Europa, una comunidad artística

Europa, además de constituir un escenario geográfico con una historia propia, aunque diversa, se ha significado como comunidad artística sometida al intercambio de influencias.

Esto es un hecho desde la Prehistoria, mediante el gran Arte del Paleolítico, cuando en cavernas se graba o pintan formas y símbolos de un arte que anticipa el desarrollo posterior de las orientaciones figurativa y abstracta. En la arquitectura megalítica se halla el embrión de los templos que más tarde concitarán el culto a la divinidad.

Sobre el cimiento del Arte Prehelénico (Creta, Troya y Micenas) y de las influencias de las antiguas artes egipcia y asiria, se elevará el Arte Griego, que será trascendental para el desarrollo artístico no sólo en Europa sino en el mundo occidental, por el ideal de belleza proporcionada y encarnada en el hombre, que será la medida de todo. El artista, en Grecia, cobra una dimensión nueva. Es mirado con admiración y adquiere un respeto y una personalidad que antes no tenía. En Grecia, también, se compenetran las artes en el templo, que a partir de entonces se transforma en el monumento capital de cualquier manifestación creativa.

Grecia es la creadora de la polis. En un pueblo democrático, como el griego antiguo, la urbanización cobra un interés especial, así como la casa del ciudadano, su sepulcro, el monumento conmemorativo, el teatro, el odeón, el estadio y el hipódromo. Así, para el siglo IV antes de Cristo, tenemos ya configurados los géneros que alimentarán el arte posterior: el arte funerario, el arte heroico, las diferentes especialidades arquitectónicas y la ciudad (con su acrópolis y santuarios), como centro donde se gesta el encargo de la obra artística y donde el pueblo puede admirar las primeras colecciones en los primitivos museos.

Asimismo, el dominio de los diferentes materiales, la plasmación del realismo en su evolución hacia el barroquismo y la policromía, son un hecho.

La importancia del Arte Romano es que adquiere una personalidad sin desdeñar las fuentes externas de influencia: por un lado el arte griego llega a Roma por Sicilia, la Magna Grecia (o Italia meridional) y Etruria, que incorpora a sus manifestaciones artísticas formas orientalizantes de la naturaleza; por otro, se recupera la herencia de las viejas civilizaciones itálicas de los terramaras y de Vilanova.

Sobre este cimiento eleva el Arte Romano su estética basada en la simetría y en la axialidad (recordemos el cardo y el decumanus que organizan la civitas), guiadas por un sentido del conjunto que se manifiesta en la arquitectura mediante el empleo de técnicas nuevas (construcción de ladrillo con mortero, empleo de la bóveda y la cúpula).

La programación de obras públicas, casas de varias plantas, palacios, foros, templos, todo un sistema arquitectónico complementario (desde las termas a los mercados), bellas decoraciones escultóricas y pictóricas, mosaicos, objetos utilitarios de diseño, todo este conjunto genera un confort progresivo e inusitado que rebasará el área impregnada de Helenismo para extenderse por gran parte de Europa y sus confines. Estos avances coexisten -como sucede en Hispania con el arte de los celtas y de los íberos- con otras culturas arraigadas. La basílica romana se transformará en modelo del templo cristiano tras el Edicto de Milán del 313, simbolizando en lo sucesivo la dependencia del Arte Romano al primer Arte Cristiano. El Arte Romano propiamente dicho se mantendrá en la nueva capital del imperio bizantino, desde donde irradiará su influencia desde el 330 hasta la caída de Constantinopla a manos de los cruzados en 1204, con un gusto por la riqueza decorativa producto de la mezcla de Oriente con Occidente.

Durante la época dorada del emperador Justiniano (siglo VI) las naves laterales de la basílica se dotan de tribunas y surge la planta de cruz griega capaz de soportar el peso de una cúpula central. Son los antecedentes de la arquitectura medieval cristiana, que se conjuntan en la catedral románica. En Bizancio surgen también los “tipos” de imágenes y composiciones iconográficas que influirán en el Arte Románico.

Mientras, en las antiguas provincias del Imperio de Occidente, y tomando por modelo las construcciones clásicas, comienza a formarse un nuevo arte que precede al Románico: un arte ingenuo y hasta bárbaro, pero que presenta innovaciones. Así sucede, entre los merovingios, con la introducción del campanario ante la iglesia; los escandinavos emplean la arquitectura de madera; los carolingios introducen ábside, crucero, coro y girola, además del pilar cruciforme, en el templo cristiano; los lombardos el pilar compuesto; godos y astures potencian la orfebrería; la miniatura sobre códices destaca en Irlanda, Inglaterra y la España mozárabe.

