La Filmoteca de Navarra viene celebrando en los últimos años el Home Movie Day, una propuesta nacida en Estados Unidos por iniciativa de un grupo de especialistas en archivos fílmicos para sensibilizar a la población sobre la importancia de guardar las memorias audiovisuales privadas. Esta iniciativa hizo posible que llegaran a la Filmoteca, como donación o en depósito, películas realizadas por aficionados al cine que pudieron ser digitalizadas para su preservación en el futuro.
Es el caso de la película que comentaremos -“Romería a Ujué”, de su autor Javier Soria Goñi- que se proyectó el 8 de abril de 2019 con motivo de la celebración de los cincuenta años de la aparición del primer número de la revista “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra”, editada por la Institución Príncipe de Viana del Gobierno de Navarra. Este aniversario se conmemoró, además de con un encuentro de los directores de la publicación y una exposición bibliográfica sobre el tema, con la proyección en la Filmoteca de Navarra de una serie de películas existentes en su fondo bajo el enfoque “La Etnografía navarra a escena. Fiestas populares en el archivo de la Filmoteca de Navarra”. Entre ellas figuraba la cinta en cuestión, de cuya presentación tuve el gusto de ocuparme.
A mi amigo Jesús Tanco Lerga, devoto de la Virgen de Ujué
Esta romería hacia el santuario de Santa María en la villa navarra de Ujué es una de las escasas manifestaciones religiosas que aún guardan resabios medievales en su motivación penitencial, en su propia estética y por el carácter añejo de los viejos edificios y planta urbana de esta singular villa española.
Ujué, villa medieval
Para quienes no la conozcan, la villa de Ujué se sitúa en la Navarra media oriental, al norte de la península ibérica, en un excepcional enclave desde el que se divisa un bello panorama desde la cordillera pirenaica hasta las tierras bajas de la ribera del río Ebro y la silueta del Moncayo por el sur. Un terreno accidentado desgajado del conjunto formado por las sierras de Alaiz, Izco y Orba que el lugareño ha tenido que trabajar con gran esfuerzo a lo largo de los siglos para obtener de sus terrazas cereal y vid, en pugna con la aridez proverbial del terreno, y en sus pastos comunales criar ganado lanar.
A lo largo de la alta Edad Media Ujué sirvió de refugio para gentes amenazadas por la invasión árabe, que se sentían seguras al amparo de la fortaleza que se erigió en este emplazamiento a finales del siglo VIII o principios del siguiente, en los tiempos de Íñigo Arista y los albores del reino de Pamplona. Durante el siglo XI la fortaleza de la villa de Ujué representaba ya un importante papel como avanzadilla en la frontera con el Islam y el reino de Aragón. El apoyo de sus habitantes a Sancho Ramírez de Aragón como aspirante al trono pamplonés frente al pretendiente castellano Alfonso VI, valió para que el monarca aragonés concediese a la villa privilegios que terminaron por cohesionarla a nivel administrativo, político y militar de gran importancia para el joven reino de Navarra, a la sombra de su castillo dotado de alcaide ininterrumpidamente hasta el siglo XV.
Fue Sancho Ramírez quien ordenó la construcción de una iglesia dedicada a Santa María en la cúspide de esta fortaleza sobre un templo prerrománico ya existente, y con el estilo entonces en boga, que era el románico. El rey navarro Carlos II de Evreux, que profesó una gran devoción a la Virgen de Ujué hasta el punto de donar su corazón al santuario, la reformó en el estilo gótico del siglo XIV añadiéndole un paseo de ronda, pero conservando su cabecera y torre románicas, y hasta proyectó fundar en el lugar una universidad. También ordenó forrar de plata la imagen mariana románica de hacia 1190, a la que se relaciona con la fundación de Ujué, según es tradición. Esta dice que un pastor que se hallaba cuidando su rebaño fue atraído por el vuelo de una paloma que entraba y salía de un agujero sin cesar, lo que le incitó a mirar en él descubriendo en su interior la talla de la Virgen. Atraídas por el hallazgo las gentes de los poblados vecinos decidieron asentarse en el lugar de la aparición para así cuidar y honrar a la Virgen, dando lugar al nacimiento de Ujué. Algunos incluso opinan que la denominación de la villa -Ujué- sería una derivación del término vasco “usua”, paloma, lo que a juicio de uno de los investigadores de su pasado -José Javier Uranga- no es convincente [1]. Lo cierto es que a comienzos del siglo XIV la devoción popular hacia la Virgen de Ujué había crecido hasta el punto de recibir legados particulares, que la familia real de la dinastía Evreux acudía en romería a su santuario desde la sede de la corte en Olite en la segunda mitad de ese siglo y que en esa época existía la romería popular a este convertido en centro devocional. La primera de estas peregrinaciones ya se produjo en 1043 y la protagonizaron los vecinos de la cercana ciudad de Tafalla para agradecer a Nuestra Señora de Ujué su intercesión en la victoria contra los musulmanes en la batalla de Barranquiel, junto a las tropas del rey navarro García Sánchez el de Nájera. Desde entonces hicieron el voto de peregrinar al santuario de Ujué anualmente. Y, como sostiene Uranga, «lo admirable es que desde la Edad Media hasta hoy se haya mantenido viva esta devoción a la Virgen de Ujué, una pervivencia que en otros lugares no se ha dado” [2].
