Mi entrevista a Gaspar en 1980

Recuerdos de mi estancia con Gaspar Montes Iturrioz en la ciudad de Irún, los días 23 y 24 de junio de 1980, al objeto de realizarle una entrevista de investigación

Gaspar me esperaba ya en la parada de los autobuses Aurrerá, que hacen el trayecto de Pamplona-Fuenterrabía. Eran las 10 y 10’ de la mañana cuando llegué a Irún. Después de saludarnos, él me condujo al hotel Alcázar, en la Avda. de Francia, propiedad de unos amigos suyos, los Albisu. Después de acomodarme en mi habitación bajé a recepción, donde Gaspar me esperaba. Ya preparado con un magnetofón y los papeles necesarios, fuimos paseando hasta su domicilio de la calle Luis Mariano, paralela a la de Colón. En el portal nos encontramos con su mujer, María Iribarren, y algunas vecinas y amigas mayores del pintor, una de las cuales llevaba un cuadro con mucho acento impresionista a lo Montes (era una de sus alumnas aficionadas a la pintura) Ya en su piso, Gaspar me enseñó las habitaciones de la casa: en todas las paredes había gran cantidad de cuadros, colocados con gusto en el lugar preciso. En el salón había, además, una biblioteca, si no tan amplia como yo esperaba de un hombre ya casi octogenario, sí interesante a nivel de títulos: había en ella obras de Baroja, Gutiérrez Solana, Hemingway, Flores Kaperotxipi (precisamente luego me dejaría la biografía que éste escribiera del pintor Pablo Uranga, para que la copiase), la “España Negra” de Verhaeren y Regoyos, además de libros de arte sobre Juan Gris, Mir, Velázquez y otros clásicos españoles. Fueron los títulos que en una rápida ojeada pude observar. Yo tenía prisa en trabajar y no me pareció correcto “investigar” sobre los libros de Montes, parecía demasiado interés por mi parte. Lo que sí hice -abusando un poco de la confianza que él me deparaba- fue pedirle prestado un catálogo de la exposición de pintores Adelantados de la modernidad [1], donde se incluían algunos estudios breves, por mí desconocidos, sobre Regoyos, Vázquez Díaz y Zuloaga. Más tarde, como él me enseñara dos libros del Banco Guipuzcoano con hermosísimas y raras reproducciones de la obra de Regoyos en Vasconia, yo le pedí que si estaba en su mano, me los consiguiera, pues vi en ellos un buenísimo complemento a mis investigaciones. Él se ofreció de mil amores y no se olvidó de prepararme, antes de nuestra despedida, los dos libros de Flores y el catálogo de los Adelantados, ¡ah!, y tuvo el detalle, por el que siempre le estaré agradecido, de regalarme dos obritas suyas, el dibujo de un lector de periódico fumando y una vista urbana de Corella.

Trabajamos duramente los dos días de mi estancia en Irún. Antes de comenzar la entrevista, que duraría mañana y tarde, tuvimos una breve conversación sobre la situación política del País Vasco, que ambos veíamos con preocupación: en la calle discurría una manifestación silenciosa en protesta de lo que más tarde supimos era el conflicto pesquero de los pescadores vascos con los franceses. “No era éste el marco más adecuado para ponerse a trabajar en una investigación”, pensaba yo. Mi sentimiento de ser un solitario en aquellos momentos desapareció progresivamente cuando Gaspar, con su grandísima disponibilidad, comenzó a confiarse en mí.

Mañana y tarde duraron las preguntas. Fueron más de 160, que yo había preparado cuidadosamente en Pamplona, combinando temas (desde la composición al impresionismo, pasando por otros muchos aspectos) para en cierta manera sorprender al pintor y captar con ellas lo que de espontáneo o ideas fijas y meditadas había en él. Mi intención era hacer un retrato de su vida artística lo más completo posible y acercarme más al tema de mi tesis [2], para el que Gaspar Montes Iturrioz era un hombre clave. Grabamos unas cinco horas. Por [la] tarde, sobre las 7,30 u 8, dedicamos el rato final a hablar de temas informales. Él me preguntó qué había escrito yo. Continuamente se disculpaba de sí mismo. No creía él que su obra tuviera el suficiente interés o el mérito para ser analizada científicamente. Decía: “¡si yo fuera un Regoyos, sí!”. Yo le comentaba que la historia se hace de pequeñas historias locales y que, en cualquier caso, no podíamos desechar lo que este pequeño grupo de paisajistas del Bidasoa había realizado en pintura. Luego la historia juzgará.

