Composiciones literarias

Estas sencillas composiciones literarias de mis últimos años pasados en el Colegio San Ignacio, de Pamplona, constituyen, con toda su imperfección, ingenuidad e idealismo, el punto de arranque de mi afición a la escritura, que desde mi adolescencia la sentí como una necesidad. Eran la manera de avanzar por ese camino, no siempre lineal, de la maduración personal. Y en el aprendizaje consiguiente recuerdo hoy, 25 de setiembre de 2020, las lecciones recibidas de muchos profesores jesuitas, pero, particularmente, me viene a la memoria en este momento la figura del padre Luis Manso, profesor de Literatura, que impulsado por su pasión hacia la obra de un escritor tan completo como William Faulkner logró reforzar en mí el gusto por las Letras.

El ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha

Esta es la obra de aquel hidalgo manco y pobre que se llamaba don Miguel de Cervantes Saavedra. La obra mundialmente conocida, que arrancó de la pluma de un empedernido lector y que llegó a caracterizar a una nación por su contenido, historia y buen humor.

Es la mejor obra de la literatura española que existe, y su autor, Miguel de Cervantes, ha querido hacer de ella un instrumento que sirviera para mofarse de las novelas caballerescas y de este modo ponerlas en ridículo. Posee un gran estilo en las narraciones aventureras que describe del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, y es a la vez, a mi juicio, la novela caballeresca más interesante y amena que existe.

Cervantes ha querido plasmar en Don Quijote las dotes de un verdadero caballero andante. Don Quijote es un caballero singular y de los que no se veían por aquel entonces. Era un hombre anticuado y optimista, con una gran necesidad de defender al desvalido, de pregonar el bien y de hacer justicia. Su carácter contrasta con el de su escudero Sancho Panza, que era un hombre completamente distinto: pacífico, pesimista y sobre todo veía las cosas como eran, y no como debían ser. Era el fiel escudero de entonces y el que le servía y más de una vez le curaba.

La obra transcurre entre un sin fin de aventuras, de las que siempre sale mal parado, porque enloquecido por la injusticia y movido por el orgullo y la imaginación, se ve precipitado a cometer las hazañas más gloriosas, que degeneran en grandes palizas y molimientos, hasta que ya entrado en razón muere cristianamente en su casa.

No cabe duda de que si esta obra ha sido creada de esta manera, tan graciosa, tan entretenida, tan aventurera y tan ambientada a toda clase de mentalidades, es que su autor ha tenido que ser un gran prosista y novelista, a la par de tener una gran cultura y verdadero dominio del idioma. (2 de diciembre de 1966)

La primera vez

Yo, como navarro, desde pequeño guardé una sincera admiración y cariño por nuestro gran Santo y patrono, el gran descubridor del perfecto sentido de la vida espiritual y el ejemplo más característico del temperamento y sangre navarros.

Aún recuerdo, allá por mis doce años de edad, lo que significaba para mí el peregrinar en tan gran conmemoración cristiana.

Todavía me parece adivinar en mi imaginación aquel recuerdo inolvidable y aquella sensación imborrable que experimenté en tan glorioso día. Porque, además, peregrinar a pie durante tantos kilómetros, no sólo supone un sacrificio y una pena forzada que yo mismo me imponía, sino también una ligera confirmación de mi iniciación a la hombría. Como digo, pues, esto fue uno de los móviles que testimoniaron mi decisión, móvil que me llevaría al sacrificio duro que en la naturaleza todavía algo suave y endeble de los doce años, suponía un ligero récord y el culmen de mis tan deseadas pretensiones.

Recuerdo que mi primera peregrinación resultó bastante penosa y sufrida, pues aunque no pude salir con mejores ánimos, sin embargo la verdad cierta es que todo el trayecto es un continuo pasar y rebasar altiplanicies y una persistente lucha con tu orgullo y tu naturaleza física, pues uno te dice que no debes abandonar porque eres navarro ante todo y otro se te evidencia patentemente, haciéndote reconocer quieras que no, que todavía eres un niño y que esas cosas son de hombres, y no están destinadas todavía a naturalezas sensibles y sin energía consistente.

Pero en un navarro el orgullo es ante todo y sobe todo, y no se pierde fácilmente. Logré mi finalidad y llegué, como miles y miles de navarros, a los pies del Santo Patrono, donde me sentí más capaz y seguro de mí mismo y puede que quizás más superior a los demás.

Con esto quiero decir a todos los muchachos, jóvenes como aquella mi edad, que peregrinar por las carreteras navarras que llevan al Castillo de Javier es un sacrificio duro y penoso, pero que con una buena dosis de moral y empeño espiritual, pueden conseguirse todos los fines que el hombre se proponga a sí mismo, uno de los cuales es éste, no menos difícil, pero sin duda el más gratificante y cristiano que un hombre se pueda imponer, sobre todo si consideramos todo lo que fue capaz de hacer por el mundo aquél ilustre Jaso, navarro como nosotros, y que no se arredró ante las dificultades que la vida presenta. (¿1966?)

La conjuración contra César

En el mes de marzo, en el día 15, del año 44 a. de J. C., César, en compañía de su hijo Bruto recorría las calles de Roma en dirección al senado. La gente lo aclamaba.

De pronto se acerca a él un hombre entregándole un pergamino y diciéndole: “Lee pronto, ahí hay noticias importantes para ti”. Pero César no lo leyó, quizás por estar constreñido por la multitud. Siguió su camino y no hizo caso a la última oportunidad de salvación que le ofrecía el destino.

El dictador llegó al senado y entró en la Curia. Allí los conjurados, abalanzándose contra él, lo apuñalaron.

Y ahora nos preguntamos ¿Por qué mataron los romanos a César?

Dicen que era ambicioso, pero esto no es óbice para que lo mataran porque César era bueno con los romanos y ellos a su vez lo querían.

Acababa de llegar a Roma como conquistador de la mitad de Europa y su ambición única era la de instaurar una monarquía que gobernase el imperio que él contribuyó a forjar.

