Las Guardianas, un film de Xavier Beauvois

“Las Guardianas” (Les gardiennes, 2016) es el noveno largometraje del director de cine francés Xavier Beauvois, si exceptuamos sus primeros test fílmicos en 1986, “Mi caso” (O meu caso), como asistente del realizador luso Manoel de Oliveira, y su propio cortometraje Le Matou, ayudado por actores desconocidos. Beauvois (Auchel, Pas-de-Calais, 20 de marzo de 1967) es un director atípico que fracasó en un primer intento de acceder a la escuela nacional francesa de cine, la FÉMIS, para, después de dos décadas como director de cine autodidacto, volver a ella contratado para enseñar dirección de actores.

Trayectoria de un realizador singular

Tras su ayudantía con Oliveira, continuó su meritoriaje en “Los inocentes” (Les Innocents), de André Techiné (1987), y realizó reportajes para la cadena privada de televisión francesa M6 antes de atreverse con su primer largo, Nord (1991), con una historia argumental en parte autobiográfica acerca de una familia de su lugar de nacimiento que se desmorona en gran parte por la dificultad de comunicarse entre sí. Este título le supuso el espaldarazo necesario para continuar en la difícil actividad del séptimo arte, tras obtener el Premio Jean Vigo y recibir tres nominaciones al Premio César.

Se había interesado por el cine siendo niño. Él mismo explica que esta atracción se acrecentó viendo en el liceo la película de Fritz Lang “M el vampiro de Düsseldorf” (M, 1931), presentada por el historiador y crítico de cine Jean Douchet, al que desde entonces considera su mentor. “Mi destino cambió”, afirma. “Comprendí que el cine no era sólo entretenimiento, sino un arte en el que se habla de arquitectura, literatura, teatro, ópera, filosofía….» [1]. Así que tras una residencia en Villa Médicis (Roma) bajo la supervisión del Ministerio de Cultura abordó su siguiente título, “No olvides que vas a morir” (N’oublie pas que tu vas mourir, 1995), la crónica desencantada y romántica de un estudiante poco después de enterarse de su seropositividad, que retrae nuestra memoria al Cléo de 5 a 7 (1962) de Agnès Varda, película con la que de nuevo alcanza el Premio Vigo y el del Jurado del Festival de Cannes. Para documentar mejor su trabajo fílmico, Xavier Beauvois buscaría ser arrestado por la policía y alistarse como combatiente en Mostar. A partir de entonces los Cahiers du Cinéma empezaron a situarle entre los raros cineastas importantes del «joven cine francés» de los años 90.

Como otros profesionales -Welles es un caso paradigmático- alternará la dirección de películas con su participación en las de otros colegas franceses (Michel Deville, Jacques Doillon, Philippe Garrel… [2]), en su caso como actor secundario, que le permitirá alcanzar cierto renombre y de paso ayudar a sufragar los gastos de sus propias empresas.

Fiel a la realidad, se inspira en hechos a partir de los que busca transmitir con sus películas un mensaje humano y universal, siempre con un tono documental, y tendiendo a lograr un cine estético para componer “cuadros” a la manera de pintores (Courbet, Millet, Bastien-Lépage, Degas…) y de realizadores, en puntuales guiños a los Lumière, Eastwood, Cimino, Lubitsch, Kurosawa, Fellini, Rohmer, Bergman, Coppola…).

Si hay cineastas de la escritura, del rodaje y del montaje, el caso de Beauvois es el de un cineasta de la improvisación que reescribe el guión justo antes de rodar. Tal vez también para contrarrestar la pesadez de algunos personajes le gusta filmar a la gente de cerca, a los malqueridos, a los invisibles, a los marginados, a los campesinos, como a su abuelo (al que dedicará Les gardiennes), a los que la historia ha olvidado a veces, «para resaltar sus palabras», en expresión recogida por Dominique Thiéry [3].

El director Beauvois con la actriz Nathalie Baye en su papel de Hortense

De acuerdo con estos planteamientos Beauvois prosigue su carrera en 2000 con “Según Matthieu” (Selon Matthieu), film en el que como será habitual intervendrá en la redacción de su guión o, en otros casos, adaptación de los títulos literarios de terceros, ahora centrándose en la reparación de una injusticia social en el ámbito fabril. A este sigue en el mismo año Joao Mata Sete, filme más intrascendente con que aborda el cine policíaco que proseguirá en “El pequeño teniente” (Le Petit lieutenant), donde antepone las relaciones humanas a la acción característica del género, con la participación de su actriz estelar Nathalie Baye, la cual obtiene el César a la mejor interpretación en 2005. Retoma el cortometraje con actores desconocidos en Notre ami Chopin (2009). En él varios compañeros de un pianista desequilibrado que oye una “voz” atosigante logran hacerle superar su angustia por medio de la música. Y así Beauvois llega al filme por el que fue reconocido a escala internacional, “De dioses y hombres” (Des hommes et des dieux, 2010), basado en la historia vivida por los monjes cistercienses de Tibhirine, en los montes de Argelia, desde 1993 hasta su secuestro y asesinato en 1996. Ocho monjes cristianos franceses vivían en armonía con sus hermanos musulmanes hasta que unos trabajadores extranjeros fueron masacrados por un grupo islamista y el terror se instaló en la región. El ejército les ofreció protección pero los monjes la rechazaron. El film registró más de tres millones de espectadores en Francia, y alcanzó el gran premio del jurado en Cannes y el César a la mejor película.

Después de este triunfo, nuestro director adaptó en tono de comedia una extraña historia ocurrida en la década 1970, “El precio de la fama” (La Rançon de la Gloire, 2013), la de dos hombres que decidieron robar el ataúd de Charlie Chaplin para pedir por él un rescate a su familia.

“Las Guardianas” en la obra literaria de Pérochon y su adaptación al cine

Y así llegamos al título que ocupa nuestro comentario, “Las Guardianas” (Les Gardiennes, 2016). De la historia de los monjes asediados por terroristas pasa ahora Beauvois a personas que se quedan detrás de un conflicto armado, en este caso durante la Primera Guerra Mundial. Ellas son las mujeres, el “frente de la retaguardia” que hará posible sostener el país hasta cuando la alocada confrontación llegue a su fin.

El escritor Ernest Pérochon

“Las Guardianas” es adaptación al cine de la novela homónima del escritor francés Ernest Pérochon (Courlay, Deux Sèvres, 1885-Niort, 1942), que vio la luz en 1924 cuando  su autor gozaba ya del reconocimiento público tras haber logrado el Premio Goncourt por su novela Nêne (1920), llevada al cine por el realizador Jacques de Baroncelli tres años después.

La obra de este escritor se compone de diecinueve novelas, dos poemarios, siete libros para niños y un ensayo. Se crió en la misma región donde transcurrirá la acción tanto de la novela como de su adaptación cinematográfica, en el Poitou francés, en una granja y en un ambiente católico pero con una marcada disidencia protestante. Pérochon dedicó su vida a la enseñanza en una escuela rural, de ahí que su obra se inserte en el ambiente de la vida humilde de los campesinos, con una atención particular hacia los niños. Durante su participación en la Gran Guerra sufrió un ataque al corazón por el que causó baja en la contienda. De ella sacó una visión amarga de la naturaleza humana que su dedicación a la enseñanza no logró disipar una vez instalado definitivamente en Niort, capital del departamento de los Deux-Sèvres, en la llana región de Poitou-Charentes, actual Nueva Aquitania. En 1940, rechazó colaborar con la prensa del régimen colaboracionista de Vichy, a consecuencia de lo cual dos de sus novelas fueron prohibidas y fue vigilado por la Gestapo.

Antes de firmar Les Gardiennes, Pérochon había abordado en Les Creux-de-Maisons y Nêne, las dificultades de la gente campesina por salir adelante, las tensiones familiares, las diferencias sociales, el tema de la traición, sentimientos como el amor a los niños y la lealtad a la casa y su amo, había descrito personajes sólidos al tiempo que frágiles como el de la sirvienta y la descripción poética del campo que el escritor compara acertadamente con las pinturas. “Mucha ternura emerge de un universo donde reinan la injusticia y la crueldad”, escribió en referencia a él Margaret Alwan [4].

Edición príncipe de Les Gardiennes

El texto original de Les Gardiennes parte de la salida de los hombres a la Gran Guerra y, como consecuencia, de la soledad de las mujeres que tienen que convertirse en guardianas de su entorno rural, responsables de preservar su patrimonio a la espera de la paz. La necesidad de estas mujeres de organizarse, movilizarse y bregar para mantener vivas las granjas ilustra a la manera de Pérochon la larga lucha de las mujeres por su emancipación, con sus éxitos pero también sus crueles fracasos. El libro describe con detalle la vida cotidiana sujeta a las cosechas, a las herramientas necesarias, los hábitos heredados de los mayores, las estaciones que marcan la vida rural y a los hombres que regresan de permiso o mueren “al servicio del país” [5].

