Navarra a través del Arte: Neoclasicismo, Pintura Contemporánea y Arte Popular

El Programa de Acción Cultural de la dirección de Educación de la Diputación Foral de Navarra creó por Acuerdo de 2 de junio de 1978 una serie de comisiones que se responsabilizarían de extender entre profesores conocimientos acerca de la cultura autóctona. Dentro de este plan, la Comisión de Arte organizó dos ediciones del Seminario de Arte Navarro para Profesores, tres Jornadas Didácticas de Arte y Arqueología para Profesores y la edición del texto Navarra a través del Arte (colección de 210 diapositivas y libro de comentarios), cuyos autores fueron María Concepción García Gaínza, María Ángeles Mezquíriz, Jesús María Omeñaca, José Luis Molins Mugueta, Juan José Martinena Ruiz y Francisco Javier Zubiaur Carreño, encargados de seleccionar y preparar los comentarios de las diapositivas correspondientes a bienes artísticos de especial importancia, desde la Prehistoria al siglo XX.

El titular de esta web, que fue uno de los autores de la edición, cubrió la parte referida a arte neoclásico, pintura contemporánea y arte popular, cuyo contenido ahora se ofrece.

Catedral_webPamplona. Fachada de la Catedral

Obra de Ventura Rodríguez (1717-1785), arquitecto que a pesar de su aprendizaje con los extranjeros Marchand, Galuzzi, Sachetti y Jubara, y habiéndose formado en el estilo barroco y herreriano, representa en la arquitectura española el estilo genuino nacional del gusto de la Academia de San Fernando, que difundió el estilo neoclásico, de inspiración greco-romana, pleno de severidad y equilibrio.

V. Rodríguez proyectó en Navarra el Acueducto de Noain (1790), obra que luego, al igual que sucedería con la fachada nueva de la Catedral de Pamplona, encomendaría a la dirección del arquitecto Santos de Ochandátegui.

La fachada neoclásica de la Catedral de Pamplona (1783-1800) se ajusta con perfección a la disposición interior del templo y el orden gigante con que se ha proyectado, respeta al máximo los cánones clásicos heredados del más puro estilo de Vignola.

Se basa su composición en un pórtico corintio díptero de tres intercolumnios. Las columnas sostienen un arquitrabe de friso liso, sobre cuya cornisa descansa el frontón, decorado en su tímpano con el escudo del cabildo catedralicio. La unión del pórtico con las grandes torres de los extremos se da mediante dos sencillos entrepaños, dividido cada uno en dos partes por una imposta, con balcón sobre ella y puerta adintelada debajo. Las torres son cuadradas en sus dos primeros cuerpos -con ventanas sobrepuestas en el primero y relojes de torre y de sol en el segundo- y ochavado, con columnas y entablamento corintio que libra huecos de medio punto para campanas, en el tercero. Unos jarrones flamígeros en los ángulos reentrantes de este tercer cuerpo, más los graciosos cupulines del remate, dan a las torres un aire de movimiento y aligeran su pesantez. Sobre el frontón del pórtico, va un terrado simulado con balaustrada, en la que distinguen cuatro pedestales destinados en origen a las estatuas de los patronos de Navarra (Saturnino, Fermín, Honesto y Javier). Más arriba, y entre las torres, se eleva el ático, subdividido en tantas partes como en el cuerpo bajo de la fachada, con adorno de recuadros y rosetón pseudogótico en el centro. Finalmente, todo se corona con un segundo frontón, rematado por gran cruz de piedra adorada por dos ángeles, con flameantes jarrones en los extremos.

En el interior del pórtico, sobre la puerta principal, un magnífico medallón de mármol blanco representa la Asunción de la Virgen a los Cielos, y a sus lados y en bajo, dos grandes hornacinas llevan las estatuas de los santos Pedro y Pablo. La iluminación del interior queda asegurada por las dos rosas neogóticas que cobijan las puertas laterales.

