Resumen
Bienabe Artía, uno de los pintores más prestigiosos de la cuenca del Bidasoa, manifiesta sus opiniones artísticas y sus costumbres personales, a través de una entrevista técnica efectuada antes de morir.
Summary
By way of a technical interview wich took place before is death, Bienabe Artía, one the most prestigious painters in the Bidasoa área introduces himself to us revealing both his artistic opinions and his personal habits.
Bernardino Bienabe Artía, solitario creador de vespertinas y arrantzales, nace en Irún el 24 de diciembre de 1899. Muere cerca de la regata Tximista de Echalar ochenta y ocho años después, un 17 de marzo de 1987, tras una vida cuajada de esfuerzos (147 exposiciones, 75 de ellas individuales) y de azaroso caminar por su Guipúzcoa natal, Madrid, París y varias naciones americanas, tras el exilio a que circunstancias políticas le fuerzan, terminada la guerra civil. Es después de su regreso a la tierra natal, cuando arraiga en la Navarra del Bidasoa, primero en Aranaz, después en Vera y finalmente en la villa fronteriza de Echalar, donde cierra los ojos por expreso deseo suyo. Hoy reposan sus restos en el cementerio de Irún, como queriendo significar así su doble afecto por Guipúzcoa y Navarra.
Alumno en Madrid de los pintores Álvarez Sotomayor y Sorolla, estudiante después de las Academias parisinas Colarossi y Grande Chaumiére, puede considerársele como integrante de esa generación de los años 30, que da a conocerse en las Exposiciones de Artistas Noveles. Artistas formados bajo el signo del siglo de Oro, una vez conectados con París, y en su caso con Vázquez Díaz, emprenderán un camino simplificador, ingenuista, desenfatizador del tema [1]. Lo da a entender Flores Kaperotxipi al afirmar que él, Olasagasti y Cabanas Erauskin, hicieron borrón y cuenta nueva con respecto a la pintura en boga, adentrándose en campos nuevos menos seguros y fáciles [2].
Este pintor-sorpresa, al que en labios nuevamente de Flores, “ninguna ruta satisface completamente y por todas camina con sabiduría y garbo”, se interesó al mismo tiempo por tendencias contrastadas como eran el impresionismo, el fovismo y el expresionismo, siempre teñidas por un sentimiento vasco que le conduce también hacia el realismo costumbrista, de tan elocuentes resultados en la pintura del norte.
Estudiando su contribución y entidad artística hace ocho años, poco antes de la aparición del libro de Julián Martínez sobre el pintor Bienabe Artía [3], tuvimos la suerte de obtener de su puño y letra las respuestas a dos cuestionarios que le dirigimos con el fin de valorar mejor su experiencia vital en las artes plásticas. Las contestaciones de aquellos cuestionarios enriquecieron el libro que próximamente publicaremos y que ahora damos a conocer como primicia en el Boletín de Estudios del Bidasoa.
El primero contiene información sobre la vida y la obra de Bienabe Artía. Fue respondido el 8 de octubre de 1983. Unos meses más tarde, el 24 de febrero de 1984, volvió a contestar el mismo cuestionario al olvidar haberlo cumplimentado ya, por lo que hemos visto la conveniencia de refundir ambos en un solo texto, siguiendo el espíritu del contestador.
Entra más de lleno en el cuerpo técnico de su obra el segundo, transmitiendo al lector claves para una interpretación. Sin desdeñar aspectos biográficos o propios de su formación, recoge puntos de vista muy interesantes del pintor sobre el entorno cultural en que se moviera. Este último cuestionario fue respondido en dos tiempos: junio de 1981 y febrero de 1984.
En esta época, fallecida su esposa Dña. Pilar Altamira Goyeneche, el pintor vivía en una completa soledad, sólo interrumpida a ratos por la presencia de una sirvienta y la compañía de su gata, un ser tan independiente como su amo. El artista vivía las horas reconcentrado en si mismo, sensación que aumentaban los gruesos muros de su casa, Irigoyenea. Quizás por ello las respuestas sean tan lacónicas. Hoy, transcurridos cuatro años de su muerte, parecen adquirir, sin embargo, mayor importancia testimonial.
Las ofrecemos a continuación con el deseo de avivar el recuerdo de su persona. Su espíritu aún parece perdurar entre los muelles de Fuenterrabía, las tierras del interior y las orillas del Bidasoa.
Echalar. Octubre de 1983 y febrero de 1984
Comienzos artísticos. Formación inicial. Influencias recibidas
JAVIER ZUBIAUR: ¿En qué pudo beneficiarle el magisterio de Echeandía en la academia Municipal de Dibujo de Irún, donde estuvo con él tres años?
BIENABE ARTÍA: El magisterio de Echeandía me sirvió para iniciarme en el estudio del dibujo.
J.Z.: Una de las personas que le estimularon en su incipiente carrera artística fue Alfonso Morales ¿Puede ampliarme la información sobre este poeta?
B.A.: Alfonso Morales, juez de Irún, era un poeta que escribía en el semanario “El Bidasoa”. Hay en Irún una calle que recuerda su nombre. Me dedicó un artículo cuando me inicié, ilustrado con un dibujo mío. Dicho trabajo terminaba así: “Bienabe, signado está que a este joven dibujante si le empujamos irá rápidamente adelante”.
J.Z.: Señala Martínez varios factores en la eclosión de su obra artística, como son: la razón y clarividencia del Doctor Juaristi; el exotismo y colorido de los soldados senegaleses en Hendaya; el mar de Fuenterrabía y la naturaleza y costumbres de aquella ciudad ¿Puede extenderse algo más sobre estos puntos?
B.A.: El Doctor Juaristi, médico dela familia, en una de mis vistas a mi casa, descubrió un cuadro mío que figura en el libro de Julián Martínez, “Irún a vista de pájaro”, y lo elogió [4]. Juaristi era hombre culto, Director del Hospital de Irún. Me estimuló desde que me inicié en la pintura y fue él quien me presentó a Ricardo Baroja, para que éste me refrendara y animara.
La eclosión de mi vida artística se produjo cuando estudiando en Hendaya (Francia) descubrí un mundo exótico, para mí nuevo, en el colorido de los soldados senegaleses que intervenían en la primera guerra europea. Desde allí vi el mar con la vista de la ciudad de Fuenterrabía en lontananza, que afectó a mi sensibilidad. La costa vasco-francesa era, en fin, un panorama internacional. Fuenterrabía un oasis, un lugar paradisíaco que me enseñó a mirar la naturaleza, como a tantos pintores.
J.Z.: También señala Martínez varios antecedentes artísticos en su familia: un antepasado poeta, Salaverría e Isasa. Me interesan más datos sobre estos antecedentes y sobre su parcial origen francés.
B.A.: Mi abuelo era de Orthez (Francia), era ingeniero y fue quien construyó los primeros tejados de pizarra que hubo en Irún a principios de siglo. El poeta Henri de Bienabe era bordelés, llegó a tener cierto nombre. Poeta ecologista que cantaba a la naturaleza, los pájaros, etc. Uno de sus poemas, “La chanssón du cucu”, llegó a tener celebridad.
