El tiempo fílmico en El Sexto Sentido, de Shyamalam

Este es un texto acerca del tiempo fílmico en la película “El sexto sentido” (The Sixth Sense, M. Night Shyamalam, 1999). Lo preparé para mis alumnos de Historia del Cine y Otros Medios Audiovisuales de la Universidad de Navarra en 2007. Se trata de una de las películas más logradas del cine y que más me ha impresionado [1].

El realizador M. Night Shyamalam

Night Shyamalam es un realizador de origen indio (Mahé, Pondicherry, 1970), también guionista, productor y actor ocasional, conocido por hacer películas acerca de la influencia paranormal en la vida cotidiana de nuestra época. Nacionalizado estadounidense y admirador del director de cine norteamericano Steven Spielberg, Shyamalan ganó reconocimiento internacional cuando escribió y dirigió El sexto sentido (1999), que fue un gran éxito comercial y obtuvo el Óscar al Mejor Director y al Mejor Guión Original en ese año. Considerado un autor total, es conocido por títulos como “El Protegido” (Unbreakable, 2000), con Bruce Willis de nuevo como protagonista, “Señales” (Sings, 2002), “El Bosque” (The Village, 2004), “La Joven del Agua” (Lady in the wáter, 2006), “El Incidente” (The Happening, 2008), “Airbender: el último guerrero” (The Last Airbender, 2010), “Después de la Tierra” (After Earth, 2013), “La Visita” (The Visite, 2015) y “Múltiple” (Split, 2017).

“Entre fantasmas”. Introducción a la película por Antonio José Navarro [2]

“Veo a gente muerta”, confiesa inquieto el pequeño Cole Sear (Haley Joel Osment). Y al hacerlo, su rostro compungido, demudado, convertido en una mueca de horror, exhibe el desasosiego existencial de quien está obligado a vivir entre fantasmas. Estos atormentan al muchacho día y noche, a todas horas, reclamando su atención, exigiendo justicia. Pero, sobre todo, le hacen partícipe del infinito y lacerante dolor que atormenta a sus almas, encadenadas a terribles recuerdos. […]

Las imágenes graves, precisas, de “El sexto sentido” quiebran nuestro apego por el sol y las estrellas, llevándonos hacia un reino de tinieblas. ¿Qué intenciones esconden sus exquisitas formas visuales, sus turbadoras texturas dramáticas? Entre los ecos de su apagada visceralidad, “El sexto sentido” nos habla larga y tristemente de la muerte, quizás de forma algo elíptica, pero mostrándola de un modo tan doliente como inaudito. […]

El sexto sentido difumina narrativamente las fronteras entre la vida y la muerte, a través de la mirada de un personaje racionalista. Aquí es donde interviene el Dr. Malcolm Crowe (Bruce Willis), psicólogo de reconocido prestigio que intenta ayudar a Cole averiguando el por qué de sus reiteradas faltas a clase, de sus continuas idas y venidas a la iglesia católica próxima a su casa, o de su obsesión por las imágenes de Jesucristo, los Santos y la Virgen. Esclavo de la ortodoxia científica, Malcolm no parece muy dispuesto a aceptar que un niño de ocho años pueda ver y contactar con los espíritus. Para explicar el fenómeno de los fantasmas que ve Cole, primero debe establecer la existencia de aquéllos. El psicólogo tiene la convicción de que los aparecidos son meras alucinaciones, visiones gestadas en el interior del niño, dentro de su cerebro. Estas conjeturas son verosímiles, pero inútiles. Su fe en la ciencia se deteriora progresivamente víctima de la sorpresa y el espanto ¿Y de dónde proviene ese espanto, sino del hecho de que Malcolm sospecha que está a punto de franquear el umbral de lo inexplicable? […]

El niño Cole Sear (Haley Joel Osment)

Cole y su madre, Lyn Sear (Toni Collette), viven bajo una tensa incomunicación: él intenta contarle su terrible secreto, pero ella jamás tiene tiempo para escucharle, entregada a la ardua tarea de sacar adelante su modesto hogar. Madre e hijo se quieren pero es un cariño expresado a través de fugaces miradas, de pequeños detalles, incapaz de romper la soledad que corroe sus vínculos, que les aísla en sus problemas. Ella porque se obsesiona por la materialidad circundante, hecha de gastos, obligaciones laborales y quehaceres domésticos, él porque vive atrapado en un universo de acechantes espíritus. Al final del film, a raíz de un atasco automovilístico, aquello que jamás se contaron es expresado; aquel abrazo que nunca se dieron se produce. Lynn desnudará ante Cole el sufrimiento por haber olvidado a su madre en el momento de la muerte, debido a rencillas personales; el hijo le hará llegar a su madre el sincero perdón que su abuela siempre intentó transmitir a Lynn desde el más allá…

