Aura Castro Núñez nace en Santiago de Chile el 12 de diciembre de 1946. Entre 1966 y 1969 estudia las técnicas del esmalte sobre metales y orfebrería en la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile, que amplia con otros estudios de fundición a la tierra y a la cera perdida, serigrafía y grabado sobre metal. En 1976 es nombrada profesora ayudante y dos años después catedrática de la Facultad de Bellas Artes de la misma Universidad, con docencia en el campus de Valparaíso, donde a poco de su toma de posesión lleva a término un Proyecto de Creación Artística, organizado por el Servicio de Desarrollo Científico, Artístico y de Cooperación Internacional de su Universidad.
En 1979 obtiene dos becas: la de Amigos del Arte y la que le concede la Fundación Gregorio Francisco Gervás y Cabrero que le obliga a trasladarse a Madrid por varios años, ya que en 1982 se le renueva, y en 1985 obtiene la del Instituto de Cooperación Iberoamericana, permaneciendo en España hasta 1990 -más de la mitad de sus exposiciones individuales tienen lugar en este país- tras lo que regresa a Chile para dedicarse de lleno a la escultura. Incansable investigadora, obtiene dos becas más, Fondart, en 2004 y 2007, concedidas por la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura), con sede en Madrid.
Su escultura se caracteriza por utilizar diversidad de materiales, como sus antecesores Lily Garafulic, de la generación del 40, y Raúl Valdivieso, su discípulo, que perteneció a la siguiente, los cuales le enseñan el camino de la depuración formal hasta el límite de la abstracción. De esta manera su obra escultórica se caracterizará por exacerbar lo mínimo y esencial del volumen alejándose del exceso y del detalle, y llamándonos a la más pura y rigurosa contemplación, en palabras de Carlos Miraz [1].

Aura Castro. «Yantra Mandala», 2005. Parque de las Esculturas, Providencia (Santiago de Chile) (Foto: Carlos Reusser Monsalvez)

Aura Castro. «Templo del Sol», 1997. Parque de las Esculturas. Ciudad Empresarial. Santiago-Chile (Foto: Marcela García)
Realiza su trabajo utilizando la fundición del aluminio y el bronce, así como la talla en piedra y mármol, entre otras técnicas. Pero no renuncia al cartón piedra, ni a la pasta vítrea, brillante y dura, que se obtiene mediante fusión a más de 700º de temperatura, empleando polvo de vidrio coloreado mezclado con óxidos metálicos, los cuales aplica sobre cerámica o metal, siguiendo procedimientos como el cloisonné, el champlevé y el pintado órfico, para exaltar el color y la luz en línea con aquella tendencia así denominada por Apollinaire en 1912.
El lenguaje tradicional de las formas, ritmos, líneas, sustancia y estructura habla de la grandeza de su escultura. Asimismo la segura armonía entre la masa, el ritmo y la superficie, las formas dramáticas, trascendentales, otras veces graciosas o expresivas, de igual modo seguras, simbólicas, místicas, exóticas e incluso sencillas, facilitado por la combinación de materiales que caracteriza su obra tridimensional (en ocasiones asociada al agua como en su monumento escultórico “Eterno retorno”, erigido en la Municipalidad santiagueña de Vitacura). Su escultura se caracteriza por revalorizar el minimalismo en cuanto a la esencia y el espacialismo en cuanto al desarrollo del volumen en el medio, alejándose del detalle.

