El 25 de marzo de 2015 presenté en la Asociación Cultural Sorauren, de Pamplona, la película del cineasta estadounidense de origen húngaro Michael Curtiz, titulada “Noche y día” (Night and day, 1946). Este es el texto de aquella presentación.
Michael Curtiz es el nombre artístico de este realizador adaptado de su verdadero nombre en húngaro, Mihály Kertész, nacido en Budapest en 1886 y fallecido en Hollywood el año de 1962), originario de una familia judía húngara de clase media.
Curtiz ha sido uno de los directores más prolíficos y polifacéticos de la historia del cine (con la dirección de 167 filmes) a lo largo de una notable carrera de cincuenta años (entre 1912 y1961) en que cultivó todos los géneros, y supo imprimir un gran ritmo y vitalidad a sus obras.
Estudió en la Universidad de Markoszy y en la Real Academia de Teatro y Arte de Budapest antes de comenzar su carrera como actor y director bajo el nombre de Mihály Kertész en el Teatro Nacional de Hungría (1912).
En 1913, después de haber dirigido una película tan solo, acude a perfeccionar su técnica cinematográfíca al centro más importante de esa disciplina por entonces, la Nordisk Film de Copenhage, donde trabajó como actor en “Atlantis” (1913) de August Blom.
Su carrera cinematográfica se divide en cuatro periodos: el húngaro (1912-1918), el austriaco (1919-1925), el alemán (1925-1926) y el americano (1926-1961).
Contribuyó a crear el cine húngaro con uno de los primeros éxitos nacionales, “El buen Bánk” (1914). Al estallar la Primera Guerra Mundial, sirvió brevemente en el ejército austrohúngaro como artillero, pero volvió a hacer cine en 1915, como operador de noticiarios, y se casó con la actriz Lucy Doraine, de la que se divorciará en 1923. Al acabar la guerra, en Hungría empezó una guerra civil en cuyo curso tuvo problemas porque el ejército de Miklós Horthy persiguió a judíos, intelectuales y comunistas; además tuvo que expatriarse cuando la industria del cine fue nacionalizada al instaurarse la efímera (duró algo más de cuatro meses) República Soviética Húngara en 1919.
Se estableció en Viena (Austria), y allí hizo al menos 21 películas para Sascha Films, entre ellas las epopeyas bíblicas «Sodoma y Gomorra» (1922) y “Esclava reina” (1924). Esta última, lanzada en los Estados Unidos con el título de “La luna de Israel”, llamó la atención del productor Jack Warner, quien lo contrató en 1926 para dirigir “El Arca de Noé”, una historia moderna enraizada en el pasaje bíblico.
Cuando marchó a Estados Unidos, había realizado ya 40 filmes y en el nuevo país dirigirá 80 largometrajes entre mudos y sonoros a lo largo de los siguientes 25 años (hasta 3 filmes por año). Dirigió a estrellas consagradas como Errol Flynn, casi siempre haciendo pareja con Olivia de Havilland, o James Cagney en películas que han llegado a ser clásicas: “El caballero Jimmy” (1933), “El Capitán Blood” (1935), “La carga de la brigada ligera” (1936) y “Robín de los bosques” (1939), lo mismo que a la mítica Bette Davis en su única película en color de los años treinta, “La vida privada de Elizabeth y Essex” (1939).
La película con la que obtuvo su único Óscar (al mejor director) fue “Casablanca” (1942), con Humphrey Bogart, Ingrid Bergman y Claude Rains. Ya no llegó a salir de los Estados Unidos, donde fallecería de cáncer en 1962.
Si bien el propio Curtiz había escapado de Europa antes del auge del nazismo, otros miembros de su familia no tuvieron tanta suerte y los familiares de su hermana fueron enviados a Auschwitz, donde falleció su marido. Curtiz aportó parte de su salario para el Fondo de Cine Europeo, asociación benéfica que ayudaba a los refugiados europeos de la industria del cine a que se establecieran en los Estados Unidos.
Se ha dicho a menudo que Curtiz era un director sin estilo definido: trabajó todos los géneros, no siempre aportando originalidad. Sin embargo, su estilo es muy característico: dinámico, con grandes movimientos de cámara y de grúa para establecer los entornos y ambientes en que se mueven los personajes, así como ángulos de cámara inusuales; con el uso de encuadres complejos, de manera que los personajes aparecen a menudo enmarcados por objetos físicos; asimismo planos subjetivos y muy marcado contraste de iluminación, con espacios en sombra (al estilo del franco-germano Max Ophüls), para destacar al personaje sobre su entorno, que en cierta forma lo atrapa de manera fatal; los personajes suelen debatirse en dilemas morales tratados más desde un punto de vista emocional que intelectual.
Curtiz es considerado uno de los representantes del clasicismo de Hollywood, un artesano del cine que fue director, productor, actor y escritor, “concienzudo y hábil” (en opinión de Sadoul [1]); cultivador de todos los géneros (documental, aventuras, terror, biográfico, histórico, romántico, western…), con gran sentido comercial (“maestro de un cierto estilo de cine de evasión” según Jean-Loup Bourget [2]).
Obtuvo algunos éxitos muy respetables, como “Ángeles con caras sucias”, “El infierno negro”, “Los crímenes del museo de cera”, “20.000 años en Sing-Sing” o “Sinuhé el egipcio”, y grandes éxitos comerciales: “El capitán Blood”, “La carga de la brigada ligera”, “Robin de los bosques”, “Dodge, ciudad sin ley”, “Camino de Santa Fe”, “Casablanca”…
“Noche y día” (1946) es un producto típico suyo como género híbrido, mezcla del género biográfico (biopic) con el drama y el musical, pues versa sobre el famoso compositor de las décadas 1920-30 Cole Porter, cuya vida estuvo llena de momentos dramáticos y memorables desde su graduación en la Universidad de Yale hasta que alcanzó el éxito mundial.