Beauvois arma con estos mimbres y su particular visión el guión de “Las Guardianas”. Explica a Emmanuel Burdeau cual fue su actitud ante la novela de Pérochon [6]: “Me gustó el libro pero había algunas cosas que me sobrepasaban. Me pareció que había demasiada miseria, demasiadas enfermedades, demasiados muertos… Así que he cambiado algunas cosas. Y además muchos personajes de Pérochon son niños. ¿Cómo se hace una película cuya historia transcurre a lo largo de tres o cuatro años? Es imposible, salvo que se cuente con una familia numerosa y se pueda trabajar con niños de diferentes edades. Es la superioridad de la novela sobre el película. Hay cosas que se pueden escribir fácilmente pero que no se pueden rodar. ¡Lo cierto es que cuando me apropié de la novela no dudé en traicionarla totalmente! Pero es lo que tenía que hacer: era la única forma de poder serle fiel. Y estoy convencido de que en última instancia, la sustancia del libro está en la película”. Y esa sustancia es el alma de la historia épica de las mujeres luchadoras de Pérochon que hace suyas el realizador francés.

Análisis artístico del film

“Las Guardianas” de Beauvais nos sitúa en 1915 en un pequeño pueblo del Poitou y, en concreto, en la granja del Paridier, cuya propietaria, Hortense, una mujer mayor de gran entereza, con dos hijos en el frente (Constant y Georges), un cuñado en casa incapacitado (Henri) y una hija (Solange cuyo marido Clovis se halla también en la guerra y tiene una hija, Margueritte, de un matrimonio anterior), la cual presenta el aspecto frágil de su madre. Veremos a Hortense ejercer de labradora, de granjera, de contable, de comercial, de empresaria, de madre y de mantenedora del buen nombre de la familia. El largo metraje presenta en alternancia las labores agropecuarias con las escenas humanas propias de la difícil situación que se vive. Hortense no puede llevar la propiedad con sus únicas fuerzas y contrata a Francine, una muchacha de veinte años proveniente de la asistencia social que a partir de su llegada se convertirá en conductora del relato, relato que tiene, además de estos personajes, otros no menos secundarios puesto que de ellos dependerá la supervivencia, como son el ganado doméstico, el trigo y la incipiente maquinaria ante la gran presencia escénica de la granja y de los campos que la rodean, con el pueblo y sus gentes como trasfondo, y así hasta 1920 cuando ha terminado la guerra y ya se atisban detalles de la nueva época que se abre paso entre las diversas circunstancias.

Pero por encima de ello la película es un drama psicológico que aflora gracias a que Beauvois ha escogido para el rodaje una lugar aislado -en este caso la granja- con los espacios que le son propios, en particular la cocina-comedor donde la mesa antepuesta al hogar es mudo testigo de los encuentros dialogados entre sus personajes. Es el procedimiento usado por Ingmar Bergman para confrontar los caracteres de sus personajes dentro de un espacio limitado de forma que aflore el fondo de su corazón. La granja, pues, es un personaje principal, “era necesario -confiesa el realizador- que el escenario fuera exacto desde el punto de vista histórico, pero además yo necesitaba creer en él, interiorizarlo” de acuerdo a la idiosincrasia de las gentes del campo, “que son gente taciturna que habla poco”, por eso decidió arrancar páginas enteras del guión llenas de diálogos, sin duda condicionados por el texto original, y rehacer las escenas conforme avanzaba el rodaje “en esa especie de plató al que la granja se parecía como escenario” [7], para reducir a silencios y a miradas, también a diálogos suficientes a la manera del cine de Bresson, la pesadez del guión.

Un momento de la siega

La relación con la tierra y su época son fundamentales y no sólo a nivel de las labores agrícolas y cotidianas de una granja (por lo que las actrices protagonistas debieron aprender el uso de utillaje y de ciertos procedimientos pero no en exceso pues se suponía que lo empleaban por primera vez). También en cuanto a vestuario (cuidadosamente acorde con la época), atrezzo (mobiliario, aperos, arreos e incipiente maquinaria) e incluso de casting (con la selección de tipos rurales de rostros señalados por una vida de austeridad). Todo ello hace creíble el film desde el punto de vista etnográfico y evocador de las pinturas de Millet y van Gogh en su enfoque estético. Igualmente destacables son el tono documental que envuelve las relaciones sociales de los campesinos, la implicación comunitaria en las labores agrícolas sujetas a su ritmo estacional, el fondo religioso y la sensibilidad humana ante situaciones determinadas, aspectos que a Juan Orellana le llevan a recordar “El árbol de los zuecos” (L’albero degli zoccoli, Ermanno Olmi, 1978) [8]. La película medita al mismo tiempo sobre la condición de la mujer en una sociedad dominada por los varones a los que la guerra no logra cambiar del todo. “Vuelven a ser lo que eran”, dice Hortense a Solange, “pero prefiero verles así”, es decir, que la guerra no se los haya llevado. Sin embargo, la emancipación de la mujer ya ha comenzado. Lo dirá Beauvois de forma gráfica: “el gusano ya estaba en la fruta…” [9].

En cuanto a la guerra, queda en segundo plano, aunque es evidente que condiciona toda la trama. De acuerdo a la lección recibida de Jean Douchet de que el tema de una película debe aparecer ya en los planos iniciales, Beauvois, en consenso con Marie-Julie Maille, su montadora a la par que coguionista y su mujer en la vida real, insertaron al comienzo de la cinta una escena silenciosa de los efectos de la guerra en el campo de batalla, efectos que eclosionan en la pesadilla que tendrá Georges contra unos enemigos que le acosan. Sin embargo Beauvois afirma que “no deseaba presentar la guerra en sí sino los efectos que tiene en los que no participan directamente” en ella.

La construcción de la historia se asienta en una continuidad dialogada sobre un relato de estructura lineal que tiene su firme base en la interpretación de los actores, principalmente las actrices que encarnan los tres personajes femeninos principales: la laureada con hasta el momento tres Césares, Nathalie Baye, como Hortense, madre de la familia Sandrail; Laura Smet, como Solange, su hija; e Iris Bry, como Francine Riant. Tres personajes, como asimismo los secundarios, bien definidos que sin duda hablan del excelente director de actores que es Xavier Beauvois, él mismo también intérprete experimentado, que consigue ganarse la confianza de sus actores creando en torno a ellos un ambiente familiar. La relación de parentesco entre Nathalie y Laura, madre e hija en la realidad, ha favorecido en este caso la compenetración existente entre ellas y su mejor entendimiento interpretativo. El caso de Iris Bry es distinto, ya que esta es su primera aparición en el cine y puede considerársela un descubrimiento personal del director. En su papel de Francine  actúa como detonante del drama haciendo aflorar sentimientos y verdaderas intenciones en quienes la rodean. Encarna a la perfección la pureza que se pide a su rostro, la sencillez e inocencia que se esperan de una campesina huérfana necesitada del amor de una familia de la que carece, en suma la bondad y conformidad ante la vida que trazó Pérochon y hace suyas Xavier Beauvois. La potencia de los personajes de esta historia se encuentra en lo que callan, en sus silencios y el entrecruzamiento de sus miradas y, en tal sentido, los actores han sabido interiorizar perfectamente la dimensión psicológica de sus personajes, con los sentimientos contenidos y el dolor interno de la espera. La película se desarrolla sobre el devenir temporal, mediante un ritmo pausado, a veces suspendido por la intensidad de ciertos momentos (así es cuando se comunica a Hortense y Léa la muerte de sus familiares) y la combinación entre articulación de planos y movimientos de cámara con la imagen visual, la iluminación  y el énfasis de la música.

La operadora de cine Caroline Champetier

A destacar el principalísimo papel tenido en esta cinta por la operadora Caroline Champetier, que había colaborado con Beauvois en dos títulos suyos anteriores, “El precio de la fama” y “De dioses y hombres” (César 2011 a la mejor fotografía), demostrando verdadera capacidad para dar con el tono recomendado, grises  de cielos nublados en el primer caso, marrones y sepias en el segundo. En “Las Guardianas” opta por los dorados y una luz diáfana en las secuencias de las cosechas que algún crítico ha relacionado con “Días de cielo” (Days of Heaven, Terence Malick, 1978) y Novecento (Bernardo Bertolucci, 1976) [10]. Como valora Alejandro Chacón, “su delicadeza difícil de alcanzar se halla a medio camino entre el realismo pictórico de Jean-François Millet y Julien Dupré … nos presenta de este modo auténticas pinturas en movimiento” [11].

Dentro del esplendor artístico de la cinta no cabe olvidar la intervención de Michel Legrand como autor del tema musical. Avezado como compositor de las bandas sonoras de las películas de la Nueva Ola francesa, ganador de tres Óscar, tras haber colaborado ya con Beauvois en “El precio de la fama”, compone para “Las Guardianas” la delicada melodía de instrumentos de viento (oboe y flauta) que irrumpen por primera vez con la llegada de Francine a la granja y, en palabras de David Tejero, “definen gráficamente al personaje, le describe y le persigue” [12], incluso le realza con su música sedosa e inocente, y actúa como engranaje del relato y enlace con la cámara a tono con la naturaleza virginal de las llanuras del Poitou donde se halla enclavada la granja del Paridier.

En suma, “Las Guardianas” es una ambiciosa producción, aunque de contenido íntimo, que denota un elaborado trabajo en la conjunción de sus recursos fílmicos.

