Sobre la influencia de los literatos en la evolución pictórica de Regoyos

Introducción

Regoyos retratado por Théo Van Rysselberghe. Bruselas, 1889

En la vida artística del pintor vasco-asturiano Darío de Regoyos y Valdés (1857-1913) se han reconocido dos grandes periodos evolutivos “marcados” en cierta manera por el límite de su presencia en Guipúzcoa.

Se habla de una primera etapa calificada de “tétrica y transcendentalista parda”, en expresión de Soriano [1], momento de crisis en que el pintor da una visión greca y goyesca de su entorno, apesadumbrado por el expresionismo “neurasténico y enfermo”, en palabras del propio interesado [2].

A esta sucede otra serena, puramente esteticista, como sostiene Gullón [3], cada vez más abierta a la clara luminosidad que terminará por identificarse con una mezcla de visiones impresionista y neo-impresionista, sensorialmente francesa, condicionado en primer lugar por su formación en el extranjero y después por el paisaje sereno de Guipúzcoa, que pinta de forma preferente a partir de 1890.

Estas etapas, cuya separación resulta a veces difusa, tienen un periodo de tránsito que nosotros situamos en torno a 1890-1900, y que se experimenta en el momento en que Darío de Regoyos vive a caballo entre San Sebastián e Irún, y, precisando aún más, cunado se instala en su casita de “Vista Alegre”, en Azken Portu, camino de Behovia, cerca del estuario del río Bidasoa, entre 1900 y 1907 [4].

No se puede comprender este giro estético sin evaluar una serie de condicionantes. Ya me he referido al principal, que es el de su estancia junto al Bidasoa, pero tampoco son despreciables otros, como su matrimonio en 1895 con Henriette de Montguyon, que atempera su carácter depresivo haciéndole vivir momentos de alegría hasta entonces desconocidos, y los contactos rápidos, pero intensos, de Regoyos con los hombres del impresionismo de París, a donde viaja con su amigo Soriano en 1891, en parte como una necesidad sentida tras su estancia en Guipúzcoa, la tierra llena de matices que contempla entonces [5].

Sin embargo, hay también otro aspecto a considerar en el cambio de postura estética de Regoyos o, al menos, en la conformación de su mentalidad ante el arte y la vida, que no ha sido explicado de forma sistemática. Me refiero al papel que los literatos y la literatura tuvieron en la orientación estilística de su obra. Sabido es que nuestro pintor gozó de inquietudes y simpatía que le movieron a establecer múltiples amistades con críticos, periodistas, músicos, pintores, escultores y también literatos, en especial durante su estancia en Bélgica y el País Vasco.

Su amistad con el poeta flamenco Émile Verhaeren

Recordemos, en primer lugar, las destacadas amistades que tuvo Regoyos en Bruselas, durante su permanencia en la sociedad de los Veinte (Les Vingt), a partir de 1884, desde donde se hacía todo lo posible por fomentar el arte innovador del impresionismo llegado de París. Uno de los biógrafos de Regoyos, Rafael Benet, nos informa de la existencia de relaciones personales entre el pintor y poetas naturalistas como Rodenbach, Verhaeren y Lemonnier, entre el numeroso grupo de artistas capitaneados por el crítico de arte Octave Maus y el jurisconsulto Edmund Picard [6]. Fue precisamente este hombre de letras que acabo de citar, Picard, el que garantizó las profundas relaciones de Regoyos con los literatos y escritores belgas más avanzados de su época, al ofrecer a los Vingtistas su casa particular, donde se celebraron recitales poéticos y conciertos (como los protagonizados por los maestros españoles Albéniz y Fernández Arbós) e intercambiaron todo tipo de opiniones en un ambiente de libertad y camaradería.

Parece que el mérito de Darío fue aportar a aquel ambiente una imagen patética y primitiva de la España de entonces, tocados, como estaban sus miembros, de una neo-romántica hipersensibilidad ante todo nacionalismo [7].

