Desde 1975, en que de una forma decidida empieza a pintar, Libia Monteoñate se entrega con verdadera inquietud y tesón al trabajo artístico. Estabilizada su familia, puede disponer del tiempo necesario para estudiar pintura en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios artísticos de Pamplona. En ella recibe clases de Salvador Beúnza y José María Ascunce. Sus enseñanzas le ayudan a perfeccionar la estructura gráfica, la construcción del espacio mediante planos bien definidos y el sentimiento colorístico; cualidades que la crítica siempre ha señalado como propias de su personalidad.
Su evolución estilística se desarrolla al compás de sus exposiciones- de las que realiza anualmente varias- y, con la experiencia obtenida, pasa del clásico punto de partida realista en busca de un estilo propio (de los años 1975 a 1984), a una simplificación formal más independiente.
Sucede, a partir de entonces, que se interesa más por el juego de planos, dentro de un concepto cubista suavizado por el color y poetizado por su delicada visión femenina. No rompe por ello con la figuración, pese a que en los noventa, la abstracción expresionista le atrae por su seductora libertad. Libertad acompasada por una espiritualidad perceptible en su serie de árboles y raíces, que adoptan formas simbólicas.
En la actualidad, su pintura oscila entre la versión informal -intelectiva- y el surrealismo figurativo de manchas de color que se metarmorfosean cobrando apariencia de espacios oníricos, unas veces, y de seres humanos fluyentes, en proceso de cambio, que parecen más tangibles.
Ha probado varios géneros y especialidades, como el cartel o la ilustración de libros. En la Art Students League de Nueva York (1987) aprende xilografía. Sus retratos y paisajes son característicos. Los primeros, que se anteponen a fondos abiertos o a simples planos de color, adquieren así, gracias a un sutil cromatismo, una permanencia intemporal que se ve reforzada por la actitud sosegada del modelo (a menudo figuras femeninas y maternidades). Los espaciosos paisajes, en cambio, con reflejos metálicos y sutilezas espaciales, nos parecen visiones depuradas de una realidad presentida en el interior del corazón.
“Mi pintura desea dar paz y tranquilidad al que contempla mis cuadros”. En el agitado mundo de hoy, esta intimidad respetuosa de Libia Monteoñate es un respiro ante tanto dolor que nos rodea. Una visión, la suya, muy estimulante y esperanzadora.