He aquí la continuidad dialogada del film tal como yo la he visto.

Continuidad dialogada según una apreciación personal

Panorámica de soldados muertos en tierra, la cámara se detiene en uno de ellos que lleva máscara antigás.

En pantalla: 1915.

Plano de Hortense pasando el arado por la finca. El caballo es conducido por su hija Solange. El tío Henri -parece cuñado de Hortense- observa su trabajo apoyado de lejos en la cerca de la granja cuyos edificios quedan detrás. Ruidos naturales. Pasan las grullas formando el característico triángulo, con su graznido. Las observa el anciano.

Título -LAS GUARDIANAS, una película de Xavier BEAUVOIS- sobreimpresionado sobre un plano general de la granja El Paridier, en una comarca llana del Poitou francés, donde se desarrollará la vida y el drama de estas mujeres sin el apoyo de los hombres que fueron a la Gran Guerra.

Un recurso para sugerir la transición estacional

Rótulo: 1916.

El piar de los pájaros refuerza el plano de una rama con sus yemas que anuncian cambio de estación, la primavera.

Detalle de las manos del tío que sostiene con ellas la condecoración de su sobrino Constant, que ha regresado de permiso. “Tu padre estaría muy orgulloso”, le dice su madre Hortense. Él, cabizbajo, de uniforme, escucha las palabras de su madre: “Ahora el señor maestro es un teniente”. Él afirma: “Allí todos somos héroes, si no llegamos a pararles sería el fin”. “Estoy muy orgulloso de ti”, le dice su tío Henri, “y de los otros, ya caerán”. “Sí, ya caerán” reafirma la madre.

Constant visita la escuela de la que era profesor antes de marchar al frente. Tras el saludo de la maestra ésta le dice que le han preparado una sorpresa. Uno de los niños recita un poema coreado el estribillo por el resto de sus compañeros, niños y niñas de diferentes edades:

“Los alemanes, horda siniestra y malsana que mata niños y ancianas con planes abominables que hasta a un homicida espantan”. “Los alemanes”repiten los niños a coro. “Su gloria no brilla nunca, queman iglesias y tumbas. Cabezotas y patanes, desprecian toda hermosura… cuando un francés es valiente tiene siempre presente el alma de un d’Artagnan y por eso se defiende del alemán”.

Constant acaricia el encerado que parece semejarse a una noche oscura y mira a los niños que se nos muestran en panorámica izquierda-derecha en completo silencio mientras a lo lejos se oyen las campanas de la iglesia.

Constant habla con su hermana Solange en la arboleda. Él afirma que “es duro”.  “Aquí todos se enorgullecen de ti”, dice ella. “Eres hermosa, hermana”, le responde él, y caminan abrazados hacia la granja.

Constant, en el interior de la casa materna, y sentados en torno a la mesa, explica a su hermana que debería aprovechar la ausencia de su marido Clovis en el frente para modernizar la casa. Explica que en el frente se ven máquinas nuevas, tractores, máquinas para lavar la ropa… Constant se refiere a que terminada la guerra la paz volverá y brinda por los hijos de su hermana, a lo que ella responde que nunca los habrá, no puede tenerlos.

Se alternan planos generales en la naturaleza con primeros planos y medios en los diálogos de interior. Los ruidos son los naturales del lugar.

Constant refiere al que parece ser su tío con respecto a la guerra: “Nadie estaba preparado, se contaron muchas mentiras. Iba a ser un paseo y llevamos dos años en un infierno. En mi regimiento algunos se han vuelto locos. Hará falta un gendarme detrás de cada voluntario”.

Despedida del teniente Constant ante su madre y tío Henri

Despedida de Constant ante su madre Hortense y su tío, un anciano de manos deformadas por la artrosis. Cuidada composición que pasa del plano primero amplio al general con Constant alejándose por el camino que lleva a la estación. A cierta distancia se vuelve sonriente y les grita: “¡Sed fuertes!”, para desparecer en la neblina del fondo. La cámara gira hacia Hortense, que se había situado fuera de campo.

Actividad en la granja. Solange guía las vacas, ella y su madre encajan la rueda del carro, cargan fiemo en la carretilla y la leche en el carro, planos de conjunto…

Hortense se entrevista con el director del orfanato que le habla de Francine como de una moza buena, honrada y trabajadora, también fina, de 20 años, acogida al auxilio social por ser huérfana. La contrata Hortense para que le ayude en los trabajos de la granja.

Plano de Hortense que pasea por el trigal en irregular crecimiento. La voz en off de ella misma refiere el texto de la carta que ha enviado a su hijo pequeño George también en el frente. Dice así: “Mi amado George, qué duro es para una madre imaginar el sufrimiento de su hijo. Ya no leo el diario, todos esos combates me asustan y me resulta muy doloroso imaginarte allí tan lejos de nuestro amado país. Constant tuvo su permiso y está bien, es teniente ahora. Aquí ha caído demasiada agua y el trigo ha crecido mal en algunos lugares. Dime lo que necesitas y te enviaré un paquete enseguida. Tu madre que piensa en ti”.

Plano de Hortense llevando las cuentas en un libro bajo la luz de una lámpara de queroseno.

Llega Francine a la granja. En el momento de bajar del carro se oye por primera vez la música de flauta y viento. Se la ve pegar con sus nudillos en la puerta, en primer plano en contra picado. Nadie abre, se vuelve, recorre con sus ojos la propiedad, cuyas edificios nos los muestra el director con una panorámica de izquierda a derecha. Encuentra a Hortense en la huerta. “Ven, te estaba esperando”, dice ella.

Viene la presentación a Solange. Le señala su habitación.

Francine, ya en ella, abre una caja de metal donde envuelto en un paño se halla un crucifijo que coloca en la pared.

Plano fijo del campo.

Francine con la yunta de bueyes

Escenas del trabajo diario, conducción de las vacas, ordeño, arado, y, ya en la casa, labores domésticas como el corte del pan y su mezcla con el vino para hacer un tipo de sopa (biget). Ruidos naturales del roce de los cacharros, colado del vino, diálogos entre Francine y el tío… Llega Margueritte, Francine plancha. Las mujeres preparan paquetes para sus familiares en el frente.

La siega, las mujeres montan fascales con las gavillas en el trigal. Lenta panorámica derecha izquierda. Refrigerio en un momento de descanso. Mugidos de vacas, lloros de un bebé, panorámica sobre los rostros de las mujeres, de derecha a izquierda. Llega

Clovis del frente, se le abalanzan para abrazarle su hija Margueritte y su mujer Solange.

Ante la mesa, en la cena, se pregunta él quiénes son los alemanes: ”Son obreros como los demás. Campesinos. Yo ya no espero nada, un día avanzamos diez metros y esos diez metros al día siguiente se vuelven a perder”. Le escuchan las mujeres y el tío en silencio. Primeros planos de cada uno de ellos sentados a la mesa. “No puedes decir nada”, bebiendo vino. Dice el tío anciano: “En el frente les hacen beber para poder aguantar”.

Diálogo entre Francine y Marguerite mientras la primera cose a la luz de una lámpara en la noche. La primera explica que en el orfanato aprendió a coser, leer y escribir y que recibió un diploma. La segunda que estudia contabilidad en las industrias agrícolas para poder ayudar en el futuro en la granja a su padre. Quiere que su padre esté orgulloso de ella. Explica que en la cena le vio diferente y eso le preocupa. Francine dice que terminada la guerra les irá mejor. Margueritte responde a Francine que tendrá suerte por ver a Georges volver de permiso antes que ella.

Escena en la alcoba: Solange abraza a Clovis y él la estrecha con fuerza.

Continúa la siega al día siguiente por la mañana. Plano general de las segadoras avanzando por el camino bajo las sombras de los árboles en dirección al pueblo, quedando en primer término los fascales. Llevan los carros con la mies.

Solange sale de la casa a coger agua del pozo. Su marido fuma un cigarrillo junto a la puerta, pensativo.

Hortense paga a Francine el primer sueldo. Acuerdan prorrogar el contrato durante el resto del año.

Interior de la iglesia. El sacerdote recita en off los nombres de los caídos en el frente. La cámara describe mientras tanto una panorámica desde izquierda a derecha mostrando a sus feligreses para ir a detenerse ante una viuda y una madre enlutadas.

Prosiguen las faenas del campo, Francine guía la yunta de bueyes y Hortense el arado abriendo surco. La cámara las acompaña en travelling. El ama cae en tierra y Francine la ayuda a levantarse. El tío y el perro les acompañan. Corte. Ambas mujeres siembran a boleo las semillas.

Llegada del tren a la estación. Un guiño a los hermanos Lumière

Llega el tren a la estación. En el andén, a la derecha, esperan los viajeros, en guiño claro a la célebre película de los Hermanos Lumière. (El jefe de estación es el director del filme). Bajan y suben viajeros. Indumentaria variada entre los soldados, la gente llana y del campo llevan cestas, alguna mujer aparece mejor vestida y otras enlutadas, dos muchachas con vestidos claros, es un día luminoso. Hortense ha recibido a su hijo menor Georges, al que coge del brazo y le acaricia.

