Estelas funerarias de Navarra

Presento mi intervención en el debate programado por el Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco (Bilbao), el 31 de octubre de 2001, dentro del ciclo “Viajando por las estelas-Programa cultural 2000”.

Introducción

Entre los diferentes monumentos funerarios que en Navarra han servido para señalizar las sepulturas figuran las estelas discoideas, las cruces y las laudas. Las estelas tabulares, de forma rectangular, que tan rápidamente se extendieron en la comarca vasco-francesa del Labourd durante los siglos XVII y XVIII (en lo que influiría la incorporación de textos escritos cada vez más extensos), no llegaron a emplearse en Navarra prácticamente. Por el contrario, la cruz fue postergando a la estela discoidea en Navarra progresivamente a partir del siglo XV y, en la antigua Merindad de Ultrapuertos o Baja Navarra, desde 1600, generalizándose ya del todo en el siglo XVIII, si bien no se llegó a la exclusión completa en esta zona. Por su parte, las laudas o planchas de madera o piedra que recubrían las fuesas en el interior de las iglesias, convivieron con estos monumentos desde la Edad Media al siglo XVIII por lo menos. De estas últimas, Colas catalogó unas 34 en Ultrapuertos, mientras que en Navarra no se ha comenzado todavía su localización sistemática (1). Su mayor interés es epigráfico y no ornamental. No ocurre lo mismo con las cruces bajo-navarras que presentan perfiles muy recortados y festoneados, de una fantasía exuberante un poco barroca, en las que los adornos e inscripciones se han pintado en negro sobre blanco dándoles un singular aspecto. Pero de todas estas piedras funerarias, la más antigua y con una tradición más lejana es la estela discoidea. Hasta el año 2000 inclusive se han catalogado 1.362 piezas en Navarra, cifra a la que si sumáramos las 544 identificadas en Ultrapuertos, principalmente por Colas y Barandiaran, daría un total de 1.906 ejemplares (2).

Aspectos que definen la estela discoidea

Son cuatro los aspectos que definen la estela discoidea:

  1. Desde el punto de vista morfológico, se compone de dos partes: el disco (circular) y el pie (trapezoidal), que se unen en la zona llamada cuello y que fija la transición entre ellos. También dispone de un canto que completa su silueta. La decoración cubre el disco –por una o dos caras- y, excepcionalmente, el pie y el canto. Estas libertades ornamentales son muy comunes. Por ejemplo, entre las catalogadas hasta 1979 había en Navarra 88 ejemplares con el pie decorado, la mayor parte de ellos en contacto con la Baja Navarra, donde los ejemplos ascienden a 247 antes de ese año. La canto-decoración también es superior en la Navarra ultra-pirenaica a la de la Navarra peninsular, pero en aquella se limita prácticamente a excrecencias esféricas, mientras que en la actual demarcación navarra la imaginación ornamental es superior, pese a que los ejemplares con este tipo de ornamentación sean menos.
  2. La estela tiene un doble valor, su forma plástica y su contenido espiritual. En la forma tiende siempre a un equilibrio basado en la armonía entre medidas, módulos y ritmos. En el contenido, es una manifestación de la actitud del hombre cristiano ante el más allá y, en este sentido, será como una prolongación de su personalidad.
  3. También es el soporte de un lenguaje simbólico a través de las imágenes que sugiere la decoración.
  4. Por otra parte, la mayoría de las veces se inserta en un contexto dado, el cementerio: la estela ejerce ante la tumba de los antepasados una función protectora, representa el hogar familiar, en el que se siente el vacío de un ser querido (3). Pero también, aunque no es muy frecuente, puede informar del lugar donde yace el último fallecido entre el vecindario (caso de Iroz). Sin embargo, con cierta frecuencia, no va asociada a tumba alguna, y así ocurre cuando hace de crucero (San Martín de Unx) o de estación del Via Crucis (Sánsoain de Orba) o conmemora –a la vera del camino más próximo- un hecho luctuoso accidental o la expiación de una muerte violenta (en el Valle de Améscoa hay varios casos), o las meras acciones del hombre (Bigüezal). También puede señalar el emplazamiento de un antiguo lugar sagrado (la ermita de San Pablo de Eulate), llega a proteger los campos de las malas cosechas, de las plagas y nublados (en el Valle de Yerri), sirve para delimitar los campos (San Martín de Unx), para acotar el espacio cementerial (Orísoain) o de culto (Miranda de Arga). También se ha planteado como hipótesis la posibilidad de que las estelas fueran erigidas en el interior de los templos (formulación de Duvert, Peña Santiago, Pérez de Villarreal y Zubiaur) (4). Vemos, por tanto, que la estela discoidea ha tenido, y aún tiene, múltiples significados, dependiendo del espacio en que se erija. Y aún se la ha empleado como mera piedra de relleno, con fines exclusivamente decorativos o como monumento político.

