El Diario de Navarra publicó los días 8 y 9 de agosto de 2000 el adjunto artículo del autor, separado en dos partes, a raíz de la aparición de un estudio de la empresa Consumer sobre el estado de los dieciocho principales museos españoles de Bellas Artes, con los que compara al Museo de Navarra para, en dicho contexto, sacar unas conclusiones positivas.
Los Museos de Bellas Artes
La Fundación Grupo Eroski ha dado a conocer a través de su revista Consumer [1] la tercera de sus guías prácticas. Si las anteriores evaluaron los parques naturales, los albergues del Camino de Santiago y las ONG, ahora su interés se ha centrado en los, a juicio de sus asesores, mejores 18 Museos de Bellas Artes españoles: los de A Coruña, Bilbao, Sevilla y Valencia (San Pío V), el Guggenheim de Bilbao, el Instituto Valenciano de Arte Moderno-IVAM, el Centro Galego de Arte Contemporáneo de Santiago de Compostela, el Museo Thyssen Bornemisza, el Museo de la Fundación Lázaro Galdiano, el Museo Nacional del Prado y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, el Teatro Museu Dalí de Figueres (Girona), el Museo Nacional d’Art de Catalunya, la Fundació Antoni Tápies y el Museu Picasso, de Barcelona, el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca y el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
El estudio, realizado en el último trimestre del año 99, se actualizó en mayo del presente año, y se fundamentó en una metodología determinada: 1) recopilación de documentación previa con el asesoramiento de expertos en museística; 2) visita a los museos; 3) cuestionario girado a los responsables de cada museo; y 4) encuesta a los usuarios. La perspectiva seguida es precisamente ésta, la del usuario, es decir, la del consumidor de cultura en sus ratos de ocio, dejando a un lado las valoraciones técnicas sobre la calidad de la obra expuesta.
Por ello, la evaluación de Consumer se centra en la información que acompaña a la obra artística expuesta y que recibe el usuario del servicio público museístico, así como en los servicios propiamente dichos dirigidos a este consumidor, cada vez más abundante y exigente.
Como decimos, de los más de 1300 museos españoles, la investigación de Eroski se ha centrado tan sólo en 18, todos ellos de Bellas Artes, aunque variados en la adscripción estilística de sus fondos, en su titularidad (privada y pública), y en su localización urbana.
Es interesante conocer sus principales conclusiones, porque ayudan a formar un juicio sobre el estado de estos museos en un Estado, como el español, que se esfuerza por alcanzar parámetros europeos en la conservación del Patrimonio Artístico y en su difusión popular, a la vez que puede ayudar a encontrar el tono que caracteriza al principal museo de nuestra Comunidad Foral, el Museo de Navarra, del que me ocuparé en la segunda parte de estas anotaciones.
Los datos básicos de cada museo
Sorprende, al dar las señas de cada uno de los centros, que únicamente 14 dispongan de página web en Internet y tan solo 10 posean correo electrónico (no lo tienen por ejemplo el Museo Guggenheim de Bilbao ni el IVAM de Valencia); que 9 confirmen contar con patrocinadores regulares u ocasionales, y que no todos, aunque sí la inmensa mayoría, ofrezcan servicio de visitas guiadas y de cita previa para realizar estas visitas, que además no siempre son gratuitas. Por el contrario, la mitad de estos museos ofrecen la venta de sus entradas fuera de sus muros, mediante cajeros automáticos principalmente. La mayoría (menos cuatro centros) cuenta con la colaboración voluntaria de los Amigos del Museo y, en cuestión de personal técnico relacionado con las obras de arte, existen diferencias. Los hay, como el Prado, que tiene 40 en plantilla, o el MNAC de Catalunya que tiene 31 y el Reina Sofía 20. El Centro Galego de Arte Contemporáneo tiene 15 y el IVAM 13. El resto se mantiene por debajo de los 9 y es frecuente que dispongan de 6 ó 7, aunque prácticamente todos se apoyan en la existencia de becarios.
Las cifras de visitantes son tan diversas como la importancia de los fondos expuestos. Así el Prado da el listón más alto –1.827.693- y le siguen el Reina Sofía, el Picasso de Barcelona y el Guggenheim de Bilbao, todos por encima del millón. Entre los de menor incidencia social, el de A Coruña con 18.439 y el Lázaro Galdiano de Madrid con 26.510 sorprenden por la desproporción de visitantes en comparación con la población de su entorno (sobre todo este último), en tanto que el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, tan significativo por su carácter monográfico, no supera los 38.967 visitantes. Los datos son del año 1999.
