Artistas navarros de los siglos XIX y XX

Se incluyen a continuación las voces redactadas por el autor para la Gran Enciclopedia Navarra (Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, 11 vols.) referidas a artistas plásticos navarros de los siglos XIX y XX, para evitar citarlos por separado y alargar en demasía esta lista de publicaciones. El ofrecer todas estas biografías reunidas en un solo texto permite articular mejor las consultas y contactos o paralelos existentes entre los artistas. Esta información también puede consultarse visitando la página de la GEN: http://www.enciclopedianavarra.com/es

AGUIRRE SÁNCHEZ, Lorenzo

(Pamplona, 1884-Madrid, 1942). Pintor y cartelista que en diversas ocasiones fue escenógrafo, caricaturista, ilustrador de libros, muralista, mosaísta y periodista. Escribió también varias zarzuelas para el músico José Terol. Accedió a la Dirección General de Seguridad para ganarse la vida como policía, disponiendo así de la cobertura económica suficiente para ser pintor. De padres navarros, fue llevado a los tres años a vivir a Alicante, donde estudió pintura con los maestros Casanova y Pericás. En 1902 ingresó en la Escuela de San Fernando, y obtuvo a los tres años el profesorado. Marchó a París en 1905 para realizar estudios de escenografía en la Gran Opera con Ganbon y Bailly, donde conoció a Picasso. Más tarde realizó un periplo por Europa a fin de visitar los principales museos de arte. Desde 1908 a 1932 vivió en Alcoy (Alicante), participando de lejos en la vida cultural madrileña. Asistió a las Exposiciones Nacionales de 1904, 1915, 1922 (segunda medalla con «Luz divina»), 1924, 1926 (segunda medalla con «Crepúsculo de vidas»), 1930, 1932, 1934 (medalla de oro de la Asociación de Pintores y Escultores por «Artistas de circo»), 1936, y participó con éxito en varios Salones de Otoño. De 1932 a 1934 fue profesor de dibujo en la Escuela Politécnica de Madrid. Con la guerra se perdió parte de su obra. Significado republicano debió exiliarse a Francia. Expuso en Le Havre en 1939, y regresó a España al año siguiente. Ingresó en prisión; falleció en la provincial de Porlier (Madrid) al poco tiempo.
Amante del cine y orientado al modernismo, seguramente por Pericás, aunque aprovechó lecciones del impresionismo y postimpresionismo, el mundo de la imagen, de la luz y del ritmo predominan sobre el concepto en su obra. Su admiración por los literatos clásicos de Grecia se tradujo en la mesura y orden de sus composiciones, de sus anatomías rotundas, aunque sueltas, y de modulación lumínica, cual corresponde a su inclinación por Miguel Ángel y Rembrandt. Los contornos revelan ecos modernistas. Destacó como colorista y técnico. Pintó acuarelas (un neobarroco proyecto de techo para la Diputación de Alicante, 1931), encaústicas («Desnudo», «Palmira», «San Fermín») y óleos. Dentro de éstos se centró en la figura, el retrato y el paisaje. Trató la primera con ternura (Retratos de su hermano Valentín, de su esposa y madre; el desnudo de «La mujer de las ligas», el «Niño entre almohadones», «Samaritana» o «El Picador»), observando tipos muchas veces populares. Representó paisajes en Moraira («El portet»), algunos como fondo de sus composiciones («Peixcaters de Moraira»). Abarcó el bodegón y la pintura costumbrista. Deben mencionarse también sus dibujos, en especial sus caricaturas para la prensa entre 1914-1918 y sus carteles («La gota de leche», «Ceregumil Fernández» y el anunciador de la Exposición Nacional de 1935, de avanzado vanguardismo), con los que obtuvo algunos premios. Parte de su obra se encuentra en el Ayuntamiento y Museo Provincial de Alicante.
Bibliografía: B. de Pantorba, Artistas vascos (Madrid, 1929), Zoila Ascasíbar, Catálogo en «Homenaje a Lorenzo Aguirre» (1986), ed. del Banco de Bilbao. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. I, p. 159).

ARCAYA ÍÑIGUIZ, Ramón

(Pamplona, 1.12.1891 – 31.1.1943). Escultor. Nacido en el seno de una familia de artesanos, en 1922 recibió del Ayuntamiento de Pamplona una pensión que le permitió iniciar el aprendizaje de las técnicas escultóricas (vaciado, talla, esculpido en piedra o mármol, y fundido en bronce). Acudió primero a Madrid y después a París, donde fue discípulo de Bourdelle, un artista influido tanto por el realismo clásico como por el expresionismo de las formas de Rodin. Continuó su formación con viajes por España, Francia e Italia, donde se dejó seducir por la escultura del Renacimiento, Donatello y Miguel Ángel. Su dibujo siempre conservaría cierto trazo miguelangelesco. Hubo en sus obras múltiples influencias. Además de las señaladas, otras también como las de Meunier, Julio Antonio o Capuz y hasta del ilustrador Doré. Ello le hizo propender a la ingenuidad y al escepticismo. Murió a consecuencia, en parte, de un trastorno nervioso, que cierto día le llevó a destruir la propia obra de su estudio. Su establecimiento en Pamplona y las exigencias de la vida le obligaron a industrializar su arte.
A él se deben los grupos escultóricos de las fachadas de las Escuelas Pías y de la Casa de Misericordia; los bajorrelieves de las andas del Santo Sepulcro y la figura de Cristo del paso de la Entrada en Jerusalén, ambos propiedad de la Hermandad de la Pasión del Señor; la desaparecida Minerva que coronaba el edificio de la Vasco-Navarra; el monumento a San Francisco de Asís y el Lobo de Gubio de la plaza pamplonesa dedicada a este Santo; varios carnarios del cementerio de San José; y la que tal vez sea su mejor obra: el «Monumento a los Muertos. Vida y Muerte» (1921-22), que adorna la entrada de dicho cementerio, donde representó a un coloso en meditación parecido al Pensador de Rodin, y el cuerpo del joven difunto yacente a sus pies, de una gran calidad, en su gravidez y expresión de brazos. Falleció en el hospital psiquiátrico, victima de una peritonitis.

Bibliografía: M. IRIBARREN, Ramón Arcaya, un escultor malogrado. (Pamplona, 1945), «Pregón» de septbre.-octbre. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. I, p. 438).

BAROJA NESSI, Ricardo

(Minas de Riotinto. Huelva, 12.1.1871-Vera de Bidasoa, 19.12.1953). Pintor, grabador y literato, hermano un año mayor de Pío Baroja*. Hijo de Serafín Baroja* ingeniero de Minas, vivió en San Sebastián, Madrid (1879), Pamplona (1881-1886) y Bilbao. Ingresó en la Escuela Politécnica de Ingeniería de Madrid pero una enfermedad no le permitió terminar sus estudios. Más adelante se incorporó al Cuerpo de Archivos y Bibliotecas. Trabajó en la Delegación de Hacienda de Teruel y después en la panadería de Madrid junto a sus hermanos (1895).
Ilustró varios escritos de Pío y presentó sus obras en numerosas exposiciones, sobre todo en San Sebastián y Madrid. Destacó como retratista, autor de aguafuertes y escenas de la vida popular. En las Exposiciones de Bellas Artes de 1906 y 1908 logró la segunda y primera medallas respectivamente. En 1903, fundó, en colaboración con Pablo Ruiz Picasso y otros, el grupo de «Arte Joven». En 1936 la guerra sorprendió a Ricardo Baroja y su mujer, la pintora Carmen Monné en Vera de Bidasoa. Poco antes (1928) había sido nombrado profesor de la Escuela Nacional de Artes Gráficas. Cuando realizaba una gira en favor del advenimiento de la República sufrió un accidente en el que perdió un ojo, motivo por el cual abandonó la pintura para dedicarse a la literatura. En 1935 su obra La nao capitana obtuvo el Premio Cervantes. Durante la contienda civil permaneció en «Itzea», donde pintó la Serie de la Guerra y otras obras para ganarse la vida. Así mismo escribió La tribu del balcón y el coleccionista de relámpagos (1940), Bienandanzas y fortunas, Pasan y se van (1941) y Él Dorado (1942). Realizó nuevas exposiciones y en 1944 se trasladó a Madrid. En 1950 fundó en San Sebastián la Asociación Artística de Guipúzcoa y tres años más tarde falleció en Vera de Bidasoa, aquejado de un cáncer de lengua. Varias de sus obras se conservan en la casa familiar de Vera. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. II, pp. 297-298).

