Tela mozárabe de la Arqueta de Leire (siglos X-XI)

Tela mozárabe de la Arqueta de Leire

Núm. Inventario en el Museo de Navarra: 1.360-B

Fecha de ingreso: 1966. Procedente de la Catedral de Pamplona a donde llegó desde la Iglesia de Santa María la Real de Sangüesa, siendo originaria del Monasterio de San Salvador de Leire (Navarra).

Ha participado en la exposición “La Edad de un Reyno: Sancho el Mayor y sus herederos”, Pamplona, del 26 de enero al 30 de abril de 2006.

Fragmento de tejido mozárabe del interior de la Arqueta del Leire (Museo de Navarra)

En 1966 ingresa en el Museo de Navarra una de sus piezas excepcionales -la Arqueta hispano-musulmana de Leire, obra del maestro Faray y de sus discípulos para el hijo de Almanzor Abd Al-Malik ibn al Mansur- originaria del monasterio legerense, a donde había llegado en tiempos pasados quizás como botín de guerra de los reyes de Navarra en alguna de sus campañas contra el Islam. El interior de la arqueta deparaba la sorpresa de una rica tela, fragmentaria, que había servido para envolver amorosamente las reliquias de las santas Nunilo y Alodia, obligadas sin éxito a abjurar de su fe cristiana y por ello martirizadas por los musulmanes en la vecina Huesca, a quienes se rinde culto en la Iglesia de San Salvador de Leyre desde el siglo IX.

Se trata de un tejido de forma aproximadamente rectangular (26-28 cm. de anchura por 48 cm. de longitud), según Ana Schoebel Orbea [1], labrado en tejido de ligamento llamado samito [2] con efecto de cinco tramas, con base de sarga, realizado en telar de tiro y tejido en hilo. Sobre fondo de color verdoso presenta una decoración de aves afrontadas en torno a un árbol esquemático –“árbol de la vida” según Cristina Partearroyo- que actúa como eje compositivo, siguiendo práctica usual del antiguo arte egipcio o copto. Este arte muestra la síntesis entre el pasado arte faraónico y el musulmán una vez conquistado Egipto por los árabes, conquista que, entre los siglos VIII y XII, irá sustituyendo la cultura cristiana difundida por numerosos monasterios, impregnada de indigenismo, por un estilo orientalizante.

En este fragmento de tela de obrador no es posible encontrar todos las ricos ingredientes que cabría suponer por tan variadas influencias, pero sí los frecuentes en los tejidos de su época: estilización de líneas y formas en tallos y loros (cuya denominación SITACVEST [es loro] en letra mayúscula mozárabe [3] figura a ambos lados de la composición, quedando invertida a la derecha); combinación de cuadrículas, círculos y espigas limitadas por los suaves arabescos que perfilan los cuerpos de estas aves del Nilo [4], que en tejidos medievales se consideraban aves del Paraíso [5]; repetición del tema; equilibrio entre superficies y riqueza decorativa de los colores escogidos (bermellón, azules, amarillo y blanco) sobre un fondo verde oliva en parte desvaído por el tiempo, el cual deja entrever la urdimbre del tejido.

Según el autorizado juicio de Íñiguez y Uranga, en su libro Arte medieval navarro, la antigüedad de la tela se situaría entre los siglos X y XI como imitación española de una seda oriental, seguramente manufacturada en los talleres de Córdoba, Sevilla, Murcia, Almería o Granada, coincidente con el máximo esplendor del Califato cordobés. Para Cristina Partearroyo, que sigue a Ciampini, la tela podría haber sido manufacturada por tejedores mozárabes de rex tiraceros de tiraz o taller real de tejidos, traídos por Alfonso V de León en 1024 para repoblar la zona y que fueron situados en la aldea leonesa de Pajarejos [6]. También ve semejanza entre estas letras y las del Códice Emilianense del Escorial (siglo X), así como en el tratamiento de los elementos que rellenan los cuerpos a base de cuadraditos y círculos.

Puede considerarse esta porción de tela como excepcional y por ello interesantísima, teniendo en cuenta además la escasez de los ejemplares conservados de su época, uno de ellos cubriendo las reliquias de San Millán en La Cogolla, empleados en relicarios y ataúdes. Por su analogía, sobre todo por la idealización y la geometrización reiterada, nos recuerda a tejidos persas bajo la influencia del arte copto de la Biblioteca de Wolfenbüttel, en Baja Sajonia (Alemania), de la misma época, y de Sens, en Borgoña (Francia), al parecer siciliano, del siglo XII.

Bibliografía

CIAMPINI, L. “Los dibujos de la capa Fermo: una interpretación simbólica”, en Actas del XIII Congreso Nacional de Historia del Arte. Ante el nuevo milenio: proyección y actualidad del arte español, Granada, Universidad de Granada, 2000, vol. I, pp. 75-85.

FALKE, Otto Von. Historia del tejido de seda. Barcelona, V. Casellas Moncanut Editor, 1922.

FERNÁNDEZ-LADREDA, Clara. La arqueta de Leyre y otras esculturas medievales de Navarra. Pamplona, Diputación Foral de Navarra-Caja de Ahorros de Navarra, 1983, pp. 16-17.

FLEMMING, Ernst. Textile Künste weberei, stickerei, spitze: gestichte, stilentwickelung. Berlin, Verlag für Kunstwisenschaft, [1923]. Edición española con el título de Tejidos artísticos. Colección de obras maestras del arte textil desde la Antigüedad hasta principios del siglo XIX. Barcelona, Gili, 1928.

GÓMEZ-MORENO, M. Iglesias mozárabes. Arte Español de los siglos IX al XI, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1919. Cap. VIII.

PARTEARROYO LACABA, Cristina. “Tejido de la Arqueta de Leire”, en BANGO TORVISO, Isidro (Dir.). Sancho el Mayor y sus herederos. El linaje que europeizó los reinos hispanos. Pamplona, Fundación para la Conservación del Patrimonio Histórico de Navarra, 2006, vol. I, ficha de catalogación 150.

URANGA GALDIANO, J.E. – IÑIGUEZ, F. Arte medieval navarro. Vol. I. “Arte Prerrománico”. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1971, pp. 265-267.

Notas

[1] Restauradora de tejidos del Instituto del Patrimonio Histórico Español, que en 2005-2006 revisa este fragmento de tela y lo acondiciona para su adecuada conservación en el futuro.

[2] Del griego hexámitos por los seis hilos que intervienen en su ligamento.

[3] La inscripción sería occidental y quizá traducida y no mal copiada de otra bizantina, por lo que sería una tela mozárabe sin paralelo posible hasta el momento (Uranga e Iñiguez, 1971, 265-267).

[4] Plinio define al psitacus como el loro de África o papagayo, del griego psittacus que en mayúsculas sería SITTAXOC “es loro”, de tal manera que se descartaría se tratase de un tejido bizantino original, de los que debieron llegar a la Península, y que recibiría la denominación de grecisca en los inventarios de las iglesias mozárabes (C. Partearroyo).

[5] Ciampini (2.000, I, 75-85)

[6] GÓMEZ-MORENO (1919).