Realiza sus primeras pinturas en compañía de Ciga en el valle de Baztán, pero luego amplía sus conocimientos con Mongrell en Barcelona, y por este medio parte de su obra recibirá la influencia de Sorolla. Coincidiendo con sus estudios superiores en la Escuela de San Fernando visita el Museo del Prado y queda impresionado por la escuela clásica de Velázquez, Zurbarán y Goya. En ellos inspirará, a partir de 1920, su pintura de tipos (viejos, hortelanos de la Mejana o capuchinos) y escenas de interior o domésticas, que concibe dentro de un realismo naturalista bien caracterizado. A partir de 1932 se instaló en Pamplona, dedicándose a la enseñanza. Fue profesor de la Escuela de Artes y Oficios.

SACRISTAN TORRALBA, Gerardo (Logroño, 1907-Pamplona, 1964). Pintor que llega a Pamplona a mediados de la década de 1940, al obtener una cátedra de dibujo en el Instituto Ximénez de Rada. Anteriormente, tras sus estudios de bellas artes en la Escuela de San Fernando, vivió durante tres años en París. Desde 1951 fue profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, siendo maestro de buena parte de los pintores navarros formados a mediados de siglo. Estilísticamente su pintura se sitúa entre el impresionismo levantino-andaluz (fueron sus maestros Moreno Carbonero, Romero de Torres, Zuloaga y Benedito), la escuela de Velázquez, y Cézanne. Destacó por su inclinación a la luz y el volumen, patentes en su pintura de tipos y bodegones.

SADA LAGUARDIA, Alfredo (Falces, 1950-1992). Estudia dibujo, pintura y modelado en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Pamplona. Realiza un curso de escultura en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, impartido por Miquel Navarro. Pese a la cortedad de su vida, demostró capacidad para contribuir a establecer un lenguaje renovado, que sobre arquetipos de la estatuaria antigua, con la previa asimilación de la escultura del Siglo XX (especialmente del rumano Brancusi) y una resolución formal muy depurada, ha avivado el Posmodernismo ecléctico de estos 90. Su dimensión como artista globalizador y de marcada personalidad fue advertida por entidades como la Fundación March y el Banco de España, que engrosaron sus fondos con la obra de Alfredo Sada.

SALABERRI ZUNZARREN, Pedro (Pamplona, 1947). Durante sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios se fragua en él la inquietud por la realidad cotidiana, especialmente la que subyace a la ciudad de Pamplona, que en su pintura aparece como conjunto geométrico vivo rodeado por la naturaleza próxima, como si ésta fuera testigo mudo del devenir urbano. Su segunda atracción es el paisaje como naturaleza poética que seda y ayuda a sobrevivir con dignidad. Quizás por ello se apoya en un concepto esencial de las formas, libre de impurezas, con colores armoniosos sometidos a las líneas del plano, recreando un ambiente diáfano e incontaminado, parecido por su fantasía al mundo orientalizante evocado por los pintores franceses de fines del XIX.

SALAZAR ROMO, Dora (Alsasua, 1963). Se licencia en la Facultad de Bellas Artes de Bilbao, donde es alumna de otro escultor de la Burunda, Ángel Bados. Su gran inventiva, a la par que el deseo de criticar a la sociedad actual por su consumismo, incomunicación y dominación, le impulsa a seleccionar objetos cotidianos que transformará para usarlos de forma satírica contra ella. La influencia de Duchamp, de Pistoletto y de Tinguely está implícita en su quehacer entre surrealista y dadaísta. Primero arma arquetipos humanos con sillas desvencijadas, luego animales con viejas bicicletas, más tarde le interesarán los móviles abstractos, para terminar por dirigir su mordacidad hacia soportes-concepto de poder como el televisor o el sillón, con una intencionalidad acusadora. Otros artefactos suyos más recientes presentan una complejidad espacial o parecen máquinas fantásticas, pero siempre mostrando técnicas complejas guiadas por el afán de metamorfosear los objetos de desecho más sorprendentes. En 1990 ganó el Premio Gure Artea del Gobierno Vasco y cinco años más tarde el Premio del Salón Internacional de L.A.C .(Francia).