La romería
En la actualidad esta actitud devocional de los tafalleses pervive y se manifiesta en dos romerías principales que se realizan a pie: la popular en el primer domingo después de San Marcos (que es el 25 de abril) y la de la Hermandad de Esclavos de Santa María de Ujué, conocida como la de “Los Doce” (la noche del 30 de abril al primero de mayo de cada año).
Mikel Burgui nos describe la primera [3]:
“Cinco y media de la madrugada. Los romeros de Tafalla que van a Ujué (túnica y capucha) salen de la iglesia de Santa María en forma procesional.
Ya en descampado van en grupos. Caminan de manera rápida, en silencio, siguiendo al portador del Cristo que encabeza la comitiva.
Solo hay dos momentos que destacan hasta llegar a la Cruz del Saludo [4] de Uxue:
El primero es la llegada a San Martín de Unx donde esperan el ayuntamiento de esa villa, el párroco y la cruz alzada de la parroquia. Junto al clero y ayuntamiento de Tafalla, ven desfilar a los entunicados que, cubierta la cara con la capucha, entran y salen en rigurosa fila de la iglesia de Santa María del Pópulo para proseguir hacia Uxue.
El segundo momento distinto de la marcha es la parada para almorzar a unos cuatro km del santuario. Luego se reunirán todos en la Cruz del Saludo…
A eso de las diez, los tafalleses salen de la Cruz hacia Ujué entrando en fila. Antes que ellos habrán entrado, también procesionalmente, los otros pueblos que vienen ese día”. [Que son los de Beire, Pitillas, Santacara y Murillo el Fruto] .
“En total cerca de mil quinientas personas entunicadas, la cara cubierta, muchas con la cruz al hombro. Otras tantas personas de paisano viendo la procesión o entrando a cada lado de los penitentes…
Luego, ya en la iglesia, vendrán los saludos y los atronadores vivas a la Virgen. Cada pueblo saluda a Santa María de Ujué con un cántico, Tafalla con el “Regina Coeli” de Felipe Gorriti.
Seguirá, la misa de los pueblos y la de los auroros [5]. ¡Y a comer con rapidez que a las cuatro hay que estar de nuevo en la iglesia para despedirse de la Virgen!
La despedida… suele ser vibrante, emocionante:
Después de rezar el rosario, se entonan fervientes cánticos. Los devotos, entre estrofa y estrofa lanzan más y más vivas a la Virgen, sonoros, espontáneos, que son contestados con entusiasmo por la multitud [6].
Esa emoción prosigue al salir de la Iglesia de Ujué hasta que se llega a la Cruz del Saludo y se da la última despedida a la Virgen y a los romeros de los demás pueblos.
Y se emprende la marcha que, al revés de la de la mañana y tras haber cumplido la tradición, suele ser bastante más alegre.
Los romeros van en grupos, cantan jotas, coplas… recuerdan viejas canciones… Llegan a San Martín donde el ayuntamiento de Tafalla les da pan y vino de la cooperativa sanmartineja….
En ese descanso los auroros de Tafalla, en plan distendido, cantan viejas auroras….
Y los romeros salen de nuevo camino de la ciudad del Zidakos [Tafalla]….”
La devoción a la Virgen de Ujué tiene sus ramificaciones en las romerías de Peralta, el domingo anterior a la de Tafalla; el segundo domingo posterior a San Marcos, peregrinan las localidades de Olite, Figarol, Mélida y Carcastillo (Romería del Desdoble); el sábado más próximo al 15 de mayo, San Isidro, peregrina el pueblo de Eslava; el domingo anterior al 20 de mayo, realizan su romería las localidades de Lerga y Gallipienzo; el domingo de Pentecostés lo hace la población de Pueyo y durante la noche el apostolado de Olite; finaliza el ciclo romero el pueblo de Barásoain, el domingo de la Santísima Trinidad. Otras pueblos que también llegan a Ujué en romería, sin tener una fecha fija, son las localidades de Aibar y Ayesa, todos ellos núcleos de población de la Zona Media de Navarra. El esquema de cada romería, con su horario y programación, su desfile procesional, su indumentaria penitencial, sus cruces negras al hombro y los crucifijos adornados con hojas y flores es el mismo y semejante al de los penitentes de Tafalla.
