Los pintores de Irún y Fuenterrabía se han visto atraídos por dos ambientes estéticos por excelencia: el río Bidasoa, en su curso medio y anchurosa bahía, que ha inspirado también emotivos textos literarios a Loti, Juaristi y Labandíbar, y el mar Cantábrico. Confiesa José Mensuro –“Mensu” en su vida artística-, haber pasado muchas horas observando el trajín del puerto de Fuenterrabía y de estos recuerdos nace ahora esta exposición, condensada en ese libro lleno de afecto, ilustrado por el artista y comentado por L. P. Peña Santiago, que lleva por título Puertos del País Vasco en los dibujos de Mensu [1].
José Mensuro es ante todo muy sencillo y cercano, laborioso por excelencia, virtud que reúne otras cualidades no menos apreciables: curiosidad, inquietud, poderosa observación, fuerte voluntad, que se han proyectado en numerosas actividades como la literatura, el cine, múltiples técnicas plásticas experimentadas con curiosidad y en una pedagogía ontinuada dirigida a los niños.
Quienes conocieron a Vicente Cobreros Uranga, crítico de arte donostiarra y pintor, admiraron en él una disciplina y rectitud, que sin duda están presentes en su discípulo Mensu. Al igual que su maestro hiciera con Agustín Ansa, pues juntos colaboraron en un libro artístico descriptivo de san Sebastián, ahora Mensu y Peña Santiago recrean su nostalgia en esta guía sentimental del Cantábrico vasco. Un libro que destila amor a lo propio, al tiempo que evoca sonidos y olores de esos ambientes y lleva a imaginar las aventuras de sus barcos y las osadías de sus marineros.
Con dominio gráfico y compositivo, con anotación fina de luces y efectos espaciales, con sugerencias del rutilante sol y ligeros movimientos de las aguas, Mensu nos lleva a ese realismo ensoñador que un día advirtiera en su pintura el crítico catalán Llops. Una ensoñación, sin embargo, reposada, con un dibujo entre estructurador e improvisado.
Aletea en sus dibujos una nostalgia de un tiempo pasado, que quizás no fuera tan idílico como pensamos y contrasta con la crisis de la industria pesquera actual, con la limitación de las millas para faenar, con la creciente contaminación de las aguas y las amenazas de desastres ecológicos que nos rodean. Aún y todo, el mundo que Mensu nos propone merece ser vivido –o soñado- cuando menos porque en él están afirmadas las raíces del pueblo vasco, un pueblo al que le ha caracterizado la nobleza y armonía de sus relaciones humanas. La pintura de Mensu nos recuerda lo importante que es tratar de recuperar esa paz del hombre con su medio. Nos lleva a la meditación, a una reflexión sobre nuestra conducta.
Sentimos que Mensu nos hace un guiño de complicidad al presentarnos estos parajes portuarios, de callejuelas y viviendas apretadas. Imaginamos al Mensuro niño recorrer los muelles pétreos de los puertos de su tierra, entremetido por cubos de sal y redes amontonadas. Es un mundo visto con cariño, con profundo sentimiento, con la sinceridad y también el idealismo del recuerdo puro de un hombre en el filo de su madurez vital, ese momento en que los recuerdos se agolpan.
He soñado también yo con este libro en mis manos. No solo se recrea uno en el pintoresquismo de estos puertecillos norteños, se imagina la industriosa laboriosidad y la valentía de los marineros vascos. Y es un placer para los sentidos y la estética.
Imagen de la portada: José Mensuro «Mensu». Hacia la luz (1986) Col. Asier Mensuro. Cubierta del libro de Luis Pedro Peña Santiago
Notas
[1] La exposición fue la organizada por Kutxa Fundazioa en la Sala Garibai de Donostia, del 20 de mayo al 5 de junio de 1994, bajo el título Puertos del País Vasco en los dibujos de Mensu, y el libro referido el editado, con aquel título, por José Mensuro, en Bilbao, en junio de 1993, que a los textos de Peña Santiago une las ilustraciones del propio Mensu.