Arte en Navarra. VII. El Protogótico. Monasterios cistercienses en Navarra

Guion para su desarrollo: Análisis del término “protogótico”. El sentido de la revolución cisterciense. Los monasterios cistercienses de Navarra: Fitero, La Oliva, Iranzu, Tulebras. Otras manifestaciones: edificios de influencia cisterciense. Bibliografía.

Análisis del término “protogótico”

El término fue acuñado por José María AZCÁRATE en 1979 para referirse al periodo artístico comprendido entre 1170 y 1225, hasta entonces considerado periodo final del románico. Correspondería a la fase “preclásica” del estilo gótico, en que se configuran las formas que serán punto de arranque de la evolución del gótico.

Abarcaría, por tanto, aquellas manifestaciones artísticas todavía no plenamente configuradas como góticas pero que participan de algunos de los rasgos definitorios del estilo, por ejemplo, las bóvedas de crucería, sin integrar una estructura espacial del todo gótica.

Dentro de este periodo, Azcárate (El protogótico hispánico, Madrid, 1974), que coincide en la descripción con URANGA e ÍÑIGUEZ,  incluía explícitamente:

  • Arquitectura: la Catedral de Tudela, Santa María de Sangüesa, los Monasterios (Fitero, Irache, La Oliva e Iranzu), y Torres del Río.
  • Pintura: el Maestro del frontal de Eguillor, las miniaturas de las Biblias de Pamplona y del Misal de Fitero llamado Sacramentario.
  • Escultura: otros autores incluyen en el periodo la portada de San Miguel de Estella o la Puerta del Juicio de la Catedral de Tudela.

En Navarra coincide con un periodo de intensa edificación, centrado principalmente en los monasterios cistercienses (Fitero, La Oliva, Iranzu, Tulebras), de los cuales Fitero es la primera abadía masculina de los reinos hispánicos (en ese momento, 1140, Fitero pertenecía a la Corona de Castilla y León, y lo fue hasta el siglo XIV); Tulebras, la primera femenina, y La Oliva constituye el primer edificio completamente abovedado con bóvedas de crucería de toda la Península.

Los libros de base para el estudio de la época son los ya citados de BIURRUN, URANGA-ÍÑIGUEZ, y el CATÁLOGO MONUMENTAL DE NAVARRA.

Según Concepción García Gaínza (Ponencia del I Congreso General de Historia de Navarra, 1986), las cuestiones pendientes de este periodo son:

  • El estudio del área de influencia de los grandes monasterios, uniendo al análisis de las formas el estudio de los documentos.
  • Y la restitución de las iglesias románicas desaparecidas, entre ellas el grupo de Tudela, que pertenece a esta época.

El sentido de la revolución cisterciense

La Orden Cisterciense fue una de las reformas del monacato benedictino a lo largo de la Edad Media: primero fue la reforma de Benito de Aniano (siglo IX) y la de Cluny (en el XI, a cargo de Roberto de Molesmes, a fines de ese siglo, en busca de nuevo del verdadero espíritu de la Orden, a quien le sigue San Bernardo) La de San Bernardo tomará carta de naturaleza en el Monasterio francés de Clairvaux (Claraval) y en el de Citeaux ( de donde viene Císter), los llamados monjes “blancos”.

Monasterio de La Oliva. Fachada (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)

Monasterio de La Oliva. Fachada (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)

Los puntos fundamentales de la nueva vida preconizada por San Bernardo, serán:

