Zaragüeta fotógrafos

Catálogo de la exposición celebrada en el Museo de Navarra entre el 29 de diciembre de 2010 y el 2 de mayo de 2011, que fue comisariada por el autor con los fondos fotográficos de Agustín Zaragüeta Colmenares (San Sebastián, 1958 – Pamplona, 1929) y su hijo Gerardo Zaragüeta Zabalo (Pamplona. 1895 – 1985), existentes en dicho centro del que era Técnico Superior. La exposición se compuso de 75 fotografías y fue la muestra más completa que se celebró hasta el momento de estos autores. Supuso un recorrido por toda su trayectoria y abarcó fotografías realizadas desde 1887 hasta la década de 1940, con representación de los diversos géneros que cultivaron los autores: retrato, reportaje, arquitectura, urbanismo, paisaje rural y fiestas.

El fondo fotográfico Zaragüeta del Museo de Navarra

Introducción

El estudio profesional de Zaragüeta permaneció en funcionamiento desde 1879 a 1960. Hasta la década de 1950 tuvo su domicilio en el ático del portal número 31 de la Plaza del Castillo, ya que los retratos de estudio se hacían con luz natural. Lo inició Agustín Zaragüeta Colmenares, en el local que abandonó otro fotógrafo, Emilio Pliego, que estaba asociado con Leopoldo Ducloux, con quien Agustín había aprendido fotografía en París, aprovechando su estancia en esa cosmopolita ciudad para adquirir también conocimientos de litografía. Según ha escrito Cánovas, el aprendizaje fotográfico lo hicieron con los sucesores de los ópticos Chevalier, renombrados comerciantes que habían suministrado sus lentes a fotógrafos históricos como Nièpce y Daguerre [1]. La ubicación del estudio en esta plaza céntrica de Pamplona será bastante determinante en el devenir fotográfico de sus moradores, pues la Plaza del Castillo era, y sigue siendo, el escenario de muchos acontecimientos y observatorio sin igual de los mismos.

Nacido Agustín Zaragüeta en San Sebastián en 1858 [2], quizás no fuera su relación con Ducloux la que le trajera a Pamplona [3], sino los negocios de su familia, vinculada a la empresa harinera de su pariente Gregorio Alzugaray. Sabemos que en 1856 un comerciante de San Sebastián, de apellido Agustín Zaragüeta (seguramente tío carnal del fotógrafo), fue apoderado por su primo Gregorio Alzugaray, socio capitalista mayoritario de Harinera La Pamplonesa, como representante comercial para Guipúzcoa y el extranjero. Esta empresa, radicada en Pamplona, fue hegemónica en el sector navarro de la transformación del cereal para el consumo entre 1840 y 1870. El saneado negocio le permitió a Alzugaray fundar con Zaragüeta en la capital guipuzcoana, en 1861, la fábrica La Vasco-Navarra de pastas alimenticias (fideos y macarrones), pero al año siguiente se expandió a Pamplona, tras la quiebra de la única productora de pastas de la ciudad –la Florensa- a la que compró sus instalaciones [4].

Ya establecido Agustín en Pamplona, sobresaldrá como retratista de estudio de personajes de la alta sociedad, al mismo tiempo “especializado” en la clase militar, en cuya materia alcanzará renombre popular. Ello queda patente en una coplilla de Premín de Iruña (Ignacio Baleztena), divertimento popular al que los pamploneses estaban muy acostumbrados por aquella época:

Joshe Miel de Zabaleta
a Pamplona vino soldau
y en la casa de Zaragüeta
con un puro se ha retratau” [5]

Contrajo matrimonio con Luisa Zabalo Alzugaray, hija de un notario de la ciudad, de quien tendría seis hijos, con el penúltimo de los cuales, Gerardo, nacido el 13 de junio de 1895, compartirá estudio desde 1908, como así lo confirma el propio Gerardo en una entrevista que le hizo La Gaceta del Norte en 1966, donde informa que empezó a trabajar con su padre a la edad de 13 años [6].