El estado de los museos encuestados
Entre las conclusiones del informe, destaca como positiva la seguridad de estos museos, que cuentan con salidas de emergencia bien señalizadas y plan de evacuación. Además, están bien situados y comunicados por transporte público, se mantienen limpios y exponen las obras en condiciones de luz y espacio para ser apreciadas. Por el contrario, las críticas se centran en la información disponible para el espectador de forma gratuita sobre la obra expuesta y en los servicios que ofrecen al usuario, aspectos que redundan en el grado de satisfacción que deparan estos museos a sus visitantes.
La información que ofrecen siete de los 18 museos evaluados es, para los técnicos de Consumer, insuficiente. Sólo en el Prado y en el Nacional de Arte de Catalunya esta información se consideró lo suficientemente pormenorizada e inteligible, en tanto que en el resto mereció el calificativo de regular, por centrarse casi en exclusiva en la información de la llamada cartela (ficha técnica) de la obra expuesta y en contenidos informativos globales.
En cuanto a los servicios, en la mitad de ellos no hay cafetería, uno de cada nueve tan solo cuenta con restaurante independiente de ésta y únicamente cinco ofrecen biblioteca con acceso libre a los usuarios. Además, en la mitad no existe dependencia sanitaria, uno de cada tres no ofrece teléfono público y dos de cada tres carecen de cajeros automáticos. Ninguno dispone de guardería. Un sensible punto, también evaluado, es el de la adaptación de las estructuras al acceso de minusválidos: once de estos 18 museos están satisfactoriamente adaptados, seis lo están solo parcialmente y uno inadaptado por completo. A su favor, sin embargo, está el que su horario de apertura al público es amplio y cuentan con servicio de guardarropa y una tienda de objetos y publicaciones. El precio medio de la entrada es de 600 pesetas.
Los museos, además de exhibir su colección permanente, organizan exposiciones temporales, a mi juicio difícil de evaluar, porque el dinamismo de los responsables no se mide tan sólo por el número de muestras organizadas sino por la consistencia de éstas. Los museos que se muestran más activos en este aspecto son el Reina Sofía (con 27), el IVAM valenciano (con 26) y el BBAA de Valencia (con 16), datos de 1999, y los más apagados en este aspecto fueron el Lázaro Galdiano y el Dalí, ambos tan solo con una exposición a lo largo del año.
Este chequeo indica, en cualquier caso, que los fines de estos museos exceden de lo puramente educativo y cultural, para adentrarse cada vez más en el ámbito del ocio y de las relaciones sociales, donde la experiencia estética va emparejada a una sensación que se desea sea lo más gratificante.
El Museo de Navarra
Ya explicamos en las primeras anotaciones al informe de Consumer sobre los museos españoles, que éste se centraba en los de Bellas Artes y en los considerados mejores 18 centros de esta especialidad. Por tanto, los museos generales, como el de Navarra, no eran siquiera aludidos por el Grupo Eroski. Pero resulta cuando menos interesante cuestionarnos el papel que nuestro principal museo, salvadas las lógicas diferencias con los anteriores, puede representar en España a la luz de los datos que arroja esta nueva guía del consumidor, en este caso museístico.
Hacer una evaluación del Museo de Navarra presenta una primera dificultad: No es un museo con la estructura de gestión clásica, pues es la sede de una sección administrativa con competencias en materia de museos, bienes muebles y arqueología. Su personal técnico y administrativo atiende aspectos no exclusivamente relacionados con el funcionamiento del Museo de Navarra, sino con cuestiones tan prolijas como la generación de nuevos museos, la coordinación de los existentes, la redacción de inventarios, la puesta en marcha de restauraciones, la protección legal de bienes muebles e inspecciones y control arqueológico. Me suele gustar decir que el Museo de Navarra es como la cabeza de un “iceberg”: La parte aparente de un cuerpo sumergido de mayor calado.
Pero el Museo de Navarra funciona y tiene sus peculiaridades, que, con todas sus limitaciones –y no hay un museo sin metamorfosis permanente- tiene un nivel que ahora me gustaría analizar con relación a las cualidades que a Consumer le parecen las idóneas para tomar el pulso de estos centros, con el fin de orientar al consumidor.
Sus datos básicos
Entre los datos básicos para un enlace con cualquier museo están los de sus señas de contacto: teléfono, fax, correo electrónico y página web. Pues bien, el Museo de Navarra dispone de todos ellos, los dos últimos incorporados en 1998. En 1999, de los tan relevantes 18 museos encuestados sólo diez tenían e-mail y catorce presencia en Internet. La página web de nuestro Museo informa de las actividades temporales programadas y ofrece en cinco idiomas su contenido permanente a todo el mundo on-line.
