[La pintora] Adela Bazo

El 29 de marzo de 2007, en la Sala de Armas de la Ciudadela de Pamplona, el Ayuntamiento de la ciudad inauguró la exposición Pamplona. Año7, comisariada por el historiador Pedro Luis Lozano Úriz. El título aludía al año 1907, en torno al cual nace una generación de nombres que se manifestará en la pintura navarra de la primera mitad del siglo XX. La semblanza de sus integrantes –Leocadio Muro Urriza, Antonio Cabasés, Julio Briñol, Crispín Martínez, Eugenio Menaya, Gerardo Lizarraga, Asunción Asarta, Adela Bazo, Emilio Sánchez Cayuela “Gutxi”, Gerardo Sacristán, Pedro Lozano de Sotés y Francis Bartolozzi- fue encomendada a especialistas, correspondiéndome las biografías de Gerardo Lizarraga y Adela Bazo.

Ésta, que ahora se ofrece, es la segunda de ellas.

 

Tratamos de reconstruir con estas líneas la vida de Adela Bazo y Cunchillos, cuya actividad ha discurrido en paralelo a acontecimientos políticos que no han facilitado su seguimiento, como tampoco su asentamiento en Argentina. Animados sus herederos por el entonces alcalde de San Sebastián, Sr. Ortazu, a principios de la década 1990, la familia de Adela Bazo ofreció al Gobierno de Navarra una parte significativa de su obra pictórica, que de esta forma ingresó en el Museo de Navarra hace dieciséis años [1].

Su proyección en el mundo artístico

Sabemos que Adela Bazo nace en Cascante, por deseo expreso de sus padres, que vivían en San Sebastián, el 20 de febrero de 1905, siendo estos Pascasio Bazo Revuelta, natural de esta villa ribera, dedicado al transporte de personas, aunque perteneciente a una familia dedicada tradicionalmente a la carnicería, y de Carmen Cunchillos Moreno, de “los severinos” de Tarazona. Sus padres se casaron en el santuario de la Virgen del Romero, a cuya puerta plantaron sendos árboles. Aquella devoción pudo ser la causa de la profunda religiosidad de su hija Adela, parte de cuya temática pictórica posterior se centrará en el asunto religioso. Las circunstancias familiares le imponen su traslado a Madrid, en cuya Universidad Central, sobre 1928, se licencia en Ciencias Exactas, empleándose como profesora de matemáticas del Instituto de enseñanza Lope de Vega, situado en la calle Manuel Silvela del popular barrio de Chamberí, donde ejercerá hasta su marcha a Argentina en 1948.

La pintora Adela Bazo

Veinte años antes ya se le había revelado su vocación pictórica, sin antecedentes familiares que la explicasen, salvo una sensibilidad natural en sus padres y abuelos que se manifestaba en un gusto por la escritura. De 1930 datan tres cuadros significativos de su incipiente trayectoria: un retrato de su hermano Antonio y otro de su padre, además de la representación de una sardinera vasca típica que donaría al Museo de San Telmo de San Sebastián, ciudad de residencia de su padre, iniciándose de este modo su inclinación por la pintura de personajes y tipos corrientes. Precisamente, en 1931, participa en la Exposición de Artistas Vascos de esta ciudad con motivo de la inauguración del Museo y Bibliotecas de San Telmo, donde presenta tres óleos (dos retratos y una figura). Tenemos noticia de que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) le concede en 1944 la codiciada Beca Conde de Cartagena por su cuadro titulado “La Vitrina”, la misma beca que permitió ampliar estudios en el extranjero al músico Joaquín Rodrigo y al arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza en distintos momentos del pasado siglo. Que dos años antes había obtenido la Medalla de la Exposición Nacional “Estampas de la Pasión”, en Madrid, organizada por los Cruzados de la Fe, con su cuadro “El Sermón de la Montaña”, y que en 1945 consigue la Tercera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes por un “Paisaje Gallego”. Ya en esta época se siente muy atraída por el paisaje como género pictórico, paisaje que aprovechaba para pintar sobre todo durante sus vacaciones escolares de verano, visitando Galicia y Pasajes de San Juan, en Guipúzcoa.

