El arte contemporáneo llevado al cómic

Resumen

Bob Deler, de Cava & Keko, guionista e ilustrador respectivamente, es un álbum de historietas donde el protagonista es un crítico de arte introducido en los medios de la producción plástica contemporánea, cuya mirada ácida hacia los entresijos de este mundo permite desvelar los engaños en que se sustenta.

Abstract

Bob Deler of Cava & Keko, writer and illustrator, respectively, is an album of comics where the protagonist is an art critic in the media introduced the contemporary artistic production, whose gaze acid into the intricacies of this world can reveal the deceptions underpinning.

 

En la cubierta de este desmitificador libro, el protagonista Bob Deler mira ligeramente perfilado, con la pipa en su boca y circunspecto, un lienzo vacío que se halla expuesto en el museo. La cartela, sobre la que se inclinan varios visitantes, dice: “Lienzo en blanco / Técnica mixta”. No, no se trata de la evolución máxima del “Cuadrado blanco sobre fondo blanco” (1917) de Malevich, ni de una desmaterializada demostración del arte performativo de Klein, al estilo de la que presentó en la galería parisina Iris Clert, en 1958, por cierto con una espectacular entrada de público. Se trata más bien de una enorme tomadura de pelo, de la muestra del rumbo perdido por el arte contemporáneo, si logramos ponernos de acuerdo con el análisis que los autores Cava & Keko nos proponen en su libro “Bob Deler”.

Este título es el de un cómic dedicado al personaje que con sus historietas ha acompañado las páginas de la revista de crítica EXIT Express desde su nacimiento hace cuatro años. La obra reúne las 29 primeras medias páginas dedicadas a este diletante observador aparecidas en dicho bimensual más una aventura inédita, realizada ex profeso para este volumen, la titulada «Por si las moscas», que en conjunto suponen una visión sarcástica del nuevo personaje, Bob Deler, sobre algunas de las contradicciones del panorama artístico contemporáneo.

Técnicamente se trata de un álbum de humor –con regusto amargo, bien es cierto- dirigido a los adultos, clasificable dentro del género underground por sus recursos gráficos contenidos, pero, sobre todo, por su aspecto de denuncia de situaciones determinadas.

Felipe Hernández «Cava»

José Antonio Godoy «Keko»

¿Pero quien es Bob Deler? Es el medium del que se sirven sus creadores, el escritor Felipe Hernández Cava “Cava” y el dibujante José Antonio Godoy “Keko”, para echar su particular vistazo al mundo del arte y a sus tipologías más representativas, como si Deler fuera una especie de Supermán que no sobrevolase el espacio sino que se moviese entre los intrincados vericuetos de los museos, galerías, estudios, bares nocturnos, salas de subasta y ministerios, por donde se difunden las tendencias postmodernas bajo presiones políticas y ocultos intereses que Cava & Keko ponen al descubierto con la intención más mordaz, siguiendo los pasos de su criatura, en cuya configuración funden sus mejores capacidades estos dos genios de la historieta.

En las propias palabras de Cava & Keko: “Bob Deler piensa de casi todo el arte contemporáneo que es bueno y original, pero que, desgraciadamente, la parte que es buena no es original y la parte que es original no es buena” [1]. Y ello es posible por la visión certera heredada de su padre, un conocido “neutralizador” de las provocaciones de los más conspicuos dadaístas, y gracias al influjo de su madre, que le mima en exceso a la vez que le sirve de confidente. En lo formal, el superhéroe Deler es un personaje de atuendo clásico negro, de frente despejada y con gafas, más unos detalles postmodernos como su ligera melena trasera, bien delineada barbita y un caprichoso toque de color –una pajarita roja- sobre su blanca camisa. Una apariencia, como escribe Rosa Olivares en el prólogo del libro, que no logra ocultar su “acomodada extracción burguesa, culta, de una tradicional familia que raya en lo aristocrático y dedicada a una vida decadente propia de intelectuales y rentistas” [2].

Pero la presencia de Deler está más que justificada por el deseo de los autores de hallar claridad en un mundo sometido a múltiples interferencias, con el fin de deslindar lo auténtico de lo falso.