J.Z.: ¿Qué método de trabajo seguía Fernando Álvarez de Sotomayor en su academia de Madrid, a la que ud. asistió durante un tiempo?
B.A.: Era el normal de toda academia, supongo. Dejaba a los alumnos libertad de expresión ante el modelo y verbalmente opinaba sobre el trabajo. Nunca corregía pintando él.
Sin embargo mi aprendizaje lo hice después en autodidacta.
J.Z.: Recibió clases de Sorolla en Madrid ¿Qué método seguía con sus alumnos?
B.A.: El mismo método de Sotomayor, dejando libertad de ejecución.
J.Z.: Se formó en la lectura de los escritores de la Generación del 98, en especial Unamuno, Baroja y Azorín ¿Puede asegurarse que contribuyeran a la formación de su personalidad y de un ideario?
B.A.: Leí a los escritores del 98 por ser de una generación anterior a la mía y que era la que me interesaba. No sé si pudieron influir en la formación de mi personalidad. Si lo fue, por supuesto no en lo político, puesto que eran de tendencias distintas. Ahora bien, de entre ellos puedo hacer una distinción especial a Unamuno, con el que tuve una relación personal cuando le pinté en el exilio de Hendaya. Fui aficionado a la literatura y ello me ha servido para escribir algunos pinitos, pero no creo que haya influido sobre mi pintura [5].
J.Z.: En Madrid acudió a la tertulia del Café Viena, de la calle Sevilla, a la que asistían intelectuales y artistas. Hábleme de su experiencia en ella.
B.A.: Fui a la tertulia del café Viena hacia el año 1920, como simple curioso espectador, invitado por Ricardo Baroja, de quien guardo un recuerdo especial por sus gentilezas. Iba esporádicamente, en plan de curioso nada más, algo cohibido por mi diferencia de edad, dedicándome a escuchar y aprender. Allí se reunían los intelectuales que se citan en mi biografía “Vida y carácter del pintor Bienabe Artía”. Hablabas allí de todo lo divino y humano, Ricardo Baroja era casi siempre el que llevaba la voz cantante con su peculiar humorismo.
J.Z.: Hacia 1923 obtuvo segundo premio con “Euzko-lore Eder”, en el concurso de carteles de las Fiestas Eúskaras de Fuenterrabía. A juicio de Julián de Tellaeche, miembro del Jurado, usted merecía el primer premio ¿Ello dio lugar a algún incidente o manifestación de este miembro del Jurado?
B.A.: Julián Tellaeche salió enfadado del jurado, disconforme con el segundo premio del cartel que presenté par anunciar la Fiestas Eúskaras, celebradas en Fuenterrabía. Manifestó públicamente que yo merecía el primero y que aquello era “dar pasto a las fieras”.
J.Z.: El retrato que hizo a Unamuno fue adquirido –según Martínez- “por un periódico republicano donostiarra” ¿Qué periódico era?
B.A.: Fue “La Prensa”, que dirigía Manuel Andrés. El retrato fue objeto de una suscripción popular a través de él con destino a un Círculo Liberal, y durante la guerra civil desapareció.
J.Z.: ¿Cómo pudo retratar a Unamuno?
B.A.: Conocí y pinté a Unamuno por mediación de un diputado alavés amigo de D. Miguel. Le pinté en un garaje, en el mismo lugar en el que le pintaron Vázquez Díaz, López Mezquita y otros pintores.
J.Z.: Conoció en Irún a Daniel Vázquez Díaz y a Gonzalo Bilbao. Martínez afirma que recuerda todavía la aparición en su ciudad natal de Eduardo Rosales y Constantino Meunier ¿Qué recuerdos conserva de estos mutuos conocimientos?
B.A.: A Vázquez Díaz y Gonzalo Bilbao les conocí en Fuenterrabía personalmente. No así a Constantino Meunier y a Eduardo Rosales, por ser estos artistas de generación muy anterior. Si son citados en el libro de Martínez, creo lo son a título personal, ilustrativo, como pintores del Bidasoa. Por este motivo, no puedo extenderme sobre esos artistas. A Vázquez Díaz le conocí hacia el año 1914, a su vuelta de París. Su confirmación nacional la logró después de pintar el paisaje del Bidasoa, así como también lo hicieron algunos otros pintores, como si este río tuviese algún sortilegio.
Al pintor Gonzalo Bilbao le conocí pintando en Fuenterrabía, en compañía de Maura. Eduardo Rosales y Sorolla fueron también hechizados por este paisaje, y Constantino Meunier, que era pintor, se convirtió en gran escultor a la vista de los pelotaris y segadores vascos.
J.Z.: Hábleme de Vicente Berrueta.
B.A.: A Berrueta, pintor irunés, no le conocí personalmente. Murió joven, con unos treinta años de edad. Fue un buen pintor, pintaba paisajes poéticos y melancólicos. Era un hombre enfermo, como se puede ver en su obra triste.
J.Z.: ¿Qué recuerda de José Salís?
B.A.: José Salís, gran pintor paisajista, era de origen francés, afincado en Irún. Pintaba pequeño formato. Llevaba una barba a lo Monet. Era de buena posición, con buenas relaciones con pintores franceses y amigo de Sorolla. Un pintor impresionista. Fue además Alcalde de Irún, hacia el año 1925, durante la Dictadura. Como pintor fue impresionista.
J.Z.: ¿Le influyó Sorolla a usted?
B.A.: No creo que influyera sobre mí.
J.Z.: ¿Y Regoyos?
B.A.: No puedo decir si Regoyos influyó sobre mí. Eso de las influencias es algo complejo. Tampoco podría decir si Vázquez Díaz ha influido tanto sobre los pintores del Bidasoa [por esa misma razón], que tanto se ha repetido.
J.Z.: Conoció a Ignacio Zuloaga en su exposición del Centro de Atracción y Turismo de San Sebastián, en 1935, invitándole a su casa de Zumaya, ¿recuerda los términos de esta entrevista?
B.A.: Exponía junto con Montes. Tengo un recuerdo imborrable tanto de la visita de Zuloaga a mi exposición, como de la que yo hice a su casa de Zumaya. Entonces tuvo la gentileza de comunicarme el deseo de donar un cuadro suyo al pueblo de Irún, como así hizo después. En mi exposición conversó conmigo y me felicitó por el cuadro “Vuelta de la pesca”, que fue rechazado en la Exposición Nacional [de Bellas Artes], lo que le hice saber. “Eso no debe preocuparle –me dijo- a mí también me rechazaron un cuadro, que ahora se encuentra en el Museo de Bélgica” [6].
La guerra civil. Comienzo del exilio
J.Z.: Hábleme de su situación durante la guerra civil. De la historia de sus movimientos.
B.A.: La guerra civil me cogió en Irún. Mi obra se malogró durante el incendio de la ciudad. De Francia, en donde llegué del éxodo de Irún, fui a Barcelona, para juntarme a mis hermanos, uno en Madrid y otro en Barcelona. Creo que esos pormenores del exilio a Francia y mi vuelta a Barcelona están ya en el libro de J. Martínez.