Prueba de este interés serán dos viajes que realizará Regoyos en compañía de sus amigos extranjeros al suelo español: el primero en 1882, con los pintores Luce, Van Reysselberghe, Charlet, Solvey y Meunier, y el crítico Maus; y el segundo y definitivo a nuestro entender, por cuanto revela relaciones profundas de interconexión de pensamientos, con el poeta Émile Verhaeren en 1888.

Verhaeren retratado por Nicola Perscheid en 1912

Las huellas de aquel viaje con el poeta flamenco por las provincias del norte de España, Navarra, La Rioja y Castilla, quedarán plasmadas en un relato del propio Verhaeren publicado en la revista de la sociedad “L’Art Moderne”, bajo el título Impressions d’artiste, posteriormente traducido, retocado e ilustrado por Regoyos, y de nuevo editado por él con otro título, La España Negra, aparecido en Barcelona en 1899. Obra que se puede considerar ya de autoría común, que pone de manifiesto hasta qué punto nuestro pintor participa del sentido trágico que recorre la producción poética de Verhaeren en aquella época, desde Les soirs (1887) a Les Flambeaux noirs (1890), pasando por Les débâcles (1888) [8].

Gorceix opina que este viaje más que una amistad denota una “comunidad de pensamiento”. Es motivo de una estrecha colaboración entre poeta y pintor, como se pondrá de manifiesto en la edición posterior de La España Negra. Hay una verdadera armonía de sensibilidades entre ellos y ese deseo común de “vuelta al terruño”, de “búsqueda de lo auténtico” a través del campo abierto, no hace sino evidenciar un mismo estado emocional [9].

Edición de Pedro Ortega. Barcelona 1899

Para Verhaeren es Regoyos “el amigo capaz de comprender” la depresión que sufría desde años antes. En 1890, Regoyos escribe a su amigo el poeta belga: “sé que tienes más o menos mis gustos y que nuestros males psíquicos y morales se asemejan mucho” [10]. En el prólogo de su libro, Regoyos confirma que vieron nuestro país no de una “manera alegre” sino “moralmente negra”, porque, por encima de las observaciones reales de l España finisecular del XIX, cada uno ve en ella sus propios fantasmas. Gorceix es terminante en su conclusión: España es para el poeta “un espejo que revela su exaltación ante la vida y la muerte”. Exaltación que el pintor procura reforzar con la plasticidad y fuerza sugestiva de una iconografía que responde a las inquietudes de su amigo”.

Víctimas de la fiesta. Soto de Lezkairu (Pamplona 1894)

Ven España con ojos trágicos: cementerios e iglesias iluminados por cirios, espectáculos bárbaros como ajusticiamientos y corridas, un retablo insólito de tipos humanos, animales que sufren o han muerto, ritos fúnebres, ciudades amuralladas y paisajes nocturnos. De semejante contexto, el uno con la palabra y el otro con sus grabados y pinturas, nos darán una serie de impresiones románticas que llevan el sello del dramatismo flamenco y un acento marcadamente existencial [11].

Las sensaciones que perciben son del mismo tono: sonidos equivalentes a gritos crueles, campanadas, viento ululante o, por el contrario, murmullos y silencio; colores grises, sepias, negros o rojizos; sombras y luces de crepúsculo o ciriales [12].

Esta visión tan particular del solar hispano convierte a Regoyos en adelantado de la Generación del Noventa y Ocho. Por esa búsqueda del ser español junto a un paisaje descarnado dirá Azorín que “nuestro paisajista era Regoyos” [13]. “Su negra visión de España influirá poderosamente en la renovación de nuestra pintura”, escribirá Lafuente Ferrari [14].

Como los noventayochistas, Regoyos es un provinciano de la periferia que se forma inicialmente en Madrid, y no sin mostrar su rechazo. Es romántico de espíritu y paisajista. Se abre camino ante incomprensiones y al margen de la sociedad “establecida”. Pero ignora la política: no muestra hostilidad ante los poderes, es optimista e ingenuo, más bien será un simple observador de la realidad [15].