Lee Fontanella y José Joaquín Arazuri, en la Historia de la Fotografía Española, sostienen que la producción fotográfica de Agustín Zaragüeta Colmenares se inicia en 1879. Teniendo presente que falleció en Pamplona a los 71 años de edad, el 6 de julio de 1929, hay motivo para creer que su obra fotográfica se extendería hasta principios de la década de 1920, pues se supone que poco después de ese límite temporal se retiraría, heredando el negocio fotográfico su hijo Gerardo Zaragüeta Zabalo, cuyo trabajo de aprendizaje se inició en 1908 y abarcó las décadas 1910, 1920, 1930, 1940 y 1950 [7]. El domicilio de Gerardo estaba situado en la calle Curia 28, 2º, desde donde se anunciaba estampillando su nombre de fotógrafo en el dorso de los positivos que revelaba [8]. Su estudio de la Plaza del Castillo 31 lo levantaría en los años 50 para trasladarlo a la calle Amaya número 20, 2º A, donde permaneció en funcionamiento hasta su jubilación a principios de los 60 [9]. Falleció en Pamplona el 8 de marzo de 1985, a los 89 años de edad.

El conjunto del material fotográfico de ambos se conserva en el Museo de Navarra, a donde llegó en 1993 por compra al nieto e hijo de los fotógrafos, Ignacio Zaragüeta Sanz de Acedo, fijándose el valor de su adquisición en 9 millones de pesetas. Se compone de 4.838 unidades, todas ellas, menos 380 clichés flexibles de nitrato de celulosa, son negativos a la gelatina con bromuro de plata sobre placa de cristal, material en su mayor parte no datado, aunque la mayoría de las imágenes conservadas pertenece a las décadas 1920, 1930 y 1940, es decir, fueron obtenidas por Gerardo Zaragüeta Zabalo en su casi totalidad (pero se hace difícil distinguir entre las más antiguas cuáles son las realizadas por uno y otro dada la circunstancia descrita de haber compartido estudio). Suponemos, por razón de cronología, que las anteriores a 1920 serán de Agustín Zaragüeta Colmenares, y de estas en el Fondo Fotográfico Zaragüeta del Museo de Navarra habrá unas cuarenta, de mayor formato que las de Gerardo [10], no solo dado a la fotografía de estudio sino también a la de reportero gráfico, lo que exigía usar materiales más ligeros. En la introducción al inventario de este Fondo Fotográfico, escrita por Celia Martín Larumbe para el Museo de Navarra, se indica que la falta de firmas, la mezcla de materiales, y el hecho seguro de la colaboración durante un tiempo de ambos profesionales, impiden llegar a una certidumbre en la identificación de la autoría, con la salvedad de lo dicho [11].

El grueso de las fotografías de Zaragüeta conservadas recoge, pues, uno de los periodos históricos más interesantes de la historia local reciente, la de la primera mitad del siglo XX, fundamentalmente el agitado periodo 1920-1940. La historiadora Celia Martín las considera la mejor muestra de la producción profesional del momento en Pamplona.

Temas frecuentes en su fotografía

La temática de Zaragüeta se centra en Pamplona, bien como escenario o como referencia indirecta, pues el fotógrafo sigue con su cámara los movimientos de los pamploneses en el exterior.

Se puede dividir en:

  • Retrato
  • Reportaje
  • Arquitectura y urbanismo
  • Patrimonio artístico
  • Producto comercial
  • Paisaje rural
  • Fiestas

En todos estos temas es posible descubrir varias series temáticas:

  • Público en graderíos (Campo de Fútbol de San Juan, tendidos de la Plaza de Toros).
  • Grupos familiares (incluye a personas del servicio doméstico).
  • Procesiones (Corpus Christi, Domingo de Ramos, llegada de la imagen del arcángel San Miguel de Aralar, Sagrado Corazón de Jesús). Incluso dedica una sub-serie a retratar a los porteadores y participantes de la procesión de Viernes Santo y a los pasos mismos que en ella intervienen.
  • Desfiles y cortejos (folklóricos, militares, fúnebres).
  • Celebraciones (visita de los Reyes Magos, belenes vivientes …).
  • Paseantes por la ciudad (en días festivos, Semana Santa) y la ciudad misma (la Plaza del Castillo).
  • Bañistas (jóvenes de ambos sexos).
  • Deportistas (futbolistas, ciclistas, pelotaris, nadadores, boxeadores, gimnastas, figuras del pedestrismo …).
  • Excursionistas.
  • Estudiantes (fotos de promoción con sus profesores).
  • Profesionales (que da origen al retrato corporativo): enfermeras, médicos, catedráticos, actores, músicos, militares…
  • Políticos (en sus despachos y en su propio ejercicio).
  • Oficios.
  • Los Sanfermines.

