Los desafíos del museo en el cómic

Resumen

Les Sous-sols du Révolu, Extraits du journal d’un expert [Los sótanos del Révolu, resumen del diario de un experto], de Marc-Antoine Mathieu, es la divertida historia en cómic de Eudes Le Volumeur, un profesional que es llamado por el Louvre (anagrama de Révolu) para cuantificar sus bienes. En su trabajo de experto se ve superado por las enormes proporciones de este macro museo, que, durante el proceso de cuantificación, muestra al lector los misterios de sus entrañas.

Abstract

Les Sous-sols du Révolu, Extraits du journal d’un expert [The basement of the Révolu, daily summary of an expert], Marc-Antoine Mathieu, is a fun story in comic of Eudes Le Volumeur, a professional who is called by the Louvre (anagram of Révolu) to quantify their property. In his expert work is overshadowed by the enormous proportions of this macro museum, which, during the process of quantification, shows the reader the mysteries of her womb.

 

El cómic se desarrolla en Francia y su área lingüística (Bélgica, Suiza y Canadá) favorecido por su tradición pedagógica nacida del espíritu enciclopédico de la Ilustración, en el contexto de su cultura filosófica racionalista base de su proverbial didactismo y claridad expositiva de los contenidos. De todos son conocidos los nombres de Hergé (Tin Tin), Gosciny y Uderzo (Asterix), Moebius (Blueberry), Morris (Lucky Luke), Jacobs (Blake & Mortimer), Cauvin (Spirou & Fantasio) y otros ilustradores que hasta la década de 1970 dirigieron sus álbumes ilustrados preferentemente a los jóvenes. En los últimos tiempos los formatos y estilos gráficos se han diversificado interesando al público adulto e influyendo sobre otros países europeos, así como sobre autores americanos y japoneses.

La bande dessinée o BD -literalmente tira dibujada, por extensión historieta- como así se la conoce en los países francófonos, sin embargo pocas veces se ha puesto al servicio de la divulgación del patrimonio cultural stricto sensu, limitándose a relatar las aventuras de distintos héroes o a entretener a sus lectores con historias surgidas de la explotación de los géneros clásicos, en connivencia con la literatura y el cine.

Su orientación al servicio del patrimonio cultural dio a la luz en 1965 uno de los raros títulos de esta especialidad, muy celebrado por los estudiantes de Historia que entre 1965 y 1975, frecuentaban las aulas universitarias: Hereuse Préhistoire [Feliz Prehistoria], de Laurent [1]. Con dibujo de fino trazo, Laurent convertía en eficaz seminario de clases prácticas las páginas de este libro donde reconstruía con espíritu humorístico situaciones de nuestros antepasados más antiguos, el uso de su herramienta, su hábitat peculiar, etc., para terminar lanzando a los aprendices de arqueólogos guiños que terminaran por interesarles en la materia.

En 1984, la revista editada por el Consejo Internacional de Museos, Museum, elegía este procedimiento para ironizar sobre los errores cometidos por los arquitectos en su ejercicio de museógrafos. En diez viñetas correspondientes a Los diez mandamientos del arquitecto de museos, como así se llamaba el artículo en cuestión, el canadiense Dinu Bambaru lanzaba una diatriba en eficaz clave de humor, contra aquellos profesionales que más buscan su gloria que resolver los acuciantes problemas de los museos, como por ejemplo su necesidad de espacio para almacenar los bienes que no se exponen o las exigencias de un mantenimiento tras la inauguración del edificio [2].

El dibujante Marc-Antoine Mathieu

Así se comprende que el Museo del Louvre haya visto en el directo lenguaje del cómic la manera de exponer al público la casuística interna de un centro de conservación tan importante, revelando al visitante aquello que ordinariamente no ve, como es el trabajo de sus profesionales y el esfuerzo llevado a cabo para lograr su normal funcionamiento, aunque sea a costa de vencer inercias seculares. Para ello se ha apoyado en la conocida editorial francesa de cómics, Futuropolis, tras llegar a un acuerdo en 2006 para permitir a un autor presentar mediante su obra artística la impresión de su visita al museo, correspondiéndole entonces el papel de visitante crítico al guionista e ilustrador de cómics Marc-Antoine Mathieu [3].