La razón por la que en 1948, contando 43 años de edad, emprende un viaje a Argentina, donde le espera su hermano Manolo, es para aceptar una herencia de su tío Antonio Cunchillos, que había hecho fortuna en Jujuy. Sin embargo, tras unos tiempos de comodidad -se instala en la calle Bartolomé Mitre 2637, 10º, depto. 105, de la capital federal Buenos Aires [2]– surgirán las dificultades económicas bajo el régimen peronista que le impedirán regresar a su país de origen, falleciendo en 1989 prácticamente sola (también el hecho de que su hermano Manolo hubiera muerto años atrás en Argentina le sujetó a esta tierra de adopción), sobreviviendo en su última época gracias a la pensión lograda como profesora en España. No obstante intentó instalarse en España cinco años antes de morir, pero la experiencia de ese último viaje fue para ella bastante triste, al comprobar que sus amistades habían desaparecido y que en Cascante no existían condiciones alentadoras para trabajar como pintora. Tras despedirse de sus familiares en San Sebastián regresó a Buenos Aires, de donde ya no volvería jamás. Quedó enterrada en el cementerio bonaerense de la Chacarita.

En el nuevo destino desarrollará esa vocación artística iniciada en España, dedicándose exclusivamente a pintar y a dar clases particulares de pintura. Su determinación le ayudó a relacionarse con la clase diplomática española, con la que ideológicamente se sentía afín, pintando bastantes retratos de cancilleres, que le permitirán ser en 1956 expositora invitada de la II Bienal Hispano Americana de los países del Caribe, y Miembro del Consejo Académico del Instituto Argentino-Hispánico.

Quienes la conocieron nos la han descrito como “buena persona, severa, puritana, piadosa y hasta un poco aventurera, a la que le costaba desprenderse de su obra, por eso tal vez pasó alguna estrechez y al ser soltera murió sola y entregada completamente al trabajo”.

Sus exposiciones individuales a partir de entonces fueron numerosas:

  • 1949. Buenos Aires, Galería Witcomb.
  • 1950. Buenos Aires. Galería Witcomb. Su cuadro “El Milagro de Fátima” es apadrinado por el embajador de Portugal en la Argentina.
  • 1950. San Salvador de Jujuy, Salas de la Comisión Provincial de Cultura.
  • 1950. Resistencia, Centro Cultural Humanístico (repite en 1952).
  • 1952. Buenos Aires, Galería Serra, invitada por el Instituto Argentino de Arte.
  • 1955. Montevideo, Club Español, con el patrocinio del embajador de España, Marqués de Saavedra. Es presentada por la Galería Display.
  • 1961. Buenos Aires, Salón de Exposiciones de Pinturería Colón, con los auspicios de Macá.
  • 1966. Mar del Plata, Club Pueyrredón, invitada por el diario La Nación y el auspicio compartido de la Dirección Provincial de Turismo.
  • 1966. Buenos Aires. Salón Sarasate del Centro Navarro. El día de su inauguración intervienen en su honor el presidente del Centro Sr. D. José Peralta, y el cónsul general de España, D. Marcial Rodríguez Cebral.
  • 1967. Buenos Aires, Alvear Palace Hotel, con el patrocinio de la Unión Universal de Madres, y la presencia del embajador de España Dr. Alfaro y Polanco, el ministro plenipotenciario Dr. Marcial Rodríguez Cebral, representantes del círculo diplomático argentino, presidentes de instituciones españolas, y artistas, siendo presentada por el profesor Emilio Sampietro.
  • 1975. Buenos Aires, Galería de Arte Goya del Instituto Argentino-Hispánico, en homenaje a la Hispanidad. Asisten a la inauguración el cónsul de España Dr. Pedro Bermejo Marín, el Presidente del Instituto Argentino Hispánico, Dr. Basilio Serrano, el Presidente de la Federación de Sociedades Españolas D. Alfredo Mompó, y el Presidente del Centro Navarro D. Martín Ylarregui. Es presentado el catálogo por el profesor Felipe Martín Sierra y la pintora por el profesor y crítico D. Cyro Rolando Ramírez Juárez.
  • 1979. Buenos Aires, Instituto Argentino Hispánico, con el patrocinio de la Agencia Española de Cooperación Internacional (Madrid), dentro del Proyecto España Salta (provincia de Córdoba).
  • Participó también en exposiciones colectivas realizadas en París, Roma, Lisboa, Barcelona, y San Sebastián. En Buenos Aires, participó en 1950 en una muestra presentada en el Salón Nacional, y, en 1965, en otra hispano-argentina que se inauguró en el City Hotel, donde exhibió el paisaje portuario titulado “El Riachuelo” y “Otoñal”. También estuvo presente en la Bienal de Cuba, con “Catedral Jujeña” y “Caballero español”.

