Los museos locales navarros. Su incidencia en el desarrollo social

Resumen

Se exponen las características de un museo local, para describir, a continuación, los que, dentro de esta categoría, pertenecen a la Red de Museos de Navarra. Tras la presentación de cada uno de ellos, se plantean las exigencias que soportan como consecuencia de las demandas que la sociedad les dirige (ser conservadores del patrimonio, promotores de actividades, buenos gestores de los recursos propios y estar al servicio público). Tras la consideración de las limitaciones que pesan sobre el funcionamiento de la Red, se especifica la contribución al desarrollo social, tanto en lo económico como en el ámbito sociocultural, de los museos locales integrantes de la Red de Museos de Navarra.

Abstract

The characteristics of a local museum are presented, and then those that belong to the Museum Network of Navarre are described. After the presentation of each one, the requirements arising from the demands that society makes on these museums will be dealt with (i.e. preserve heritage, promote activities, the efficient management of resources, provide a public service…). After consideration of the limitations on the operation of the network the contribution to social development of the museums will be described, both in economic and social terms.

 

El punto de vista elegido sobre la incidencia social de los museos locales navarros exige una primera puntualización: ¿qué se entiende por “museo local?”.

No se trata del museo urbano, de grandes proporciones, muchas veces tentado por una “cultura del espectáculo”, sino del pequeño museo, ese centro nacido de la dinámica local, que requiere del amparo de otros organismos y de las nuevas tecnologías para hacerse oír fuera de sus límites estrictos. Museo, teóricamente, desvalido, por considerarse olvidado o estar alejado de los centros de decisión. Pero esta clase de museo, al carecer de la carga temática de los grandes museos, está, aunque parezca una paradoja, en mejores condiciones que aquellos para poner en marcha su trabajo de dinamización socio-cultural sobre el colectivo humano más próximo y el patrimonio de su contexto, por estar más estrechamente relacionado con ellos.

En esencia, cuando hablamos de museos locales lo hacemos para referirnos no a los nacionales, territoriales o provinciales, sino a los que son comarcales, municipales y propiamente locales, coincidentes, por lo general, con un ámbito espacial, una propiedad, una dependencia administrativa y un porcentaje de población determinados.

Tienen unas características comunes, como el:

  • crearse por la iniciativa cultural de un municipio, un grupo o incluso una persona (un fundador) vinculados estrechamente al marco territorial, al que desean promocionar por este medio;
  • abarcar un ámbito geográfico restringido a su propio término, con una población inferior a los 15.000 habitantes, por tanto con unas peculiaridades determinadas (desde el punto de vista histórico, cultural, social, económico…), de las que es un reflejo;
  • estar estrechamente vinculados al medio en que se desenvuelven, siendo importante el grado de aceptación y de identificación popular que despierten. Si éstos no se producen, el museo irá declinando hasta desaparecer;
  • el contenido, la estructura y los objetivos que se manifiestan en ellos son muy variados, según los intereses de cada comunidad [1].

Protagonismo de los museos locales en la Red de Museos de Navarra

Museo del Castillo de Javier

En la Red de Museos de Navarra [2], predominan los museos locales sobre los implantados en el gran medio urbano, como los de Pamplona (el Museo de Navarra, el Museo Catedralicio y Diocesano) y Tudela (Museo del Palacio Decanal). El resto de los que mantienen con el Gobierno de Navarra una relación de apoyo a través de Convenios de Colaboración y Asistencia Museológica, pueden calificarse sin dudar de museos locales.

Se trata –en su orden de admisión a la Red– de los Museos del Castillo de Javier, Etnográfico de Arteta, de la Real Colegiata de Roncesvalles, de la Casa-Museo “Julián Gayarre” de la villa de Roncal, del Museo del Monasterio de Tulebras, del de Arte Sacro de la Encarnación de Corella, del “Gustavo de Maeztu” de Estella, del de Tabar, del eco-museo del Molino de Zubieta, y del Recinto amurallado de Rada, la mayor parte de ellos establecidos en comunidades inferiores al medio millar de habitantes (menos los de Estella y Corella implantados en poblaciones entre 6.000 y 15.000 habitantes).