El día de la Ascensión -cuarenta días después de la Resurreción- es la romería de los de San Martín de Unx, pueblo que goza de un protagonismo especial hacia la Virgen de Ujué, pues de esta villa dependió un tiempo en el pasado. Acuden solo hombres (unos 300) acompañados del párroco, casi todos entunicados y muchos con cruces. Durante la subida se rezan las tres partes del Rosario intercalando letrillas y Avemarías cantadas. El Rosario lo dirigen el párroco y dos grupos de auroros. Se sale de la villa a las 3 horas de la madrugada para llegar al santuario a las 5, donde se celebra la misa. El regreso es a las 7 de la tarde para llegar a San Martín a las 9 de la noche. No se sabe de cuando data, pero es posible que la iniciara alguna cofradía al estilo de los Doce Apóstoles de Tafalla, por cuanto nos dicen que al principio eran 33 hombres, los que iban en procesión, en memoria de los años que vivió Cristo.
La Hermandad tafallesa de los Esclavos de Nuestra Señora, “Los Doce”, hace su peregrinación durante la noche del 30 de abril al primero de mayo. Deben su nombre popular al número de hermanos en activo en recuerdo de los apóstoles de Jesucristo, a los que se suma el capellán. A sus miembros se les exige entre otros requisitos (moralidad, devoción etc.) la obligación de visitar a la Virgen de Ujué por diez años consecutivos. Su antigüedad es anterior al 1607 según se sabe del primer libro de sus constituciones conservado. José Luis Larrión la describe así [7]:
“Media hora antes de las doce de la noche del 30 de abril, doce hombres cubiertos con túnicas y capillos negros, portando farolillo y báculo, se dan cita en la iglesia de Santa María de Tafalla. Al sonar la primera campanada que inicia el día, rezan el acto de contrición y salen de la iglesia guiados por el capellán de la Hermandad del Apostolado… Asisten los hermanos activos y jubilados. Llevan túnica negra, báculo, farol, y cruz al cuello con cordón morado. Van en silencio [a lo largo de los 18 km de recorrido] y hacen algunas paradas señaladas por el reglamento. Al regreso rezan tres rosarios y varios responsos. Preside un mayordomo y al hermano que se encarga de los avisos se le llama “andador”…
El número de los penitentes puede superar los 40, ya que algunos de los hermanos que ya cumplieron la promesa de peregrinar diez años seguidos desean acompañarles. La llegada a Ujué es sobre las 4 de la mañana.
“Llegan, cantan y besan la medalla de la Virgen, asisten a misa donde comulgan todos, desayunan y vuelven a la iglesia para despedirse. Antes de que amanezca, rezan un responso, cantan la despedida e inician la marcha de vuelta. Se detienen en el refugio que la Hermandad tiene a pocos km de Tafalla para almorzar. Entran en la ciudad a las 12 en punto del mediodía, en procesión y entunicados. Les esperan varios cientos de vecinos, especialmente en el interior de la iglesia de Santa María” [8].
La romería llevada al cine por Javier Soria
Esta es la temática que Javier Soria Goñi aborda en su reportaje titulado “Romería a Ujué”, que realizó con una cámara de Súper 8 mm. en 1970, y que hemos podido analizar por medio de una copia digitalizada de la Filmoteca de Navarra. No tiene sonido, por lo que al no acompañar a las imágenes ningún comentario, no podemos asegurar a cuál de estas peregrinaciones se refiere, y es fácil que para el espectador no versado en la religiosidad de Navarra su significado profundo se le escape. Aunque la cinta se inicia con la romería popular de Tafalla, las calles de San Martin de Unx parece que las recorren “Los Doce” y, ya en torno al santuario, que se han dado cita los romeros de varios pueblos. Sea como fuere, el reportaje traslada el espíritu y la forma de dicha marcha penitencial que tiene una duración de 7 minutos 3 segundos y es en color.
Su autor, Javier Soria Goñi (Pamplona, 1933-2015) era médico de profesión vinculado a varias empresas navarras, la más importante Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, lo que le permitió entablar amistad con varios empleados de proyección cultural de dicha entidad, como fueron Miguel Javier Urmeneta Ajarnaute, director de la Caja, influyente político en el devenir de la Navarra de las décadas 1950-80, además de acuarelista aficionado, y José María Muruzábal del Val, durante años el responsable del plan de exposiciones de sus Salas de Arte, persona conocedora del ambiente artístico nacional y en particular navarro.
