La locura en el arte del siglo XX

Con motivo de su 50 Aniversario (1943-1993) el Hospital San Juan de Dios, de Pamplona, programó, entre otras actividades, una mesa redonda en torno al tema “La locura en el Arte”, que se celebró en la Mancomunidad de Colegios Profesionales de Navarra el 2 de Septiembre de 1993. Fue moderada por el periodista y escritor Pedro Lozano Bartolozzi e intervinieron en ella Isabel Cabanellas, profesora de la Universidad Pública de Navarra; Salvador Cervera, psiquiatra, profesor de la Universidad de Navarra; Antonio Eslava, pintor; Manuel Martín, psiquiatra y el autor de las líneas que bajo el título de “La locura en el arte del siglo XX” ofrezco a continuación a los lectores.

Mi aportación personal

Al referirme a la locura en el arte deseo concretar el tema a la presencia de lo irracional e instintivo en los movimientos contemporáneos ¿Qué es la locura” ¿Cuáles son sus límites y su duración?.

Mi punto de vista será el del historiador del Arte.

Existen antecedentes remotos de la locura como inspiradora de la obra artística, entre los que recordaré a El Bosco, al que puede considerarse anticipador del simbolismo freudiano, y a Valdés Leal, propenso a lo feo y lo macabro, como así parecen las pinturas que realizó para el Hospital de la Caridad de Sevilla.

Pero en tiempos más cercanos estos antecedentes hay que buscarlos en el Romanticismo (fines del siglo XVIII a 1850 aproximadamente), en que se ve en la obra de arte una expresión de la experiencia personal del artista; la única ley del artista son los sentimientos (algo totalmente opuesto al predominio de la razón y del equilibrio neoclásicos).

El Romanticismo es el primer movimiento moderno por el impulso que da a la libre creatividad y al subjetivismo del artista.

Se caracteriza por una exaltación de la libertad en la exploración de la imaginación, la fantasía y el inconsciente, y por la sensibilidad en forma de profundo subjetivismo y de la exaltación de lo pasional.

A nivel plástico esto se traduce en una libertad creativa, la exaltación de las formas en movimiento, el poderío del color y la importancia del claroscuro.

Tenemos ejemplos. Géricault se interesó en plasmar la desesperación en su célebre pintura “La balsa de La Medusa” (1819), donde representa a los supervivientes del naufragio pidiendo ayuda a un barco que pasa sin verlos. Para dar el carácter preciso a estos supervivientes el pintor francés realizó estudios de anatomía en un depósito de cadáveres y en rostros de dementes. El pintor anglo-suizo Fussli recreó en su obra un mundo fantástico y de pesadilla. Blake sufrió alucinaciones que le llevaron al misticismo. En el caso del pintor español Francisco de Goya fueron varios los factores que le condujeron a un estado de enajenación mental, probablemente transitorio. Tales fueron su sordera a los 46 años, los horrores de que fue testigo en la Francesada, la muerte de su esposa en 1812 y el aislamiento social que sufrió, que explican su ser reconcentrado y su pintura punzante, patética y sombría. Así lo podemos ver en varias de sus obras, por ejemplo, las “Pinturas negras” de la llamada Quinta del Sordo, hoy en el Museo Nacional del Prado, consecuencia de sus pesadillas, alucinaciones y obsesiones; en su escenas de costumbres (bailes de máscaras, hospitales…); y en su obra gráfica: los “Caprichos”, los “Desastres de la guerra” y los “Disparates”, auténtica sátira consecuencia también de la gran crisis espiritual de su generación. Uno de sus grabados, “El sueño de la razón engendra monstruos” nos presenta a Goya como adelantado del surrealismo.

El Expresionismo se produce dentro del contexto del espíritu romántico, pero en medio de la crisis que conducirá a la Primera Guerra Mundial. Los temas que atraen a los artistas son dolientes: la ciudad asfixiante, la miseria de los hospitales, la prostitución, la mendicidad, el hambre etc.

Los influjos ideológicos conducen al pesimismo. La obra del filósofo Nietzsche se fundamenta en el nihilismo, la dramaturgia de Strindberg muestra su fatalismo ante la vida, el neurólogo Freud revela en la mente humana un mundo oculto, de oscuros significados que actúa sobre el nivel de la conciencia.