BASIANO, Jesús

(Murchante, 9.12.1889-Pamplona, 23.3.1966). Seudónimo artístico de Jesús Basiano Martínez Pérez, pintor paisajista y autor prolífico. De carácter peculiar, tosco, noble e independiente, tuvo inclinación al canto, llegando a formar parte del Orfeón Pamplonés.
Por razones familiares hubo de trasladarse a Bilbao en 1902, donde transcurrieron sus estudios de bachillerato en el Colegio de los P. P. Escolapios y en el del Cardenal Cisneros. Por influencia del escultor Quintín de Torre ingresó en la Escuela de Artes y Oficios y simultaneó sus estudios con trabajos de ayudante de arquitecto y escenógrafo, a la par que pintó, ya en torno a 1908-1912, sus primeros paisajes en Durango. En 1912, por el informe favorable de Ciga*, Gaztelu y Zubiri*, obtuvo una beca de la Diputación Foral que le permitió seguir estudios durante cuatro años en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde fue discípulo aventajado de Garnelo, Chicarro, Muñoz Degraro y Plá, y asiduo visitante del Museo del Prado. En 1915 se le amplió la beca para acudir a Roma. Pasó un curso estudiando a los pintores clásicos, de cuyas obras realizó copias, dos de las cuales, de Rafael, se conservan en el Museo de Navarra. De regreso, tras un viaje a Ávila para realizar varios paisajes, se instaló en Durango (Vizcaya) hasta 1925, período en que se relacionó con la Asociación de Artistas Vascos de Bilbao, en un momento en que puede calificarse a esta ciudad de vanguardia artística de España, por las influencias que recibió de París.
A los 36 años regresó a su tierra natal, donde abrió un estudio en una de las dependencias de la Catedral de Pamplona y a partir de entonces realizó su mayor producción artística, centrada en el paisaje pamplonés fundamentalmente (las orillas del Arga, el Puente de San Pedro, la Catedral, el Redín, las Torres de San Cernin, vistas de la ciudad, etc.) y otros terrenos como Tafalla, Estella, Burguete o el Roncal, lo que le llevó a merecer el sobrenombre de «Pintor de Navarra». Calificación que no puede omitir otros paisajes el País Vasco, Aragón o Castilla por él pintados.
No es bien conocida su faceta de pintor de figura. Hizo a partir de 1950 varios retratos construidos con el color, sobrios y en tonos oscuros, en los que acertaba a reflejar la psicología del personaje (retratos del chico de Olite y de Pello Baleztena). Tampoco se ha valorado suficientemente su pintura de interiores de claustros (de la Catedral de Pamplona en particular), de iglesias o de ermitas rurales (San Salbatore de Lesaca), y de fábricas vizcaínas («Fundición»). Su interés por la figura le llevó a realizar una serie de pinturas sobre tallas de iglesia y una obra diversa en su género (carteles, bodegones, escudos y un mural dedicado a San Virila para la iglesia parroquial de Yesa), elaborada a partir de dibujos preparatorios a lápiz, de pocos trazos pero suficientes para definir.
El estilo de Basiano debe mucho a la experiencia impresionista de Regoyos. Su pintura evolucionó desde el divisionismo con que captaba las finezas atmosféricas iniciales, al postimpresionismo final, donde la materia cromática construye y se expresa a lo Utrillo. Evolución que en Basiano fue esencialmente temperamental, pues era capaz de finezas y brusquedades. Realista y honrado ante el modelo que sabe reflejar con una mezcla de intuición y sentimiento. Un expresivo sentido del color caracteriza su obra, con pigmentos ricos, fuertes y atrevidos, de amarillos, rojos y verdes. Tenía una capacidad para advertir y modular la luz según el transcurso del tiempo, y finalmente un sentido para elegir el motivo y tratarlo en el espacio.
Recibió los siguientes premios: Primero del Certamen Artístico del Ayuntamiento de Pamplona en 1928, por su obra «Altos Hornos de Bilbao» (propiedad del citado ayuntamiento; Diploma de Honor de Primera Clase en la Exposición Internacional de Barcelona, por el cuadro «Tejados y Torres de San Cernin»; Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes y Primer Premio del Ayuntamiento de Pamplona en 1943. Realizó al menos un total de 67 exposiciones, de ellas 29 individuales, siendo las más importantes las de Madrid (Salón Nancy 1925, Sala Toisón 1955) y Pamplona (la antológica de la CAMP de 1965).

Bibliografía

J.A. Larrambebere, Jesús Basiano, el paisaje de Navarra, en «Pintores navarros», I. (Pamplona, CAMP, 1981); J.M. Muruzábal del Solar, Vida y obra del pintor Basiano, (Pamplona, 1986) (Memoria de Licenciatura inédita); B. Pantorba, Artistas vascos, (Madrid, 1929); y los catálogos Basiano (Pamplona, CAMP, 1965) y El Pintor de Navarra: Basiano.(Madrid, Sala Toisón, 1955). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. II, pp. 318-319).

BRIÑOL MAIZ, Julio

(Buenos Aires, 1902-Madrid, 1944). Pintor de ascendencia tafallesa. Hizo sus primeros estudios en el Colegio de los Maristas de Pamplona, donde ya sobresalió como dibujante. Ingresó en la Escuela de Artes y Oficios y en la Academia del Pintor Ciga*, quien le animó a proseguir su formación en Madrid. Pensionado por la Diputación Foral, ingresó en 1922 en la Academia de ellas Artes de San Fernando, obteniendo en ella Medalla de Oro. A continuación fue artista pensionado del Paular. Desde 1929 residió en Madrid. En la guerra civil fue movilizado por el bando republicano como cartógrafo. Ya acabada ésta no supo o no deseó continuar su marcha ascendente de pintor, dedicándose sus últimos años a la decoración.
Influido por la escuela clásica española y por el arte de Zuloaga, sobresalió como retratista, estudiando tipos populares al gusto de Velázquez, con luz tenebrista («Olla», «Petit», «Bandrés», «Anciano de la Meca», «Monje de Roncesvalles»). En sus desnudos empleó técnica suelta y fuerte. Vertió su preocupación por la luz en paisajes del Baztán y la Sierra de Guadarrama. Ganó el concurso de carteles anunciadores de San Fermín de 1922; quedó fuera del certamen otro cartel en 1923. Poseen obra suya el Ayuntamiento de Pamplona, el Museo de Navarra y el de Arte Moderno de Madrid.

Bibliografía

J. Briñol Echarren, Julio Briñol Maíz, una esperanza truncada, en «Pintores navarros/1». Pamplona, 1981. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. II, pp. 478-479).

CIGA ECHANDI, Javier

(Pamplona, 1877-1960). Pintor y profesor artístico de ascendencia baztanesa e ideas nacionalistas, que le llevaron ocasionalmente a la política (fue concejal del Ayuntamiento de Pamplona en 1920-1923 y en 1930-1931). Después de haber iniciado estudios en el Seminario de su ciudad natal, los abandonó para ingresar en la Escuela de Artes y Oficios, gracias a la ayuda económica de la familia Urdampilleta. En dicha Escuela fue discípulo de Eduardo Carceller y Enrique Zubiri* y de Inocencio Garcia Asarta* en su estudio particular. En su formación cabe distinguir varios períodos. De 1909 a 1911 asistió a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde realizó brillantes estudios con Moreno Carbonero y Garnelo, contrastados en el Museo del Prado ante las obras de los pintores del Siglo de Oro español, en especial Zurbarán, Velázquez y Goya. Terminado este aprendizaje realizó un viaje por Bélgica y Alemania con su maestro Garnelo, que finalizó con un recorrido de ambos por el norte de Navarra. Entre septiembre de 1912 y julio de 1914 permaneció en París y acudió tanto a las Academias de la Grand Chaumiére y Julian como al Museo del Louvre. Fruto de tal aprovechamiento sería la presentación de su cuadro «El Mercado de Elizondo» (propiedad del Ayuntamiento de Pamplona) a la Exposición de Primavera de 1914, que motivó su ingreso como miembro de número en el Gran Salón de París. La primera guerra mundial truncó esta prometedora carrera y regresó en ese mismo año a Pamplona, donde permaneció hasta el final de su vida, dedicado en parte a la formación de pintores en su academia de la calle Navarrería 19 (Ciga, academia*).