El Dr. Malcolm Crowe, por su parte, se concentra de manera exclusiva en su trabajo por culpa de una traumática experiencia. Tiempo atrás, mientras celebraba en la intimidad de su hogar, junto a su esposa Anna (Olivia Williams), la consecución de un premio a sus méritos profesionales, apareció en su casa perturbando la velada, casi como un fantasma, uno de sus antiguos pacientes, Vincent (Donnie Whalberg). Con la mente destrozada, desnudo, de pie en el umbral del baño, preso de convulsiones nerviosas y armado con una pistola, Vincent le recriminó el abandono sufrido tras fracasar su tratamiento, y después de disparar a Malcolm en el vientre, se suicidó. Dispuesto a borrar esa mancha de su pasado, el Dr. Malcolm Crowe se esfuerza por rescatar a Cole de una supuesta amenaza, ominosa, indescifrable, camuflada de locura […] Es el lento caminar hacia su destino, hacia una conclusión del relato tan sorprendente como perturbadora.

“El sexto sentido” construye su propia ars poetica, la arrebatadora maestría con que organiza el desarrollo de su estructura narrativa en función de múltiples detalles visuales. […] en la puesta en escena de “El sexto sentido”, así como en su montaje, fotografía o dirección de actores, nada es dejado al azar ni es fruto de la casualidad: el cálculo, la premeditación, constituyen su principal argumento estilístico. Sin embargo, en el estilo de “El sexto sentido” no cuenta tanto la exactitud como el hecho de que cada plano, cada secuencia, provoquen una reacción, una emoción ante lo mostrado, contraviniendo esa idea del cine como un mundo de energías corpóreas e unívocas orientadas hacia un fin. Nada ello es ajeno al habitual quehacer fílmico de su director, M. Night Shyamalan. Ya en su anterior película, “Los primeros amigos” (Wide Awake, 1999), atraído por la idea de enfrentar a los niños con la muerte, Shyamalan nos contaba una singular historia: la del alumno de un internado católico que intentaba hablar con Dios para saber si su abuelo, recientemente fallecido, se encontraba bien […]

Coherente con los principios creativos de su guionista y realizador, “El sexto sentido” no es un ejercicio de parapsicología filmada, sino casi una obra de arte que utiliza en su provecho elementos muy diversos: resortes del alma, apuntes metafísicos, convenciones narrativas de géneros como el fantástico y el melodrama, cierto costumbrismo…Pero sin socavar en ningún momento la compacta originalidad del film. […]

“El sexto sentido”, en su doble y escurridiza vertiente de inquietante cuento fantástico y denso drama existencial, cimenta su apabullante efectividad cinematográfica en la sobriedad de sus formas visuales, en la sencillez con que muestra los sentimientos más alambicados. No en vano, M. Night Shyamalan, cineasta al que convendrá seguir la pista aúna sin aparente esfuerzo una notable perfección técnica con una gran sensibilidad poética, una excelente dirección de actores –memorable Haley Joel Osment, excelente Toni Collette, muy bien Bruce Willis…- con una gran inventiva argumental. Tan sorprendente festival de cualidades demuestra con hechos la existencia, cierta, tangible, gozosa, de un cine inteligente, que no renuncia a cierta idea muy sofisticada del espectáculo. […]

El Dr. Malcolm Crowe (Bruce Willis) en la secuencia final

Análisis del tiempo cinematográfico por Frco. Javier Zubiaur

El Dr. Malcolm Crowe es asesinado por su antiguo paciente frustrado y en la secuencia siguiente le vemos sentado en un banco esperando la salida de su domicilio del niño Cole Sear. Parece tratarse de un salto en el tiempo, pero extraña la inexistencia de un flash-back que lo induzca, al menos mediante el procedimiento tradicional (acercamiento de la cámara hasta dejar en primer plano el rostro del psicólogo infantil, fundido etc.). También extraña que nadie, aparentemente, haya encomendado al doctor el seguimiento y estudio del extraño caso de este niño huidizo, atormentado, con signos de violencia en su cuerpo, despreciado por sus compañeros de clase, hijo de padres divorciados… Pero lo cierto es que vemos al psicólogo empeñado en ayudar a este niño, cuyo problema es que él, sólo él y el espectador, ve los fantasmas de seres desaparecidos, muchos de ellos muertos violentamente, lo que le hace comportarse como un ser radicalmente distinto a los demás. Sufre de una terrible incomunicación, incluso con su madre.