Localización de los hallazgos

Ésta se ha precisado tras la consulta del catálogo de las estelas publicadas hasta el año 2000 inclusive. Se registra la mayor densidad de hallazgos en los valles pirenaicos centrales y orientales, Cuenca de Lumbier-Aoiz e inmediaciones de Pamplona, descendiendo levemente en la zona media oriental y más en la occidental (Tierra Estella), a excepción del Valle de Yerri, con focos sueltos en el corredor de la Barranca, Val de Santesteban, Bera, Baztán y algunos puntos dispersos en la Cuenca de Pamplona.

Los hallazgos de los últimos veinte años han prolongado hacia el sur la línea de dispersión de las estelas más allá de Santacara, punto más meridional hasta la aparición del Atlas de Navarra en 1979. Así, han surgido estelas en poblaciones como Mélida (3), Tudela (2), y Cabanillas (1), que se suman a las 4 del Monasterio de Santa María de la Caridad de Tulebras, ya muy cerca de la muga con Zaragoza. En las proximidades de La Rioja, al SOE, se han descubierto nuevos ejemplares en Torres del Río y Viana. Estos hallazgos, aunque a nivel cuantitativo escasos, extienden el área de dispersión de la estela discoidea a toda la región navarra.

Los lugares con mayor número de piezas catalogadas tras los descubrimientos han sido hasta el momento: Peña (42 ejemplares), Bera (36), Espinal (26), Echalar (25), Valcarlos (24), Sangüesa (23), San Martín de Unx (21), Alsasua (20 estelas o ¿estatuas-menhires?), Oroz-Betelu y Vidángoz (20), Sánsoain de Orba (14), Iturgoyen de Guesálaz, Monasterio de Iranzu y Eraúl de Yerri (15), Garayoa (12), Eulate, Esparza de Salazar e Induráin (11), Guirguillano y Zalba (10).

Cronología

Salvo en pocos casos, los investigadores no han seguido unos criterios verdaderamente rigurosos para fechar las estelas con cierta exactitud, por lo que hoy contamos con dataciones vagas y tan solo seguras a partir del siglo XVI y no siempre (5). No más del 30% de las estelas discoideas navarras catalogadas han sido datadas, del resto únicamente conocemos su morfología, tipometría y contexto del hallazgo.

Las más antiguas son la estela de Amescoazarra, de posible origen celta; las de Liscar (Liédena), Arazuri y Soracoiz (Guirgillano), de influencia ibérica; la del Castellar de Javier, anterior a la Romanización; los fragmentos perdidos de Biokoitzazpe (Alsasua) y una estela de Eulate con perforación central (del Museo San Telmo de San Sebastián), anteriores al Cristianismo; otras nueve estelas de Soracoiz, romanas, paleocristianas o, como hipótesis complementaria, célticas; un ejemplar de Iriberri (desolado de Leoz) estaría emparentado con éstas de Soracoiz y las vizcaínas de Arguineta, es decir, a datar entre los siglos I a. de Cto. y IX de la era cristiana; del siglo IX sería la estela de Errotabidea (Goñi); muy antiguas o antiguas son las de Santacara, Sánsoain de Orba, Oronz de Salazar, Oronoz-Mugaire, Zubiri, Eulate y Lanz; de la alta Edad Media, una de Espinal, dos del Museo San Telmo y otras de Lanz y de Ujué; de fines de esta época la de Gomacin (Puente la Reina); de las consideradas medievales, románicas, proto-góticas, góticas o bajomedievales, hay algo más de un centenar; del siglo XV se han datado 3, del XVI 1, del XVII-XVIII 13 y del siglo XIX 3 estelas (6), aunque enseguida veremos que su uso no se ha interrumpido.

