Entre 1965 y 1977, cada atardecer del mes de agosto, la plaza de la villa navarra de Obanos se transformaba en un gran escenario al aire libre. Hombres maduros, mujeres, jóvenes y niños acudían a los ensayos de lo que popularmente se conoce como “Misterio de Obanos”. Al margen de la historia y desarrollo, lo más llamativo fue la ilusión, la seriedad y puntualidad con la que todos los obaneses colaboraban y participaban en una obra teatral que daba a conocer la leyenda de San Guillén que llegó a tener gran repercusión mediática. Ni el cansancio tras la duras jornadas en el campo, ni tener que cenar atropelladamente, ni trasnochar cuando era necesario intensificar los ensayos, impidió a los más de 700 participantes acudir a la plaza para seguir las instrucciones de directores y ayudantes.
Este entrañable oratorio sacro escenifica la conversión del penitente Guillermo de Aquitania, por obra y gracia de Nuestra Señora de Arnotegui, en el incomparable marco del cruce de caminos a Santiago de Compostela, simbolizados en la plaza de Obanos, constituida en escenario, donde todo el pueblo se hermanó como nunca lo había hecho.
El origen del Misterio
El origen del Misterio está en una antigua leyenda del Camino de Santiago. Se trata de la peregrinación a Santiago de Felicia, princesa de Aquitania, en los años del gótico, tal vez en el siglo XIII, y de las consecuencias que en los órdenes espiritual y humano trajo.
Aquitania era en el Medievo un territorio minúsculo entre el Pirineo francés y el mar Cantábrico. Una de las antiguas divisiones de la Galia Romana, que aparece después como Ducado en tiempos merovingios y luego con propia soberanía. Desde Guillermo I el Piadoso, que reina en el 886, la dinastía aquitana se manifiesta muy devota del Papa y del Señor Santiago. Guillermo V el Grande, mecenas de las Artes y las Letras, que gobierna desde el 990 al 1030, marcha en peregrinación a Compostela y a Roma. Los últimos Guillermos (VIII, IX y X) son amigos de los Reyes de Castilla y Aragón y colaboran en la Reconquista de España. Guillermo X, Conde de Poitou, muere precisamente en Compostela, el Viernes Santo de 1.137. A su muerte, Eleanor, la mayor de sus hijas, lleva en dote el Ducado, al casarse con Luis VII, Rey de Francia. Matrimonio desgraciado, que fue declarado nulo por el Papa, por razón de consanguinidad. Casa después con Enrique Plantagenet y es madre de dos Reyes: Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra. El Ducado se incorpora definitivamente a la corona francesa en 1453.
Sobre la constante europea del Camino de Santiago y la historia de este pequeño Ducado, como robustos pilares, se asienta la tradición que dará pie al Misterio.
Dice la leyenda -a caballo entre las localidades navarras de Amocáin, Labiano y Obanos- que Felicia peregrinó con su cortejo hasta los pies del Apóstol Santiago, volviendo cargada de fervores. La peregrinación arrebató su corazón y sintiendo la llamada de lo Alto, decidió no volver a su castillo y quemar la vida en el silencio, como moza de labor, en cualquier lugar desapercibido del Camino. Y escogió para ello Amocáin, un mínimo asentamiento del Valle de Egüés, en la dirección de Roncesvalles. Pero las razones que alegaron en la Corte para justificar su decisión los caballeros y doncellas que le acompañaron, no fueron suficientes. Y Guillermo, su hermano, desea obligarle a regresar a Burdeos a cualquier precio. Vuelve, la encuentra, discuten, ella se niega y él, en un arrebato de furor, le traspasa con su daga el pecho. Pide perdón a gritos, se desespera y tras peregrinar a Compostela en busca de absolución, no hallará la paz sino viviendo como humilde ermitaño en el Santuario de Santa María de Arnotegui, en Obanos. Allí envejecerá, consolado por los pájaros, dando testimonio de santidad.