Los influjos pictóricos parten de los “deformadores” de la apariencia van Gogh, en sí mismo un enajenado a causa de un misticismo insatisfecho y del alcoholismo; el noruego Munch, cuya obra presenta estados de ánimo turbadores debido a su soledad, a su angustia, su amor insatisfecho y el alcoholismo; y el belga Ensor, pintor verdaderamente visionario, como muestran sus carnavales grotescos y trágicos.

La inspiración expresionista es destructora de las viejas reglas. Defiende la inspiración espontánea dependiendo de la personalidad del creador y de su instinto, sin disciplina alguna. Tenemos ejemplos en Kirchner, Müller y Nolde, miembros del grupo El Puente (hacia 1905), surgido en la ciudad alemana de Dresde; en el Realismo expresionista, duro y despiadado, de Otto Dix, Grosz, Beckman, Kokoschka y Soutine, judío lituano que nos pinta un buey abierto en canal.

En España, José Gutiérrez Solana se fija en los desheredados, en los osarios de las tumbas, en maniquíes grotescos, que son temas de profunda raigambre española. Y Picasso pinta el “Gernika” en un estilo cubo-surrealista-expresionista, impulsado por vectores como la brutalidad, el dolor, la angustia, la destrucción y la muerte bajo las bombas.

El Futurismo (1909-1916), que se basaba en la exaltación del individuo coincidente con las ideas de Nietzsche, llevó a la destrucción de la sintaxis propuesta por Marinetti, la apología de la guerra como higiene del mundo y la exaltación de la vida moderna simbolizada en el ruido y la velocidad. Esta forma de pensar fue seguida por sus principales representantes, Boccioni, Severini, Carrá y Russolo.

El Dadaísmo (1916-1919) defendía la anarquía, lo intuitivo (el azar) y lo irracional en las artes.

El Surrealismo se hizo notar con el manifiesto de André Breton en 1924. Se definía como “puro automatismo psíquico por el que se intenta expresar la función verdadera del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón y al margen de toda preocupación moral o estética”. Se apoyaba en el automatismo como vía no condicionada para expresar el estado de ánimo interior, en virtud del influjo de la defensa del azar por los dadaístas. Esto explica que el Surrealismo se fascinase por el arte de los locos, de los beodos y de los seres primitivos. También se afirmaba sobre las revelaciones psicoanalíticas de Sigmund Freud, en concreto sobre el valor concedido a los sueños y al subconsciente. Y defendía el instinto, el subjetivismo y la imaginación.

El Surrealismo tomó dos direcciones: el automatismo rítmico de Matta, que desembocó en la Action Painting estadounidense, y el método paranoico-crítico de Dalí y Buñuel, bajo la influencia del teatro artaudiano de la crueldad.

Analizaremos el caso de varios creadores surrealistas.

Max Ernst. La experiencia de la muerte en su infancia (de su hermano Loni y de su cacatúa), le provocaría de por vida crisis depresivas que le llevaron a confundir en sus obras a pájaros con humanos.

Yves Tanguy pintó paisajes “mentales” con formas larvarias.

El estilo característico de Salvador Dalí fue llamado por él “método paranoico-crítico”, que respondía a la creación de una realidad visionaria de elementos oníricos, recuerdos, revelaciones y distorsiones psicológicas, patológicas, que definía con estas palabras: “sistema espontáneo de conocimiento irracional, basado en la asociación crítico-interpretativa de los fenómenos del delirio”. Lo perseguía en su arte combinando objetos de uso cotidiano y elementos amorfos o en descomposición para provocar una desorientación reflexiva, así podemos verlo en su cuadro “La persistencia de la memoria”.

Giorgio De Chirico, pintor metafísico, precursor de los surrealistas, sufrió problemas mentales. Su obra se plasmaba en espacios urbanos de profunda perspectiva y elementos anacrónicos, o bien en maniquíes asexuados acompañados de objetos incongruentes.

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y el desarrollo del Informalismo surgieron tendencias figurativas como reacción a aquel, a partir de 1945. La Nueva Figuración trajo representaciones humanas deformadas, mutiladas, grotescas y, en general, con carácter negativo. Así su derivación en el Arte Bruto se centró en una figuración destructiva. El expresionismo matérico de Dubuffet, uno de sus representantes, se configuró como un arte instintivo como el de los locos, los niños, los seres incultos, lleno de obscenidades incluso o doloroso (“La gitana”). Fautrier se interesó por calaveras humanas. En el Reino Unido, Francis Bacon ofreció una visión monstruosa del ser humano. Así su retrato de “Van Gogh” con cara de perro. El holandés Karel Appel mostró una figuración violenta.

