Resumen
Se aporta el descubrimiento en una colección particular española de un retrato pintado por el pamplonés Javier Ciga Echandi (1877-1960) durante su época de París (1912-1914): el del periodista y filólogo Eustaquio Echauri Martínez (1873-1953), cuya biografía se añade. Y se describen los valores estéticos del cuadro con relación a los pintores que influyeron sobre sus retratos de entonces: Édouard Manet y José Garnelo.
Abstract
We report a discovery in a Spanish private collection of a portrait painted by Javier Ciga Echandi (Pamplona, 1877-1960) during his time in Paris (1912-1914): the journalist and philologist Echauri Eustaquio Martinez (1873-1953), whose biography is added. And he describes the aesthetic values of the painting in relation to the painters who influenced his portraits: Édouard Manet and José Garnelo.
El Cincuentenario del fallecimiento del pintor pamplonés Javier Ciga Echandi (1877-1960) nos permite recordarle con admiración insertando en estas páginas una contribución a su memoria, cual es la identificación de un retrato del insigne periodista, filólogo, docente y políglota Eustaquio Echauri Martínez, hasta el momento descatalogado.
Carmen Alegría, en su monografía del pintor, aporta los nombres de los amigos que compartieron con Ciga sus ratos de ocio en la capital francesa, cuando se hallaba ampliando sus conocimientos de pintura en los años de 1912 a 1914 [1]. Entre ellos ha mencionado el apellido de un tal “Echauri” sin que se supiera con certeza de quien se trataba.
Pues bien, a la vista del retrato descubierto en una colección particular española, dedicado expresamente por el pintor “A mi querido amigo Echauri” y realizado en París, según así mismo consta en el lienzo por mano de su autor, iniciamos una investigación que nos ha llevado a concluir sin género de dudas que este “Echauri” es el referido Eustaquio Echauri Martínez, de quien a continuación realizaremos su semblanza, una vez descrita la obra en particular.
El retrato pintado por Ciga
Se trata de una pintura al óleo sobre lienzo de 117,5 x 74 cm., claveteado sobre su bastidor original de madera que va enmarcado con moldura negra (así al menos lo ha estado hasta 2010). En el ángulo inferior derecho (según la mirada del espectador) lleva en caracteres del mismo Ciga la dedicatoria, ubicación y autoría, en pintura roja: A mi querido amigo / Echauri / J. Ciga / Paris 1[…] El lienzo presenta una pérdida de pintura en forma de banda en la parte inferior, por lo que la datación se ha perdido casi en su totalidad. Aunque ésta no ofrece duda, puesto que Ciga estuvo en París entre 1912 y 1914 (hasta poco antes de iniciarse la Primera Guerra Mundial), de forma que debió ser realizado con toda seguridad en uno de esos años, lo más probablemente 1912 o 1913.
No obstante, el reverso del cuadro ofrece una información añadida que confirma que esta obra fue pintada en París: la impronta de dos sellos de tinta negra con la identificación del comercio donde fueron comprados por Ciga lienzo y bastidor, ya preparados para ser utilizados. Uno de estos sellos está directamente impreso sobre el lienzo y resulta ilegible, no así el otro que se aplicó al travesaño horizontal del bastidor, el cual, aunque en parte perdido por haber coincidido su estampación fuera del límite del travesaño y a pesar de las irregularidades de la superficie de madera, permite leer con bastante claridad lo siguiente: CH. LEGLOSE / COULEURS [ET] TOILES / [86] RUE DE CLICHY PARIS.
