El viernes 11 de diciembre de 2009 tuvo lugar en la Casa de Cultura «Navarro Villoslada» de Viana (Navarra, España) el homenaje a Juan Cruz Labeaga Mendiola. A través de este acto, el Centro de Estudios Tierra Estella, cuya misión cultural se extiende por la comarca en que Viana se localiza geográficamente, quiso reconocer la labor realizada por uno de sus hijos más ilustres, polifacético historiador y sacerdote, entregado durante décadas a una labor silenciosa de investigación y divulgación cultural en las ramas de la Historia y de la Historia del Arte en toda su amplitud. Al acto, al que acudieron el Alcalde de la ciudad de Viana, don Gregorio Galilea y miembros del C.E.T.E. encabezados por su presidenta, doña Mercedes Osés, contó, además de con la presencia obligada del homenajeado, con la intervención de Francisco Javier Zubiaur, que pronunció el siguiente discurso en alabanza del prestigioso historiador.

Juan Cruz Labeaga, en primer término, junto a sus compañeros de investigación etnográfica de Étniker Navarra, fotografiados en Viana el año 2008 (Foto: Labayru)
Juan Cruz Labeaga Mendiola nace en la ciudad de Viana el 16 de enero de 1939. Quizás se deba al hecho de haber vivido durante su infancia en varias localidades de Navarra, distantes entre sí, el que desde niño valorase la diversidad cultural de nuestra tierra, y ésta le despertase la curiosidad por cuanto desde entonces le ha rodeado. Descubierta su vocación sacerdotal en la adolescencia, a sus 15 años ingresa en el Seminario Metropolitano de Pamplona, donde permanecerá entre 1954 y 1965, parte de los cuales dedicará a los estudios musicales en el Conservatorio Pablo Sarasate (1960-1965), donde será alumno de Miguel Echeveste y Fernando Remacha. Ya como presbítero, es destinado como coadjutor y organista a las parroquias de la ciudad de Sangüesa, en donde permanecerá por espacio de 37 años (desde 1965 a 2002), parte de cuyo tiempo empleará en graduarse, y posteriormente doctorarse, en Geografía e Historia por la Universidad de Navarra, especializándose en Arqueología e Historia del Arte, dedicando a esta formación complementaria 13 años (1968-1981). En 2002 es destinado a su ciudad natal, Viana, donde desde entonces colabora en las necesidades parroquiales y, de manera especial, como capellán de la residencia de ancianos.
En el clima cultural de la Universidad, merced al influjo de varios maestros (el prehistoriador Enrique Vallespí, la historiadora del arte María Concepción García Gaínza y el etnólogo José Miguel de Barandiarán), se le despertará su interés por la investigación científica, que se plasmará en su memoria de licenciatura –Carta arqueológica del término municipal de Viana-, dirigida por el Dr. Enrique Vallespí. Será a partir de entonces, en la madurez de su juventud, cuando desarrolle una labor investigadora, plasmada en numerosas publicaciones, cuya dinámica aún continúa, y que por su cuantía y validez de resultados nos tiene hoy reunidos en un homenaje bien merecido.
Su estabilidad en el cometido de su función sacerdotal, en una localidad próxima a Pamplona, y a sus archivos y bibliotecas, le permitió compaginarla con una dedicación a la investigación científica, sin perder por ello la ligazón con su ciudad natal, Viana, lugar de residencia de sus familiares, y, como puede suponerse, también materia de estudio.
Por tanto, Juan Cruz Labeaga, ha tenido la suerte de haber estado vinculado a dos ciudades históricas, con un pasado largo en acontecimientos, que le han abastecido de numerosos documentos –fuesen sobre papel, sobre materiales más consistentes o sobre la persona de sus habitantes- que él ha sabido aprovechar, ordenando su tiempo libre, con el sacrificio consiguiente, para desentrañar los hechos culturales y devolver a la sociedad parte de su esencia mal conocida.
Vistas sus publicaciones en el tiempo, se advierte que en la década de 1970 su dedicación prioritaria fueron la Arqueología y la Historia del Arte; en los 80, a ellas se añadieron la Musicología, la Etnología, la Numismática, la Historia propiamente dicha, y la Archivística, ya a fines de esa década, no en cuanto a consulta de documentos se refiere, que en él ha sido constante, sino por la ordenación, inventario y catalogación de los fondos pertenecientes a los archivos musicales de las Parroquias de Santa María y Santiago de Sangüesa, que realizaría en 1989.
Analizaré a continuación la polifacética contribución del autor a estos campos del saber.
Arqueología
En 1971, a consecuencia de las prospecciones sobre el término de Viana para la preparación de su Memoria de Licenciatura que llevará por título Carta arqueológica del término municipal de Viana, Juan Cruz descubre el poblado prerromano de La Custodia. La riqueza de su contenido, puesta al descubierto en sistemáticos repasos del territorio, la irá dando a conocer en artículos parciales que sintetizará en una definitiva contribución, bajo el título de La Custodia, Viana. Vareia de los berones, que incluirá el anuario Trabajos de Arqueología Navarra, en 2000.
Hasta el momento no se disponía de ninguna documentación histórica sobre Viana anterior al siglo XI. El descubrimiento, a lo largo de este proceso de investigación, de más de 13 yacimientos, ha permitido sacar a la luz datos del remoto pasado de esta ciudad, desde la Edad del Bronce hasta la Edad Media, pero, de modo especial, conocer la situación del enclave durante la antigüedad hispano-romana en el Alto-Medio Valle del Ebro, en particular sobre su apogeo, que el autor sitúa entre fines del siglo III y principios del II a. de C.