Mathieu, nacido en Angers (Francia) en 1959, es licenciado en Bellas Artes y se dedica profesionalmente al diseño gráfico y escenográfico, junto a su colega Philippe Leduc, en el conocido estudio Lucie Lom de su ciudad natal, especializado en la instalación de exposiciones. Su actividad como dibujante gráfico se desarrolla en paralelo. En 1987 publica su primer álbum, París-Mâcon, donde deja al descubierto su dominio del blanco y negro. Pero será con L’Origine [El Origen], primer volumen de las aventuras de su personaje Julius Corentin Acquefacques llamado prisionero de los sueños[4], que publica en Ediciones Delcourt, cuando este autor se revele no ya como un grafista fuera de serie, sino como un narrador de gran talento. Prueba de ello es que este título ha sido reconocido con el premio Alph Art du Coup de Coeur del Festival Internacional del Cómic de Angoulême (1991). A estas obras han seguido otras que vienen contribuyendo a su consagración como uno de los dibujantes del cómic más prestigiosos del momento: La Mutation [La mutación] (1995); Le Cœur des ombres [La sombra del corazón] (1998); Mémoire morte [Memoria muerta] (2000); Le Dessin [El dibujo] (2001); Le Peintre Touo-Lan [El pintor Touo-Lan] (2004); L’Ascension et autres récits [El ascenso y otros relatos] (2005); Les Sous-sols du Révolu Extraits du journal d’un expert (2006), objeto de este comentario; La Voiture symétrique [El coche simétrico] (2007); Dieu en personne [Dios en persona] (2009), Gran Premio 2010 de la Asociación de Críticos y Periodistas del Cómic en Francia (ACBD); Rupestres!, en colaboración con Etienne Davodeau, David Prudhomme, Troub’s, Emmanuel Guibert y Pascal Rabaté, (2011); y su por hoy último álbum, 3″ (2011).

Estamos ante un dibujante nada común, de amplia cultura, en cuya obra gráfica se aprecian influencias variadas, desde Kafka y Borges hasta Voltaire y Diderot, de cuyas obras toma el ambiente de misterio y un soterrado humorismo, incluso ecos del mundo fantástico de las películas de David Lynch y de Terry Gilliam, con un interés claro por el género de la ciencia-ficción. En el campo de la historieta, Mathieu ha sido comparado por su maestría con otros colegas franceses como Francis Masse, en cuanto al grafismo y situaciones absurdas generadas por sus relatos, o con Fred[5], por el empleo de códigos narrativos no convencionales y la poesía que se desprende de sus historias.

Les Sous-sols du Révolu alude a los subterráneos del Louvre, ya que Révolu es la variante anagramática de Louvre, al que el autor añade el subtítulo de “extractos del diario de un experto”. Seguimos en el libro los pasos de un nuevo personaje, Eudes Le Volumeur (de nuevo el juego de palabras volumeur > cuantificador), un experto contratado para proceder a la identificación, catalogación de fondos y comprobación de las actividades que tienen lugar en el subsuelo del museo, ayudado por un discreto asistente, Leonardo. Juntos recorrerán los laberínticos pasillos del museo más grande del mundo para desvelarnos sus entresijos: la sala de enmarcado, los archivos y depósitos, el laboratorio de restauración, el departamento de copias, los tubos interminables de sus instalaciones, las catacumbas y hasta una cripta inundada… enlazadas por escaleras y corredores infinitos. Una especie de ciudad dentro de otra ciudad, que parece reservada a los iniciados.

Le Volumeur y Leonardo entran en el Museo

La búsqueda obstinada de Volumeur, impulsada por su sentido del deber, se hace interminable y parece claro que no bastará una vida entera para cumplir con los compromisos aceptados en su contrato. Los planos generales y picados utilizados por el grafista en las viñetas del tebeo resaltan la enorme desproporción existente entre la estructura del edificio, sus archivos y biblioteca subterráneos y la pequeñez de quienes se proponen evaluarlo. Es tal la desmesura del gran museo que la batalla por domesticarlo parece perdida de antemano. Por ello, el libro puede erigirse en homenaje al cuerpo de facultativos anónimos sin los que ningún museo podría funcionar correctamente, y cuya función primera se dirige al estudio de los bienes conservados, bienes cuya magnitud supera la capacidad de trabajo de una sola generación de expertos.

Es original el enfoque de Mathieu, ya que evita presentar el museo según la forma convencional de mostrar las obras expuestas en los espacios de acceso público. Por el contrario, prefiere revelar lo que hay tras los bastidores, el fondo oscuro del iceberg cuya compleja maquinaria, que es la que hace posible su funcionamiento, permanece oculta a la mirada del visitante.

El libro destaca a nivel formal por la habilidad técnica de su autor en el dominio del dibujo y del contraste luz-sombra, y por la majestuosa belleza de las grandes viñetas que encadenan la historia. El uso exclusivo del blanco y negro ayuda a crear esa atmósfera de misterio deliberadamente buscada, y contribuye a dar al relato gráfico la atemporalidad y universalidad exigidas para convertir en sugestiva la aventura de su personaje, Eudes Le Volumeur.