Con respecto a la identificación del personaje retratado, tenemos la seguridad de que el periodista Eustaquio Echauri Martínez se estableció en París en esa época, desde donde enviaba al periódico madrileño El Debate crónicas de la ciudad bajo el epígrafe de “Causerie parisienne”, es decir, charlas supuestamente establecidas entre su autor y el lector como destinatario de sus líneas, relatando aspectos sociales y curiosidades de la ciudad del Sena. El parecido de las fotos de Echauri publicadas por Sanz de Almarza [2] y el Diario de Navarra [3], permiten identificarle con el personaje retratado por Ciga, pese a que en ellas aparezca rasurado y en edad madura, y el retrato pictórico sea el de un hombre de treinta y nueve o cuarenta años, además barbado. Sabemos por Joaquín Arrarás que en aquella época Eustaquio Echauri “llevaba barba poblada que le hacia parecer un gnomo” [4]. La oreja visible, ligeramente alargada, sin apenas lóbulo y separada de la cabeza, coincide con las que ofrecerán fotos posteriores, y el porte físico se asemeja. Su figura menuda y desgarbada en la realidad, algo más proporcionada por Ciga en su retrato, lleva en los rasgos de la cara el toque ascético que dicen le era propio, expresión de profunda religiosidad que habría acercado a retratista y modelo, pues sabido es que Ciga fue cristiano ejemplar.
Javier Ciga representa al personaje de medio cuerpo, casi de tres cuartos, ladeado a su izquierda sobre un fondo neutro gris ligeramente avivado por la luz para destacar la efigie en el espacio. Viste traje gris con camisa blanca de cuello duro y bordes vueltos más corbata azul oscura. La chaqueta cruzada al lado derecho del pecho no impide entrever debajo un chaleco también gris. Sobre el traje lleva abrigo negro desabrochado que descubre parte del traje al haber posado el personaje con su mano izquierda introducida en el bolsillo de la chaqueta. La forma del bolsillo queda remarcada por, posiblemente, un libro situado en su interior, detalle que nos informa de la vertiente intelectual del retratado. El dedo pulgar de la mano toca uno de los dos botones que adornan la chaqueta del traje. El brazo derecho aparece extendido tomando con su mano el ala de un bombín igualmente negro. Como se ha dicho, el personaje puede tener entre 39 y 40 años. Su pelo, cejas y barba son poblados, hasta el punto de casi disimular la boca, y de color negro. La cara es alargada, con efecto reafirmado por la barba, las facciones del rostro marcadas y los pómulos rehundidos por ese aspecto ascético ya mencionado. Los ojos son tristes, con párpados pesados, la expresión seria, reconcentrada, y la cabeza está en posición levemente oblicua.
Pero, ¿quién es este personaje de semblante tan melancólico?
El personaje retratado
Eustaquio Echauri Martínez había nacido en Azcona (Valle de Yerri) el 20 de septiembre de 1873, del matrimonio formado por Martín Echauri Echarri y María Martínez Sanz. Realizó sus primeros estudios en la escuela de su pueblo. De aguda inteligencia, a los cinco años de edad recibió del Ayuntamiento de Pamplona un premio en concurso público. Junto con su hermano Teodoro ingresó en el Seminario Conciliar de Pamplona para realizar estudios de Humanidades, Filosofía y seis años de Teología. Durante su permanencia en él descolló por su afición al estudio (recibiendo las más altas calificaciones), por su conducta ejemplar y profunda religiosidad que siempre reconoció haber adquirido en este centro.
Abandonado el Seminario por una supuesta falta de vocación para el sacerdocio, decidió dedicarse al periodismo, estableciendo su domicilio en la calle Nueva 41, cerca del mismo número de la calle Zapatería, sede del Diario de Navarra, en cuya plantilla ingresó en 1902 primero como administrador y redactor jefe, ascendiendo más tarde a director, puesto que desempeñaría entre junio de 1905 y mayo de 1906 [5]. En las páginas del rotativo firmaba con las siglas de su nombre y apellido (E.E.) o con los caracteres E. Echauri, pero hizo famoso su pseudónimo Fradúe (del italiano fra due, entre dos, en referencia a la interlocución que deseaba mantener con el lector). En este periódico se popularizaron sus editoriales y secciones “Burla burlando” [6], “Nuestras posiciones” [7] y, años más tarde, “Ayes del destierro” [8], en las que reflejaba sintéticamente la actualidad política, científica y social del momento.