SANCHEZ CAYUELA «GUTXI», Emilio (Pamplona, 1907-1993). Aprende modelado con Arcaya y otros valores de su pintura (composición, equilibrio de masas, construcción del volumen) se deberán a las enseñanzas de Vázquez Díaz en la Escuela de San Fernando, quien le infundirá la admiración por Cézanne. Su inclinación por la geometría se mezclará en Italia, a donde acude becado por la Fundación March, con la idealización del arte clásico y renacentista, dando como resultado un arte reposado, transido por una luz difusa, como intemporal. En sus paisajes logra crear un ambiente de somnolienta belleza que invita al abandono estético, en tanto que la pintura mural, bajo la influencia del maestro vasco-andaluz, armoniza con la arquitectura y está más rígidamente planificada.

SANTOS ODÉRIZ, Josetxo (Pamplona, 1947). Compagina la escultura con la práctica docente como profesor de expresión plástica y tecnología, materia sobre la que ha escrito varios libros como colaborador del Ministerio de Educación y Cultura en los nuevos planes de la reforma. De su primera exposición en 1987 como admirador de Moore hasta hoy, ha seguido una orientación hacia el conceptualismo, pasando de las figuras orgánicas a la geometría y dando entrada a montajes con diversos elementos -madera y metal combinados- donde la investigación o la sugerencia del momento devienen en formas que necesitan del espacio para proyectar su sentido. Su actividad se centra actualmente en el estudio de formas modulares en ritmo dinámico-estático, mezclando el metal como ejemplo de material industrializado y la madera, incluso el papel y el cáñamo, como materiales groseros, sin perder el halo estético.

SANTXOTENA ALSUA, Xabier (Arizkun, 1946). Su vocación escultórica se gesta entre los bosques del Valle de Baztán y la tradición artesanal de la madera de su familia. En principio sigue la estela familiar como simple artesano, hasta que en 1970 Oteiza descubre en él su capacidad artística. Ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria para estudiar talla en piedra, bajo la dirección de Aurelio Rivas. A partir de 1976 Santxotena va definiendo su estilo propio, elaborando una sintaxis entre el simbolismo abstracto, el organicismo y el racionalismo, con las mismas preocupaciones formales de la escuela vasca de escultura. Aunque trabaja el bronce, la piedra e incluso el hormigón, su material característico es la madera, elemento vitalizador de su cosmovisión. La escultura es para él una obra pensada a cielo abierto, llena del fulgor del bosque, en expresión de Díez Unzueta, y entroncada con las tradiciones recibidas de sus antepasados.

ULIBARRENA ARELLANO, José (Peralta, 1924). A sus primeros trabajos como aprendiz de ebanista en el taller de Menchón les siguen sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. En 1950, con una beca de la Diputación Foral, se traslada a París, como alumno del escultor Guimond, donde aprendió a valorar por encima de los procedimientos la necesidad de traducir en la obra de arte la vida real. Con este sentimiento y ansia de nuevas experiencias marcha a Venezuela, donde permanecerá siete años. Pero la distancia le hace comprender la importancia de no olvidar las raíces y se aviva en él el orgullo de pertenecer a Navarra. Tras su regreso, a principios de los 60, desarrolla una doble actividad como protector del patrimonio etnológico (funda el Museo Etnográfico del Reino de Navarra) y polifacético artista que termina por centrarse en la escultura. Una escultura humanista, de fuerte componente simbólico y etnicista, basada en un análisis formal que traduce las características del navarro y su historia por medio de contrastadas concavidades y la ruda materia, labrada con conciencia constructiva. La escultura de Ulibarrena es difícil de encajar en las corrientes internacionales, aunque se la puede asimilar a la estética cubo expresionista y organicista, con sabor propio entre arcaico y popular.

ZUBIRI Y GORTARI, Enrique (Valcarlos, 1868-Pamplona, 1943). Pintor y escritor con el seudónimo de «Manezaundi», fue becado por la Diputación Foral en la Escuela de San Fernando, de Madrid, tras lo que se trasladará a París. Después fija su residencia en Pamplona, dedicándose a la docencia en la Escuela de Artes y Oficios entre 1895 y 1941, tarea que alternaba con la crítica de arte y el ejercicio pictórico, realizando retratos de personajes acomodados o de importancia histórica cuya principal característica fue el cuidadoso dibujo, observando con detalle sus características físicas y cualidades psicológicas. En los años 30 pintó deliciosos paisajes, de formato menor, de las montañas de Navarra y rincones de la ciudad de Pamplona o de sus alrededores, con un toque cromático cuidadoso que les daba una graciosa apariencia. Colaborador gráfico, influyó sobre el arte del momento y a él se debe el haber propuesto a la Diputación Foral la concesión de becas de ampliación de estudios a favor de Basiano, Crispín y Briñol.