Es brillante el dominio de la tercera dimensión por Mathieu, al ofrecernos espacios profundos y puntos de vista enfáticos que parecen alargar el campo visual hasta el infinito, lo que permite contemplar los distintos términos sin merma de definición. Alcanza el efecto de perspectiva con su hábil uso de la luz y de la sombra en opuesto contraste, alargando las siluetas de las figuras con hábiles esbatimentados, empleando líneas oblicuas en contacto con otras perpendiculares, con la yuxtaposición de puertas y la estrechez de los pasillos, y, más que nada, con efectos de luz cenital o sesgada para reforzar los tiempos fuertes del relato. Así mismo recurre a la síntesis de varios niveles de lectura en una misma viñeta, por ejemplo mediante el conocido recurso velazqueño de mostrar el cuadro dentro del cuadro o mediante el apilamiento de marcos dentro de un almacén, reforzando así el sentido de la realidad, la riqueza visual y deseada continuidad secuencial que son la esencia del cómic.

Estamos ante un libro muy entretenido (baste recordar el debate que los restauradores mantienen en torno a si procede o no reintegrar narices a las esculturas o a los copistas que se copian entre si), y formalmente magistral, que traduce con humor la locura que preside muchas de las actuaciones del museólogo obligado al desafío constante entre lo recomendable y lo posible en términos técnicos. Mediante este juego de la realidad con la apariencia inseparables en el funcionamiento de un museo, el Révolu de Marc-Antoine Mathieu logra interesarnos en la vida de un macro museo imaginario, del que aún no se había desterrado –el relato recrea el museo a mediados del siglo XIX- aquel ambiente de solemnidad, si no de misterio, característicos de estos centros antes de que se extendieran las teorías pedagógicas modernas que los han convertido en lugar de encuentro y esparcimiento. Y lo hace bajo el marco solemne de la sentencia de Henri Bergson que abre la portadilla del texto: “El tiempo es invención o no existe”, ya que el tiempo, en efecto, es el recurso de Mathieu para mostrar el devenir del Museo donde el experto continua el trabajo de otros que le precedieron, el edificio crece superponiendo nuevas estructuras a las antiguas y en el almacén de copias se guardan los moldes de cada una de las estatuas coleccionadas para garantizar la supervivencia de sus características.

Le Volumer terminará por descubrir que los inconmensurables subterráneos que ha recorrido junto con su ayudante forman una pirámide cuya cima se sitúa en la superficie, justamente en la explanada que ocupa el edificio, y entonces se pregunta:

“¿Qué ha podido quedar sin inspeccionar?

– Lo esencial, le responde Leonardo.

– ¿Que quiere usted decir?, responde el experto.

– Me parece, contesta Leonardo, que este universo sin límite nos indica que lo esencial existe…. Le Volumeur , cortándole, le replica:

– ¡Lo esencial existe y es inaccesible…!

– Sí, pero los caminos que llevan a lo inaccesible son esenciales, concluye Leonardo.

Transcurridos cincuenta años de incesante cuantificación, Eudes Le Volumeur, viejo y cansado, se sienta en el suelo y apoya su espalda en la basa de una imponente columna. Duda de si su trabajo de tantos años ha podido ser eficaz. De pronto, un soplo de aire fresco que llega del exterior le trae el ruido de unos pasos. Son los de otro experto, joven, que viene hacia él, a quien Eudes confía el libro de Registros para que pueda continuar su labor. El nuevo experto lo acepta con una sonrisa.

En las tres últimas viñetas Mathieu lanza un guiño cómplice al lector, que ya está advertido de lo que va a suceder, al reducir progresivamente la escala del nuevo e ingenuo evaluador, cuyo tamaño va achicándose al pie del gigantesco Museo du Révolu. Él será el quinto de los expertos contratados y seguramente también las pesadas estructuras del saber acaben con su resistencia física.

Notas

[1] Pierre Laurent, Hereuse Préhistoire, Périgueux, Éditions Pierre Fanlanc, 1965, prefacio de François Bordes.

[2] Dinu Bambaru, “Los diez mandamientos del arquitecto de museos”, Museum, núm. 164 (4 de 1989), Paris, ICOM, pp. 201-203.

[3] Marc-Antoine Mathieu, Les Sous-sols du Révolu. Extraits du journal d’un expert, [Paris], Musée du Louvre / Éditions Futuropolis, 2010, 62 pp. ISBN 2-75480-050-6. PVP. 16 euros. El título es el segundo de la serie editada con el propósito de revisitar el Louvre en versión cómic. El primero fue Période glaciare, de Nicolas de Crécy.

[4] Los siguientes serán La Qu…, [Que…], Le Processus [El proceso] (Mejor Guión del Festival de Angoulêmme 1994), Le Début de la fin [El principio del fin] y La 2,333e Dimension, [La segunda-tercera dimensión] que irán apareciendo hasta 2004.

[5] Frédéric Othon Théodore Aristidès, llamado Fred.