De actividad tan intensa y constante queda el testimonio de la presencia de su obra en colecciones públicas y privadas de varios países del mundo: en Buenos Aires, en la Iglesia de Santa Clara (para la que pinta una “Aparición de la Virgen de Luján”) y en el Círculo Diplomático; en Jujuy, en la Comisión Provincial de Cultura; en Madrid, en el Museo de Arte Moderno, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en el Instituto Lope de Vega; en el Museo de San Telmo de San Sebastián y en el Museo de Navarra de Pamplona; en la Universidad de Valladolid; y en museos de Francia, Italia, Portugal y Noruega, repartiéndose su obra por colecciones de Canadá, EEUU, Colombia, Venezuela, Uruguay, Argentina, España, Francia, Italia, Noruega, Dinamarca, Portugal, Alemania y Reino Unido.

Obra pictórica

Adela Bazo. Mi madre. Museo de Navarra

Desde el punto de vista genérico, su obra se agrupa en retratos, escenas religiosas, paisajes (en particular rurales y portuarios), flores y bodegones, e interiores, tratados todos con la misma importancia, y con una mezcla de espiritualidad, naturalidad, ingenuidad y gracia femenina. Aunque para ella no exista diferencia entre los diferentes motivos que escoge para su pintura, la crítica argentina, en general, se decantó a favor de sus retratos, paisajes e interiores. Sobresalen de sus retratos las agudas calidades interpretativas, homogénea composición y delicado colorido. De sus paisajes, la diversidad de ambientes, tanto de los españoles como de los argentinos, desde los recios Pirineos a las verdes colinas y azules ríos de Galicia, o las sierras recortadas de Andalucía, todo es motivo para su “exquisitez espiritual”, en expresión del crítico bonaerense Felipe Martín Sierra [3], rivalizando en su obra plástica el paisaje soleado, la llanura agreste y los traslúcidos cielos, sobre las dormidas aguas, las trajinadas barcas, la estrechez de las callejas pueblerinas ahítas de polvo con delicados contraluces, las flores, los libros y los pájaros… en el país argentino. Los interiores son magníficos, en ellos juegan luces y sombras dentro de perspectivas de tan espaciales, convincentes, que la artista resuelve con gran soltura [4].

En declaraciones al diario El Trabajo, que destacaba en ella una “tremenda sensibilidad”, Adela Bazo confesaba en 1967 cómo la ciudad de Mar del Plata –donde solía veranear- la había ganado, sintiendo enorme cariño por sus gentes, sus calles, su paisaje y, particularmente, su mar, camino por el que llegó a Argentina, y que trasciende con su mirada para entrever aquella lejana patria que añora y a la que espera volver, reconociendo que “Mar del Plata es un buen sucedáneo, porque –afirma entonces- “también lo tiene todo” [5]. En realidad, repasando la obra de esta pintora se deduce fácilmente que su interés temático –con la excepción de San Salvador de Jujuy en la parte septentrional de Argentina- se dirigía al triángulo formado por aquella ciudad-balneario de Mar de Plata, el Río de la Plata y Buenos Aires, especialmente los muelles y el ambiente de La Boca, también conocido por El Riachuelo, y la desembocadura al Atlántico que limita con las riberas uruguayas de Montevideo.

Sería razonable pensar, por tanto, que Adela Bazo pudo haberse afirmado como pintora al socaire del peculiar ambiente portuario de La Boca bonaerense, el barrio más pintoresco de la ciudad, con casas construidas sobre pilotes y pintadas de todos los colores sobre un río anegadizo, cuyos primeros habitantes, en su mayoría italianos, llamaron Riachuelo. Cuna del tango y del sainete, hervidero de gentes venidas de tierras lejanas y dispares en cuanto a cultura –como los escritores, poetas, periodistas, y pintores, que se reunían en torno al bohemio pintor Benito Quinquela Martín.

Adela Bazo. En el puerto. Museo de Navarra

En sus temas portuarios Adela Bazo pone lo mejor de su mirada sobre aquel ambiente abigarrado, como la plasmación del vigor de los hombres de mar, el movimiento de las aguas y la vida callada de los barcos anclados con su maderamen gastado por el hondo trajín de los años. Así aparecen en el remanso del Riachuelo, trasuntando toda la emoción y la alegría que la artista tan bien plasma en sus telas. Los títulos que les atribuye son evocadores: “Lancha marginada”, “Tranquilidad del Plata”, “El ocaso pesquero”. Una de aquellas telas, nombrada así, “En los astilleros”, del puerto mar-platense, es una obra recia que, aún envuelta en tonos grises, acusa gran riqueza de color. Tiene la virtud de acercarnos al ambiente con pocos trazos y volúmenes escuetos, sin llegar a definir más que lo esencial de las formas para que éstas se comprendan con un solo golpe de vista. Lo que pierde en exactitud lo gana en frescura y en exotismo, que son dos constantes de su obra plástica. Se apoya en una pincelada de ligeros toques, de manchas otras veces, para apresar luces fugaces, sin importarle el bosquejo previo, de lo que resultan formas aéreas impresionistas o pesadas expresionistas, según el caso, que llegan a tener resabios modernos.