En 1905 su vida cambiaría de rumbo por los gajes de su profesión. Según refiere Luis Sanz de Almarza [9], Echauri arremetió en uno de sus artículos de la sección “Nuestras posiciones” contra unos sacerdotes que le atacaban desde El Pensamiento Navarro y El Progreso Navarro con motivo de la fundación por aquellos de unas cajas rurales de carácter social en beneficio aparente de los agricultores. Las réplicas y contra réplicas de unos contra otros se endurecieron. A mayor abundamiento -se detiene en el caso José Goñi Gaztambide [10]– la tensión fue creciendo merced a un hecho que denunciaría Echauri nuevamente desde las páginas del Diario para desenmascarar el comportamiento autoritario del rector del Seminario Conciliar, D. Tomás Fornesa. Y es que había impedido que profesores y alumnos de este centro acudieran a la consagración como obispos de dos hijos de la tierra: D. Francisco Javier Baztán y Urniza, que sería destinado a Oviedo, y D. Eustaquio Ilundain y Esteban, que lo fue a Orense [11]. Éste último, además, había sido profesor de Metafísica de Echauri cuando estudiaba en el Seminario.
La crítica de Eustaquio Echauri contra el rector apareció en las páginas del Diario de Navarra al día siguiente de este acontecimiento singular, celebrado en la Capilla de la Virgen del Camino de la Iglesia de San Saturnino el 13 de marzo de 1905. En su artículo, titulado “La Velada”, se hacía eco de la indignación general que tal inasistencia había provocado en la diócesis, culpando a D. Tomás Fornesa de la ausencia de los representantes del Seminario en esta celebración. La publicación del artículo hizo reaccionar al rector convocando al claustro de profesores del Seminario para exigirles su adhesión ante lo que él creía una ofensa a sí mismo, al Seminario y al obispo, a quien creyó conveniente implicar en el asunto. Se formaron entonces dos grupos de profesores, unos a favor de la adhesión y otros (siete en concreto) partidarios de dejar que el paso del tiempo suavizase situación tan enconada. Estos siete, al no firmar la adhesión en los términos en que se les ofrecía, fueron destituidos como profesores del Seminario por su rector, contando con el respaldo del obispo D. José López de Mendoza [12].
La separación de los profesores de sus cátedras del Seminario impulsó a Echauri a seguir atacando al rector, esta vez con un nuevo artículo titulado “Quousque tandem ¿Qué pasa en el Seminario?”, publicado en el Diario de Navarra del 26 de septiembre de 1905, culpándole de la separación de los siete profesores, mencionando la procedencia ceutí del rector e imputándole el querer dar al traste con el Seminario de la ciudad. El artículo tomó de esta forma tintes navarristas, recibió algunas adhesiones significativas (de Joaquín Beúnza y Hermilio de Olóriz) e hizo que el periódico fuera tildado de separatista por otros medios locales. El 27 de octubre aún se alzó el Diario de Navarra con un artículo más de Echauri (titulado “Cosazas”) en donde afirmaba que “si la campaña del Diario hubiera sido contra la autoridad eclesiástica” todo el clero navarro, la prensa católica de Navarra y el conjunto de los navarros, que se tienen por católicos, se hubieran opuesto frontalmente al periódico, lo que no había sucedido al entender que sus críticas no iban dirigidas a la Iglesia sino a denunciar la actuación arbitraria del rector del Seminario en el ejercicio de su función. Así no lo entendió el obispo, quien mediante circular fechada el 30 de octubre de 1905 llegó a prohibir a los eclesiásticos leer las páginas del Diario de Navarra bajo pena de pecado mortal y a los que escribieran en él con suspensión de sus licencias ministeriales.
Ante semejante actitud del obispo de Pamplona, que buscaba ya no desacreditar al periódico, sino literalmente acabar con él, Diario de Navarra decidió personarse en comisión ante la Santa Sede para interponer un recurso de alzada contra la declaración del obispo. Dicha comisión fue recibida por el Secretario de Estado de S.S., el cardenal Merry del Val, logrando éste la retractación de Echauri “bajo la mirada del Santo Padre” en términos más equitativos para las partes, de tal modo que en carta del 12 de noviembre de 1905 Merry del Val ordenaba al obispo de Pamplona el levantamiento de la prohibición de leer el Diario de Navarra a sus diocesanos [13]. Su autoridad había quedado malparada y el Diario salía airoso de tan difícil situación.
