El granero sobreelevado del suelo conocido como «hórreo», que en la Península Ibérica se localiza con mayor densidad en el arco periférico oeste, entre las vertientes atlántica y cantábrica, es sobradamente conocido en lo que respecta a Portugal, a Galicia, a Asturias (y zona cántabro-leonesa bajo su influencia) e incluso a Vizcaya.
Las visiones generales de Feduchi, Flores, Torres Balbás y Hoyos Sancho sobre la arquitectura popular española, así como los estudios por regiones, lo demuestran. Todos tienen en común el haberse fundamentado sobre la base científica de Frankowski, que en 1918 sitúa los hórreos peninsulares en su contexto mundial, profundizando en sus orígenes.
El hórreo navarro comienza a valorarse a partir de 1971, gracias a la atención prestada por Caro Baroja y Uranga-Iñiguez, continuada por las investigaciones monográficas de Leizaola, Peña Basurto y Urtasun-Zubiaur, que se ven culminadas por la catalogación reciente llevada a cabo por el equipo formado por Sancho Domingo, de los servicios técnicos de la Institución Príncipe de Viana, entidad que vela por su especial protección.
Su importancia en el pasado
En tiempos lejanos, como destacan Uranga e Iñiguez, los hórreos fueron más frecuentes en Navarra, especialmente en el área oriental del reino, próximos a Aragón y Ribagorza, pero con alguna excepción, como es el caso del Monasterio de San Millán de la Cogolla, en tierras actuales de La Rioja, que antes pertenecieron a Navarra, y de algunos otros que citaremos a continuación.
La existencia normal de hórreos, vinculados a casas, «palacios» (denominación habitual de las posesiones regias en los pueblos) e iglesias, empieza a documentarse a comienzos del siglo IX y con cierta naturalidad a partir del XI.
Los medievalistas Lacarra, Martín Duque y Zabalo, al repasar la documentación de los viejos monasterios navarros, citan expresamente, en 1002 y en 1025, los del Calvera, en el Valle de Ribagorza, dependientes del Monasterio de Santa María de Obarra, entonces bajo la influencia navarra. En 1093 los de Avárriz, propiedad del Monasterio de San Salvador de Leire. En 1099 el de Lizasoain, bajo el dominio del Monasterio de Irache. En 1102 el de Reta, en 1104 los de Benoz, en 1109 los de Navasa (en Aragón), en 1110 los de Badostain (cerca de Pamplona), en 1117 el de Berroya (en Urraúl Alto), en 1119 el de Adoain y en 1131 el de Bolea, todos pertenecientes al Monasterio de Leire. En 1315 el del Monasterio de Irache, punto más occidental de los observados, que recibía las pechas en grano de los pueblos próximos. También se registra la existencia de otro hórreo, en 1582, en el pueblo salacenco de Igal. Y la del «orrio común» de la Iglesia de Biurrum, en Valdizarbe, en 1731.
Vemos, pues, que el área de estas construcciones se abre al occidente de Navarra hasta, incluso, Irache, y que los hórreos no eran desconocidos en comarcas próximas a Pamplona. Sin embargo, parece que nunca fueron del todo abundantes. De lo contrario, los documentos de la Orden de San Juan de Jerusalén y de la Real Colegiata de Roncesvalles, con sus vastas posesiones por gran parte de Navarra, lo delatarían.
En Navarra se perfila el hórreo como una excepción dentro de los más comunes sistemas de almacenamiento del grano. Así, J.M. Iribarren y Caro Baroja nos hablan del «algorio» o «argorio», consistente en una especie de cajón o armario alto que, como por ejemplo ocurría en Ochagavía, estaba colocado en el zagüán de la casa ; aunque por «algorio» también se han entendido los contenedores de pienso para los animales (en Tierra Estella) o los espacios separadores para los granos, incluso también los graneros a los que antiguamente iban destinadas las pechas en grano del Rey en los pueblos. Por otra parte, también se han empleadao como graneros grandes arcones de madera, sin rendijas, de cuatro patas que sobreelevan el fondo del suelo varios centímetros, y con pesada tapadera de cubierta a dos vertientes, que Flores compara con las cajas de los hórreos gallegos de madera.