Entre 1914 y 1935 podría situarse el período de madurez artística. Su militancia política, que provocó su encarcelamiento durante la guerra, no le impidió ser apreciado por todos, como lo prueba el homenaje público de que fue objeto en 1952. Cabe situarle, a nivel artístico, en las corrientes de su tiempo. Del Romanticismo deriva su exaltado amor a la tierra, reflejado en su pintura de tipos y costumbres, y del Realismo la búsqueda del hombre, consecuencia también de su admiración por la pintura barroca española. En su estancia parisina se dejó seducir por la fidelidad absoluta al natural, entonces en boga entre los impresionistas tardíos, y por las ideas constructivas de Cézanne, todas las cuales influirían en su paisajismo, tal vez lo más innovador de su arte. Destacó como retratista, asimilando el modelo romántico que buscaba la caracterización del personaje. La variedad de sus retratos es apreciable, habiéndolos de cabeza («Don Nicanor Urdampilleta»), de tres cuartos («Doña Concepción Ochoa Lácar»), con paisaje al fondo («Don Arturo Campeón»), infantiles («Niños de Ariz»), de profesionales («Don Guillermo Balda»), familiares y autorretratos. Realizó una extensa obra de tipos y costumbres, centrada principalmente en el valle de Baztán, dentro de lo que se ha dado en llamar «pintura etnográfica», conectada con la corriente pictórica vasca. Así, plasma en sus óleos a tipos corrientes vistos con naturalismo, aunque dignificados. Recoge también la religiosidad («De rogar por el difunto»), la economía rural (el ya citado «Mercado de Elizondo»), el trabajo, el ocio y la diversión en escenas de género; los amoríos juveniles y la vida familiar («Idilio vasco» y «Cocina vasca»), todo dentro de una concepción amable de la existencia. Se desconocen en parte sus paisajes, que no sólo utiliza para ambientar las narraciones, sino como género independiente, en el ámbito rural y urbano. Si aquél se centra en el Baztán y se interesa por Roncesvalles, Oroz Betelu y el Roncal, éste nos da la visión de la capital navarra con sus jardines, calles o plazas, al gusto parisino. No hay que olvidar tampoco su inclinación por el bodegón, que demuestra una capacidad para individualizar el objeto y dotarle de calidad física, ni su preocupación por otros géneros como el asunto religioso-legendario, el histórico, el desnudo, la pintura animalística y mitológica. Profundo conocedor de las técnicas pictóricas y del óleo en particular, lo fue también del dibujo, como demuestran sus carteles anunciadores de las fiestas de San Fermín y de la Semana Santa pamplonesa. Merece destacarse de su estilo pictórico la impecable técnica compositiva, fundada en el equilibrio de las formas y el dominio de la perspectiva; la valiente plasmación de la luz a través del conocimiento de las virtudes especiales del color; y su interés por una acción reposada de la escena, que le permite detallar la postura, el pliegue o la mirada tanto como la intensidad del momento que envuelve a sus personajes.

Como maestro de artistas, Ciga empleó con ellos métodos prácticos y libres, fundados en la necesidad de ver bien el natural y dominar tanto el color como el dibujo. Han destacado entre sus discípulos pintores como Briñol*, Crispín*, Karle de Garmendía, Lasterra, Eslava, Echauri, Ascunce y fotógrafos como Ardanaz*, Irurzun* y Aliaga. Ciga resultó premiado en los concursos de Carteles Anunciadores de las Fiestas de San Fermín de 1908, 1909, 1910 y 1917, y obtuvo cinco diplomas y medallas de oro en la Escuela de BBAA de San Fernando. Realizó 27 exposiciones, de ellas 8 individuales; cabe destacar las presentadas en el Palacio de la Diputación Foral en 1915, 1951 y 1952. Tras su muerte se celebraron dos exposiciones antológicas de su obra; en 1962 en la CAMP y en 1978 en el Museo de Navarra, organizada por el Ayuntamiento pamplonés. Una parte significativa de ella se conserva en dicho Museo.

Bibliografía

J.I. Martinena Ruiz, Javier Ciga, la perfección realista, en Pintores navarros/1, Pamplona, CAMP, 1981; Varios. Ciga Echandi. Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1976, (Col. «Biblioteca: pintores y escultores vascos…», fasc. 115); y catálogo de la Exposición homenaje a Ciga (1878-1978). Pamplona 1978. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. III, pp. 251-252).

ECHENIQUE ANCHORENA, Francisco

(Elizondo, 1880-1948). Pintor y fotógrafo paisajista, de formación autodidacta, perteneciente a la escuela del Bidasoa. Cultivó la fotografía pictorialista inicialmente, alcanzando en 1907 una Primera Medalla de su especialidad en el Certamen Científico, Literario y Artístico, convocado por el Ayuntamiento de Pamplona, y un año más tarde una de bronce en el Certamen Internacional de Fotografía de Buenos Aires. Nada se ha conservado de aquella su primera orientación artística, que sólo queda atestiguada por su colaboración en la obra de Altadill Geografía del País Vasco Navarro.
Se orientó más tarde hacia la pintura, consciente de las limitaciones del medio fotográfico para desentrañar las impresiones de la naturaleza en su devenir temporal, dotándola de color. Influyó también en su inclinación pictórica su oficio de caligrafista del Ayuntamiento del Valle de Baztán. Tan variada experiencia artística se concreta en un cuidado esmerado para seleccionar el tema pictórico, planificar los espacios, captar los ambientes y detallar con la pincelada y el dibujo. Su visión se dirige al valle de Baztán y en particular a su entorno más proximo, cuyo carácter respeta con escrúpulo. Es el suyo un paisaje montaraz, de pueblos campesinos, caseríos dispersos, caminos y torrenteras, suave o bravío, pero siempre silencioso e inocente. Su obra evoluciona desde el realismo hacia una concepción naturalista más libre entre 1920 y 1939, siendo impresionistas los últimos años. Aunque autodidacta, no le son ajenos m la luminosidad y limpio colorido de Sorolla, ni probablemente las pinturas de sus amigos guipuzcoanos Erenchun y Cabañas Oteiza, que pudieron haberle interesado en una naturaleza fina, jugosa y un tanto ordenada. Expuso en el Palacio de la Diputación Foral, en 1934 y 1947.

Bibliografía: F.J. Zubiaur Carreño, «Francisco Echenique Anchorena», en Pintores Navarros, 1 (Pamplona, 1981) CAMP; y La Escuela del Bidasoa (Pamplona 1986), Institución Príncipe de Viana. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. IV, pp. 163-164).

ESPARZA PÉREZ, Nicolás

(Tudela, 1873 – Sestao, Vizcaya, 1928). Pintor, grabador y profesor de dibujo que, tras sus primeros balbuceos artísticos en Tudela, fue pensionado a Madrid por la Diputación Foral para realizar estudios en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado entre 1888-1891, donde obtuvo premios de colorido, de composición y de grabado en dulce. Amplió después sus conocimientos en el estudio de José Moreno Carbonero, en la misma ciudad. También se le considera discípulo de Ricardo de los Ríos.
Concurrió a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1892, 1895 (en que recibió una Mención Honorífica su «Retrato de Dña B.C.»), 1897 (en que volvió a recibirla su cuadro «Estudios Superiores», también titulado «En la escuela», compartiendo el Diploma de Honor con «Ciencia y caridad» de Pablo Ruiz Picasso), 1899, 1901, 1904 (éste año le concedieron Medalla de Tercera Clase, en la sección de grabado, por su «Retrato al aguafuerte y buril») y 1906. En 1910 obtuvo la cátedra de dibujo de la Escuela de Artes y Oficios de Sestao, de la que fue Director; se trasladó a Vizcaya, donde pronto sería considerado el retratista de moda en Bilbao. Firmó sus obras de esta época con el seudónimo de E[nrique] Arenas Quintero. Discípulos y admiradores levantaron un monumento a su recuerdo en la Plaza de Sestao.
Con grandes dotes para el aguafuerte, su especialidad fue el retrato, alcanzando magníficas caracterizaciones de personales de la burguesía vizcaína, de eclesiásticos (como el «Cardenal Soldevilla», encarto del Ayuntamiento de Tudela), artistas («Retrato de Aniceto Marinas»), figuras históricas («Carlos III») o tipos comunes («Un repatriado»), en las que su poderosa técnica de dibujante y pintor se hacían palpable, con sentido de la elegancia y de la proporción, en una resolución plástica de tonos sobrios, fondos neutros y claroscuro muy en la tradición clásica española. Pintó algunas escenas de interior, íntimas, cotidianas y equilibradas. Poseen obra suya los Ayuntamientos de Tudela y Portugalete (Vizcaya), la Diputación Foral y el Museo de Navarra.