Sin embargo, si bien el obispo no logró vencer al Diario de Navarra, el rector D. Tomás Fornesa sí consiguió resarcirse del agravio producido por Eustaquio Echauri, al querellarse contra él y ser hallado culpable de un delito de graves injurias hechas por escrito y con publicidad, por lo que Echauri sería condenado a la pena de cuatro años de destierro a cien kilómetros de Pamplona y multa de mil pesetas (en sentencia del 15 de mayo de 1906).
Antes de salir para el destierro, que terminaría alargándose hasta nueve años más por voluntad propia, Echauri se casó en Irún con la sangüesina María Jesús Domínguez de Vidaurreta e Izco, la cual según es reconocido por quienes han escrito sobre nuestro personaje potenciaría en el futuro sus capacidades intelectuales. Estando en el destierro, entre 1907 y 1915 actuó como corresponsal del Diario de Navarra en Italia, Suiza, Francia e Inglaterra. Aprovechando su primer destino como desterrado, Roma, se formó en las lenguas clásicas.
La forzada itinerancia de Echauri por diversos países le obligó al estudio de idiomas, para los que estaba especialmente capacitado por cultura y una memoria fuera de lo común. Según refieren personas que le trataron, como los citados Sanz de Almarza y Joaquín Arrarás, llegó a conocer en profundidad unas treinta lenguas y de unas veinte más poseyó conocimientos nada desdeñables, en especial de las lenguas clásicas, eslavas y orientales. Hablaba correctamente, además del español, el vascuence, catalán, francés, inglés, alemán, sueco, italiano, y portugués, que aprendió de forma autodidacta. Gracias a tan prodigiosa memoria podía recitar en su lengua original durante horas a Homero, Virgilio, Cicerón, Olivio, Leopardi, Heine, Musset, Shakespeare, Sienkiewiz, Berzenyi, el Ramáyana de Valmiki y el Mahabhárata [14]. Como puede suponerse, estuvo también capacitado para la traducción, especialmente del alemán, hasta el punto que el filósofo Manuel García Morente, que había traducido La decadencia de Occidente de Spengler y La Filosofía de Kant, le consideraba el mejor traductor del alemán al español de su tiempo [15].
En 1916 decidió regresar a España y dar un giro a su vida. Se licenció en Letras en la Universidad Central de Madrid, donde fue considerado alumno prodigio por Ramón Menéndez Pidal [16].
Dos años más tarde opositó a una plaza de intérprete de lenguas creada por el Ministerio de Asuntos Exteriores, pero, ante el asombro general, se la llevó otro opositor que había quedado a enorme distancia de él en la puntuación.
Desempeñó las cátedras de Lengua y Literatura Latina en los Institutos de Cádiz (1920) y en el Instituto General y Técnico de Barcelona (después conocido como Instituto de Enseñanza Balmes) en 1922, plaza que obtuvo en oposición contra 48 adversarios.
Con el advenimiento de la Segunda República y la fundación del Patronato Universitario de Barcelona, escribió en el periódico madrileño tradicionalista El Siglo Futuro una serie de artículos en defensa propia contrarios a la puesta en duda de su metodología educativa en el Instituto Balmes, que más tarde refundió en el folleto titulado Figurones del Patronato Universitario, el cual resultó de efecto fulminante para los catedráticos que trataron de desprestigiarle, Américo Castro y Joaquín Balcells [17]. Los catedráticos Ramón Roquer y Joaquín Carreras Artau, de Filosofía, y Ángel Pariente, de Latín, le solicitaron la retirada del folleto, sumándose a ellos el prehistoriador Pedro Bosch Gimpera, a lo que se opuso, de forma que los criticados se decidieron a comprar en la Librería Bosch todos los ejemplares existentes para evitar su difusión. Esta parece ser la causa de que fuera perseguido cuando estalló la Guerra Civil, más su negativa a firmar una adhesión de homenaje a un profesor masón del Instituto Balmes, que se le rendía no por méritos docentes sino porque el gran maestre de la masonería española, Diego Martínez Barrio, le había nombrado presidente del Consorcio Algodonero.