Juan Cruz se sirvió para su trabajo de la revisión en superficie de las casi 8.000 hectáreas del término municipal, junto a un método de trabajo que integraba todas las fuentes disponibles (literarias, numismáticas y epigráficas), adoptando un método de investigación que yo me atrevería a calificar “de tierra quemada”, es decir, de agotamiento del tema por sistemáticas y reiteradas actuaciones.
Como afirma de manera autorizada el arqueólogo y rector de la Universidad de La Rioja, Urbano Espinosa, en el prólogo a esta edición, el autor deja asentada de modo definitivo la identidad histórica de La Custodia como Vareia de los Berones, la principal de sus ciudades de que hablan los textos literarios de la tardía república romana, que sería anterior a la Varea del Monte Cantabria, en la margen opuesta del Ebro, como sede de una sección de la legión IV Macedónica, cuyo enclave militar habría surgido para proteger el nuevo horizonte colonial romano, manteniéndose tras la desaparición de la Vareia de La Custodia por destrucción en el siglo I antes de nuestra Era.
Pero esta publicación-síntesis vino precedida de unos estudios parciales de gran interés que contribuyeron a perfilar la personalidad del hábitat. Según éstos, queda consolidada la hipótesis de que Vareia disponía de ceca de acuñación propia, de nombre Uaracos, cuyos ejemplares en parte seguían el modelo romano y en parte el ibérico; que la ceca Bascunes estuvo en territorio de la actual Navarra y la hasta ahora supuesta ubicación en Pamplona es problemática; y que estas monedas en curso durante el siglo I antes de Cristo, junto a otras halladas en el yacimiento, demuestran la temprana romanización del lugar especialmente por la importante vía de comunicación que fue el Ebro, que unía la ciudad con Tortosa.
La publicación, dentro de estos estudios parciales, de otros relacionados con copas de pie alto y cerámicas campanienses, colgantes de adorno, amuletos mágicos y téseras de hospitalidad con los primeros textos ibéricos hallados en Navarra, fíbulas zoomorfas, broches de cinturón, y fíbulas anulares, no hacen sino reafirmar el valor de Viana en la Protohistoria y Antigüedad como espacio en contacto y relación con otros pueblos mediterráneos y meseteños de la Península, en particular con el mundo celtibérico. En el que se realizaban intercambios de productos y al que llegaban influencias del exterior, prueba de que ya en la Edad del Hierro la cultura local se enriquecía con aportaciones del mundo clásico greco-romano y del oriente fenicio, es decir, con influjos que llegaban del Mediterráneo, sin olvidar otras centroeuropeas de origen céltico. Y donde existían preocupaciones espirituales y a los habitantes del lugar les importaba lo mágico-supersticioso, presente en los símbolos decorativos de los objetos de adorno usados, que también revelan un gusto artístico y la presencia de una estratificación social, además de un grado de desarrollo metalúrgico estimable para la época.
Labeaga, además, amplió el horizonte vianés hasta el Paleolítico Antiguo, facies achelense, tras el estudio en colaboración con María Amor Beguiristain, de un bifaz descubierto por Luis Arazuri en el término de Cabeza Redonda, labrado con talla de tipo abbevillense, sumando éste a los once registrados hasta ese momento, 1993, en Navarra.
Once años después de alumbrar la Carta arqueológica del Término Municipal de Viana, Labeaga hizo lo propio con la de Sangüesa, aparecida en Trabajos de Arqueología Navarra en 1987, que vino precedida por un estudio de materiales cerámicos y metálicos de la Valdonsella. Dedicada a su recordado profesor y amigo Enrique Vallespí, reveló la antigüedad de esta nueva ciudad en la Edad del Bronce, a la que sucedería a lo largo de la Edad del Hierro una cultura vasco-céltica, en que a los naturales del territorio se habrían sumado los suessetanos a mediados del primer milenio a. de C. Posteriormente, la romanización habría modernizado este territorio poco evolucionado desde la Edad del Hierro.
Entre 1978 y 1995, Juan Cruz llevó a la publicación siete artículos de estudio sobre las estelas funerarias discoideas de Sangüesa-Rocaforte y de Viana, atraído por la rareza de estos ejemplares cuyo estudio se sitúa en la frontera de la arqueología, con el arte y la etnografía, en particular con el mundo del más allá. Se propone catalogarlas, revalorizarlas ante los indiferentes y advertir sobre el peligro de su desaparición. Plantea la inspiración de los canteros en el arte monumental que les rodea, impone la necesidad de revisar el criterio existente de atribuir casi en exclusividad a la región vasco-francesa la existencia de estelas decoradas con figura humana y aborda su datación de manera más rigurosa a lo habitual, llevándolas hasta el siglo XVI como límite post quem. Al Coloquio Internacional sobre este particular de Bayona, en 1982, presenta una comunicación sobre la representación de las herramientas en ellas, concluyendo que el autor busca de esta forma personalizarlas de acuerdo al oficio desempañado por el difunto. En las Jornadas de Carcasona de 1987, presentamos juntos una comunicación sobre una cincuentena de estelas procedentes de la Merindad de Sangüesa, que presentan analogías con las existentes en Portugal.
Todos estos trabajos ostentan dibujos del propio Juan Cruz Labeaga, realizados con gran detalle y pulcritud.
Historia del Arte
En el campo de la Historia del Arte, Labeaga ostenta dos obras cumbre: su tesis doctoral, publicada en 1985, Viana monumental y artística, dirigida por la Dra. Mª Concepción García Gaínza; y La obra de Luis Paret en Santa María de Viana, en 1990. El resto de sus numerosos artículos, abordados para perfeccionar estos dos polos de su historiografía, vienen a completar temas escasamente tratados o huecos resultantes en estas dos obras señeras dentro del campo de su especialización: los siglos XVI al XVIII.