Diputacion_webPamplona. Palacio de la Diputación. Vista general de la fachada de poniente

Obra del arquitecto provincial José de Nagusía (1843-1847), realizada dentro de las normas neoclásicas traídas a Navarra por el arquitecto Ventura Rodríguez, autor del proyecto de nueva fachada de la Catedral de Pamplona, que crearon escuela a través de su discípulo Ochandátegui, y se extendieron rápidamente, perdurando hasta bien entrado el siglo XIX, y cuyos ejemplos más sobresalientes fueron las fachadas del Antiguo Teatro Gayarre y la Casa-Ayuntamiento de Tafalla, edificios que responden -al igual que esta fachada del Palacio de la Diputación- a un neoclasicismo sencillo, severo y de bellas proporciones.

Esta fachada tiene tres plantas, al estilo del palacio renacentista, la primera de ellas con arcadas, con balconada corrida la segunda y balcones individuales y cornisa sobre el vano de la pared, la tercera. Sobre este frente, se destaca en saledizo la fachada neoclásica propiamente dicha, análoga en su concepción a un templo griego de estilo dórico, hexástilo, con columnas adosadas, no representado con fidelidad, sino planteado con libertad por el arquitecto. La planta baja, porticada, presenta en el centro un arco adintelado, flanqueado a ambos lados por otros dos de medio punto, y dos más a los extremos con doble dintel, uno para descarga del otro. Sobre el pórtico, aguantado por canecillos, se extiende el balcón corrido del primer piso, de donde parten seis columnas dóricas, lisas, que a la altura del tejado soportan un arquitrabe con su filete o tenia que lo une al friso, lleno de triglifos y con metopas sin decoración. Se remata la estructura adintelada con un frontón que lleva gotas en sus cornisas, con tímpano liso, al que en 1951 se adicionó una alegoría de Navarra en mármol rosa, con el escudo laureado, y dos figuras que representan al hombre de la Montaña y al de la Ribera, del escultor Orduna. El intercolumnio se divide, además, en dos pisos: el bajo lleva tres ventanas, guardadas por una hornacina a cada lado, con las estatuas en bronce de los Reyes Sancho el Sabio (izda.) y Sancho el Fuerte (dcha.), símbolos de la grandeza medieval de Navarra, obra también de Orduna; y en el piso superior, tres ventanas en forma de nicho, con otras dos cuadradas en los flancos, dan el contraste necesario para que la fachada tenga un ritmo agradable.

VianaParet_webViana. Iglesia de Santa María. Vista parcial de las Pinturas de Paret sobre la Cúpula de la Capilla de San Juan del Ramo

Luis de Paret y Alcázar (1747-1797), arquitecto, grabador y pintor, fue un artista culto y viajero, que, como pintor, cabe ser considerado como representante genuino y original del estilo francés dieciochesco que culminaría en Wateau.

Entre sus obras más perfectas cabe incluir los temples de las pechinas y cúpula de la Capilla de San Juan del Ramo (o el Bautista) de la Parroquial de Santa María, de Viana. Se trata de una obra de pintura importantísima por su tamaño y calidad. Sobre las pechinas, distribuyó Paret las cuatro figuras femeninas que simbolizan a la Santidad, la Sabiduría, la Constancia y la Castidad, representadas sedentes, envueltas en ropajes y con celajes y motivos decorativos.

La cúpula recoge cuatro grandes escenas de la vida del titular, separadas por unos marcos pintados, cuyos espacios interiores se llenan de motivos ornamentales. En las diapositivas pueden contemplarse las escenas de la Predicación (dcha.) y de San Juan señalando el paso de Jesús a sus discípulos (izda.). En la primera escena, la figura gigantesca de San Juan, está a la derecha de la composición, frente a un grupo que le escucha anhelante; el resto de la pintura lo ocupan grupos de carácter íntimo: dos mujeres maternales, unos grupos en segundo término y un pacífico perro echado delante; también tiene cabida el paisaje, de detalle en primer plano, gigantesco al fondo. La segunda escena presenta a Jesús que pasa a lo lejos, acompañado de los suyos, en medio de un paisaje imponente de rocas y árboles, donde las figuras del primer término se representan de gran tamaño; completan el cuadro otros grupos que descansan o leen. Las otras dos escenas son La prisión del Bautista y El ángel guiando a san Juan hacia el vino prohibido.