J.Z.: ¿Cuándo marchó definitivamente a Francia y comenzó su exilio? Quisiera que me hablara de su llegada a París y de cómo logró sobrevivir.
B.A.: Al final de la guerra, evadido de un campo de concentración, pude desde Burdeos embarcar para Sudamérica, a la entrada de los alemanes en Francia. Todo ello está en el libro de Martínez.
J.Z.: He leído que presentó en París pinturas sobre el conflicto nacional por el que atravesaba España. Julián Martínez habla de “cuadros de apocalipsis”. Esto choca en cierto modo con su trayectoria anterior, aunque se explica por el shock bélico del momento ¿Qué pinturas fueron éstas?
B.A.: En efecto, pinté algunas sugerencias que me impuso la guerra. Aquellas cosas, apuntes, dibujos de apocalipsis, fueron expuestas en una exposición colectiva de pintores en el exilio, en Buenos Aires, y de vuelta de un viaje a Bolivia y Chile, a mi regreso, habían desaparecido por un “camino alfombrado”, como el pájaro de la canción…, no le puedo explicar más.
Creo que no necesito extenderme en esta época de la guerra civil (puesto que ya en el libro mío figura).
Como creo que desde el punto de vista artístico es una época que no vale la pena recordarla, pues lo considero tiempo perdido, un espacio que me enseñó, que me dio la triste experiencia de un mundo insólito, cruel, insolidario…
Periplo sudamericano. Su matrimonio
J.Z.: En el terreno concreto de su actividad artística, ¿¿de qué modo le influyó la estancia en Sudamérica a su pintura?
B.A.: Naturalmente, el cambio de ambiente, la luz, la retina, debieron influir en el tiempo con relación a mi pintura, como avatares del tiempo y el espacio.
Para mi supervivencia en el exilio hice lo que pude.
J.Z.: En Buenos aires conoce a la que sería su compañera inseparable de su vida, María Pilar Altamira Goyeneche. Me gustaría saber cómo era en su forma de ser, de qué forma le potenció a usted, sus aficiones y cualidades artísticas, en fin, todo aquello que considere de importancia sobre ella.
B.A.: Me casé en Buenos Aires con Pilar Altamira Goyeneche en 1940. Una irunesa a quien ya conocía y con la que he compartido durante cuarenta años, hasta 1980, mi vida. Mi compañera fiel, una mujer de gran fervor religioso y de una sensibilidad artística en ciernes. Sensible para la música, con una voz privilegiada que cultivó como solista en funciones religiosas en su pueblo y el mío. Dedicose después de nuestra unión a la pintura, realizando en “naif” principalmente flores de recuerdo, flores que había cultivado en su juventud.
Era una mujer extraordinaria. Una santa.
Era hermana de los pelotaris Altamira, jugadores pioneros de la cesta punta en Méjico, Brasil y Cuba.
Regreso a España. Otras influencias artísticas
J.Z.: En el libro de Martínez se alude a su formación “en la escuela clásica española” ¿Comparte usted el aserto?
B.A.: Supongo que Martínez alude a mi formación en la escuela clásica española por mi iniciación copiando en el Museo del Prado y en la academia de Sotomayor y eso se puede ver en mis primeras cosas. Es el proceso normal de los pintores iniciados en Madrid. Lo mismo les pasó a Regoyos como a Picasso y Dalí. Es normal que en mi pintura haya influencias coincidentes con la escuela española, y creo acaso [sean] casuales, al decir de algunos expertos. Coinciden a veces con la escuela florentina y otras con el impresionismo francés, no sé si es así, puede ser…
J.Z.: Hablemos de su estancia en Aranaz.
B.A.: Nos alojamos en Aranaz a mi regreso, en la posguerra, que mi experiencia me dice suele ser peor que la misma guerra, pues que los recuerdos se avivan y tardan en apagarse los recuerdos malos. Pero antes, en 1950, nos alojamos en Fuenterrabía algún tiempo. Pero luego, por cuestión de salud de mi esposa, vivimos un tiempo en Aranaz, pueblo del que guardo el grato recuerdo de su maravilloso paisaje que pinté.
J.Z.: Su estancia en vera de Bidasoa ¿Qué recuerdos tiene de aquel momento?
B.A.: De Vera puedo decir lo mismo. Fue además el reencuentro con Ricardo Baroja, poco antes de morir el amigo artista.
J.Z.: Me interesan de modo especial las conversaciones en Itzea con Ricardo Baroja y otros.
B.A.: Con Ricardo Baroja compartí en Itzea durante año y medio casi diariamente. Fue para mí esa amistad de mucha importancia y enseñanza, por poder alternar con su recia personalidad artística y gran humanidad. Me pareció siempre como un hombre del Renacimiento. Enfermo y casi sin vista le vi pintar unos días antes de morir, causándome asombro.
J.Z.: Su vuelta a Irún tiene lugar hacia 1954 ¿Data de esta época su mayor interés hacia el paisaje?
B.A.: En Irún estuve viviendo en un piso algún tiempo y pintaba paisajes de los alrededores. El centro de Irún era ensordecedor por el tránsito de caminos de exportación de día y de noche, poco apto para concentrarse. Es cuando decidimos buscar un lugar pacífico y decidimos ir a Echalar buscando la tranquilidad.
J.Z.: ¿Qué opinión le merece Echalar?
B.A.: Llegamos a Echalar en 1978. Su paisaje un tanto uniforme, es muy bonito y bucólico. Se ha puesto de moda entre los pintores que llegan los fines de semana en sus coches. Vinimos buscando la tranquilidad y la salud. Paisaje bucólico, risueño, mi interés pictórico por el paisajismo me sirve para hacer pintura al aire libre. El ambiente solitario del campo me mueve a esta época a interesarme por el paisaje.
J.Z.: Julián Martínez le asigna una serie de influencias, como son Marquet, Rouault, Matisse, Vlaminck, Cézanne, Regoyos… asegura que pinta a la manera de los Fauves en los años treinta ¿Está de acuerdo?
B.A.: Estoy de acuerdo con Martínez sobre las influencias que me asigna. Ahora bien, es posible que esas influencias no sean más que meras coincidencias de pintores. Modestia aparte, nunca he tratado de “emular”, no ha sido lo mío. Este es un tema difícil de concretar. A veces los críticos atribuyen a mis pinturas de mar con figuras influencias de tal o cual pintor italiano, que no he conocido ni en meras reproducciones. Es cierto que he tenido predilección por la manera de Vlaminck, más que por la de Regoyos. De él no es la yuxtaposición de colores, la profunda dimensión, le considero postimpresionista.
Por supuesto que esto no lo digo por prurito de genialidad.
J.Z.: ¿Qué sitio ocupa el impresionismo en su obra?
B.A.: En cuanto al paisaje, puede ser que el impresionismo, postimpresionismo, haya influido en mí [a través de] la escuela francesa, lo mismo que a casi todos los pintores actuales.
J.Z.: Hablando de la composición, asegura Martínez que dibuja con el color, ¿tomándolo tal vez de Velázquez?