El grueso tomo de Viana monumental, presentado por otro vianés ilustre, Pablo Antoñana, que no descarta palabras para elogiar la aparente contradicción humana de su paisano –ser de menuda estampa y capaz de bucear en el magma del pasado y a cuerpo limpio y con santa paciencia- es introducido por Juan Cruz con estas palabras: “esta monografía de arte es también la historia de los vianeses, ricos y pobres, cristianos y judíos, nobles y plebeyos, artistas, clérigos, frailes y seglares, que desfilan por sus páginas. Todos hicieron posible este hermoso legado que hemos recibido en herencia y que debemos transmitir a las generaciones venideras”. Tema este de la “transmisión” que le preocupará hondamente y nos explica el por qué de su pasión por la Etnografía, de la que trataremos más adelante. Esto aclara el lenguaje empleado –sencillo pero con los tecnicismos obligados en el estudio científico de arquitecturas y de retablos, con la inclusión de otros temas mucho más populares.
La obra de Luis Paret en Santa María de Viana es un libro dedicado a Fernando Domeño, promotor de la restauración de esta iglesia. Se trata de un importantísimo trabajo de investigación sobre la labor pictórica realizada entre 1786 y 1887 en el templo por Luis Paret y Alcázar, para decorar las pechinas y bóvedas de la Capilla de San Juan del Ramo, así como los dos grandes lienzos que pintó para su antecapilla. Con esta publicación, su autor redimensiona la personalidad creadora del que sin duda fue el segundo pintor más importante si exceptuamos a Goya en su tiempo, haciendo realidad aquel deseo de Gaya Nuño cuando en 1952 escribió: “Cualquier minucia referida a la vida de Paret y su arte, podría ser valorada con una merecida atención no solo española sino internacional”.
En una cuidada edición, apoyada en material fotográfico de primera calidad al que se unen, como es habitual en los trabajos de Labeaga, reproducciones de cartas, presupuestos y recibos firmados, que ponen de relieve el gusto del autor por la paleografía y la caligrafía, se aporta un documento excepcional, cual es el plan general de Paret acerca de sus pinturas, cada escena y su significación.
Todo el manejo de esta documentación ha permitido al autor reconstruir los pasos de Paret en relación con sus pinturas de Viana, con un buen estilo de cronista, desvelando la personalidad del pintor, en lo que a su categoría humana se refiere, y llegando a analizar técnica, forma e iconografía de dichas pinturas, con gran sensibilidad y conocimiento. Lo que permitió al autor concluir que este trabajo fue para Paret, al que Gaya consideraba el artista más culto de su época en España, el encargo particular más importante de su vida y en el que más disfrutó por la libertad de que gozó en todo el proceso de ejecución.
Otros trabajos, más bien artículos aparecidos en revistas especializadas, completan el panorama artístico de la ciudad que fuera reconocida como tal por Felipe VI de Navarra (IV de España) en 1630. Entre ellos destacaré los dedicados a la Casa Consistorial y los balcones de toros; la torre parroquial de la iglesia de San Pedro; Juan Bautista de Suso, escultor fundador del taller que extendió el barroquismo por Navarra, La Rioja, Álava y Guipúzcoa; otro escultor barroco, Bernardo de Alcaratea, autor de las tallas en bulto redondo de la iglesia de Santa María; y las obras neoclásicas realizadas en las iglesias parroquiales con artistas venidos de Madrid, Logroño y del círculo artístico de Vitoria, siempre basándose en valiosa documentación inédita.
Por otro lado, la estable estancia de nuestro homenajeado en Sangüesa, al contacto con su obra artística y abundante documentación conservada, le permitieron simultanear estas investigaciones con otras emprendidas in situ. Comienza por darnos unas “Notas para la Historia del Arte de las iglesias parroquiales…”, que publica en la revista Príncipe de Viana en 1990, donde documenta las obras del floreciente taller de escultores que hubo en la ciudad durante los siglos XVI a XVIII, muchas de ellas capillas adosadas y retablos desaparecidos por las riadas y las ocupaciones militares de las iglesias. Uno de los artistas más prolíficos de este foco que irradió sobre la Merindad de Sangüesa, Aragón y Guipúzcoa fue Gaspar Ramos, entre el romanismo y el barroco, del que ofrece su biografía, el análisis de sus obras y su catalogación, nada menos que en 33 localidades. También recuerda a los Pérez, últimos retablistas de este taller. No olvida ocuparse de los retablistas barrocos foráneos que llegaron a Sangüesa en las últimas décadas del siglo XVII y primer tercio del XVIII, para ornamentar las iglesias parroquiales y conventuales, entre ellos Juan de Eguílaz, natural de Tafalla, Juan Antonio Navarro, vecino de Uncastillo, y Pedro Onofre Coll, nacido en Mallorca, pero residente en Calatayud.
Sin embargo, su atención preferente se orienta a estudiar el retablo mayor de la Parroquia de Santiago, de la primera mitad del S. XVI, de estilo plateresco, obra de Jorge de Flandes y decorado por Pedro San Pelay y Miguel de Arara, sustituido, tras su deterioro, por otro dieciochesco de Nicolás Francisco Pejón, dorado por Diego Díaz del Valle.
Mención aparte merecen sus estudios sobre la platería sangüesina. La platería en Sangüesa, aunque con antecedentes medievales, alcanzó su máximo esplendor durante el siglo XVI. Juan Cruz Labeaga documenta 44 plateros que trabajaron para Navarra y Aragón, dedicando una atención preferente a Pedro de Eslava, a las piezas de los talleres, al oficio y a la organización de los plateros agrupados en la cofradía de San Eloy.
