Fue el etnógrafo José María Iribarren el primero en describir esta singular costumbre del pueblo navarro de Luzaide-Valcarlos, en la transición del carnaval a la Pascua de Resurrección de la década 1940 [1]. El domingo de Carnaval y el siguiente, los barrios de Valcarlos llamados Gaindola y Gainekoleta, organizan (cada domingo un barrio), la fiesta del Axe’ta tupin (o Atxeri’ta tupin, literalmente “del zorro y la marmita”).
Las diversiones de la mañana se conocen con el nombre de Axeri-besta, porque el personaje principal es un hombre el Axeri (El Zorro) quien, disfrazado de máscara y con una gran cola de zorro, recorre muy temprano los caseríos de los dos barrios citados, robando los huevos recién puestos, que servirán para la fiesta del anochecer.
Después del Axeri, llegan al caserío las máscaras y sus músicos con El Gorri en cabeza.
El Gorri saluda primero a la dueña de la casa, después al dueño. Hecho esto, las máscaras bailan tres danzas ante la casa y continúan su marcha hasta recorrer el barrio propio y el vecino. Cuando la gente sale de misa mayor, bailan en la plaza del pueblo.
Después de comer, la comparsa de máscaras, con El Axeri y dos personajes disfrazados de destrozonas, a quienes se conoce con el nombre de Jaun eta Amdere (El Señor y la Señora), se encaminan a un lugar de la carretera denominado El Peñón. Van con ellas El Gorrri, El Bandedario abanderado y mucha gente.
Al llegar a El Peñón (que viene a ser la plaza de los barrios citados), las máscaras forman en un grupo presidido por El Bandedari y permanecen inactivas.
La fiesta corre a cargo del Axeri, El Jaun y La Andere, a quienes las gentes intentan arrancar respectivamente la cola y las vestiduras. El Gorri protege a las tres máscaras con su espada, y Jaun y Andere se defienden con unos látigos.
La cola del Axeri constituye el más preciado galardón para el que consigue arrancársela, a la vez que un motivo de ridículo para quien la pierde. De ahí que el Zorro haga todos los posibles para impedir que se la quiten.
Terminada la Fiesta del Zorro o Axeri besta, se organiza en la Posada la Fiesta de la Marmita, que consiste en arrojar los huevos recogidos a la mañana por el Axeri en la marmita, con lo que aparejan una merienda-cena de la que participan todos los componentes de la comparsa.
En opinión de Iribarren, es muy posible que la referida Fiesta del Zorro y la pérdida del rabo del Axeri hayan dado lugar a la canción y baile burlescos denominados Axeri-Dantza, de la que aporta el texto:
(I)
Axeri zar bat bainan ernia / ladron eta oilo jalia / inguru guzietan higuindia / izan zen artean hartia
ESTRIBILLO
Axeri zarra ¿nun duk buztana? / Axeri zarra ¿nun duk buztana / Jinkoak nasaiki emana…?
(II)
Bainan axeria beitzen boserik / atherazen buztana utzirik; / athera, diot gibela moztarik, / gauza hortaz ahalgeturrik
(III)
Nik ez dakit, egia eraiteko / hauxe nolaz zen guerthatu; / dakidana zuei kondatzeko, / artetik zela eskapatu…
TEXTO CASTELLANO:
(I)
Un zorro viejo, pero avispado; / ladrón y aficionado a las gallinas, / dando vueltas por todas partes / al fin cayó en el cepo.
ESTRIBILLO
Zorro viejo ¿dónde tienes el rabo? / Zorro viejo ¿dónde tienes el rabo / que Dios tan abundante te ha dado?
(II)
Pero como el zorro estaba hambriento / salió dejándose la cola, / salió, digo, con la cola cortada / avergonzado de aquella acción.
(III)
Yo no sé, a decir verdad, / cómo sucedió esto. / Lo que sé y puedo contaros / es que escapó del cepo.
Esta tradición festiva la precisaron aún más los etnógrafos Jimeno Jurío y Garmendia décadas más tarde, anotando algunos detalles que la completan [2].
La desarrollan varones mayores de dieciocho años. Acudían a la misa de las 6 de la mañana, desayunaban en sus casas y salían disfrazados y con careta la mayoría de ellos. Recibían el nombre de maskak (máscaras) y se concentraban en la posada u ostatua iniciando la cuestación por los caseríos, mientras un acordeonista ambientaba la andadura.
Un maska se encargaba de la bolsa para el dinero o sosa y otro se hacía cargo del varal o santibate para ensartar en él el tocino y la longaniza con que les obsequiaran. El joven que iba con la cesta destinada a los huevos recibía el sobrenombre de Axaria (o zorro), pues al tiempo que sus compañeros bailaban en el caserío no distinguido por su largueza, el Axaria respondía lo mejor posible a su nombre, visitaba furtivamente el gallinero de los tacaños y sustraía unos cuantos huevos. En el grupo no se olvidaban del vino de la bota y casi todos los mutillek (o mozos integrantes del cortejo) llevaban el correspondiente bastón o makila. Ponían cuidado en no vociferar en las casas que estaban de luto (o dolian) y pedían a los demás permanecer en silencio.