Son diez museos con diferentes intereses que se explican por su variedad temática y heterogénea dependencia administrativa –pues los hay que pertenecen a la Administración Pública Foral y Municipal– [3], a la Administración Eclesiástica y a Fundaciones.

Esto supone que, en el ámbito de incidencia sobre el desarrollo social, tengan que excluirse de antemano los Museos del Monasterio de Tulebras (propiedad de una Orden de religiosas de clausura no tan interesadas en dinamizar el medio como en proteger su colección artística por medio del museo) y de Rada (en realidad un desolado medieval musealizado en pleno campo alejado de su núcleo municipal de dependencia). Tampoco pueden arrojar datos significativos los museos de más reciente creación, como los de Tabar y Zubieta, de escasa trayectoria todavía. Por tanto, son seis los museos objeto de consideración al efecto de destacar su incidencia en el desarrollo social [4]:

– El Museo del Castillo de Javier, dependiente de la Compañía de Jesús. Reúne fondos relacionados con el periplo del Santo por el continente asiático y una colección de pintura española de los siglos XV al XX.

– El Museo Etnográfico de Arteta, de la Fundación “Mariscal Don Pedro de Navarra”. Contiene bienes de su especialidad procedentes del ámbito histórico de Navarra.

– El Museo de la Real Colegiata de Roncesvalles, del Arzobispado de Pamplona. Conserva el tesoro, sobre todo de orfebrería, de este viejo hito donde comienza el Camino Francés hacia Santiago de Compostela.

– La Casa-Museo “Julián Gayarre”, dependiente de la Fundación del mismo nombre, en la villa de Roncal. Ofrece los objetos personales y documentales del tenor roncalés Julián Gayarre Garjón (1844-1890)

– El Museo de Arte Sacro de La Encarnación, de Corella, soportado por la Fundación Arrese. Abarca arte sacro del Renacimiento y Barroco, y una representación del pintor corellano Antonio González Ruiz (1711-1788), primer director de la sección de pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

– El Museo “Gustavo de Maeztu”, de Estella, dependiente de su Ayuntamiento. Se centra en la figura del escritor y pintor Gustavo de Maeztu y Whitney (1887-1947), fallecido en esta ciudad.

Museo dedicado al pintor Gustavo de Maeztu en Estella

Todos los museos son gestionados directamente por sus propietarios, menos el de Roncesvalles, que introdujo un plan de gestión privada en mayo de 1998. Únicamente es de entrada libre el de Estella, los demás son de pago.

El número de visitantes registrados en ellos en la década 1990-1999, inclusive, ascendió a 2.265.140 personas, aproximadamente cuatro veces la población de Navarra en 2001:

  • El Museo de Javier es, con mucho, el que registra más visitantes en esta década (1.553.029), y de procedencia más internacional, lo que se comprende al tratarse del solar de San Francisco Javier, universalmente conocido como Patrón de las Misiones (lo es también de Navarra) y tenido por introductor en Japón de la cultura Occidental. Al igual que el anterior, el Museo de Roncesvalles, significativo punto del Camino de Santiago por confluir en él las principales vías de peregrinación francesas, ofrece al visitante un plan de visitas guiadas, en varias lenguas, que contemplan el museo propiamente dicho y el entorno monumental. La gestión privada del de Roncesvalles, en funcionamiento desde 1988, ha elevado el número de visitantes a este museo hasta 70.132 en 1999, quintuplicando la cifra alcanzada dos años atrás [5].
  • El Museo Etnográfico de Arteta es de destacar por unos niveles de audiencia más discretos (141.244 en toda la década), pero significativos por el modo con que se han obtenido, ya que la población de residencia no alcanza los 100 habitantes. Tal cifra de visitantes ha sido factible por las exposiciones itinerantes que organiza con la colaboración entusiasta (casi podría calificarse de “militante”) de los miembros de la Fundación rectora, liderados por el escultor José Ulibarrena, persona totalmente entregada a sus objetivos. De esta manera, las exposiciones temporales, lejos de los muros de la Casa Fanticorena que lo alberga, se convierten en la más eficaz propaganda de este museo, pues atraen al 60% del total de sus visitantes [6].
  • El Museo “Gustavo de Maeztu”, de Estella, que registra en la década pasada 119.371 visitantes, es modélico por el programa cultural paralelo que ofrece, tendente a dinamizar la exposición permanente de los fondos, pero sobre todo a dotarles del contexto histórico tan conveniente a un museo de sus características, en concreto un museo monográfico sobre el pintor Gustavo de Maeztu y Whitney, ligado al espíritu del Noventa y Ocho, y al Modernismo. Esto prueba que las cifras de asistentes a un museo no deben tomarse como único índice para medir su eficacia, sino que hay que interpretarlas también en clave cualitativa, no sólo cuantitativa. Como en el caso de este Museo, el dedicado al tenor Julián Gayarre, en la villa de Roncal, logra sus primeros adeptos entre los admiradores de la figura que los define temáticamente, y cuyo conocimiento excede los límites del municipio en que se enclavan [7].

Exigencias que soportan

Hay una serie de demandas que la sociedad dirige hoy a toda clase de museos, entre ellos, también los locales, en cuanto entes al servicio público:

  1. Que establezcan comunicación con los grupos sociales y promuevan su participación en las actividades del centro. Los museos se ven en la disyuntiva de aceptar pasivamente las demandas de grupos sociales organizados y las exigencias de sus patronos o de tomar la iniciativa por sí mismos, cuando lo deseable es que traten de moldear con ideas propias las propuestas que reciben desde el exterior, no rechazando la participación que se les ofrece. Como escribe Kevin Moore, “los museos deben ser capaces de concebir las presiones sociales como una oportunidad, no como una amenaza. El museo que sepa orientarse más ha cia el entorno social y adquirir un papel más relevante, tendrá garantizada su subsistencia y dejará de ser una pesada losa” [8].
  2. Que su administración de los fondos públicos sea cada vez más eficaz y, de manera complementaria, que diversifiquen las fuentes de financiación para mantener, y si fuera posible potenciar, sus actividades. Limitarse a la conservación de sus colecciones no garantiza per se su proyección pública. Esta debe apoyarse siempre en acciones hacia el exterior. En realidad, un museo local, como explica William M. Sukel, es una pequeña empresa con los mismos objetivos, estructura organizativa, planificación y control, aunque su finalidad no sea lucrativa, sino patrimonial, educativa y cultural, con la dificultad añadida de que a su director se le exige un perfil ambicioso –ser gestor y científico a un tiempo–, pero peor pagado que en la empresa privada [9].
  3. Donde la figura del director es esencial, ante la limitación de medios existente, que es algo endémico en los museos locales. Por ello, se hace indispensable que sea una persona con capacidad organizativa que sepa marcar objetivos claros para proyectar al exterior su museo. Browne Goode [10] opina que no se puede fundar ni mantener un museo si no es con:
    • una organización estable y medios de subsistencia apropiados;
    • un plan definido y bien estructurado de acuerdo con las posibilidades de la institución y las necesidades de la comunidad a la cual se dirige;
    • material con el que trabajar (colecciones);
    • personal para que realice su trabajo (una plantilla de conservadores competentes);
    • un lugar donde trabajar (edificio apropiado);
    • medios con los que trabajar (accesorios, material para efectuar instalaciones, herramientas, asistencia mecánica etc.). Por lo tanto, aunque el director trate de paliar las carencias del museo con la imaginación y el empuje de su personalidad, es claro que el museo, para que subsista, necesita unos medios por lo menos básicos.