Transcurrida su primera etapa, la tremendista de La España Negra, vuelto definitivamente hacia el impresionismo, el estilo de Regoyos se reafirmará aún más en ciertas prácticas de los noventayochistas, singularmente Azorín y Baroja, que son los observadores más atentos de la realidad de esa Generación. El pintor anota sus impresiones ante el medio, preocupado en hallar el lenguaje más apropiado. Para ello desecha tópicos, diferencia las sensaciones de luz, quiere expresar los fenómenos efímeros (tanto atmosféricos como estacionales) y elige los tonos cromáticos como los noventayochistas elegían las palabras, dotándoles de un sentido musical, sinfónico, que diría Gerardo Diego [16], para llegar a sugerir, por encima de la mera descripción, el alma de la naturaleza.

Papel de los escritores vascos: Soriano, Salaverría y Baroja

Y llegados a este punto es obligada la consideración de lo que representaron los literatos vascos en la formación de la mentalidad de Regoyos. Cuando hacia 1890 va decidiéndose el pintor a romper sus ataduras con la visión tétrica del pasado, conoce en San Sebastián a los escritores y periodistas Rodrigo Soriano y José María Salaverría. Así como al novelista Pío Baroja. El primero contribuirá al descubrimiento del nuevo camino estético de Regoyos y los otros dos, como veremos, refuerzan un sentimiento sincero ante el paisaje.

Rodrigo Soriano h. 1910

A Rodrigo Soriano puede considerársele el amigo más íntimo del pintor. Este crítico de arte del diario madrileño “La Época” escribió la primer biografía de Regoyos [17], fue su defensor y alter ego hasta principios de siglo, en que la carrera política del escritor donostiarra les impone la separación [18].

Pero antes de que esto suceda, Soriano despierta en Darío nuevas inquietudes surgidas al contacto de las tierras de Guipúzcoa y norte de Navarra, en una serie de viajes programados por él para erradicar de su amigo pintor tristezas y dudas.

Producto de aquellas salidas, y de otras que irán sucediéndose por Vizcaya, serán un grupo de obras bajo el título de Álbum Vasco, donde ya no interesa solo el costumbrismo pintoresco y anecdótico, sino el paisaje franco. Así sucede en las vistas de Irún y de Durango. La luz tenebrista se torna plácida y dorada, el punto de vista amoroso, como si quisiera reflejar un paraíso. De aquí parte quizás ese sentimiento geórgico oculto en la pintura de Regoyos, y del que habla a Mourlane Michelena con estas palabras: “miro el paisaje como se miraría en las primeras mañanas de la creación” [19]. Así que Soriano escribirá por su lado: “aunque nacido en Asturias, su noble alma latía en Vasconia” [20]. De forma que este sentimiento por lo vasco es despertado, o contribuye decisivamente a despertarlo, Rodrigo Soriano.

Establecido en Irún y sintiéndose atraído por el Bidasoa, nota deseo de aclarar algunos conceptos estéticos, para lo que acude a París Regoyos acompañado de su amigo Soriano, con el fin de entrevistarse con los pintores y escritores más cualificados del impresionismo francés. Este viaje, que podría calificarse de búsqueda consciente de la lucidez, será determinante en la orientación definitiva de su pintura hacia la sensación libre del natural.

También en esta época tratará a Salaverría y Baroja.

Entre Salaverría y Regoyos empezó por existir una “comunidad de sufrimientos” similar a la descrita con Verhaeren, pues no en vano el ensayista guipuzcoano forma parte del elenco noventayochista [21]. Pero también él evolucionará hacia posiciones optimistas. Dedica al pintor dos artículos en que nos descubre su intimidad y puntos comunes [22]. “Regoyos era un sensitivo –escribe-… nos unía el amor a la Naturaleza y el culto a la sencillez y la cordialidad” [23]. Añade: “salíamos a vagar por los paseos o las carreteras, y hablábamos de arte y literatura, de viajes e impresiones, con el abandono de dos espíritus que juntos se encuentran bien…” [24].