Sus inquietudes asociativas y sensibilidad cultural y religiosa le llevaron a participar en varias asociaciones locales como la de Amigos del Camino de Santiago, de cuya vocalía de cultura se encargó y como tal fue uno de los organizadores del Congreso General Jacobeo de 1996; la Sociedad Cultural Peña Pregón, donde entabló relación estrecha con su colega de profesión, historiador por afición y coleccionista de fotografías antiguas de Pamplona, José Joaquín Arazuri; con el historiador y cronista de la ciudad Juan José Martinena Ruiz; con el fotógrafo Baltasar Soteras Elía, presidente de la Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra; y con el cineasta aficionado Antonio José Ruiz, autor de varias películas sobre la ciudad de Pamplona, hombre extravertido que por contraste temperamental se atrajo a Javier Soria, por el contrario persona tímida, aunque de trato cordialísimo e idénticos afectos hacia la ciudad de Pamplona. En particular, la relación de Soria con Antonio José Ruiz, fue importante en cuanto a fijar el interés de nuestro autor por el cine documental. Ruiz lo era centrado en la ciudad de Pamplona, sus fiestas (los Sanfermines), sus procesiones, sus rincones y vida cotidiana, con el río Arga como testigo mudo de su historia [9]. Todos estos personajes significaron mucho para él y reafirmaron su amor por la cultura regional, sus costumbres y devociones religiosas (marianas y jacobeas).
Con segunda residencia en el pueblo navarro de Enériz, a poca distancia de la iglesia románica de Eunate (Muruzábal), fue propulsor, junto a otros amigos (el periodista Jesús Tanco Lerga, el ortopeda Lorca…) de la Cofradía mariana de Eunate. También fue miembro de los Amigos del Monasterio de Irache (Ayegui, Navarra) y de la Hermandad de la Pasión de Pamplona.
De los personajes mencionados, Soteras y Arazuri [10] despertaron en él un vivo interés por la fotografía en blanco y negro, particularmente este último por su colección de fotografías del transcurrir histórico de la vieja ciudad de Pamplona / Iruña. También Martinena como divulgador de ella a nivel periodístico. Todos en conjunto le llevaron a valorar la imagen como documento histórico-etnográfico que se orientó en dos direcciones: el coleccionismo de tarjetas postales de Pamplona y los reportajes cinematográficos acerca de costumbres navarras.
Parte de su colección más significativa de tarjetas postales la dio a conocer en dos publicaciones: Postales de Pamplona (1996) y Tarjetas postales de Pamplona, 1901-1930 (2008) [11].
En la primera de ellas destaca la influencia que sobre el devenir de Pamplona ha tenido el río Arga. “Pamplona ha crecido y ha olvidado algo al río…”, escribe. Incorpora postales a partir del 1901 y hasta 1925 de los editores Lucas Escolá (Zaragoza), Hijos de Montorio, Eusebio Rubio, Aramburu, Casildo Iriarte, Roldán y Mena, Roldán e Hijo, y Altadill (Pamplona), algunas de ellas impresa en Alemania y Barcelona. En la introducción expresa su admiración por las obras del doctor Arazuri, en particular sus tomos de Pamplona, calles y barrios para a continuación exponer su deseo de que “modestamente, este Álbum de Postales sirva para el mismo fin y bajo su tutela”. En la segunda ofrece a través de las postales de los fotógrafos Zaragüeta, Roldán, Galle, Cía, Rupérez y Roisin un recorrido visual por la Pamplona de antaño reafirmando su admiración por el médico humanista “por el regalo de sus libros, que aún me siguen asombrando, y por su recuerdo”.
Otra faceta creativa de Soria se dirigió al reportaje cinematográfico, sin otra intención que recoger para su disfrute personal, y familiar, algunas costumbres navarras. Que sepamos, además de “Romería a Ujué” y “Sanfermines de Lesaka”, realizadas en 1970, y de “Los Volantes de Valcarlos” (1971), filmó otros temas, sin datación conocida hasta el momento, de las “Palomeras de Echalar”, el “Carnaval de Lanz”, el “Zampantzar de Ituren” y los “Sanfermines” (con escenas del Riau-Riau [12] hacia 1972-74).
Desarrollo del film
Título.
Plano de conjunto. Luz de mañana temprana. Un penitente (mozorrosegún la terminología del lugar) camina por la carretera que lleva de Tafalla a Ujué arrastrando con sus pies una larga cadena. Va entunicado de negro, con caperuza del mismo color y un paquete que con su brazo izquierdo sujeta al cuerpo. El plano deja ver parte del paisaje de matorrales y campos de cultivo, suavemente alomado, del trayecto al santuario de Ujué. Angulación de la cámara con movimiento izquierda-derecha siguiendo el ritmo de marcha del penitente. Corte. A este plano sigue otro, breve, en que el penitente es tomado de espalda.