Como consecuencia de la presión árabe, los territorios comprendidos entre la India y el Magreb (Siria, Persia, Palestina, y norte de África) quedan bajo el dominio del Islam en el siglo VII. En España se configura el Califato de Córdoba y la presencia árabe entre los siglos VIII y XV aporta a nuestro país unas particularidades casi únicas en Europa debido a la religión musulmana, que da unidad estilística a la producción artística hispánica. En oposición a la tendencia grecolatina, al Arte Islámico no le interesan ni la representación humana ni de la naturaleza, pero sí la decoración profusa bajo influencias orientales (sasánida, helenística y bizantina), primando la combinación repetitiva de líneas, lazos y plantas, buscando el efecto polícromo y la sensación de riqueza en las combinaciones de ladrillo, azulejos, yeserías, artesonados, tejidos y marfiles. Todo un mundo de sensaciones, único en Europa, se abre al visitante bajo los arcos de las estancias de mezquitas y palacios.

Este barroquismo orientalizante y africano se opone frontalmente al Arte Románico, que surge a finales del siglo X y principios del XI, caracterizado por su sobriedad.

El movimiento románico está apoyado por circunstancias históricas -el fin de las invasiones bárbaras-, con lo cual renacía la seguridad y Europa se disponía a recobrar la hermandad romana, pero no alrededor de la Roma pagana, sino teniendo como centro la Roma cristiana. El Arte Románico es el primer arte europeo. Su denominación -románico- evoca a Roma. De este arte anterior toma dos de sus elementos esenciales: el arco de medio punto y la bóveda de medio cañón. La uniformidad de los elementos y construcciones románicas se debe a dos vínculos de unión: las órdenes monásticas y las peregrinaciones. De la Abadía de Cluny (en Francia) derivan más de un millar de abadías filiales. Un flujo y reflujo a través de los caminos a Roma y Santiago de Compostela, transportan las influencias de un lado a otro. Así, los canteros lombardos recorren toda Europa aportando sus temas ornamentales, de Francia se expande el modelo de iglesia de peregrinación, en Italia se mantiene en cambio el gusto por lo clásico. El Camino de Santiago es la vía de comunicación que favorece la penetración europea en España y la influencia árabe en Europa.

La escultura románica anticipa aspectos sorprendentemente modernos. El proceso de abstracción al que la somete el naturalismo clásico, el frontalismo de las imágenes y la depuración de volúmenes inspirarán al escultor moderno, que halla entre el románico y el arte negro asombrosas coincidencias que fecundarán la escultura europea del siglo XX. La iconografía románica está animada, además, por una intención docente, incluso moralizadora, semejante a la que guiará las narraciones en madera de los retablos renacentistas pos-tridentinos, en España, y el afán aleccionador de los temas representados en los lienzos neoclásicos de Jacques-Louis David.

El Gótico es un arte elevado, en el sentido longitudinal, pero sobre todo espiritual del término. La gran obra del Gótico es la catedral, en tanto que la obra del Románico y del Cisterciense ha sido el monasterio. Mientras que el monasterio es como una polis autosuficiente, la catedral, que se extiende por Europa coincidiendo con el desarrollo de las ciudades en el siglo XIII, es urbana.

Cada país tiñe con sus características propias el nuevo estilo. España le añade lo mudéjar. Portugal prefiere la ampulosidad decorativa, frente a una Alemania que no desecha el Románico del todo. El Gótico inglés es curvilíneo y el italiano sigue con su clasicismo.

El Gótico persigue todavía más la popularización del arte, fomentando el naturalismo y la expresión narrativa de la Historia sagrada, acercándola al hombre, como pregona San Francisco de Asís con su nueva actitud espiritual.

Cuando en el norte y centro de Europa se mantiene el Gótico, cuando en Flandes surge en el siglo XV un nuevo esplendor con Van Eyck y Claus Sluter, en Italia comienza el Renacimiento. A España, sin embargo, por sus posesiones en Italia, ya en el siglo XIV llegan las influencias renacentistas, que se pueden apreciar en su pintura.

El Renacimiento supone un giro de 180º con respecto a la Edad Media, en la que el hombre ha sido un ser religioso. En el Renacimiento no es que el hombre se haga incrédulo, pero centra la vida en sí mismo, no en Dios. Con el Renacimiento empieza la Edad Moderna, curiosamente mirando al pasado clásico. El Humanismo del Renacimiento busca convertir al hombre en un ser científico capaz de abarcarlo todo. Su consecuencia es el individualismo, la libertad de espíritu, el culto a la vida y a la naturaleza. La situación política de Italia, dividida en estados, donde los estilos medievales no se implantaron del todo, favorece su predominio absoluto en Europa hasta que en el siglo XIX ceda parte de su protagonismo a Francia, coincidiendo con una nueva evasión hacia la antigüedad greco-latina entre los neoclásicos y románticos.