B.A.: Es cuestión de temperamento, creo yo. Es cierto que sólo aboceto [el soporte] con unas líneas, algunas manchas, a veces nada. Esto es común también a otros pintores, pero principalmente los españoles. Los pintores franceses dibujan, componen, no son tan espontáneos, ni tienen esa garra de Velázquez y Goya.
Es mi opinión.
J.Z.: ¿Reconoce la influencia que le asigna Martínez de El Greco y de Ribera, en cuanto a la forma de utilizar el color?
B.A: La afirmación del sr. Martínez la respeto por ser suya. Yo no he pensado nunca en la preparación, en cómo utilizar el color. No reflexiono cuando pinto, no busco, sobre la mancha encuentro mi camino. Es todo lo que puedo decir al respecto, de esa pregunta.
Echalar. Junio de 1981 y febrero de 1984
La selección del tema. La composición
JAVIER ZUBIAUR: ¿Es necesario saber ver la naturaleza antes de pintarla?
BIENABE ARTIA: Creo que es necesario saber ver o mirar antes de pintar la naturaleza.
J.Z.: ¿Da importancia a la composición dentro del paisaje, la prepara previamente con ayuda del dibujo?
B.A.: Esta respuesta está comprendida en la pregunta anterior. El paisaje puede prepararse con dibujo o pintarlo en directo.
J.Z.: ¿Y da importancia a la composición en los cuadros de paisaje con figura?
B.A.: La composición creo que es importante en este caso.
J.Z.: ¿Para usted es importante saber interpretar el paisaje cuando se enfrenta a él para pintarlo¿? Es decir, ¿considera cuál debe ser el mejor encuadre, la mejor iluminación o el punto de vista más idóneo y –al mismo tiempo- se detiene a imaginar y qué contrastes puede suprimir o realzar, qué color puede dominar y qué contrastes puede acentuar? Planteando de otro modo la pregunta: ¿es completamente sincero ante el paisaje?
B.A.: Es importante saber interpretar el paisaje, no copiarlo. Lo demás, para mí, se dará por añadidura, siempre que no se hagan concesiones al tópico.
J.Z.: ¿Cuáles son los temas paisajísticos que prefiere para pintar?
B.A.: Los paisajes con ríos, las montañas, los bosques.
J.Z.: ¿Sabía que estos, entre otros, fueron los temas preferidos de los impresionistas?
B.A.: Sí.
J.Z.: Defina lo que es para usted la composición.
B.A.: Para mí, la composición, sobre todo en el cuadro con figuras, es esencial. Una mala composición rompe el equilibrio y descompone el cuadro. También es importante en toda temática.
J.Z.: ¿En sus cuadros busca un centro de interés que “explique” el contenido o prefiere los elementos dispersos?
B.A.: Indistintamente y según el motivo.
J.Z.: ¿Cree que la iluminación puede compensar el desequilibrio de las masas de un cuadro?
B.A.: Creo que la iluminación debe proceder del cuadro.
J.Z.: Volviendo al tema del centro de interés, ¿gusta que este centro de interés esté bien ambientado en el espacio geográfico de que se trate?
B.A.: Eso del centro de interés que “explique” el cuadro no lo comprendo por parecerme demasiado cerebral.
El espacio
J.Z.: ¿Es una preocupación de sus obras lograr una sensación de profundidad?
B.A.: La profundidad es difícil, casi imposible iluminando simplemente, un dibujo no basta.
J.Z.: ¿Existen “recetas” para conseguir esa profundidad?
B.A.: La receta creo que es matizando el color, dar los valores, con la perspectiva y la envoltura.
J.Z.: ¿Da importancia a la atmósfera como elemento para crear una sensación espacial?
B.A.: La atmósfera la han pintado los impresionistas franceses al aire libre, estudiando la vibración de la luz y del momento.
J.Z.: ¿Qué importancia da al cielo en sus obras?
B.A.: El cielo tiene mucha importancia en el paisaje, es esencial, puesto que el paisaje refleja y varía según aquel.
J.Z.: ¿Cómo deben pintarse los cielos, qué colores deben emplearse?
B.A.: Pueden emplearse muchos colores, según sea el cielo claro u oscuro.
J.Z.: ¿Los cielos de la Cuenca del Bidasoa son diferentes a otros que ha pintado?
B.A.: Por supuesto, el cielo del Bidasoa tiene una peculiaridad distinta por su variedad cambiante.
La luz
J.Z.: Claude Auclair escribió que Bienabe es un pintor de la luz y que su pintura es honda, ¿pero se vale del algún medio técnico para representarla?
B.A.: Represento la luz por medio del claroscuro y dotando a las sombras de una especie de luz atenuada, para que vibre el conjunto y no sean éstas un simple agujero.
J.Z.: La luz varía según las estaciones y el transcurso del día. Dentro de la Cuenca del Bidasoa, ¿qué luz prefiere: la del mediodía o la del crepúscul?
B.A.: La del crepúsculo.
J.Z.: ¿Qué estaciones son las más apropiadas para pintar el paisaje de esta zona?
B.A.: El otoño.
J.Z.: La luz cambia con los diversos estados atmosféricos. ¿Le interesan la nubosidad, la niebla, la lluvia, la nieve, el sol…?
B.A.: Más que nada la niebla.
J.Z.: La luz se transforma al contacto con las aguas: ¿se confiesa enamorado del río Bidasoa como lugar adecuado para el ejercicio de las luces?
B.A.: Efectivamente, soy un enamorado del río Bidasoa.
J.Z.: ¿Y el mar? Del mar, ¿qué estados le interesan más: calma, bajamar u oleaje?
B.A.: La calma y el bajamar.
J.Z.: ¿Le importan las relaciones hombre-mar (la pesca, el trabajo…)?
B.A.: En mi obra hay un lugar destacado sobre el tema.
La sombra
J.Z.: ¿Qué color utiliza para sombrear, el negro o el azul?
B.A.: No utilizo el negro para las sombras, prefiero el azul, el carmín o el violeta cobalto.
J.Z.: ¿Puede decirse que en la naturaleza no hay colores puros?
B.A.: No creo que haya colores puros en la naturaleza. A mí me gustan los colores sabiamente mezclados, esto son los que me descansan.
J.Z.: ¿Por qué es necesario tanta matiz de color en su pintura?
B.A.: No me gusta meter gran cantidad de color en mi pintura para conseguir relieve. Este creo que se puede conseguir de otra forma.
J.Z.: Si no gusta del fuerte contraste entre luz y sombra, ¿se debe a su peculiar manera de ver la naturaleza o es porque el paisaje vasco es dulce y suave?
B.A.: En efecto, para conseguir la luz en el cuadro no me gusta el fuerte contraste. Creo que se consigue mejor dulce, suavemente.
J.Z.: ¿No será porque por su ascendencia francesa está usted inclinado a la representación delicada de las formas?
B.A.: No creo que mi ascendencia francesa me incline hacia formas delicadas. Me gustan éstas porque me gusta la luz, no la fuerte luminosidad propia de las bambalinas teatrales.