Cava & Keko dirigen su crítica al mercado del arte y sus leyes, “pérfido Leviatán que amenaza con destruir al artista con intereses económicos”; al espectador carente de criterio propio que ha sucumbido al lenguaje abstruso de la crítica hasta llegar a emplear él mismo sus términos ante la supuesta obra de arte; al papanatismo de los visitantes al museo, a los que se les “venden” exposiciones de dudoso interés mediante una publicidad dirigida a incrementar las estadísticas,

Los teóricos del arte no se libran de sus ataques: Baudrillard, Barthes… y su lenguaje críptico desfilan entre las viñetas con expresiones solemnes para interpretar la creación artística (“lo mejor de su obra –dice el rostro de Barthes interrogado en la bola de cristal por Deler en alusión a la videoinstalación de un artista- es que cuestiona la jerarquía de lo denotado y lo connotado convirtiendo la denotación en ley”).

De ello se deduce la incomprensión de la obra artística moderna por el vulgo. Su desorientación, al no entender la elevación a categoría artística de objetos de lo más ramplón por artífices neo-dadaístas sobrevalorados a los que Cava & Keko dirigen sus dardos envenenados, como al neoconceptual británico Damien Hirst, el que expone cadáveres de animales conservados en formol; al argentino Leonel Marchesi, a quien llama “el mago de la polución artística” o al italiano Maurizio Cattelan, famoso por sus intervenciones provocadoras.

Los artistas presentes en las historietas de Cava & Keko son de lo más variado. Está el venido a menos, el desesperado a punto de suicidarse, el que da una importancia exagerada a su obra, o el que busca nuevas formas de expresión huyendo de su mediocridad movido por el ansia de gloria.

Hé aquí, al respecto, un botón de muestra. Bob Deler toma unos whiskyes con un pintor de cara desencajada en la barra de un bar, mientras ambos fuman:

– ¡Esto es el colmo, Bob! La clara evidencia de la transformación de la cultura en un bien de consumo…

– Calma, Marcelino. Estudiemos el drama de tu triunfo con circunspección.

– Tú sabes que en los últimos años todo el mundo quiere obras mías: instituciones públicas y privadas, empresarios de medio pelo y de pelo entero…

– Pero…

– Pero ni les interesan mis metáforas de la existencia ni mis cromatismos cifrados… sólo quieren mi firma…¡Poseer mi firma!

 – Pues véndeles eso: tu firma.

– ¡Sublime idea, Bob! A partir de ahora no pintaré nada más que mi firma.

– Incluso puedes titular las obras como “Firma uno”, “Firma dos”…

– Aunque, por otro lado, no quisiera claudicar del todo: pintaré mi firma, sí, pero de modo que les cueste un poco interpretarla.

– Eso está bien. Hoy por hoy, el exceso de realidad está bajo sospecha.

Viñetas de una de las historietas protagonizadas por Bob Deler

Los autores ironizan sobre otros aspectos, como la superproducción de obra artística no inspirada, para cuya destrucción un amigo del crítico Deler, el profesor Franz de Copenhague, inventa un desmaterializador que la recicle para nuevos usos. No se olvidan de los visitantes -objeto fácil de manipulación- que hacen cola interminable ante la puerta del museo para contemplar la imaginaria muestra “Smith entre botes” (se hace la consideración previa de que el tal Smith era el tipo que le abría los botes de pintura a Warhol). Ni de los nombramientos oficiales sometidos a favoritismo, la animadversión entre críticos, las oscilaciones del mercado del arte inducidas por precios hinchados, el galerista incompetente, la suplantación del autor, los comitentes…, ningún agente cultural deja de ser analizado con lupa en estas páginas.

La crítica se redobla en la historieta final titulada “Por si las moscas”. En ella, el director del supuesto Museo Reina Consorte es Dimas Burguete, un mercero elevado a esta categoría por el favoritismo político, que acude presuroso a una de las salas donde un vigilante se ha desmayado ante el cuadro de un envanecido pintor, Jordi Bofarull. Allí se halla por casualidad el incisivo Bob Deret. En su opinión, el desmayo lo han generado los gases emanados de la obra expuesta, confeccionada con una mixtura de deyección porcina. En este momento interviene el restaurador, que diagnostica la presencia en ella de larvas de mosca. En su opinión cuando éstas maduren se podrán considerar una prolongación de la obra expuesta, y, en efecto, el autor rechaza la intervención. Ante la rigidez del artista es convocado, con dinero público, el prestigioso entomólogo austriaco Ernest Heimann, que las identifica como una rara variedad de típula que es preciso proteger. Estas se multiplican y es preciso cerrar la sala. Se valora si donarlas al Museo de Ciencias Naturales. Se contrastan las conclusiones de Heimann con reputados miembros del CSIC. Para mayor complicación se esperaba a Bofarull que acudiría a firmar las alas de cada mosca como obra suya.