Elías Salaverría

En la obra literaria Alma vasca (1920), de Salaverría, encontramos constantes comunes a las de Regoyos, sin que podamos precisar quien es el responsable de la influencia [25]. Simplemente hay entre ellos, como hemos visto, puentes que les comunican. Sus medios de conocimiento son la observación personal y la impresión íntima, y el objetivo es compartido: dar a conocer el alma de su pueblo. Emoción, ternura, autenticidad e “instantismo” son sus caracteres, asombrosamente coincidentes con la pintura de Regoyos.

Pío Baroja

Las afinidades con Pío Baroja se sitúan en el mismo plano, pues hubo entre ellos un trato frecuente, que siempre tiende sino a igualar las personalidades, sí a complementarlas. El novelista conoce al pintor en 1901, en la ciudad de San Sebastián, que se define, frente a Bilbao o Barcelona –donde por cierto también Regoyos se relacionará con otros escritores [26]-, como el lugar de los contactos interdisciplinares en la coyuntura en que el vasco-asturiano se busca a sí mismo.

Juntos realizarán varios viajes: el primero a Córdoba, hacia 1904, sintiéndola atracción del andalucista [27]; después a Burgos y París, ocasiones que le sirven a don Pío para conocer el carácter de su amigo. Y así destacará en sus Memorias el ingenio, el panteísmo, la gracia infantil y otras muchas cualidades del pintor, hasta a llegar a identificarse con él en muchos aspectos: “era lo más próximo a lo que soy yo”, reconocerá finalmente [28]. “En Regoyos –remarcará todavía- se veía la espiritualidad por encima de la técnica, como se ve en los pintores impresionistas buenos…” [29]

En cuanto a las reciprocidades, Azorín advierte la comunidad pictórico-literaria existente en el paisajismo de ambos [30], y Pelay Orozco recalca otras que son fundamentales [31]. Nos dice que hay una misma disposición espiritual, y es cierto, porque los dos son sencillos, humildes y errantes; una misma sensibilidad, observada también por De la Encina, y que consiste, a nuestro juicio, en un temperamento pictórico, pues Baroja hubiera deseado ser pintor paisajista, según él mismo reconoce en sus Memorias [32]; los dos ideales estéticos son también coincidentes, principalmente en lo que respecta a la admiración por el impresionismo. Baroja advierte: “yo siempre he tendido a hacer descripciones por impresión directa” [33]. ¿Cabe mayor paralelismo con la pintura espontánea de Regoyos?

Pero aún hay más. La identificación entre Regoyos y Baroja se da en el terreno de las teorías, como el rechazo del mar como materia pictórica y el desprecio del potente sol del mediodía como algo impintable, que a Regoyos, desde sus estancias en Castilla o Cataluña, le lleva a sentir la nostalgia de la luz amortiguada del Norte, esa que sí puede ser pintada, frente a la opinión de Sorolla [34]. A nuestro pintor le gustaban los cielos “amueblados” en expresión libremente traducida de la lengua francesa, y que para él querían decir “nublados”.

Las inquietudes de Regoyos y sus abundantes relaciones sociales han pasado, incluso, a su correspondencia literaria. El encanto de sus cartas ha sido ensalzado por Unamuno y De la Encina las compara a las Florecillas de San Francisco [35]. “En ellas está el hombre de cuerpo entero –dice- con su malicia ingenua, con sus precauciones estéticas… y las otras que impone la vida cotidiana…”, pero siempre vertidas con un estilo pictórico: simple, preciso y sensorial [36].

Conclusión

IMG_2501

Dernier rayon, Jaizkibel, h. 1901. (Patrimonio Kutxa)

En resumen: hemos demostrado en otra ocasión cómo influye la estancia junto al Bidasoa y el viaje a París de 1891, en la evolución pictórica de Regoyos [37]. Pero no cabe duda que la presencia de cualificados literatos en la vida del artista, afecta a su modo de pensar, de sentir y de pintar.