Estos sistemas de almacenaje han convivido tradicionalmente, en gran parte de la Navarra media-llana, con el depósito de grano en los desvanes de las casas, junto a los aperos agrícolas manuales. En la Montaña, en el área que va desde la Cuenca de Lumbier a los Valles de Salazar-Aézcoa-Roncal, este granero se conoce como «sabayao» , utilizándose para acumular el grano tanto como para guardar el forraje y el helecho seco, en tanto que en la vertiente atlántica a este menester se han dedicado, y dedican todavía, las «metas» o almiares al aire libre.
También ha existido otra clase de graneros, en este caso adosados a edificios mayores, relacionados con la colecta de la «primicia» o contribución de la feligresía al sostenimiento de las parroquias en los pueblos, cuya denominación ha podido coincidir con la de «orrio» en el pasado.
Así se explicaría la relativa, por no decir escasa, presencia en Navarra del hórreo como granero sobreelevado del terreno por pilotes e independiente de la casa, pese a lo cual este original sistema para el almacenamiento del grano cuenta en nuestra región con una tradición antigua, tal como hemos visto.
Catálogo de los hórreos navarros
Valle de Aézcoa
- Aria (Casa Apat)
- Aria (Casa Etxeberri)
- Aria (Casa Jamar)
- Aria (Casa Jauri)
- Arive (Casa Domench)
- Garayoa (Casa Maisterra)
- Garralda (Casa Masamiguel)
- Orbaiceta (Casa Etxegaray)
- Orbaiceta (Casa Estanquero)
- Orbaiceta (Casa Larrañeta)
- Orbara (Casa Jabat)
- Villanueva (Casa Elizondo)
- Villanueva (Casa Reca)
- Villanueva (Casa Jauki)
- Villanueva (Casa Portal)
Valle de Arce
16. Lusarreta (Casa Gardorena)
Valle de Lónguida
- Ecay (Casa Hospital)
- Erdozain (Palacio Cabo de Armas)
Valle de Salazar
- Izal (Casa Ballaz)
Valle de Urraúl Alto
- Epároz (Santa Fé. Casa del Valle)
- Zabalza (Casa Estoqui)
Valdorba
- Iracheta
Su tipología
En la actualidad se conservan veintidós hórreos autóctonos y uno asturiano, trasladado por su propietario a una de las casas de la Vuelta de Aranzadi, en Pamplona. De los primeros, quince se conservan en el Valle de Aézcoa, uno en el de Arce, dos en el de Lónguida, uno en el de Salazar, dos en el de Urraúl Alto y uno en la Valdorba, es decir, dentro del cuadrante nororiental de Navarra.
Hasta la década de 1970, en que reciben una protección específica de la Diputación Foral de Navarra (Acuerdo de 17 de enero de 1975), ejercido a través de la Institución Príncipe de Viana, que en 1993 propone al Gobierno de Navarra declararlos bienes de interés cultural, algunos hórreos navarros desaparecieron conforme se alteraban los modos de vida y las necesidades económicas de nuestros pueblos (que sepamos, uno en cada una de las Abaurreas, otro más en Orbara y hasta cuatro en Aria).
Los hórreos navarros se adaptaron en su morfología a las exigencias del clima y a los usos de las diferentes comarcas, condicionados a la configuración del terreno y a los materiales disponibles en la edificación. Se han considerado siempre como dependencias aledañas a la casa doméstica, erigidas para su empleo exclusivo, a excepción del hórreo de Iracheta, destinado a la conservación del grano entregado por la feligresía local para el sostenimiento de la Iglesia, a través, en este caso, de la Encomienda de San Juan de Jerusalén. Y hasta tal punto ha sido así que en la transferencia de cualquier casa siempre se consideraba el hórreo como algo inseparable de ella, cuando lo había.
Surgieron dentro de un sistema económico básicamente agrícola, apoyado en la idea de autarquía, donde la casa se erigía no sólo como centro productor de bienes de consumo sino como conservador de una parte de éstos para futuras necesidades. Bajo este enfoque, se hacía preciso encontrar un modo de almacenar, cerca de la casa, y en la cantidad suficiente, a salvo de roedores, así como con las garantías de aireación y preservación de la humedad aconsejables en estos casos, el grano necesario para el alimento humano y animal, así como la semilla para la siembra de temporada. De este modo, aparte otros sistemas de almacenamiento más modestos, que ya hemos citado, surgieron los «garaiak», «gareiak» o «gareak», denominación con que los naturales llaman en Navarra a estas construcciones.