Bibliografía: S. Martín-Cruz, Nicolás Esparza Pérez, el amor a los demás, en Pintores navarros/1 (Pamplona, 1981). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. IV, pp. 406-407)

GARCÍA ASARTA, Inocencio

(Gastiáin, 1861-Bilbao, 1921). Pintor especializado en el retrato. Realizó sus primeros estudios en Vitoria. A los veinte años, marchó a Roma donde trabajó haciendo copias de Miguel Ángel y Caravaggio para sobrevivir. De regreso a Pamplona, la Diputación Foral le denegó una pensión por él solicitada, que debió avalar con un óleo, hoy en el Museo de Navarra, titulado «Gitana con guitarra». En 1890 consumó su aprendizaje en París, en la Academie des Beaux-Arts, con pintores academicistas como Jules Lefebvre y Bougereau, y en la Academie Julian, con Robert-Fleury, que sin duda le proyectaron hacia géneros tales como el retrato, la pintura de costumbres o de historia. Expuso en esta capital en los Salones de 1895-96 y en Galerías Sylberberg con notable éxito, tras de lo cual dedicó un año (1896) a estudiar en el Museo del Prado a los grandes maestros Velázquez dejaría huella en sus retratos.
En 1900 estableció su residencia en Bilbao, donde se disputó en esta época los retratos oficiales con otro navarro, Nicolás Esparza*. En 1912 realizó los retratos de «Máximo Aguirre» y de «Pablo García Ogara» para el vestíbulo de la Sociedad Bilbaína y cinco años más tarde presentó una exposición individual en la Asociación de Artistas Vascos. Acudió constantemente a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes (Madrid). Lo hizo en 1897, 1899, 1904, 1901 y 1909. En la primera ocasión obtuvo Mención Honorífica por sus obras «Un rincón de la Sierra de Urbasa», «Retrato», «Retrato de mi prima Petra», «Una aldeana de las Améscoas», «Paisaje de Estella» «Los llanos de Estella», «Noticias de Cuba» y «Apunte de la plaza de Oriente». Y en la de 1906 volvió a obtener otra Mención, esta vez por cuatro lienzos titulados «Sardineras vascongadas», «Costas de Ondarroa», «Retrato del Sr. Gandarias» y «Retrato del Sr. Meñaca».
Cultivó géneros diversos. Además de los citados, pintó escenas de interior, temas mitológicos («Ulises atraído por las sirenas»), paisajes pirenaicos o cantábricos y rozó aspectos sociales, como atestigua el óleo «Vuelta del trabajo», propiedad de la Diputación Foral. Pero el género donde más destacó fue el retrato, mostrándose concienzudo, realista, seguro y suelto en la técnica, características que asimilará su hija, la también pintora y retratista Asunción García Asarta. Son dignos de mención los retratos de «Sabino Arana» y «Estanislao de Aranzadi». La Diputación Foral posee un retrato de la Reina Regente María Cristina de Habsburgo y el Ayuntamiento de Pamplona un cuadro de la vieja historia de Navarra, el «Alzado sobre el pavés de Iñigo Arista».
Destacan entre sus cualidades plásticas el dominio de los grises, de las perspectivas y de los claroscuros, heredados de la más perfecta escuela española. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. V, pp. 278-279).

LARRAGA MONTANER, Andrés

(Valtierra, 1860-Barcelona, 1931). Pintor. Se trasladó muy joven a Barcelona, donde cursó estudios, parte de ellos con el paisajista José Armet, pintor de formación romana ligado a la Escuela de Olot. Fue pensionado a París por el empresario textil, economista y político barcelonés Juan José Ferrer Vidal. Expuso regularmente en la Sala Parés de Barcelona, ciudad en donde obtuvo en 1888 la Tercera Medalla de la Exposición Universal. Cultivó todos los géneros, especialmente obras históricas y paisajes. Parece que tuvo especial destreza para componer y decorar. Entre sus obras figuran los cuadros titulados Sacrificio (col. Berceche, Buenos Aires) y Horas de angustia (Medalla de Honor de una exposición de Santiago de Compostela). La Diputación Foral organizó una exposición de sus obras en Pamplona, una de las cuales -la titulada «Andaluza»- pasó a engrosar los fondos del Museo de Navarra. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. VI, p. 430).

LIZARRAGA ISTÚRIZ, Gerardo

(Pamplona 1905 – México D. F., 1983). Pintor y dibujante. Inició su formación artística en su ciudad natal y la continuó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde sería distinguido con diplomas y premios por su aprovechamiento. Recibió clases de Plá, Benedito y Romero de Torres. En dicha academia conoció a Remedios Varo y Uranga, con quien contrajo matrimonio en 1930, dedicándose a partir de entonces casi en exclusiva al cartelismo. Dos años antes estuvo en París pensionado por la Diputación Foral, donde asimiló el estilo de los cubistas. Durante la década de 1930 vivió en Barcelona, trabajando como director artístico de la empresa publicitaria Walter Thompson Company y vivió diversas experiencias en el campo cinematográfico, de la ópera y del teatro. Fundó el Sindicato de Dibujantes Profesionales.
La Guerra Civil supuso para él, de clara ideología republicana, su reclusión al final de la misma en el campo de Argelés sur Mer, en Francia, hasta 1941 en que fue liberado. Residió en Marsella, donde expuso sus pinturas en Galleries Paradis y Salle Mirian Michelle. Se refugió a partir de 1942 en México, país en el que realizó numerosas exposiciones de retratos, paisajes, escenas costumbristas vascas y temas taurinos, no desdeñando ni el dibujo ni el mural. En el Centro Vasco de la capital mejicana organizó una exposición homenaje al pintor Aurelio Arteta. Separado de su esposa, casó con Asunción Lazcorreta, por quien llegaron al Museo de Navarra quince obras del pintor navarro.
En su estilo, muy personal y libre, se mezclan las sugerencias cubistas, el naturalismo y el amor a los grandes maestros del pasado. Y en su obra, junto a la vivacidad y al ritmo, existe un dominio del oficio y del dibujo en especial, y una paleta en la que los ocres y tierras alternan con los azules y negros, todo entre limpias iluminaciones. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. VII, p. 91).

LOZANO DE SOTÉS, Pedro

(Pamplona, 1907-1985). Pintor y escenógrafo, dibujante cartelista, ilustrador y figurinista, profesor de dibujo. Sin precedentes artísticos familiares (su padre era sastre), estudió el bachillerato con los P.P. Escolapios y a continuación Comercio. Un accidente, que le imposibilitó durante cierto tiempo, le descubrió el mundo de la pintura. Ingresó en la Escuela de Arte y Oficios. Fue discípulo de Millán Mendía, de Zubiri* y de Ciga*, quien le animó a matricularse en 1925 en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) lo que hizo becado por la Diputación Foral. En dicha Escuela conoció a la que fue su mujer Francis Bartolozzi, hija del ilustrador Salvador Bartolozzi, con quien tuvo varios hijos, uno de ellos también artista, adoptó el apellido de su madre, Rafael Bartolozzi.
Compartió los días de Madrid con los pintores navarros Muro Urriza y Gerardo Lizarraga. Amplió estudios complementarios en la Academia de Artes y Oficios de la calle de la Palma. En los años que precedieron a la guerra de 1936 trabajó junto a Francis como escenógrafo y figurinista de los teatros Infanta Isabel, Español y Experimental del Estudio de Arte Dramático, gracias a las nociones técnicas recibidas de Hipólito Sancho Lobo y a las buenas relaciones de Salvador Bartolozzi en el campo de la dramaturgia. Su colaboración más ambiciosa, dentro de esta especialidad decorativa, fue en el marco de las Misiones Pedagógicas de Teatro dirigidas por Nicolás Santullano y realizadas por Casona, Torner y Salinas. Colaboró ilustrando portadas para el Departamento de Publicaciones del Ministerio de Comercio. La guerra le sorprendió en Madrid, debiendo colaborar con el «Altavoz del Frente» para no ser movilizado. Se le encargaron los retratos de los personajes republicanos del momento o de los ideólogos de izquierdas más destacados.
Regresó a Pamplona en 1940, fijando aquí su residencia definitiva. Sus principales actividades fueron las de escenógrafo y figurinista, ahora al servicio de la Institución Cunas y de su compañía de teatro infantil «Tirso de Molina», creada por el Padre Carmelo de Jesús Crucificado*, que representó hasta 34 dramas; también preparó telones para el espectáculo religioso Hagioscenia, estampas de la Pasión de Antonio Ona Echave* y para Duguna, espectáculo sobre el folklore navarro, incluso para el grupo de teatro «El Lebrel Blanco» en sus comienzos. Colaboró como ilustrador de la prensa local («Diario de Navarra», «Pregón») y del Movimiento («Arriba España»). Destacan sus trabajos las del salón de actos de la Casa Sindical de Pamplona y de los Hogares del productor de Corella, Cortes, Caparroso y Cadreita. La actividad muralista de los años 50 y 60 resultó intensa tanto en ermitas (Virgen de las Nieves en Irati, San Guillermo de Arnotegui en Obanos), como en iglesias (San Pedro de Elcoaz), escuelas (Escuelas de Peritos Agrícolas de Villava), guarderías infantiles, complejos fabriles, hoteles, bares, clubs, comercios y domicilios particulares.
Colaboró con Santos Beguiristáin en el diseño de trajes de época para su iniciativa del Misterio de Obanos* y con el Ayuntamiento de Pamplona en el diseño del vestuario de su grupo de danzas. Destacó incluso como vital y dinámico cartelista, habiendo alcanzado, siempre con la soterrada colaboración de su mujer, los premios de los carteles anunciadores de San Fermín de 1941, 1942, 1946, 1950, 1954, 1961 y 1974, y realizado otros muchos sobre temas deportivos, turísticos o locales. Ilustró libros como Patria y hogar de A. Villanueva o Romerías navarras de Astiz-D. Baleztena. Desde 1951 hasta su jubilación, Lozano fue asimismo profesor de dibujo.
Su estilo es realista, clásico, pero fuerte y atrevido, de cromatismo ajustado. Así se revela en sus paisajes de la Montaña y la Ribera, de pueblos, callejuelas o campos donde siempre queda el detalle histórico (sea el carro o al animal) para la posteridad. Al interés etnográfico se une en ellos una cierta evocación producto de la fantasía que líneas y perspectivas, inspiradas en lo escenográfico, dan al conjunto. Son paisajes esenciales, contrastados de luz, que sirven en ocasiones como fondo a tipos y tradiciones populares también recuperadas por el pintor, siempre con una fidelidad a la realidad, al carácter de su tierra. Junto al tema rural o folklórico, también se inclinó por el marino de los pescadores vascos, incluso por la brujería dando rienda suelta a sus ensoñaciones. En los murales, en cambio, el realismo de sus paisajes, emparentado con los pintores norteños (Arteta, Ramiro Arrúe, Ramón y Valentín Zubiaurre, Zuloaga), se torna más emotivo, se ablanda gracias al sentimiento de Francis Bartolozzi, y se supedita más a las fuentes históricas o a las corrientes de moda, sea el constructivismo, el naturalismo o el ingenuismo. Lozano ha anejado diestramente el dibujo, al que presta calidades diversas. Sus comparecencias a exposiciones fueron reducidas, casi siempre, salvo la de 1978, en compañía de su mujer o de su hijo Rafael. El Ayuntamiento de Pamplona, en 1986, homenajeó al extinto pintor con una muestra de obras del matrimonio de artistas en el Polvorín de la Ciudadela y la edición de su biografía. Guardan obra suya el Museo de Navarra y el Español de Arte Contemporáneo.

