Presentación del film “Fieras Humanas», del realizador Roberto Farias, en el ciclo Nuevos Cines Americanos: Cinema Novo Brasileiro, programado por el Cine Club Lux de Pamplona en abril de 1971.
Poco o nada sabemos en España del cine brasileño, aunque su existencia data de antiguo. La actividad cinematográfica de este país tiene sus primeros brotes a principios de siglo con la existencia del cine mudo. Pero el advenimiento del cine sonoro produjo, como es lógico, el total caos cinematográfico.
Desde este momento, los años treinta aproximadamente, presenciamos en Brasil una vida de alargado letargo invernal, que no produce grandes éxitos, ni solamente comerciales.
Pero es exactamente desde 1955 cuando el cinema Brasileño se nos revela francamente prometedor. El primer fruto de este Cinema lo encontramos en la película de Nelson Pereira dos Santos Río Quarenta Graus. Desde este momento, una promoción de jóvenes realizadores construirá en sucesivas capas la pirámide que va desarrollando el alcance y la influencia del Nuevo Cine Brasileño. En el nuevo equipo se integran miembros procedentes de un campo teórico, como el fundador, Pereira dos Santos, y el crítico Saraceni; Rui Guerra y Joaquín Pedro de Andrade; León Hirszman, Gustavo Dahl, Carlos Diegues, intelectual y poeta, Miguel Borges y, sobre todo, Glauber Rocha, teorizador y realizador de las ideas filosóficas y estéticas de este Cinema.
Y con todo este planteamiento se elabora de manera fija el esquema ideológico del que se ha dado en llamar Cinema Novo Brasileiro. Vencidos los primeros problemas de tipo bancario, se perfila un nuevo género auténticamente realista, de resonancias y ambiente popular, y de cuestiones que afectan directamente a su país. Para decirlo con las mismas palabras de Rocha, “nuestro cine define nuestra cultura como una cultura del hambre”. Y aquí es precisamente donde reside la originalidad del Cinema Novo en relación al cine mundial. La originalidad es precisamente este hambre, esta miseria sentida pero no comprendida. Y la más auténtica manifestación del hambre es la violencia. La mendicidad, tradición venida de la piedad redentora y colonialista, ha sido la causa del estancamiento social, de la mistificación política y de la fanfarrona mentira cultural.
A pesar de todo, esta violencia no lleva en sí el odio, sino el amor. Incluso tratándose de un amor brutal, como la violencia misma, no es nunca amor de contemplación, sino de acción y transformación. El Cinema Novo tiene necesidad ahora de autoanalizarse para hacerse comprender mejor, aunque solo sea en la medida en que nuestra realidad puede ser comprendida. Por eso, en sus comienzos, el cine brasileño no tiene contactos con el cine mundial. Y aquí reside otro de sus atractivos: el documento socio-moral de la América Latina.
Y así nos los presenta el cine brasileño, con descaro, sin artificio, con tremendismo palpitante. Muestra de ello aparece en el film “Dios y el diablo en la tierra del sol”. Unos personajes perdidos entre la extrema miseria de una tierra inhóspita, siempre requemados por el sol y sometidos a una explotación inhumana, muestran las más aberrantes formas de vida en una trama donde lo épico y lo dramático se funden con el carácter eminentemente popular del relato, que toma elementos prestados de la tradición folklórica brasileña y portuguesa. Pero como el mismo Glauber Rocha decía a propósito de su película, “la tierra es del pueblo, no de Dios ni del diablo”.
Hemos hablado de los hombres fundadores y teóricos del Cine Nuevo Brasileño, pero no debemos omitir a otro grupo de hábiles cineastas “los hombres del cine”, como se les ha llamado. Estos son directores profesionales, con incipiente experiencia en la producción y la dirección. De este segundo grupo procede Farias. Farias logra pronto una solidez narrativa, un control, que posibilitan la recepción mayoritaria de su cine. Asalto ao trem pagador revierte en año y medio de explotación, en el mercado nacional, el triple de costo de su producción. Pero este es un film dirigido a pequeñas salas, como todo el cine brasileño actual, si bien su impacto es directo, y por consiguiente es un cine popular.
“Fieras humanas” es el fruto, la consecuencia de abrir brecha durante diez años en el complejo cinematográfico brasileño. Como escribe Marinero en Film Ideal, “Fieras humanas” es un film sólido, viril, construido sobre la autenticidad de todos los habitantes de su situación. La dignidad humana del encargado de la factoría, de los dos capataces, del trabajador forzado, comprometen de forma ineludible al espectador.
“Fieras humanas” es una película de acción, con una trama bien concebida para incrustarse en toda una situación rural. Su trayecto es relatar un estado de cosas y describe en su derredor una serie de hábitos (a nivel de folklore inhumano), pluralizando y abarcando la realidad de esta situación. En contadas ocasiones, el autor se desliza en el esteticismo, una plástica que no frena el vigor ni la seriedad de un film épico y maduro [1].
Finalmente, dos palabras para resaltar lo apropiado y el buen gusto de la música del film, y la ajustada interpretación de Paulo Copacabana, Dinorha Brillanti y las interpretaciones del capataz y del trabajador forzado.
Ficha técnico-artística del film
“Fieras humanas” (Selva trágica, 1962) Producción: Herbert Richers Produções Cinematográficas / Produções Cinematográficas R.F. Farias Ltda. Director: Roberto Farias. Argumento: basado en una novela de Hernani Donato. Guión: Roberto Farias. Fotografía: José Rosa (Blanco y negro). Música: Luiz Bonfá. Intérpretes: Paulo Copacabana (Pablo), Dinorah Brillanti (Flora), Mario Petaglia (Pyta), Rui Polanak (el jefe), Reginaldo Farias, Rejana Madeiros, Aurelio Teixeira, Rui Polanah, Mauricio do Valle. Brasil. Duración: 104’
Imagen de la portada: un plano de Selva trágica, en España «Fieras humanas», de Roberto Farias