Al estallar la Guerra Civil, miembros anarquistas de la F.A.I. acudieron a su domicilio de Barcelona, el 20 de agosto de 1936, a fin de detenerle, pero se ocultó de ellos en el piso de su vecino. Finalmente pudo huir a Sevilla vía Génova con un pasaporte falso de profesor de Ciencias de la Universidad de El Salvador. En Sevilla, donde es de suponer contaría con la protección de su antiguo y admirado profesor del Seminario de Pamplona el obispo y cardenal Ilundáin, se dedicó a descifrar cartas que le enviaban desde el cuartel del general Franco en Burgos, en idiomas como el yugoeslavo, el griego o el armenio, entre otros. Por esta actuación se le concedió en 1941 la Medalla de Campaña con cinta de retaguardia. En la capital hispalense fue asignado como docente al Instituto de Enseñanza San Isidoro y nombrado Censor de Correos. En 1938 fue ascendido a Inspector de Enseñanza Media. Dos años más tarde asumió la cátedra de Lengua y Literatura Griegas en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid y la de Sánscrito en la Universidad Central, desempeñándola entre 1943 y 1947, donde tendría como alumnos a Manuel Fernández-Galiano, Ricardo Castresana, Simón Díaz, Antonio Fontán, Santiago Segura Munguía, y José Antonio Pérez-Rioja. Poco antes de jubilarse recibió la Encomienda de Alfonso X el Sabio en 1945.
Uno de sus principales intereses como docente se dirigió a la publicación de libros de texto y diccionarios de las lenguas clásicas. Son los que enumeramos a continuación:
- Ejercicios de traducción latina. Primer curso, Barcelona, Librería Religiosa, 1923.
- Diccionario latino-español, Barcelona, Librería Bosch, 1927.
- Literatura latina, Barcelona, Librería Joaquín Horta, 1928, dos tomos.
- Gramática latina, Barcelona, Librería, Joaquín Horta, 1929. Este y el anterior recibieron sendos premios nacionales de libros de texto para bachillerato y sus ediciones se convirtieron en oficiales.
- Lengua latina. Primer curso, Barcelona, Librería J. Horta, 1929. Edición oficial.
- Lengua latina. Segundo curso, Barcelona, Librería Bosch, 1929. Edición oficial.
- Diccionario griego-español, en col. con el Dr. José María Pavón, Madrid, 1940, con un apéndice escrito por el Dr. D. Manuel Fernández Galiano.
- Libro de lectura griega, en col. con Luis Ortiz Muñoz. Madrid, 1940.
- Gramática latina, Madrid, Ediciones Atlas, 1944. Adiciones de Luis Sanz de Almarza. Dos tomos.
- Crestomatía [o Antología] latina, Madrid, Ediciones Atlas, 1946 [18].
Sus artículos como periodista y colaborador de prensa se pueden contar por centenares. Su estilo periodístico era ágil, incisivo, polémico y por demás enciclopédico [19], con un ingenio extraordinario en el que resplandecía su vasta cultura clásica. Almarza destaca en sus artículos una lógica irrebatible, un humorismo gracioso de vez en cuando y siempre un correctísimo español.
Sus famosos “Editoriales” en que fijaba sus puntos de vista sociológicos y religiosos le acarrearon serios disgustos en vida, incluso el destierro como acabamos de exponer. En ellos campean sus vigorosos razonamientos dialécticos, su indomable independencia y la pureza de su estilo que se manifestaba tanto en los asuntos más graves y elevados como en los más satíricos y vulgares.
Desde el punto de vista ideológico se volcó en la defensa de los principios católicos en contra de los planteamientos liberales, no ocultando su simpatía por Balmes, Donoso Cortés, Navarro Villoslada, Gabino Tejada, Manterola, los dos Nocedal (Cándido y Ramón), Mateos Gago, Aparisi Guijarro, Vázquez de Mella, Sardá y Salvany, Víctor Pradera, Elías de Tejada, y Roca y Pons, entre otros. Era defensor de los fueros, regionalista y conservador en materia política.
Además de en el Diario de Navarra, publicó artículos en la prensa madrileña: en la segunda época de El Debate, en El Siglo Futuro y en el diario Pueblo, entre 1948 y 1953, donde hizo famosas sus “Notas Filológicas” con un dominio expreso de la etimología y de la semántica a través de las muchas consultas sobre términos y modo de hablar que recibía de los lectores.
Su fallecimiento se produjo Madrid el 8 de enero de 1953, a causa de la arterioesclerosis.