Adela Bazo. El ocaso pesquero. Museo de Navarra

En todo momento, Adela Bazo mantiene el deseo constante, descriptivo diríamos, de mostrarnos el entorno de su hábitat -“Mi paisaje”, “La curva del tropezón”…-, en distintas estaciones, en diferentes momentos, como aquél cuadro que titula “La siesta”, un recodo del camino entre casas de puertas cerradas, paisaje todo él solitario por el momento “sagrado” de ese tiempo dedicado al merecido descanso. En otras ocasiones representa escenas familiares, de diversión o de trabajo, donde el propio trajín anima su color: en el parque, en la playa, en el puerto, en el mercado. Por el contrario, también le atraen las horas de espera, del silencio y del descanso. En “El Riachuelo”, los barcos, las chalupas a ellos pegadas y los tinglados del puerto bonaerense parecen yacer dormitando, como seres vivos en letargo. En el silencio de esas cortas horas el agua encalmada cabrillea. Entonces cobra una nueva vida, el espejo de su superficie parece deleitarse con un sinfín de mutaciones: reflejos sinuosos, chocantes claroscuros, reverberaciones extrañas, opacidades y transparencias.

Pero en ocasiones parece entregarse a la remembranza de su tierra natal, lejana en la distancia, querida y, por ello, añorada: “Balcones de Navarra”, “Pirineos”… Hasta deja fluir su fantasía uniendo figuras orientales a ramos de flores, libros, vasijas, abanicos. Le llaman la atención los rincones de su hogar, cuya apacibilidad y penumbra representa con un cariño especial, que se nota en el cuidado puesto en los pormenores de la decoración y, sobre todo, en la delicada luz que trasciende el aire, que entra por una ventana o se proyecta reflejada desde un espejo. Los objetos afirman su presencia en esos interiores por ella sorprendidos: las figuritas, un sillón vacío, los libros ordenados en un estante.

La obra de Adela Bazo es vigorosa y sensitiva a la vez, nos ha dicho la crítico argentina Isaura Muguet [6], en perfecta armonía de color y de forma. Ambos planos traslucen una plácida creación que desecha las angustias, los desencantos, las violencias. Todo su arte refleja la espontánea concordancia de la creación expresada por medio de una serena y profunda belleza, dentro del más depurado estilo figurativo, con un mensaje apropiado a su espíritu humano inquieto y soñador. Un espíritu que estimula nuestra imaginación porque se adentra en el alma de las cosas como aprisionando lo inasible -la luz, la sombra, el aire- que así cobra una intensidad singular.

Imagen de la portada: El solitario. Museo de Navarra

Notas

[1] Constó de 97 cuadros, de los que 12 quedaron depositados por el Gobierno de Navarra en el Hogar Navarro de Buenos Aires, ingresando formalmente en el Museo de Navarra 85.

[2] Distrito de San Nicolás y barrio del General Mitre, antiguo Presidente de la República. La calle homónima se encuentra entre la Casa de Gobierno y la Catedral Metropolitana por el E. y el Congreso de la Nación por el OE., a poca distancia del Obelisco monumental que señala el centro de la ciudad de Buenos Aires.

[3] Felipe Martín Sierra en el catálogo Exposición de óleos de la pintora española Adela Bazo y Cunchillos, del Instituto Argentino-Hispánico de Buenos Aires, 1975.

[4] Cualidad observada por I.M. en “Galería de Arte Goya”, Faro de España, Buenos Aires, segunda quincena de octubre de 1975, con motivo de su exposición en esta Sala.

[5] Sección “Arte y Artistas”, “Adela Bazo y Cunchillos sabe pintar la emoción”, en El Trabajo, Mar del Plata, 18 de abril de 1967.

[6] “Una exposición de Adela Bazo y Cunchillos”, Faro de España, Buenos Aires, 1 de diciembre de 1966.