El tiempo
J.Z.: Muchas pinturas suyas –paisajes en particular- dan gran importancia al paso del tiempo. Parecen captados en un momento instantáneo, irrepetible. Viendo una de sus naturalezas se tiene la sensación de Heráclito: dentro de unos pocos minutos ya no se podrán ver las mismas nubes ni esa luz ni las sombras de antes. Su paisaje es un paisaje en transformación, efímero cuando menos. ¿No es así?
B.A.: Al hablar de los cielos de mis paisajes, ya me he referido implícitamente al tema que ahora me propone. Ya le he dicho que el cielo del Bidasoa es efímero, cambiante y subjetivo. Su observación de Heráclito es acertada, porque esa transformación de la que habla condiciona psicológicamente al artista frente a la naturaleza.
J.Z.: De su interés por el tiempo se sigue su atención al movimiento: mientras en unos paisajes hay una quietud casi intemporal, en otros la multitud de reflejos, el paso de las nubes, el peculiar y pasajero estado de la atmósfera dan idea de movimiento, y, como tal, del paso del tiempo. Además, este movimiento queda exagerado por su pincelada corta y nerviosa. ¿Es así? ¿Le parece que ello está bajo la influencia del impresionismo?
B.A.: Su observación de que exagero el movimiento con pincelada corta y nerviosa no creo que sea por la influencia del impresionismo de Seurat, por ejemplo, ni que pueda ser de resultas del estado de ánimo. Las influencias ajenas casi siempre me han resbalado.
Figura y paisaje
J.Z.: ¿Prefiere el paisaje solitario o aquel en que aparece el hombre?
B.A.: Me gusta más el paisaje solitario.
J.Z.: Aparece la figura humana con frecuencia en sus paisajes marinos, ¿es que siente una especial inclinación por este tema?
B.A.: He pintado la figura humana cuando vivía en el ambiente marinero, junto al mar, en Fuenterrabía, en donde tuve mi estudio.
El color
J.Z.: ¿Gusta de aplicar el color directamente al soporte, sin mezcla, como hacían los impresionistas? ¿Mezcla los colores?
B.A.: Me gusta más mezclar los colores a pincel o a dedo, no con espátula.
J.Z.: ¿Se sirve del color para establecer espacios o diferencias de profundidad de unos cuerpos con otros?
B.A.: Naturalmente. Pinto dibujando con el color.
J.Z.: ¿Sólo se sirve del color o, también, del grueso del empaste o de la longitud de la pincelada?
B.A.: La longitud de la pincelada también me gusta, para los cielos sobre todo.
J.Z.: ¿Qué colores prefiere emplear y por qué? Me refiero sobre todo a los que utiliza en sus paisajes vascos.
B.A.: Verde esmeralda y veronés, azul ultramar, ocre amarillo, cobalto, porque me gustan los verdes ocres [7].
J.Z.: Cuando utiliza colores de tono rebajado, ¿es que los consigue usted directamente del tubo o prefiere prepararlos?
B.A.: Los colores rebajados los preparo.
J.Z.: ¿Prefiere la armonía de colores y huye de los fuertes contrastes?
B.A.: Prefiero la armonía.
J.Z.: ¿Cómo debe pintarse cada color, por ejemplo los azules del cielo, los verdes de la vegetación…?
B.A.: No tengo un método para decirlo.
Método de trabajo
J.Z.: ¿Sigue siempre la costumbre de pintar del natural y al aire libre?
B.A.: No siempre.
J.Z.: ¿Utiliza apuntes previos del natural a la hora de pintar un cuadro?
B.A.: Algunas veces sí.
J.Z.: ¿Se sirve de la fotografía como técnica auxiliar?
B.A.: En absoluto, nunca he manejado la máquina, aunque se que muchos lo hacen.
J.Z.: ¿Pinta paisaje imaginario o reconstruyendo lo visto poco antes?
B.A.: Ahora sí. Entiendo que también es creación.
J.Z.: Por lo general, ¿en cuántas sesiones de trabajo termina uno de sus paisajes?
B.A.: Generalmente en una sesión o en dos a lo sumo, debido a lo cambiante que es la naturaleza.
J.Z.: Si las sesiones de trabajo son varias, ¿procura repetirlas a la misma hora y en el mismo estado climático?
B.A.: Procuro no repetir, porque nunca es igual. Si me veo obligado a repetir, elijo el mismo punto de vista.
J.Z.: ¿lleva un diario de sus pinturas?
B.A.: No.
Aspectos biográficos y formativos
J.Z.: ¿Tuvo precedentes artísticos en su familia?
B.A.: Sí, del poeta H. de Bienabe, de Burdeos, del pintor Elías Salaverría y del músico Isasa, éstos de Lezo (Guipúzcoa).
J.Z.: ¿Cuándo descubrió su afición al arte y comenzó a realizar sus primeros dibujos y pinturas?
B.A.: Hacia la edad de trece años, en la Academia de Dibujo de Irún.
J.Z.: ¿Qué relaciones tuvo con su pariente Elías Salaverría? ¿Pensó en emularle alguna vez?
B.A.: No tuve más relación que la meramente admirativa, sin pretender emularle. Mi abuela, Carmen Isasa, de Lezo, tenía parentesco con la madre de Salaverría, de apellido Isasa. No tuve más relación con el pintor que con ocasión de un momento difícil para él durante la guerra civil. Antes no tuvimos relación, la diferencia de edad y la lejanía lo impedían.
J.Z.: ¿Se reconoce bajo la influencia de algún magisterio?
B.A.: No me considero influido por nadie.
J.Z.: ¿Cómo decidió marchar a Madrid?
B.A.: Decidí marchar a Madrid después de que, por mis primeros balbuceos en la pintura, fuera alentado y aconsejado por el doctor y artista D. Victoriano Juaristi. Ingresé en la Academia de Álvarez de Sotomayor con una carta de presentación del pintor Ricardo Baroja para el citado maestro. Frecuenté el aula dos años.
J.Z.: En sus años de Madrid compartió su estudio con el ilustrador Sáenz de Tejada. ¿La convivencia les hizo influirse mutuamente?
B.A.: No nos influimos mutuamente, puesto que nuestros derroteros eran distintos.
J.Z.: ¿Por qué marchó a París?
B.A.: Marché a París, como otros tantos artistas, porque deseaba estudiar allí lo que fascinaba a todos los pintores del mundo: las tendencias de la pintura moderna.
J.Z.: ¿En qué ambientes artísticos se desenvolvió en París? ¿Con qué artistas mantuvo contacto?
B.A.: Frecuentaba academias de dibujo, visitaba exposiciones, mantuve trato con artistas españoles principalmente: Joaquín Peinado, [Flores] Kaperotxipi, Montes [Iturrioz] y algunos artistas sudamericanos, que a veces se reunían en el barrio de los artistas, en Montparnasse.
J.Z.: ¿Puede decirse que en París recibiera influencias concretas?
B.A.: Creo que todos los artistas recibimos el impacto de París.
J.Z.: Al volver al País Vasco, ¿consideró que su periodo de París ya había terminado?