Las causas de la decadencia y desuso de la estela discoidea en Navarra obedecieron a tres factores: 1º Naturalmente, los cambios debidos a las modas, favorecidos por el despegue económico moderno, que fueron motivando las novedades apuntadas al principio; 2º El Papa Gregorio IX dio libertad a los fieles cristianos para que, a partir de la segunda mitad del siglo XIII, enterraran a sus difuntos en el interior de las iglesias, práctica exclusiva hasta ese momento del clero, de la nobleza, de los mártires o de los benefactores de la Iglesia, lo que fue ocasionando un desinterés hacia estos monumentos, muchos de los cuales fueron destruidos o aprovechados como material de construcción; y 3º El desarrollo de las villas amuralladas en los siglos XIII y XIV motivó la escasez de los terrenos que rodeaban las iglesias, lo que incidió en la misma reacción de agotar el suelo de las naves de las iglesias para las inhumaciones, hasta que en el siglo XVI se afianza totalmente la nueva costumbre. En San Martín de Unx, sin embargo, ya en el siglo XIV se aprovechan las estelas para la construcción. El germen de la destrucción ya estaba bien desarrollado cuando Carlos III ordenó en el siglo XVIII el traslado de los cementerios a extramuros de las poblaciones. No obstante, la fiebre devastadora no cundió tanto por la Montaña de Navarra, sin duda por ser esta zona más impenetrable y amante de las tradiciones seculares. En el primer tercio del siglo XX comenzamos a ser testigos de la reaparición del uso de la estela discoidea como cabecera de la tumba familiar en nuestros actuales cementerios, lo que Ukar relaciona con el auge de los nacionalismos, que rastrean señas de identidad propias. Ahora se trata de estelas en cuya ornamentación el cantero sigue los modelos propuestos por Colas (en el Cementerio de Pamplona son palpables también los influjos de las estelas aezcoanas). Son estelas decoradas únicamente por su anverso, elaboradas en piedra importada, bronce e incluso madera, con ostentación de cruces y otros motivos usuales en ellas (es frecuente el lauburu cristianizado), aunque algunas destacan por ornamentaciones más historiadas, en combinación con epigrafías. Son más esbeltas y menos gruesas que las antiguas, y también de labra más perfecta (7).

Ornamentación

Las estelas discoideas navarras son parte de un arte popular anónimo, imitativo, con voluntad de representación realista, no obstante lo cual a veces adoptan símbolos que aún hoy tienen un significado poco claro. Algunas piezas procedentes de Eransus, Egüés, Oscáriz, Cáseda, San Martín de Unx, Ujué y de la colección del Museo de Navarra plantean problemas de interpretación que llevan a pensar en la existencia de un arte abstracto popular. Pero, por lo general, el cantero se ha sometido a varios influjos: A) El de una tradición decorativa muy antigua que proviene de los pueblos indoeuropeos, enriquecida en la Edad Media, cuyo máximo exponente es la decoración astral; B) De la magia de tipo profiláctico (recopilada por Paracelso en su Archidoxis Magicae en el siglo XVI), de donde se pudieron tomar ciertos signos protectores (como el signo ovifilo, por otros llamados esvástica), alguno de los cuales ya había sido empleado por el pueblo hebreo (el sello de Salomón), reutilizados por el Cristianismo; C) De las antiguas monedas en curso, cuya simple forma y división en cuarteles sugirió al lapidario navarro nuevas posibilidades decorativas, tomando de ellas cruces diversas, flores de lis y otros atributos; D) De algunos emblemas corporativos adoptados en la Edad Media (la pentalfa); E) De los anagramas de Cristo (IHS, alfa y omega) y de María; F) De la heráldica; G) De los relieves y monumentos del entorno (algo ya probado en las estelas de Sangüesa y de Ujué); y H) De los instrumentos y objetos del difunto, costumbre posiblemente observada en las estelas de la Vasconia romana.

