Vibraciones de la cerámica escultórica

La cerámica, desde el Neolítico en que la inventa el hombre para almacenar excedentes de su producción cerealista, ha estado condicionada durante siglos por su carácter utilitario, si bien esto no ha sido óbice para que el artesano diera a las vasijas formas variadas de airosos perfiles con engobes y decoraciones de bellísima apariencia que la alejaron de su primitiva rusticidad. Pero hasta el siglo XX no se logró desposeer a la cerámica de su carácter utilitario para integrarla en el arte moderno al nivel de las artes mayores, como la pintura y la escultura. En ese proceso fueron decisivas las aportaciones de los artistas españoles: Picasso y Miró no dudaron en recurrir al barro para plasmar formas abstractas, y Gaudí unió la tradición cerámica con el espíritu del modernismo en sus obras arquitectónicas. La experiencia vanguardista de las primeras décadas del pasado siglo, en que se buscaron nuevos canales de expresión paralelamente al uso de materiales de última generación (como el plástico, el hormigón, metales diversos…), crearon condiciones propicias para reparar en otros ya empleados en el pasado, como la arcilla.

Una lejana tradición de alfares anónimos junto a la intensa experimentación de los últimos cien años generaron el caldo de cultivo del que surgieron los artífices de hoy. Artífices que han elevado de rango esta manifestación creativa, al reflexionar sobre las posibilidades estéticas y discursivas de la cerámica. En el proceso de transformación de la creación artesanal en artística no fueron ajenas las lecciones del Informalismo, del Organicismo, de los Artes Bruto y Povera…, que, con la importancia concedida a la materia como vehículo de transmisión de sensaciones, indirectamente potenciaron el poder generativo del barro, que por su extracción telúrica superaba la importancia de otros materiales como el esparto, el cuero, el corcho o el caucho, de los que el artista moderno se ha servido asiduamente para sus montajes.

La libertad en el uso de lenguajes, la plasticidad propia del barro que favorece múltiples aplicaciones y la finura alcanzable con él permiten al artista del actual mundo globalizado enlazar con culturas lejanas que han sobrevalorado la cerámica por encima de otros procedimientos consagrados en Occidente. Tal es el caso de China, Japón y Taiwán, considerados como los países más relevantes en este campo. Precisamente varios de los artistas presentes en esta exposición participaron en una gira por este último país en 2010 dentro de la muestra “Cerámica española para el siglo XXI”.

¿Que tienen en común los artistas de la presente exposición? La exploración de nuevas vías de expresión y el uso de técnicas innovadoras, con propuestas diversas que tanto revalorizan la fuerza del volumen y su presencia en el espacio mediante correlaciones derivadas de sus múltiples combinaciones objetuales, a las que añaden efectos cromáticos y lumínicos en planteamientos conceptuales variados que hacen posible imaginar, por un momento, la fusión ideal de la pintura con la escultura.

Aquella exposición, que recorrió museos emblemáticos de Taiwán, diferenciaba magistralmente las distintas maneras de abordar la cerámica –la fusión de la cerámica con la escultura y su relación con la pintura, la aproximación al arte mínimal y conceptual, y a otras narrativas como la puesta en escena a través de la instalación- al compás del paso generacional de sus practicantes. Ese mismo planteamiento de José Miranda, comisario de esta sugestiva muestra, sigue siendo válido en nuestro caso para explicar la potencialidad de este medio de expresión que es la cerámica moderna.

Del conjunto de ceramistas, aquellos que tienen una proyección más internacional, como Arcadio Blasco, María Bofill y Madola, muestran una obra donde es posible aún rastrear el proceso de liberación de la fidelidad del medio y de las técnicas tradicionales para abordar decididamente las exigencias de los movimientos contemporáneos. Los demás transitan por los nuevos y eclécticos caminos abiertos por sus predecesores, ofreciendo al espectador abundantes puntos de vista que invitan a la interpretación.

