Introducción
El recuerdo de batallas trascendentales -escribe Mercedes Jover Hernando en la presentación del catálogo de la exposición Caballero y caballos entre 1212 y 1512, celebrada en el Museo de Navarra (España) entre junio y noviembre de 2012- nos hace ser conscientes de la presencia de un modo de vida, de una cultura que estuvo vigente durante siglos. El caballero, el hombre que se distinguía por montar a caballo, como cazador, como soldado, como deportista distinguido después, no lo era solamente por poseer un caballo y los arreos necesarios para montarlo, sino por pertenecer a un linaje, lo cual obligaba a defender los altos valores de los que era depositario. El caballo, el jinete, el caballero, están presentes en el Museo de Navarra desde los primeros testimonios materiales conservados que exhibe. La pieza que en este artículo se analiza fue una de las presentes en dicha exposición.
Introduction
The memory of momentous battles -Mercedes Jover Hernando writes in the presentation of the exhibition catalog Knight and horses between 1212 and 1512, held at the Museum of Navarra (Spain) between June and November 2012- makes us aware of the presence of a mode life, a culture that was in effect for centuries. The Knight, the man who was known for riding, as a hunter, as a soldier, as a sportsman to later molo was only by having a horse and the necessary trappings pa ride, but because they belong to a lineage, which forced to defend the high values of which the depositary. The horse, rider, knight, are present in the Museum of Navarra from the first material evidence preserved exhibits. The piece is analyzed in this article was one of those present in the exhibition.
Ficha técnica
Pintura realizada por Emilio Sánchez Cayuela Gutxi (Pamplona, 1907-1993), en 1963. Técnica de óleo sobre lienzo, de 155 x 240 cm. Obra firmada en el ángulo inferior derecho: S Cayuela / Gutxi. Procedencia: adquirida a su autor Núm. de Inventario: 1.350. Ingresen en 1966.
Análisis
Hay una parte de la obra de este pintor que tiene por inspiración el dramatismo y específicamente la guerra civil española de 1936-1939, cuyo influjo se deja sentir en su creación hasta 1963, el año en que Gutxi representa la marcha forzosa de este grupo de personas, sin rumbo aparente, desplazadas por el conflicto. Una veintena de figuras ensimismadas y abatidas avanzan hacia la derecha, portando a sus niños en diferentes actitudes, con predominio de las mujeres, una de las cuales, la situada en primer término, se sirve para ello de un cochecito, mezclándose con el grupo una bestia uncida al carro sobre el que se subieron algunas de ellas con sus hijos más pequeños y, seguramente, aquellos enseres que pudieron reunirse a última hora. Avanza el grupo compacto, como queriendo protegerse de la naturaleza desapacible a esa hora intempestiva de la media noche, pues urge escapar del peligro. Cada figura, no obstante, parece tratada por separado para interiorizar mejor el drama de quienes tratan de salvar su vida abandonando lo hasta hace poco considerado imprescindible.
El formato y construcción de la pintura, como una especie de composición mural, nos habla de uno de sus empeños más importantes, como fue la decoración de paredes para edificios mayormente religiosos (entre los que destacan las iglesias de San Francisco Javier y de San Antonio de Pamplona), para cuya ejecución se ejercitó con Daniel Vázquez Díaz, al que consideró su maestro, rozando el volumen de sus figuras la dimensión escultórica que había aprendido con Ramón Arcaya, seguidor de Antoine Bourdelle y de Augusto Rodin, que traslada a las dos dimensiones con dibujo esmerado.
El uso contrastado del claroscuro, con fuertes oposiciones cromáticas y el contexto geográfico que queda abstraído, demuestran la voluntad del autor de alejarse de cualquier conflicto concreto, pese a haber vivido de cerca esa guerra fraticida entre españoles que pudo inspirar, al cabo de los años, este lienzo acerca del dominio abusivo del hombre por el hombre. No hay símbolos concretos, no existen uniformes, las vestimentas son sumarias, sólo interesa simbolizar el tono de su denuncia. Y éste no solo queda plasmado en la tristeza de los rostros, también en la pesadumbre del caballo, que cumple dócilmente su papel de bestia de tiro.
El cuadro pertenece al mejor tiempo artístico, en lo que a resultados y reconocimientos se refiere, y más vital, del pintor Gutxi. Pese al ritmo anguloso de los planos y al bronco colorido, reservado para sus obras más expresionistas, es fácil advertir en él las virtudes de su pintura: elegancia, serenidad, aparente silencio, ingenuo lirismo de cadencias romántico- simbolistas, y un fondo de bondad que le libera de la amargura, llevado al lienzo con intención cubo-expresionista, donde resuenan ecos del Renacimiento italiano.
La versatilidad fue característica de este pintor que tocó casi todos los géneros y realizó series diversas con variada ejecución, desde tipos castizos como matadores, majos y majas madrileños que comienza a pintar entre los años 1930 y 50; cuadros en torno al río Arga, que realiza cuando vuelve a Pamplona tras la guerra civil y retoma en los 80 con un estilo más abstracto y estilizado; máscaras del carnaval veneciano y de la comedieta italiana; paisajes rurales, marinas y puertos de pescadores de Guipúzcoa y Vizcaya, realizados en verano durante sus estancias en Deva, que amplía al mundo rural vasco-navarro; y ciertos temas más cargados de dramatismo como el presente “Éxodo”, presentado a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1964, o los frescos de la capilla de acogida del Cementerio de San José, de Pamplona, que trascienden la tragedia para convertirse en conjuntos iconográficos con valor estético propio.
Bibliografía
MARTÍN CRUZ, S. Emilio Sánchez Cayuela “Gutxi”. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 2001.
El texto completo del catálogo es accesible en: http://es.calameo.com/read/0023374744Obee7beOb3b