Pueden apreciarse en Navarra dos variantes morfológicas y estructurales de hórreos, si nos atenemos a los materiales empleados en su construcción, dando por sentado que ambas configuran un modelo de tipo mixto, es decir, en el que intervienen como materiales básicos la madera y la piedra:
A) Una, en que la madera desempeña una importancia estructural evidente. Es el caso de los hórreos aezcoanos, de Urraúl Alto y del único de Salazar conservado, cuya antigüedad, en todos los casos, no será superior al siglo y medio.
B) Otra, en que la piedra es la conformadora de la estructura a través de dinteles, muros y arcos ; la madera se emplea en la construcción del tejado y en la instalación del piso del granero. Entran en esta modalidad los hórreos de Iracheta y los más curiosos y excepcionales por su planta cuadrada (lo ordinario es que sea rectangular) de Lusarreta y Erdozáin. Se trata de hórreos de sólida construcción, con fábrica de sillarejo dispuesto a cal y canto en los muros, con cadenas esquineras de piedra sillar, con arcos de sustentación de medio punto bien dovelados, cornisa superior y moldura de imposta tornarratas, dentro de una severidad artística de resabios románicos, o asturianos, como advirtieron Uranga e Iñiguez en el de Iracheta, que siendo el más antiguo puede datarse en el siglo XII o incluso antes. Sus dimensiones, la potencia de sus muros, la conciencia constructiva que delatan, hacen ver no ya su antigüedad sino su importancia comunitaria en la vida económica del lugar.
En la misma línea se encuentra el hórreo de Santa Fé, en Epároz (Urraúl Alto), pues a pesar de ostentar maderamen sustentante en el granero propiamente dicho, y por ello ser considerado dentro de la primera clasificación, disfruta de unas características estilísticas y dimensionales próximas a los hórreos en que predomina la piedra.
No obstante, el modelo en piedra es, en cuanto a los ejemplares conservados y documentados, excepcional en Navarra.
Un ejemplo característico: el hórreo de Izal
En el único ejemplar conservado en el Valle de Salazar, el hórreo de Casa Ballaz, en Izal, podemos resumir las características-tipo del modelo autóctono primeramente descrito, ya que su situación geográfica, en zona intermedia entre los valles pirenaicos y prepirenaicos, le permite condensar influencias de los demás conjuntos constructivos, si bien el menor empinamiento de su tejado y el uso de teja curva, en lugar de tablilla de haya o teja plana cerámica, lo distingue del modelo aezcoano, así como el revoque exterior de su mampostería lo aleja del tipo de Urraúl, al que no le importa mostrar el sillarejo a la vista.
Presenta la solidez, aislamiento, esbeltez y buena proporcionalidad que se consideran destacables en todos los hórreos navarros.
Se sitúa en el patio de la Casa Ballaz, a 3,50 m. de distancia de la vivienda y dentro de un recinto separado de la calle por un muro de mampostería. Este caso es frecuente, tanto en lo que se refiere a la proximidad de la casa de labranza, que permite al agricultor un fácil acceso, pero a la vez independencia de la construcción en caso de incendio, como a su comprensión dentro de un cerramiento o corral. Se trata del caso más común de hórreo doméstico de un sólo propietario (el dueño de la casa), ya que también existen variantes como las de los hórreos de Biurrun o de Iracheta, entre los conservados, que eran comunitarios y, por tanto, de mayor tamaño.
Su entrada está orientada al norte, en coincidencia con la casa, que lo protege de los rigores del invierno. La puerta es de una hoja, de madera, con apertura hacia el interior. En otros casos la puerta presenta gatera en su parte inferior.
Es de planta rectangular, de dimensiones 4,25 por 3,70 m., caso más frecuente entre los hórreos aezcoanos y de Urraúl Alto.
Se sustenta en nueve pilares de piedra, de una pieza y de forma troncocónica, de los que ocho se sitúan a lo largo de su perímetro, apoyados en un muro de mampostería, que, a modo de cimentación, está enrasado con el terreno. Sobre los pilares se disponen losas circulares de piedra o rodeznos para impedir el acceso de roedores al interior, al tiempo que sirven como zapatas sustentantes de la estructura arquitectónica. En el apoyo central existente esta losa está sustituida por una gruesa pieza de madera.