En primer lugar se hallan aquellos ceramistas que buscan la fuerza del volumen macizo reafirmándolo en el espacio. En esta posición, la cerámica explora el campo sobre el que transitó la escultura hasta despojarse, sometida a la rigurosa revisión de los vanguardistas, de sus cualidades admitidas secularmente y convertirse en un simple objeto tridimensional. Este criterio también afectó a los ceramistas, obligándoles a una reflexión sobre el proceso creativo. El alicantino Arcadi Blasco, que llega a la escultura cerámica desde la pintura abstracta y aborda posteriormente “cuadros cerámicos” (como también hace el salmantino Alberto Hernández plenos de cromatismo), termina por plantearse “propuestas ornamentales” de espacios públicos en los que le interesa la pieza como contenedor que encierra un espacio en claro parentesco con la arquitectura y con una misión social positiva que habla de su ética personal (así sus significativos “muros para defenderse del miedo”). Blasco innova también en los planos de las superficies, en las texturas y cromatismos, recurriendo a materiales ásperos como el carburo de silicio y a oxidaciones varias. En esa interrelación de procedimientos también se encuentra el arte de la barcelonesa Madola [María Angels Domingo i Laplana] Para ella el material cerámico se constituye en catalizador de experiencias creativas, como destaca Giralt-Miracle, afirma que su obra se ha instalado en un territorio donde confluyen rasgos de la cerámica, de la escultura, del diseño y de la arquitectura que le permiten expresarse mediante planteamientos pluridisciplinares para llegar a ser obras de arte total. Parte de la cerámica popular para desembocar en la creación más experimental que se identifica con el arte conceptual, la deconstrucción formal y el eclecticismo posmoderno. Fueron las “estrellas” en refractario de los años 80 las que le acercaron a la dimensión arquitectónica diez años después. Acaba por definir las obras de esta época (templetes, estelas..) con tatuajes caligráficos que compensan la pérdida de color con su acercamiento al cuerpo humano al que representa no en su totalidad sino mediante fragmentos. El siguiente paso son los actuales vasos sagrados, especie de recintos simbólicos con reminiscencias litúrgicas. El también barcelonés Carles Vives es un indagador nato sobre materiales, técnicas y procedimientos, a los que pone en diálogo para obtener aquella estética buscada bajo la exigencia de una fuerte expresión que se apoya en el efecto matérico. La fuerza plástica de este ceramista se opone, en las piezas de Eukeni Callejo, bilbaíno asentado en Navaz (Navarra), a las notas que Miranda observa en ella: simplicidad, brevedad, moderación, naturalidad, alegría o su opuesta melancolía que se revelan íntimamente en el realismo mágico que despiden (acertada observación de Antonio Vivas), moviendo a serena contemplación. Por su parte, la cerámica artística del onubense José Joaquín Sánchez Espina, profundo conocedor e intérprete de la cultura japonesa, divulga en España los procedimientos e iconografía con ella relacionados, proponiendo nuevos lenguajes expresivos. Cultiva por igual el relieve cerámico como la forma tridimensional, recurriendo a una gama cromática austera y a grafismos de aire primitivo sobre las superficies de sus tótems y figuras antropoides de aspecto tabular.

La segunda posibilidad expresiva del uso de la cerámica escultórica está en la forma de ocupar y construir el espacio, lo que se relaciona con el arte minimalista y el conceptual, y la idea de que la pieza es más bien un objeto combinable en la sala de exposiciones, de ahí la inclinación del navarro Ángel Garraza a la fragmentación, serialidad y composición rítmica de sus piezas, en cuya elaboración interviene tanto el recuerdo de lo vivido como el azar sometido a las condiciones del material (barro refractario) y de las dimensiones del horno. Desde la década 1990 el rigor geométrico se asocia en su obra al ritmo compositivo y a la modulación secuencial para intensificar el diálogo de los elementos, bien como trasunto de las relaciones humanas o como aproximación a los objetos cotidianos que nos rodean. Ya en el presente siglo se abrirá a una creciente depuración con una menor concesión a lo pictórico (blanco sobre negro o negro sobre blanco serán sus colores exclusivos), inclinándose a un clasicismo nuevo fundamentado en la precisión, la idealidad, el orden, la rotundidad, la proporción y la nobleza, que son características de su escultura en opinión de Marín Medina. En el caso del riojano Rafael Pérez no se dan fronteras entre las creatividades que toca, como son la pintura, la fotografía y, principalmente, la cerámica escultórica. Artista experimentador ante todo, es un investigador que fía a las superficies, los plegamientos estructurales, la erosión y el hueco los efectos de su incesante investigación, yendo a lo esencial por un camino en que se mezcla la tradición cerámica con la libertad de las vanguardias contemporáneas, expresionismo y surrealismo ante todo, ya que valoran algo para él sustancial, que es el servirse del azar con sus efectos insospechados. El material de que se sirve la barcelonesa María Bofill es la porcelana chamotada cubierta de esmalte transparente. Emplea el color blanco, con amplia gama de subtonos, y se sirve de la luz para reforzar, junto con el cromatismo, el aspecto mágico de sus composiciones. Interés por el formato menor, pureza de formas, precisión, armonía, equilibrio, son las características de su plástica personal inspirada en el Oriente que se plasman en la idea final y ésta se concreta en una iconografía de paisajes y formas arquitectónicas, algunas de las cuales (laberintos, templos, anfiteatros o zigurats) remiten a la Antigüedad. La ocupación espacial de las elegantes piezas cerámicas de la burgalesa María Oriza se opera mediante delgados planos que se expanden de manera sinuosa o se pliegan en disposición helicoidal, creando bellos ritmos de onduladas fluencias, reforzadas mediante el dibujo de líneas radiales con los que extrae lo significativo de las formas naturales, de objetos cotidianos o de ciertos conceptos de su particular interés. Los planos, según ha explicado, le sirven para generar volúmenes en los que se evidencie la forma inmaterial del vacío y en los que la relación interior-exterior aporte significado a la obra. Idéntica intencionalidad de ocupar y construir el espacio es la que se propone la madrileña Pepa Jordana, de quien Miranda dice que crea un particular lenguaje que no solo modifica accidentalmente la percepción del espacio alrededor, sino que lo cambia intencionadamente haciendo que este cambio perceptivo forme parte de su contenido. El dibujo en el espacio genera ilusiones de ingravidez, consiguiendo un tipo de escultura óptica de planos y líneas flotantes, donde es posible adivinar la experiencia previa de Pepa como grabadora en el predominio de la línea sobre el color, que se reduce a dos dominantes (blanco y negro). Es minimalista la intención depuradora que encierran las formas esenciales que utiliza, estructuras de ángulos rectos. Las formas geométricas están igualmente presentes en las piezas de Chama Mugarza [Rosa María Jiménez Mugarza], ceramista tudelana cuya característica sobresaliente es la abstracción geométrica. Se trata en su caso de construcciones de sentido onírico realizadas con ayuda de varillas y chapas de hierro que sirven como soporte o marco donde ensamblar placas de arcilla, porcelana o gres, que quedan suspendidas en diálogo con el espacio aéreo circundante.