Pero él sabía que la palabra “rey” desagradaba al pueblo y por eso aparentó rechazar a veces la corona que el pueblo le ofreció.

Además todo se encontraba en manos de César. Las instituciones democráticas de la república carecían ya de poder y naufragaba.

Entonces los patricios jóvenes se conjuraron y le mataron.

Pero su muerte no cambió la política de Roma ni pudo cambiar el curso de la historia.

Bruto, su asesino, dijo que lo mató porque era ambicioso y porque él quería más a Roma que a César. Pero ¿es verdad esto?. No, no es verdad porque él llenó con el botín de sus campañas los cofres del tesoro público y mandó en su testamento que a cada ciudadano romano se le dieran 75 dracmas y puso a disposición de todos sus jardines.

Así amaba César a Roma ¿Cuándo los romanos podrán encontrar un jefe más generoso? (¿1967?)

Peribáñez o el Comendador de Ocaña – de Lope de Vega

En realidad, Peribáñez o el Comendador de Ocaña es solamente una pobre demostración del ingenio y fecundidad dramática de Lope de Vega.

Peribáñez brotó, como en otras comedias de Lope de Vega, de un cantar o de un fragmento de romance, tema principalísimo sobre el cual gira la obra, durante toda su representación. De esta manera, el contacto con el pueblo fue siempre benéfico para la inspiración de Lope, que se engrandecía con él.

Esta obra tan insigne del “Fénix de los ingenios” es una de las demostraciones más fecundas de su dominio en el arte de la representación. Este dominio lo demuestra aquí plenamente con la profunda caracterización de sus personajes y con la recta concatenación de los incidentes.

Con todo, la venganza y los celos son los temas más importantes sobre los que se desarrolla la acción y la intriga de esta obra teatral. Primeramente, la venganza, que si no es colectiva como en “Fuente Ovejuna”, cosa que en cierta manera le da más colorido y acción, tampoco es tan brutal como en esta última obra.

Luego, los celos, que aparecen con cierto fatalismo, pues desde un principio se adivina que los sentimientos del Comendador acabarán de mala manera, sobre todo con el inesperado regreso de Peribáñez, que sospecha que algo extraño sucede. No cabe duda de que estos celos y los esfuerzos del Comendador para conseguir los amores de Casilda, juntamente con el oculto anonimato, dan gran esplendor e intriga a la comedia.

En cuanto a la técnica, que llegó a admirar a Rojas Zorrilla por el empleo tan variado de metros y combinaciones, que más tarde le sirvió de modelo en su comedia “Del rey abajo, ninguno”, se podrían hacer tantas alabanzas, que no tendría tiempo para ello.

Quizás se le podría atribuir a Lope de Vega algún que otro descuido en la construcción de sus obras, debido a la rapidez en que las hacía, pero con todo eso no quita para que podamos decir que el “Fénix de los ingenios” fue el autor teatral mejor de España, por su admirable sentido dramático, su extraordinaria técnica y su penetrante intuición histórica. (20 de enero de 1967)

El tema de la muerte en la literatura española

Los literatos siempre se fijaron en la muerte, para hacer de ésta el tema principal de sus obras. Porque la muerte es un hecho que a todos impresiona y los párrafos deben impresionar.

La muerte, que trunca todas las esperanzas que se tienen puestas en la vida, fue siempre el medio más utilizado y sustancial que utilizaron los poetas y, en general, literatos, en la composición de sus obras.

Así, Bécquer y Manrique rinden gran tributo y respeto a la muerte, en unas obras en las que, además del hondo lirismo que en ellas se refleja, se ven rodeadas de una negra sombra, que canta los pesares y la verdad de unos seres que ya no existen.

A menudo la muerte ha sido causa de grandes inspiraciones. La amada que muere, las guerras que arrasan y las epidemias que atormentan, son los temas que por su significado morboso han sido temas de gran inspiración. Hasta la muerte de la amada imaginaria del Quijote, le sirvió para que serenase su vida y muriera al fin bien cuerdo y religioso.

No hemos de olvidar que la novela, al igual que la poesía y el teatro, necesita de algo que le dé vida. Y ese algo es la muerte, aunque parezca mentira. Porque la muerte es la intriga, la pena y la justicia, y el autor literario necesita de todo esto para lograr una buena obra literaria.

Así nos lo han demostrado todos los literatos, a lo largo de toda la historia literaria. (11 de mayo de 1967)

Las ilusiones perdidas

Las ilusiones perdidas, como muy bien dice el poeta, juguetes del viento son: porque toda ilusión aparece de improviso, como movida por el viento, y al mismo son desaparece, empujada por fuerzas misteriosas, que nadie sabe cómo son. Porque al fin y al cabo, las ilusiones son quimeras y las quimeras nadie sabe de dónde vienen, ni por qué son.

Ilusiones tiene el poeta, ilusiones tiene el hombre, cuando joven y cuando mayor. Ilusiones tiene la mujer y las ilusiones son hojas desprendidas del árbol del corazón.

¡Quién no ha tenido nunca alguna ilusión! Todos alguna vez, durante nuestra vida soñamos con algo que nos haga felices. Porque la ilusión es como hoja desprendida del corazón, que nace con los sueños y muere en la felicidad.

Por eso, el poeta no debe lamentarse, porque la ilusión es algo que nace en nuestro corazón. Es algo perdido, que nosotros sabemos encontrar para gozar y vivir. Para vivir con una ilusión.

Creo, además, que la ilusión es algo bello. Una belleza que pide la vida. Porque la ilusión es el aliciente de nuestra vida, es el gran misterio de nuestra felicidad.

Porque, ¡oh Dios mío!, ¿quién no ha tenido jamás una ilusión en la vida? Yo creo que nadie.

Por lo menos, siempre se tuvo la ilusión de tener ¡una ilusión! (24 de mayo de 1967)

El libre albedrío

La libertad, es algo connatural a la esencia y especie humana. El hombre fue colocado en esta tierra, para poseer total libertad. Fue destinado por Dios, para que no dependiera de nadie, con excepción de Él, su Criador.