Bibliografía

P. Lozano Bartolozzi, Pedro y Pitti. (Pamplona, 1986); S. Martín-Cruz, Lozano y Sotés y Francis Bartolozzi, una difícil unión que se realizó pintando, en Pintores navarros/2. (Pamplona, 1982). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. VII, pp. 143-144).

MAEZTU Y WITNEY, Gustavo de

(Vitoria, 1887-Estella, 1947). Pintor, litógrafo, escritor y conferenciante, hermano del filósofo teorizador de la ciencia política y literato Ramiro y de la pedagoga María de Maeztu. Puede asimilársele a la Generación del 98, en la que se incluye a su hermano, por su constante preocupación de lo nacional, al igual que otros pintores como Zuloaga y Gutiérrez Solana. Artista ciertamente personal, gozó siempre de una curiosidad dispersa, que le llevó a interesarse en la antropología, la historia antigua, las religiones, la filosofía, la literatura, o la forja del hierro, la cerámica, el grabado y la pintura, atraído en este caso por la química de los materiales artísticos. Recibió una educación internacional, mezcla de la tradición inglesa (por parte de su madre) y española, a su vez teñida del vasquismo del apellido Maeztu, originario al parecer de Marañón. Sin precedentes artísticos familiares, llegó a dibujar por convalecencia de un accidente sufrido en Vitoria.
Afincado en Bilbao al fallecer su padre, ingresó en la Escuela de Artes y Oficios, donde fue discípulo de Antonio María de Lecuona y de Manuel Losada. Se educó entre los pintores que cimentaron la naciente Pintura Vasca (José y Alberto Arrué, Tellaeche, etc.) o junto a otros escultores e intelectuales, que dieron a la cultura vasca un impulso modernizador a través de la Asociación de Artistas Vascos de Bilbao. De sus reuniones con éstos en el Café Arriaga, surgió su proyecto de un semanario satírico llamado «El Coitao», iniciativa compartida con José Arrue y el escultor Luis Mogrovejo. Fue una publicación agresiva e iconoclasta como el propio Gustavo en las dos primeras décadas del siglo XX, tiempo que además de servirle para formarse como pintor, utilizó en escribir literatura anticlerical, antimilitarista y antiburguesa, aunque después evolucionaría hacia un monarquismo liberal moderado.
En 1910 se inició la aparición de sus novelas Andanzas y episodios del Señor Doro, El imperio del gato azul, El vecino del tercero y El robo de la Gioconda. A ellas siguieron otros trabajos sobre estética (Fantasía sobre los chinos), teatro (Cagliostro, Benbrandt, Cabaret) y fantasías sin palabras (Fátima, Macbeth, La camorra dormida). Publicó cuentos en la revista «Nuevo Mundo» y artículos diversos en «El Liberal» y «La tarde» de Bilbao. Y, ya en Navarra, en la revista «Pregón». En tales escritos expresó Maeztu sus fantasías sin demasiada corrección literaria, pero con una espontaneidad que no desdeñaba el rico lenguaje popular. Su inconformismo social ocultaba en el fondo, sin embargo, un deseo regeneracionista de España, semejante al de su hermano Ramiro y al de los miembros de la Generación del 98. Con poco más de veinte años amplió estudios artísticos en la Academia Colarossi de París, coincidiendo en ella con los hermanos Arrué, Tellaeche, Arteta, Nonell, y Hermenegildo Anglada Camarasa, cuya sensualidad decorativa y colorística le influiría entonces (Musa nocturna, Mi hermana María).
De 1910 al comienzo de la guerra civil se extendió la etapa más fecunda del pintor, y ello coincidió con sus actividades y exposiciones con la Asociación de Artistas Vascos, no sólo en Bilbao, sino en Madrid y Barcelona. Es la época en que la crítica destaca el fuerte carácter nacional de su pintura, dándole el doble calificativo de «vasco» y «castellano», por la grandiosidad y austeridad de su obra por un lado y el carácter religioso-heroico por otro. Tras regresar de París, viajó por casi toda España para encontrar la esencia de su historia y de la raza. Pintó entonces cuadros de figura con paisaje castellano (Los novios de Vozmediano, El ciego de Calatañazor, Las samaritanas, La tierra ibérica, Lírica y religiosa, etc.). Recaló en Madrid, donde se presentó a varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes (la penúltima de las obras citadas obtuvo Medalla de Tercera Clase en 1917) y participó de las conversaciones del grupo modernista de «El Pombo», en compañía de Ramón Gómez de la Serna. Su primera exposición individual, fue sin embargo, en la Sala Dalmau de Barcelona en 1912. En esta ciudad expuso varias veces en las Galerías Parés y Layetanas, y entabló amistad con Utrillo y Rusiñol.
De 1919 a 1921 permaneció en Inglaterra. Expuso en Londres, Leeds, Manchester y Sheffields. De este momento son algunos de sus mejores retratos de la alta burguesía sajona (Lady Diana Manners, Lady Lavery, Mrs. Barret), pero prosiguió con su inclinación a representar los tipos olvidados de la sociedad, en este caso los chinos de los bajos fondos urbanos. En Londres, a través de Turner, descubrió el etnicismo exagerado de su pintura, que intentó eliminar a partir de entonces, aunque, paradójicamente, esta eliminación trajo con el tiempo su decadencia artística. Entre 1936 y su muerte, establecido ya en Estella, deseará de nuevo recuperar el primitivismo español despojado de sus cuadros, pintando obras como El toro ibérico, que fueron miradas con reserva por la crítica. Motivaron su instalación en Navarra las pinturas murales alegóricas de la región que le fueron encargadas por la Diputación foral para decorar su salón de sesiones y, una vez terminadas éstas, iniciada la guerra civil, escogió Estella para pasar los once últimos años de su vida. Llevado del amor a la ciudad, cedió todas las pertenencias de su estudio al ayuntamiento estellés, fondos que constituiría el museo Gustavo de Maeztu*, abierto en el palacio de los Reyes de Navarra. Fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad y enterrado en ella con todos los honores.
En su obra, compuesta por pintura al óleo, a la encáustica o mural, litografías y dibujos, Maeztu busca a menudo grandes símbolos para dar una imagen exaltada, épica y emotiva de España. Se sirve para ello de una composición jerarquizada, que ofrece en primer plano las figuras ordenadas al gusto decorativo del muralista, pero éstas en una actitud metafísica, y en segundo término el espacio paisajístico. Se alcanza la perspectiva mediante líneas geométricas que construyen las pesadas masas del fondo y con el color, que es objeto de especial atención. Busca con el empaste, con los verdes y azules ensombrecidos del fondo y las combinaciones de rojos, amarillos y violetas en los primeros planos, dar al cuadro un efecto visual de acusada tridimensionalidad. En los dibujos, construidos con trazo miguelangelesco y denso sombreado, hay el mismo deseo de corporeidad y exhuberancia. En cambio, se muestra más experimentador en el difícil arte del grabado.
Cultivó todo tipo de géneros, no sólo figura de tipos o retratos de personajes distinguidos, sino desnudos (como Eva), empleando el formato habitual de tres cuartos, concibiendo un variado retablo de paisanos, majas, musas, amantes, toreros, etc., en el que se incluyó él mismo. También dejó escenas intimistas de interior, adornadas por la seducción del misterio, paisajes, grandiosas composiciones y bodegones. Estilísticamente, la obra de Maeztu se ve muy influida, en la concepción del mundo y técnicas, por los maestros italianos del Renacimiento, pero no le es ajena la escuela clásica española ni los avances modernistas desde el impresionismo al cubismo.