Corte. Plano general. Una larga fila de entunicados avanza por la carretera con dirección izquierda-derecha semejando, por su apariencia, la marcha de unas hormigas con un destino fijo y deliberado. La fila destaca visualmente sobre un campo de bajo matorral y desvaído horizonte con predominantes tonos ocres. La cámara la sigue en panorámica.
Corte. Plano de conjunto. Dos grupos numerosos de peregrinos -hombres en su mayoría, una mujer y un niño- no separados por la distancia y no todos entunicados (o con la túnica remangada para caminar con mayor comodidad) y ninguno de ellos cubierto, alguno con una cruz al hombro, caminan en dirección al santuario ocupando toda la carretera, con paso rápido. Tomados por la cámara en posición algo elevada y fija, de manera que las figuras se mueven dentro del encuadre de izquierda a derecha.
Corte a contra-plano. A este plano sigue otro de conjunto en que se ha tomado a los penitentes de espalda caminando en dirección al santuario. Ya no es el mismo grupo puesto que el número de niños ha aumentado, pero coincide con el anterior y los dos planos siguientes en que los caminantes son los de la romería popular del primer domingo después de san Marcos (25 de abril), ya que la mayoría no lleva túnica.
Nuevo corte. En otro plano de conjunto se ve a los peregrinos caminando en dirección a Ujué. No es el mismo grupo, ya que vemos en él a mujeres y niños.
Corte. Plano de conjunto amplio. La cámara sigue en travelling hacia delante al grupo, menos compacto, que camina por la carretera. El encuadre escogido permite observar al grupo alejándose en perspectiva y en último plano al pueblo de San Martín de Unx “acostado” en la ladera del monte en la suave luz de la mañana.
Corte a contra-plano de este grupo, en plano de conjunto, tomando a los últimos que lo forman.
Corte a plano frontal de conjunto, mostrando la cabecera del grupo de caminantes, compacto, ocupando toda la anchura de la carretera, con predominio de niños.
Corte de plano sin el racord esperado. Ahora se trata de una fila de penitentes (no de un grupo heterogéneo), entunicados y cubiertos, que marcha con pie ágil, el primero de ellos lleva en sus brazos un crucifijo adornado con ramas. La luz es de amanecida. Avanzan por la calle Mayor de San Martín de Unx -pueblo intermedio en el trayecto de Tafalla a Ujué. Calle estrecha, solitaria, sin espectadores, en el amanecer del día. Se les toma de espaldas.
Se aprecia la fila de penitentes en distintas posiciones por las diferentes angulaciones de la cámara utilizadas. Una luz más clara se cuela por las bocacalles o se amortigua en los espacios cerrados hasta casi parecer de noche.
Otro corte a contra-plano (vista la fila desde atrás).
Nuevo corte en la misma posición de la fila en actitud de avance, elidiendo el tiempo físico.
Corte. Plano medio. Se ve pasar la fila de perfil. Algún penitente lleva una cruz en sus manos.
Corte. Plano de conjunto. La fila de penitentes se aleja por la calle del pueblo.
Nuevo corte. Plano de conjunto. La fila avanza por la calle, tomada de espaldas. Sus figuras se perfilan en la medianoche.
Corte. Plano de conjunto. La fila abandona la calle Mayor torciendo a la derecha para desembocar por la de los Fueros en la carretera que llevará a Ujué, por donde penetra la luz de la aurora. Uno de ellos lleva al hombro una pesada cruz. Los entunicados ante las paredes de piedra en la amanecida solitaria dan una honda impresión de austeridad y recogimiento religioso.
Primer plano del suelo de la calzada. Plano fijo de la cámara. El encuadre escogido ve pasar veloces las piernas de seis caminantes entunicados.
Nuevo plano general y fijo de los peregrinos avanzando en fila por la carretera que corta el campo abierto, todos ellos entunicados. Sus figuras se perfilan y destacan por su negrura. Se mueven dentro de un encuadre cuidadosamente escogido, así como el emplazamiento de la cámara, para captar bien la perspectiva y el dinamismo de la fila, empequeñecida por mor del efecto del conjunto.
Corte a contra-plano de dicho grupo, algo desmembrado ahora. La posición de la cámara es baja, situada en la parte inferior de un ribazo. Ello permite perfilar en el cielo las figuras, y las cruces que portan.