A partir de 1960 vinieron nuevas actitudes artísticas, entre ellas el Arte Psicodélico (Underground estadounidense), un arte bajo el efecto de las drogas cargado de figuras de color esplendente en medio de un espacio amorfo. Los grupos alemanes La Libertad de Mülheim, surgido en Colonia en 1980 y Los Nuevos Salvajes, en Berlín, representaron un expresionismo figurativo desesperado (así llegaron a figurar temas como el coito, la defecación, la masturbación, el vómito, la violencia), que subrayan lo físico. Los artistas que pertenecen a esta tendencia son Adamski, Bommels, Fetting y Middendorf, entre otros.

Podríamos extraer de lo expuesto que es posible la creación artística en momentos de locura, que la creación artística de los enajenados es patética pero muy directa, en ocasiones llena de frescura y de un prodigioso verismo (arte visionario). La locura, en los artistas, no sólo es ocasionada por razones endógenas, sino que es consecuencia de la incomprensión o de la intolerancia social que les lleva al aislamiento, la introspección, la rebeldía y puede que a la frustración, impulsándoles al consumo de alcohol, de opio u otras drogas o incluso al suicidio.

Otros intervinientes

Contemplando la locura humana como inspiración del arte contemporáneo, otros intervinientes aportaron diversos puntos de vista.

El psiquiatra Manuel Martín opinó que la creación es traer algo nuevo al mundo, no ser convencional. El espíritu rebelde de los jóvenes trajo la vanguardia, lo que requirió un alto grado de motivación y formular con claridad esa búsqueda en los órdenes expresivo, productivo, inventivo, innovador y emergente a lo largo de unas fases que serían: preparación, incubación/maduración (en el inconsciente), iluminación/inspiración, verificación/plasmación. Hay teorías que lo explican en torno a los hábitos de percepción, la experiencia y azar en la combinación de las ideas; mediante el psicoanálisis es posible llegar a desvelar experiencias infantiles como la fragilidad, la inferioridad u otros estados del ser humano (por la desaparición de un ser querido o la pérdida de un objeto predilecto) que es posible reparar mediante la creación artística. El psicoanálisis nos descubre la psicología del creador: su especial percepción, su sensibilidad, su capacidad de pensar, es decir de interiorizar mediante el aislamiento creativo sin llegar a la desintegración, y la satisfacción producida por el éxito que confirma en él su capacidad para recrearse.

El pintor y grabador Antonio Eslava, con una larga experiencia como pedagogo del arte, centró su análisis en la disparidad fealdad / belleza. Los niños, según él, perciben las cosas atroces como si no lo fueran. Miguel Ángel captó lo terrible tras su experiencia de la muerte e introduce lo siniestro en el arte. Goya se transforma de contemplador en sufridor. La transgresión en el arte parte del Romanticismo. Nuestro tiempo, en cambio, no presenta ese campo de verdades: lo horrible se ha instalado en muchas formas de vida. Nuestra civilización carece de una fisonomía que la represente, la comercialización, la crítica espúrea lo dominan todo, manejan el arte. Es el de hoy un arte descerebrado ¿No estará loco nuestro mundo? El mundo se ríe desde su propia vitalidad. El hombre más humano es el educado en el arte. Este mundo de horrible belleza que nos mata.

Salvador Cervera, psiquiatra de la Universidad de Navarra defendió su tesis de que el arte se da tanto en la persona sana como en la enferma. La pintura es un medio para conocer mejor al paciente y saberlo tratar mejor. Cuando nos referimos genéricamente al “loco” habría que precisar que éste es el esquizofrénico, que atraviesa procesos cíclicos de enfermedad (fases depresivas, maníacas) / salud (ausencia de síntomas).

La pedagoga Isabel Cabanellas, profesora de la Universidad Pública de Navarra, trató de la pintura infantil como ámbito de la expresión. El arte no es terapia en sí mismo. A través de sus fundamentos puede convertirse en terapia. El arte de los desequilibrados regresa con frecuencia a la infancia, donde se encuentran las raíces de la creación, pero hay que referirse mejor “a las infancias”, pues la infancia es rica en potencialidades. Sucede que se ha marginado el estudio del proceso pictórico plástico, la elección de los materiales.

Imagen de la portada: «El grito» de Edvard Munch (1893). Nasjonalgalleriet (Oslo)