El baile en la plaza, tras salir de misa, era acompañado por música que podía ser de acordeón, txistu y atabalero (xirula eta tanborlaria), armónica (filarmonika) o clarinete.
Así acaba la fiesta mañanera, propiamente la Fiesta del Zorro, según la distinguen Iribarren y Caro Baroja [3] de la de la tarde, que es la Fiesta de la Marmita, cuando los mozos, después de haber recorrido los caseríos, danzado y divertido en la plaza, lo celebran en la posada con esa merienda-cena a la que hemos aludido, ingiriendo los huevos con sus añadidos, tocino y longaniza.
Pero la fiesta no se detiene antes de la merienda. En la misma plaza, se presentaban los Atxo Ta Tupinak (la Vieja y el Compañero), con la intervención ininterrumpida del atabalero o tanborlaria. Montaban una farsa en la que un mozo (Atxo) se vestía de mujer, y con una extraña corona de hierbas y zarzas de espino en la cabeza, en la mano llevaba un palo con una cuerda de la cual pendía -formando un cuerpo a modo de látigo- una bola de lana o trapo. Esta porra recibía el nombre de zarpila. Su compañero (Tupin) iba ataviado con piel de oveja o ardi larrua a guisa de espaldero, también tocado con zarzas, aunque el pantalón y el calzado eran de diario, sin faltarle la zarpila. Los dos intervinientes se daban la mano izquierda (o se sujetaban la de uno y otro por un cordón), y mirando ambos en sentido opuesto y seguidos por el Gorri, que cumplía el cometido de celoso guardián, daban tres vueltas por delante del corro formado por los espectadores, entre los cuales destacaba la presencia de varios enmascarados. Terminadas sus evoluciones, se entablaba una reñida batalla para ver quien era el valiente, que, aguantando los golpes de los zarpilak, lograba arrancar de sus cuerpos la ropa de sus disfraces. Con esto terminaba la pantomima.
A continuación, los enmascarados presentes en la plaza se retiraban máscara y disfraz, y los jóvenes y las chicas tomaban parte en el baile.
Al toque de oración o ilun zeina rezaban el Ángelus, bailaban una jota y daban por concluida la fiesta.
Tanto Garmendia como Aramburu [4]consideran que esta parodia nos llega identificada con la actuación de su grupo de baile, el de sus dantzaris, conocidos como bolantes por la ancha cinta de seda que embellece su conjunto. Tan es así que, según recoge Urtasun, al domingo de Carnaval, fiesta de los Bolantes o Bolant-eguna, que por la meteorología adversa del mes de febrero se trasladó en 1969 al Domingo de Resurrección, en un tiempo se le llamó Axeri-besta. En tal día, tras asistir la comparsa a la misa de siete y visitar los barrios vecinos de Arnegi y Pekotxeta, para regresar a mediodía a Valcarlos donde exhiben su repertorio, por la tarde hacen una nueva exhibición para finalizar con la parodia “misteriosa y violenta” [5] de Atxo y Tupina, en la que también participan los mozos junto a personajes comunes que intervienen indistintamente en una y otra demostración.
Significado
La preocupación por librarse de las asechanzas del zorro parece haber originado cuestaciones y representaciones como la de Luzaide-Valcarlos, que guardan semejanza con las que celebran en otros pueblos de Gipuzkoa, por ejemplo en Atáun, referida por Barandiarán [6], para librarse de los ataques del lobo -conocidas como Otsabilko (literalmente recoger para el lobo)- de modo que la alimaña quedase satisfecha, no atacase los ganados y éstos pastasen tranquilamente. Hay que tener en cuenta que el peligro del zorro era real, llevado por su astucia y paciencia para agredir al ganado lanar y aviar del establo, cuyo constante peligro obligaba a los caseros a capturarlos con ingeniosos procedimientos o incluso a envenenarlos, como explica Satrústegui [7].