B.A.: No puedo precisar si ese periodo de París, en mi formación, a la vuelta al País Vasco, había o no terminado. Por supuesto que volví varias veces y mi estadía allí duró bastante tiempo.
J.Z.: ¿Qué razones le llevaron a establecerse en América?
B.A.: La razón de establecerme en América fue el final de la guerra civil. Corrí esa aventura y riesgo como otros muchos…
J.Z.: ¿Cuál fue su itinerario en Hispanoamérica?
B.A.: Mis andanzas fueron: Chile, Bolivia, Perú y Argentina.
J.Z.: Durante esos años de lejanía de su tierra, ¿abandonó la pintura?
B.A.: Nunca abandoné la pintura, pues era lo mío y lo que me daba bien que mal de comer.
J.Z.: ¿Varió entonces su forma de pintar?
B.A.: Pinté a salto de mata, aquí y allá, pintando de memoria a veces, lo que naturalmente, de esa manera, indefectiblemente por las exigencias de l vida y el cambio de visión extraña en la retina, varía la forma de pintar, con lo que es imposible en tal circunstancia sostener el género acostumbrado ni el estilo propio. Todo es forzado…
J.Z.: ¿Al volver nuevamente a su tierra, notó si había cambiado la opinión acerca de su pintura?
B.A.: Al volver a mi tierra, a algunos, a algún pintor extrañó, y yo acusé la crítica, injustamente adversa por lo que tenía del malintencionada, paisanística y paisajísticamente hablando.
J.Z.: Tengo entendido que, al menos en Bolivia, se dedicó a la enseñanza de la pintura. Quisiera que me hablara de aquella experiencia.
B.A.: Fui profesor de pintura y dibujo en Bolivia durante dos años. Me acababa de casar. En esta etapa me permití pintar con más dedicación y creo que hice los mejores logros, sobre todo el retratos de algunas de mis discípulas y en algún cuadro de género de costumbres autóctonas, que los vendí en exposiciones que hice en La Paz y en Lima para los museos. De algunos de esos cuadros conservo las fotografías inéditas.
La Escuela del Bidasoa
J.Z.: ¿Cree sinceramente en tal escuela?
B.A.: La expresión “escuela” del Bidasoa creo que se debe no tanto a las especiales condiciones atmosféricas del entorno, sino al liderazgo pictórico de Regoyos, Vázquez Díaz y de otros que vueltos de París y bajo la influencia del impresionismo se afincaron en Irún y en Fuenterrabía, pintando el río Bidasoa.
J.Z.: ¿Le parece que puede compararse la Cuenca del Bidasoa a Barbizón o a Olot?
B.A.: Si se entiende a palabra “escuela” como concepto, por ser diferente a todo lo demás, en ese supuesto podría compararse en cierto modo a la de Barbizón y quizás a la de Olot.
J.Z.: ¿Se considera heredero de Regoyos? Me refiero a una herencia espiritual ante el paisaje y la vida.
B.A.: No, no me considero heredero de Regoyos.
J.Z.: ¿Usted qué recibió –si recibió algo- de José Salís?
B.A.: Conocí a José Salís, que cuando me encontraba pintado, se ofrecía amablemente a corregirme.
J.Z.: ¿Conoció a Vicente Berrueta? Personalmente, claro está.
B.A.: No le conocí, era un buen pintor, pero no tuvo mucha suerte.
J.Z.: En cierta ocasión Ortega y Gasset escribió que los estilos de Bienabe y de Montes Iturrioz estaban cada vez más próximos. El juicio data de cuando su exposición conjunta en el Ateneo de Madrid. ¿Está de acuerdo? [8].
B.A.: No recuerdo esa opinión de Eduardo Ortega y Gasset sobre el parecido de i estilo y el de Montes.
J.Z.: ¿Cuándo conoció a Ricardo Baroja y qué trato tuvo con él?
B.A.: Le conocí hacia el año 1915, cuando acudí a la inauguración del busto que hizo a Fermín Leguía en Vera de Bidasoa. A mi regreso de América cultivé gran amistad con él en Vera.
J.Z.: ¿Salís y Berrueta pudieron tener relaciones con los pintores navarros del Bidasoa, por ejemplo con Francisco Echenique o con Javier Ciga? ¿Usted mismo, conoce a los Larramendi de Vera, a Ana María Urmeneta?
B.A.: No creo que los pintores Salís y Berrueta tuvieran relaciones con ellos. No conocí a Echenique ni a Ciga, buen pintor, ni tampoco a los jóvenes Larramendis, a quienes no he visto. No conozco personalmente a los jóvenes pintores de Vera. Cuando residí allí hacia 1950, traté con el padre de [Juan Larramendi], el pintor, que a la sazón estaba en Venezuela. No conozco su obra.
J.Z.: Tal vez conociera a Basiano, que pasó algunos años de su vida en Vizcaya y expuso en San Sebastián. ¿Le considera influido por el impresionismo? Si así fuera, ¿establecería diferencias entre su visión y la de los pintores de Irún?
B.A.: Conocí a Basiano, pintor de paisaje influido creo que por el impresionista Utrillo. La diferencia que podría establecer entre Basiano y los pintores del Bidasoa seria solamente subjetiva. Basiano empleaba en el paisaje unos colores quizás secos y deslumbrantes. No conozco nada de él de figura o de retrato, es decir, del cultivo de todo género, con lo que podría juzgar mejor al pintor.
J.Z.: ¿Por qué en Navarra, y singularmente en esta parte del Bidasoa, no abundan los pintores como en Guipúzcoa?
B.A.: No puedo precisar por qué en Navarra no han proliferado los pintores interesados por el Bidasoa tanto como en Guipúzcoa, cuando es mucho mayor la zona bidasotarra de Navarra. Posiblemente sea por el influjo que los pintores guipuzcoanos han ejercido y dado que éstos han resaltado más en la desembocadura con la vecindad de Francia, cuya dimensión adquiere matices diferentes.
J.Z.: ¿Conoció o tuvo relación artística con otros paisajistas del lado vasco-francés del Bidasoa?
B.A.: Tuve amistad con el pintor vasco-francés Tillac y más tarde con Guy Tallal en Biarritz.
Relación con literatos
J.Z.: Seguramente es o ha sido lector de Pío Baroja, a quien pude calificarse de “escritor impresionista del paisaje vasco”. ¿Cree que con sus descripciones pudo despertar en usted, o en Salís, Berrueta o Montes, el amor a la naturaleza?
B.A.: He leído en mi juventud a Baroja y a Unamuno sobre todo. Es posible que esas lecturas influyan, no sé, pero no estoy seguro de creer que estos escritores pudieran influir en pintores tales como Regoyos, Salís o Berrueta. Sin embargo, si los leyeron, pudieron influir de una forma subjetiva, explícita y sentimentalmente, no estéticamente. Como hubieran podido influir, por ejemplo, Azorín o Machado.
Amor del vasco a la naturaleza
J.Z.: ¿Cree que el vasco tiene muy desarrollada su sensibilidad para captar y entender la belleza? ¿está muy desarrollado su sentimiento de la naturaleza?