Escena de interior, a la noche, en torno a la mesa, madre e hijo una enfrente del otro mientras el tío en medio lee el periódico. Sobre la mesa los platos de la cena con los vasos y los cubiertos, más la bolsa del tabaco de Georges. Hablan de Clovis, que, dice Hortense con ironía, dirige la granja desde el frente, y el tío, con la misma sorna, le responde que no confiará en ella. Georges le pregunta a su madre si se encuentra mejor y ella responde que gracias a lo trabajadora que es Francine.

Escena del lavado de botellas de vino entre Francine y el tío, al exterior, en un día soleado. Ella canta. Georges la escucha cantar y sale al exterior atraído por su voz. La letra de su canción es: “¿Alguna vez, en la colina, mientras sentías la caricia de la brisa, has escuchado esa canción divina que canta el trigo cuando se estremece? Mi pequeña, cuando caiga la tarde y el ruiseñor nos traiga de nuevo su canción…” él entonces se le acerca en travelling lateral y se presenta. Cruce de miradas intensas entre ellos con técnica de plano contra plano. La cámara retrata el rostro de Francine: cabello rojo, piel sonrosada, ojos azules, boca entreabierta que deja ver sus dientes, barbilla algo pronunciada, rostro lozano, fresco de una moza en la flor de la vida, sencilla y pura. Su mirada denota humildad. “Vuelvo al Paridier, señor Georges”, le dice para romper la tensión del momento, y  él se queda mirándola.

Continúa la labor del campo, el arado abre surco sobre la tierra, ahora es Georges quien lo conduce y Francine va delante guiando los bueyes. Al fondo las construcciones de la granja. Cuando desaparecen por la izquierda salen de ese lado Solange y Hortense sembrando al voleo, con lo que el travelling cambia de dirección tomando la derecha, favoreciendo así la continuidad de los trabajos diarios.

Ahora, en un claro del bosque, Georges y Francine acumulan troncos para hacer leña. La escena ofrece una composición frontal: de izquierda a derecha, troncos apilados ya cortados por Georges tras haberlos seccionado con el revés del hacha y una cuña. Él queda en medio, al pie los troncos que Francine va trayendo y ella a la derecha, al fondo el bosque con árboles espigados que dejan ver en contraluz la claridad del día.

Él suelta que el Paridier no será fácil de llevar con Hortense, Francine responde que si así sucede es porque ella está preocupada. “¿Y Solange?” Contesta Francine: “Ella es tan elegante, es muy distinta a otras”. Georges dirigiéndose a Francine: “No tiene nada que envidiar a Solange”. Ella, algo turbada, vuelve a la faena. Mientras cargan la leña en el carro hablan de la belleza del bosque. Georges explica a Francine que el bosque contiene un tesoro y le pregunta si le gustaría ir a conocerlo con él, pero ella le responde que sí pero acompañada por Margueritte. Georges explica que a Margueritte la quiere mucho pero que para él es como una hermanita. Entre ellos va surgiendo una atracción que Francine disimula entregándose al trabajo de apilar leña. Vuelven al pueblo caminando con el carro tirado por el caballo. “Mañana me voy”, explica Georges, “y no se si volveré”. Ella le dice que sí, y él: “Pero no se si usted, estará”. “Eso no depende de mí”. “Pues estará, aquí la necesitan”, responde él. “Pues aquí estaré”, concluye ella.

Georges se ajusta una polaina en su habitación. Mira por la ventana pensativo. Sobre la contraventana cuelga su casaca del uniforme. Silencio. El ruido natural. Da a entenderse que su permiso ha terminado y debe marcharse de nuevo al frente.

Compraventa de una yegua y una vaca. Hortense y Solange observan en silencio cómo se aleja el comprador y su empleado. El pago lo realizarán cuando lleguen los bonos del Ministerio.

Francine y Hortense meten patatas en un saco. Detrás, el carro con el caballo a él uncido. Hortense se aleja algo entristecida, casi llorosa, respira hondo varías veces. Su situación es muy dura. Francine la observa de lejos mientras sigue recogiendo, la mira con cara de preocupación.

Breve escena nocturna, a la luz de una lámpara Hortense repasa unos folletos con propaganda de maquinaria agrícola.

Iris Bry en su papel de Francine

Ya es invierno. Ha llegado la nieve. Se concatenan varias escenas mostrando la cotidianidad de los diferentes trabajos de la granja y domésticos: Francine saca del establo una garrafa de leche, corta leña y, ya en el interior, ella y el ama amasan bolas de mantequilla que introducen en moldes de madera para darles forma y ornamentación. Visten delantales y gorros blancos. Se sonríen. Se han cuidado todos los detalles, vasijas, procedimiento, etc. Hortense le confiesa: “Incluso después de la guerra te querremos aquí, hija”. Francine sonríe agradecida, parece que ha encontrado la familia que ella no ha tenido.

Ambas conducen las vacas al patio de la granja. Calzan zuecos. En off se oye la voz de Francine que recita los términos de la carta que ha enviado a Georges:

“Estimado George, puesto que me ha dado permiso para escribirle debo enviarle algunas noticias del Paridier. Es el primer invierno que paso con su familia. Hemos sabido lo de Berdún y nos ha reconfortado el corazón. El momento de la victoria se aproxima. Todo va bien con su madre, me ha prometido que después de la guerra me quedaré en el Paridier. Si le sirve de consuelo sepa que aunque lejos hay una persona que piensa en usted cada día y ahora hay una persona sobre la tierra que piensa en mi, que me cuenta sus penas y que me invita a compartirlas. Rezo por usted, Francine”. La voz en off ha ido acompañada de breves escenas: en una de ellas Hortense cuenta el dinero y Francine escribe a la luz del quinqué.

Pasa el carro en el que va Hortense. Se detiene. Solange sale de casa y va a su encuentro corriendo para informarle de que a su marido Clovis le han hecho prisionero. Ya en el interior, Hortense calma a su hija llorosa, en plano medio, mientras ella sujeta la carta con las noticias. Le explica que no le han deshonrado, que la ventaja de su nueva situación es que no correrá el peligro del frente. Buscan en el mapa el punto donde se halla.

1917 impresionado sobre un plano de la bruma que invade el arbolado. Ha pasado otro año.

Es invierno. Se abre la puerta del establo. Ya no hay nieve. Francine y Hortense reparten el heno a las vacas, Francine y Suzanne cargan las lecheras en el carro, Solange y Francine acumulan el abono en el exterior, Hortense trabaja en la huerta. De repente ella se detiene, oye unos pasos, se vuelve con cara de angustia, y, en el siguiente plano ve acercarse al alcalde, vestido de oscuro, con el sombrero entre las manos y cara triste. Plano contra plano, ella deja la azada, pasos. Hortense, consciente de la mala noticia que va a recibir pregunta quién es, él contesta: “Es Constant”. Hortense se desvanece a sus pies. Música de piano y flauta (es la composición Vivre sa vie de Michel Legrand). Entre el alcalde y Solange la llevan del brazo hasta el hogar, sosteniéndola en su dolor. Plano general de la casa en la noche, rodeada de otras que se perfilan en la neblina, aire de silencio y soledad. A través de la ventana de la casa podemos ver que hay luz en su interior. La música va in crescendo con sucesión de primeros planos: Francine y Solange de perfil, ésta llorando, aquella triste; Hortense y Francine sentadas ante el fuego del hogar en silencio, tomadas de espalda; el tío acostado acaricia a su perro. Hortense pasea ante la chimenea sobre cuyo dintel se apoya.

Al día siguiente continúan las tareas ordinarias de la granja: Francine corta leña, Hortense, llorosa, ordeña una vaca; en el interior de la casa Solange, sentada, con la mirada perdida. Francine le pregunta si puede hacer algo, ella responde que no con un gesto de la cabeza. Francine lleva las vacas a abrevar.

Escena de Margueritte y Francine en la alcoba de la primera. Atardece. Francine sostiene en su regazo una foto de la madre de Margueritte y le explica que su madre también murió de parto al nacer ella. “Debió de ser guapa”, expresa Margueritte.“No lo sé, no he visto ninguna fotografía” responde Francine. “No conoceré nunca la cara de mis padres”, responde, “aunque a veces me los imagino”. Margueritte apoya su cabeza en Francine y ésta le dice: “Tienes que dormir, tienes que ser fuerte mañana”.

En plano-contraplano se nos muestra el interior de la iglesia del pueblo. El sacerdote da la bendición a los feligreses mayormente enlutados. Puestos en pie escuchan las palabras del sacerdote en recuerdo de los difuntos. Asisten Hortense y su familia. Mientras el sacerdote pronuncia sus palabras la cámara va ofreciendo en primeros planos los rostros tristes de los asistentes (con un recuerdo a pintores franceses como Bastien Lepage, Courbet u otros). Entre ellos niños y algunos soldados de permiso. Las caras son tristes, especialmente las de Solange y Hortense, que cubre su rostro con un velo negro, en quien se detiene la cámara mientras suena el órgano.

(La oración del sacerdote recuerda las pronunciadas en alguno de los filmes de Bergman desde el distanciamiento y con dolor).