Añade Caro Baroja que los últimos días del Carnaval en los pueblos de Gipuzkoa también solía salir, hasta mediados del siglo XIX por lo menos, un cortejo de danzantes con su capitán a la cabeza haciendo asimismo cuestación. Una vez recogido algo a la puerta de un caserío celebraban cierta pantomima, cuya parte primera consistía en matar unos pollos colgados de palos con los ojos tapados, y la segunda en que el capitán prendía fuego a un trozo de pelo o estopa, que colgaba de las narices de sus compañeros, al son de una tocata especial al final de la cual todos debían pasar la cabeza por un aro colgado de una cuerda, puesta entre dos palos, paredes o árboles, que en opinión de Caro Baroja eran “representaciones de zorros con probabilidad” [8]. A esta rara pantomima llamaban azeri dantza, es decir, danza del zorro, que se halla relacionada sin duda con la que tiene lugar en nuestros días en el pueblo navarro de Luzaide-Valcarlos, tal como hemos explicado, bajo la denominación de Axe ta tupin (el zorro y la marmita), danza que Iztueta observó y publicó en la primera mitad del siglo XIX [9], y que para Caro Baroja excede de lo que es mera “danza del zorro” para convertirse en una función para ahuyentar al animal. Hay unas creencias, relacionadas con el cuello de la zorra y sus virtudes, que -en el caso del Labourd vascofrancés- estima que “cuando se consigue alimentar a unas gallinas con granos de maíz que tocaron el gaznate de una zorra, esas gallinas se ven libres de ser comidas por las zorras”. Lo ha recogido Thalamas Labandíbar [10], pero Caro Baroja lo considera probado en otras regiones de España (tanto en Galicia como en Segovia y Cuenca).
Lo que le llama la atención a Caro Baroja de la azeri-dantza es que el capitán prenda fuego a la estopa que cuelga de la nariz de sus compañeros, acto que le recuerda el que celebraban los Highlanders de Escocia, en Saint Kilda, una fiesta que tenía lugar por la tarde del último día del año, en la segunda mitad del siglo XVIII todavía, a la que llamaban Colluinuno la que, según relata Ovidio, en la antigua Roma se hacía por las fiestas de Ceres, la Cerialia del 19 de abril, que, en opinión de Frazer [11], están más en consonancia con el rito de la expulsión de un espíritu maligno, ya que se considera al zorro un animal dañino y maléfico.
En Vasconia misma el zorro es considerado un animal diabólico. En un cuento se habla de “el diablo del zorro”, luki barrabasa. Este cuento es vizcaíno, y en Bizkaia es donde se usa la palabra luki para designarle… pero el otro nombre del zorro, más corriente, es azerí o axeri, aplicable a los danzantes bajo apariencia de zorros.
Bibliografía
ARAMBURU URTASUN, Mikel. Danzas y bailes de Navarra. Pamplona, Gobierno de Navarra, 2000.
BARANDIARAN, José Miguel de. “Esquema de distribución geográfica de algunas creencias y ceremonias relacionadas con las fiestas populares” in Anuario de la Sociedad de Eusko Folklore, tomo II, 1922. Págs. 131-138.
CARO BAROJA, Julio. Los vascos. Madrid, Istmo,1971.
CARO BAROJA, Julio. El carnaval (Análisis histórico-cultural). Madrid, Taurus, 1983.
CARO BAROJA, Pío y Julio. Navarra. Las cuatro estaciones (1971). Documental cinematográfico. Filmoteca de Navarra.
GARMENDIA LARRAÑAGA, Juan. Carnaval en Navarra. San Sebastián, Haranburu, 1984.
IRIBARREN, José María. “Estampas del folklore navarro” in Príncipe de Viana. Año núm. 5, núm. 17, 1944, págs. 393-420.
IZTUETA, Juan Ignacio de. Guipuzcoaco Dantzak. San Sebastián, Ignacio Ramón Baroja, 1824.
JIMENO JURÍO, José María. “Valcarlos. Valle de Carlos” in Navarra. Temas de Cultura Popular, nº 53, 1969.
JIMENO JURÍO, José María. “Carnaval” in Gran Enciclopedia Navarra, tomo III, pág. 148. Pamplona: Caja de Ahorros de Navarra, 1990.
SATRÚSTEGUI, José María. “Estudio del grupo doméstico de Valcarlos” in Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra. Año I, nº. 2, 1969.
SATRÚSTEGUI, José María. “La caza del zorro en el País Vasco” in Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, Año 10, nº 29, 1978, págs. 201-224.
SORIA, Javier. Los volantes de Valcarlos (1971). Reportaje cinematográfico. Filmoteca de Navarra.
THALAMAS LABANDIBAR, Juan. “Contribución al estudio etnográfico del país vasco continental” in Anuario de Eusko Folklore, tomo XI, 1931. Págs. 1-120.
USUNÁRIZ GARAYOA, Jesús. “El carnaval” in BEGUIRISTÁIN GÚRPIDE, M. A. Etnografía de Navarra. Pamplona, Diario de Navarra, 1996, págs. 481-494.
Imagen de la portada: Luzaide-Valcarlos en una pintura de Enrique Zubiri (hacia 1930-1936)
Esta investigación forma parte de la redacción del Calendario tradicional festivo y religiosidad popular para el Atlas etnográfico de Vasconia, en preparación por el grupo Etniker de Euskalerria.