A este conjunto de trabajos suma dos libros más de tono divulgador: Santa María la Real de Sangüesa. Joya del románico navarro y Santa María de Viana. Joya del Camino de Santiago, que ven la luz en 2000 y 2001, los cuales se añaden a sus monografías de Sangüesa y de Viana aparecidas en la colección “Panorama” de la Institución Príncipe de Viana, configuradas en su conjunto como guías de información turística.
Musicología
Hay un apartado en la trayectoria de Juan Cruz Labeaga como historiador, no tan extenso en obras publicadas pero sí importante por cuanto suponen su proyección en otro de los ámbitos que ha tocado: la Musicología. Él mismo, además de ejecutor organista al tiempo que coadjutor de las parroquias sangüesinas, ha sentido la atracción por los temas afines de la organería, los compositores y las capillas de música, incluso las danzas populares, asunto que nos permitirá enlazar con otra de sus dimensiones, la de etnógrafo.
Quizás su trabajo más importante en este campo, si nos centramos en la proyección exterior de Sangüesa, sea su estudio del sangüesino Juan Francés de Iribarren, organista de la catedral de Salamanca en 1717 y maestro de capilla de la catedral de Málaga desde 1733 a su fallecimiento en 1767, pero sobre todo uno de los más cualificados y prolíficos compositores de su tiempo, especializado en villancicos y cantatas. Juan Cruz desgrana con sistemático rigor todos los aspectos concurrentes en su vida y aporta los documentos excepcionales del expediente de su genealogía y limpieza de sangre, así como su testamento.
Asimismo es muy remarcable su artículo sobre “Órganos y organeros en Sangüesa”, aparecido en Príncipe de Viana, el año 2009, que recuerda el importante centro de fabricación de órganos de esta ciudad a caballo de los siglos XVI-XVII, con mención de 22 organeros involucrados, por una razón u otra, con este foco que irradió por Navarra, Aragón y La Rioja. Sin abandonar este campo instrumental, se centra en la figura del célebre organista de la catedral de Sevilla y gran compositor de música religiosa, el sangüesino Buenaventura Íñiguez, en una comunicación que presenta al III Congreso Nacional de Musicología en 1991.
Otros trabajos suyos han versado sobre la banda municipal, los danzantes y gaiteros, y las Capillas de música en las parroquias de Sangüesa: Santa María, Santiago y San Salvador, con datos desde el siglo XVI al XIX.
Otro tanto hace con Viana, donde la música ha sido objeto de diversión pública y de atención cultural en las iglesias de Santa María y de San Pedro. Labeaga destaca el importante papel de la primera en cuanto a su capilla de música y al uso del órgano en las funciones religiosas, que se suma a la representación de danzas y dramatizaciones con autos sacramentales y comedias, dentro del impulso dado por el Concilio de Trento a la música para solemnizar las fiestas religiosas, que en el siglo XVIII tuvieron un fuerte componente popular, asignándose uno de los papeles principales a la música de gaita.
A partir de mediados del siglo XVII y durante casi cien años fue la ciudad de Viana un gran centro artesano de constructores de órganos. Este es un tema que también ha atraído su atención con dos artículos publicados en Berceo (1982) y en los Cuadernos de Sección “Música” de Eusko Ikaskuntza (1991). Este centro surge impulsado por Juan Tabar, organero de Lerín que se asienta en Viana, al que seguirán otros no menos peritos en la materia como su hijo Juan Bautista, Francisco Olite y los hermanos Felipe y Francisco Urarte, cuyas obras se extendieron por toda Navarra, La Rioja, Álava, Guipúzcoa, Burgos y hasta Cuenca. Nuestro homenajeado analiza con cuidado todos los aspectos relacionados con el caso (contratos, materiales, registros propios de estos talleres en consonancia con los gustos barrocos de potente sonido, y los pagos).
En la revista aragonesa de Museología Nasarre (1986), Juan Cruz da a las planchas de impresión un artículo en colaboración con Aurelio Sagaseta sobre otra figura de la organería, ésta vez la de un franco-flamenco afincado en Tarazona que llega a hacer los órganos de la iglesias de Santa María de Viana y de Tafalla, así como de Aibar, de nombre Guillaume de Lupe, aclarando su personalidad como uno de tantos organeros que vinieron a trabajar en Navarra, no aquél que introdujo en Aragón y en nuestra región el órgano renacentista, como hasta entonces se suponía.
Etnología
Y llegamos a uno de sus apartados historiográficos más interesantes: el de la Etnografía. Hombre encariñado con su pueblo, testigo, como muchos de nosotros, de ese acontecer imparable que ha transformado los modos de vida tradicionales de nuestra tierra, ha sentido la imperiosa necesidad de recoger las referencias de ese declinante pasado para transmitirlas a generaciones venideras, sin duda que también animado a ello por José Miguel de Barandiarán en sus clases de la Universidad de Navarra y en el seno de los grupos Etniker por él creados. Su contacto con la gente por su carácter “rocero” y por el desempeño de su ministerio sacerdotal en ciudades de costumbres arraigadas, facilitaban el acceso a la información mediante la metodología de su maestro.
Sus contribuciones van a ver la luz por medio de monografías y en forma de artículos en varias revistas, la principal de ellas Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, de la Institución Príncipe de Viana, entidad que le encomendará la adaptación, revisión y notas de la magna obra del folklorista Patxi Arrarás, que había quedado inédita tras su fallecimiento. Es así como salen a la luz, en tres tomos, las danzas e indumentaria de las merindades de Sangüesa y de Pamplona, entre 1984 y 1987. Al propio Juan Cruz se le encomendará la dirección de esta prestigiosa revista entre 1991-1995, años en que formó parte del Consejo Navarro de Cultura.
