El Premio Navarra de Pintura. El momento de la redefinición

El Premio Navarra de Pintura, que surgió en el seno de los Festivales de Olite, ha llegado hasta hoy, después de trece ediciones, en circunstancias que aconsejan una redefinición.

Recordemos que fue instaurado a propuesta de varios pintores, entonces colaboradores estrechos de la Institución Príncipe de Viana, Mariano Royo, Pedro Salaberri y Pedro Manterola, promotores de una idea que no llegó a plasmarse -el Instituto navarro de arte Contemporáneo- ante la inexistencia de un museo de la actualidad plástica. De suyo, se pretendía ir preparando un fondo de pintura moderna con destino a ese, todavía hoy, inexistente museo.

Las obras de los ganadores quedaron, desde entonces, al cuidado de los conservadores del Museo de Navarra, junto a otras también adquiridas entre los seleccionados del Premio. El Museo, a decir verdad, ya cuenta con un fondo de arte contemporáneo amplio y de suficiente calidad como para merecer una exposición permanente.

Pero el Premio ha servido para algo más: para estimular una creación bastante libre de los artistas jóvenes, para favorecer una puesta al día en las corrientes experimentales de hoy y para recordar todos los años que Navarra existía en el ámbito creativo (algo que en los campos del canto, del violín y del vídeo se ha conseguido con eficacia).

Sin embargo, su prestigio se ha ido diluyendo peligrosamente después de haber contado entre sus jurados con destacados nombres de la cultura y resultado galardonados artistas cuya fama luego se ha acrecentado.

Como se sabe, este año no se ha convocado el Premio, pensando en insuflarle nueva vida, quizás convirtiéndolo en bienal, alternando pintura con escultura, para redundar así en la mejora de la colección de arte contemporáneo existente.

Ha llegado el momento de definir mejor este Premio, que ha permanecido en los últimos años al albur de los presupuestos de Navarra y de una cofinanciación privada simbólica. Mi propuesta al respecto sería la siguiente:

  • Darle un carácter bienal, alternando pintura y escultura cada año.
  • Dar entrada en su jurado a museólogos y profesores universitarios de la especialidad, que junto a responsables de centros culturales y críticos de arte, de diferente extracción en sus gustos, pudieran incrementar el prestigio del Premio con su colaboración. Invitar a jurados españoles y europeos, ya que creo que este Premio debiera orientarse finalmente al ámbito de Europa.
  • Tratar de obtener un mecenazgo privado más consistente y decidido.
  • Y planificar bien la publicidad de su convocatoria.

A mi modo de ver, Navarra se va estancando en el ámbito de las artes plásticas. A la inexistencia de un museo de arte contemporáneo y ralentización del proyecto de la Fundación Oteiza, se suma la carencia de una Facultad de Bellas Artes que dinamice el propio ámbito, las galerías luchan por su supervivencia y las iniciativas empresariales son limitadas. No hay una buena coordinación ni colaboración delas entidades públicas para unir objetivos. Y, sin embargo, el número d artistas es considerable.

(Imagen de la portada: cubierta de RNA, núm. 11, septiembre de 1996)