Cuenta también la tradición que, enterrada Felicia en el Señorío de Amocáin, el arca donde se custodiaba su cuerpo salió de la iglesia, sin verla nadie, y cuando el Señor de Amocáin la echó de menos, buscándola en compañía de sus criados con ansiosa solicitud, la hallaron en el campo. Había florecido en su corazón un lirio. Trataron de volverla al lugar que en la Iglesia ocupaba, pero la tarea fue imposible por lo mucho que pesaba. Se decidió entonces, previa consulta con el Prelado, colocar el arca sobre una mula, que tomó sin dilación el camino viejo hasta las inmediaciones de Labiano, donde el animal se detuvo a beber agua de un charco. Milagrosamente surgió de allí una fuente de agua abundante, que hoy es profundo pozo. Y poco más adelante, al llegar la mula a las inmediaciones de la basílica de San Pablo, cayó como fulminada, muerta. Se consideró voluntad divina que se venerara en ella el cuerpo de Felicia. Levantaron con facilidad el arca y la colocaron en el mismo sitio donde se halla hoy, a los pies del altar de la parroquia dedicada a San Pablo en Labiano [1]. Son varios los habitantes de la Cuenca de Pamplona que acuden a ella como abogada de los dolores de cabeza.
La representación
El Misterio se gestó sobre este caudal en la mente del sacerdote obanés don Santos Beguiristáin Eguílaz, que trataba de reverdecer la antigua devoción a la Virgen en su ermita de Arnotegui, con la restauración de su imagen, la actualización de sus rogativas y fiestas, y la reconstrucción de su templo, no sin antes revitalizar una Hermandad de los Ermitaños de Arnotegui, encargada de cuidar la basílica, animar las romerías, imitar a San Guillermo en el servicio a sus hermanos y favorecer cuanto hiciera referencia al Camino de Santiago que continúa viva en la actualidad.
Se incrementó la devoción por la Virgen de Arnotegui y San Guillermo, cotitulares de la ermita. Se solemnizó el tradicional paso del agua y del vino por la cabeza del Santo. Con tal motivo, el 25 de abril de 1962, se hizo el ensayo de un auto sacramental «del Martirio de Santa Felicia y la Penitencia de San Guillermo”, escrito por el mismo sacerdote, que compuso un texto breve, luego leído en la plaza y amplificado por altavoces, mientras jóvenes del pueblo mimaban la narración [2].
El «Auto» tenía cuatro cuadros. El primero, para presentar el Camino jubilar de Compostela, describiendo el paso de reyes y santos, penitentes y juglares. El segundo, siguiendo a Felicia a la vuelta de Santiago, con unas monjas que encontró junto al Apóstol y la persuadieron a que abandonase el mundo y sus halagos. El tercero, en un supuesto Monasterio de Labiano, donde Felicia era abadesa, encierra el drama. El cuarto cuadro tenía lugar en Obanos, con la ermita de Arnotegui al fondo: en él se muestra a Guillermo deshecho, con tosca cruz al hombro y cadenas atadas a los pies, buscando un santuario de la Virgen donde hacer penitencia; dos infanzones acompañaban al Penitente hasta la Basílica de Arnotegui.
El éxito de la representación animó a don Santos a escribir el guión de un proyecto más ambicioso, el propio Misterio de San Guillén y Santa Felicia. Concibe el mismo con tres estampas: «El camino a Compostela», «El Martirio de la Reina» y «La Ermita de Santa María». Presentando el Camino, describe a los caballeros, a los penitentes, juglares, santos, peregrinos y al cortejo de la Princesa Felicia. En la estampa segunda se muestra el retorno de la riada humana y del Cortejo sin Felicia, el silencio de Amocáin, el caballero Guillermo de Aquitania, el diálogo del amor divino y del amor humano, el martirio de la Reina y los gritos de espanto del criminal, con su voto de peregrinar. Y, finalmente, en la tercera, se presenta Arnotegui en fiesta, con los estamentos tradicionales. Se hace recitar el Poema de la Reina Mártir (el lirio florecido, el jumento, la Basílica de Labiano, los muchos milagros y la devoción popular). Se descubre el caballero encadenado, ora el pueblo por él, y se recita la cantiga de Nuestra Señora, protectora de los campos y enfermera de las almas. El caballero entonces, amansando sus lloros, decide rematar sus días sirviendo en Arnotegui. Y, ya, en apoteosis, se muestra Santa María [3]. A la vez el guión se centra en Obanos. Ya se adivina la plaza como escenario. Se empiezan a perfilar los caminos de la peregrinación, se ve lo que será Amocáin, lo que será Arnotegui.