Se propondrá la aplicación de la Guía para una encuesta etnográfica, de Barandiarán, de manera simultánea en las dos ciudades de referencia –Sangüesa y Viana- en diversas entregas, la primera de las cuales, “Culturización en Viana”, aparece en 1990 como parte de la publicación de la Beca de Investigación José Miguel de Barandiarán, dentro de la obra conjunta Contribución al atlas etnográfico de Vasconia, Investigaciones en Álava y Navarra, dirigida por Mª Amor Beguiristáin. Pero los datos de las sucesivas entregas sobre alimentación doméstica, juegos infantiles, ritos funerarios, ritos del nacimiento al matrimonio, ganadería y pastoreo, y medicina popular, serán incorporados a la monumental obra Atlas Etnográfico de Vasconia, iniciada por el propio Barandiarán y actualmente dirigida por su discípulo Ander Manterola.
Su labor etnográfica fundamental tendrá por objeto Sangüesa, ciudad en la que vive de forma estable. Abarcará temas diversos, desde la fiesta taurina a la artesanía del hierro, pasando por el transporte de madera, el uso de la nieve, los ritos de protección, el juego de pelota y la celebración tradicional de algunas festividades.
La fiesta de toros en Sangüesa, que ve la luz en 1989, se centra en la importancia que tuvieron los festejos taurinos entre los siglos XVI y XX, tanto por la presencia de ganaderías bravas en la localidad como por los espectáculos taurinos organizados por las Cofradías de labradores y de hortelanos que fueron, respectivamente, las de San Lamberto y San Román, y que sirvieron para honrar al patrono San Sebastián así como para conmemorar acontecimientos religiosos y políticos, bodas de reyes, victorias de armas y estancias de huéspedes ilustres.
Los dos años posteriores los emplea en la preparación de una de sus más ambiciosas aportaciones, la Historia de la artesanía del hierro en Sangüesa. Teniendo en cuenta que los estudios sobre artesanía del hierro y más si son de carácter histórico escasean sobremanera, este trabajo puede ser considerado de importancia internacional. Lo dedica a Jesús Juanto Manrique, “notable artesano del hierro” natural de la localidad. El ser Sangüesa cabeza de merindad y mercado en una zona relacionada con la Valdonsella y Cinco Villas aragonesas, relativamente cerca de la Navarra francesa, y el haber dispuesto desde la Edad Media de un Estudio de Gramática y ser foco del comercio almadiero, explican la floración de talleres y productos. El estudio de Labeaga se divide en dos partes: los artesanos y la artesanía consiguiente (rejas, púlpitos, hacheros, veletas, cruces de cementerio, balcones, aldabas, clavos, bocallaves, etc.), con detallados dibujos en línea que permiten identificar los modelos y diferenciarlos entre sí. Los protagonistas de su estudio son los herreros, cerrajeros, relojeros y otros miembros de la cofradía de San Eloy, desde el siglo XVI hasta el XX. La documentación utilizada procede del Archivo General de Navarra, del Archivo municipal de Protocolos y Parroquiales de Sangüesa, de donde obtendrá datos esenciales para saber como fueron en el pasado la herramienta de las fraguas, el menaje y enseres de las casas con sus nombres característicos, los contratos de aprendices y sus exámenes, las ordenanzas del gremio, y las relaciones sociolaborales de los forjadores con la Administración. No contento con ello, en una segunda parte añade el estudio pormenorizado de las piezas artísticas y artesanas del hierro conservadas en Sangüesa en la última década del siglo pasado.
En plena madurez científica afronta otro desafío, no menor por la trascendencia socio-económica que el tema tuvo en el pasado: el estudio de las Almadías de Navarra. Merindad de Sangüesa. Destacan en este libro el amor por Sangüesa y su admiración por el almadiero y su género de vida. Por encima de ser un libro escrito con estilo fluido, narrativo, salpicado de datos y lleno de curiosidades, destaca por el conocimiento exhaustivo de los fondos documentales relacionados con el asunto, en los que descubre contratos, reglamentaciones y establecimiento de derechos. Asimismo el libro tiene un interés lingüístico por la recuperación de términos y expresiones empleadas en el oficio. Y deja bien sentado que el transporte de la madera por los ríos Esca, Aragón y Ebro avivó la vida económica del país y abrió horizontes a sus protagonistas.
Muy curioso es su siguiente trabajo sobre El abastecimiento de la nieve a Sangüesa entre 1600 y 1926. Tema muy novedoso en su momento, apenas tocado por los investigadores, que completa en 1982 con el estudio de los pozos y el comercio de la nieve en Viana y Aras, más un capítulo sobre el aprovechamiento de la nieve en la obra conjunta Etnografía de Navarra, dirigida por Mª Amor Beguiristain. Historía la explotación de la nieve en Sangüesa sometida a estanco por el municipio debido a su necesario uso terapéutico puesto a disposición de todas las clases sociales. La explotación de la nevera del término de Ballestar constituyó una fuente de trabajo bien retribuida para vecinos con necesidad de trabajar.
Las rogativas, bendiciones, novenas, conjuros y otras expresiones de la religiosidad popular fueron objeto de análisis en otro trabajo sobre los Ritos de protección en Sangüesa. El texto contempla a los patronos e intercesores, conjuros y saludadores, los conjuratorios, las velas del monumento, la colocación de cruces y el agua de San Gregorio en ciertas plagas de langosta muy dañinas para el campo. El papel que tocó desempeñar al Ayuntamiento en estos casos, y las invocaciones a San Sebastián, son también abordados por Juan Cruz en sus investigaciones.