Corte. Plano medio de un penitente desprovisto de capucha, seguramente en un momento de descanso. Mueve la cabeza a un lado y a otro como midiendo la distancia recorrida y la que aún falta por vencer, en conversación con un segundo personaje fuera del plano. Se perfila su figura en el horizonte montuoso.
Corte. En efecto, el grupo de penitentes ha decidido tomarse un breve descanso para reponer fuerzas. En plano de conjunto se ve a los penitentes descubiertos, unos frente a otros sentados en el suelo y empinando la bota en amigable conversación.
Corte. Ahora el grupo, que se pasa la bota entre sí, es visto en plano de conjunto que nos permite divisar a otros penitentes repartidos por el campo más cercano haciendo lo mismo que ellos. Algunos descubren que les están filmando y miran a la cámara sonriendo.
Corte. Breve primer plano en picado de un peregrino empinando la bota de vino.
Corte a otro primer plano, frontal, cuyo nexo es la bebida de la bota de vino. En este caso el bebedor es un simpático anciano tocado con boina, que mira a cámara sonriente.
Corte. Plano de conjunto. Dos romeros de uno y otro pueblo se encuentran, se dan la mano, besan cada uno su crucifijo, se los intercambian, cada uno de ellos besa el crucifijo del contrario puestos de rodillas y se los devuelven. Ya en pie, saludan a algunos de los acompañantes de un grupo que presencia el hecho y se disponen a reanudar su camino para ascender al santuario. Esto sucede en las cercanías de Ujué, junto al crucero que llaman “del saludo” (aunque en este plano tal crucero de piedra no aparece). Observación: los crucifijos que llevan son de regular tamaño y los adornan con ramas de olivo y flores.
Siguiente plano. Entran los romeros en Ujué, entunicados y cubiertos, en fila precedida por un mozorro con la cruz adornada en la forma que se ha dicho. Sus perfiles destacan sobre la pared pétrea de una casa en medio del contraluz de la mañana, tal como recoge este plano de conjunto que toma a las figuras desde atrás en un bello encuadre.
Corte. Contra-plano de la marcha de los entunicados en plano de conjunto y ligero contrapicado que exalta sus figuras en el cielo. Los asistentes a la romería quedan a un lado como espectadores.
Corte. En plano de conjunto, varios romeros, uno de ellos llevando al hombro una pesada y descomunal cruz, se abre paso entre el público asistente. Sus figuras quedan exaltadas por la posición baja de la cámara. Asimismo, la luz que llega desde el lado izquierdo permite distinguir los pliegues de los austeros hábitos negros de los penitentes.
Nuevo plano de conjunto. Cámara fija en posición de contra-picado. El grupo de penitentes ha llegado a la escalinata que conduce al santuario por la llamada «puerta de los Magos»que parece en lo alto como un moderno Calvario. La gente, arremolinada, les deja pasar con estrecheces. La fila de peregrinos parece interminable. Muchos de ellos llevan sobre la túnica sus bolsas de costado. Bello encuadre que permite apreciar el movimiento ascendente de los romeros y cruceros, con una perspectiva cinética.
Contra-plano de la ascensión. Ahora la cámara ha invertido su posición y se sitúa en lo alto de la escalinata que conduce a la iglesia de Santa María, destino de los devotos peregrinos de la Virgen de Ujué. El plano es de conjunto amplio y ofrece en picado la subida de entunicados y cruceros por en medio de la gente que les abre paso. Bello encuadre que termina ofreciendo en fuga las casas del pueblo y los difusos montes en lejanía.
Corte. Rellano existente entre la casa prioral y la portada sur de la iglesia. La cámara ofrece en plano de conjunto la llegada de los romeros que al pasar delante del templo se van retirando la caperuza, no así los cruceros, que preservan su anonimato.
Corte. Bello plano en picado máximo dirigido a la escalinata de acceso al santuario. Suben los romeros en fila acompañados a los lados por el público asistente. Sus figuras cobran protagonismo al destacarlas el sol rasante de la mañana.
A continuación plano general de la llegada de otro grupo de romeros -cruz a la cabeza- al que el público asistente, muy numeroso, abre paso.
Corte. Tras una elipsis, el plano de conjunto siguiente, muestra la llegada de este grupo al santuario y su ascenso por la escalera que lleva a su iglesia. Cámara situada en lo alto, por tanto la escena se ofrece en picado. En primera posición del grupo va un entunicado portando el rótulo del pueblo (Santacara), seguido por numerosos cruceros.
Breve contra-plano de éstos detenidos por la muchedumbre.
Corte. Llegan al rellano de la iglesia, la pequeña plaza abarrotada de gente. Las cruces se recortan al fondo, en la luz de la mañana.