Nuestro Museo puede sumarse con tranquilidad a esa relación de nueve –entre los mejores de Bellas Artes- que confiesan contar con patrocinadores privados, si bien, en nuestro caso, de aportaciones puntuales, pero nada despreciables (CAN, Gráficas Castuera, Guardian Navarra, Nestlé Alemania, ONCE, Rotary Club,…), que permiten incluso el montaje de exposiciones fuera de los muros del Museo.
El Museo de Navarra cuenta con un servicio de voluntarios culturales que facilitan la visita guiada y gratuita a los grupos que lo deseen, en varios idiomas y con competencia. A ellos se unirán a medio plazo los Amigos del Museo, en cuya organización ya se está trabajando. A los ocho técnicos superiores del centro se unen un restaurador y tres becarios licenciados, dotación estimable que colabora también a la gestión de la Sección, y que sitúa a nuestro Museo entre los mejor dotados para su envergadura.
Evidentemente, nuestro Museo no puede competir con los nacionales de Bellas Artes en la captación de visitantes, pero sorprenden algunas cifras, por ejemplo las de los visitantes del Museo de Bellas Artes de A Coruña, una ciudad con más de 250.000 habitantes, que recibió en 1999 un total de 18.439, y el Museo Lázaro Galdiano, de Madrid, ciudad tan populosa como turística, que fue visitada por 26.510 personas. El Museo de Navarra tuvo en tal año 34.544 visitantes (más 3.751 “virtuales”). Nos acercamos a las cifras del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca (38.967), tan conocido por su importante colección pictórica.
Estructura y servicios
El edificio del Museo de Navarra, objeto de una remodelación entre 1987-89, proyectada por los arquitectos Garcés y Soria, es un ejemplo del equilibrio deseable entre continente y contenido, y por ello es visitado anualmente por estudiantes de arquitectura. Sus recorridos internos son lógicos, la señalización adecuada, la instalación de algunas piezas admirada (en particular las peanas de acero corten, material en su momento poco empleado en los museos españoles), la distribución de áreas de visita y trabajo es racional, algunas soluciones arquitectónicas y decorativas audaces. Sin embargo, es mejorable la información de las obras y la calidad de algunas obras expuestas, son perfectibles también las condiciones ambientales y de acceso desde el exterior (transporte público, aparcamiento, señalización), carecemos de cafetería, cajeros y guardería, están pendientes soluciones para algunas barreras arquitectónicas.
En la prestación de servicios, el Museo de Navarra, dentro de sus limitaciones espaciales, ofrece los de guardarropía, tienda, salón de actos, auditorio, dos salas para exposiciones temporales, teléfono público, biblioteca y fondo documental para investigadores. Cuenta con almacenes especializados. Dispone de un gabinete didáctico complementado con un área de sensibilización para el desarrollo de talleres, donde se han celebrado actividades pioneras con grupos de minusválidos. Mantiene convenios para prácticas de estudiantes con centros educativos superiores. El horario de visita es amplio, el precio de la entrada (300 Ptas.) está por debajo de la media (600 Ptas.), con reducciones y exenciones al margen.
Otro de los aspectos evaluados por Consumer es el de las exposiciones temporales, que en nuestro Museo de Navarra alcanzaron el número de nueve en 1999 (algunas tan singulares como las de Gargallo y Francis Bartolozzi ofrecieron materiales bastante desconocidos). No es posible ignorar tampoco los ciclos de Arte Cinematográfico del Museo, iniciados en 1990, de los que se ofrecieron siete, atendiéndose con estas actividades, de modo preferente, el arte contemporáneo y audiovisual.
Como conclusión
No corresponde sino al público dar la nota de “excelente”, “suficiente” o “insuficiente” a esta trayectoria, con sus aciertos y limitaciones, pero me permitirá el lector que defienda una idea: el Museo de Navarra no desmerece de otros evaluados con preferencia. Teniendo en cuenta su polifacetismo, este esfuerzo por convertirlo en un centro cultural que sea el referente de una sociedad cuya atención está tan dividida por las informaciones interpelantes de cada día, es aun más notable.
De momento, los museos generales como el de Navarra no llaman la atención de los encuestadores. Sin embargo es en muchos de ellos donde se opera esa revolución silenciosa que se les ha asignado: conservar un patrimonio para la educación y el disfrute del público de hoy, así como para los hombres y mujeres del mañana.
Notas
[1] Consumer núm. 29, enero de 2000, pp. 4-9, y aparte bajo el título 18 Museos de Bellas Artes. Guía práctica. Elorrio-Silla, 2000. 120 pp.