Para completar el libreto, don Santos Beguiristáin acude a varias personalidades. Manuel Iribarren da el revestimiento formal al poema, caracteriza los tipos humanos, escribe los diálogos y fija la acción. Luis Morondo, inspirándose en composiciones tomadas del Camino Jacobeo -siglos XIII a XV- hace las adaptaciones musicales y dirige a la orquesta sinfónica y a la Coral de Cámara de Pamplona. Claudio de la Torre, Director del Teatro Nacional y Premio Nacional de Dirección escénica, piensa la escenografía natural como confluencia de los caminos tradicionales a Compostela.
La versión definitiva de este «retablo escénico», como lo denominó Iribarren, es publicada en Pamplona por Editorial Morea en 1964 [4].
La puesta en marcha del Misterio conllevará un esfuerzo del pueblo por «aggiornarse» a la nueva situación: el escenario de la plaza se modela con edificaciones arcaizantes que dan el tono medieval al auto sacro; en junio de 1967 se inaugura la Hospedería que simboliza el Palacio de Amocáin y se erige un arco gótico almenado que deslinda el perímetro de la escena hasta empalmar con la Iglesia. Las casas del pueblo y aún las ermitas, como hemos visto, lavan su cara exterior o se consolidan. Los Ermitaños de Arnotegui se comprometerán a reponer cada año el Misterio, velando por su pureza [5].
El desarrollo artístico del Misterio de Obanos ha tenido algunas variantes. Las primeras tres representaciones tuvieron lugar los días 28 de agosto, 4 y 5 de septiembre de 1965, Año Jubilar Compostelano, con el patrocinio del Ministerio de Información y Turismo, que lo incluyó entre sus Festivales de España, y de la Diputación Foral de Navarra. Fue director escénico Claudio de la Torre, que en 1973 fue sustituido por Pablo Villamar y éste a su vez por Roberto Carpio en 1975.
El espectáculo se planteó con tan solo dos o tres actores profesionales, apoyados por actores secundarios de cuadros escénicos navarros —como «Tirso de Molina» o «Amadís de Gaula»—, siendo el conjunto de figurantes el pueblo entero de Obanos. El personaje de Felicia fue sucesivamente encarnado por Edda de los Ríos (años 1965-66), María Ostiz (1967), Ángeles Macua (1968), Beatriz de Carvajal (1969-71), María del Puy (1972), Mariló Muñoz (1973), Verónica de Orueta (1974), Merche Esquíroz (1975-1977), Paula Jaurrieta (1993 y 1999) y Noemí Alcalá (2.000-2.008). Interpretaron a Guillermo de Aquitania Enrique Closas (1965-66), Ricardo Merino (1967), Francisco Acosta (1968-1971), Ramón Corroto (1972), Jesús Vega (1973), José María Cassiano (1974), Ángel Martínez Arbeloa (1975-1977), Javier Baigorri (1993-2002 y 2006), Manuel Salamanca (2004) y Xabi Olza (2008). El papel del monje, que anima a Guillermo a no perder la esperanza, lo representó inicialmente el actor profesional Sergio Mendizábal. Un grueso número de actores aficionados sobresalieron en sus papeles, como Jesús Garín, Gemma los Arcos, Maribel Martínez Peñuela, Javier Garín, Eduardo Bayona, Valentín Redín, Alfonso Segura, etc.
Fueron directores adjuntos del Misterio Joaquín Corcuera (años de 1965 a 1972), Jesús Garín (1973-1977), Bibí Liras (1999-2002 y 2006) y Txema Vilaplana (2004 y 2008). Fue regidor general hasta 1977 Francisco Arrarás.
Desde el principio, se contó con la colaboración, de la Agrupación Coral de Cámara de Pamplona, dirigida por el Maestro Morondo y Antonio Alvira (segundo director); con el grupo de danzas Oberena, a las órdenes de Miguel Reta, y el Ballet Ibarbero de Chelo Uriz; con la diseñadora de figurines para el vestuario Francis Bartolozzi, quien con su marido, Pedro Lozano de Sotés, y familia, pintaron en 1966 los frescos sobre la vida de San Guillermo de la Sala de Juntas de la ermita de Arnotegui así como un retablo para la representación sobre la vida y martirio de Felicia; y con asesoramientos técnicos y contribuciones de Francisco Garraus Miqueo, arquitecto ambientador de la plaza; de Juan Jesús Iribarren, Juan Antonio Berazaluce, Luis Alfaro Fournier, Santos Beguiristain Gúrpide, Ángel Zúñiga, Pirotecnia Zaragozana, etc.