Veamos el desarrollo de tal temática:

Retrato

El retrato es de estudio o tomado en directo. En el primer caso abunda el individual (soldados, gente corriente, estudiantes de música …), el corporativo (con varios personajes ligados entre sí por una profesión, un oficio o una práctica: profesionales del derecho, de la banca, de los negocios, personal castrense, religiosas, sacerdotes y frailes, adoradores nocturnos; o bien ebanistas, albañiles, sirvientas, matarifes, comerciantes, bomberos, asfaltadores, carboneros…, empleados diversos) o de grupo (familiar, enlaces matrimoniales, promociones de estudiantes de Magisterio…, que posan ex profeso). Mayormente sus personajes son adultos, pero muchos de ellos son jóvenes, abundan los grupos femeninos, incluso los de niños. No importa que se noten las diferencias sociales, en las fotografías de Zaragüeta parece reinar una armonía social.

La variedad retratística no excluye ciertas composiciones como la del caballero apoyado en su automóvil “último modelo”, o los mismos vehículos aparcados en batería ostentando sus aletas y radiadores en la Plaza del Castillo, ni hay tema vedado para Zaragüeta, que “retrata” a los autobuses de La Tafallesa, La Salacenca y La Roncalesa, bien lustrosos y “modernos” para su momento. Por no hablar de retratos macabros de difuntos en su féretro.

Reportaje

El reportaje tiene una dimensión social acusada y está ligado al acontecimiento, sea una inauguración (monumento al compositor Hilarión Eslava en Burlada, a San Francisco de Asís en Pamplona y a Huarte de San Juan en los jardines de la Taconera de la misma ciudad); un acto oficial (la primera piedra de la Audiencia de Pamplona el 13 de julio de 1890, paradas militares en la Plaza del Castillo), a menudo de carácter político (visitas del rey Alfonso XIII, del general Primo de Rivera y del Presidente de la República Niceto Alcalá Zamora) o noticias relevantes (como la recuperación de la Arqueta de Leire tras su robo de la Catedral en 1935).

Están reiteradamente presentes las imágenes relacionadas con el desenvolvimiento del nacionalismo vasco (mítines con motivo del Aberri Eguna, actos del Centro Vasco de la ciudad…), la efervescencia social de la II República (elecciones, manifestaciones, discursos patrióticos, manifestación en la Plaza Consistorial de Pamplona el día en que se proclama la II República) y la presencia militar en el centro de la capital al comienzo de la Guerra Civil.

Muy frecuentes son las imágenes de competiciones deportivas, tales como carreras ciclistas, partidos de pelota en distintas modalidades, formaciones futbolísticas, boxeadores sorprendidos fuera del combate, etc. Se trata de actos que atraen mucho público. La presentación de este público para Gerardo Zaragüeta, a quien atribuimos el grueso de lo conservado, es tan importante como el acontecimiento deportivo en si, dando la impresión de que lo que verdaderamente le interesa es el impacto social del deporte –o del espectáculo taurino en el caso de las fiestas de San Fermín-, pues abundan las fotografías de graderíos, tendidos y aceras abarrotados de gente. No sucede lo mismo con la presentación de otros deportes de élite, como el tiro al pichón o la aviación. En este caso los aviadores aparecen a bordo o al pie de su avioneta. A Gerardo le gustó volar en aeroplano, que partía de la campa de Aizoain, y prueba del interés que tenía por la aviación es que hizo un reportaje de los componentes del raid del Plus Ultra (1926), varios de sus componentes los navarros Julio Ruiz de Alda y Pablo Rada.

Otras veces el reportaje es meramente costumbrista: las gentes de Pamplona asistiendo a espectáculos callejeros, cortejos fúnebres, la vida misma de sus calles, la salida de Misa, la llegada a la ciudad de los autobuses de línea, la excursión a la playa, etc. En todas las imágenes la diferente indumentaria nos habla de los distintos géneros de vida y posibilidades económicas.