Esta es la oración: “Oremos, Virgen Santa, en tu gloriosa estancia no olvides las tristezas de nuestra tierra. Lanza una mirada de bondad sobre aquellos que sufren, luchan y que no cesan de mojar sus labios con las amarguras de la vida. Ten piedad de los que se amaban y han sido separados. Ten piedad del aislamiento del corazón, de la debilidad de nuestra fe, de los objetos de nuestra ternura. Ten piedad de los que lloran, de los que gritan, de los que sufren, de los que tiemblan. Concédeles a todos la esperanza y la paz, amén”.

Comedor del hogar. Primer plano del tío atribulado ante la noticia de la caída en combate de su sobrino. Se frota las manos compulsivamente y entorna sus ojos llorosos al cielo.

Salida de la Iglesia, el fondo de la música de órgano se mantiene. Los vecinos hablan discretamente entre sí y el cartero entrega una carta a Francine. La cámara la sigue mientras ella camina. En off se escucha el contenido de la misma. Es de George que le escriba desde el frente. Dice así: “Mi querida Francine, ya no debes rezar más, las oraciones no nos salvarán. Alcanzar las primeras líneas es muy difícil y muy peligroso. Hay un barranco de más o menos un kilómetro (ahora es Francine quien lee la carta en su habitación) y quien sabe cuántos hombres han encontrado la muerte allí. A veces pienso incluso que Constant está entre ellos, entre los cuerpos descompuestos que ya no se pueden identificar y sin embargo hay que pasar por allí, no hay otro lugar. La echo de menos Francine, una carta suya me haría mucho bien, regresaré se lo prometo y la llevaré a mi bosque. Espéreme, pórtese bien, un beso muy fuerte mi Francine. Su peludo (soldado francés de la Primera Guerra Mundial), Georges”.

En plano general Hortense y Francine abonan el campo.

Plano del interior de la casa de Hortense. El alcalde que le trajo la noticia de la muerte de Constant le promete que enterrarán a su hijo el maestro dignamente. Ella estalla de dolor y se pregunta cuándo, donde estará, no entiende las dificultades para localizar a su hijo. Estalla: “es normal que una madre quiera enterrar a su hijo… ¡ es mi hijo!” Es una escena conmovedora.

Francine, en su alcoba por la noche, cierra el sobre de la carta que ha escrito a George. Su voz en off narra su contenido: “Mi querido Georges, cuánto sufro al sentirle tan desgraciado, a menudo a pesar del cansancio no consigo dormir por el miedo que siento por usted. Hago lo que puedo para consolar a su madre. Siente un gran dolor pero intentamos ser tan fuertes como usted. Asistió mucha gente por la muerte de su hermano (plano fijo de la granja solitaria), sus alumnos cantaron para él, todo el mundo tenía el corazón encogido”.

Francine, desnuda,  se lava en una bañera de zinc, en la penumbra de una habitación, vista de espalda (la imagen recuerda a otras de Degas). Continúa con su voz en off: “el martes cumpliré 21 años y creo que tengo mucha suerte de trabajar con su familia, así usted nunca sale de mis pensamientos, en cada carta espero que anuncie su permiso. Le echo mucho de menos. Su Francine”.

Orfanato. El director entrega a Francine su diploma de primeros estudios y la cartilla de ahorro que le entrega la asistencia social. Dispone ya de un cierto dinero fruto de su trabajo. El director la anima a casarse con un joven honrado. Ella responde sonriente: “todo puede ser”.

Mientras, Margueritte rebusca entre las cosas de Francine en su habitación hasta dar con una carta de Georges. La lee, su semblante cambia de repente. Sale de su habitación y escapa a su propia casa.

Música. Francine, pensativa, recorre las calles del pueblo donde unos van y otros vienen, transeúntes, carruajes… Se detiene ante el escaparate de una tienda, entra y compra un detalle con forma de mariposa para Margeritte, de la que se ha convertido en confidente, y algún objeto más para, quizás, enviarlo a Georges desde la oficina de correos.

Entra en la habitación de Margueritte, le entrega el regalo, pero ella le echa en cara no haberle dicho que Georges le escribía. Francine responde que a él le importa que la granja vaya bien. “¡No, te ama, sal de mi habitación!”, responde ella.

Solange consuela a Margueritte, que es hija de su marido Clovis, ambas recostadas en la cama. Margueritte le explica que es ella quien solo ama a Georges. Solange añade que “la guerra estropea a los hombres, Margueritte, eres muy joven para esto. Georges ha cambiado y mi Clovis también, ya lo sabes”.

Estreno de la máquina segadora Mac Cornick

Demostración de cómo trabaja la segadora Mac Cornick ante las gentes del pueblo, manejada por Francine. Hortense mira con satisfacción cómo el trabajo de la siega a mano de muchos días y operarias se hace en poco tiempo. Plano fijo y a escala general del campo ya segado con sus fascales bien ordenados.

Georges avanza por el camino arbolado que conduce al Paridier. Viene de permiso. Se oyen sus pasos presurosos.

Interior de la casa. Georges mira en silencio y con recogimiento los cuadritos con las fotografías y la condecoración de su hermano Constant, en compañía de su madre. Terminan por abrazarse.

Plano fijo y a escala general del Paridier solitario.

Solange habla a Georges en el interior de la casa refiriéndose  a su hermano Constant caído en el campo de batalla: “Es como una pesadilla, espero su regreso cada día, cada día..” “¿Y Clovis?, pregunta Georges. Ella responde: “Su moral es buena, no les maltratan demasiado por lo que me dicen”. Entra Francine llevando unas ropas de casa en las manos. “Hola Señor Georges”, saluda. Solange le indica: “Déjanos, Francine, estamos apenados”.

Pesadilla de Georges durante la noche mientras duerme. Sueña que la pared de su cuarto estalla, que a través del boquete se le aproximan en medio de la niebla varios soldados alemanes fusil en mano, con su careta antigás y su casco, como si fueran figuras fantasmales. Él les dispara con una ametralladora desde la posición de su cama y los va eliminando uno a uno. Después acaba con los últimos con una pistola en cada mano. Ahora se halla en el bosque, en el claro donde se encuentra el dolmen que desea mostrar a Francine como del tesoro del que le habló. Aun queda un soldado que se le enfrenta armado con un fusil, se enzarzan cuerpo a cuerpo, se oyen los gemidos de la lucha a muerte con su oponente, sordos tras la máscara antigás. Georges saca el machete y le asesta varias puñaladas. Al caer su adversario Georges aprovecha para retirarle la careta y entonces puede ver que ¡es él mismo¡ (aquí uno recuerda la pesadilla del profesor Borg en las “Fresas Salvajes” de Bergman cuando se reconoce a sí mismo en el ataúd que cae al suelo). Plano-contraplano Georges-atacante. La cámara se fija finalmente en el plano de Georges estupefacto tras el descubrimiento de su alter ego.

A Hortense le despiertan los gritos y lloros de su hijo en la noche.

Por la mañana desayunan juntos. Plano de conjunto frontal. Silencio, tic tac del reloj.

Georges mira por la ventana.

Varios soldados norteamericanos cargan en un carro sacos de patatas. Georges entra en el almacén y advierte que su hermana Solange habla con uno de ellos en particular. Tras las presentaciones Solange le explica: “Nos compran la mantequilla y las buenas verduras francesas”. Georges entonces pregunta al soldado si le gusta Francia y este responde que las gentes son muy cordiales y las mujeres muy guapas, recalcándolo mientras mira a Solange. Georges, amargado, se torna altivo y echa en cara al americano que no estén en el frente mientras los franceses “revientan como mi hermano”. El americano responde de manera impertinente: “No se a que te refieres, pollo”. Solange lleva a un aparte a su hermano para espetarle: “¡Calla!, también están lejos de sus casas”.

Solange recoge la ropa tendida al exterior. De repente, una mano corre una de las sábanas tendidas. Es Georges quien la mira fijamente, entrecruzan sus miradas. Entre ambos llevan el cesto de la ropa seca hasta la casa y en el trayecto conversan acerca de los americanos que acuden a comprar al Paridier. Georges, celoso, les critica porque creen que tienen licencia “con las mujeres de aquí”. Francine considera que su juicio es injusto pues están a la espera de recibir órdenes para entrar en combate. Antes de despedirse quedan en verse al mediodía junto a la cruz del bosque, porque George desea enseñarle el secreto allí guardado.

Es mediodía. En la cruz, al borde del camino, se reencuentran. De nuevo suena el tema musical que acompañará esta romántica secuencia. Él llega en un carruaje tirado por un caballo, ella sube, luego caminan por el bosque, atraviesan el riachuelo sobre unas pasarelas de piedra. Antes de llegar al destino, durante los últimos metros, él le tapa a ella los ojos para que así la sorpresa sea mayor. Ante ellos un dolmen prehistórico. Ella musita “es mío”. En plano medio amplio, durante unos segundos, se ve cómo acarician la superficie de la gran piedra que lo cubre, cubierta por el musgo, cuyo verdor aviva el sol del mediodía. El siguiente plano es de detalle: la mano de ella avanza sobre el musgo, siente la suavidad de su superficie, la de él la sigue hasta superponerse a la de ella y entrelazarse ambas. En el plano siguiente, primero, se besan con un apasionamiento progresivo. La música cesa. Este plano da paso a otro en que las manos de Georges acarician el cuerpo de Francine, comienza a desnudarla y se besan. Un plano de conjunto de duración breve muestra el dolmen y a su pie la cesta de la comida. Al regresar a la granja y atravesar un claro del bosque se cruzan con un grupo de americanos de picnic con unas muchachas, mientras ponen discos en una gramola.