Desesperado y a punto de dimitir, el director del museo acepta la sugerencia de Deret: llamar a un arquitecto especializado en construcciones efímeras para sellar el museo, no preparado para contener los millones de típulas a que se había llegado. Éste, como era de esperar, propone la solución costosa de una puerta acristalada que con unos focos reflectores de diseño permitan al público contemplar las evoluciones de los insectos. La iniciativa, encubierta ahora bajo la forma de una exposición temporal titulada “Por si las moscas”, y apoyada en un pesado catálogo con la colaboración de los más conspicuos especialistas y reforzada por un ciclo de conferencias, registra tal éxito, con colas interminables de visitantes, que las autoridades deciden crear un premio con el nombre de Bofarull, cuya primera edición recae en un tal William Bluf, post-artista que esculpe a partir del güano prensado.

Pero el éxito, que nunca es completo, levanta a los ecologistas ante la cautividad de las moscas, incluso Brigitte Bardot se posiciona en contra, dividiéndose España en dos facciones: la derecha reivindicativa del mosqueo como algo fundamentalmente nacional y la izquierda, que pedía un diálogo en condiciones de igualdad y libertad con las moscas. Por otra parte, el ritmo de reproducción de las moscas exigía ya recursos alimenticios que no podían sufragar los Presupuestos del Estado, con lo que el desenlace no se hace esperar: el Ministro de Cultura nombra a Nuria Falset, doctorada en discriminación positiva de género por la Universidad de Seattle, directora del Museo, determinándose que la existencia de Burguete no había pasado de ser una dudosa aparición. Y Dimas Burguete vuelve a la mercería de la que nunca debió salir.

Con el tiempo, la nueva directora dispone que la obra generadora de la polémica, titulada “Saturno hace una pesada digestión de sus hijos”, viaje por el mundo sin posibilidad de retorno, dentro de un embalaje especial. Entonces, la pantalla acristalada, usada para sellar la sala, es demolida usando para ello un bulldozer fabricado en una acería de Chicago. Y al público que aguarda en la cola poder visitar la muestra se le da el cambiazo por una video-instalación.

De los autores del álbum recordaré, en primer lugar, a su guionista Cava, Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953), considerado uno de los renovadores del cómic español junto a autores de su misma generación como Josep María Beá, Luis García, Carlos Giménez, Fernando Fernández, Enric Sió y Adolfo Usero.

Su contacto con el cómic se inicia a principios de la década 1970 mientras estudiaba Historia del Arte en la UAM, en la revista «Bang!«. Tras hacerse cargo por un breve período de los guiones de la serie Rosa la Revoltosa, dibujada por José García Pizarro, creó con Saturio Alonso el equipo El Cubri en 1972, al que pronto se uniría Pedro Arjona, dedicándose sobre todo a la historieta de tema político.

Al margen de su trabajo en el seno de El Cubri, ha desarrollado otras historietas políticas con Marika (Los atentados contra Franco y Una recuperación de la historia del maquis). En 1981, creó con Adolfo Usero y Luis García, las historietas El Domingo Rojo y Argelia.

Entre 1984 y 1987, fue director artístico del tebeo Madriz (donde comienza su colaboración con el ilustrador Keko) y, desde 1988, de la revista de historietas Medios Revueltos, junto a Manuel Ortuño.

En los diez años siguientes produjo una trilogía dedicada a Lope de Aguirre con Enrique Breccia, Federico del Barrio, y Ricard Castells. También, con Federico del Barrio, Las memorias de Amorós (1993) y El artefacto perverso (1994-96). Otros autores con los que ha colaborado son Raúl Fernández Calleja (Vendrán por Swinemünde, 1988 y Ventanas a Occidente, 1994); Enrique Flores (Bebop, 2000); Laura Pérez Vernetti (Macandé, 2000), Pep Brocal (V-Girl, 2001) o Keko (el presente Bob Deler, 2008).