Cuando contemplamos a menudo, en nuestros infinitos paseos por el campo y la naturaleza, a la infinidad de animalillos errantes, que corretean por doquier, caemos en la cuenta de la infinita grandeza de Dios, que fue capaz de crear una naturaleza tan viva y tan exuberante. Entonces, todos contemplamos con pesar y admiración a la golondrina salvaje, que vuela de árbol en árbol, con extraordinaria rapidez. Caemos en la cuenta, y nos lamentamos de nuestra propia libertad. ¡Quien pudiera ser así!, decimos.

Pero la verdad es que esa golondrina, dentro de su humildad, es un pobre animalillo, sujeto a la ley de la naturaleza. Es uno de tantos, que carecen de libertad.

El hombre, entonces, se convierte en el máximo representante de la libertad. El hombre, sí que no depende de nadie. Porque el hombre posee voluntad, es responsable de sus actos y es superior a los animales irracionales.

Por eso, al crear Dios el universo, creó conveniente el colocar a una figura, más especial que las demás, que ocupara el mundo y fuera el centro de su Creación. Para ello, también creyó conveniente el hacerle poseedor de la libertad, para que le diera cuenta de sus actos, en esta tierra, donde fue colocado para el cuidado de ella. (3 de junio de 1967)

De Amicitia

Pocas cosas existirán en la vida tan hermosas como la amistad. Porque la amistad es, indudablemente, un fruto del amor, que se funda en el afecto desinteresado y recíproco entre dos personas.

La amistad es, pues, el fruto de amor y comprensión entre nosotros mismos, capaz de los más grandes sacrificios y de la entrega más absoluta.

El amor es como un lindo amanecer entre las montañas, o como el fruto de una semilla que ha sido cuidada, con celo y amor, para que cuando llegue el buen tiempo dé el fruto más hermoso de la tierra: la amistad.

Amar es requisito indispensable en la vida. Amar es comunicarse con los demás: es vivir en grupo, es, en una palabra, querer al prójimo. Por eso mismo, la amistad es el objeto del amor. Para ser amigo, hay que comprender, consolar, amar, para que la amistad sea bien llevada y para cumplir, lo más que se pueda, el precepto dado por Dios a los hombres, mediante la Escritura: “Os amaréis los unos a los otros como Yo os he amado”. Además, todas estas cosas deberán ir acompañadas del mutuo sentimiento.

Por todas estas cosas, la amistad quiere decir amor a la sociedad, amor al prójimo, y, en otras palabras, corazón abierto a los demás.

Ya se ha dicho y se dirá mil veces que un buen amigo es un verdadero tesoro, porque es un confidente de los sentimientos de nuestra persona y porque el que tiene amigos tiene abiertas de par en par las puertas de la felicidad. Así se comprenderá, fácilmente, que una buena amistad vale más que cualquier cosa en el mundo.

Ahora bien, la amistad deberá ir rodeada de una gran simpatía. Los sujetos antipáticos no son más que cargas para la sociedad. Son individuos insociables que nunca se les tendrá en cuenta para llevar a cabo una empresa colectiva. Se debe ser jovial, alegre, simpático, humilde, con gran espíritu de empresa y sociedad. (20 de junio de 1967)

La Poesía

Si dijéramos que la poesía es el arte de componer versos o poemas, o si dijéramos que la poesía es el arte de la obra en verso, o aquella que pertenece al género lírico, nos quedaríamos cortos.

La poesía, es algo más hermoso, más profundo y amoroso. La poesía es pura belleza, oculta en la mente de su creador, mediante la cual el poeta se adentra en un mundo maravilloso y supramundano, para decirnos en unos concisos, pero bien trazados renglones, en qué consiste el amor, el día, la lluvia, el arpa, o bien la muerte, la traición, el desengaño, la destrucción, la melancolía, la dicha, o sencillamente, lo que es la poesía misma.

La poesía se podría resumir en pocas palabras. La poesía es fuerza, originalidad y sensibilidad indefinibles. Para ser poeta hay que tener una intuición especial, que sea la fuente de un lenguaje y arrebato, que vayan acordes con la suavidad y pureza de una producción literaria, en toda regla.

La poesía siempre tuvo un encanto especial, y fue porque ella siempre fue concebida para el halago y deleite, dirigidos hacia el ser querido, o por heterogéneos motivos que exaltaron la naturaleza física de su autor.

Por eso, siempre hizo que fuera considerada como algo en alguna manera sorprendente por su originalidad y que fuera utilizada desde el gran Homero, pasando por el Marqués de Santillana y Zorrilla, hasta la Gabriela Mistral de nuestros días. (31 de octubre de 1967)

La Ética

Podríamos considerar a la ética como una ciencia filosófica que trata de las costumbres de todo ser humano, sea cual sea su adscripción religiosa, por su sola conciencia. Esta conciencia de todo ser humano y de la que tanto se ocupa la ética, es el juicio próximo práctico de nuestras acciones. Es decir, nuestro entendimiento, en cuanto nos dice: esto puedes hacer, esto no puedes hacer, esto debías haber hecho y esto no debías haber hecho.

Por lo tanto, tal como nos lo señala la conciencia, es bueno todo lo que se conforma adecuadamente con la naturaleza humana y es malo todo lo que contradice a su esencia integral, y, según esto, los actos más pequeños de la ética son concretizaciones de aquel principio general de la conciencia: “hay que hacer el bien y evitar el mal”.

Además, me es necesario añadir que esos actos sólo tendrán valor cuando sean racionales, libres y procedan de la inteligencia humana. Ahora bien, si estos actos proceden al margen serán actos no humanos, v.gr.: roncar.

La ética es, sustancialmente, ciencia que trata de la moralidad de los actos humanos y por esto mismo guardará estrechas relaciones con el entendimiento, que es la base general de los actos humanos, pues es necesario para hacerlos un entendimiento totalmente desenvuelto, para llegar a un pleno conocimiento de la moralidad de los actos humanos.