Si hiciéramos un balance general de estas influencias, hallaríamos dos polos orientadores de las mismas: Bruselas y San Sebastián.

El primer polo hace girar a Regoyos en torno a la influencia de Verhaeren, su amigo poeta, que condiciona su pintura orientándola hacia lo sombrío y expresionista, aunque bien es cierto que en ella está latente el sustrato del Siglo de Oro Español y de Goya.

Mientras que el segundo polo se extiende sobre el espacio guipuzcoano, teniendo el paisaje como fondo. Las personas que en este espacio juegan un papel importante en la orientación estética de Regoyos hacia una pintura moderna, son los escritores Rodrigo Soriano, José María Salaverría y Pío Baroja. Tres personajes bastante rebeldes, enamorados de la naturaleza vasca, con los que Darío de Regoyos entrará fácilmente en contacto por su disposición afectiva a la amistad.

No es casual que los escritores Salaverría y Baroja, que forman parte de la Generación del Noventa y Ocho, y dan tanto valor a la descripción impresionista de las sensaciones sentidas ante el paisaje, se aproximen a Regoyos y que éste escuche sus opiniones con el debido respeto. De las mutuas salidas y conversaciones se deriva en Regoyos no sólo una mayor atención por la naturaleza, sino la confirmación de que el camino elegido del impresionismo no era el equivocado.

En tanto creemos que la contribución de Soriano es haber fijado a la tierra vasca su espíritu cosmopolita, señalándole el camino para su transformación estilística.

Notas

[1] SORIANO, Rodrigo. Darío de Regoyos (historia de una rebeldía). Madrid, Imprenta de F. Peña Cruz, 1921, p. 99.

[2] Su carácter y personalidad quedan muy bien reflejados en la biografía de su amigo Soriano, citada en la nota anterior.

[3] GULLÓN, Ricardo. “El impresionista Darío de Regoyos”, Clavileño. Madrid, 1952, año II, núm. 16, pp. 37-45.

[4] Para nosotros queda demostrado que Regoyos pasó en el País Vasco, exceptuando sus viajes de estudio al extranjero, desde 1877 hasta que en 1911 reside temporalmente en Granada y acude a Barcelona, donde morirá en 1913. Su estancia en Guipúzcoa abarca hasta 1903, menos los seis años que van de 1894 a 1900, cuando el pintor vive en Durango (Vizcaya). La permanencia de Regoyos en Irún es temporal hasta 1890, en que reside en San Sebastián (calle Hernani). A partir de 1900 y hasta 1907 vivirá entre esta ciudad e Irún. En 1907 se traslada a Las Arenas (Vizcaya), relacionándose cultural y comercialmente con Bilbao. Ver ZUBIAUR CARREÑO, Francisco Javier. La Escuela del Bidasoa. Una actitud ante la naturaleza. Pamplona, Gobierno de Navarra, 1986, cap. 3.2. De la importancia que en su obra tiene el encuentro con Guipúzcoa queda el testimonio de su carta al pintor Losada, en que dice: “porque de este deseo que tenía al llegar a Irún, viniendo de Bruselas en los años de 83 a 93 nació mi arte, y nada más que esto”. Ver ENCINA, Juan de la [Ricardo Gutiérrez Abascal]. “El pintor franciscano Darío de Regoyos”, Hermes, Bilbao, 1918, año II, núm. XV.

[5] Véase URÍA, Juan Ignacio. “Darío de Regoyos”, en ACADEMIA ERRANTE, LA. Sobre la Generación del 98. Homenaje a Don Pepe Villar. San Sebastián, Auñamendi, 1963, pp. 77-90.

[6] Ver BENET, Rafael. Darío de Regoyos (el impresionismo y más allá del impresionismo). Barcelona, Iberia-Joaquín Gil Edit. (1945). Caps. IV a VI. Una visión resumida de esta época queda reflejada en PUENTE, Joaquín de la, “Darío de Regoyos, inocente y crepuscular”, en VARIOS. Darío de Regoyos. Granada.