De nuevo se hace presente entonces la variedad europea, pues siendo cierto lo que decimos, sólo lo es en parte: el Renacimiento español imitó al italiano en las formas, pero no en el contenido, puesto que siguió siendo religioso, sin ninguna ruptura en este sentido con el arte de la Edad Media.

En el Renacimiento presenciamos la fusión armónica y complementaria de las artes con la arquitectura, según unos patrones de proporción y equilibrio que se alteran en el Barroco buscando el efectismo del movimiento y de la luz, en un arrebato pasional que anuncia el Romanticismo. Ya podemos hablar de un deseo de alcanzar la “obra total”, la escenificación de las artes sobre un único plano, el arquitectónico. El Modernismo tenderá también a ello y aún el Constructivismo ruso, que genera un arte ingenieril.

Europa se conmueve en las últimas cinco centurias. Los genios del Arte lo atienden todo, el entrecruzamiento de influencias es enorme, no sólo por las cada vez más intensas acciones políticas, sino por el intercambio cultural que supone el advenimiento de la imprenta y del grabado, especie de primitiva “fotografía” en lo que tiene de multiplicación de imágenes. Podemos decir que Europa es un hervidero cada vez más internacionalizado. Ya no sólo debemos hablar de hegemonías políticas, sino de potencias culturales: lo es Italia durante el Renacimiento; España, Holanda y Alemania comparten con ella protagonismo en el Barroco; Francia se erige en modelo a partir del siglo XIX, en particular desde la explosión impresionista, que no es ajena al colorismo evanescente de Turner ni a la visión a plena luz del día de los paisajistas ingleses y holandeses.

La preocupación por la luz, que ha sido una constante en las artes, durante el Barroco se convierte en un elemento capital, pues en combinación con el movimiento y la perspectiva revelará ese efectismo óptico que obsesionará al artista contemporáneo, perseguidor también del realismo. La instantánea fotográfica visual ya se adivina en el “David” arquero de Bernini, sorprendido por el artista en el acto de disparar su dardo. La asimetría en la composición barroca, la plasticidad del escorzo como sorprendido por el artista, parecen exigir una imagen en movimiento como la que trae el cinematógrafo en 1895.

Con el Romanticismo se inicia el Arte Moderno, ya que todo lo que pregona se somete al temperamento del artista. Su defensa de la subjetividad y de la libertad creativa son las claves dominantes desde el siglo XIX a nuestros días. El valor que la pintura romántica da al color, como vehículo para expresar la conmoción del artista, es base de tendencias posteriores como el Impresionismo, el Fauvismo y el Expresionismo, que se extienden internacionalmente.

En Europa, desde 1907 a 1939, se libra una batalla a nivel conceptual entre los partidarios y adversarios de la naturaleza, que trae su adscripción a dos bandos: los figurativos y los abstractos. Todo el mundo occidental mira hacia las Vanguardias Europeas en esos años difíciles de tensiones políticas que, paradójicamente, fecundarán el arte. El expresionismo alemán aprende entonces a testimoniar la desgarrada situación existencial de los berlineses, y todavía hoy traduce esa actitud desesperada de los pintores, llamados ahora “nuevos salvajes”, cuyos rasgos de color refieren la condición humana sentida desde el centro de Europa.

El arte del siglo XX se internacionaliza y uniformiza mundialmente, en buena manera por el intenso intercambio cultural de nuestra época. Ya en el siglo XIX llegaron a Europa influencias de otros continentes, unas traídas desde las colonias allende los mares, otras venidas de China y Japón. Pero a partir de 1945 son los Estados Unidos de América los impulsores de un arte internacional dominado por el Expresionismo Abstracto, los Nuevos Realismos y el Arte Conceptual.

¿Qué papel ha correspondido a Europa en la Historia de las Artes Plásticas? Sin duda un papel de primer protagonismo hasta el siglo XX en el ámbito occidental, porque la importancia de otras culturas -como la india, la china o japonesa- han sido casi del todo ignoradas, aunque hubiera habido contactos que los historiadores calificamos vagamente de “orientalismos”.

Como conclusión diré que, a mi modo de ver, Europa ha sido el escenario de una experiencia artística compartida. Escenario fecundado por influencias de distinta clase -como acabamos de ver- dentro de una evidente variedad de planteamientos que han enriquecido el panorama de las Artes sin merma de lo propio. Y Europa hasta ha llevado su cultura al continente americano, en el caso de España fusionando esta cultura con las culturas de otras civilizaciones, en un feraz sincretismo.