Bibliografía

P. Manterola, M. Sánchez Ostiz, F.J. Zubiaur, Gustavo de Maeztu (Pamplona, 1986). (Referencia:GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. VII, pp. 179-180).

MARTÍN-CARO SOTO, Julio

(Pamplona, 1933 – Madrid, 1968) Pintor clasificado en la nueva figuración española que se desarrolló a principios de la década 1960 y supuso una reacción ante el informalismo, ya agotado. Contemporáneo de Saura, Barjola, Mateos, Medina, Vento y Fraile, se sitúa como ellos en la vanguardia de un expresionismo abstracto de carácter neo-goyista, al que se entrega sobre todo en los diez últimos años de su vida, truncada prematuramente por una vasculopatía generalizada que condiciona dolorosamente su existencia.

De familia de comerciantes y toreros, mitad castellana y mitad navarra, tuvo una inclinación acusada por la música y la literatura. Su autor preferido era Kafka. En 1953 dejó sus estudios universitarios para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde fue alumno, entre otros, de Manuel Gutiérrez Navas, Pancho Cossío y Carlos Pascual de Lara, con quien colaboró en las pinturas murales del Teatro Real y a quien debía su admiración por El Greco. En estos años acudía tres veces por semana al Museo del Prado y estudió con detenimiento no sólo al pintor hispano-cretense, sino al tenebrista Zurbarán y a Goya, cuya serie negra le impacto poderosamente. En 1959 obtuvo una beca extraordinaria de la Institución Príncipe de Viana para ampliar estudios de pintura al fresco en la Escuela de Bellas Artes de Venecia, con su director y célebre muralista Bruno Saetti, que le propuso como adjunto de su cátedra. Esta ayuda oficial fue recomendada por Daniel Vázquez Díaz.

La evolución estilística del pintor, hasta este momento, había sido rápida. Comenzó por concebir sus temas de forma impresionista. Le atrajo a continuación el postimpresionismo, con una influencia de Van Gogh en la expresión cromática y de Cézanne en la simplificación de volúmenes y planos, orientándose hacia un cubismo que buscaba a la par la expresividad de las cosas, sacando de ellas su intimidad sustancial. Fue el momento en que se interesó también por la pintura descarnada de Gutiérrez Solana. La relación con Saetti, sin embargo, le fue trascendental, pues por un lado profundizó en las técnicas de pintura mural «a la veneciana», que harían ganar en expresividad sus representaciones, y por otro el fuerte patetismo del pintor boloñés -que deformaba la figura hasta rozar el arte abstracto- empujóle aún más al expresionismo, que en esos años venían impulsando artistas como Bacon, Dubuffet y De Kooning. El expresionismo de Martín-Caro buscaba, por influencia de la pintura mural y del tenebrismo español, la sugestión escultórica de la figura en el espacio. De ahí que también se le considere dentro del espacialismo, según el cual la forma debe proyectarse en el espacio tanto como éste dentro de aquélla. Aficionado a los viajes, de ellos se sirvió para inspirar su obra y realizar profundos estudios, por ejemplo de la pintura renacentista italiana y de la de Brueghel el Viejo, en Viena. También le sirvieron para darse a conocer en Europa y América, de modo especial en Francia, Italia, Venezuela y Estados Unidos. Desde el punto de vista estético, el interés de su pintura se centra en el valor dado a la composición de las figuras y a la transformación de las texturas de color, pues si en un principio se sirve de la mancha espesa para definir la forma, después se licúan éstas, se enfrían sus gamas cromáticas en grises, blancos y ocres, y se gestualiza el trazo pictórico con vehemencia, en la misma progresión temperamental del autor hacia el existencialismo. Utilizó procedimientos técnicos personales. Empleó el gouache y estampó magníficas litografías, de apariencia pictórica y trazo expresionista. Pintor de paisaje, de retrato y de naturaleza inerte, lo fue sobre todo de la figura humana o animal, dolorosamente consideradas. Destacan sus series de campesinos, desnudos, carneros eventrados, maternidades y formas humanas. Martín-Caro alcanzó el Premio del Ayuntamiento de Madrid (1955), el Ciudad de Pamplona (1962) y el Mestre de Pintura de Italia (1960). Su obra se conserva en importantes museos y colecciones nacionales y extranjeras.

Bibliografía

Julio Martín-Caro, a los 10 años de su muerte. Pamplona, Sala de Cultura de la CAN (1978); M. Carlón. Julio Martín-Caro, el magisterio del dolor. En «Pintores navarros/1». Pamplona, CAMP (1981). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. VII, pp. 236-237).

MARTÍNEZ PÉREZ, Crispín

(Aibar, 1903 – Tafalla, 1957). Pintor. Nacido en el seno de una familia modesta, sus primeros años transcurrieron en San Sebastián; se afincó en Pamplona sobre 1918. Hasta 1929, en que se trasladó por un tiempo a Logroño, siguió algunas lecciones de Javier Ciga*, pero pronto las abandonó; se le puede considerar como un autodidacta completo. A consecuencia de su primera exposición en Pamplona, la Diputación Foral le concedió una beca que le permitió ir a Madrid, pero por consejo del pintor Salaverría no ingresó en ninguna academia. Se formó, por tanto, sin otra dirección técnica que la propia, asistiendo a museos y exposiciones o estudiando en los libros. Acudió a París, pero se ignora casi todo de aquel viaje. Sus pintores más admirados fueron El Greco y Goya, así como el Zuloaga retratista, el Anglada decorador y Rusiñol como paisajista.
Durante su permanencia en Logroño, de 1929 a 1934, se entregó a la preparación de escenografías para el Teatro Bretón de los Herreros, donde intervino como intérprete de algunas zarzuelas, llevado de su interés por el teatro y facilidad para el canto (había sido miembro del Orfeón Pamplonés). Como pintor cultivó los géneros de paisaje y retrato. Es poco conocida su pintura de las tierras navarro orientales, interpretadas con exactitud («Plaza de la Virgen de Aibar», «La Foz», 1924 y 1957). Hizo también algunas escenas costumbristas, pintura religiosa («El regreso del hijo pródigo» para la iglesia de San Francisco Javier de Pamplona, 1952) y decoraciones de muros, mobiliario e incluso vestuario teatral, gracias a su habilidad artesanal. Modeló en barro y dejó un solo ejemplo de escultura en mármol -el «Busto de María Teresa de Torres» (1948), del Ayuntamiento de Aibar- con difuminado praxiteliano.
Su versatilidad le hizo descubrir nuevas técnicas de aplicación del óleo y experimentó con plásticos y caucho. Lo mejor de su producción artística es el retrato, no ya pictórico, donde obtuvo buenos resultados («Retrato de Silvia Lacunza de Barragán», 1951), sino en el campo del dibujo al carboncillo, pastel, sanguina o bistre. En sus retratos, y más en los realizados al pastel, supo comprender la forma de interpretarla con la luz y el color de manera magistral. Son de obligado recuerdo los retratos de personajes históricos que hiciera para el diario «Arriba España» en 1936-37 («Mola, Franco, José Antonio, Hedilla», etc.) y otros sobre tipos populares como «El Campesino», segundo premio del Certamen Científico, Literario y Artístico de Pamplona (1928). También cartelista, realizó los carteles anunciadores de las Fiestas de San Fermín de 1940 y 1945. De sus exposiciones, que no fueron muy numerosas, cabe destacar las de Madrid y París de 1924, la del Ateneo de Logroño de 1927 y la del hall del Teatro Gayarre de 1936. A su muerte le homenajearon los artistas navarros, con sus obras, en el Centro de exposiciones de la CAMP.

Bibliografía

J.A. Eslava, Crispín Martínez, El genio investigador, «Pintores navarros/1» (Pamplona, 1981). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. VII, p. 243).