Un tema de especial interés, vivido por el autor como sacerdote en Sangüesa, es la festividad del Corpus Christi. En otro artículo dedicado a esta singular celebración describe los componentes religiosos-folklóricos de la fiesta eucarística, incidiendo en las particularidades de la de Sangüesa a lo largo de cinco siglos, desde el XV, en que ya estaba muy acendrada, prueba de lo cual es la hermosa custodia turriforme de la iglesia de Santa María empleada en la procesión y labrada en los talleres locales, y el XX. Se describe la decidida colaboración del Municipio para ensalzar el acontecimiento. El esplendor del siglo XVII. Las representaciones teatrales a que daba lugar. La fundación de la Cofradía del Santísimo Sacramento en 1686. Normas y orden de la procesión en 1786. Misas y procesiones en ese siglo después de la fiesta, entre ellas la misa y procesión llamada “Minerva” organizada por el Ayuntamiento. El esplendor de los cultos eucarísticos se conserva como en los siglos barrocos hasta la década 1960. Contempla algunos de los elementos folklóricos del pasado conservados hasta hoy.
Y finalizan sus trabajos en Sangüesa con el estudio del juego de pelota, partiendo del siglo XV. Habla de modalidades, problemas surgidos con la Justicia y el Episcopado, ya que los clérigos tenían prohibido jugar a este deporte por las violencias y exabruptos que generaba entre sus practicantes; los trinquetes y arriendos; los bandos municipales para impedir jugar en espacios vedados; los lugares de juego y los frontones Eder-Jai y Cantolagua.
En cuanto a Viana, suma a la nómina de trabajos uno bien importante sobre Las chozas de piedra con cúpula. Tema de especial interés para arquitectos, arqueólogos y etnólogos es éste de las construcciones populares de piedra a seco con cubierta de falsa cúpula que se encuentran diseminadas por el campo vianés, pero que también existen en numerosos países de Europa Occidental y otras regiones españolas, habiéndolas también en África y en Asia. Para Lampérez Romea estas construcciones revelan “curiosas enseñanzas constructivas”, que, para Violant Simorra, “perpetúan una tradición más que milenaria de culturas primitivas”. Explica nuestro homenajeado que la mecanización del campo y los nuevos sistemas de cultivo hicieron que se abandonasen con la consecuente ruina. A nivel de Navarra sólo se han interesado por ellas Urabayen y Barandiarán, en la década de 1920, a pesar de su abundancia en el arco comprendido entre Tierra Estella y el Ebro. En el caso de Viana analiza su estructura, tipología y usos, y aborda el espinoso tema de su cronología, pues si bien los ejemplares más antiguos los data en hace trescientos años, según él mismo, “pudieran ser el último eslabón ya muy degenerado de los monumentos megalíticos del occidente”. Analiza once ejemplares, entre municipales y particulares, y entrevista al último constructor de ellas, Daniel Matute “El Chondingo”.
Historia
En sus trabajos estrictamente históricos combina la alta investigación con su deseo de divulgar. Es prueba de ello su colaboración en la serie Navarra, Temas de Cultura Popular, dirigida por Jaime Del Burgo, con varias aportaciones: Viana, ruta jacobea; El castillo y las fortificaciones de Viana; Aras; y Bargota.
Un objetivo que se propone es el de recuperar nombres para la historia local, para el conocimiento de sus paisanos. Así, se suceden: Don Ramón María de Azpeitia, obispo de Tudela. Noticias sobre su fallecimiento en Viana; Memorias de exilio de un clérigo carlista, Cesáreo Sabio Tabar, tras de las que se traslucen las penalidades sufridas en el exilio por los Voluntarios de la Causa; las alusiones al condottiero César Borgia, muerto en la Barranca Salada a manos de las tropas del Conde de Lerín en la conquista de Viana a los beamonteses por el rey Juan de Albret; y su contribución más destacada en este aspecto: Tres arzobispos de Viana, realizada en colaboración con otros dos vianeses ilustres, Eliseo y Pelayo Sáinz Ripa, en 1997. El estudio se centra en las figuras de Fray José Pérez de Lanciego, abad benedicto de Nájera y arzobispo de México, protector de los indios; Ignacio Añoa y Busto, obispo de Pamplona y arzobispo de Zaragoza, promotor de grandes obras constructivas; y Rafael Múzquiz y Aldunate, que poseyó altos cargos en la Corte, obispo de Ávila y arzobispo de Santiago de Compostela, mediante cuya intercesión llegó el pintor Paret a Viana.
En este libro no es difícil adivinar la pluma de Juan Cruz, oculta tras una introducción anónima donde se relata la vida de Viana en los años en que tales personajes vivieron, 1656 y 1821. En ella el autor trasciende el marco de tales personalidades para desentrañar la hora vianesa del siglo XVIII, en verdad fascinante, pues vino precedida por la concesión del título de ciudad por el rey Felipe IV en 1630 y era población rica en recursos –pues, como escribe, “había dinero, piedad cristiana y corazón generoso”- casi 40 familias llevaban título nobiliario, poseía dos parroquias de a 15 beneficiados cada una, arca de la misericordia para socorrer a los necesitados, talleres artesanales, pequeñas industrias, ganadería, pastos y propiedad bien repartida, además de un prestigioso taller escultórico con ejecutores como los Jiménez, Juan Bautista de Suso y otros, que extendieron el arte barroco por la región, un taller de organeros, más un Estudio de Gramática y el Hospital civil de peregrinos, a los que dedica sendos y completísimos estudios en la revista Príncipe de Viana.