B.A.: No creo que el vasco tengo muy desarrolladas, en términos generales, especiales condiciones paisajísticas, artísticamente hablando, salvo raras excepciones. Es dado más a la acción que a la contemplación. El ente vasco le impide saber mirar y desarrollar su sensibilidad. En algunos casos, si es receptor de una interpretación del paisaje, puede llegar a amar la naturaleza por medio del artista que lo interpreta, carente como es de imaginación artística.
J.Z.: Usted lo tiene muy desarrollado, no hay duda, pero ¿se lo inculcó alguien en particular o estaba en el ambiente en que vivió de joven?
B.A.: Creo que el desarrollo de mi sentimiento por la naturaleza será debido a mi innata razón de ser y a mi contacto con esa naturaleza desde el punto de vista contemplativo, estético. Fue el amor a la pintura lo que también creo que me acercó a la naturaleza, el amor a la pintura que sería en mí atávico.
Pero también, sin duda, el ambiente en que viví de joven influyó en la eclosión de mi sensibilidad artística. Irún, fronterizo a Hendaya [Francia], era un pueblo en gran parte afrancesado y jacobino a principios de siglo.
J.Z.: ¿Se ha sentido motivado alguna vez por la música en su trabajo artístico? ¿Le ha podido sensibilizar más su sensibilidad por la naturaleza?
B.A.: Sería “snob” si dijera que en mí la música ha influido en mi pintura, eso es una cosa muy socorrida en pintura de pretensión “quintaesenciada”. Todo arte, incluso la música sensibiliza.
Consideración de sí mismo
J.Z.: Se ha dicho de su pintura que despierta estados del alma, que es honda, melancólica, vigorosa, densa …, ¿cómo la definiría usted y cómo se definiría a sí mismo?
B.A.: Me es difícil definir mi propia pintura, como también me es difícil definirme como hombre, que al fin y al cabo, con todos los defectos y virtudes, serán una misma cosa, y que gracias a los primeros podemos conocer los segundos, que a la postre son los que cuentan.
J.Z.: ¿Distinguiría etapas o épocas en su obra?
B.A.: He tenido, creo, distintas épocas en mi obra. Comencé siendo más pintor de figuras, en particular de género marinero, finalmente la naturaleza del paisaje, que es lo que me rodea.
J.Z.: ¿Cómo se definiría a sí mismo como artista?
B.A.: Como artista, creo que son mis receptores los que mejor me pueden conocer.
J.Z.: ¿Cómo es su carácter?
B.A.: Mi carácter, por supuesto el mío y por lo tanto irreversible. Algo difícil quizás para algunos, por mi tendencia a la soledad. Una imagen de narcisismo que me han atribuido exageradamente, creo los envidiosos. La envidia es de los pecados capitales que más abunda y el peor, por supuesto.
El impresionismo
J.Z.: ¿Es deudora su pintura del impresionismo?
B.A.: En parte.
J.Z.: ¿Reconoce otras influencias estilísticas en su obra?
B.A.: Sin duda, las influencias son naturales.
J.Z.: ¿Cómo descubrió o quién le hizo descubrir el impresionismo?
B.A.: Viendo la pintura impresionista.
J.Z.: ¿Cree que el impresionismo es técnica adecuada para representar el paisaje vasco, y el paisaje del Bidasoa en particular?
B.A.: El impresionismo creo que es una técnica propicia sólo para pintar el paisaje. Creo que Goya y también Velázquez pintaron en impresionista, pero el injerto de los pintores Cézanne, Renoir, Monet, etc., revalorizó esta tendencia.
Es una técnica que considero apropiada para el paisaje vasco, incluido el del Bidasoa. Precisamente es esa técnica la que mejor se presta para interpretar esos matices variados, esos cambiantes de luz que no se dan, por ejemplo, en Castilla o Andalucía.
Nuestro paisaje necesita el toque rápido, los colores yuxtapuestos, los mil matices que no tiene el paisaje uniforme, plano.
J.Z.: ¿Se considera heredero del impresionismo de los pintores franceses o de los españoles, que ya practicaron desde antiguo la técnica impresionista?
B.A.: Todos nos sentimos, creo yo, deudores de los maestros que nos precedieron.
J.Z.: ¿Y se siente deudor de los coloristas venecianos, de los holandeses o del claroscurista Rembrandt?
B.A.: El impresionismo francés puede ser heredero de Goya en primer lugar y de Velázquez, acaso también de Rembrandt y de los coloristas venecianos.
J.Z.: En sus tiempos de aprendizaje artístico, ¿conoció la obra de Haes, de Bilbao, de Rico, de Riancho, Beruete, Mir, etc.; de Fortuny y de Sorolla, de los pintores barbizonianos franceses y de los precursores del impresionismo vasco?
B.A.: Conozco los paisajes de Haes por reproducciones, así como los de Beruete, Mir, Rousseau, Corot y de los vascos Guiard, Guinea, Uranga y Amárica. A Sorolla le conocí en la Academia de San Fernando, concurrí a su clase de figura del natural. No me pasó desapercibida tampoco la pintura de Gonzalo Bilbao, a quien además conocí, ni la de Aureliano de Beruete, yerno de Darío de Regoyos.
J.Z.: ¿Pudo influirle alguno de ellos en particular?
B.A.: Respecto al tema de las influencias en mi pintura le adjunto una copia de la crítica de Elena Flórez en “El Alcázar” de Madrid, por si sirve para añadir a su investigación [9].
J.Z.: Zuloaga y Losada, como en parte Gustavo de Maeztu, hicieron su obra en otra dirección: prefirieron olvidarse de la paleta clara y buscar sus raíces en la tradición española. ¿Por qué no siguió su camino?
B.A.: Los maestros que cita siguieron el camino que iniciaron de la pintura clásica española y no evolucionaron porque no les seducía la pintura impresionista, la pintura a la luz natural del aire libre, no les interesaba supongo. Cuestión de conceptos.
No me considero capaz de juzgarlos “por su universalidad”. No les interesaba la luz cambiante, por ser mayormente retratistas y el impresionismo no apto para este tema.
J.Z.: En cambio Regoyos le deslumbró. Pero, ¿cuál de sus dos épocas le atrajo más: la “neurasténica” que decía él o la luminosa?
B.A.: Era Regoyos un artista y en los dos conceptos, el oscuro y el claro, lo demostró. Ahora bien, el deslumbramiento, el efecto de sus últimas obras, fue un reflejo quizás de una época de un cromatismo nuevo.
A mí en particular me gusta más su tendencia neurasténica que la luminosa. La primera es más de i gusto, pues me seda, mientras que la segunda me “deslumbra”, pero no me seduce tanto.
J.Z.: ¿Conoce la opinión de Darío de Regoyos sobre los valores paisajísticos de la Cuenca del Bidasoa?
B.A.: Una de las opiniones validas de Regoyos era la de que lo más difícil en la pintura era saber mirar.
J.Z.: Entonces, ¿puede considerarse a Bienabe Artía como un pintor impresionista afrancesado, deudor de los paisajistas vascos que se formaron en París?