La decoración imita con frecuencia la irradiación solar, pues los elementos decorativos se disponen circularmente en torno al centro del disco, provocando efectos ópticos de claroscuro que simbolizan la pervivencia del alma del difunto, homenajean al Creador del Sol que es Dios y atestiguan una trascendencia.

Entre los más abundantes motivos decorativos se hallan los geométricos (círculos, semicírculos, arcos, escuadras, triángulos, líneas y entrelazos, etc.) y astrales (estrellas y en menor grado soles y medias lunas), que se hallan muy diseminados, con la excepción de un signo ovifilo en Cáseda y un tetrascele en Santacara; los elementos vegetales, en concreto rosetas pluri-pétalas, son abundantísimas, con algún caso excepcional de representación del árbol en un ejemplar de Goldáraz y en otro de Aróstegui, tomados de la heráldica o con interpretación simbólica; los motivos figurativos son escasos: si nos referimos a la representación de animales, se representan cuadrúpedos en 6 cementerios, bípedos alados en 7, serpientes en 4 y, en combinación con figura humana, aparecen en estelas de Espinal, Goldáraz, Izalzu y Lizarraga; la imagen de Cristo Crucificado se reduce a contados ejemplares de San Martín de Unx, Torres del Río y Puente la Reina; entre los signos místicos, la cruz cubre todo el área de dispersión de estos ejemplares a excepción de ciertos puntos de la Navarra nor-occidental, Salazar-Roncal, y Javier-Liédena; los anagramas IHS (Iesus Hominum Salvator), MA (María), y el Corazón Inflamado, se muestran en contacto con Ultrapuertos (de ellos el más frecuente es el primero y los otros dos aparecen tan solo en Valcarlos y Bera); la elipse (símbolo del Ojo Divino), es privativa de la Navarra oriental; entre los objetos-atributo del difunto predomina la podadera de viña y el martillo; las armas más comunes son la espada, la lanza, el dardo, el escudo y la ballesta (ésta en Moriones y San Martín de Unx); las arquerías son muy raras, tan solo en un ejemplar de San Martín de Unx y en otro de la colección del Museo de Navarra. Una observación interesante es que en la antigua Merindad de Ultrapuertos la ornamentación de las estelas es mucho más variada y de mayor gusto compositivo que en la Navarra peninsular, advirtiéndose paralelos decorativos a ambos lados del Pirineo.

Tipología, materiales y técnica

En 1979 diferenciábamos hasta 32 variantes tipológicas en atención a la constitución general de la pieza, producto de la libertad total de expresión del cantero, que también queda probada en la diversa ornamentación que exhiben (por ejemplo, distinguíamos hasta 38 clases diferentes de orlas obtenidas tan solo con motivos geométricos) (8).

Predomina la labra en piedra arenisca, en tanto que la caliza se emplea en áreas montañosas como el Valle de Améscoa o el Macizo de las Cinco Villas (Bera). Excepcionalmente se han utilizado otras rocas como el granito y la pizarra (en Valcarlos). Las dimensiones medias son 38 cm. de diámetro en el disco, 16 cm. de espesor y 66 cm. de altura, siendo excepcionales los 170 cm. de altura de una estela de Eulate sita en el Museo de San Telmo. El peso medio es de 50/60 kg. La técnica más seguida es el bajorrelieve con abiselado a dos vertientes, con el fin de obtener efectos de claroscuro. La incisión es menos frecuente, y raras la inscultura y el altorrelieve (ejemplar de Arazuri con guerrero ibérico).