Plano general en contrapicado, con cámara fija, del santuario emergente sobre el caserío de la villa de Ujué. La torre almenada de la iglesia se perfila en el cielo nublado del día. Ahora se nos enseña lo que sucede al exterior en un día de penitencia, rogativas y fiesta, como el presente.
Corte. Breve plano de conjunto de un puesto de venta ambulante. La gente se arremolina en torno a este y a otros.
Corte. Nuevo plano de conjunto del mismo motivo más cercano que el anterior.
Corte. Primer plano de unos sarmientos ardiendo sobre el suelo preparados para asar costillas en ellos.
Corte a plano de conjunto, breve, que presenta la salida de misa de la iglesia con toma exterior.
Corte. Plano cercano de algunos que salen de la iglesia. La cámara se detiene en uno de ellos (se produce un salto de la imagen por un defecto de montaje que nos ofrece la misma escena en otra posición de las figuras).
Corte. Nuevo plano de conjunto de la salida de la iglesia: público y cruces alzadas.
Corte. Plano fijo de breve duración del balcón de una casa, tomado en contrapicado, que ostenta en sus barrotes lo que parece ser un cordero abierto en canal aireándose a la intemperie.
Corte. Breve plano de conjunto de un cartel, y a su pie un hombre sentado, que nos informa de un producto típico de Ujué: “DE VENTA AQUÍ, EN LA PLAZA MUNICIPAL. ALMENDRAS garrapiñadas. Melitón Ayesa”.
Corte. Plano medio de dos personas dando una limosna a una mujer tullida.
Corte. Breve plano de conjunto de un hombre joven, con gabardina, avanzando por una calle del pueblo, donde se ve a otras personas en perspectiva.
Corte. Plano de conjunto. En primer término, sobre la hierba, “descansa” el crucifijo que fue llevado en romería. Al fondo, un poco más abajo, los romeros se recuperan de la fatiga.
Corte. Breve plano medio aproximándose a conjunto de dos romeros en conversación y algunas personas más en la misma situación. En el ribazo del fondo unos romeros descansan sentados.
Corte. Brevísimo primer plano de un romero bebiendo de la bota de vino.
Corte. Breve plano de conjunto con la cámara en baja posición que nos muestra las figuras de los presentes junto al crucero de piedra en las proximidades de Ujué tomadas en primer plano y el crucero en lo alto. Dos figuras quedan antepuestas al conjunto, quizás autoridades.
Corte. Plano general de las inmediaciones del crucero, con la gente aquí y allá descansando o en corros.
Plano primero amplio de un hombre joven apoyado en una gran cruz, seguramente la que habrá llevado en la romería.
Breve primer plano, en contrapicado, del crucero de piedra de Ujué.
Primer plano de un hombre maduro, entunicado, con la caperuza levantada, que enseña el crucifijo que ha llevado en la romería adornado con unas hojas de aneas.
Plano general de los alrededores de Ujué con gente agrupada en la parte alta del camino. En primer término tal vez un aljibe.
Corte a plano general del santuario con gente en la plaza inferior (de Santa María) y asomada a las arcadas. Travelling óptico, vertical, hacia la torre-fortaleza del mismo.
Idéntico escenario desde otro punto de vista más bajo, que hace mayor hincapié en la gente que espera la llegada intermitente de nuevos romeros.
Corte. Desde lo alto de la escalinata que lleva al santuario, en plano de conjunto picado, la llegada de otro grupo de romeros con cruces. Plano breve.
Corte. El grupo accede en fila india por el pasillo que les abre la gente que permanece a la espera. Todos llegan encapuchados, las cruces al frente.
Corte. Nuevo plano de encapuchados que acceden al santuario desde la plaza de Santa María.
Corte a la calzada en la parte baja del santuario (calle Blanca de Navarra continuación de la de San Isidro). Llega otro grupo que ingresa entre los espectadores que lo aguardan.
Corte. Plano de conjunto. La toma de la cámara muestra ahora la cabecera de este grupo que arriba desde la calzada al santuario. Al frente un mozorro porta en las manos un crucificado adornada la parte superior de su cruz con un ramillete de aneas. La cámara, situada en lo parte alta de la cuesta muestra la fila en ligero picado y ésta se aleja en perspectiva. Pero es un plano de escasa duración, pues enseguida hay de nuevo corte.
La filmación ofrece ahora un amplio plano de conjunto de los asistentes a la peregrinación situados en dos niveles: unos apoyados en el murete de la escalinata de acceso al santuario y otros en la calzada en grupo numeroso.
Este plano enlaza con otro de conjunto desde el ángulo contrario mostrándonos a un sacerdote con roquete (es reconocible el párroco don Fermín Gurpegui) en diálogo con algunos asistentes y, en la escalinata, numerosas personas.