Se trata de obras de composición muy bella y elegante, en la que se funden personajes gigantescos (por ser importantes y protagonistas) con otros empequeñecidos (por ser secundarios o estar distraídos), integrados todos en un paisaje convencional, todo ello con un colorido brillante y limpio, con verdes, amarillos y azules de gran transparencia, y un dibujo delicado y exquisito. La profundidad, la luz, el estudio de posturas (algunas valientes y en escorzo), la perfecta anatomía y plegado de los ropajes de las figuras, dan a estas pinturas un enorme valor artístico.

También diseñó las fuentes que se hicieron en Pamplona, cuando se estrenó el Acueducto de Noain (1790), obra de Ventura Rodríguez.

Foto: Larrión & Pimoulier

Goya. Retrato de “El Marqués de San Adrián” del Museo de Navarra (Pamplona)

Óleo sobre lienzo, de 209 x 127 cms.

Obra firmada: El Marqués de san Adrián, por Goya 1804.

José M. de Magallón y Armendáriz, V Marqués de San Adrián, recibió la Grandeza de España en 1802 y falleció en 1845. En 1804, Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) le hizo este retrato de cuerpo entero, donde posa el Marqués ante el pintor como si lo hiciera ante un objetivo fotográfico, sorprendido su gesto y su mirada en una expresión fugaz. En él, Francisco de Goya no sólo hacer patente su realismo verdadero bebido en la escuela de Velázquez y de Rembrandt, sino sus profundas dotes de psicólogo, su facultad de pintor puro, de técnico audaz y de refinado colorista.

El retrato de este noble navarro es una muestra perfecta del arte cortesano de Goya, y enseña que su agotamiento de los convencionalismo académicos no siempre lo dirigió hacia lo desgarrado y expresionista, sino también a buscar nuevos matices de lo elegante y gracioso. Aparece el Marqués como aristócrata refinado, muy favorecido por su traje romántico, de levita oscura y calzón de terciopelo. La posición es estudiada y casi sofisticada: lleva en la mano izquierda un libro y se apoya con el codo sobre un pilón, mientras que la derecha la apoya en la cadera, portando una fusta, al tiempo que cruza una de sus piernas. La mano que sostiene el libro, y que avanza con cierto escorzo hacia el espectador, es tan excelente como el personalísimo rostro del personaje, simpático y altanero, sencillo y dominante.

La pintura goza de mérito, primero por su ritmo general, después por el destaque espacial de los elementos. La figura se proyecta hacia nosotros gracias a ese fondo vago, que se ha iluminado con contrastes, para dibujar las formas con cierta profundidad. Muy hábil es también la solución dada a las cualidades táctiles de las materias, particularmente en la plasmación de los reflejos blandos y sedosos. Goya, aplicando el pincel con dulzura, dosificando el empaste y conteniendo su técnica abocetada, muestra la oposición entre la calidad del terciopelo y la tensa simplicidad del tejido de la levita. En cambio, se concede mayor libertad técnica al representar el pañuelo del cuello y los cabellos.

Carranza_webPalacio de la Diputación (Pamplona) Vista parcial de la decoración mural del Salón de Sesiones, obra de Maeztu (1936)

Gustavo de Maeztu y Whitney (Vitoria 1887-Estella 1947) fue un hombre de mundo y polifacético, ya que llegó a ser torero, arqueólogo, viajero, poeta lírico, novelista e inventor, entre otros menesteres. Pero sobre todo, fue admirable litografista y pintor, decorador y muralista, que dio sus primeros pasos en el arte de la mano de Anglada Camarasa, Antonio Lecuona y Manuel Losada, formándose luego en Londres y París, sin que su estilo se internacionalizara. Muy al contrario, Maeztu hunde las raíces de su arte consagrando su obra a la exaltación épica de España, a la que concedía un glorioso porvenir.