La prueba de ello está en que si el entendimiento conoce la buena consecuencia de un silogismo, de un modo parecido entiende o ve si una acción es conforme o no con el recto orden de las cosas. Luego, según esto, la moralidad es conocida por el mismo entendimiento, que reflexiona y ve la rectitud de las acciones.

Además, la ética se relaciona ampliamente con otras disciplinas.

Así, vemos que la ética se relaciona mucho con la Metafísica, principalmente con la Teodicea, por las relaciones metafísicas de los seres contingentes con el Ser Necesario. Luego también se relaciona con ella por su repercusión en la conciencia del acto bueno o malo.

También, la ética no puede prescindir de la Psicología, con la que tiene mucho que ver. Por ejemplo, nos es preciso la psicología para especificar los actos humanos, y porque estudia el acto humano en cuanto consciente y libre. Luego la ética presupone, necesita y depende, de algún modo, de la psicología.

Después, la ética casa con la Sociología, que es aquella ciencia que estudia el hecho social en sus factores más generales para la perfección de la sociedad, porque la ética, además de ocuparse de la bondad de las acciones de los individuos, se ocupa de los conjuntos integrantes de la sociedad, de su crecimiento y sus relaciones mutuas.

Por último, la ética está en relación directa con la Ley, porque ésta tiene que estar conforme con la naturaleza libre del hombre. Porque la misma ley lo dice: norma objetiva de la moralidad. La ley procede de la inteligencia, dirigida al bien común, y a su bien moral resultante.

Por lo tanto, toda ordenación eficaz que se dé para el bien común, es obligatoria para todo ser humano según sea la condición de la Ley. V.gr.: Ley positiva. Primero, porque son derivaciones de la ley natural y, en segundo lugar, porque proceden de la inteligencia, de la autoridad competente.

De este modo, la ley está ligada a la obligación, por diversos motivos, entre los que se cuentan, por ser un juicio sobre la bondad de la acción y sobre la necesidad moral de hacerla. Porque es, además de un sentimiento, una tendencia que nos mueve a su ejecución.

En líneas generales, la ley está obligada, porque posee la persuasión de que merece premio o castigo el que haga el bien o el mal.

La ética está basada en la conciencia por ser la norma subjetiva de la moralidad. Así, la conciencia nos dice a cada momento lo que debemos hacer, para obrar con libertad.

La ética es sustancialmente moral y de esta moralidad dependen bastantes factores, que de unas u otras maneras influyen en los actos del hombre.

Así influirán los hábitos y vicios que desviarán la moralidad en determinados sentidos.

Luego habrá fuerzas poderosas que obrarán distintamente a los vicios o hábitos. Estas fuerzas serán las influencias que modificarán la moralidad de los actos humanos, principalmente en lo que se refiere a libertad.

La ignorancia, que suprimirá la malicia o la disminuirá, según cómo sea ésta.

El miedo, que o disminuye la libertad en el acto o la suprime toda. Y finalmente las pasiones y hábitos, que pueden obrar desviando la moralidad o disminuyendo la libertad en los actos.

Luego vemos que el campo en que obra la ética es muy amplio. La ética es moralidad “pura” en los actos humanos. Es la ciencia que se ocupa de una de las ramas más importantes del alma humana, en cuanto a la conciencia que ésta posee y en cuanto al fin último del hombre. (1967)

Jacinto Verdaguer. Idilios y cánticos místicos

Al cielo camino / por senda de flores / buscando al que añoro / luz de mis amores.
Si no plañís, flores / que mojo en mi llanto / si plañís, mostradme / a Aquel que amo tanto.
– Por aquí pasaba / dándonos su olor. / A orillas del bosque / caminando voy.
– A Jesús no encuentro / ni a su santa Madre; tan sólo hallo espinas / que el pecho me abren.
Para consolarme / canta el ruiseñor. / – Pájaro que cantas / ¿has visto a mi Amor?
– ¡Ay!, si no lo veo / no puedo cantar. / Camino, camino: /Jesús ¿dónde estáis?
Si no os ven mis ojos /se llenan de llanto. / Ya los pies me sangran / y también las manos.
Sus manos me ayudan / para no caerme, / sus manos me ciñen / de flores las sienes.
– Cuando hallaba espinas, / ¿dónde Vos estabais? /- Entre ellas, cortando / las flores sagradas / que ahora tu frente / radiante engalanan.

Indudablemente, Jacinto Verdaguer está revestido de un claro misticismo. Está poseído por un gran amor hacia la Humanidad de Cristo y de un acento, especialmente, moralizador. En ningún modo es panteísta. Sobresalen, también, sus virtudes cristianas, en orden a conseguir la perfección espiritual. Posee, pues, tendencia ascética.

La conclusión es ejemplar. Nos muestra que debemos confiar en Dios y no desesperar nunca. Debemos ser más perfectos en cuanto podamos. Nos presenta la vida, con apariencia de bienestar y belleza, pero nos hace ver su falsedad. Al fin, Dios, que nos ha estado viendo en todo momento, nos recibe con los brazos abiertos.

Son versos hexasílabos, con rima asonante generalmente. Algunos pares son consonantes. Por consiguiente, son romancillos.

Su amor divino, impreso en sus poesías, viene dado por su tendencia ascético-mística. Le dan a la poesía un carácter de devoción muy peculiar. Sus diminutivos catalanes muestran una ternura especial, así como un signo de cordialidad y afectuosidad. Es parecido en todo a Santa Teresa de Jesús, de la mística española del siglo XVI.

La sintaxis es sencilla, debido a la ausencia total de barroquismos e hipérbatones. Es sencilla y amena, y se nota en ella una pluma un tanto descuidada en cuanto a lenguaje se refiere. Es una sintaxis adecuada a todo tipo de mentes y escrita en el lenguaje normal y corriente de la época, sin incurrir en una sintaxis complicada y cuajada de exageraciones y juegos de palabras.

