Mi opinión sobre las incidencias actuales del Giro italiano

Mentiría, si al empezar dijera, que la edición de este año del Giro italiano se proyectó con un trazado suave, adecuado a las aptitudes de ciertos ases italianos.

Este año, como se sabe, se concentró en la línea de salida un equipo español. Justamente el que dirige Dalmacio Langarica que ha venido revelándose, temporada tras temporada, como el más fuerte y experto conjunto hispano. Este año, pues, se presentía que sería un Giro de gran batalla comercial, a la vista del presente Tour, que deberá disputarse al amparo de la fórmula por equipos nacionales.

Se comenzó el Giro y desde el primer momento se notó el poderío del equipo español, que con Gómez del Moral, equiparaba todos los puestos importantes de la prueba y colocaba la “maglia rosa” sobre los hombros del atlético andaluz. Para entonces, ya empezaba el auténtico festival deportivo.

Pero la suerte empeoró, y lo que hasta entonces había sido buena fortuna, se trocó en adversa, mediante el accidente que nuestro buen leader sufrió, perdiendo la “maglia rosa” que tantos sacrificios le había costado, viéndose obligado a conformarse con un puesto en la general, a 3 minutos del leader extranjero.

Mas la suerte no faltó y otro corredor español, José Pérez Francés, se convirtió en el mejor, colocándose otra vez de leader, con un buen puñado de segundos sobre sus más inmediatos perseguidores. José Pérez Francés, ayudado por su formidable equipo y respaldado de su magnífico estado de salud, consiguió estar al pie del cañón durante varias de las etapas. Más de cinco.

Pero, para entonces, el grueso de los mejores ases extranjeros despertaba de su letargo, alarmados ante la posibilidad de la victoria de un español.

Motta renunciaba al Tour, para, según él, desarrollar un mayor esfuerzo en el Giro. Adorni, Gimondi, Schiavon y Balmanion, se mostraban cada vez más inquietos y resistentes. Merckx, el as belga, muy combativo y peligroso. Plankaert, el rubio bátavo, muy dispuesto a ganar los sprints. Y Anquetil, el poderoso normando, que se hallaba muy tranquilo, se sobresaltó repentinamente, y dio cerrojazo, en la prueba contra reloj, constituyéndose en leader absoluto.

El corredor español Aurelio González Puente, fue ganador del Premio de la Montaña del Giro 1967

Por otra parte, tampoco los españoles se mostraban poco activos. Gabica ganaba una etapa, y se colocaba a cinco peligrosos segundos del italiano Schiavon. González apretaba fuerte su ritmo de pedaleo en las subidas. San Miguel y Martín Piñera se hallaban muy combativos.

Entonces, como sucede en todas las confrontaciones ciclistas, cuando se prevé que sucederá algo muy entretenido, la suerte acude para unos y para otros no.

La suerte, como digo, prefirió hacer de las suyas, y en la dura etapa que acababa en “Tre Cime di Lavaredo”, puerto puntuable para el gran premio de la montaña de 2.300 m de altitud, con un tiempo de lluvia y niebla infernal, logró que ciertos ases extranjeros pincharan en lo más crudo de la subida, con el natural perjuicio en la clasificación. Recuerdo que fue tal la paliza que los corredores sufrieron, que literalmente se puede decir que los ciclistas fueron subidos en volandas por los “tiffossis” (forofos) italianos. Tremendo bochorno no se había visto desde aquella etapa del Tour pasado, en que los ciclistas se declararon en huelga porque los organizadores de la prueba hacían caso omiso de sus advertencias.

Después de esta etapa infernal, en que se esperaba que los españoles contra atacaran, los puestos empezaron a dilucidarse. La montaña estaba segura, en manos españolas. La “maglia rosa”, ya no era hispana. Los puestos por equipos generales  peligraban y los ciclistas españoles se decidieron a hacer un último esfuerzo.

En las terribles “Dolomitas”, montañas con formidables repechos y curvas arriesgadísimas, los españoles realizaron su último esfuerzo, demostrando, una vez más, ser el equipo más potente y temerario del mundo. Entonces se vio seguro que España triunfaría, pero no en la clasificación general, sino en la de por equipos. El Giro, pues, no sería para los españoles, que por desgracia habían sido desbancados en las etapas de largo rodar. El Giro se lo disputarían, otra vez, los ases extranjeros. Entonces se notó, claramente, la potencia de los italianos, que demostrarían de nuevo su poderío en esta carrera.

Se llegó, al fin, a la meta final de Milán, en compacto grupo, donde volvió a ganar el sprinter belga Plankaert, no siendo esto óbice para que el italiano Gimondi fuera el vencedor de la prueba.

Hay que tener en cuenta, por tanto, el formidable estado de los españoles que, otra vez, se llevaron los títulos de la prueba, así como todo el dinero y primas destinadas a premiar los esfuerzos de tan grandes y arriesgados deportistas, que buscan la fama en un deporte, pleno a todas luces, de los más grandes esfuerzos y sacrificios. Pero lo más grande de todo fue la huella tan formidable que dejaron en el vecino país, donde recogieron el mayor afecto y simpatía que pocas veces se pueden conseguir, juntamente con su deportivo gesto, tan deportivo, de ofrecernos a la afición española todas sus victorias conseguidas en Italia.

Imagen de la portada: el corredor italiano Felice Gimondi con la «maglia rosa» de vencedor del Giro de Italia en su edición de 1967