En 1935-36, terminó Maeztu los murales que la Diputación foral de Navarra le había encargado para decorar el Salón de sesiones del palacio. Se trató de siete grandes lienzos representando escenas de la vida de Navarra. La Montaña y la Ribera, San Francisco Javier, los comisionados navarros ante el Emperador Carlos V presentándole una petición de reclamación de agravios durante el sitio de Nantes, y otros.

La diapositiva muestra la vista parcial de uno de ellos, recogiendo tal vez las confesiones del Arzobispo Carranza ante los Inquisidores, durante el proceso a que fue condenado por supuesta herejía. Se representa al arzobispo con amplia capa pluvial, mitra y báculo, extendiendo su mano derecha sobre el escribano que, aplicado a su atril, toma nota del discurso, mientras que un grupo de caballeros de órdenes religiosas atienden al fondo de la mesa, apoyados en ella, con su ceño fruncido. Lejos, se extiende una naturaleza frondosa, destacándose en medio de ella una ciudad amurallada, que se recorta a contraluz sobre el cielo nublado, dramatizando la composición.

Maeztu, hombre temperamental del norte, retrata a los caballeros con reciedumbre, dando un color broncíneo a sus rostros. Las figuras del mural son estatuarias, de canon miguelangelesco, dibujadas a grandes planos, buscando los trazos que impriman carácter y desdeñando lo superfluo, para mayor sensación de volumen. Su concepto racial se imbuye de un color voluptuoso de azules, verdes y rojos, con transparencias brillantes, que dan otros matices al empaste, algo sombrío y aparentemente austero. Un perfecto dibujo da el volumen a los cuerpos. La sabia aplicación del color (ocres en primer plano, amarillos al fondo) y de la luz (que viene de la izquierda y de atrás), da la necesaria profundidad y perspectiva.

Maeztu se halla en la línea de realismo nacional, dotándole de mayor imaginación que Zuloaga.

Foto: Larrión & Pimoulier

Ciga. “El Viático en Navarra (El Baztán)”, del Museo de Navarra (Pamplona)

Óleo sobre lienzo, de 225 x 275 cms.

Obra firmada: J. Ciga Echandi.

Javier Ciga Echandi (Pamplona 1878-Pamplona 1960) fue un pintor autodidacta que realizó estudios en París, para volver a su amada tierra navarra, a encastillarse en Pamplona, dedicado a formar gran número de discípulos, sobre los que ha llegado a destacar Jesús Lasterra. Guarda de los últimos románticos un exaltado amor a su tierra, y del realismo, la búsqueda del hombre, sin llegar a la ampulosidad de la pintura social. Así, se empapa de la vida popular de Pamplona, y no tanto de sus rincones callejeros, como de sus tipos humanos tomados a lo vivo (Serie de Nueve Carteles para San Fermín). Llegó a ser el retratista oficial de la ciudad, incorporando a sus telas a personajes ilustres y a tipos corrientes como El panadero de Elizondo (1916), el Tipo Bozatarra (1916) o la Serie de Bebedores de Chacolí.

Pero donde Ciga dio buena medida de su valor fue en la pintura costumbrista, a la que pertenece esta obra de El Viático. Es una pintura, como toda la suya, realista y profundamente humana. Tiene sus raíces en el post-romanticismo, cuando se despertó de pronto el interés por la etnografía. Así, vemos que Ciga sorprende con su pincel a la “etxekoandre”; al embozado pastor de las cumbres o a los campesinos en sus labores, a todo aquello que representa la vida tradicional de Navarra.