Su importancia dentro de la obra de Ciga
Entre la extensa producción artística de Javier Ciga Echandi, la pintura de tipos, y sobre todo los retratos, destacan por su número. Los realizados en la segunda década del siglo XX pasan por ser los mejores en calidad, y por haberlos realizado para personas señaladas de la sociedad pamplonesa, profesionales de distinta especialidad. Del conjunto, los pintados en París tienen un halo especial por ese tono francés entre post-romántico y realista a lo Manet que desprenden, y que también ostentaron firmas coetáneas como las de Fantin-Latour, Carolus-Duran y Friant, todos ellos perfectos dominadores del color negro en sus diferentes e insospechadas gamas grises.
Por sus características, el retrato de Eustaquio Echauri se asemeja a los dedicados por Ciga a Primitivo y José Erviti, a Eugenio Gortari Polit, a Eugenio del Castillo, y a Estanislao de Aranzadi [20]. Todos son retratos masculinos de formato tres cuartos, con los personajes ligeramente ladeados, vestidos de manera elegante, pintados con predominante paleta de gris y negro, representados ante un fondo neutro ligeramente iluminado para destacar la figura del fondo, con sus perfiles bien contorneados y la luz dirigida a rostro y manos.
En el “Retrato de Eustaquio Echauri Martínez”, pintado por Ciga, observamos también las características de su profesor José Garnelo y Alda (1866-1944), con quien mantuvo una estrecha relación antes y después de la terminación de sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Garnelo fue un destacado retratista, hasta el punto de ser nombrado en su época Pintor de la Corona. Demostró sus cualidades en el “Retrato de mis padres” (h. 1886) y en el de “Doña Josefa Alda Moliner” (1911), su propia madre, ambos pertenecientes al Museo Garnelo de Montilla (Córdoba). Garnelo y Ciga utilizan en sus retratos la misma exactitud en el dibujo, una economía de medios semejante (en particular la austeridad del color con tenues gamas que van del gris al negro aplicadas con pincelada controlada), modulación de la luz para conseguir un calculado claroscuro, justeza en las calidades y sentido de la observación exacta en la representación de los rostros, de los que busca extraer su particular estado anímico. El modelo de retrato común sigue postulados post-románticos teñidos ya de un realismo que hunde sus raíces en la pintura barroca española por su interés hacia el estudio del natural, que reivindicará más tarde el impresionismo.
Tales características se dan al unísono en este retrato inédito de Ciga, reafirmando su categoría como pintor. Con esta contribución acrecentamos el catálogo de Carmen Alegría de cerca de cuatrocientas obras del artista pamplonés, de ellas unas sesenta pintadas en París, en la confianza de que nuevos hallazgos como éste harán posible valorar en el futuro con mayor exactitud la personalidad de uno de los principales referentes pictóricos de Navarra.
Fotografías del cuadro: Larrión & Pimoulier. Museo de Navarra
Notas
[1] ALEGRÍA GOÑI, C., El pintor J. Ciga, Pamplona, Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, 1992, p. 12.
[2] SANZ DE ALMARZA [Y SANZ DEL RÍO], L., Eustaquio Echauri Martínez. Su vida y “Notas filológicas”: (Sobre voces y frases incorrectas). Polemista (contra Américo Castro y J. Balcells Pinto) y eximio lingüista. Apéndice: Locuciones latinas y extranjeras frecuentes en literatura, Logroño, […], 1992.
[3] MARTINEZ TORRES, J., “Directores para un siglo de historia del periódico: Eustaquio Echauri 1905/1906”, Diario de Navarra, Pamplona, 25 de febrero de 2003. Fuente: http://www.diariodenavarra.es/ La foto publicada por esta fuente es asimismo reproducida en la Gran Enciclopedia Navarra, tomo IV, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, p. 159.
[4] ARRARÁS, J., “Descubrimiento de Eustaquio Echauri”, ABC, Madrid, 20 de marzo de 1945, p. 3.
[5] MARTINEZ TORRES, J., “Directores para un siglo de historia del periódico: Eustaquio Echauri 1905/1906”, cit.