Desde 1973 se utilizarán grabaciones o «play-backs» realizados en los estudios de Radio Nacional de España con el concurso de la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española y, nuevamente, de la Coral de Cámara de Pamplona. Y ya en 1975 se inicia una tendencia a “navarrizar” el Misterio incorporando de forma sistemática a navarros en los primeros papeles interpretativos. El periodista ochagaviano Alfonso Ventura somete el texto de Iribarren a una revisión que le dota de múltiples calidades dramáticas. El número de personajes pasa de 25 a 52.
No fueron éstas las únicas modificaciones que experimentaría el Misterio de Obanos a lo largo de sus años de existencia. La llegada del realizador Pablo Villamar dio, por un lado, mayor protagonismo colectivo al pueblo y potenció con efectos de luz y de color situaciones que carecían de la necesaria expresión plástica. Por otro, el director Roberto Carpio, siempre en la línea de renovación escénica, dotó al espectáculo de nuevos elementos decorativos, haciéndolo más cinematográfico.
Mención aparte exige el vestuario empleado. En un principio se usaron trajes diseñados por Francis Bartolozzi y compuestos por las hermanas Lozano, completándose el conjunto con el que tenía la Institución Cunas del Padre Carmelo de Jesús Crucificado —dominico pamplonés—, incluso con trajes alquilados a la Casa Peris, de Madrid, procedentes de la película rodada en España «El Cid», que había sido dirigida por Anthony Mann. Sin embargo, pronto se vio la conveniencia de formar vestuario propio, adecuado al tema y de libre disposición. Y esta fue tarea primordial de Clara Vélaz de Jaurrieta, modista obanesa que con paciencia y estudio logró preparar un millar de trajes del más puro estilo gótico o renacentista, hoy guardados en el almacén-vestuario del Misterio. Colaboraron en su preparación gran número de vecinas del pueblo. Los sombreros quedaron a cargo de María Luisa Ulzurrun. De las prendas de cuero, arreos de caballería, etc. se ocupó el guarnicionero puentesino Mariano Vélez. Tal vez la consecución de tal vestuario haya sido el logro humano más espectacular de sus organizadores.
Nada más comenzar las representaciones, el Premio Extraordinario «Misterio de Elche», concedido por el Ministerio de Información y Turismo al Misterio de Obanos en 1965, vino a significar el necesario estímulo para hacerlo duradero. Ello suponía, además, ser incluido entre los Festivales de España, contar con una ayuda económica oficial y gozar de cobertura publicitaria. Las buenas relaciones públicas de su promotor don Santos Beguiristáin, la calidad de los autores y de las representaciones, atrajeron a buen número de personalidades y, con ello, Obanos llegó a ser conocido allende nuestras fronteras. Pronto se comparó a este pueblo con el bávaro de Oberammergau y su representación escénica de la Pasión de Cristo.
Pero su puesta en escena requería mucho esfuerzo y tras unos años de descanso, la programación del Misterio de Obanos se recuperó en 1993 en el marco de los Festivales de Navarra, con motivo de la celebración del Año Santo Compostelano, y dentro de las actividades de la recién creada Fundación “Misterio de Obanos”, inspirada por el Gobierno de Navarra a instancias de la Institución Príncipe de Viana [6]. Fue su director escénico Joaquín Corcuera Arenas. La ocasión fue aprovechada para realizar diferentes obras de restauración tanto en el almacén-vestuario de trajes como en la Ermita de San Guillermo de Arnotegui, así como para reeditar el libreto del Misterio Sacro de San Guillén y Santa Felicia y dos vídeos acerca de la representación. Igualmente se hizo un reportaje artístico a color de la representación de ese año a cargo del fotógrafo Pío Guerendiáin. Desde ese año 1993 en que se recuperó el Misterio tras dieciséis años de interrupción debido a problemas económicos, sólo se ha vuelto a representar en los años 2.000 (bajo dirección de Alfonso Segura), 2.002 (con el mismo director), 2.004 (dirigido por Javier del Cura), 2006 (de nuevo por Alfonso Segura) y 2.008 (igualmente dirigido por Javier del Cura). A partir de entonces, con el fin de transmitir e involucrar a los más jóvenes, se han ofrecido al público escenas escogidas del auto sacramental teniendo como escenario el interior de la iglesia parroquial. La villa espera ansiosa la ocasión en que vuelva a representarse en su totalidad con la financiación necesaria. Entre tanto, la Hermandad de Ermitaños de Arnotegui continúa su labor de mantener la ermita con recientes reparaciones, de dar lustre a las dos romerías anuales, en primavera para honra de San Guillermo y en septiembre con la Virgen de Arnotegui, entre otras iniciativas [7].