Francine, sentada en la cama de su habitación, sonríe y se pasa las manos por su vientre.

Estación, llega el tren. Georges acude a recoger a Margueritte, que se muestra digna ante él. Viste un elegante traje amarillo oro y se la ve más mujer. En el camino a la granja, montados en el carruaje ella le espeta: “No hacía falta que un hipócrita me viniera a buscar, le has escrito a Francine, la quieres a ella no a mi”. Él, sorprendido, le contesta: “Te he querido desde cuando tenias 11 años como a una hermanita”. A lo que ella responde: “Soy ya una mujer”. Añade él: “Lo sé y una mujer muy guapa”, y la besa.

El tío explica a los soldados americanos cómo se hace el aguardiente, recocido con frutas, en un alambique, luego beben y cantan alegremente. Fuera se despiden, y el anciano les desea buen viaje. Éstos se marchan en una carreta.

Nuevo día en el Paridier, el sol despunta en el cielo. En medio de la granja las mujeres, Georges, y varios soldados estadounidenses desmenuzando el grano trillándolo a golpes de mayal. De un carro bajan los fardos de mies. Los soldados parecen divertirse, Georges, a una indicación de su madre, les enseña cómo debe manejarse el mayal correctamente y Hortense, mientras utiliza la desgranadora, advierte las miradas entre uno de ellos y Solange. También hay intercambio de miradas entre Francine y Georges, aprovechando que Margueritte mete el grano en un saco. El tío bebe con dos jubilados que conversan entre sí.

Georges y Francine consuman el acto sexual en la habitación, ella le acaricia, se besan y se miran.

Hortense ve pasar en moto al soldado americano más apuesto y siente inquietud, pregunta por Solange a Francine, la busca y la encuentra en la arboleda, ella y el soldado se visten.

A Hortense le ha visitado una vecina que bebe de un cuenco de loza en torno a la mesa y le comenta cómo han incrementado la producción de la granja, pero termina por decirle que tenga cuidado pues existen en el pueblo habladurías sobre su hija Solange. “Se cuentan demasiadas cosas”, contesta Hortense poniéndose seria y manifestando preocupación. En esta escena como en otras anteriores la mesa de la cocina-comedor es, si se puede decir, testigo del acontecer diario y sirve al director para establecer una composición frontal de las figuras.

Plano de la luna en el cielo. Hortense y Solange cenan en la casa junto a Georges, Francine y Margueritte. Se acerca el momento de la despedida de Georges, que debe incorporarse al frente. El silencio se palpa en el ambiente, un silencio espeso solo roto por el tic-tac del reloj de péndulo. Georges habla tratando de subir los ánimos: “No nos podemos hundir, es posible que no vuelva, como Constant y quería deciros… (cogiéndole la mano a Margueritte), estamos orgullosos de ti, mirando a Solange”. Continúa: “Hermana, nos vas a dar unos hermosos hijos”“Mamá, eres una mujer magnífica y os amo”. Importan mucho las miradas y el impacto en los rostros de los comentarios vertidos.

Francine, en su habitación, se arrodilla ante el crucifijo y reza: “Buen Dios, cuida mucho de mi enamorado, no dejes que le maten ni que le hieran”.

Por la mañana Georges parte al frente. Le lleva su madre en el carruaje. Antes de encaminarse a la estación del ferrocarril lanza una última mirada a la granja, como si se despidiera de ella para siempre.

Francine extrae agua del pozo accionando la bomba. Ya en la casa, Solange la envía a por aguardiente para los americanos. En la escena siguiente el americano que se reunió con Solange en la arboleda le paga con billetes unas botellas de aguardiente y a continuación trata de besar y abrazar a Francine, y aunque ella le rechaza en el mismo momento en que pasa el carro de Hortense y Georges, al descubrir la situación vuelven la cabeza para cerciorarse de lo que han visto. Francine queda con la expresión muy triste. En la estación, tras el abrazo de la madre al hijo, Hortense afirma: “Francine trabaja bien pero se cita con los extranjeros”. Georges pregunta: “¿Ya lo sabias?”. Ella contesta: “Con las mujeres sin familia todo es posible, esa es su condición”. “¡Échala!”, concluye Georges, y Hortense asiente con la cabeza.

Breve plano medio en que Hortense, antes de acostarse, medita la conversación mantenida y su decisión de despedir a Francine.

Francine llega a la casa de Hortense. Ésta le dice: “Hija mía, a partir de hoy ya no te necesitaremos”. “¿Pero que he hecho yo?, pregunta Francine. A lo que su interlocutora responde: “Hay demasiados rumores en el Paridier sobre el Paridier y los americanos, y no hay humo si no hay fuego”. “Pero, Hortense, no es culpa mía, no he sido yo, y usted lo sabe, yo no he hecho nada”, opone la muchacha. “Lo sé –responde Hortense- y deben cesar antes de que vuelva Clovis”. Francine replica: “Pero si Clovis no tiene nada que ver… hace dos años que trabajo aquí, lo he hecho todo bien, Hortense, y usted me tiene aprecio, lo sé”. “He de proteger a mi familia”, responde Hortense. Francine, a punto de llorar, añade: “Yo no formo parte de la familia. Es injusto, es injusto y usted lo sabe. Lo tenía todo aquí, lo tenía todo”. Hortense: “Te daré una carta de recomendación y dos meses más”. “No, no los quiero. Es usted un monstruo”. Francine cierra la puerta con energía y se marcha. Hortense queda entonces meditando su decisión. Reaparece el tema musical de Legrand que continúa en la escena siguiente cuando Francine camina al exterior y vuelve la cabeza como para despedirse del Paridier. La cámara la ha tomado en primer plano y la acompaña con travelling lateral. El siguiente plano nos la enseña de espaldas alejándose por el camino llevando en sus manos sus escasas pertenencias (un recurso usado por Chaplin y Ford). Le sucede un plano breve de la muchacha durmiendo sobre el heno de un pajar cualquiera. Cesa la música.

Plano breve. Hortense y su cuñado Henri vuelven a casa en el carruaje acompañados por el perro.

Plano siguiente. Interior de la casa, en la cocina-comedor. Solange es acusada por su madre: “¡Que vergüenza, tu marido está prisionero y tu te vas de puta con los americanos!” Ella responde: “No me voy de puta, no me ha pagado”. Hortense replica: “¿Cómo te atreves a decir eso?” Solange enfurecida: “Y tú, ¿cómo te atreves a despedir a Francine con todo lo que nos ha ayudado?. Querías salvar tus proyectos de unión entre Margueritte y Georges?”. Hortense responde: “La he despedido porque hay rumores de los americanos en el Paridier, la he despedido para salvar tu honor y el de tu marido”. Solange replica: “Yo no te he pedido nada”. Hortense: “¿Ah, síiii? ¡Si yo te he visto con él!”. Solange: “¿Que es lo que viste? Sí, soy una mujer joven, sí, tengo deseos, me pareció guapo y ¿quieres saber la verdad? . (Llorosa) “Él me ha besado, yo le he besado, me acarició los pechos y, sí, me dio placer, mucho placer. Entonces me acordé de Clovis y sencillamente nos vestimos y no pasó nada, ¡nada!, ¡nada!” (en esta secuencia se ha usado el plano-contra plano para evidenciar el cruce de miradas tensas, usando primeros y medios planos) Solange abandona la estancia y Hortense queda pensativa.

Francine llega al nuevo hogar donde servirá después de haber acudido de nuevo a los servicios sociales. Se trata de una casa en la Monette, más modesta, donde vive una mujer con su hija pequeñita, Léa y Jeanne. Poco a poco nos enteraremos de que su marido está también en el frente. Con ella acude al bosque donde construyen una carbonera con tierra y ramas. Se nos muestra la técnica seguida para hacerla. Después se asean en la casa mientras la niña juega con su osito y un caballito. La nueva ama mira a Francine con afecto, a mayor humildad parece haber mayor humanismo y es ella quien le explica, ante las molestias de Francine, que lo que le sucede es que está encinta. Francine se resiste a creerlo. “¿Y que voy a hacer?”, le pregunta. “Pues lo que hacemos todas”, le contesta Léa.

Es Léa quien trabaja ahora en la carbonera, que despide densa humareda.

La escena siguiente se anexa con la anterior por medio de la nana que Francine canta a la niña a la puerta de la casa, que dice así: “Ven ángel mío, mi pequeño ángel que adoro, ven conmigo bajo el cielo puro a cantar una dulce canción… uuuuuuu, papá solo trabaja y piensa en nosotras, uuuuuuu…” Ya en la cuna, Francine lee a la niña el cuento de la Cenicienta. Entonces Jeanne le pregunta si se va a quedar mucho tiempo y Francine responde “Si a tu madre le conviene me quedaré”.

Ambas mujeres retiran y llevan al carro el carbón de la carbonera.