La consecuencia, ya dicha antes, es la adaptación de su poesía a toda clase de entendimientos.

Cánticos e idilios místicos son unas poesías de lo más sencillo y del mejor buen gusto, en las que se plasma la verdad de la vida y la belleza de la lírica. Son parte de la poesía lírica que vieron la luz el año 1879.

El poeta va caminando hacia el Cielo por una senda de flores, en pos de Jesús. Al no encontrarlo, las flores del camino se transforman en espinas y el poeta, desconsolado, pregunta por Jesús, pero no lo encuentra. En lo más arduo de su fatigosa marcha, el poeta, lloroso, es sostenido por Jesús, que al fin premia al poeta sacrificado.

El tema de esta poesía nos señala que, para llegar a la salvación de nuestras almas, es preciso sufrir y privarse de los placeres mundanos. Sólo después de una fatigosa marcha hacia la eternidad seremos premiados por nuestro Padre, como debemos. El tema, ante todo ascético-místico, es religioso y moralizador.

Estas estrofas se caracterizan por ser un monólogo. Destacan las interrogaciones: “Pájaro que cantas ¿has visto a mi amor?” “Jesús, ¿dónde estás?”; una anáfora: “Camino, camino”; y epítetos como “flores sagradas”, “fuente radiante”.

Verdaguer revela a lo largo de sus obras un límpido y transparente catolicismo. Demuestra, con la diversidad de sus obras, un amplio dominio de lo aventurero, así como un rico colorido y una amplia concepción del sentimentalismo catalán. Sus piadosas poesías han sido enjuiciadas y homenajeadas por Mistral, y hasta por Menéndez y Pelayo. (1 de diciembre de 1967)

El Romanticismo y la generación actual

El Romanticismo fijó en Europa una época extraña, distinta y por demás atrayente. Si comparamos esta época con el Neoclasicismo, notaremos un notable cambio en todos los aspectos, ya poéticos, como dramáticos o temperamentales.

El hombre romántico experimenta unos cambios demasiado curiosos y raros. La vida y el destino se les interponen, sin poder aplicar a éstos una solución concluyente. El idealismo llega hasta límites insospechados, mediante el amor, la mujer y hasta un cierto y vago misticismo religioso. Luego, como es natural, vendrá ese choque con la realidad, debido a la exageración de ese idealismo.

El hombre romántico es exótico, misterioso… El hombre romántico ama, suspira, huye y se suicida… Al hombre romántico no hay quien lo comprenda en esta época en que vivimos.

El hombre moderno en cambio, generación tras generación, va perdiendo el matiz romántico y se siente más acomplejado, en esta época en que subsistimos; en una época en que el mundo está loco.

En la presente generación, donde desaparece por momentos el gusto por lo clásico o romántico, en la que el teatro, desgraciadamente, no es para mayorías, el hombre actual se da cita con el romántico para decirle:

– Entonces, todos estabais locos.

– No. Lo que pasa es que el hombre no conoce al romántico, porque el modo de pensar en esta época, es muy distinto al de la otra.

No, al hombre moderno no le preocupa ni el idealismo ni lo exótico, ni lo misterioso, ni lo que se pueda pensar de ellos. Pero los dos camaradas, el romántico y el actual, siguen siendo egocéntricos. Esto es, consideran su persona como centro del universo.

Quizás sea en esto en lo que se acerquen más ambos.

De todas maneras, yo, ni quito ni pongo, sino que los estimo a los dos, porque ambos pertenecen a dos generaciones literarias, tan buenas y competentes como lo puedan ser la democracia y la monarquía, pongamos por ejemplo. (1968)

Los intereses creados y el amor

Los intereses creados y el amor nos representan las dos facetas polares del comportamiento de los hombres a lo largo de toda su vida, en la historia.

Los intereses creados o el utilitarismo, el utilitarismo o el materialismo, constituyen y concretan en su seno el móvil más corriente y palpable del equivocado acto humano, en cuanto que éste ha sido encaminado hacia lugares descarriados por la ambición y el uso desenfrenado del propio derecho, que no se detiene a pensar lo que constituye el estricto derecho a la justicia y lo que representa en el ser racional la dignidad humana.

Los intereses creados constituyen la plaga de nuestro tiempo. Son una especie de acotado en nuestra conciencia que nos impide el pleno rendimiento de éste, en orden al bien. Un racismo del entendimiento, como si dijéramos. De cualquier modo, el interés mal empleado es un concepto absurdo bajo el punto de vista moral. Algo así como la enfermedad cancerosa, que poco a poco va destruyendo con terrible seguridad las carnes de nuestro organismo. Porque, causar perjuicio a los demás y aprovecharse del prójimo nos crea, al fin, una mentalidad tarada y neurótica que acaba por destruir nuestro repentino goce, y lo peor: nuestra vida.

Entonces, nos preguntamos, ¿por qué no cambiar de raíz nuestra precipitada equivocación? Algunos lo hicieron con fortuna y estimaron que la verdadera felicidad del hombre no estriba en su propio interés, sino en el común y principalmente en el amor.

Y, finalmente, nos volvemos a preguntar, ¿qué es el amor y para qué sirve? El amor es la virtud más maravillosa que Dios ha creado en sus seres. El amor sería la comprensión elevada a su culmen. El amor es la potencia que nos lleva al acto de querer, de estimar, de obrar en armonía, de ser justos, de vivir conscientes de que un mundo exterior confía en nosotros y que cada mañana, al levantarnos, necesita de nuestro cariñoso saludo. El amor es desdeñar los tapujos que denigran nuestra calidad de buenas personas. El amor, en definitiva, es lo más sublime, lo que nos hace olvidar la mala acción. Lo demás, lo restante, lo dejamos a cargo del raciocinio particular de cada uno. (26 de enero de 1968)

José L. Hidalgo – “Los Muertos”

ESTOY MADURO

Me ha calentado el sol ya tantos años / que pienso que mi entraña está madura / y has de bajar, Señor, para arrancarme / con tus manos inmensas y desnudas.
Pleno y dorado estoy para tu sueño, / por él navegaré como una luna / que irá brillando silenciosamente, / astro frutal sobre tu noche pura.
Una nube vendrá y acaso borre / mi luz para los vivos y, entre lluvia, / zumo dulce de Ti, te irá cayendo / la savia de mi ser, como una música.
Será que estaré muerto y entregado / otra vez a la tierra de las tumbas. / Pero, sangre inmortal, mi roja entraña / de nuevo quemará tu luz futura.