PÉREZ TORRES, Miguel

(Tudela, 1894 – Pamplona, 1951). Pintor de retratos y tipos populares que hizo también alguna incursión en el paisajismo. Sin antecedentes artísticos familiares, pues su padre tenía en Tudela un almacén de hortalizas, se dedicó a pintar por «prescripción facultativa», según el mismo gustaba decir, pues en razón de su débil salud fue enviado por el Dr. Jiménez Riera a pasar el año 1918 en el valle de Baztán, aconsejándole pintar para modelar su carácter nervioso. En esta época trabó amistad con Ciga*, que también pudo reforzar en él la vocación artística. El citado pintor le dedicó un retrato de aire afrancesado y modernista. En Baztán pintó los primeros paisajes. Su aprendizaje fue rápido y sorprendente. Utilizó con acierto el pastel y el óleo, como prueba el éxito de su primera exposición en 1919 en el salón de Arte Moderno de Madrid. Acudió después a Barcelona para ampliar conocimientos con José Mongrell, maestro valenciano influido por Sorolla, pero más detallista que éste, medio por el que tal vez recibiera Pérez Torres la luminosidad, vivo cromatismo y carga atmosférica que caracteriza a parte de su obra.
Entre 1925-30 estudió en la escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde fue discípulo de Francisco Alcántara y entabló relación con el crítico Luis Doménech, que le descubrió el Museo del Prado. En 1922, al ganar una Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes con el cuadro titulado La Confesión del Capuchino (propiedad de la familia Huarte), la crítica le confirmó como continuador de la escuela clásica de Velázquez, Zurbarán y Goya. En esta época se inició, según algunos autores, su decadencia artística, por haberle perdido el afán de perfección al tratar de parecerse en exceso a los grandes maestros del Prado.
En la década de 1920 aparece su obra más espontánea y lograda: las series de viejos, hortelanos y capuchinos, más alguna escena del interior de taberna o domésticas. Son de obligada cita sus óleos El cristero, Matarratas, El Malagueño, La vendedora de verduras y los retratos de Un Magistral, Moza de Elizondo y los padres capuchinos Buenaventura y José de Lezo, obras dentro de un realismo naturalista y acertada caracterización. En 1932 se instaló en Pamplona, dedicándose hasta el final de su vida a la enseñanza artística en el instituto femenino Príncipe de Viana y en la Escuela de Artes y Oficios, sin apenas exponer, llevando una existencia inadvertida propia de un hombre de salud quebrantada. Una colección significativa de su obra se halla en el Ayuntamiento de Tudela.

Bibliografía

J.M. Iribarren, Miguel Pérez Torres, pintor tudelano, «Pregón», (Pamplona 1965); P. Manterola, Miguel Pérez Torres. La ausencia de espíritu de superación. En Pintores Navarros (Pamplona, 1981). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. IX, pp. 114-115).

ROYO JIMÉNEZ, Mariano

(San Sebastián, 1949 – Pamplona, 1985). Pintor y animador cultural que se afincó en Pamplona a los quince años de edad. Ingresa en la Escuela de Artes y Oficios, presentando su obra por primera vez en el Museo de Navarra (1968) en unión de Garrido, Alicia Osés y Salaberri. Sus primeros años de vida quedaron señalados por una dura experiencia en oficios varios que llevó a cabo entre Bilbao, Soria y Pamplona (vinatero, trapero y ayudante de chapista), de donde -según Aranaz- «saca materia para los sueños y para el arte». En la Escuela de Artes y Oficios tuvo como profesores a Ascunce, Isabel Baquedano, Beúnza y Sacristán*, y trabó amistad con otros pintores de su edad (Morrás, Aquerreta, Osés, Resano, Azqueta, Garrido y Salaverri) que integraban la que Moreno Galván llamó «Escuela de Pamplona». Fuera de estos estudios su formación fue autodidacta. Desarrolló una apretada labor educativa en el terreno de las artes plásticas: durante diez años fue profesor del instituto Irabia (1968-77), se incorporó al taller de Artes Visuales* de los hermanos Morrás y abrió en la calle San Antón un estudio-academia para el aprendizaje libre de futuros artistas, que ha sobrevivido a su fallecimiento. Destacó como promotor de la idea del Instituto Navarro de Arte Contemporáneo (junto a Manterola y Salaverri), fue uno de los animadores de los primeros Festivales de Navarra*, e impulsor del Premio Internacional de Pintura organizado en su seno (ganó un accésit del mismo en 1984), dirigió durante un año la Sala de Cultura de la CAN en Burlada y participó en numerosos programas de interés cultural para la ciudad (muestras de Artesanos, crónicas de Juventud).
En la obra de este pintor hay tres momentos diferenciados. Primero uno figurativo, de denuncia de la realidad, unido a la expansión urbana de Pamplona, en el que se plantea el choque entre lo nuevo creciente y lo tradicional en proceso de destrucción. Es una pintura estática, de grandes masas y colores planos, neutros y suaves, utilizando pintura acrílica sobre tabla o lienzo, procedimiento que se hará habitual en él. Sobre 1973 va desligándose de los planteamientos comunes a la «Escuela de Pamplona», para desarrollarse individualmente. Aunque sigue partiendo de los problemas humanos y en especial de las consecuencias negativas que para el hombre tiene el tecnicismo o la contaminación de la naturaleza, desarrolla su discurso de forma intimista, no renunciando a una simbología de carácter mágico. Así presenta productos masificados de uso diario colocados en un entorno de mal gusto, decorado en serie. Usa el color para expresar agrado o disgusto, escogiendo para ello gamas más intensas. Desde 1976 su intimismo va trocándose en un surrealismo de tipo onírico o imaginativo, no ajeno a lo maravilloso, utilizando para ello colores suaves y alegres que presentan una luz atemporal, apartándose del planismo y hallando en la perspectiva un medio de acentuar la fantasía. Este proceso, que se expresa con un lenguaje abstracto, coexiste con otra pintura más vibrante, de tonos fuertes (rojos y negros), aplicados con gesto instintivo, que acaba por destruir las formas delineadas y la delicada atmósfera cromática que en el mismo período alcanzan otras obras, destacándose como un verdadero expresionista. Caracterizó a este pintor un vitalismo ambivalente, unas veces delicado y otras enérgico, como ponen de relieve los tratamientos de las texturas cromáticas sobre el soporte, a través de las cuales buscaba tal vez descubrir lo más profundo de sí mismo. Ambas tendencias quedaron bien representadas en su última exposición de la Ciudadela (CAMP, 1985). Mariano Royo llevó estas experiencias al cartelismo publicitario y al mural (murales de ingreso al Hospital de Navarra). También se interesó por el cine y rodó un cortometraje sobre el «Poblado de Santa Lucía», primer premio del Certamen Internacional de Cine Documental, Sección de Cine Vasco, de 1978. Sus exposiciones fueron numerosas. En 1980 y 1982 se presentó individualmente en Nueva York. Poseen obra suya el Ayuntamiento de Pamplona, el Gobierno y Parlamento de Navarra, las Cajas de Ahorros Municipal de Pamplona y de Navarra.

Bibliografía

I. Aranaz Zuza, Mariano Royo pintor. (Pamplona, 1986); J. M. Moreno Galván, La escuela de Pamplona, Rev. «Triunfo», (Madrid, 4 de abril de 1970); Catálogo de la exposición Mariano Royo. Pinturas 1982-1985. (Pamplona, CAMP, 1985). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. X, pp. 58-59).

SACRISTÁN TORRALBA, Gerardo

(Logroño, 1907-Pamplona, 1964). Pintor y profesor artístico; adquirió parte de su formación en Madrid, dentro de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde fue discípulo de Moreno Carbonero, Romero de Torres, Zuloaga y Benedito. Permaneció en París tres años, becado por la Diputación y Ayuntamiento logroñeses, y realizó un extenso viaje por Europa. Tras conseguir una cátedra de dibujo a mediados de la década de 1940, fue destinado al Instituto Ximénez de Rada, de Pamplona. En 1951 fue nombrado profesor de dibujo y pintura de la Escuela de Artes y Oficios. Maestro de gran número de pintores navarros, entre ellos Beúnza, Eslava, Lasterra, Manterola y Viscarret, alcanzó su magisterio, incluso, a los integrantes de la llamada «Escuela de Pamplona» (Aquerreta, Azqueta, Garrido, Morrás, Osés, Resano, Royo* y Salaverri). Se le ha situado entre el impresionismo levantino-andaluz, la escuela de Velázquez y Cézanne. Sobresalen en su producción los cuadros de figura y composición, los bodegones y el retrato, género este último en que destacó especialmente. Pintó tipos populares, retratos de encargo o autorretratos, concebidos siempre con una elegancia austera, factura muy correcta y vida interior. Se advierten en su obra una especial pulcritud técnica, estudio de la luz y del volumen, muy lógicos dentro de la formación recibida. Apenas expuso en Navarra; dedicó su mayor esfuerzo a la docencia. En 1979 la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona le incluyó en una exposición-homenaje junto a J. Basiano* y M. Pérez Torres*.

Bibliografía

E. Sacristán, Gerardo Sacristán Torralba, una pintura culta, «Pintores navarros/1» (Pamplona, CAMP, 1981). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. X, pp. 67-68).

