Presentación del filme de Joseph Losey “El sirviente“ (The servant, 1963) en la Filmoteca Navarra, Pamplona, el 7 de noviembre de 2013, dentro del ciclo Relaciones entre el Cine y la Literatura, con la colaboración de la Biblioteca General de Navarra. Se estudiaba la adaptación a la pantalla de obras escritas por Premios Nobel de la Literatura, en este caso la novela de Robin Maugham, “El sirviente”, adaptada por Harold Pinter para Jospeh Losey, director angloamericano de cine.
La adaptación literaria a la pantalla (cine y televisión)
Una adaptación se define como la transposición del argumento literario (una novela, una pieza teatral, un poema, una historieta) al lenguaje cinematográfico.
En la industria del cine se da una supremacía absoluta de las adaptaciones de novelas sobre argumentos originales pensados y escritos directamente para la pantalla. Existen varios motivos:
- Las productoras tratan de evitar las acusaciones de plagio que reciben a menudo los argumentos originales.
- El best-seller adaptado ofrece todas las garantías: publicidad previa de la novela y, por tanto, mayor seguridad de acertar con los gustos del público.
- De lo contrario si el argumentista ofrece al director un texto de pocas páginas que resume la acción, es preciso que éste le de forma en imágenes y el productor vea en él una película potencialmente atractiva, lo que siempre es arriesgado.
- En cambio, la novela lo da todo hecho: ambiente, clima, gradación del interés, personajes acabados, narración de los acontecimientos, los diferentes tiempos empleados, es decir, la base sobre la que se basará el filme posterior.
Por lo tanto, se prefiere partir de lo ya hecho –la novela- aunque deba adaptarse.
La adaptación, sin embargo, no es fácil. El adaptador del texto literario a la pantalla debe conocer el lenguaje cinematográfico: planificación, ángulos de toma, uso del tiempo fílmico, elipsis, montaje de los planos y todos los recursos audiovisuales, puesto que el cine no es un arte de la palabra sino de imágenes en movimiento, aunque con un compás narrativo. La adaptación sustituye al desarrollo de la idea, la sinopsis o argumento, y el tratamiento argumental o sucesión de secuencias, que son las tres primeras etapas del trabajo de un guionista (luego vienen la continuidad dialogada o pre-guión, y el guión técnico, con la supervisión del realizador)
Todo este proceso es más fácil si argumentista/adaptador, guionista y realizador trabajan en estrecha colaboración, y así será posible comprometer al productor en la financiación del filme.
Y aún se simplifica más el proceso si el realizador es, a la vez, argumentista, guionista y productor de su propia película, lo que sucede en los grupos de producción del cine independiente, en el cine de autor (el prototipo sería Ingmar Bergman) y cuando el literato se ha especializado en la redacción de argumentos cinematográficos y/o en adaptaciones de textos literarios al cine. Es el caso de Harold Pinter como colaborador de Jospeh Losey (La Crose, Wisconsin, USA, 1909-Londres, RU, 1984)
Colaboración de Pinter con Losey
La colaboración de Pinter como guionista de Losey le ha permitido al director anglosajón alcanzar películas esenciales: “El sirviente” (The servant, 1963), adaptación de la novela homónima de Robin Maugham; “Accidente” (Accident, 1966), adaptación de Nicholas Mosley; y “El mensajero” (The go-between, 1971), de Leslie Poles Hartley. “Su arte -ha escrito Christian Viviani en referencia a Pinter- consiste en sugerir un drama y sus completas relaciones a través de un diálogo banal y sin relieve, cuya magia opera lentamente”. Y añade Ian Christie que es a él “a quien deben atribuirse los diálogos ajustados y críticos de los guiones de las películas de Joseph Losey, mejorando incluso las obras originales hasta el punto de que el público se interesaba por las novelas tras ver sus versiones cinematográficas”.
“El sirviente” es el filme prototipo de la colaboración Pinter-Losey. El novelista Robin Maugham crea una parábola acerca de la debilidad humana y de lo fácil que suele resultar abandonarse pendiente abajo. Y Pinter, en el guión del filme, la enfoca desde un punto de vista subversivo: la dominación del amo por el criado en un intercambio de poderes que termina por alterar el orden establecido y generar una desintegración. Es el tema que caracterizará al cine británico de los 1960 y 70 conocido como Free Cinema, cine libre o independiente.
En la cinta destacan las características de Joseph Losey como realizador:
— Una preocupación por la puesta en escena influenciada por el teatro, definida mediante la conjunción de iluminación, ángulos de toma de la cámara y movimientos estudiados de los actores en el espacio. Compone los decorados de manera detallista pensando en la luz que empleará para realizar su narración óptica, que busca, con enorme eficacia, una visión sintética.
— Dentro de esta puesta en escena la arquitectura se integra perfectamente en la acción al configurar ambientes recargados y escenarios que actúan como verdaderos «personajes» de la acción; los interiores están especialmente cuidados, el mobiliario, incluso ciertos elementos empleados como pantalla para devolvernos otra imagen de los personajes (los espejos que aportan una imagen deformante equivalente al drama existente entre los personajes).
— Las angulaciones de la cámara ofrecen profundos y efectistas campos de visión, con movimientos amplios, bien determinados, planos largos para facilitar la interpretación estática de los actores, y el apoyo de la iluminación y el color en blanco y negro para expresar texturas, tarea confiada al operador Douglas Slocomb. La imagen crea tensión dramática y violencia interna.
— El guión se estructura con solidez en torno a una idea central acusadora (la intolerancia y la hipocresía son las constantes, aunque en este caso es la lucha por el dominio entre clases), del que parte el desarrollo argumental, producto de la colaboración estrecha de Losey con el escritor y guionista Harold Pinter. De él dirá la Academia Sueca que otorga los Premios Nobel en 2005 que “en sus obras se descubre el precipicio bajo la irrelevancia cotidiana y las fuerzas en confrontación dentro de habitaciones cerradas”.
— Su experiencia como director de escena se traduce en una perfecta dirección de actores (Dick Bogarde como el sirviente Hugo Barret, James Fox como su señor), fundamentada en un conocimiento profundo de los mismos, un sentido del equipo y confianza en su capacidad de comunicación, con una interpretación interiorizada y psicológica.
Antes de terminar trazaré unas pinceladas sobre Losey que nos ayudarán a conocer mejor su trayectoria. En la Depresión de 1929 toma conciencia social ante las situaciones injustas que se derivan de ella en los Estados Unidos y que también planteará en sus puestas en escena teatrales ganándose una justa fama de director incómodo. En el cine verá la ocasión de transformar y mejorar la sociedad: “para ser positivo hay que dar a conocer la fealdad y el mal que nos rodea”, ha dicho.
Del dramaturgo Bertolt Brecth tomará su inclinación a la tragedia, el protagonismo del espacio dramático, la distancia del problema para objetivarlo, la dialéctica en los actores, su simbolismo y expresionismo.
(Citas documentales sacadas del libro de Tom Milne y Michel Ciment, “Conversaciones con Losey”. Barcelona, Anagrama, 2006)
Imagen de la portada: la planificación del filme ya anuncia el antagonismo entre sirviente y señor.