El aporte de las estelas al creyente del siglo XXI

Ha quedado claro el uso polivalente de las estelas. Excluidas las funciones conmemorativas de tipo laico-político o meramente ornamental de estas piezas (9), el uso más frecuente, ahora revitalizado, como hemos escrito, sigue estando reservado a los creyentes, que incorporan en ellas los símbolos cristianos como en épocas anteriores.

Por encima de la moda local, que es una de las causas de su recuperación, pues aún son denominadas por muchos “estelas vascas”, siguen expresando los mismos anhelos de los creyentes de siglos pasados, aunque quizás integradas en la arquitectura de los panteones: el convencimiento de la inmortalidad del alma que se pone bajo el amparo de Dios, confiando en su Resurrección y en la Vida Eterna.

Bibliografía

“Actas del VI Congreso Internacional de Estelas Funerarias”, en Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra (CEEN), núms.. 65 (Ponencias) y 66 (Comunicaciones). Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1995.

COLAS, Louis (1923) La tombe basque. Recueil d’inscriptions funéraires et domestiques du Pays Basque Français. Paris, Honoré Champion (Reed. esp. en Bilbao por La Gran Enciclopedia Vasca, 1972, bajo el título de Grafía, ornamentación y simbología vascas a través de mil antiguas estelas discoideas. Tomo I, p.p. 79-262).

FRANKOWSKI, Eugeniusz (1920) Estelas discoideas de la Península Ibérica. Madrid, Museo Nacional de Ciencias Naturales. Reed. por J. M. Gómez-Tabanera-Ediciones Istmo, en Madrid, 1989.

IRIGARAY SOTO, Susana (1996) “La tumba familiar”, en Etnografía de Navarra (Dir. por M.A. Beguiristain). Pamplona, Diario de Navarra. Tomo II, págs. 385-398.

MANSO DE ZÚÑIGA, Gonzalo (1976) Museo de San Telmo. San Sebastián, La Gran Enciclopedia Vasca-Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián. Págs. 34-71 y 257-263.

ÚKAR MURUZÁBAL, J. (1994) “Ayer y hoy de la estela discoidea en Navarra”, en CEEN, núm. 64 (jul.-dicbre.), Pamplona, Institución Príncipe de Viana.

ZUBIAUR CARREÑO, F.J.  (1986) “Estelas discoideas”, en Gran Atlas de Navarra (Dir. por A.J. Martín Duque). Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra. Tomo II, págs. 35-36 (reed. por J.M. Gómez Tabanera-Ediciones Istmo, Madrid, 1989, dentro de la obra de FRANKOWSKI, E., cit., págs. 351-378).

Imagen de la portada: viejas estelas ornamentan ahora la entrada de la iglesia parroquial de San Juan, Estella

Notas

1. COLAS, Louis (1923) La tombe basque. Recueil d’inscriptions funéraires et domestiques du Pays Basque Français. Paris, Honoré Champion (Reed. esp. en Bilbao por La Gran Enciclopedia Vasca, 1972, bajo el título de Grafía, ornamentación y simbología vascas a través de mil antiguas estelas discoideas. Tomo I, p.p. 79-262).

2. Sumadas éstas a otras de cuya existencia se sabe, pero desaparecidas, la cifra podría alcanzar los dos millares entre las descubiertas en ambas demarcaciones. Ya refiriéndome a la actual Navarra, la marcha de los recuentos fue como sigue: 634 quedaron reflejadas en mi sistematización de 1979 y 1216 en la de Úkar en 1994, cantidad a la que habría que sumar las 146 publicadas en “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra” entre 1995 y 2000. Ver ZUBIAUR CARREÑO, F.J. (1986) “Estelas discoideas”, en Gran Atlas de Navarra(Dir. por A.J. Martín Duque). Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra. Tomo II, págs. 35-36 (reed. por J.M. Gómez Tabanera-Ediciones Istmo, Madrid, 1989, dentro de la obra de FRANKOWSKI, E. Estelas discoideas de la Península Ibérica, p.p. 351-378); ÚKAR MURUZÁBAL, J. (1994) “Ayer y hoy de la estela discoidea en Navarra”, en Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, en adelante CCEEN, núm. 64 (jul.-dicbre.), Pamplona, Institución Príncipe de Viana; BARANDIARAN, J.M.  (1970) Estelas funerarias del País Vasco (Zona Norte). San Sebastián, Txertoa.

