Arte en la Parroquia

La Iglesia Parroquial del Corazón de Jesús, de Pamplona, pese a su juventud (solamente 25 años de existencia) conserva representaciones, en su mayor parte modernas, que, como símbolos cristianos, refuerzan el sentido de nuestra fe y mueven a la plegaria.

Pero, además, son piezas de arte sacro que haremos bien en conocer y en conservarlas por muchos años más.

La Cruz exterior, que identifica nuestro templo, es obra del que fuera feligrés de la Parroquia, Alfredo Díaz de Cerio, que la diseñó sobre perfiles de acero con aire liviano, ritmo musical y apariencia mutante, conforme evoluciona la luz del día sobre la potente perspectiva de la alameda.

Las vidrieras del perímetro exterior de la iglesia y el icono del altar son obras que fueron encargadas a Domingo Iturgáiz, artista dominico. En ellas, con un lenguaje tendente a la abstracción, plasma los momentos álgidos de la Historia de la Salvación: la creación del mundo, el pecado original, la Encarnación, el nacimiento de Jesús, y en menor formato –las de la capilla-, empleando símbolos adecuados, los diversos títulos de Cristo: Buen Pastor (cayado, redil…), Camino hacia el Padre (ruta ascendente hacia el Cielo), Agua Viva (surtidor), Luz del mundo (llama que irradia resplandor), Vida (vid y sarmientos), Amor (corazón radiante), así como la muerte redentora de Cristo (cruz), la Resurrección del Señor (“paso” de la muerte a una Vida nueva), la venida del Espíritu Santo (Pentecostés, irrupción de luz), y la presencia actual de Cristo entre nosotros por medio de la Sagrada Escritura (Biblia, lámparas de la Fe encendidas), Eucaristía (pan y vino, mesa y comensales) y, como culminación de toda la historia de la Salvación, el Reino de los Cielos (acogida paternal de Dios a sus hijos)

Jesucristo Resucitado es el motivo del icono que preside las celebraciones desde el Altar Mayor. Su autor utilizó la técnica del mosaico, que hunde sus raíces en las artes paleocristiana y bizantina. Aparece Cristo crucificado sobre una cruz de extremos potenzados. Es frontal. Está vivo, con su corazón abierto y sangrante, símbolo de su entrega por la salvación de los hombres, y es representado con una túnica blanca para simbolizar su triunfo sobre la muerte.

En el presbiterio luce una sencilla pila bautismal traída de Janáriz, siguiendo la práctica de nuestra Diócesis de recuperar piezas patrimoniales que hallan quedado sin un destino claro. Esto explica también el que, en la pared lateral de la Capilla, se haya colgado una imagen del siglo XVI, de la Virgen con el Niño, procedente de la iglesia de San Pedro de la Rúa, de Estella.

Junto al mosaico, emblema de nuestra Parroquia, copreside el altar mayor la talla de Santa María Madre de Dios, figurada como Virgen de cuyos brazos se “escapa” su Hijo niño para ofrecerse al género humano como futuro Redentor, en un movimiento desequilibrado propio del barroco. Fue tallada para nuestra Parroquia, en madera de pino ruso, por José López Furió, en 1984.

Otra hermosa pieza del mobiliario litúrgico es el sagrario de la Capilla, realizado por Pedro J. Villalba, de Madrid, en bronce de estilo neorrománico, con incrustaciones de marfil y de esmalte polícromo en su puerta, más columnas de mármol verde veteado. Fue donado en 1997, por las Damas Catequistas. La forma del sagrario se adecua a la estructura de una portada románica, cuya puertecilla cobija la figura del Buen Pastor, sobre un espacio del que mana una fuente en la que beben dos ciervos, como símbolos eucarísticos: a la “Fuente de Agua Viva” (Cristo) acuden los ciervos (los hombres); las espigas y uvas que porta el Buen Pastor son la misma materia de la Eucaristía y Cristo, “Cordero Eucarístico” que se deja comer por todos, es, a la vez, el Pastor de los hombres sin excepción.

La iconografía religiosa se completa, además de con la cruz procesional, con el crucifijo que habitualmente preside la Capilla del Santísimo. Son imágenes inspiradas en Cristo durante la agonía, sufriente. Pero, en Navidad, tenemos la alegría de volver a besar los Niños Jesuses que celosamente guarda nuestra Iglesia, y el Belén que escenifica con perspectivas difíciles, bellas figuras y efectos de luminotecnia, el nacimiento del Salvador.