YÁRNOZ LARROSA, Javier

(Pamplona, 1886-Caracas, 1959). Arquitecto por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid (1923), donde destacó por sus dotes de dibujante, y con estudios previos de Ingeniería en Bélgica. Compartió el número uno de la promoción con Luis Gutiérrez Soto. Se unió al estudio de su hermano José Yárnoz* en Madrid. El proyecto de restauración del palacio de Olite, que ambos presentaron a la Diputación Foral de Navarra obtuvo la adjudicación de ésta en 1924 y los elogios de la Real Academia de San Fernando, jurado del concurso, por el esfuerzo de documentación y levantamiento minucioso de planos que demostraron, analizando edificios franceses relacionados con dicho palacio, algunos restaurados por Viollet le Duc en el siglo XIX. Colaboró con su hermano en la reforma y ampliación del palacio de la Diputación Foral (1929) y en los proyectos de sucursales del Banco de España a partir de 1923.
La guerra civil de 1936 le obligó a exiliarse a Venezuela. Hasta 1948 no se le reconoció su título de arquitecto, por lo que quedan en el anonimato proyectos suyos de envergadura como el del primer aeropuerto internacional de Maracaibo y el de Barcelona. Desarrolló trabajos para el Ministerio de Obras Públicas venezolano, proyectando quintas en Maracaibo y el hospital de Barquisimeto, al tiempo que restauraba un número importante de iglesias coloniales. Redactó un proyecto no realizado de un complejo de recuperación de delincuentes en Maturín, por encargo de los PP Benedictinos. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. XI, pp. 464-465).

YÁRNOZ LARROSA, José

(Pamplona, 1884-Madrid, 1966). Arquitecto y restaurador. Obtuvo el título en 1910 (Madrid), incorporándose al estudio de Antonio Oriol. Junto a Modesto López Otero logró la Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1921 con el proyecto de Exposición Universal para Madrid. Ese año se trasladó a Argentina, donde realizó diversos proyectos de villas y contrajo matrimonio con Inés Orcoyen. En 1915 abrió estudio en Madrid y preparó los proyectos del hotel Alfonso XIII de Sevilla y del círculo de Bellas Artes de Madrid (ambos en 1916). En 1923 incorporó a su estudio a su hermano Javier Yárnoz*, de cuya colaboración surgirá el proyecto de restauración del palacio de Olite, adjudicado por la Diputación Foral en 1924 y que fue dirigido por él. En 1929 consiguieron el concurso de reforma y ampliación del Palacio de la Diputación Foral, que resolvía la nueva conexión entre la Plaza del Castillo y la Avda. de Carlos III de Pamplona. Nombrado arquitecto del Banco de España en 1916, sus principales obras fueron las sucursales del Banco de Vitoria, Barcelona, Bilbao, Sevilla y la ampliación de la sede central, en la calle Alcalá de Madrid (1935).
En 1940 reorganizó los servicios técnicos municipales del Ayuntamiento de Madrid y, tras la creación de la Institución Príncipe de Viana*, fue nombrado arquitecto responsable del Servicio de Monumentos, a través del que dirigió, la restauración de las catedrales de Pamplona y Tudela; los monasterios de Leire, Irache e Iranzu; las iglesias de Eunate, y Torres del Río, Puente la Reina y Ujué, Estella y Los Arcos, Viana y Gazólaz, así como las de Estella, por citar sus obras más importantes. Resultó elegido académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, tomando posesión el 27 de abril de 1944, con un discurso de ingreso que versó sobre «Ventura Rodríguez y su obra en Navarra».
Su estilo frío pero elegante resaltaba en la iglesia pamplonesa de San Miguel y en el Monumento a los Muertos en la Cruzada, obra en que colaboró con Víctor Eusa. Fue Director de la Revista «Arquitectura», órgano de la Sociedad Central de Arquitectos, de la que fue vicepresidente, y decano presidente del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Recibió la Cruz de Alfonso X el Sabio. (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. XI, pp. 465-466).

ZUBIRI Y GORTARI, Enrique

(Valcarlos, 1868-Pamplona, 1943). Pintor y escritor en vascuence bajo el seudónimo de «Manezaundi». Realizó sus primeros estudios en Saint-Jean-Pied-Port (Baja Navarra) y después se trasladó a París. Este viaje, sin embargo, debió de ser posterior a sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), becado por la Diputación Foral, por su habilidad como dibujante. En ese centro obtuvo varios diplomas por su gran dominio de la línea y del juego de las sombras. Colaboraba como grafista en «La Ilustración». Tras estos estudios fijó su residencia en Pamplona y llevó a cabo una labor múltiple: colaborador de la prensa local como dibujante y crítico de arte; retratista oficial de la ciudad durante una veintena de años; miembro de jurados municipales y provinciales, hasta el punto de haber propuesto con éxito a la Diputación la concesión de becas a los pintores Basiano*, Crispín* y Briñol*; y, sobre todo, profesor de dibujo de la Escuela de Bellas Artes y Oficios desde 1895 a 1941.
Fue hombre de sólida cultura, de mundo interior rico, elegante y observador del detalle, cualidades que, aparte su capacidad para delimitar líneas y volúmenes, se traslucen en su obra artística, de modo especial en sus retratos. Son dignos de reseñar los de Don Ángel Elizalde, y Paulino Caballero (Ayuntamiento de Pamplona) o Carlos III el Noble y el Doctor Navarro, Don Martín de Azpilicueta (propiedad de la Diputación Foral), de cuya corporación oficial hiciera en 1893, con motivo de la Gamazada*, un retrato al carboncillo de gran definición realista.
Artista de su época, no sólo se sintió atraído por el retrato histórico, sino también por el religioso (San Humberto del Club de Cazadores de la Pl. del Castillo). En su corta producción, ya que dedicó su mayor esfuerzo a la docencia, tienen interés los paisajes, de colores equilibrados y manchas finamente punteadas, graciosos y vitales, un poco al modo como también los concebía Echenique*. Elige como tema preferente en ellos el campo montaraz del norte navarro (Valcarlos, Irurita, Lesaca, Erro) y rincones de Pamplona. La Diputación Foral conserva una íntima representación del patio de la Cámara de Comptos. Llevado por la amistad con Ciga, con quien coincidía en ideas nacionalistas, pintó varios lienzos para el «batzoki» del Partido Nacionalista Vasco, luego Centro Mariano de la calle Zapatería, en paradero desconocido. Su habilidad técnica queda reflejada incluso en el cartel (Fiestas de San Fermín de 1919). Fueron escasísimas las comparecencias de su obra en exposiciones, por su poco afán de notoriedad (1943, Casa Arilla, ca. 1950 Diputación Foral).
Escritor en vascuence bajonavarro occidental, su estilo fue similar al pictórico, realista, de poética inspiración, natural. Empleó un léxico rico, fiel trasunto del habla popular; se han recogido 29 artículos de «Manezaundi», entre los que hay igual inclinación por la semblanza histórica (Huarte de San Juan, Martín de Azpilicueta, Dechepare), la descripción paisajística y de escenas populares, los cuentos y los reportajes. Fue colaborador de «Egan» y «RIEV».

Bibliografía

Como pintor: J. García Esteban, Enrique Zubiri, pintor nacido hace 116 años en Valcarlos. (Pamplona), «Diario de Navarra» de 22 de septiembre de 1984; T. Larumbe Huerta, Enrique Zubiri «Manezaundi», una discreta elegancia, en Pintores navarros I, (Pamplona, CAMP, 1981). Como escritor: A. Irigaray, Euskalerri’ko ipuiñak. (1957); Prosistas navarros contemporáneos en lengua vasca. «IPV» (Pamplona, 1958). L. Villasante, Historia de la literatura vasca. (Burgos, Ed. Aranzazu, 1979). (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. XI, pp. 542-543).

ZUDAIRE IRIARTE, Enrique

(Pamplona, 1914-Barcelona, 1984). Pintor de origen tafallés. Se inició en las artes plásticas con su padre Álvaro Zudaire, un artesano que fuera discípulo de Enrique Zubiri*. Ingresó en la academia de Javier Ciga*, quien junto con Basiano* y Maeztu* le propusieron para la obtención de la Primera Medalla de la exposición promovida por Educación y Descanso. En 1942 fijó su residencia en Barcelona, siendo miembro numerario de su Real Círculo Artístico. Trabajó de forma discreta y sin apenas exponer individualmente. Produjo una obra heterogénea, figurativa, centrada en la representación de la naturaleza inerte, escenas intimistas, retratos, desnudos y paisajes concebidos a partir de la realidad, pero recreados por la intuición y sensibilidad del momento. Prefirió en su última época la pintura de estudio a la del natural e hizo algunas incursiones en el abstracto. En 1981 alcanzó la Medalla de Honor en la exposición «Barcelona vista por los artistas». (Referencia: GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, Vol. XI, p. 544).