Sobre las losas se preparó una estructura de madera de roble, construida por tres vigas transversales (las inferiores) y sobre ellas tres longitudinales, combinadas a otra más que hace de puente y machiembradas entre sí (en Aria se denomina «zubie» a cada una de estas vigas). Las paredes están configuradas por entramado de madera, que divide la fachada en tres paños. El relleno entre los maderos se hizo con piedra «tosca», calcárea y de poco peso, revocada interior y exteriormente con mortero de cal de un grosor de 17 cm., para proteger de la humedad.
El piso está formado por tablas de madera, sobre el entramado descrito, siempre utilizando el roble, y se sitúa a 1,40 m. del suelo, realizándose el acceso mediante escalera exterior de piedra, perpendicular a la fachada, como en el hórreo de Casa Gardorena de Lusarreta (Valle de Arce), aunque lo común es la escalera «de patín», es decir, paralela a la línea de fachada y adosada a ella, separada de la puerta de acceso, con la que se enlazaba gracias a un puentecillo de madera.
La cubierta es a dos aguas, en sentido longitudinal, con una pendiente del 36 %, que es poco inclinada en relación al 75-136% habitual en el Valle de Aézcoa y más similar al 33-50% del resto de las comarcas, formada por pares o viguetas de madera en el sentido de la pendiente, sobre las que se han colocado tablas de madera o cabrios paralelos formando los lomos de la armadura en hilera. La viga cumbrera (a la que llaman «bizkarra» en Aria), que hace de vértice a las aguas del tejado, tiene un apoyo intermedio sobre un puente constituido por una viga de madera para la que se ha aprovechado la curvatura natural del árbol de donde se obtuvo. En casi todos los hórreos de Aézcoa y en el de Lusarreta, aunque no es el caso del que ahora consideramos, se aprovecha este espacio bajo la empinada cubierta para diseñar un entrepiso («garbarei», «sabai») donde colgar los aperos de labranza.
El tejado del hórreo de Izal dispone de un pequeño vuelo en todo su perímetro. En las fachadas anterior y posterior, uno de los maderos del entramado actúa como tirante para equilibrar el empuje de la cubierta asegurándose su función mediante pasadores de madera. La cubrición propiamente dicha se realiza con teja curva realizada de modo artesanal, posiblemente en la tejería que existió en el pueblo. A diferencia de la Aézcoa, donde para este menester se empleó en otra época la tablilla de madera («oholak»), los propietarios del hórreo de Izal no recuerdan que se hubiera empleado otra cosa sino la teja curva o canal.
El hórreo de Casa Ballaz se subdivide interiormente en siete compartimentos o silos (en Aézcoa «zizkuak») realizados en madera, como de 1 m. de altura, destinados al almacenamiento del grano, accesibles desde un pasillo central. La estancia interior alcanza los 2 m. de altura y a ese nivel existen dos maderos dispuestos longitudinalmente a ambos lados del pasillo, que se utilizan para colgar los sacos vacíos. En la pared opuesta a la puerta hay una abertura de forma triangular, que sirve para ventilar el interior o, mejor, quizás iluminarlo, pues en general los hórreos navarros son bastante herméticos.
La subdivisión interior, a excepción de los ejemplares de piedra, que son de interior diáfano, como en el caso de los de Lusarreta, Erdozain e Iracheta, es habitual en los hórreos con estructura de madera. En el hórreo de Estebenea (Aria), tristemente demolido, Miren Ynchausti refiere que se destinaban tres de ellos al trigo sembrado en octubre, dos para la avena, y uno para el trigo de marzo, las habas, la veza y la cebada.
Las necesidades impuestas por el uso motivaron algunas adaptaciones del hórreo de Casa Ballaz. Se unió la escalera al edificio, que inicialmente estuvo separada de él para impedir el acceso a los roedores. Se cerraron los huecos existentes entre los pilares de sustentación de la pared derecha, a fin de preservar de la lluvia esta parte baja usada como leñera (en Aézcoa se empleaba en cambio como estercolero, «ongarritegi» , «zola», «atari»). Y en otra época llegó a extenderse la cubierta de este lado del hórreo hasta empalmarla con el muro del recinto, como ampliación del almacén de leña, que era tan necesaria para combatir el frío del largo invierno. Las adaptaciones también se han sucedido a lo largo del tiempo en los hórreos aezcoanos, donde es posible encontrar estos bajos convertidos hoy en establo, pequeño garaje, incluso trastero.