Corte. El siguiente plano de conjunto presenta la plaza de Santa María llena de gente.
Nuevo plano de la misma escala. Desde el fondo avanza hasta la cámara un romero con una cruz adornada con ramas de laurel y flores que sale del encuadre por la derecha, al tiempo que por la izquierda otro romero hace lo mismo con su crucifijo igualmente adornado con flores. Avanza hacia la cámara y viene el siguiente corte.
A este plano sucede otro de igual escala que ofrece tres términos diferenciados (del último al primero): casa-mesón Las Torres, la escalinata ascendente del santuario con personas mirando el que se supone fluir de peregrinos fuera de campo visual, y un romero llevando en sus manos otro crucifijo adornado que se dirige a la cámara.
Fin.
Análisis artístico de “Romería a Ujué”
Teniendo en cuenta las limitaciones de la cámara de Super 8 mm. fabricada para el uso doméstico, sin la versatilidad del vídeo posterior que permite revisar y regrabar lo filmado, los resultados no han sido malos. Partiendo de que en la película pueden observarse algunos virados a color azul, consecuencia de la degeneración natural del material, y alguna escena carente de luz suficiente para apreciarla en su deseable apariencia (el Super 8 precisa de más luz que el vídeo actual para filmar y esto se hace notar en las escenas nocturnas), el producto fílmico denota conocimientos técnicos y sensibilidad artística en su ejecutor. En el discurso narrativo de la película, pese a tener una estructura lineal (inicio de la romería, trayecto, encuentro con los romeros de otros pueblos, ascenso al santuario, salida de misa, almuerzo, descanso, visita a los tenderetes de venta de distintos productos e inicio del regreso), hay algunas repeticiones e insistencias en la llegada de penitentes que se hubieran evitado con un montaje más sintético por parte del filmador, aunque su propósito seguramente solo era el de guardar un recuerdo en torno la festividad religiosa. Ello no importa demasiado, ya que el valor de la cinta es la de mostrarnos un documento de la época (1970) que traduce el carácter y religiosidad de los navarros en torno a una de sus imágenes más queridas, la Virgen de Ujué.
La película se compone de 71 planos. Es aquí, en la labor estrictamente de cámara (planificación, encuadre, angulación y movimientos) donde reside el mayor atractivo de la cinta. El realizador da ductilidad al relato manejando la técnica de campo / contra campo (o plano / contra plano), cuando enfoca a los grupos de personas.
Los planos más utilizados son los de conjunto, que permiten relacionar al romero con su destino (el santuario de Santa María de Ujué el día de romería), y con los peregrinos que acuden a rezar de forma espontánea; sirven para presentar las filas organizadas de los diferentes grupos de romeros, con sus cruces de madera y sus crucifijos, sus hábitos negros que les aseguran un anonimato, configurados como penitentes; romeros, calles y edificaciones pétreas de los pueblos por los que discurren los penitentes (San Martín de Unx y Ujué) traducen la consonancia existente entre la austeridad de la manifestación religiosa y la severidad del entorno.
Algunos planos generales son significativos: la riada de peregrinos que como goteo constante acude al santuario; el paisaje de alrededor; el santuario de Ujué con su aire de fortaleza. Hay uno destacable, el de los penitentes en el perfil de la ladera, avanzando hacia Ujué en la mañana (un tipo de composición que ha hecho suya el género Far West)
Hay pocos primeros planos: de algún romero, los crucificados ostentados por las manos, y las caras ocultas tras las caperuzas.
Tiene valor la importancia concedida al encuadre de la cámara, es decir a la composición de figuras y objetos dentro del plano. Es aquí donde se aprecia mejor la sensibilidad del cineasta, en esto y en las angulaciones de la cámara escogidas, que han dependido mucho de los acertados emplazamientos del tomavistas. De este modo Soria recurre al picado y contra picado de la cámara, recursos pensadas para presentar el gentío que se reúne en torno al santuario y exaltar las figuras de los romeros y las cruces que portan. Hay un picado máximo de los penitentes que llegan al santuario y un contrapicado de la iglesia-fortaleza que exagera su posición dominante en línea con la que ha sido su trayectoria defensiva a lo largo de la historia medieval.
Los travelling -ópticos, no mecánicos- son escasos.
Todas las fotos han sido sacadas del film (Filmoteca de Navarra).
Imagen de la portada: romero a Ujué mostrando el característico crucifijo adornado con hojas de anea.
Deseo dejar constancia de mi agradecimiento a Jesús Tanco Lerga y a José Javier Viñes Rueda por las informaciones facilitadas sobre el autor de la película.