Pertenece a la lírica, porque su obra sólo fue poética, y está encuadrado dentro de la lírica actual de la Generación del 40.

Lirismo más bien concreto, pues en su poesía, guiándonos por su obra “Los Muertos”, encontramos que los rebuscamientos y manifestaciones farragosas se encuentran ausentes. Esta es una poesía pura y muy simple, cosa que lejos de quitarle belleza se la aumenta gracias a la naturalidad.

Es un fragmento que lleva el título “Estoy Maduro”, de la obra poética “Los Muertos”, que constituye el culmen artístico de su lírica religiosa y de toda su concepción. Ahora bien, como fragmento es completo.

“Los Muertos”, de José Luis Hidalgo, pertenece a la poesía intimista, neorromántica y religiosa, de la época de la post-guerra, precisamente porque el carácter peculiar que Hidalgo imprime a su lírica es religioso. Dentro de esta tendencia de la generación del cuarenta hallamos, entre otros, a Rosales, Vivanco y Valverde.

El poeta, en su diálogo con Dios, le indica que ya ha transcurrido su vida humana y que está dispuesto a abandonar el mundo así como a adentrarse decidido en la nueva aventura.

El tema de este fragmento es la muerte; pero la muerte enfocada al mismo tiempo bajo dos puntos de vista: la religiosidad y la angustia.

La religiosidad, porque se trata de un diálogo sincero y abierto con Dios, en el que se nos indica la magnitud todopoderosa de Dios Nuestro Señor.

La angustia, porque a pesar de la decisión del poeta por traspasar las dos vidas y de su frialdad ante la muerte, el mero hecho de que esto suceda implica y envuelve un mundo de pena y resignación moral del poeta, que le da un indudable aspecto angustioso al poema.

Como partes esenciales del argumento hallamos el:

Diálogo con Dios, a lo largo de todo el poema.

La predisposición del poeta para la muerte (ocho primeros versos).

La muerte del poeta. Verso número nueve al final del catorce.

El paso del alma a su mundo sobrenatural, en compañía de Dios. Dos últimos versos.

La estructura métrica se compone de tres estrofas de cuatro versos endecasílabos de rima asonante, probablemente serventesios; y dos estrofas finales de dos versos cada una, con rima asonante, y al arbitrio del poeta.

Aquí, se dan cita los epítetos: “manos inmensas y desnudas” – “pleno y dorado estoy para tu sueño” (aquí hay hipérbaton)

Análisis de la forma a partir del tema:

a) La metáfora (luna… astro frutal…) ayuda a dar vistosidad y belleza a la poesía. El lenguaje es esencialmente religioso, y sin complicaciones, notas ambas a dos que son características de la poesía intimista. En resumen, es una poesía concebida por un lírico de sublime maestría, que denota un gran conocimiento y dominio de la métrica.

b) Estilo simple, sencillo y muy natural. El poeta ha sabido compaginar estas notas con admirable maestría, haciendo aparecer la belleza y el buen gusto. Dominio del vocabulario.

c) La adjetivación es corriente y sencilla, pero que ante todo quita la vulgaridad. No son adjetivaciones abstractas y raras sino al contrario, simples y corrientes, que contribuyen a la belleza del poema. (29 de febrero de 1968)

Influjo del Alzamiento en la poesía de la post-guerra

Con anterioridad al Alzamiento Nacional ya se vivía en España un clima trágico y de desorden político. Las masas populares, empapadas de odio y de injusticia, y manejadas a la perfección de quienes lo deseaban, contribuían a pasos agigantados al aumento, cada vez más irresistible, del malestar político, que inclinaba ya la balanza.

En tales condiciones se llegó a la guerra, y en tales condiciones espirituales y materiales quedó España después del cambio político que sufrió.

La lírica de la post-guerra, o la muy bien llamada generación del cuarenta, no hizo más que recoger este nerviosismo, este patriotismo exacerbado y esta necesidad de todo por la que atravesaba nuestra nación.

La justicia es el alma que alienta todas las concepciones líricas de esta época. La justicia era algo tan vital como el alimento para un recién nacido. Crémer, Ridruejo, Morales y Bousoño son los intérpretes más exaltados de esta necesidad.

Pero el dolor, la angustia, la tragedia, signos muy convencionales de esta época, también influyen grandemente en el desarrollo de la lírica.

A esto hubo lírico que le añadió la fe, la fe imperiosa y de verdadera necesidad. Esto representaba, ni más ni menos, que el pueblo español se encontraba en pleno bache moral, en una tristeza pesimista del todo. La tendencia intimista o neorromántica, encarnada por distinguidos líricos, no es, pues, de extrañar. Era la pura necesidad espiritual. “El corazón y la tierra”, “Los desterrados” y “Los muertos”, de Rafael Morales y José Luis Hidalgo, son muestras patentes del dolor que embargaba nuestra patria.

España, la verdadera España de la post-guerra, la fría, la dolorosa, la desordenada, la pesimista, la ansiosa de justicia y de fe, la derruida para el espíritu español, es la que fue capaz de constituir una época, debido a sus circunstancias, que solo ha podido ser captada y plasmada en sus obras por una nueva juventud creadora, que es la que verdaderamente ha vivido esa zona de fechas de la post-guerra, y ha compartido con el joven pueblo español su desaliento y sus necesidades (4 de marzo de 1968)

Las tribulaciones del Sr. Arniches, son nuestras tribulaciones

Lo digo porque así es ¿Pero qué trata de conseguir Arniches en su “Pareja científica”? A mi modesto entender, Arniches clama contra cosas variadas y diferentes, pero que a simple vista concluyen en un punto: el golfo y su vida, la opulencia y su desgracia, la injusticia y su causa, el abandono y su miseria.