[7] A Picard todavía hoy se le considera uno de los creadores del “alma belga”, es decir, de un espíritu patriótico nacional por encima de las dos comunidades de aquél Estado (la flamenca y la walona), de las dos razas (la latina y la germánica) y de la cultura francesa dominante. Picard garantizó, podríamos decir, las fecundas relaciones de Regoyos con los literatos y escritores belgas más avanzados de su época, ofreciendo a los “Vingtistas” su casa particular, donde se celebraron recitales poéticos y musicales (de los maestros españoles Albéniz y Fernández Arbós) e intercambiaron todo tipo de opiniones en un ambiente de libertad y camaradería. Ver además de BENET (op. cit.) CASTILLO NÁJERA, Francisco. Un siglo de poesía belga. Bruxelles-Madrid, Labor-Aguilar, 1931. Cap. 1.

[8] La historia de tan prolijas ediciones es ésta: en los núms. 25, 28, 30 y 32 (junio-agosto de 1888) de “L’Art Moderne”, Bruxelles, aparece la serie de Impressions d’artiste de Émile Verhaeren. Posteriormente y en la revista “Luz” de Barcelona, en 1898 (núms. 6, 3ª semana de noviembre; 8, de la 1ª semana de diciembre; 10, 11 y 12 de las restantes semanas del mismo mes), va apareciendo la versión retocada de Regoyos bajo el nuevo título de La España Negra, cuya edición aparte (ya no por entregas) publicará el pintor a sus expensas en Barcelona, Imprenta de Pedro Ortega, en 1899. Incluirá 27 grabados y 7 originales en boj como ilustraciones, de propia autoría, edición que quedaría prácticamente sin vender. Otra edición, reducida a un centenar de ejemplares, lanzaría en Madrid Imprenta Ciudad Lineal, en 1924, dentro de sus cuadernos literarios, con una sola xilografía de Regoyos, bajo el título de La España Negra de Verhaeren. En 1963 aparecerá también en Madrid, a cargo de Taurus Ediciones, una cuarta edición, ésta prologada por Pío Baroja (Información en parte facilitada por BENET y DE LA PUENTE, ops. cits.) Sobre la autoría de Verhaeren, el profesor Warmoes, basándose en la correspondencia inédita del poeta belga, descarta la interpretación de Corrales Egea, según la cual Regoyos sería el autor de toda la obra salvo el Cap. VI perteneciente a Verhaeren. Warmoes demuestra que Regoyos en La España Negra, traduce libremente el texto de Verhaeren, lo enriquece con comentarios y coplillas e introduce una conclusión final. Ver WARMOES, Jea. Émile Verhaeren “El flamenco español”. Europalia, Bruxelles, 1985, pp. 87-125; y CORRALES EGEA, J. “Une amitié féconde: Verhaeren et Dario de Regoyos”, Actes du Second Congrès National de Litterature Comparée (1957), Lille, 1985, p. 165.

[9] GORCEIX, Paul. L’image pathetique de l’Espagne a travers le recit de voyage “España Negra” d’Émil Verhaeren et Dario de Regoyos, comunicación leída en la Universidad de Navarra el 24 de octubre de 1988, e inédita, dentro del Simposium Internacional de Literatura Comparada “Europa en España” (Pamplona 24-26 de Octubre de 1988), organizado por las Universidades de Aquisgrán y de Navarra.

[10] WARMOES, op. cit, p. 23.

[11] GORCEIX (op. cit.) considera pilares del pensamiento de Verhaeren: a) el romanticismo, que le acerca a los costumbrista y por lo tanto a la práctica del viaje y al relato de las impresiones sentidas; b) un sentido dramático flamenco, que no solo le lleva a dramatizar, sino a fantasear quizá, a sentir dolor, pesimismo y hasta sadismo; y c) un existencialismo schopenhaueriano, en cuanto a proyectar su visión de España. Por todo lo cual, Gorceix piensa que Verhaeren se distancia del racionalismo francés para seguir la autenticidad del instinto, fijándose en la violencia de los comportamientos humanos, en suma en el primitivismo de las acciones.