En 2009 recibió el Premio Nacional del Cómic junto con Bartolomé Seguí por Las serpientes ciegas (BD Banda, 2008), una obra que critica los excesos cometidos en nombre de las ideologías. De entonces data su afirmación:

Antes creía que la verdad siempre era revolucionaria, pero ahora veo que la verdad tiene muchas zonas de sombra y a mí me gusta moverme en estas zonas de penumbra por las que muy poca gente se atreve a transitar [3].

En los últimos años ha seguido publicando con sus dibujantes favoritos: Sanyú (El hombre descuadernado, 2009), Laura Pérez Venetti (Sarà Servito, 2010), y Bartolomé Seguí (Hágase el Caos, 2011).

El ilustrador del álbum, José Antonio Godoy Cazorla, Keko, es un historietista nacido en Madrid en 1963. Tras estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, trabajó para las revistas Madriz y Metal Hurlant, desarrollando los guiones de Mique Beltrán en Livingston contra Fumake (1987), y Ramón de España en Brendan Beckett: El Amor Duele (1997), además de historietas propias como La isla de los perros (1986) y la erótica ¡Voraz! (1991).

Posteriormente, se ha dedicado sobre todo a la ilustración, pero ello no le ha impedido publicar una serie de historietas cortas (su formato preferido) con guión propio en Nosotros Somos los Muertos, que en 2006 serían recopiladas bajo el título La casa del muerto por Edicions de Ponent. Su álbum 4 botas, obtuvo el Premio a la mejor obra del 2002 en el 21º Salón Internacional del Cómic de Barcelona.

En las mini-historias de Bob Deler, los estilos de Cava & Keko se muestran perfectamente integrados. El punto de vista satírico es del primero, con un oficio indudable en la forma de sintetizar cada caso narrado, normalmente introducido por un cartucho con la información mínima para situar la acción y los diálogos justos –siempre corrosivos- que mantienen sus personajes y que se apoyan en el lenguaje visual del segundo, cuyos recursos principales son el montaje sintético basado en la hábil conjunción del primer plano con otro de conjunto en diferentes puntos de vista; un firme dibujo para contornear las figuras manchadas con tintas contrastadas para situarlas en perspectiva; la expresión gráfica ajustada a las emociones; fondos esquemáticos o desvaídos, a menudo traídos de fotografías, o entramados y collages, para alcanzar el contexto deseado, siempre impreciso y deslocalizado; virados a color para situar ciertas escenas fuera del tiempo, como sucede en la presentación de pesadillas, en las que es posible detectar su inspiración en la iconografía estadounidense de los años 50, muy centrada en el plano subjetivo, acentuado por inquietantes y ascéticos bitonos predominantes; y el dominio del claroscuro o, mejor, del control lumínico para compensar la aparente sencillez de su estilo [4].

En resumen: un libro muy recomendable para quienes buscan distanciarse del arte contemporáneo y su mundo próximo, y así juzgarlos de manera independiente.

Notas

[1] Cava y Keko en la contracubierta del libro. Véase CAVA [Felipe Hernández Cava] (Guión) – KEKO [José Antonio Godoy] (Dib.). Bob Deler, Madrid, Exit Publicaciones / Olivares y Asociados, S.L, 2008. 57 páginas

[2] OLIVARES, Rosa, “Bob Deler, el superhéroe de la postmodernidad”, pp. 7-8 del libro.

[3] TRAMULLAS, Gemma, en «Una obra política, Premio Nacional«, El periódico de Aragón, 6 de noviembre 2009.

[4] El uso de la luz en el dibujo gráfico de Keko ha sido destacado por Cuadrado y Darias. Véanse sus trabajos: CUADRADO, Jesús, «Década tras década, hasta el desplome final«, presentación al catálogo Certamen de Cómic Injuve de 1998, Madrid, octubre de 1998; y DARIAS, Manuel, “Keko y el claroscuro”, Imagorama, diario de la imagen, 30 de diciembre de 2011. Acceso: http://imagorama.eu/index.php/entrevistas/2462-keko-y-el-claroscuro