Aura Castro. «Milenium», 2000. Parque de las Esculturas. Universidad de Talca, Chile (Foto: Universidad de Talca)
Escultora relevante y arriesgada, se ha concentrado, en los últimos años, en buscar el espacio escultórico a través de intervenciones en la ciudad, que tal como su obra de mediano y pequeño formato enseña (véanse las maquetas en posesión del Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago), está cargada de un misticismo simbólico cuyas raíces se retrotraen al sur americano, y, por otro lado, la llevan a plantearse actitudes revisionistas frente a la sociedad industrial y a una religiosidad mítico-mágica que hunde sus raíces en los ancestros precolombinos. Lo advirtió así Carolina Lara [2], al llamar la atención sobre su trabajo pulcro y sintético en piezas de significado simbólico como templos y altares pretéritos, es decir, formas que se remiten a un tiempo mítico o a un espacio cosmogónico, con difusas evocaciones a civilizaciones de la Antigüedad.
En un primer período creativo se interesó por la simplicidad y abstracción de la figura humana. Durante su estadía en España y tras la influencia de los movimientos europeos, se acercó estilística y temáticamente a corrientes cercanas al Arte Pop. En su serie de valijas demostró su afán de investigación temática, formal y matérica al combinar el acero con material oxidado.
Su exploración de materiales en bruto combinado con otros más elaborados, la hizo interesarse por el poder visual de las materias orgánicas, preocupación que traspasó a sus obras al usarlas de manera pictórica considerando su color y expresividad visual. Destacan de ese entonces esculturas de aluminio, bronce, granito, plástico y distintos tipos de acero, sin por ello renunciar a la expresividad de materiales pobres (cuero, cartón, tejidos, papeles…) con los que ha realizado collages bidimensionales, además de dibujos a lápiz y a tinta china, incluso grabados, y, como se ha dicho, esmaltes. Hay etapas de su trayectoria en la que su obra se ha orientado hacia un mayor abstraccionismo («Yantra Mandala», Parque de Esculturas del Mapocho, Municipalidad de Providencia, Santiago de Chile, 2005).
Pueda ser que tal experimentalismo halle su justificación, sobre todo en un primer momento, en la necesidad derivada de lo que Beatriz Huidobro llama “estrategias de trabajo para eludir la censura” [3], en referencia a los estadios en que la libertad política de los chilenos no estuvo garantizada. De ahí que muchos creadores, como en su caso, sintieran la necesidad de expresarse a borbotones excediendo el marco limitado y limitable de los medios de expresión y salas de exhibición tradicionales, reinventando nuevos recursos, buscando una relación entre los materiales y la realidad social de su entorno próximo, si bien dentro de una tendencia mundial de experimentación conceptual. La escultura de Aura Castro participa de esta tendencia a acrecentar la relación entre el arte y el público, optando por los espacios abiertos para el emplazamiento de esculturas en el entorno urbano, no solo en Santiago, sino a lo largo del país, en comunión con otros destacados escultores, entre ellos, Osvaldo Peña, Sergio Castillo, Francisco Gacitúa, Alejandra Ruddoff, y José Vicente Gajardo.
Aura Castro es una artista en el sentido pleno de la palabra, por formación, inquietudes y experimentación, como así lo prueba el medio centenar de exposiciones colectivas en las que ha participado, algunas de las más relevantes entre las celebradas en Chile en los últimos lustros, donde, además como mujer, se ha realizado dentro de un fuerte compromiso con la propia realidad circundante.
Fotografía de la portada: Aura Castro, escultora (Jaime Villaseca)
Notas
[1] Carlos Miraz, de la Universidad de Córdoba (España). Con motivo de la participación de Aura Castro en la Muestra Chilena de Escultura Contemporánea, patrocinada por el Ministerio de Asuntos Exteriores del país andino y la Galería Artespacio, de Santiago, que recorre varias capitales de Portugal, España, Francia y Alemania.
[2] LARA, Carolina. “Reconocidas escultoras vuelven al Museo Nacional de Bellas Artes”, Sepiensa.net, espacio para el debate en arte y ciencias sociales,
(http://www.sepiensa.net/edicion/index.php?option=content&task=view&id=578&Itemid=43)
[3] HUIDOBRO HOTT, Beatriz. “Arte Chileno, entre la realidad y la memoria (Chilean Art Between Reality and Memory)”, En ReVista. Harvard Review of Latin America. Primavera de 2004. Número dedicado a “Chile. A Changing Country”. David Rockefeller Center for Latin American Studies Harvard University. http://www.drclas.harvard.edu/revista/articles/view_spanish/714