El Viático en Navarra recoge el momento en que el sacerdote, precedido por el farol y la campanilla del monago, llega a una casa de la Montaña, para auxiliar con la Eucaristía al enfermo en peligro de muerte. La colocación de las figuras dentro del cuadre es un alarde de buena composición: tanto de las viejas que miran hacia nosotros en primer término, como del amo (destacado par dar la bienvenida al Señor), o las demás ancianas que van en procesión, dejando los huecos necesarios para localizar la casa en un paisaje baztanés. Se ha aplicado el color con valentía, tanto los ocres y negros de los vestidos, como el rojo del monaguillo y los azules del horizonte. Pero, sobre todo, llama la atención el realismo del momento, el espíritu de la raza navarra en esos rostros de estoica serenidad ante el destino, iluminados por la luz de los cirios.

Ciga destacó, además, como buen paisajista y creador de atmósferas, utilizando a veces los descubrimientos impresionistas.

Paisajebasiano_webBasiano. “Paisaje” (Col. particular)

Jesús Basiano Martínez (Murchante 1889-Pamplona 1966) está considerado como uno de los mejores paisajistas de Navarra. Discípulo de Muñoz Degrain, de Chicharro, de Cecilio Pla y de Darío de Repollos, con quien llegó a identificarse más fue con este último, de quien tomó los principios impresionistas llevados a la representación de la Naturaleza.

Pintor contradictorio, en cuyos paisajes se alían finuras supremas con brusquedades de ribero, muy pocos artistas han ofrecido como él visiones tan jugosas, tan matizadas y rutilantes como las captadas por Roncesvalles y el Roncal, por la Montaña y la Ribera. Su adaptable pincel ha representado molinos, monasterios, castillos, puentes, pueblecitos ocultos en el paisaje, vistas todas ellas tomadas a distintas luces y en diferentes estaciones, pero siempre sorprendidas con espontaneidad.

En esta diapositiva puede apreciarse uno de sus paisajes a la orilla del río, con frondosidad vegetal en primero y segundo planos, tomada la vista de una orilla, con las aguas en medio, composición difícil y comprometida para un pintor, pero de la que sale perfectamente airoso. Pues, en efecto, sabe aplicar el color con una entonación que logra envolver todo e introducirnos en el ambiente invernal. Las aguas, tratadas con distintos matices de color, nos dan los reflejos, la corriente y la sensación de lejanía precisa. Así como la luz consigue abrirse paso a través del follaje transparente.

Otros paisajes de Basiano que merezcan citarse son La meseta de Pamplona (1951), Castillo de Loarre (1922), Cantera de la Barga de Olazagutía (1932), Puente de Cantalojos (1922), Molino y presa de Ciganda, Ezcaurre y varias series de la Catedral y vistas de la ciudad de Pamplona, obras de pintor fuerte, de técnica precisa y rica.

Casasbaztanesas_webVista general de tres casas baztanesas

La casa tradicional baztanesa es una manifestación de la arquitectura popular, que obedece al tipo subpirenáico septentrional (según la clasificación de Urabayen), que se extiende por este valle, en el que se encuentran hermosos ejemplos en los lugares de Elizondo, Arizcun y Errazu. Es de piedra, aunque puede presentar entramado de madera en la estructura de su fachada, así como soportal inferior de carácter privado y piso superior en saledizo.

Se caracteriza por sus grandes dimensiones, por su cubierta a dos vertientes con una inclinación del 20 al 30%, y caballete de la misma perpendicular a la fachada; por la teja roja curva; por disponer de un balcón-secadero en el hastial a la altura del desván; y porque sus paredes, aunque enlucidas y encaladas, dejan al descubierto los jambajes y cadenas esquineras de piedra.

Esta casa responde en su distribución interior al modo de vida agrícola. Hay en ella una clara conciencia constructiva, predomina la línea recta y su ornamentación es obvia.

Muchas de estas casas, con puerta rectangular adintelada, datan de los siglos XVII y XVIII en que la cantería adquirió en Navarra una gran perfección, pero también se construyeron en el siglo XIX.

Valtierra_webFachada principal de casa palaciana de Valtierra (Ribera navarra)

Este ejemplar rico de casa ribereña en ladrillo se encuentra repartido por las zonas soleadas de tradición mudéjar, donde se percibe más la relación cultural con el Aragón ibérico que con la navarra montañosa. Su área de dispersión vine a ser desde más al norte de Sangüesa hasta Pamplona y de allí a Estella y a la antigua tierra navarra de Laguardia, en general, la tierra arenosa y escasa de madera de los cursos bajos de los ríos Arga, Aragón, Ega y Ebro.