En la actualidad, la «garaia» de Izal sigue en uso como almacén de grano. En febrero de 1981 pude observar la siguiente clasificación de cereales por compartimentos (partiendo desde la entrada, de izquierda a derecha) : trigo, avena temprana, avena de primavera (los dos siguientes) y cebada (los tres últimos). Su capacidad era cifrada por sus propietarios en 60 robos por departamento, es decir, unos 1.320 kilogramos, si bien ha llegado a admitir hasta 700 robos con ayuda de sacos.
Para proteger el grano de los roedores el propietario tiene por costumbre colocar en el interior ramas de un arbusto espinoso conocido como «lapa», que está erizado de espinillas, como trampa para los mismos, que quedan enganchados en ellas sin poderse librar. Aunque al exterior no se ponen elementos rituales de protección, como por el contrario es habitual en Aria, donde por la mañana de San Juan colocan a ambos lados de la puerta ramos de espino blanco («gurrillón», «elorri») o de avellano («urritza»).
Como otros muchos hórreos de Navarra, el de Casa Ballaz fue restaurado recientemente.
El hórreo y la arquitectura doméstica
Ya me he referido a que el hórreo, como la casa de la que es un complemento inseparable, se adapta a las condiciones del clima y del medio en que se enclava. Ahora diremos que desde el punto de vista constructivo, incluso ornamental, goza de sus mismas particularidades.
Para el equipo dirigido por Sancho Domingo las características comunes entre ambas construcciones son la marcada preferencia por la planta rectangular, los volúmenes macizos, el predominio de la línea recta y la sencillez de las formas. También se fijan en la ausencia de decoración, característica esta de la sobriedad ornamental que lo identifica con la casa pirenaica y lo diferencia de otros hórreos españoles, más dados al ornamento, que se considera ajeno a la función utilitaria del hórreo.
El hórreo denota también las particularidades constructivas de los valles donde se emplazan. El mismo grupo de autores identifican en los hórreos aezcoanos una serie de aspectos comunes a las construcciones domésticas. Así las paredes de mampuesto blanqueadas, con las jambas y las cadenas esquineras de sillares al descubierto, los aleros cortos, excepto en el lado del balcón secadero en las contadas ocasiones en que existe, las vertientes a 45º y la estructura de la cubierta con cabios que descansan en la viga cumbrera, apoyada en los pilares centrales, y en las carreras de los muros. Ambas construcciones repiten la cubierta a dos aguas, más frecuente en Aézcoa que la de cuatro.
Son más raros en Aézcoa los entramados de madera que ostentan los hórreos de Orbara y Orbaiceta, casi inexistentes en las casas del valle, ya que responden a comarcas de régimen climático moderado, como es el caso del ejemplar de Izal en Salazar. Es un tipo de estructura más ligera, que permite el relleno de los entrepaños con piedra porosa.
También llaman la atención sobre la gradual sustitución, en ambos tipos de arquitecturas, de las cubiertas de tablilla de madera por la teja plana de arcilla cocida y, en fechas recientes, por el fibrocemento o chapa metálica, de cinc o de hierro. No es raro que esto suceda, pues a la escasez de carpinteros capaces de cortar y colocar este peculiar sistema de tablillas de haya, se unen otros inconvenientes de las mismas como el abarquillamiento, la putrefacción y su combustibilidad.
Otras coincidencias observadas se refieren a la disposición de la cámara interior del hórreo, con un pasillo central y compartimentos a los lados que recuerdan la distribución sencilla de la casa aezcoana, con distribuidor central y habitaciones laterales. Incluso la existencia de tres plantas en las viviendas solariegas vienen a coincidir con los tres niveles del hórreo : inferior, cámara y sobrepiso.
La latitud es otro factor de aproximación entre la casa y el hórreo. Así la inclinación de la cubierta, que en Salazar se suaviza adaptándose a la teja canal, sobre tabla ripia. Lo mismo sucede con los hórreos de los valles meridionales : Santa Fe de Epároz, Zabalza, Erdozain y Ecay. Sus muros de sillarejo de buena factura, con sillares en jambas y esquinas, están coronados por cubiertas a dos aguas y teja curva. Extrañan aparentemente algunos materiales empleados en su construcción, como el adobe en el de Ecay y la laja en la cubrición del de Epároz, en otra época comunes en los valles navarros de estas y otras latitudes.