Tres personajes, el Peque Rata, Mínguez y Requena, son protagonistas suficientes para demostrar lo que Arniches intenta alcanzar con su prestigiosa sátira. La habilidad del autor se hace patente al señalar a tres míseros individuos, como punto de partida y desenvolvimiento de su magnífica sátira; pero estos tres individuos son los tipos clásicos de su época, dos ignorantones policías del Orden Público, conscientes de su trabajo, autoritarios y seguramente mal pagados, y un golfillo incomprendido, con mala suerte y obligado a vivir y a ganarse la vida, en medio de una desgracia autónoma. Toda la obra del ilustre sainetero es un continuo forcejeo entre la desgracia, la mezquindad y la aflicción de aquél que la escucha, que acaso se siente culpable de sus ruindades.

La obra de Arniches tiene un mucho de semejanza con la injusticia social de nuestra vida actual. Es más, aún me parece que la situación viene a ser la misma o peor, porque, hoy día, quizá haya menos golfería que antes, pero sin embargo el mundo se encuentra azotado por miserias cada vez mayores, que rayan ya con la mezquindad más sublime, que del mal pueda concebirse. Hoy se dan sucesos incongruentes, que con sólo una sociedad más hermanada, se podrían esquivar. El mundo atraviesa una situación difícil.

En “La pareja científica” quien expone las ideas es Arniches, pero no emanan de él, por así decirlo, sino de la sociedad, que es la que sufre estos perjuicios. Se puede decir que la obra de Arniches no es sólo una cruda sátira contra aquellos que cometen las injusticias sin o queriendo, sino es la verdadera y realista visión cinematográfica de la sociedad, a la luz natural.

Para Arniches, debo añadir, la delincuencia es una situación surgida de resultas del mal trato, que emana del despecho que sufre el golfo por parte de los que le rodean. Para él, la delincuencia es el fruto de una evolución desgraciada, fruto que a la larga se convierte en una pura necesidad biológica, sin la cual el delincuente se ve privado de su libertad, engañosa por demás, que lo acaba conduciendo a la pérdida de lo que él creía lo más estimable en su vida vacía y despreocupada: su libertad.

El problema de “justicia” ha sido el punto de arranque del orden y la paz, así como la mejor virtud que puede adornar la ética humana de las buenas costumbres. Esto es, en suma, lo que Arniches trata de demostrarnos, sobre todo cuando la virtud opuesta ha sido, es y será la raíz de muchos males, ya hoy como siempre. Por eso digo y repito, que las tribulaciones del Sr. Arniches son nuestras tribulaciones (Arniches. “La pareja científica”) (25 de marzo de 1968)

La Poesía Bécqueriana

La poesía bécqueriana señala en la lírica española otro paso abierto e inoportuno, en su época post-romántica. Los caracteres líricos de la obra de Bécquer, entiéndase en su poesía en sí, pertenecen a una época distinta y pasada, llamada el romanticismo.

Bécquer, al igual que Rosalía de Castro, se encontraron transportados a una época pasada, y de ahí vinieron sus obras, influenciadas por un intenso romanticismo ya pasado de moda y que había degenerado en un prosaísmo poético, como el de Campoamor y Núñez de Arce.

Esto hizo que su genial profundidad romántica, que su sensibilidad plasmada en el último detalle, y que el toque melancólico definitivo, caracteres más sobresalientes de su ágil pluma, no fueran considerados a tiempo. Así pues, el clásico Menéndez y Pelayo, lo desprecia, porque “no es como él”.

Rosalía y Gustavo fueron dos camaradas contemporáneos, a los que no se les hizo aprecio. Bécquer influyó grandemente sobre Machado y Juan Ramón Jiménez. Su austeridad, pureza y expresividad fueron tenidas en cuenta por Dámaso Alonso, que nos señaló su transcendencia. Rosalía, al igual que Bécquer, y sintiendo una apasionada devoción por Heine, fue subestimada y luego ensalzada por “Azorín”, por su sensibilidad y alegría del paisaje.

El realismo bécqueriano nos impregna de un hondo dolor y a la vez alegría, que nos confunde y nos hace interesarnos más por su obra, que se nos ofrece a los ojos como de extraordinaria belleza y descripción, de sinceridad, de sentimientos amorosos y profunda melancolía. Lo tétrico y doloroso se encuentra ante la inspiración, la genialidad y la exaltación amorosa de Bécquer.

Así pues, yo acepto que Bécquer fuera un romántico en el post-romanticismo, que fuera sarcástico a lo Heine y que fuera sensual y escéptico, hasta lo morboso. Pero, quizá sea aquí donde resida el “quid” de su obra.

Su obra, por consiguiente, sin retórica, sin impurezas y sin anécdotas, dotada de gran resignación cristiana, se ha convertido en poesía amena, atrayente, que se lee con gusto, y que ha dado el renombre, que se merecía, a Bécquer, por su gran talento lírico literario. (Noviembre 1968)

Grecia. La vida militar y el ejército

Desde la guerra mundial y por la táctica moderna sabemos en los tiempos actuales lo que es una batalla envolvente. Como tipo y aun prototipo de ellas en la antigüedad, puede considerarse la batalla de Camas, en que Aníbal envolvió al ejército romano, mucho más numeroso que el suyo. Pocos saben, sin embargo, que la victoria cartaginesa fue debida al espíritu griego, es decir, a la estrategia griega de los tiempos helenísticos. Escipión, el vencedor de Zama, salvó a Roma introduciendo esta estrategia en el ejército de labradores romanos. De esta suerte el pensamiento teórico de los griegos, es decir, su arte de la guerra, influyó en los momentos más decisivos de la historia romana y sirve todavía de modelo a la estrategia de nuestros tiempos.