    4. En que su vocación de servicio al público se mantenga por encima de todo, no limitando su atención a la clase media de mayor nivel cultural, desinteresándose de otros colectivos, o atendiendo solo al turista de paso. Es preciso hacer notar que esta vocación no puede cumplirse si se carece del personal suficiente o este se orienta en exclusiva a la conservación de las colecciones, descuidando la misión educativa del museo.

Y todo ello sea dicho sin entrar a considerar lo que es esencial en todo museo: servir de contenedor de un patrimonio que es preciso conservar para legarlo a las generaciones futuras, poniéndolo en relación con su entorno.

Museo de la Real Colegiata de Roncesvalles

Limitaciones que les condicionan

En el caso concreto de los museos locales navarros, para lograr en el futuro una mejor repercusión social es preciso actuar en varias direcciones:

  • Estrechar y mejorar la coordinación técnica entre la Sección de Museos del Gobierno autonómico y la Red de Museos de Navarra, avanzando hacia una imagen corporativa común, sin que ello deba suponer pérdida de la autonomía de cada centro.
  • Coparticipación del Museo de Navarra con los Museos de la Red en la elaboración de un Inventario General, debidamente informatizado, que permita reordenar las colecciones, para que éstas sean más accesibles.
  • Adoptar una imagen normalizada común en terminología, documentos, ediciones, vestuario del personal subalterno y señalización.
  • Coparticipación, igualmente, en la planificación común de las ediciones, siguiendo un modelo normalizado que atienda las diferentes especificidades y que se materialice en la preparación de materiales impresos o audiovisuales, con los que proyectarse mejor hacia la sociedad.
  • Colaborar mediante asesoramiento y ayudas a la formación de museólogos, para elevar el nivel técnico de los directivos responsables.
  • Seguir estudiando, para cada caso, fórmulas de gestión para obtener un mayor rendimiento de los museos.
  • Perfeccionar la presentación y difusión de las colecciones con la mejora de los esquemas de trabajo, la preparación técnica y la divulgación a través de los diferentes canales.
  • Combinar los actuales museos locales con exposiciones permanentes, aulas didácticas y centros de interpretación repartidos por el territorio, más fáciles de asumir en los presupuestos, para concentrar los esfuerzos de mejora en los museos ya existentes, sin olvidar otra clase de patrimonios como el paleontológico, el histórico-industrial o el ferroviario.

Su contribución al desarrollo social

Y llegamos al tema puntual de mi intervención: ¿cómo contribuyen al desarrollo local los museos navarros bajo las exigencias y las limitaciones que padecen?.

Antes me he referido a los seis que pueden encuadrarse en esta categoría. Yo diría que su incidencia en el desarrollo social puede medirse a dos niveles: uno económico y otro socio-cultural.

Museo dedicado al tenor Julián Gayarre en la villa de Roncal

La repercusión económica se mide en cuanto a los empleos generados, el número de visitantes atraídos, el patrimonio monumental afectado y los servicios consiguientes:

Los empleos generados en estos museos alcanzan la cifra de 26 contratados directos (de los que 6 son a tiempo completo), pudiéndose estimar en unos 40 los contratos inducidos bien por la programación de actividades, bien por servicios técnicos de asistencia o también por ventas de productos (recuerdos, libros…) en sus tiendas. El número de empleados tiende a aumentar. Por ejemplo, al Museo de la Encarnación, de Corella, tan pronto como vuelva a abrirse al público una vez terminen sus obras de remodelación, se le aplicará un plan de gestión privada que hará crecer esta cifra de empleados en un mínimo de 3.

Es muy variada la situación laboral de los directores de estos museos, ya que en los eclesiásticos y en las fundaciones privadas sus responsables no perciben un sueldo y su estatus se aproxima al del personal voluntario. En cuanto al nivel de su formación, son prácticamente todos titulados superiores, aunque el nivel de encuadramiento en plantilla de los fijos sea el equiparable al nivel B de la Administración.