Entre el niño y su psicólogo se establecen lazos cada vez más próximos, que culminan cuando el pequeño Cole le confiesa su caso: posee una sensibilidad especial, un sexto sentido, dotes paranormales que le hacen ver almas errantes que dialogan con él, que sufren porque llevan sobre sí un peso, una deuda pendiente que no logran resolver. El Dr. Crowe le hará ver que estos seres le necesitan. El niño lo comprende definitivamente cuando una niña fallecida le encomienda llevar a su padre una cinta de vídeo que revela que fue envenenada por su madre. Sólo así, haciéndole justicia a ella, logra serenar su ánimo, y su alma en pena alcanzar la paz en el más allá, pese a que las apariciones seguirán sucediéndose para él, pero ahora comprende su sentido. Así, logra explicárselo a su madre. En cierta forma alcanza un equilibrio dentro de su drama existencial.

El caso del niño Cole Sear parece resuelto. ¿Qué pasa ahora con el Dr. Malcolm Crowe? Le creíamos muerto, asesinado por un antiguo paciente enloquecido. El psicólogo vuelve a su casa como haría todos los días después de su trabajo. Su esposa duerme plácidamente en un sillón del salón de estar. Él la contempla con cierto distanciamiento. En el monitor de televisión pasan imágenes de un vídeo rodado con motivo de su matrimonio. La Sra. Crowe sueña con él en voz alta, le explica que le echa de menos y le pregunta por qué la ha abandonado. Él contesta: “no te he abandonado”. De una de las manos de su esposa se desprende un anillo que rueda hasta quedar en el centro de la sala, a los pies de su marido, que, perplejo mira su mano carente de la alianza. De pronto los recuerdos se agolpan en su memoria en forma de flashes hacia atrás que le hacen tomar conciencia de su estado:

  • En el primero de ellos el pequeño Cole le explica “cómo personas normales, no saben que están muertas”, en referencia a que las almas errantes se comportan como vivas estando muertas y que las ve todos los días; la transición al pasado se opera mediante fundido sonoro: el doctor escucha la confesión de Cole antes de sentirse el salto atrás.
  • El segundo salto narrativo carece de la importancia del anterior: en él vemos al doctor sentado frente a la madre de Cole cuando éste llega a su casa, pero sirve para recordar las situaciones vividas en ese lapso de tiempo transcurrido como real; la acción vuelve al presente: vemos cómo el doctor retrocede atemorizado entrando en la cocina, en cuya mesa ve un solo plato en la mesa.
  • El plato es el nexo para el tercer salto atrás: recuerda haber llegado a un restaurante donde su mujer terminaba de comer y le servían la nota de los gastos. Ahora comprende por qué su mujer parecía ausente, como si no advirtiera su presencia.
  • Otro cuarto flash muestra en detalle su mano tratando de girar el pomo de la puerta que da al sótano, donde estudiaba sus casos, ahora bloqueada por una mesa con libros; retrocede cada vez más sorprendido, sube las escaleras arrastrándose por la pared. Un primer plano muestra esta toma de conciencia, seguida de otro plano subjetivo en que ve manifestarse el aliento de su mujer que sueña con cierta agitación (el aliento se ve por el frío que los muertos aparecidos aportan en el momento de hacerse presentes). Escucha entonces el sonido en off del disparo que recibió de Vincent, el caso perdido del paciente con el que fracasó en su tratamiento al que hemos visto en el planteamiento del film. Se ve tendido en el sofá llevándose las manos a la herida del disparo, su mujer le socorre. El plano es un picado máximo, como si Malcolm viera la escena desde un tiempo cósmico fuera del real. Vuelve la acción al presente -¿pero es el presente o un tiempo sobrenatural?-
  • Dos nuevos saltos atrás, breves, para mostrarnos la herida y la atención de su mujer, que mueve su cuerpo para comprobar el efecto del disparo. La sangre cuela. Entre medio de los planos la acción se retrotrae para mostrarnos de nuevo al psicólogo en la escalera, recordando, llevándose la mano al vientre, donde recibió el tiro. Vuelve la espalda, comprueba la mancha de sangre.
  • Nuevo salto atrás para mostrar la impotencia de la esposa para salvar a su marido que va a morir. Un primer plano de él enfoca su paso a otra vida. “Ni siquiera me duele”, dice. Es significativo que al “morir” no cierre los ojos, en los que brillan lágrimas.
  • Un plano general nos muestra al doctor mirando a su mujer dormida desde el pasillo. Ahora ya ha comprendido la situación. Se acerca a ella y contemplándola le dice: “Creo que puedo irme ya, solo necesitaba hacer un par de cosas…. Y necesito decirte algo: “nunca te he relegado”, ahora vuelvo, todo será diferente por la mañana”. Ella, con expresión feliz, entreabriendo los ojos, responde: “Adiós Malcolm”. Contesta éste: “Adiós, cariño”. Fundido en blanco.
  • Flash final: unas imágenes de vídeo nos muestran a los jóvenes esposos besándose tras su boda.
  • Títulos de crédito finales.