[12] He aquí una muestra de lo que decimos: a) sonidos: aullidos de los perros…, se escuchan letanías…, un murmurio de agonía…, desgarrados jipíos…, en el silencio de la noche cantan los monjes el Dies Irae…; b) colores: verduzcas sepulturas…, negros hábitos…, blancas mortajas…, un inmenso desierto de calvos riscos amarillo e interminable…, roñosos torreones…; c) luces: tinieblas…, fuegos fastuosos…, chisporroteo de blandón…, crepúsculo rojizo…; ver VERHAREN, E.-REGOYOS, D. La España Negra, (op. cit.)

[13] Añade: “tenía nuestro color y nuestra exactitud”. Ver AZORÍN. Obras completas. Madrid, Aguilar, 963. Vol. VI, pp. 215-216.

[14] LAFUENTE FERRARI, Enrique. “La pintura española y la Generación del 98”, en Arbor, Madrid, 1984, tomo XI, núm. 36 (diciembre), p. 452.

[15] Juan de la Encina le califica de “franciscano y humilde”; José Ortega y Gasset de “Fra Angélico de las glebas y los sotos, que parecía ponerse de rodillas para pintar una col”; Pedro Mourlane Michelena asocia su espíritu geórgico al de otros pirenaicos tan humildes como Francis Jammes o Maragall. Ver ENCINA, J. De la. El pintor franciscano… (op. cit.); LLANO GOROSTIZA, M. Pintura Vasca. Bilbao, Neguri Editorial, 1980, p. 31; MOURLANE MICHELENA, P. “La lección de nuestro Darío”, Hermes, Bilbao, 1918, núm. XV (marzo), s.p.

[16] Lo que no es nada extraño si estimamos los conocimientos musicales del pintor. Véase DIEGO, Gerardo. Veintiocho pintores españoles contemporáneos vistos por un poeta. Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1975, pp. 31-49.

[17] SORIANO, R. Darío de Regoyos… (op. cit.)

[18] La biografía de Rodrigo Soriano Berroeta Aldamar es recogida en la ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA EUROPEO AMERICANA, tomo LVII, pp. 553-554, Madrid, Espasa-Calpe, 1958.

[19] Tomado de MOURLANE MICHELENA, P. “Los tres: Regoyos, Arteta y Sánchez de Lerín”, Arriba España, Pamplona, 8 de agosto de 1950, p. 6.

[20] SORIANO (op. cit.), p. 97.

[21] “El paisajista transcendental que era Regoyos y el panteísta fervoroso que hay en mí –escribe Salaverría- se comprendieron y complementaron con harta prontitud”. Ver SALAVERRÍA, J. M. “Semblanzas españolas. Darío de Regoyos”, Hermes, Bilbao, 1917, ed. facsímil de este volumen publicado en Bilbao por F. Orbegozo/Turner, 1979, p. 277. Sobre este escritor se han publicado trabajos como: ALFARO, José María. “Salaverría en la encrucijada”, ABC, Madrid, 5 de mayo de 1973; y CAUDET ROCA, Francisco. Vida y obra de José María Salaverría. Madrid. CSIC, 1972.

[22] Además del descrito en la nota anterior, éste otro: SALAVERRÍA, J. M. “Semblanzas españolas: Regoyos en la intimidad”, Hermes, 1917, ed. facsímil en Bilbao, F. Orbegozo/Turner, 1979, pp. 332-334.

[23] SALAVERRÍA (ops. cits.)

[24] SALAVERRÍA, J. M. Retratos. Madrid, Espasa Calpe, 1926, p. 27.

[25] Que en 1955 se reedita con el título de Guía sentimental del País Vasco. San Sebastián, Biblioteca Vascongada de Amigos del País. Con prólogo de M. Ciriquiain Gaiztarro.