Su sentido trascendente
Como ilustración a lo que decimos, son muy oportunas las palabras del conocido canonista Pedro Lombardía, quien al referirse a esos pueblos muertos, cargados de historia y escudos en sus casonas, decía: «Por ello es tan estimulante el ejemplo de Obanos, que extrae de su historia vida, espíritu de labor en equipo, ilusión, alegría” [8].
Vale la pena insistir en la dimensión de lo trascendente del Misterio, realización a la moderna de los autos sacramentales de la Edad Media. José María Doussinague, embajador que fue de España y obanés de adopción, dejó escrito un elocuente artículo en que cala en la profunda psicología de Guillén de Aquitania [9]. Un príncipe de tempestuosa y robusta personalidad, que surge de la Edad Media como encarnación del conjunto de características del hombre de su época. Éste se nos presenta desde su aparición como un joven atropellado, rudo, con la rudeza de sus tiempos, enviado por su padre a buscar a la hermana. El choque de Guillén con su hermana Felicia supone la contraposición de dos formas de vivir, hoy tan actuales como siempre: la de quien sigue a los atractivos del mundo y la de quien busca la vida sobrenatural de la gracia.
Santos Beguiristáin, contestando a las preguntas que se le hacía en 1967 [10] decía: «Al hundir el puñal Guillermo en el corazón de Felicia, se lo hunde en su propio pecho… En todo drama está presente y apuñalante uno de los problemas medulares del hombre de hoy. Se trata de la angustia. La angustia de Guillén tiene las mismas raíces que la del hombre actual: el delito del abandono de Dios, la tristeza del alma, la pérdida de la esperanza salvática, el vacío de la existencia, el miedo a la muerte». Por eso su promotor calificó al Misterio de «predicación moderna».
Pero, ¿qué sentía el pueblo de Obanos al participar en el Misterio? Por de pronto sentían que estaban dando a conocer, de modo plástico, una historia muy suya. Ni repetir ensayos, ni trasnochar, ni tener que dejarse en pleno verano la barba para ir a tono con la Edad Media, ni poner y quitar atalajes a las caballerías les parecía un gran sacrificio. Tal vez, donde se percibe mejor lo que el Misterio representaba para las primeras generaciones quede reflejado en el sucedido que se recoge a continuación. A uno de los participantes que estaba de luto por la reciente muerte de su madre, don Santos Beguiristáin le indicó que no se preocupara, que ya buscaría un sustituto para su papel. Pero aquél insistió en salir, con estas palabras: «¡Don Santos, el Misterio es procesión!».
Bibliografía
BEGUIRISTÁIN, Santos. “El Misterio de Obanos”, Navarra, Temas de Cultura Popular. Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1968, nº 33.
BEGUIRISTÁIN, Mª Amor y ZUBIAUR, Fco. Javier. «Estudio Etnográfico de Obanos. Culturización», in BEGUIRISTÁIN, M. A. (dir.) Contribución al Atlas Etnográfico de Vasconia. Investigaciones en Álava y Navarra, págs. 409-517. San Sebastián, Fundación José Miguel de Barandiarán, 1990. [Beca nº 5]
FERNÁNDEZ GRACIA, Ricardo. «Ex votos: una religiosidad perdida», Diario de Navarra, Pamplona 3 de marzo de 2017, págs. 64-65 del suplemento Diario 2.
FERNÁNDEZ GRACIA, Ricardo. «En las entrañas de la basílica de Santa Felicia de Labiano», Diario de Navarra, Pamplona 4 de junio de 2021, págs. 62-63 del suplemento Diario 2.
Este artículo forma parte de la redacción del Calendario tradicional festivo y religiosidad popular para el Atlas Etnográfico de Vasconia, en preparación por los grupos Etniker.