[6] Incorporaba artículos de crítica satírica en defensa propia contra sus detractores de El Pensamiento Navarro, El Eco de Navarra, La Tradición Navarra y El Siglo Futuro, bien fuera por motivos literarios o doctrinales.
[7] En los artículos aparecidos en esta sección trató de enfrentarse a algunos sacerdotes colaboradores de El Progreso Navarro, patrocinado por el Consejo Diocesano del Seminario, que representaban la opinión del obispo, D. José López de Mendoza, en asuntos sociales ajenos a la doctrina de la Iglesia.
[8] Enviados a partir de 1907 como corresponsal del Diario de Navarra en el extranjero desde los lugares donde estuvo desterrado.
[9] SANZ DE ALMARZA [Y SANZ DEL RÍO], L., Eustaquio Echauri Martínez. Su vida y “Notas filológicas”, cit.
[10] GOÑI GAZTAMBIDE, J., Historia de los obispos de Pamplona, Pamplona, Eúnsa, 1999, tomo XII, siglo XX, cap. III, pp. 129-158.
[11] El primero sería obispo de Oviedo de 1904 a 1920 y de Nilópolis (Río de Janeiro) de 1920 a 1926; el segundo fue profesor del Seminario de Pamplona entre 1886 y 1891, rector del Seminario de Segovia y arcipreste de la Catedral de Segovia de 1901 a 1904, obispo de Orense de 1904 a 1920 y arzobispo de Sevilla entre 1920 y 1937, siendo ascendido al cardenalato por el Papa Pío XI en 1925.
[12] Los profesores que se opusieron fueron Martín Roncal, Marcelino Idoy, Justo Goñi, Joaquín Elcano, Faustino Arbizu, Manuel Izco y José Zabalza. Todos ellos tenían grado mayor en Teología o Derecho Canónico.
[13] El 31 de Octubre anterior Echauri ya se había retractado de cuanto hubiera podido ofender al Obispo, pero no en los términos que a él pudieron satisfacerle.
[14] Es conocida la anécdota de que Asín Palacios, después de haberle examinado de árabe en la Universidad Central de Madrid, fue a su domicilio para felicitarle por el ejercicio y ofrecerle ser su profesor auxiliar. Y que Daza, después de haberle examinado de sánscrito, le llamó para preguntarle dónde y con quien lo había estudiado, a lo que Echauri respondió que en Ágreda (Soria) y sin profesor.
[15] A lo largo de su vida tradujo del alemán al español para la editorial Labor, de Barcelona, la Historia de la literatura griega, de Wilhelm Nestlé; la Mitología nórdica, de Eugen Mogk; y Educación católica de la familia, de Friedrich Schneider.
[16] En sus forzadas ausencias le encargaba dar las clases de Filología comparada del latín y castellano.
[17] ECHAURI MARTÍNEZ, E., Figurones del Patronato Universitario: Américo Castro y el Doctor Andó. Barcelona, Librería Bosch, 1934. Américo Castro era catedrático de Filología Española en la Universidad Central de Madrid, mientras Balcells lo era de Lengua y Literatura Latina en la Universidad Autónoma de Barcelona.
[18] También publicaría “Consultorio filológico”, Revista de Filología Clásica y Hebrea Helmántica, Salamanca, Universidad Pontificia, 1951.
[19] SÁNCHEZ ARANDA, J. J., “Echauri Martínez, Eustaquio”, Gran Enciclopedia Navarra, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, tomo IV, pp. 159-160.
[20] Según el catálogo aportado por Carmen Alegría (cit.) se trata de los siguientes: “Retrato de los hermanos Erviti” [Primitivo y José], 1912, cat. 36, óleo sobre lienzo de 127 x 98 cm., 1912, col. part. Pamplona; “Retrato de Don Eugenio Gortari Polit”, 1914, cat. 41, óleo sobre lienzo de 115 x 79 cm., col. part. Pamplona; “Retrato del violinista Eugenio del Castillo”, h. 1912, cat. 57, óleo sobre lienzo de 115 x 93 cm., Museo de Navarra; y “Retrato de Don Estanislao de Aranzadi Izcue”, 1915-1918, cat. 199, óleo sobre lienzo de 120 x 80 cm., col. part. Pamplona.