De los tipos de habitación de la Ribera -cuevas y casas de tierra cruda, es el más confortable el de ladrillo, aunque en este caso se trate de una casa palaciana (Valtierra).

La fachada de esta casa de Valtierra es totalmente de ladrillo. Tiene cuatro plantas: la transición de la primera a la segunda, y de la segunda a la tercera, se marca mediante cornisas, y la galería superior no parece contemporánea de la anterior. No presenta balcones, sino simples huecos de ventanas, adornados en la planta inferior con enrejado de forja. La arquería original, parcialmente ciega, tiene sobre sus columnas una sencilla decoración de dos filas paralelas de baquetones, que da al conjunto, si además tenemos presente el contraste de vanos y muro, de hiladas de ladrillo con su color, y ciertos detalles de forja, un aspecto de gran severidad.

La mayoría de estas casas son renacentistas y barrocas (siglos XVI a XVIII), aunque los ejemplares mejores son del siglo XVII. Muchas de ellas se inspiran en modelos aragoneses.

Estela_webEstela discoidea del Museo Diocesano (Pamplona)

La estela es una piedra, en este caso circular, obra de artesano del pueblo, que se compone de dos partes: el disco (circular) y el pie (trapezoidal), que se unen en la zona llamada cuello. La decoración sobre el disco -por una o dos caras- y, excepcionalmente, el pie y el canto.

Esta pieza es el antecedente de la cruz funeraria y, en siglos pasados, era la piedra tumbal de la casa. Pero la estela, al tiempo de ser monumento funerario con su forma plástica, armoniosa entre sus medidas y ritmos, es una prueba de la actitud religiosa-cristiana del ser humano ante el más allá, que vio en ella la forma de prolongar en la otra vida la humanidad del hombre. De ahí, que se haya interpretado con razón que la estela discoidea tenga un origen antropomórfico, y que es una representación de la efigie del muerto ante su tumba, para que en ella halle reposo s alma errante (tesis de Frankowski, Barandiarán, Colas, Latronne y O’Shea). Muchas estelas decoran su disco con unas irradiaciones como las del sol, lo que parece no se deba sólo al hecho de obtener ilusiones ópticas, sino de dar un carácter simbólico al monumento, tratando de evidenciar con ellas la supervivencia del alma del difunto, y homenajear al Creador del sol que es Dios, atestiguando una transcendencia.

La estela discoidea no es un fenómeno exclusivamente navarro sino que abarca la Península Ibérica, Italia, Francia, Gran Bretaña, Escandinavia y Oriente Medio. Y toma los motivos de su decoración de los distintos estilos artísticos, así como de los tratados de magia profiláctica, de los emblemas corporativos, de los signos cristianos, de los instrumentos del difunto, etc.

La estela del Museo Diocesano se decora con el anagrama de Cristo IHS (“Iesus Hominum Salvator”), planteado con imaginación, ya que de las dos primeras iniciales surge una cruz, y la S, movida, forma cuerpo con el árbol desgajado. Este es un motivo difundido por las claves de arco navarras, así como por las estelas de Aézcoa, Arce, Salazar, Roncal y Ultrapuertos, con mayor densidad. Completan su ornamentación, dos rosetas y una orla irradiante.

Presumiblemente, será del siglo XV o posterior.

Ripodas_webVista parcial de la Pila Bautismal de la iglesia parroquial de Rípodas

El área de difusión de las pilas bautismales navarras, recogidas en los Museos o en las iglesias, pero ya estudiadas por los historiadores, afecta a la zona media oriental, siendo sus límites: de un lado, la Cuenca de Pamplona (con una prolongación hasta Estella), el borde norte del Valle de Arce por otro, la Valdorba por el sur, y la Cuenca de Lumbier por el lado este. En esta zona se han registrado algo más de veinte pilas con valor arqueológico y de ellas, una de las más originales y extrañas es la de Rípodas (Urraúl Bajo).