Curtiz ya se había interesado por la música en su primer filme sonoro dirigido enlos estados Unidos (Mammy, 1930), en torno al músico Al Jolson y el papel de los músicos ambulantes.
“Probablemente su temperamento le inclinara más al cine épico o al gran melodrama que al musical, para el que indudablemente le faltaba ligereza”, expresa César Santos Fontenla en su libro sobre El musical americano [3].
Hay que decir que la biografía de Porter (1891-1964) se ha edulcorado, pues era homosexual, su mujer Linda era nueve años mayor que él, no fue herido en el frente de la guerra del 14, se ha dicho que su matrimonio fue de conveniencia bajo la cobertura económica de su fortuna (pero en realidad el respeto y la comprensión marcaron su relación). Tantas son las alteraciones respecto a la vida del compositor que en los títulos de crédito se dice se trata de una película “basada en la carrera de Cole Porter” en vez de “en la vida de…”, quizás Curtiz cede a la presión de Hollywood y busca el entretenimiento. Pero no por eso la película carece de interés. El mismo Fontenla reconoce que consiguió títulos honorables, que se recuerdan con agrado [4]. Uno de ellos es “Noche y día”, con argumento de Charles Hoffman, Leo Towsend y William Bowers, coreografías de Le Roy Prinz e interpretación de Cari Grant (como Col Porter), Alexis Smith (en su papel de su esposa Linda) y, como coprotagonistas, Monty Woolley (Monty) y Gimmy Simms (Gracy).
Los aspectos reseñables de este filme son de carácter estético y lingüístico. Curtiz emplea una composición sintética dentro del plano, de conjunto en los números musicales, usando la profundidad de campo, panorámicas, travellings, movilidad de la cámara en suma, que “penetra” por ventanas gracias al zoom, y el uso de movimiento natural dentro del plano. Destacan un plano cenital y picados oblicuos en los números musicales. La puesta en escena es elaborada. A los movimientos naturales dentro del plano se suman objetos interpuestos entre la cámara y el sujeto a filmar (como verjas o visillos). El uso del technicolor da a la película un toque kitsch con tonos pastel (amarillos, rojos, azules, verdes, rosas…) y pálidos, que nos ayudan a configurar ese mundo de pasadas décadas, a lo que contribuyen el vestuario y la misma escenografía. El ritmo narrativo es ágil, especialmente cuando se desarrollan coreografías con empleo de composiciones en profundidad, apoyo luminotécnico, rico colorido, vestuario variado, entradas y salidas en campo, planos medios y de conjunto, y por supuesto con música de Porter en algunas secuencias de gran acierto (como aquellas en que una chica baila claqué de forma espectacular o aquella otra en que se juega con unos bastones que parecen flotar en el aire). La continuidad temporal es la adecuada al ritmo de la sucesión de acontecimientos en la vida de Porter (operaciones, composiciones musicales, nuevos estrenos…), apoyándose en ocasiones en elipsis totalmente necesarias para no alargar en exceso la duración del filme, así la boda entre Cole y Linda queda sobrentendida (nos enteramos de su casamiento por la conversación que mantienen mientras pasean por las calles de Londres), lo mismo que la muerte del abuelo. Introduce cambios de secuencia con zoom de cámara hacia delante (el recepcionista de un hotel…) y hacia atrás (enfocando una tarta, una fuente de cap, un letrero luminoso..) y apoyándose en el cambio de música. A todo ello hay que añadir los diálogos frescos, espontáneos y frases recurrentes (la barba del profesor Woolly), consecuencia de una adecuada dirección de actores.
Esta película no conduce al mero entretenimiento, sino que plantea cuestiones de fondo que un espectador inteligente podrá advertir enseguida. Tal es el caso de la segregación racial. La presencia de sirvientes de raza negra en la casa familiar de Indiana no obedece a la realidad, pues en este estado la población afroamericana no llega al 9% del total. En la Guerra de Secesión, el estado de Indiana, situado al NE del país, luchó contra la Confederación de estados sureños pro-esclavistas. En una secuencia presenta a un “buen americano de Texas”, estado al S del extenso país. Ya en 1940, Curtiz había dirigido “Camino de Santa Fe” en donde abordaba la cuestión esclavista en los albores de la Guerra de Secesión). La interpretación de esta situación la dejo al espectador.
Otro aspecto frecuente en los matrimonios, y que en este título se aborda, es la anteposición del trabajo y el éxito de la profesión a la vida sentimental y familiar (“siempre estás tan preocupado y ausente…” le dice Linda, su esposa; “se por experiencia que todo el éxito que tengas en el mundo no significa nada si no tienes con quien compartirlo”, le dice el abuelo a Col), o bien la importancia de pasarlo bien, la vida de lujo deslumbrante, la adulación de las admiradoras (Carol, Gracie)…, que terminan por trasladar a Cole a una especie de nube irreal;
La importancia de la amistad en las relaciones humanas (Monty); la independencia de criterio (Col decide ser músico y renunciar a la carrera de leyes que le tenían reservada) y la exaltación de la universidad de Yale con cierto humor, pues los problemas de financiación se le resuelven a Porter cuando alude a su pasado en la Universidad, son otras tantas líneas de lectura transversales en esta cinta de Curtiz que vale la pena ver.