Su ambicioso trabajo sobre el Estudio de Gramática de Viana lo completará en 2009 con otro de similar enfoque sobre el de Sangüesa, que redactará en colaboración con Javier Navallas Rebolé. Con el afecto que Juan Cruz siempre pone en el trato con las personas, dedicará el primero “a las Hijas de la Caridad, mis primeras maestras en Viana, en el 150 aniversario de su llegada a la ciudad”. Rigurosamente basado en documentación de archivo, emplea en ambos idéntica metodología: partiendo de la evolución histórica del Estudio, pasa tratar de los edificios que ocuparon, la ordenación de las enseñanzas, los maestros y los alumnos.
Saltando del Ebro al Aragón, escribe una curiosa historia de Sangüesa tomando a su puente como definidor de sus características urbanas, y presenta al municipio siempre en lucha contra las riadas y empeñado en la reconstrucción sin fin de esta obra de ingeniería medieval que, por los datos obrantes en archivos, fue muy similar al de Puente la Reina. En otro artículo analizará Juan Cruz cómo obtiene Sangüesa el título de ciudad en 1665.
Temas varios
Es fácil suponer que un autor tan polifacético como Juan Cruz Labeaga tenga publicaciones difíciles de encajar en los temas que he venido comentando. Así sucede con asuntos varios que despertaron su interés o curiosidad.
Éste es el caso del Camino de Santiago, al que dedica artículos y algún libro. Además del citado Viana en la ruta jacobea y Santa María de Cuevas en el Camino de Santiago, preparado con la colaboración de Félix Cariñanos, y los hermanos Eliseo y Pelayo Sáinz Ripa, añade tres artículos más sobre su importancia al paso por Sangüesa, y la monografía Sangüesa en el Camino de Santiago, que publica su Ayuntamiento en 1993.
Luego está su participación en obras colectivas: Gran Enciclopedia Navarra; Navarra, historia y arte, tierras y gentes; Santa Teresa en Navarra en el IV Centenario de su muerte; El Príncipe de Viana; San Francisco Xavier desde sus tierras de Navarra; Casas consistoriales de Navarra; Luis Paret y Alcázar; Sedes reales de Navarra; El arte en Navarra; Juan Francés de Iribarren, compositor, 1699-1767; y sus adaptaciones, introducciones o presentaciones de libros como Fracasos de la fortuna, de Miguel de Learte; Historia Gráfica de Viana; y Los Borgia en imágenes, además de otras ya mencionadas.
Y quedará a buen seguro pendiente de cita alguna obra más, porque Juan Cruz ha sido prolífico en extremo y sus publicaciones se reparten por muchas revistas, navarras y de otras procedencias, algunas de no tan fácil localización.
Como investigador ha dado prueba de una permanente inquietud por los temas más variados, sin que su curiosidad parezca haberse saciado. Nunca he conocido a un historiador con su capacidad para el rastreo y hallazgo del documento preciso, capaz, si está al aire libre, de encontrar los materiales arqueológicos más sorprendentes, cosa que no se hace sin el tesón que le caracteriza. Es adaptable, de modo que el pasar de un asunto a otro es su forma de descansar, y concienzudo al punto de contextualizar perfectamente los asuntos que se propone investigar, estableciendo estados de la cuestión irreprochables. Ha logrado estos objetivos llevado de un método personal peculiar, pues ha sido capaz de abstraerse en su despacho, atender las necesidades pastorales y de culto, cuidarse de su familia, departir con los amigos, visitar los centros de investigación y viajar, sobre todo viajar para aprender mirando las joyas del arte y de la arqueología de su alrededor.
Juan Cruz Labeaga dirige la revista Sangotzarra. Pertenece a la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, a los Grupos Etniker, al Ateneo Navarro como miembro fundador, a los Amigos del Órgano de Navarra, y al Instituto de Estudios Riojanos en calidad de investigador agregado.
En 2004 el Ayuntamiento de Sangüesa le nombró Cronista Oficial de la ciudad, y la Asociación de Almadieros Navarros Almadiero de Oro. En 2006 el Ayuntamiento de Viana le impuso la Medalla de la Ciudad, y hoy el Centro de Estudios Tierra Estella le brinda en su ciudad natal este homenaje de admiración y reconocimiento por su trabajo intelectual en pro de Navarra, centrado en dos poblaciones con lejanas raíces y extensas ramificaciones –“La que nunca faltó” y la cabeza del Principado de Viana.
Y a esta muestra de afecto y amistad estoy seguro que nos unimos todos los presentes muy complacidos.
Muchas gracias por su atención.
Que sea en hora buena, amigo Juan Cruz.
Francisco Javier Zubiaur Carreño
Contestación de Juan Cruz Labeaga
En su respuesta, el homenajeado, además de agradecer al Centro de Estudios Tierra Estella, la muestra de reconocimiento hacia su persona, quiso recordar a quienes fueron sus formadores
«Mis primeras maestras -dijo- fueron las Hijas de la Caridad y los maestros nacionales de Viana y de otras localidades. Con los Hermanos Maristas comenzó mi afición a la música y al dibujo, y, en el Seminario Conciliar de Pamplona se despertó mi sensibilidad con los estudios de Gramática, Filosofía y Teología que a lo largo de once años cursé. Entre otros sacerdotes beneméritos recuerdo al humanista Martín Larráyoz y al historiador José Goñi Gaztambide. A la vez que los estudios sacerdotales, estudié piano con Miguel Echeveste, y en el Conservatorio Pablo Sarasate de Pamplona asistí a las enseñanzas de eminentes profesores: Fernando Remacha, en Armonía y Composición; Martín Lipúzcoa, en Canto Gregoriano; y hasta aprendí a tocar el txistu con Aurelio Sagaseta, maestro de capilla de la Catedral de Pamplona».