Artistas que no figuran en la exposición pero complementan la visión general

ISABEL PERALTA (1921) es una pintora de paisajes, bodegones y retrato de orientación «naif» y visión fantasiosa de la realidad, muy influida por la experiencia mediterránea de Altea y por el magisterio del pintor, de Masnou, Miguel Villá, con el que aprendió con gozo a realizar monotipos y pinturas a la arena. Su optimismo se agranda por la admiración de los impresionistas, del expresionista Van Gogh, del ingenuista Chagall y del sintetista Matisse, todos ellos apasionados por el color. Se puede calificar la pintura de «Isa» como de independiente, libre, candorosa y absolutamente entrañable por su sentimiento desbordante.

JESÚS ECHEVERRÍA BURGOA (1933). Entre los más destacados alumnos de Antonio Eslava, Burgoa ha planteado la pintura, desde su natural introversión, con un extremado rigor analítico dirigido a los espacios y las formas, lo que es manifestación de su búsqueda permanente. Valentín Arteta dijo de él que era el matemático que sabe construir sus cuadros con el difícil sentido de la medida y del equilibrio en el dibujo y en la mancha. Inicialmente cubista, ha evolucionado hacia la abstracción geométrica apoyándose en una paleta de colores fríos y en el envidiable dominio de las transparencias.

MARIANO SINUÉS (1935) es un expresionista de notable plasticidad, siempre constante tanto en sus pinturas, como en sus tintas lavadas y aguafuertes, donde al dibujo depurado se une el claroscuro para reforzar su visión de la humanidad. Cuesta adjudicar al afable Sinués esas doloridas criaturas humanas que salen de sus manos y tratan de sobrevivir en un mundo lleno de dolor, el cual se nos figura propio de una pesadilla, al que el autor mira con un sentimiento de piedad. El colorido más amable y ligero de sus úlimas pinturas, junto a la estilización de sus surrealistas figuras, demuestran que la mirada antropológica de Sinués se ha poetizado en las dos últimas décadas.

MARIANO ROYO (1949-1985) llevó a la pintura su permanente inquietud ante el entorno, el mundo de sus sueños y el impulsivo amor por el color. Denunció la expansión incontrolada de la ciudad de Pamplona con su pintura de masas estáticas y colores planos, que intentaba poner serenidad allá donde primaba la explotación del suelo. Quizás desengañado por el tecnicismo a ultranza optó sobre 1973 por expresar, con una simbología mágica, su propia intimidad, que finalmente dió origen a una pintura surrealista más franca, realizada en lenguaje abstracto, de luces y brochazos cada vez más expresionistas, trasunto de un vitalismo ambivalente, delicado y enérgico a un tiempo.

JOSE MIGUEL MORAL (1949) vierte en sus cuadros las cualidades permanentes de la pintura -sólido dibujo, conocimiento lumínico, oficio en el saber componer- que a menudo han sido despreciadas por los pintores actuales, y que él emplea no para caer en un formalismo vacío sino para presentar una naturaleza vislumbrada a través de frutos, de hojas, del cuerpo ficticio de un espantapájaros…, por medio de superposición de imágenes que ofrecen un mundo imaginario, una realidad distinta a la que se acerca con amor. Su creatividad es mezcla de especulación e intuición, manifestada por medio de una vibrante pincelada con sensible colorido, que pone al descubierto un fondo anímico armonioso.

FÉLIX ORTEGA (1956) forma parte del Grupo+4, que es una suma de lenguajes tan diversos como los de Sebastián, Belzunegui y Agorreta, unidos paradójicamente por la diferencialidad. Ortega intenta ordenar y explicar lo que le rodea en un juego vitalista que no se rendirá sino ante la muerte. Busca crear un espacio lógico más habitable, casi arquitectónico, por lo que el color, hecho de negro-blanco y gris, carece de otra importancia que no sea la constructiva. No es extraño que Ortega fuera en primer lugar escultor, pero el sentido del espacio en Malevich, Mondrian, Rothko y Oteiza, sobre todos este último, le impulsaron al orden de la geometría. Una geometría que sustenta planos de un «no color» exquisito y acogedor.