B.A.: Puede que pueda considerárseme deudor, dentro de mi modestia, de los impresionistas franceses en el paisaje.
J.Z.: A su juicio, ¿los paisajistas vascos tuvieron un papel importante en la renovación de la pintura española de final de siglo, como introductores de las nuevas corrientes traídas por ellos de París?
B.A.: Todos los pintores, tales como Arteta, Salaverría, Ciga, Guiard, Uranga, sin duda han influido en al pintura vasca, y no puedo hablar de la hegemonía de los pintores catalanes, vizcaínos o del Bidasoa en la renovación indudable de la pintura española de este siglo, pero es también indudable que todos ellos han sacado gran partido del impresionismo francés.
Creo que hay algo de tópico en todo eso [sin embargo], aunque se puede reconocer cierta renovación en la pintura española del siglo XX [por] la influencia impresionista.
J.Z.: ¿Fueron, como renovadores, tan importantes o más que los artistas catalanes, también idos a París?
B.A.: Creo que a la par, aunque hay que reconocer que los catalanes saben hacer mejor eso de arrimar el ascua a su sardina y eso hay que aplaudirles. Saben honrar mejor los suyo.
J.Z.: ¿Le parece que Sorolla tuvo, desde lo que se ha dado en llamar “instantismo valenciano”, importancia en este cambio de actitud estética ante la pintura española?
B.A.: Creo que el “instantismo” es una palabra que no tiene diferencia con “impresionismo”.
J.Z.: ¿estaba olvidada en España la tradición paisajística desde Haes?
B.A.: No sé.
J.Z.: En suma, ¿vino la renovación de París?
B.A.: Se dice que la renovación de la pintura española vino de París. A mi modo de ver creo que los artistas españoles iban a París a principios de siglo por el aislamiento existente con los centros europeos. El arte estaba adocenado en España. No había ninguna renovación y en las exposiciones Nacionales figuraban como jurados los mismos académicos, rechazando por su endémico centralismo a los artistas.
J.Z.: ¿qué ambiente reinaba en los círculos artísticos de Madrid cuando usted era joven?
B.A.: El ambiente artístico de Madrid era rancio en mi juventud. Allí imperaba una pintura anquilosada. Los jurados de las [Exposiciones] Nacionales [de Bellas Artes] eran retrógrados.
J.Z.: ¿Y en el París de 1930?
B.A.: París, en 1930, era una bella época de la pintura. Ahora se hacen muchas cosas raras que no se entienden.
J.Z.: Hábleme del ambiente cultural de Irún en su juventud.
B.A.: Puedo agregar a lo ya sabido, que era un ambiente afrancesado, políticamente peligroso, desde un punto de vista, para el artista, para el escritor y para todo el que pretendía un intercambio cultural con el país vecino en muchos momentos. Por esa razón, a veces, las relaciones entre los intelectuales eran ambiguas…
Hoy con la inmigración, después de la guerra civil, ya no es nada, ya no es Irún.
J.Z.: Pasando nuevamente al tema del impresionismo, le preguntaré si ha seguido la costumbre de Monet de situarse ante un lugar y pintarlo veces y veces a distintas horas del día.
B.A.: No, no, no he intentado nunca copiar, ni me han preocupado los métodos de otros para pintar, aunque no dejo de reconocer el interés que tiene.
Únicamente lo he hecho desde mi balcón de la Casa Torre que usted conoce [Irigoyenea, de Echalar, Navarra], y que dicho sea se contemplaba un paisaje equilibrado y precioso, un paisaje decorativo y que hoy algunas urbanizaciones os han desnaturalizado.
Repetir tanto el mismo paisaje llega a cansar.
J.Z.: ¿Ha tratado como los pintores impresionistas de buscar paisajes diferentes, para encontrar nuevas fuentes de inspiración?
B.A.: Lo hubiera deseado para elevarme y contrastar. Algo hice en Sudamérica, pero en paisaje tropical. Me hubiera gustado, por ejemplo, pintar en castilla o la Ribera de Navarra, fuentes nuevas.
Pero sí he pintado este paisaje nuestro en distintas estaciones, que son diferentes.
J.Z.: ¿Le gusta tomar apuntes rápidos del natural, como hacía Degas?
B.A.: No tomé nunca apuntes rápidos del natural, porque me parece que para eso nada mejor que la máquina fotográfica, que es lo que usan algunos pintores.
Ese sistema lo han usado mucho los pintores franceses, pero apenas los españoles, que han pintado sin tanta preparación, más espontáneamente.
Notas
[1] Adelina Moya se extiende en consideraciones sobre esta generación de artistas en “El Arte Guipuzcoano entre la renovación y la innovación”. Véase Arte y artistas vascos de los años 30. San Sebastián, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1986, pp. 141-249.
[2] FLORES KAPEROTXIPI, Mauricio: Arte vasco. Pintura. Escultura. Dibujo y grabado. Buenos Aires, Ekin, 1954, p. 96.
[3] MARTÍNEZ RUIZ, Julián: Vida y carácter de la obra del pintor Bernardino Bienabe Artía (1899). San Sebastián, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1982.
[4] Se trata de “Vista de Irún”, óleo sobre lienzo, propiedad de la sociedad Irun’go Atsegiña, “primera pintura de Bienabe Artía”, según explica Julián Martínez en su estudio citado en la nota anterior, p. 9.
[5] Por su oposición a la dictadura del General Primo de Rivera, Miguel de Unamuno fue deportado en 1924 a la isla de Fuerteventura, pero diversas amistades le ayudaron a refugiarse en París, marchando desde allá a Hendaya, frente a la costa española, donde permaneció hasta 1930. En 1926, Bienabe Artía le haría un retrato en el garaje Viguri de esta localidad. Dicho retrato es reproducido en la revista madrileña La Esfera, el 4 de agosto de 1926, en el artículo de José Francés, titulado Tres pintores vascos. Las relaciones de D. Miguel de Unamuno desde Hendaya con los republicanos de Irún quedaron recogidas en el libro de Emilio Navas Irún en el siglo XX. Monografía (I), publicado en San Sebastián, por la sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, en 1977.
[6] El cuadro “Vuelta de la pesca”, también conocido como “El regreso”, es hoy propiedad de la Diputación Foral de Guipúzcoa. Fue pintado en 1926.
[7] En otra de las páginas escritas, al repetir de nuevo el cuestionario, escribe: “Los colores que prefiero utilizar en el paisaje son el azul ultramar y cobalto, el amarillo, el cromo y Nápoles, el verde esmeralda, ocre y verde veronés, malta, carmín…”.
[8] Eduardo Ortega y Gasset, bajo el seudónimo de León Orgaz, en un número de La Libertad, Madrid, Octubre de 1925, titulado “Juventud triunfante. Artistas españoles en Francia. Bienabe y Montes”.
[9] En dicho artículo, Elena Flórez sitúa al pintor entre un expresionismo del sentimiento y un impresionismo de tipo técnico (“Exposición antológica de Bienabe Artía”, Madrid, El Alcázar de 3 de febrero de 1981).