Los visitantes atraídos por estos museos locales en la década pasada suman la cifra de 2.265.140 personas, a razón de 226.514 por año, cifra que en realidad se abulta hasta 2.971.852 si incluimos otros museos de la Red no encuadrables en esta categoría de “locales”. Es decir, estaríamos hablando de casi 300.000 personas (cifra equivalente al 60% de la población de Navarra) que anualmente se acercan a los museos de esta Comunidad, sin comprender los millares de visitantes que acuden a los monumentos de los circuitos turísticos más frecuentados (Palacio Real de Olite, Monasterios de Leire e Irache, e Iglesia de Santa María de Eunate) y a los centros de interpretación de la naturaleza, de los que entonces existían cinco en Navarra [11]. Es difícil cuantificar el beneficio económico de tal movimiento de población (no toda ella con poder adquisitivo real al incluir niños y mayores), aunque una parte de ella aprovecharía otros atractivos –además de los museos– para disfrutar del territorio (como el Camino de Santiago, el entorno monumental y paisajístico, las fiestas y costumbres, la gastronomía), pero es evidente su impacto beneficioso para la economía regional.

El beneficio sobre el patrimonio monumental es otro aspecto favorable, pues, de los seis museos contemplados, uno está asentado en un castillo medieval (Javier), otro en un antiguo convento barroco de religiosas benedictinas (el de la Encarnación en Corella), otro en las dependencias de una colegiata gótica (Roncesvalles), uno más en un palacio de estilo románico (el de los Reyes de Navarra en Estella destinado a la pintura de Maeztu) y dos más en casas de arquitectura popular (Arteta y Roncal villa), con lo que esto supone de exigencias en la inversión para la conservación del conjunto de inmuebles y las zonas de su entorno. En 1999, por ejemplo, se invirtieron en este capítulo 546.940 € (91.000.000 pesetas) [12].

Mención aparte requiere el presupuesto de gastos ordinario de estos seis museos locales, y el extraordinario llegado a través del mecenazgo, todavía de poca importancia. En 1999 rondó los 456.786 € (76.000.000 pesetas), 54.093 € / 9.000.000 pesetas llegados a través de subvenciones del Gobierno de Navarra (lo que daría un reparto solo teórico por museo de 72.124 €, 12.000.000 pesetas).

William Sukel comprende también, al hablar de los beneficios de un museo, otros no menos importantes, que pueden parecer intangibles, pero que son muy reales. Se refiere a los beneficios socio-culturales, a los que voy a aludir a continuación [13].

Los efectos socio-culturales se miden en términos educativos y, propiamente, sociales:

Promueven el crecimiento del nivel cultural, cada uno según el alcance de sus posibilidades.

Ocupan el ocio y son fuente de entretenimiento.

Al ser lugar de encuentro para todos y fomentar el diálogo a través de sus actividades, haciendo abstracción de las ideologías, fomentan la armonía social y se convierten en escuelas de democracia.

Sirven de cauce a las iniciativas populares. Así, temas como el Camino de Santiago, la huella sefardí sobre la cultura cristiana, el espíritu misionero, las costumbres tradicionales, la música, la historia, el arte, temas de interés para los navarros, hallan acogida en estos modestos museos.

Y el prestigio que alcanzan se convierte en fuente de propaganda que alimenta de nuevo a la Red.

Como conclusión a lo expuesto, puede asegurarse que los museos locales, al menos en Navarra, son parte del engranaje del motor de la economía y fuente de desarrollo social en sus múltiples facetas. No hay duda de que estos museos, y todos en general, son beneficiosos para el bienestar de la sociedad, y lo que en ellos se invierta no debe contemplarse como una carga en términos de mero gasto.

Notas

[1] Los etnográficos y, en menor medida, los arqueológicos y monográficos, son los que mejor responden a estas expectativas de interrelación socio-cultural.