Objeto de protección especial
La rareza del hórreo navarro fue advertida pronto por la Institución Príncipe de Viana, que, consciente de la importancia de los escasos ejemplares conservados, propuso a la Diputación Foral de Navarra, siendo director de la misma D. Vicente Galbete Guerendiain, la adopción de medidas tendentes a su salvaguarda.
Aquél Acuerdo de la Diputación Foral, de 17 de enero de 1975, destacaba la singularidad de esta rica muestra de la arquitectura popular de la manera siguiente:
«Estimando que la misión de esta Diputación Foral, en lo que afecta a la conservación del Patrimonio Artístico, Histórico y Cultural que nos legaron nuestros antecesores, debe alcanzar a la protección de los «hórreos» o «garai», subsistentes en algunos valles navarros, principalmente en Aézcoa, Arce, Valdorba y Urraúl, y consideradas las disposiciones legales vigentes que consideran a los hórreos antiguos existentes en Asturias y Galicia como parte integrante del Patrimonio Histórico Artístico Nacional…, habida cuenta del interés etnológico, pintoresco y turístico que tiene la conservación y restauración a ultranza de los hórreos existentes en Navarra, se acuerda : 1º. Gestionar, a través de las Dirección General de Patrimonio Artístico y Cultural, la inclusión de los hórreos de Navarra en las disposiciones legales vigentes de protección del Estado a favor de dichos edificios, según se establece, para los hórreos de Asturias y Galicia… 2º. Subsidiariamente y en virtud de lo expuesto respecto a la conservación y restauración del Patrimonio Histórico-Artístico de Navarra…, dispensar a los hórreos de Navarra la protección de la Corporación Foral a través de su Dirección de la Institución «Príncipe de Viana» y Bellas Artes, mediante el establecimiento de las siguientes «Normas de protección a favor de los edificios denominados «hórreos» o «garai» existentes en Navarra» : 1a. Todas las construcciones conocidas con el nombre de «hórreos» o «garai» existentes en término de Municipios de Navarra o que pudieran identificarse como tales, que tengan una antiguedad no inferior a un siglo y sea cualquiera el estado en que actualmente se encuentren, quedan bajo la protección de la Diputación Foral de Navarra, la cual impedirá toda intervención en los mismos edificios que altere su carácter arquitectónico primitivo o que pueda ocasionar su derrumbamiento. 2a. La protección a que se refiere el artículo anterior, será ejercida a través de la Dirección de la Institución «Príncipe de Viana» y Bellas Artes. 3a. Los propietarios, arrendatarios o usuarios de dichos «hórreos» no podrán derribarlos, cambiarlos de emplazamiento, tapiarlos, adulterarlos ni realizar en los mismos ni en sus diversos elementos integrantes obra o reparación alguna, sin previa autorización de la Diputación Foral, tramitada a través de la Institución «Príncipe de Viana». 4a. El escrupuloso cuidado de las citadas construcciones queda encomendada a los Ayuntamientos en cuyo término municipal radiquen los «hórreos», siendo dichos Ayuntamientos responsables de la vigilancia y conservación de los mismos, y a tal efecto deberán poner en conocimiento de la Institución «Príncipe de Viana» cualquier infracción a las normas vigentes sobre la materia, a fin de que se puedan dictar las resoluciones pertinentes, sin perjuicio de que, en los casos de urgencia, adopten provisionalmente los Municipios las medidas de seguridad y precaución que estimen oportunas, dando luego cuenta de los mismos a la Institución «Príncipe de Viana».
Glosario
Adobe: ladrillo resultante de la mezcla de barro con paja, secado directamente al sol.
Algorio, argorio: mueble en forma de cajón o armario para guardar grano en el interior de las casas.
Atari: espacio en planta baja del hórreo aezcoanao. Ver «ongarritegi».
Bizkarra: viga cumbrera (Aria).
Cabrio, cabio: contrapar, madero paralelo a los pares que en una cubierta funciona de soporte a la tablazón.