  1. El alejamiento del mundo (frente a la voluntad de inmiscuirse en los asuntos mundanos del monacato benedictino en su expresión cluniacense): instalación de los monasterios en lugares inhóspitos, donde los monjes someten a la naturaleza para vivir de ella.
  2. La recuperación del trabajo manual: al “ora” benedictino (oración y lectura divina), sumarán el “labora” con que harán productivos los monasterios y con ello su mejora arquitectónica.
  3. Estimulación de la convivencia de los monjes más allá de los límites de la propia abadía (el Capítulo General), lo que traerá una uniformidad estética del arte cisterciense, basado en la racionalidad.
  4. Lucha de la Orden contra todo lujo y distracción mundana: se consideraba el ascetismo un medio para redimir el mundo, la decoración podía convertirse en una distracción para los monjes. Esto explica, llevado al arte cisterciense, la arquitectura en particular:
  • El carácter de las construcciones: de gran tamaño para albergar al gran número de monjes y hermanos legos (Citeaux llegó a albergar 700 debido a la rápida difusión de la reforma de San Bernardo: a fines de la edad Media había casi 800 monasterios reformados en Europa, de ellos 59 en España), y las dependencias propias necesarias para la explotación agrícola del monasterio. Eran construcciones de piedra para evitar los incendios, tan comunes, por lo que se recurrió a abovedamientos de piedra y a las lógicas columnatas para soportarlas; un material muy socorrido para los fines de la estática cisterciense, basada en la simplificación, clarificación y precisión. Estaba prohibida la ostentación, pero se recomendaba claridad, limpieza y durabilidad. La piedra garantizaba estas necesidades. Se emplea el arco apuntado; columnas con fuste y capitel liso, adosadas o suspendidas; portadas con repetición de arquivoltas y columnas.
  • La ausencia de color y de escultura monumental, pues la arquitectura se limita a lo constructivo. No hay pintura mural, ni vidrieras (sólo ventanales traslúcidos), ni esculturas (la de La Oliva es tardía). Esto supuso un choque tremendo ante la tradición que identificaba belleza con color (recuérdense los artes paleocristiano, bizantino, incluso románico), es decir con profusión de murales y mosaicos, y difusión de la doctrina con escultura integrada en el monumento arquitectónico.. La miniatura cisterciense se ocupará de la caligrafía más que de la miniatura.
  • El descuido ornamental de las fachadas y la fuerte separación del ámbito monacal respecto al mundo; provocador por la voluntad de aislamiento de los monjes cistercienses.
    Monasterio de Iranzu. Interior de la nave (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)

    Monasterio de Iranzu. Interior de la nave centtral (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)

Los monasterios cistercienses de Navarra

En Navarra tenemos las dos posibilidades de fundación de este tipo de monasterios: en yermo, es decir en descampado (Fitero, La Oliva), lo que dará lugar a apetencias de dominio castellano o aragonés respectivamente a lo largo de la historia; y sobre la sede de otro antiguo monasterio (Iranzu). Tulebras se halla muy remodelado en épocas posteriores y su pureza cisterciense no se aprecia tan bien.

Monasterio de Fitero. Vista exterior de los ábsides (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)

Monasterio de Fitero. Vista exterior de los ábsides (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)

Monasterio de Fitero. Sala Capitular (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)

Monasterio de Fitero. Sala Capitular (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)

En todos los casos las construcciones de sus edificios son posteriores a la existencia de sus comunidades, que sufrieron desplazamientos.

Fitero

Planta del Monasterio de Fitero (Institución Príncipe de Viana y Uranga-Íñiguez)

Planta del Monasterio de Fitero (Institución Príncipe de Viana y Uranga-Íñiguez)

Nos sirve de modelo.

Planta de cruz latina con tres naves (la central más ancha y alta que las laterales), de seis tramos más el crucero, éste a su vez de seis tramos y nave única. Ventanales en lo alto de las naves y en las capillas.

Cabecera con una capilla mayor semicircular (cuatro en La Oliva y tres en Iranzu), con girola y cinco absidiolos semicirculares como en Clairvaux, Poblet y Veruela (que son rectangulares en Iranzu) Ventanas abocinadas como en La Oliva e Iranzu; rosetón en Tulebras.

Crucero. En él capillas semicirculares, en número de diez, para celebraciones de los monjes.

Alzados. Las naves se separan por dobles arcos de medio punto (mientras que en La Oliva e Iranzu son apuntados), que descansan en pilares cruciformes con pilastras acodilladas en las naves; en pilares cruciformes con dobles semicolumnas adosadas a los frentes y con columnas exentas en los codos (en los cuatro ángulos del crucero); en el presbiterio, en dos pilares simplificados seguidos de cuatro grandes columnas.