En “El sexto sentido” se ejemplifica perfectamente lo que se puede llegar a hacer con el tiempo cinematográfico, si guionista y director –en este caso la misma persona, M. Night Shyamalan- son inteligentes y creativos:

  • Alterar el discurso fílmico anteponiendo el desenlace a la historia que se nos va a contar, con una transición natural del presente –el asesinato del psicólogo Crowe a manos de un psicópata tras el homenaje recibido por sus colegas- a otra historia, también narrada en presente, pero en la que se encuentra el psicólogo con un niño que ve muertos –como asimismo los ve el espectador sin que los puedan ver otros personajes de la película- uno de los cuales es el mismo psicólogo como alma errante, que, ya muerto, toma el caso del niño Cole para resarcirse del fracaso que tuvo con Vincent, el psicópata que le asesina, cuando aquel era niño. Y ya que no pudo ayudar a Vincent, procurará hacerlo con Cole, haciéndosele presente. El otro asunto que justifica la reaparición de Cole parece ser la necesidad de confesar a su mujer que verdaderamente la quería, “que nunca la había relegado”. Una confesión de amor conmovedora.
  • La contraposición de tiempo físico real en presente y tiempo “fuera del tiempo” humano es constante, materializando sabiamente las ensoñaciones de la mente, los terrores y las inquietudes.
  • Además de esto, como puede apreciarse en la última secuencia del film, desde el tiempo “fuera del tiempo” se puede volver atrás y recordar unos hechos vividos –el asesinato- y, mediante la proyección del vídeo, el matrimonio sucedido en el pasado. Y, también, el Dr. Crowe alude al mañana –“volveré”, dice a su mujer- es decir, la acompañará siempre desde el otro lado durante su vida física y, puede deducirse, se reencontrará con ella en la otra vida del más allá.

Tales planteamientos logran comprenderse al final y exigen un detenido análisis, que en estas líneas he intentado.

Verán que el cine es el mejor medio para traducir en imágenes que parecen reales por su movimiento y apariencia lo que pasa por la mente humana: recuerdos, anticipaciones, obsesiones, temores, deseos… Es un medio que goza de una flexibilidad absoluta, sin otros límites que no sean los de la inteligencia del cineasta creador, conocedor de este metalenguaje, que es el fílmico.

Imágenes de la películas tomadas por Tak Fujimoto

Notas

[1] Ficha técnico-artística del filme: Estados Unidos de América, 1999. Título original: The Sixth Sense. Director y guionista: M. Night Shyamalam. Productores: Frank Marshall, Kathleen Kennedy y Barry Mendel. Producción: Kennedy/Marshall Company, Spyglass Entertainment para Hollywood Pictures. Fotografía: Tak Fujimoto, en Technicolor. Diseño de Producción: Larry Fulton. Música: James Newton Howard. Montaje: Andrew Mondsheim. Duración: 107‘. Intérpretes: Bruce Willis (Malcolm Crowe), Toni Collette (Lyn Sear), Olivia Williams (Anna Crowe), Haley Joel Osment (Cole Sear), Donnie Wahlberg (Vincent Gray), Glenn Fitzegerald (Sean), Mischa Barton (Kyra Collins), Trevor Morgan (Tommi Tammisimo), Bruce Norris (Stanley Cunningham), Peter Tambakis (Darren), Jeffrey Zubemis (Bobby), Greg Wood y Angelica Tom (Srs. Collins).

[2] “Entre fantasmas”. Crítica de Antonio José Navarro tomada de Dirigido por, Barcelona núm. 285, dic. 1999, pp. 38-41.