3. La estela, en opinión de Ukar, viene a suplir el vacío que dejan las personas al morir. Por eso piensa Oteiza que la desocupación del espacio (el vacío) significa la muerte. De este modo –y no sólo por vía morfológica- se explica la teoría del origen antropomórfico de la estela discoidea (Ver UKAR MURUZABAL, J. Cit., p. 279). En Navarra, las estelas antropomórficas, que no superan el 10% de las existentes, se reparten, con especial intensidad, en torno a la línea Sánsoain-Leoz-San Martín de Unx-Ujué-Cáseda-Peña, y Tierra Estella (Ayegui, Azcona, Eulate, Iranzu, Los Arcos, Monjardín y Guirguillano), existiendo focos y puntos secundarios como la Cuenca de Pamplona, Valle de Erro y Valcarlos.

4. DUVERT, M. (1980) “Contribution à l’étude des monuments funéraires basques (III.- Les monuments funéraires témoins de la civilisation basque)”, en Bulletin du Musée Basque, nº 88 (2º trimestre). Bayonne. Pág. 65; PEÑA SANTIAGO, L.P. (1969) Arte popular vasco. San Sebastián, Txertoa. Pág. 245; PÉREZ DE VILLARREAL, V. (1988) “Fechado de estelas discoideas”, en CEENnúm.  52. Pamplona, Institución Príncipe de Viana. Pág. 183; ZUBIAUR CARREÑO, F.J. (1978) “Estelas discoideas de la villa de Ujué (Navarra”), en CEENnúm.  30, Pamplona, Institución Príncipe de Viana. Pág. 494.

5. Se exceptúan aquellas descubiertas en un contexto de yacimiento arqueológico o arquitectónico, en este caso por haber sido aprovechadas como material de construcción en la fábrica de iglesias documentables por vía histórica o estilístico-artística. Entre las primeras se hallan las estelas del cementerio del hoy desolado de Rada, pertenecientes a los siglos XIV y XV, y  la fragmentaria aparecida en la Iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río, del último cuarto del siglo XI. Entre las segundas, una aparecida en la Iglesia Parroquial de San Martín de Unx, formando parte de una bóveda construida en el siglo XIV. Ver JUSUÉ SIMONENA, C.-TABAR SARRÍAS, M. I.  (1995) “Estelas funerarias en Navarra. Su evolución en el tiempo”, en CEENnúm.  65 (en.-jun.). Pamplona, Institución Príncipe de Viana. Págs. 97-101;  UNZU URMENETA, M.-CAÑADA PALACIO, F.-LABÉ VALENZUELA, F. (1995) “Iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río: estela funeraria”, en CEENnúm. 66 (jul.-dc.). Pamplona, Institución Príncipe de Viana. Págs. 623-627; ZUBIAUR CARREÑO, F.J.(1977) “Nuevas estelas discoideas de San Martín de Unx”, en CEENnúm. 26. Pamplona, Institución Príncipe de Viana. Págs. 257-285.

6. Las más antiguas estelas datadas de la Baja Navarra son de principios del siglo XVI.

7. Ver PÉREZ DE VILLARREAL, V. (1995) “Reaparición del uso de la estela discoidea”, en CEENnúm. 66 (jul.-dicbre.). Pamplona, Institución Príncipe de Viana. Págs. 635-639; y UKAR MURUZABAL, J. Cit.,  Cap. 5 Pervivencias. Págs. 573-574.

8. ZUBIAUR CARREÑO, F.J.  “Estelas discoideas”, en Gran Atlas de Navarra. Tomo II, cit.,  págs.. 35-36.

9. Son varios los escultores que se han interesado por este modelo para expresar su creatividad (Oteiza, Chillida, Basterretxea…).