Bóvedas. En las naves, de crucería simple, separadas por arcos fajones apuntados, salvo en la capilla mayor (gallonada, de cuatro nervios). En las capillas son de cuarto de esfera.

Otras características. Grandes dimensiones, sillares de gran tamaño. Sobriedad, apenas hay motivos ornamentales en claves; los capiteles carecen de decoración (aunque presentan hojas en La Oliva e Iranzu).

Respecto a los autores, según LAMBERT, uno sería gascón, que se encargaría de la cabecera hasta el crucero, y otro español construiría las naves.

Sala Capitular. En el flanco oriental del claustro, de la primera mitad del siglo XIII. Planta cuadrada con tres naves, cubierta por nueve tramos con bóvedas de crucería con nervios trilobulados, encuadradas por arcos de medio punto que apean en cuatro columnas exentas en el centro y otras cuatro adosadas a cada muro. Capiteles con decoración vegetal o entrelazos. En el muro frontal hay tres ventanas de medio punto, con sus columnas y capiteles vegetales. El monasterio de La Oliva también dispone de Sala Capitular y la de Iranzu presenta seis bóvedas y dos columnas.

Exteriores con gruesos muros, vanos escasos, potentes contrafuertes. La portada occidental es abocinada de medio punto, con cuatro arquivoltas sobre columnas con capiteles de aves y flora. Gran óculo sobre ella.

La Oliva

Planta de la iglesia del Monasterio de La Oliva (Institución Príncipe de Viana y Uranga-Íñiguez)

Planta de la iglesia del Monasterio de La Oliva (Institución Príncipe de Viana y Uranga-Íñiguez)

Planta. Cruz latina de tres naves (la central más ancha y alta que las laterales), de seis tramos más el crucero, éste a su vez de cinco tramos y nave única.

Cabecera. Sencilla, con presbiterio terminado en ábside semicircular sobresaliente respecto a las cuatro capillas rectangulares abiertas al crucero que lo flanquean, como en Citaux y Santes Creus (Cataluña).

Alzado. Responde a la expansión de las fórmulas languedocianas, lo que unido a la fecha de consagración (1198) da a La Oliva la categoría de primera iglesia abovedada con crucería de la Península. Las naves se separan por arcos apuntados sobre pilares cruciformes y sobre aquellas van ventanales.

Bóvedas. De crucería entre potentes arcos fajones apuntados. De las capillas absidales, la central se cubre con bóveda de medio cañón apuntados. Todas las capillas cuentan con ventanales dobles (salvo la central, abocinadas de medio punto).

Otras características. Hay mayor decoración que en Fitero en claves y capiteles. La portada ya no es cisterciense, con terminación gótica. Se le añade claustro gótico en el siglo XV.

Sala Capitular. Semejante a la de Fitero.

Biblioteca. De hacia 1200, de planta rectangular con dos columnas en el centro.

Canalizaciones de agua, etc.

Iranzu

Planta del Monasterio de Iranzu (Institución Príncipe de Viana y Uranga-Íñiguez)

Planta del Monasterio de Iranzu (Institución Príncipe de Viana y Uranga-Íñiguez)

Su edificación es tardía (1176), sobre el antiguo monasterio benedictino de San Adrián, explica la preponderancia de elementos góticos sobre los cistercienses.

Iglesia. Es de tres naves (la central mayor) con seis tramos y tres ábsides rectangulares (como en Santes Creus) Las naves se separan mediante pilares en forma de T, a cuyos frentes se adosan columnas suspendidas con capiteles de hojarasca cisterciense. En el muro frontal de la Capilla mayor se desarrolla un triple arco apuntado que cobija ventanas abocinadas y da paso a un rosetón. Gran número de ventanas iluminan la nave. Bóvedas de crucería.

Exteriores. Fuertes muros con contrafuertes. La portada es gótica.

Claustro. Sus amplias arquerías alojan dobles vanos apuntados y óculo lobulado, sostenidos por columnas de capiteles vegetales. Fue terminado en el gótico.

Sala Capitular. De seis bóvedas de crucería y dos columnas con capiteles geométricos. Triple vano de acceso, como en los monasterios citados.