Ciertos escultores plantean la relación estética espacio – obra – espectador por medio de instalaciones escultóricas, que exigen a éste una participación activa generada por las estimulaciones sensoriales de la obra situada en el medio (una sala o el aire libre). No todos los ceramistas conciben el espacio de la misma manera. Elena Colmeiro, pontevedresa emigrada a Buenos Aires donde se formó como ceramista, aprendió en las imperfecciones casuales de las piezas salidas del horno, en principio desechables, a valorar la belleza de las estrías que quedan dentro de la vasija, los recovecos internos, lo que no se ve, dando así protagonismo a lo inverso que es lo oculto. Por ello en su obra trata de acoplar las formas internas a las externas, desarrollo plástico que le abrirá horizontes creativos en principio insospechados. Con ayuda de materiales sencillos (madera, hierro, reja metálica, cemento, alambre y un producto industrial como el ladrillo) construye piezas cerámicas con aspecto fragmentario, objetual, donde color y forma participan de un deseo de abrazar el espacio mediante torsiones, huecos, planos sugeridos virtualmente, o disposiciones helicoidales de sus piezas, apoyándose siempre en la fuerte expresión de las texturas. La pamplonesa Concha Cilveti puede presumir de una obra tan diversa como polifacética ha sido su trayectoria profesional, lo que explica su actual creatividad situada en el terreno fronterizo del diseño con la arquitectura, la pintura y la escultura, “en una zona de fricción entre los conceptos de autonomía y aplicación del arte con temas inspirados en la naturaleza”, en observación de Miranda. Cualquiera de sus planteamientos delimita el espacio y lo señala en profundidad con el fin de «desnudar un poquito el alma, exteriorizar esos posos que todos tenemos dentro, los posos de mis emociones, mis recuerdos y mis evocaciones que están ahí recogidos», según ella misma ha explicado. Para el desarrollo de sus ideas franquea el paso a materiales no cerámicos como la madera y la malla metálica que se combinan con la porcelana, y los consiguientes ensamblados le permiten conectar su paisaje interior con el paisaje exterior creando metáforas a partir de la relación entre el mundo real y el de los sueños.

Catorce lenguajes distintos y complementarios que nos trasladan pulsiones personales que revalidan la importancia de la cerámica como procedimiento plenamente integrado en el Arte Contemporáneo. Arte, el cerámico, tan ligado a la expresividad de la materia modelada por los cuatro elementos de los que emana toda su energía: tierra, agua, aire y fuego. Un arte más libre que la pintura y la escultura por carecer de tantos condicionantes iconográficos. Un arte de autor, personal, que abre distintos caminos de trabajo como los que se muestran en esta exposición “Art & Vibrations”.