RAFAEL HUERTA (1929) divide su tiempo entre la docencia y la escultura aprendida de su padre Moisés, al que Sánchez Mazas llamó el «hermano de los mármoles desnudos». Su tema central es el hombre, sean tipos populares o deportistas, retratos o desnudos, siempre desprovistos de anécdota, con una fidelidad a lo real. Aunque el peso del clasicismo es evidente, su escultura se resuelve con una depuración formal moderna. La atención a la composición y al ritmo de la figura son para él siempre esenciales, como el dominio de la técnica de fundido o de talla, de los que depende la sencillez y el carácter del resultado.

JUAN MANUEL CAMPOS MANI (1933) es, por ascendencia italiana de su madre y el taller de ebanistería familiar, propenso al diseño decorativo, al apurado de las formas y limpieza en la ejecución directa de sus tallas. A su formación autodidacta se une la admiración por la escultura antigua y por Miguel Angel. Hasta 1990 representa ideas sobre la condición humana (libertad, violencia, encuentro físico) sobre figuras que se entrelazan en difíciles composiciones, con la apoyatura del gesto en extremidades y cabezas. Su estilo, que él califica de diformista, es una mezcla de lo expresivo con lo surreal. En los últimos años, aunque no abandona la madera, emplea la piedra para monumentos públicos rurales, en los que sintetiza con mayor realismo los rasgos esenciales de los personajes, dejando informe el resto del bloque («Don Martín Azpilicueta». Barasoain).

HENRIETE BOUTENS (1947) demuestra haber asimilado la más armoniosa veta del arte moderno. En su escultura es posible recordar las formas de Degas, de Picasso, de Matisse, de Arp, de Moore, al tiempo que se intuye el clasicismo en su recurso constante a la figura de sensuales formas y movimiento reposado. Los gestos, las desproporciones, la línea curva predominante en sus composiciones nos llevan a imaginar el mundo de la danza. Su deseo de mostrar una cierta poesía de lo cotidiano no le impide geometrizar los volúmenes o estilizarlos desvaneciendo sus contornos, para plasmar delicados claroscuros.

ÁNGEL GARRAZA (1950) descubre las posibilidades insospechadas de la escultura cerámica, al elevarla desde la elementalidad de las formas tradicionales hasta el mundo poético más intenso. Esto lo consigue mediante la experimentación en torno al espacio circundante y a determinados planteamientos arquitectónicos que revalidan la importancia de la integración de las artes en pos de un entorno más bello y humanizador. Sus series tituladas «Entre el fulgor y el júbilo», «Cerca del mar» y «Vía Láctea» le distancian del frío minimalismo, al individualizar cada una de sus obras con una textura propia que rompe con la brillantez del supremo acabado del arte mínimo.

JESUS ELIZAINCÍN (1954) prueba también el ensamblado de diversos elementos con los que termina por configurar temas eternos como la familia o la maternidad, empleando para ello el bronce y un formato menudo como el de las estatuillas primitivas. Parte de su obra se realiza en hierro con técnica de forja. Es la escultura aérea con la que desafía al espacio y al tiempo, como su admirado Oteiza. Su fuerza vital es producto de la perfección de líneas, de la clara composición que da un halo de serenidad a sus dibujos en el aire, sostenidos por pedestales de hormigón.

CARLOS CIRIZA (1964). Este escultor estellés no se detiene ante barreras plásticas. Autodidacta y pintor, su experiencia escultórica comienza con el ensamblado de viejas piezas de trilladoras, con lo que desea evocar el campo transformado por nuevos modos de vida que desligan al hombre de la naturaleza. Se interesa después en una escultura racional en su planteamiento constructivo y ligada al hierro, con el que desde niño se familiarizó en el taller de su padre. Pero otras piezas suyas adquieren un aspecto de agilidad más ingenieril, evocando figuras humanas o naturales que tratan de conectar con la realidad desde un estrato subliminal.

 

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