[26] Es el caso de Pedro Mourlane Michelena y Joaquín Zuazagoitia en Bilbao. Frecuenta su trato en el desaparecido café “Lyon d’Or”, que estaba en la actual Gran Vía. Junto a ellos solían encontrarse otros personajes del mundo artístico como Arteta, Echevarría, Guiard o Quintín de Torre, pero a juicio de Benet (op. cit., p. 21) “la tertulia era poco homogénea”. En cuanto a Barcelona, a donde marchó con su familia años antes de su muerte para reponerse de su enfermedad, visita la tertulia de “Els Quatre Gats”, con sus incondicionales los pintores Casas, Utrillo, Rusiñol, Torres García y el escultor Manolo Hugué, así como el taller de los hermanos González, el Pasaje de la Concepción, donde se encontraba con sus amigos Ossó, Roig y el poeta Marquina (BENET, op. cit., cap. II). Pero estos contactos no tienen, a nuestro juicio, la transcendencia de los vividos en san Sebastián, pues no determinan ninguna orientación estética, dado que se mantienen con posterioridad a 1907.

[27] De aquella estancia Pío Baroja obtuvo inspiración para su libro La feria de los discretos; Regoyos volverá en 1911 a Granada, pasando varios inviernos pintando en aquella ciudad. Ver la exposición y catálogo Regoyos, Granada, Banco de Granada, 1973, con una semblanza del pintor a cargo de su hija Pilar. Regoyos se interesó siempre por el folklore andaluz y, en concreto, por el cante hondo. Ver SALAVERRÍA, J. M. “Regoyos y el flamenquismo”, ABC, Madrid, 18 y 22 de marzo de 1922.

[28] BAROJA, Pío. Desde la última vuelta del camino. Memorias. Madrid, Aguilar, 1949. Vol. VII, p. 479.

[29] BAROJA, Pío. “Darío de Regoyos”, introducción a VERHAEREN, E.-REGOYOS, D. La España Negra. Madrid, Taurus, 1963, p. 17.

[30] AZORÍN. Obras completas. Madrid (op. cit.), pp. 215-216. Repetido por GRANJEL, Luis S. Retrato de Pío Baroja. Barcelona, Barna, 1953, pp. 214-215.

[31] PELAY OROZCO, Miguel. Baroja y el País Vasco. Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1974, pp. 69-70.

[32] ENCINA, Juan de la [Ricardo Gutiérrez Abascal]. “El laberinto de las sirenas”, La Voz, Madrid, diciembre de 1923, pp. 117-119; respecto al deseo de Baroja de ser pintor paisajista, se expresa de esta manera: “en el paisaje me hubiera encontrado muy a gusto… hubiera sido para mí algo magnífico practicar un arte como el paisaje… me hubiera dedicado al paisaje impresionista” (Desde la unio-aj 1907 se traslada a Las Amacierra vasca su espl equivocado.idas y conversaciones se deriva en regoyos rsonas que en este última vuelta del camino…, op. cit, pp. 431-432, 438)

[33] BAROJA, Pío. Desde la última vuelta… (op. cit.), p. 1053. También en sus Memorias son constantes las alusiones preferentes a los pintores impresionistas. Cfr. Pp. 433, 438, 718-719, 884, etc.

[34] Sobre la heliofobia de Baroja véanse sus Memorias, ya citadas, pp. 501-502, 890 y 905; y las opiniones coincidentes de Regoyos en ENCINA, Juan de la. “El pintor franciscano Darío de Regoyos”, Hermes, 1918 (op. cit.); así como en La España Negra (op. cit.)

[35] UNAMUNO, Miguel de. En torno a las artes (Del teatro, el cine, las bellas artes, la política y las letras). Madrid, Espasa Calpe, 1976, p. 69; ENCINA, Juan de la, en El Nervión, Bilbao, art. cit. por UNAMUNO (op. cit.)

[36] ENCINA, id., cit. por UNAMUNO. Ver nota anterior.

[37] ZUBIAUR CARREÑO, F. J. La Escuela del Bidasoa (op. cit.), cap. 3.2.