Invierno en el Paridier, ha nevado. Hortense sale a por agua al pozo exterior. El silencio solo lo rompen el ruido de la puerta al cerrarse y el mugido de las vacas. En off escuchamos el texto de la carta enviada por Georges a su madre desde el frente: “Hasta donde llega la vista la tierra está cubierta de cadáveres. Todo ha cambiado, los vivos están bajo tierra y los muertos sobre la tierra. Ya ves, mi querida madre, con que espíritu afronto el peligro. Te aseguro que la muerte no me asusta y si en mis cartas dejo aparecer cierto desánimo no quiero que se piense que es por miedo (ahora ella tiene que dar de comer a las vacas) Mamá: piensa en mí. Nadie sabrá jamás el alcance de nuestro sufrimiento. George”.

Solange, llorosa y pálida, atraviesa el patio de la granja y entra en la casa. El tiempo de espera pasa lentamente.

El nuevo hogar de Francine en la Monette. Léa cose a máquina, la niñita juega al fondo de la estancia. Entra Francine con una carta en la mano y explica a Léa que está preocupada, pues le devuelven todas las cartas enviadas a Georges y piensa si le habrá pasado algo. Léa le asegura que no, “que aquí se sabe todo”.

En la siguiente escena almuerzan las tres y Francine piensa que quizás Georges esté muerto. Se explica: “Pues no lo entiendo, él sabe que le quiero, se lo digo en las cartas. Quizás crea que le he traicionado”. Léa le aclara: “Cuando esta sucia guerra acabe os encontraréis y además ser padre cambia a los hombres”.

La vida doméstica continúa. Francine en su dormitorio y a luz del quinqué ordena las ropitas de la futura criatura; sale del gallinero tras haber recogido los huevos, ya en estado avanzado de buena esperanza; las tres hacen bolas de mantequilla en la cocina. De repente tocan a la puerta con los nudillos. Las tres dirigen su mirada hacia ella cuando se abre. Es el alcalde que trae malas noticias. Francine comprende de inmediato la situación, toma a la niña y sale al exterior. El alcalde se retira el sombrero. Léa  baja la cabeza y sigue amasando la mantequilla y sus ojos se van llenando de lágrimas cuando él le dice: “Es tu marido”. En el exterior Francine y Jeannette se abrigan para dar una vuelta, la niña de repente se desprende de su mano y llega hasta la puerta como si hubiera intuido algo malo, aunque Francine la obliga a pasear, la niña cabizbaja. Continúa la escena en el interior. El alcalde le ha tomado la mano a Léa para consolarla, pero ella la retira con dolor y algo de rabia. El plano es emotivo, Léa contiene el llanto como puede, y el alcalde, a su izquierda, permanece impasible.

Fluye el agua en el arroyo, ya es otra primavera. Los pájaros pían. Sobreimpresionado: 1918.

La tartana vuelve al Paridier llevando en ella a Hortense y a su cuñado, con el perro a la par. Llevan prisa por ver el tractor nuevo que han comprado, un Fordson, y que Solange, sentada sobre él, se dispone a sacar del cobertizo, antes cuadra, ahora convertido en garaje. Solange por fin sonríe y ante la mirada estupefacta de sus familiares da unas vueltas con él en el patio de la granja. Hortense recupera la sonrisa. Es un símbolo de que la vida continúa y parece que existe un futuro.

Francine espera junto a la puerta número 10 del orfanato del que procede. Sale a su encuentro el director que la contrató para el Paridier. Ella se le presenta embarazada con cara apenada, atribulada por su nueva situación. Esbozan una sonrisa.

En la escena siguiente Francine asiste con el director Sr. Eglass, en una habitación de su domicilio a donde ha sido invitada, al encendido de unas velas colocadas en la repisa que ostenta varios retratos fotográficos, parece que de antepasados suyos ya fallecidos. Francine las mira con la curiosidad de quien no ha conocido siquiera la imagen de sus padres. En la escena siguiente cenan en una mesa bien dispuesta por la asistenta del director. Francine le cuenta el olvido de Georges a lo que él explica: “Ese joven ha hecho como muchos otros, ha dejado de verla en cuanto ha sabido de su estado”. “No lo sabe”, replica ella. El director continúa: “Pero bueno, Francine, si le hubiera prevenido su actitud habría cambiado. Le pido que lo haga, si no por usted hágalo por el niño. ¿Piensa acaso abandonarlo?”“¡Jamás!” -dice ella- tengo dinero, lo criaré, trabajaré, me privaré yo por él, llevará mi apellido y me defenderá”.

Francine, con expresión seria, escribe a Hortense la siguiente carta (su texto se oye en off con la voz de ella): “He dudado mucho antes de escribirle debido a mi fuerte enfado con usted por haber sido tan injusta conmigo. Si le escribo hoy es porque estoy esperando un hijo de Georges. Ya no contesta a mis cartas, estoy segura de que se imagina que estuve con el americano (plano de Hortense leyendo la carta ante la chimenea de su casa) Solo puedo contar con usted para decirle la verdad. Hortense, no puedo creer que la mujer justa y honrada que usted era haya cambiado tanto(ella abatida baja la carta) Le suplico que escriba a Georges para decirle que no he amado ni conocido a ningún otro hombre y que pronto será padre. Mantengo la esperanza por todos los días que pasé en el Paridier sirviéndola con sinceridad y siendo tan feliz allí. Francine”. Hortense, llorando, arroja la carta al fuego de la chimenea.

Regreso a casa de Georges. La guerra ha terminado

Compartimento del tren. Georges vuelve de la guerra con unos compañeros. Llegan a la estación, él presenta una leve cojera y se ayuda de un bastón para caminar. Hortense y Margueritte salen a su encuentro y ella se funde en un abrazo con Georges. También él se despide de su compañero Víctor dándole un abrazo. “¿Estás herido?” Pregunta Hortense a su hijo. “Es una vieja herida responde él”. En el camino de regreso a casa con el carruaje familiar Margueritte coge del brazo a Georges como si hubiera logrado hacerlo ya de su propiedad. Hortense va sonriente.

Plano medio en que Francine arrulla a su niño con una nana y pasea de aquí para allá al exterior. La luz del día le da con su claridad un aire de pureza.

Interior de la casa del director del orfanato. Una señora, tal vez la asistenta del director, recorta el cabello rojizo de Francine. A continuación se mira al espejo para comprobar su nuevo aspecto. Su cabellera le llega ahora justamente al cuello. Se atusa el pelo, se mira, todo ello en un primer plano en que ella queda ligeramente desplazada a la izquierda del encuadre de la cámara. Su aspecto es de una mujer moderna, ya no la campesina que hemos visto hasta ahora, lo que queda remarcado por su vestido a la moda de la nueva década que se aproxima.

Exterior de la iglesia. Llegan en un carruaje Francine con su hijo, el director del hospicio y su asistenta, que harán de padrinos de la criatura, todos bien vestidos para la ocasión. Van a bautizar al niño, que lleva un vestidito blanco. Suben las escaleras que conducen al templo. En off se escuchan unas palabras del director, lo que parece ser una oración, que reza así: “Haz de nosotros, el padrino y la madrina, testigos auténticos de la muerte de Dios. Enséñanos a vivir lo que enseñamos, a enseñar lo que creemos y a creer lo que descubrimos de ti en nuestro corazón y en el Evangelio”. En la secuencia se intercalan planos de Hortense adecentando en el cementerio próximo la tumba familiar donde debería estar sepultado su hijo Constant, cuyo cadáver, sin embargo, quedó perdido entre las trincheras, y poniéndole unas flores en su recuerdo. Vemos la mano de su madre pasando un paño por la placa que en memoria de su hijo colocaron en la tumba, consistente en una fotografía de Constant enmarcada con la bandera francesa y con la leyenda “A la memoria de Constant Sandrail muerto por Francia, maestro y teniente condecorado con la Cruz de guerra, muerto en el 63 Regimiento de Infantería el 29 de enero de 1917 a la edad de 38 años, sintiéndolo en el alma, descanse eternamente”. Después Hortense ingresa en la Escuela Comunal llevando unas verduras en sendas cestas.

Interior de la Iglesia. El sacerdote bautiza al niño ante la presencia de quienes acompañan a Francine.

Al salir de la Escuela, llevando Hortense las cestas vacías, se topa con Francine, su criatura y acompañantes. El carro gira ante ella. La ocasión permite a Francine sostener la mirada de Hortense por unos instantes, la cual observa la escena primero con estupor, luego con una vergüenza que le hace tambalearse hasta tener que apoyarse en la puerta de la Escuela.

Plano del cielo recorrido por aves. En panorámica se nos ofrece un árbol en flor y sobre él, impresionado, el año 1919. Plano general del Paridier, sale humo de la chimenea del hogar de los Sandrail y se escucha el mugido de una vaca. Día luminoso.

Interior de la cocina-comedor. Las tres mujeres (Hortense, Solange y Margueritte) y el tío miran hacia la puerta donde aparece Clovis, que también ha regresado del frente, y se quita la guerrera. La guerra ya ha terminado.

Solange recorre con su marido la granja. Clovis revisa los caballos, descubre en el almacén el tractor y la segadora Mc Cormick, y comenta “¡que bien!”, abrazándose ambos sonrientes.