[2] Forman parte de la Red de Museos aquellos con los que el Gobierno de Navarra mantiene una relación de apoyo a través de unos Convenios de Colaboración y Asistencia Museológica establecidos por el Decreto Foral 249/1985, de 27 de diciembre (renovado por la O. F. 83/1985, de 17 de marzo), que permiten a los museos y edificios históricos optar a ayudas oficiales para instalaciones museográficas, mantenimiento y apertura al público, colocación de sistemas de seguridad y ediciones de interés informativo, ofreciendo el Gobierno de Navarra, además, información y asesoramiento sobre temas museológicos. Los convenios, de renovación anual, se dirigen tanto a entidades privadas como públicas.

[3] En Navarra no hay museos de titularidad estatal, de iniciativa ministerial.

[4] El número parece escaso para una comunidad como Navarra, que aunque uniprovincial, tiene una superficie de 10.421 m2. (el 2,1% del territorio nacional) y una población de unos 525.000 habitantes, pero ya he advertido que se excluyen de este cómputo los museos de Pamplona y Tudela. Las colecciones museográficas, centros de interpretación, exposiciones permanentes y centros en proceso de formación, no se comprenden. Me centro únicamente en los museos locales que pertenecen a la Red de Museos de Navarra. En Navarra podemos hablar de veinte museos en sentido lato.

[5] En la década mencionada recibe 296.045 visitantes.

[6] De los 31.157 visitantes de este Museo en 1990, 27.000 correspondieron a las treinta y ocho exposiciones itinerantes organizadas y 4.157 a los visitantes de la exposición permanente; de los 36.585 de 1992, 31.850 correspondieron a las exposiciones temporales externas y 4.735 a la exposición permanente del Museo; de los 10.852 de 1993, 5.500 acudieron a las exposiciones temporales y 5.352 al Museo propiamente dicho; los 7.911 visitantes de 1994, se repartieron en 2.300 para las itinerantes y 5.611 para la permanente; de los 8.212 visitantes de 1996, 3.262 corresponden a la exposición temporal de Brassempouy (Francia); de los 20.790 visitantes de 1997, 13.885 asisten a las exposiciones temporales celebradas en Pamplona (13.350) y Arazuri (535); de los 8.362 visitantes de 1998, 1.400 corresponden igualmente a las exposiciones itinerantes.

[7] El caso del Museo de la Encarnación de Corella no es demasiado significativo por permanecer cerrado por obras desde 1997, y registrar por ello unas cifras de visitantes modestas, desde luego no acordes con el interés de sus fondos de arte sacro del Renacimiento, Barroco y Neoclasicismo.

[8] MOORE, Kevin, La gestión del museo, Gijón, Ediciones Trea, 1998, p. 11 (Introducción).

[9] SUKEL, William M., “Los museos como organizaciones”, en MOORE Kevin (comp.), La gestión del museo, Gijón, Ediciones Trea, 1998, p. 391.

[10] GOODE, G.B., “The principles of museum administration”, en Museums Association. Report of proceedings… Sixth annual general meeting, London, Dulau and Co., (1985), p.79, cit. por MOORE, Kevin. La gestión de los museos, pp. 11-12.

[11] En la década 1990-1999, el Museo de Navarra recibe 437.397 visitantes y el Catedralicio y Diocesano de Pamplona 238.030. Los Centros de Interpretación de la naturaleza abiertos en esa década son los de Bértiz, Roncal, Ochagavía, Roncesvalles y Arteta.

[12] De ellos 522.899 € (87.000.000 Ptas.) se destinaron al Museo de la Encarnación de Corella. Aparte quedan los 12.445 € (2.070.578 Ptas.) para equipamiento informático y 22.748 € (3.784.782 ptas.) para sistema de vigilancia por circuito cerrado de TV en el Museo “Gustavo de Maeztu” de Estella.

[13] SUKEL, William M., “Los museos como organizaciones”, cit., p. 392.