Me contó cosas de Bienabe, cómo había tenido veleidades revolucionarias de joven y había llegado a planear un viaje a Rusia cuando la República; recordó cómo de joven y creo que durante la guerra, estando aquél exiliado en Hendaya, habiéndose enterado de que el general Primo de Rivera pasaba la frontera en tren, acudió con otro amigo “revolucionario” a silbar y abuchear al dictador. Llegó, incluso, a pintar un cuadro de protesta política: un malhechor esposado conducido por dos guardias civiles [3]. Me lo pintó como un poco flamenco y celoso: en cierta ocasión, Sotomayor [4]estuvo en el hotel Alcázar y habiéndose enterado de ello Bienabe, acudió allá desde Hendaya con un fotógrafo cuya misión era sorprender con la cámara a Bienabe junto a su antiguo maestro. Sólo era para enseñar luego y evitar que él pareciera menos que otros.

Gaspar me contó cosas del Madrid que conoció de joven. Hablando de mis publicaciones o escritos, y como le dijera que había realizado mi tesina sobre el cineasta Ingmar Bergman, él me refirió, ante mi sorpresa, cómo le habían impresionado profundamente sus películas “El séptimo sello” y “El manantial de la doncella”. En Madrid había sido asiduo del cine-club que dirigía Giménez Caballero y donde pudo ver las obras de Buñuel. Hablamos un poco de “El perro andaluz”. Me dijo que conoció a Buñuel en una fiesta de artistas, que era de disfraces concretamente. Buñuel se había disfrazado de egipcio y llevaba el pecho desnudo y pintado de azul. Había en aquel ambiente bastante extravagancia y hasta algunas señoritas desnudas “que luego desaparecieron”. Aquello debió chocar con el carácter de Montes Iturrioz.

Al día siguiente hicimos el inventario de todas las obras, menos una quincena, que guardaba en su casa. Gaspar estuvo ayudándome constantemente: me traía las obras, tomaba las medidas… yo le preguntaba el año de realización, el título, y otras características…

Creo que abusé de su tiempo libre, pero él se portó extraordinariamente conmigo.

Al despedirnos, el 24 por la tarde, quedamos hasta el miércoles siguiente, fecha en que volveríamos a vernos con ocasión de llevarle las obras de las exposiciones de Burlada y Sangüesa [5].

Pamplona, 27 de junio de 1980.

Imagen de la portada: Gaspar Montes Iturrioz en la década de 1980.

Notas

[1] Adelantados de la modernidad. Exposición en el Banco de Bilbao, Madrid (mayo-junio de 1979), con obras de Regoyos, Sorolla, Iturrino, Zuloaga, Nonell, Echevarría, Blanchard, Vázquez Díaz, Solana y Juan Gris.

[2] Presentada en la Universidad de Navarra el 8 de octubre de 1985. Llevó por título Los pintores de la Escuela del Bidasoa. Bajo la dirección de la Dr. María Concepción García Gaínza.

[3] Sólo pude tener acceso a su versión gráfica que llevó por título “Prisionero”, un lápiz sobre papel de 50 x 35 cm, obra firmada, no fechada.

[4] Fernando Álvarez de Sotomayor. Recibió sus clases en su academia particular de Madrid entre 1920-1923. Era director del Museo del Prado.

[5] Gaspar Montes Iturrioz. Pintura. Exposición montada por mí en la Sala de Cultura de la Caja de Ahorros de Navarra en Burlada, después llevada a Sangüesa, en 1980.