Otra gloria de la táctica griega es la de haber creado en la guerra la disciplina individual, como en tiempo de paz había nacido en Grecia el derecho individual. El ejército no es una masa, como en Camas los romanos todavía pensaron, sino que en la lucha el hombre piensa y discurre por su cuenta, en cuanto es posible.

Es indudable que los griegos, orgullosos siempre de su libertad, exageraron esa independencia hasta debilitar su capacidad militar. Pero los griegos no se avenían con la obediencia puramente pasiva. Las descripciones de batallas antiguas prueban cumplidamente cuán a pesar suyo se sometían a la disciplina de las masas. El ejército griego, por ejemplo, no admitía más conformidad que la que resultaba naturalmente de la igualdad de las distintas armas. Todo lo restante cada uno lo resolvía según su juicio: las ordenanzas eran raras. En el arte griego abundan los cuadros de batallas y de guerreros, pero no hallamos una sola revista o parada militar. Esta clase de representaciones es cosa de los antiguos egipcios y del arte moderno.

Es singularmente curioso que los vasos reproduzcan las escenas militares, no por su significación o valor militar, sino por su carácter puramente humano y artístico.

Mas si antes habíamos hablado de la disciplina individual como una de las mayores virtudes de la “areté” del noble griego, ahora nos debemos descubrir ante ese estado suyo pasional, ante esa independencia feroz, ante ese espíritu férreo, que le permitieron ser capaz de enormes heroicidades, en las que ni estrategias ni tácticas algunas, sino la única individualidad y el valor personal, fueron capaces de conseguir.

No puede hablarse de los ejércitos propiamente dichos en los tiempos antiguos de los aqueos. Más bien habría que hablar de guerreros. El guerrero aqueo iba prácticamente cubierto de bronce de la cabeza a los pies; defendido detrás de un enorme escudo en forma de torre y armado con una pesada lanza, la espada y a veces el arco y las flechas. No es de extrañar, pues, que el guerrero tuviera que ser conducido en carro hasta el lugar de la batalla. Los dorios, en cambio, hacían la guerra con armas de hierro. A la batalla iban montados  a caballo y por eso se llamaban caballeros.

Sin embargo, poco a poco se fue formando un cuerpo de infantería a base de ciudadanos que al no poderse costear una armadura y un caballo tan costosos, crearon un tipo de armadura más ligero y por lo tanto más móvil. Se llamaron “hoplitas”, etimológicamente hombres armados. Pero sin embargo la armadura siguió siendo pesada, hasta tal punto que necesitaban de un criado que les llevase las armas.

La formación hoplita ideal la dio, sin duda, Esparta. Era de una simplicidad absoluta y consistía en una serie de líneas de guerreros de una profundidad de ocho o doce en fondo, que sobre un terreno a poder ser llano entraba en combate de frente sin romper la formación.

Más tarde, también la democracia ateniense llegó a crear la “efebia”, que es lo que hoy en día reconocemos por el nombre de servicio militar. Todo ciudadano ateniense debía estar dos años de servicio activo, con probabilidades de ser movilizado en las operaciones más importantes.

Ateniense es también la creación del cuerpo de “peltastas” o infantería ligera. Estaba muy débilmente armada y su misión principal consistía en desorganizar las filas enemigas en rápidos avances y retrocesos. Las luchas consistían en chocar de frente hasta que una de las partes huía, signo que significaba la derrota. Una tregua, más tarde, servía para dedicarse a la piadosa tarea de enterrar a los muertos.

Pero el tipo más perfecto de tropas, que en la línea de combate llegó a crear el espíritu griego militar, fue la falange macedonia. Fue creada por el general tebano Epaminondas, y fue usada con fortuna durante la primera guerra Médica. Constaba, de ordinario, de cuatro u ocho filas de profundidad, con unos doscientos cincuenta y seis soldados de frente, armados inigualablemente con el escudo peltasta y con la “sarisa”, enorme lanza de cinco metros de larga. Cuando la falange entraba en combate, su frente quedaba blindado por las puntas de las lanzas de las cinco primeras filas y en caso de ser atacada por la caballería, ésta se cerraba en cuadro. Hay que reseñar que si la falange macedonia mantuvo la superioridad durante tan largo tiempo, se debió a que no encontró frente a sí a ningún enemigo poderoso. En el primer contacto con los legionarios romanos, esta formación excesivamente lenta y ya anquilosada, se hundió aparatosamente.

Epílogo.

Si bien la guerra, que fue el estado característico del griego, hizo que éste fuera considerado como el prototipo de la masculinidad, la realidad fue muy otra. Esparta, por ejemplo, se vio víctima de sus logros. Esparta consiguió poseer el ideal de raza y el ejército más potente, pero sin embargo ahogó todo brote de vida cultural y el militarismo retrógrado aplastó la creación de un espíritu. La realidad objetiva es que el pueblo espartano creó la esclavitud para esclavizarse él mismo.

El esplendor del imperio griego murió con Alejandro. El ejército es un cosa, meritoria en los griegos, dorios y aqueos, pero la guerra es particularmente distinta. La guerra fue el factor disgregador y agotador de la potencia creadora griega. Lo de menos fueron la técnica y las tácticas. Lo más terrible lo constituyeron la devastación sistemática con el consiguiente empobrecimiento del suelo y la ruina de las clases agrícolas, y la continua pérdida de sangre joven en empresas inútiles.

Sin embargo, debemos de aceptar que Grecia marcó el ritmo en la antigüedad y que Grecia constituye gran parte del pulso del actual mundo.

Bibliografía de textos consultados:

“Civilizaciones antiguas” -Hunger y Lamer
“Grecia” – Martino S. J.
“Fichas de Cultura” – Marturet S. J.

Imagen de la portada: Un camino con su recodo, bajo un espléndido y prometedor cielo, fotografiado por autor anónimo.