Continuó recordando cómo ejerciendo de sacerdote y organista en Sangüesa, decidió estudiar Filosofía y Letras, en concreto la carrera de Historia, en la Universidad de Navarra, como una necesaria preparación para poder investigar y escribir sobre Viana y Sangüesa. «Asistí -siguió explicando- a las clases de ilustres profesores, que, además de enseñar conocimientos, comunicaban entusiasmo por la asignatura. Recuerdo a Ángel Martín Duque, en Historia; a Enrique Vallespí, en Prehistoria, que dirigió mi tesis de licenciatura sobre la Carta Arqueológica del término Municipal de Viana; a Santos García Larragueta que me enseñó Paleografía», e hizo una mención especial a Concepción García Gaínza, que dirigió su tesis doctoral sobre Viana monumental y artística, y a José Miguel de Barandiarán co sus clases magistrales y al Grupo Etniker, que despertaron en él la afición por la Etnografía.
Explicó haber renunciado a la enseñanza y a cargos diocesanos para disponer de tiempo y libertad, y así poder dedicarse a la investigación en los Archivos General de Navarra, Municipales y Parroquiales.
Y terminó agradeciendo a la Diócesis de Pamplona, el que le permitiera continuar su labor investigadora, y al Gobierno de Navarra, que le publicara la mayor parte de sus libros y artículos.
Nota
Con posterioridad a su homenaje han visto la luz varios trabajos del autor, entre los que destacan:
2009
«El Estudio de Gramática de Viana», Príncipe de Viana, nº 246, Pamplona, 2009.
«Gastronomía y alimentación en Viana», Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, nº 84, Pamplona, 2009.
«Cofaneto (cofre) del Renacimiento italiano en la parroquia de Santiago de Sangüesa», Zangotzarra, nº 12, Pamplona, 2009
«El libro de consueta de la parroquia de Santa María de Sangüesa», Zangotzarra, nº 12, Pamplona, 2009
«Explotación agrícola en Viana (Navarra)» (2ª parte), Anuario de Eusko-Folklore, nº 48, Vitoria, 2009.
«Los toros en Viana, siglos XVI-XVIII», Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, nº 85, Pamplona, 2009
2010
«La fiesta de los toros en Sangüesa», Zangotzarra, nº 13, Pamplona, 2010.
«Concesión del título de ciudad a Sangüesa», Zangotzarra, nº 14, Pamplona, 2010
«Danzantes y gaiteros en Viana», Terre stellae, nº 2, Pamplona, 2010
«La casa: Sangüesa (Navarra)», Anuario de Eusko-Folklore. Etnografía y paletnografía, nº 49, Vitoria-Gasteiz, 2010-2011
«Los toros en Viana, siglos XVI-XVIII», Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, nº 85, Pamplona, 2010
2011
«La obra del escultor Diego Jiménez I en las parroquias de Viana y sus anejas de Bargota y de Aras», Pulchrum. Sscripta varia in honoren Mª Concepción García Gaínza. Pamplona, Gobierno de Navarra-Universidad de Navarra, Pamplona, 2011
«Agasajos en Viana a visitantes ilustres», Terre stellae, nº 13, Pamplona, 2011
«La indumentaria en Sangüesa», Zangotzarra, nº 15, Pamplona, 2011
«Retablo mayor de Santa María de Rocaforte», Zangotzarra, nº 15, Pamplona, 2011
Sangüesa, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, Departamento de Cultura, Turismo y Relaciones Institutcionales, 2011
2012
«La Batalla de Vadoluengo, 1213, y sus consecuencias», Zangotzarra, nº 16, Pamplona, 2012
«Los talleres de platería de Sangüesa», Zangotzarra, nº 16, Pamplona, 2012
2013
«La casa de Sangüesa», Zangotzarra, nº 17, Pamplona, 2013
«San Pedro de Torreviento, Viana, priorato benedictino de Santa María de Nájera», Príncipe de Viana, nº 258, Pamplona, 2013
«El juego de la pelota en Viana», Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, nº 88, Pamplona, 2013
2014
«Trajes tradicionales del Ayuntamiento de Sangüesa», Zangotzarra, nº 18, Pamplona, 2014
«Un peregrino francés apresado en Sangüesa en 1636», Zangotzarra, nº 18, Pamplona, 2014
«En Viana se juega al billar en el siglo XVII», Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, nº 89, Pamplona, 2014-2015
2015
“Encuestas agrícolas de Sangüesa, siglos XVIII y XIX” Zangotzarra. Año 19, Nº. 19, 2015, págs. 162-175.
“Principado y Príncipe de Viana” Terra Stellae. Nº. 6, 2015, págs. 48-67.
2016
Viana reza a Santa María. Viana, Parroquia de Santa María de la Asunción, 2016
«Fiesta de San Felices en Viana», Cuadernos de Etnologia y Etnografía de Navarra, nº 90, Pamplona, 2016.
“Escuelas de Primeras Letras en Sangüesa (siglos XVI-XIX)”, Zangotzarra. Año 20, Nº. 20, 2016, págs. 15-32.
2017
“Retablistas barrocos foráneos en Sangüesa”, Zangotzarra. Año 21, Nº 21, 2017, págs. 88-97.
2018
Ermita de San Martín de Tidón, Viana (en colaboración con Jesús Ángel Duque Chasco)
2019
“La ganadería en Sangüesa”, Zangotzarra. Año 23, Nº. 23, 2019, págs. 123-170.
2020
“San Pedro de Torreviento. Viana: priorato benedictino de Santa María de Nájera”. Viana: una ciudad en el tiempo, 2020, págs. 159-228. Reedición del mismo artículo publicado en Príncipe de Viana, nº 258, Pamplona, 2013.