Tiene forma de copa de recipiente cuadrado, con un corto fuste y cimacio que la sostiene. Permanece adosada a l pared por uno de sus frentes, causa de que la ornamentación sólo cubra tres lados de la pila. Éstos, se llenan con relieves que representan flores encerradas en circunferencias de seis lóbulos (en el lado que no se puede ver); la Anunciación de María, el ángel con el letrero, una fuente con tallos y flores en el centro, en la que beben dos aplomas, y unos arcos trilobulados del siglo XIII; y la tercera cara lleva unos lazos mixtilíneos aragoneses, encerrados en círculos, y temas vegetales de tradición románica o, tal vez, islámica.

Es del siglo XIII.

CruceroRipodas_webRípodas. Cruz de término

La cruz de término ha sido obra de canteros del pueblo llano, para genets que expresaban de esa manera su fe, o que veían en ella el medio de bendecir a perpetuidad sus cosechas o de conjurar a los malos espíritus. Tiene su origen en la Baja Bretaña, donde los celtas las erigieron para borrar los cultos paganos de los bretones a los árboles y las piedras. En Navarra se llaman también “cruceros”, por la costumbre de levantarlos en las encrucijadas de camino, para anunciar tierra sagrada al peregrino y difundir el perdón a las villas vecinas, tal vez litigantes por cuestiones de facería o de lindes jurisdiccionales. La devoción popular vio en ellos la fuerza contra maleficios y supersticiones. También significaban el perdón frente a las picotas de tormento, en las afueras de los pueblos.

A esta cruz llaman en Rípodas “calvario” y estuvo antes en el “camino de Lumbier”. En 1958, al restaurarla el escultor Rebolé, fue emplazada junto a la iglesia del pueblo, sobre dos gradas de cemento. Vemos la cruz por uno de sus lados, que representa al redentor crucificado, sobre una calavera. Del otro lado, parece la Virgen sobre un pequeño pedestal, y ambas figuras son de una gran serenidad, y sus rasgos son sencillos y hasta ingenuos. La cruz descansa sobre un capitel hexagonal, adornado de vegetales (uvas y hojas de parra), y, a su vez, el capitel reposa sobre un fuste también hexagonal y basa de la misma clase sobre losa cuadrada o plinto.

Presumiblemente sea obra del siglo XV o XVI, con cierto arcaísmo.

Arca. Museo de Navarra (Pamplona)

El arca ha sido el mueble más preciado de la casa navarra, no sólo por su utilitarismo, más marcado en el arca “popular”, al servir de banco, como almacén de grano, o mesa, sino por su aspecto ornamental, como puede observarse en este bello ejemplar del Museo de Navarra.

El arca es mueble de forma rectangular y de construcción robusta, sobre madera de castaño, haya o roble. Descansa sobre cuatro pies y posee tapa que se abr sobre bisagras. Sus tres paredes libres (ya que se adosa a la pared) y, singularmente, su frente se adornan con admirables obras de talla, en ocasiones de sabor popular, reproduciendo los motivos usuales en las estelas funerarias, y otras veces siguiendo modas y estilos en boga.

Este rico modelo sigue los gustos barrocos en cuanto al uso de motivos vegetales y la falta de vacíos ornamentales. Un sentido de armonía y simetría preside toda la decoración. Toda la superficie del frente está exhaustivamente cubierta, alternando las bandas horizontales con las verticales, las flores con las hojas y las cenefas de ornato geométrico, respetando con escrúpulo el módulo de la composición, y dejando en lugar sobresaliente los signos cristianos. Se cubren también las patas, que aquí no se perciben porque las tapa una fila de arquillos. Los costados del mueble, por el contrario, sólo llevan unos casetones en bajorrelieve.

Realza el mueble un hermoso herraje en torno al ojo de la cerradura.

Presumiblemente, será de los siglos XVII o XVIII.