Reunión familiar en torno a la mesa. Margueritte expone con determinación que “han pensado” (se sobreentiende ella y su padre) que Solange y Clovis cultiven los campos y Georges el bosque grande. Éste protesta sosteniendo por qué no se hace al revés, puesto que las últimas inversiones en maquinaria son de su madre. Margueritte ya se muestra como lo que va a ser, una persona dominante y autoritaria. Se refieren poco antes a que Constant apenas se ocupaba de la propiedad, solo para darse algún paseo y traer de vez en cuando a sus alumnos. Solange les recrimina no tener vergüenza. “¿La guerra ya ha terminado y estáis discutiendo por un trozo de tierra que pertenecía a Constant?” Y sale de la casa, se apoya en la cerca y al poco su madre se reúne con ella. Añade Hortense: “Acabarán por ponerse de acuerdo, prefiero verles así, vuelven a ser como eran”. Solange con semblante de amargura. Un plano final las muestra ante la extensión del campo, la propiedad.

Sobreimpresionado: 1920.

Salón del baile. Francine canta subida al estrado acompañada por varios músicos. Varias parejas bailan en su interior. La canción que interpreta dice así: “Dicen que para ser feliz el amor es indispensable, y así nos rendimos al amor. Pero la felicidad es un sueño vano y hay que reconocerlo. Los amores son frágiles, las promesas son fáciles como el juguete de un niño, no conviene mucho hurgar por dentro. Pensamos que son sólidos, el más pequeño golpe les hiere y se acabó, el amor se rompió. Ahora por fin he comprendido gracias a la experiencia. Esto no es más que una canción, recuerden solo la música…” Entre los asistentes, trajeado y elegante, se halla Georges, mirándola con interés. Tras la canción Francine sonríe abiertamente.

Fin. Créditos de la película.

Ficha técnico-artística del film

 “Las Guardianas” (Les Gardiennes, 2017). Coproducción: Les films du Worso – Rita Productions – Pathé – Orange Studio – France 3 Cinéma – KNM – Versus production – RTS Radio Télévision Suisse. Productores: Sylvie Pialat y Benoît Quainon. Dirección: Xavier Beauvois. Guión: adaptación libre de la novela homónima de Ernest Pérochon (1924) por Xavier Beauvois, Frédérique Moreau y Marie-Julie Maille. Fotografía: Caroline Champetier, en color y técnica digital. Montaje: Marie-Julie Maille. Dirección artística: Patrick Schmitt. Decorados: Cécile Deleu y Yann Mégard. Sonido: Christophe Giovanonni, Loïc Prian, Damien Boitel, Eric Bonnard. Música: Michel Legrand [13]. Vestuario: Anaïs Romand. Intérpretes: Nathalie Baye (Hortense Sandrail),  Iris Bry (Francine Riant),  Olivier Rabourdin (Clovis),  Laura Smet (Solange),  Yann Bean (John),  Cyril Descours (Georges Sandrail), Nicolas Giraud (Constant Sandrail), Xavier Maly (Edgar), Alain Artur (el alcalde del Paridier), Michel Lamy (el párroco), Gilbert Bonneau (el tío, Henri Sandrail), Mathilde Viseux-Ely (Marguerite Sandrail), Xavier Maly (Edgar), Anne-Cécile Le Quere (la profesora), Marie-Julie Maile (Léa, vecina de la Monette), Madeleine Beauvois (su niña Jeanne), Adrien Denzou (el alcalde de la Monette), Laurence Havard (Suzanne). País: Francia. Duración: 134 min.

Película realizada con el apoyo de: Centre National du Cinéma et de l’Image  Animée, Eurimages, Région Nouvelle-Aquitaine [14] en paternariado con CNC, Mission du Centenaire de la Première Guerre Mondiale y la Caisse d’Epargne Ile-de-France, Tax Shelter of the Belgian Federal Government, Inver Tax Shelter, Cinéforom y Loterie Romande

Premios recibidos:

2017: Festival de Mar del Plata: Selección oficial de largometrajes a concurso; Festival de Sevilla: Sección Oficial; Premios César: 4 nominaciones inclusive mejor guión adaptado y mejor fotografía; Premio Louis Delluc.

2018: César a la mejor adaptación. Recibió nominaciones al mejor espíritu femenino (por Iris Bry); mejor adaptación por Xavier Beauvois, Frédérique Moreau y Marie-Julie Maille; mejor fotografía por Caroline Champetier; y mejor vestuario por Anaïs Romand.

Bibliografía específica

CHIFFLET, Nathalie. “Des femmes et des forces à l’arrière de la guerre. Le réalisateur de “Des Hommes et des Dieux” fait passer les femmes de l’ombre à la lumière dans la France rurale de la Première Guerre mondiale”, Le Républicain Lorrain nº 2139, Groupe Crédit Mutuel, Woippy, 6 décembre 2017, p. 21.

CHIFFLET, Nathalie. “Questions à Laura Smet. “Je n’ai pas tourné avec ma mère pour faire un coup de com’ ”, ibídem

https://fr.wikipedia.org/wiki/Les_Gardiennes_(film)

ROUYER, Philippe. “Les Gardiennes”, Positif, nº 682, Institut Lumière/Actes Sud, Paris, décembre 2017, p. 21.

Las imágenes de la película reproducidas provienen de la página oficial http://www.wandafilms.com/site/fotografias/las_guardianas  cuyo autor es Guy Ferrandis

Imagen de la portada: cartel de promoción de la película en España.

Notas

[1] THIÉRY, Dominique. “Portrait du réalisateur du film ‘Les Gardiennes’, Xavier Beauvois, installé près d’Étretat”. Enlace: https://actu.fr/loisirs-culture/cinema-sortie-film-gardiennes-portrait-realisateur-xavier-beauvois-installe-pres-etretat_14099345.html

Consulta: 15.02.2019.

[2] Directores con los que ha trabajado como actor en: http://golem.es/dediosesyhombres/fichas.php

[3] THIÈRY, cit.

[4] ALWAN, Margaret. “Goncourt oubliés 3: Ernest Pérochon”, enlace: https://www.lexpress.fr/culture/livre/goncourt-oublies-3-ernest-perochon-1920_1120033.html

Consulta: 15.02.2019.

[5] El cine no ha tratado demasiadas veces el tema de la actividad de la mujer en la retaguardia, sobre todo si lo comparamos con la acción directa de los hombres en el frente de lucha. Entre las películas que observan el comportamiento de la mujer en esas difíciles circunstancias cabe mencionar “La Señora Miniver” (Mrs. Miniver, William Wyler, 1942)  y ”La más bella” (Ichiban utsukushiku, Akira Kurosawa, 1944), que tienen como telón de fondo la Segunda Guerra Mundial.

[6] Declaraciones recogidas por Emmanuel Burdeau para la página oficial del film: http://www.wandafilms.com/site/fotografias/las_guardianas

Consulta: 14.02.2019

[7] Id.

[8] ORELLANA, Juan. “Las guardianas”, un sensible homenaje a la labor de las mujeres durante la Gran Guerra”, El Debate de hoy, enlace: https://eldebatedehoy.es/cultura/las-guardianas/

Consulta: 14.02.2019.

[9] Declaraciones recogidas por Emmanuel Burdeau para la página oficial del film: http://www.wandafilms.com/site/fotografias/las_guardianas

Consulta: 14.02.2019.

[10] TEJERO NOGALES, David. “Sólo nosotras, con nuestro sudor, defenderemos el fuerte”, EAM Cinema, enlace: https://www.elantepenultimomohicano.com/2017/12/critica-las-guardianas.html. Consulta: 14.02.2019.

[11] CHACÓN, Alejandro. “Crítica. Las guardianas: para muy pacientes”, Enlace: https://losinterrogantes.com/cine/criticas/las-guardianas. Acceso: 14.02.2019. Más información sobre esta operadora de cine en «Son et lumière», entretien avec Caroline Champetier et Jean-Claude Laureux”, Cahiers du cinéma, nº 609, París, febrero de 2006, p. 14-16; y https://fr.wikipedia.org/wiki/Caroline_Champetier

[12] TEJERO NOGALES, David. Cit.

[13] Banda sonora original: La Chanson des blés d’orde Camille Soubise y L. Lemaître de 1882 (Francine la tararea en la granja).

Pretty Babyde Gus Kahn, Tony Jackson y Egbert Van Alstyne.

Preludio y fuga en La Mayorde Johann Sebastian Bach.

Amours fragilesde Alexandre Trébitsch de 1899 (que canta Francine en el cabaret).

Berceuse, nana, adaptación al francés de Ma Curly Headed Babyde George H. Clutsam.

Música no mencionada en los créditos: Vivre sa viede Michel Legrand (de la película Vivre sa vie de Jean-Luc Godard) (anuncio de la muerte de Constant).

[14] La Nueva Aquitania es una región administrativa francesa, creada por la reforma territorial de 2015 y en vigor desde el 1 de enero de 2016, tras las elecciones regionales de diciembre de 2015. Resultante de la fusión de las antiguas regiones de Aquitania, Lemosín y Poitou-Charentes, se denominó provisionalmente Aquitania-Lemosín-Poitou-Charentes.