Cocina. Es del siglo XIII, interesantísima, con gran chimenea central cuadrada, rodeada por ocho tramos de bóvedas de crucería.

Tulebras

Las construcciones datables en su primer periodo son escasas, remodeladas y plenamente integradas en el románico, sin especiales rasgos cistercienses.

Iglesia. Es de fines del XII, de reducidas proporciones, muy austera en su nave única de cinco tramos. La bóveda del siglo XVI es sostenida por pilastra con medias columnas de capiteles lisos o vegetales. Ábside semicilíndrico con tres ventanales y rosetón y portada románica de tres arquivoltas.

Otras manifestaciones

Planta de la Catedral de Tudela Planta del Monasterio de Iranzu (Institución Príncipe de Viana y Uranga-Íñiguez)

Planta de la Catedral de Tudela (Institución Príncipe de Viana y Uranga-Íñiguez)

Para completar el tema y dado que no quedan restos de arquitectura cisterciense en otros monasterios de la Orden como Marcilla o Leire (desde mediados del siglo XIII), señalaremos las características del grupo de edificios que URANGA e ÍÑIGUEZ consideran de “influencia cisterciense” y AZACÁRATE mencionó como “potogóticos”.

Son iglesias de tres naves, con bóvedas de crucería y pilares hispano-languedocianos.

Aunque mezclan estos elementos con otros anteriores o posteriores, pueden considerarse:

  • La Catedral de Tudela: de planta de cruz latina, crucero con capillas en sus lados y presbiterio de planta semicircular.
  • El Monasterio de Irache: con triple ábside semicircular.
  • San Miguel de Estella: de tres naves sólo parcialmente cubiertas de crucería.
  • San Pedro de la Rúa (Estella)
  • San Pedro de Olite.
  • Santa María de Sangüesa.
  • San Miguel de Pamplona y Eunate, donde Uranga e Íñiguez ven el Císter en los arcos apuntados o los gruesos nervios.
  • Torres del río (Santo Sepulcro): Azcárate sitúa su bóveda en el protogótico.

MARTÍNEZ DE AGUIRRE concluye que “protogótico”, “cisterciense”, “de transición” o “arte 1200” no son términos sinónimos, sino que cada uno presenta connotaciones que no podemos abarcar en tan breve tiempo. El asignar uno de estos términos a determinado edificio lleva a incluirlo en grupo específico, por lo que la historiografía artística navarra debería esforzarse por concretar un poco más las atribuciones en este momento de tanta importancia en nuestro reino pirenaico en torno al año 1200.

También sugiere esta inadecuación GARCÍA GAÍNZA en su Ponencia (citada) al afirmar la complejidad del periodo en todo el Norte peninsular.

Bibliografía

Trabajos de autores españoles

URANGA, J. E.-ÍÑIGUEZ, F. (1973) Arte medieval navarro. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, vol. IV.

AZCÁRATE, J. M. (1974) El protogótico hispánico. Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

GARCÍA GAÍNZA, M. C.-HEREDIA, C.- RIVAS, J.-ORBE, M. (1980 y 1982) Catálogo Monumental de Navarra. Pamplona, Institución Príncipe de Viana-Arzobispado de Pamplona-Universidad de Navarra, vols. I y II*.

YARZA, J. (1980) Historia del arte hispánico. La Edad Media. Madrid, Alhambra, vol. II.

TORRES BALBÁS, L. (1952) “Arquitectura gótica”, en ARS HISPANIAE, Madrid, Plus Ultra, vol. VII.

Extranjeros

DIMIER, A.-PORCHER, J. (1962) L’art cistercien. Sainte-Marie de la Pierre-qui-Vire (Yonne), Zodiaque.

BRAUNFELS, W. (1975) Arquitectura monacal en Occidente. Barcelona, Barral.

DUBY, G. (1989) San Bernardo y el arte cisterciense. Madrid, Taurus.

 

Imagen de la portada: Monasterio de Iranzu. Sala Capitular. Detalle de la columna sustentante de las nervaduras de su bóveda (Foto: Baldiri. Refª.: monestirs.cat)