Cadena esquinera: conjunto de sillares dispuestos verticalemente en un muro de mampostería, para reforzarlos en sus ángulos.
Carrera: viga horizontal y en voladizo, sobre la que se apoyan otras superiores.
Cumbrera: viga superior que divide las dos vertientes del tejado en una cubierta a dos aguas.
Elorri: ver «gurrillón».
Escalera de patín: la que es paralela en su disposición a la línea de fachada del hórreo.
Garai, garaia, gareia, garea: hórreo.
Garbarei: entrepiso bajo la empinada cubierta del hórreo aezcoano («sabai»).
Gurrillón: espino albar empleado como protector contra los males en la creencia popular.
Hilera: lomos de la cubierta de madera sobre los que apoyan los pares sus extremos superiores.
Hórreo: construcción de base rectangular, sostenida en el aire por pilarees, en la que se guardan y preservan de la humedad y de los roedores granos y otros productos agrícolas.
Jamba: cada uno de los elementos verticales que sostienen el dintel en una ventana.
Laja: lámina o loseta de piedra empleada en la cubrición de tejados.
Lapa: fruto de la «Lappa major» y de la «Setaria verticilata» que aparece erizado de espinillas y resulta muy pegadizo.
Mampostería: obra de albañilería a base de piedras sin labrar, o poco labradas, aparejadas sin orden de hiladas ni tamaños y unidas con argamasa. También mampuesto.
Ongarritegi: estercolero de la planta baja murada del hórreo aezcoano.
Oholak: tablillas de madera de haya para cubrir el tejado de las construcciones aezcoanas, imbricándolas entre sí.
Paño: lienzo de pared.
Par: cada uno de los maderos dispuestos con la inclinación del tejado para formar la pendiente del mismo, y servir de apoyo a las correas, perpendiculares a aquellos.
Piedra tosca: piedra calcárea y porosa, de poco peso, que, cortada a sierra, se utiliza para construir paredes.
Sabai: entrepiso bajo la empinada cubierta del hórreo aezcoano, donde suelen guardarse los útiles del labrador.
Sabayao: desván de la casa destinado generalmente a almacenar granos, paja o forraje (Roncal, Salazar, Aézcoa).
Sillar: piedra labrada, bien escuadrada, que se emplea en la construcción.
Sillarejo: sillar pequeño sin labrar, o toscamente labrado, y que no abarca generalmente el grosor del muro.
Teja canal: teja que forma los conductos por donde corre el agua en un tejado.
Urritza: avellano cuya rama se coloca en el exterior de las puertas aezcoanas para protegerlas de los males, según es creencia popular.
Zizkuak: silos para almacenar el grano en el interior del hórreo aezcoano.
Zola: estercolero del hórreo aezcoano, variante de «ongarritegi» y «atari».
Zubie: vigas que se empalman para formar la base sobre la que se erige la estructura en altura de un edificio (Aria).
Para saber más
El hórreo («garea») en Navarra. Dos nuevos hórreos en la montaña navarra, L. Peña Basurto. «Anuario de Eusko-Folklore». Sociedad de Ciencias Naturales Aranzadi, San Sebastián, 1965-1966. XXI, pp. 65-66.
Contribución al estudio del hórreo («garai»), en la Navarra pirenaica, F. Leizaola. «Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra». Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1969. I, pp. 363-388.
Arte medieval navarro. J.E. Uranga, F. Íñiguez. Caja de Ahorros de Navarra, Pamplona, 1971. Vol. I, Cap. IV, pp. 169-173.
Etnografía de Aria (Valle de Aézcoa), M. Ynchausti. «Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra». Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1971, III, pp. 341-342.
«Granaria sublimia», «horreum pensilis», J. Caro Baroja. «Homenaje a don José Esteban Uranga». Aranzadi, Pamplona, 1971. Pp. 367-382.
Hórreos y palafitos de la Península Ibérica, E. Frankowski y otros. Ediciones Istmo, Madrid, 1986 (reed. de la de 1918).
El hórreo inédito de Casa Ballaz, en Izal (Valle de Salazar), R. Urtasun, F.J. Zubiaur. «Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra». Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1980, núms. 35-36, pp. 403-422.
Los hórreos de Navarra, J. Sancho, A. Nieves, I. Cía, J. Miranda. Gobierno de Navarra, Pamplona, 1996. Col. «Panorama» núm. 23.