El reportaje se extiende también a la crónica de inauguraciones: las nuevas oficinas del Crédito Navarro en 1909; los corredores del Palacio de la Diputación Foral reformada por Yárnoz entre 1932 y 34; los pabellones del Nuevo Hospital de Navarra; el Casino Eslava; la nueva Caja de Ahorros de Navarra; las instalaciones deportivas del Club Larraina, la nueva maquinaria de las primeras industrias, etc. Apariencia de modernidad y funcionalismo de la época. Y hasta de un incipiente bienestar.

Arquitectura y urbanismo

Es posible seguir la evolución de la nueva Iruña con el segundo ensanche de la ciudad, donde se levantan edificios hoy desaparecidos. La trama urbana se ve sometida a transformaciones: la apertura de la Avenida Carlos III con el antiguo Teatro Principal convertido en Gayarre y reubicado en el lugar donde hoy está; la Santa Casa de Misericordia a punto de ser terminada su construcción en 1932; el Palacio de Navarra en proceso de renovación; la zona de los cuarteles militares; la estación de autobuses improvisada en el Rincón de la Aduana y la nueva inaugurada en 1934; la antigua edificación de los P.P. Salesianos en una calle Aralar aún sin trazar; viejos y nuevos comercios, a su vez borrados por el paso del tiempo. Fachadas y más fachadas. Callejas. Y las crecidas del Arga. Alguna vista aérea. Una piel urbana que en ocasiones cuesta identificar, pues tan notorias fueron las modificaciones de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX.

Patrimonio artístico

Dentro de esta clasificación entran el reportaje y la reproducción. En el primer caso, sus fotografías informan de la recuperación de la Arqueta hispano-árabe de Leire en 1935 robada de su antiguo emplazamiento, la Catedral de Pamplona; de las joyas del patrimonio catedralicio; de exposiciones de congregaciones religiosas en la Catedral y de los trabajos de curso de la Escuela de Artes y Oficios; además de numerosas fotografías de sagrarios, molduras, medallas, relieves, altares, retablos, imágenes y pasos procesionales, incluyendo alzados y diseños en estilo neogótico de profesionales de la ciudad como Artieda, Menchón, y otros. Se incluyen en la colección reproducciones de carteles anunciadores de las fiestas de San Fermín o del Aberri Eguna, y obras de algunos pintores como Ciga, Basiano, Lizarraga y Gutxi.

Producto comercial

Este es un aspecto novedoso en la fotografía de los años 20 y 30 del pasado siglo. Gerardo Zaragüeta muestra interés por reproducir mobiliario diverso, como mesas de despacho, radiadores, plafones, sillones, etc., como reclamo publicitario en los medios impresos y de comunicación, sin duda para atraer a posibles compradores, o también para catálogos de empresa por encargo. Con el mismo espíritu propagandístico, también toma planos generales de interiores recién estrenados, entonces último grito en cuanto a diseño funcional. Tal es el caso del Casino Eslava o de la Caja de Ahorros de Navarra, que denotan un gusto por la simplicidad de líneas y cuyos espacios toma en amplia perspectiva con objetivo angular.

Algunas de estas fotografías muestran los productos comerciales a modo de bodegón, con los objetos publicitados bien ordenados. Así sucede con los libros del “Índice progresivo de Legislación” o con cálices para el uso litúrgico.

Paisaje rural

Junto al paisaje urbano de Pamplona, que es el más interesante para él, el Fondo Fotográfico Zaragüeta también presenta paisajes de los pueblos navarros, generalmente de sus cascos históricos vistos en conjunto (desde Viana a Roncesvalles pasando por la Zona Media), o asociados al progreso industrial (mostrando el embalse de Irabia, la Electra Puente Marín, serrerías, pabellones fabriles, los primeros chalets para una clase más acomodada), algunos ligados a la belleza natural de ciertos lugares como el nacedero de Arteta.

La presentación de los paisajes va asociada con frecuencia a grupos de excursionistas tan frecuentes en esta colección. Es de destacar una curiosa fotografía de excursionistas en velocípedos por la zona de Belascoáin, sin duda obra de Agustín por ser de 1909.

Fiestas

Es uno de los campos más atendidos por Zaragüeta, casi en exclusiva dedicado a Pamplona, si exceptuamos las fiestas de Sangüesa, a las que dedica un reportaje.

Las fiestas de Pamplona revelan su punto de vista documental

La importancia de las fiestas populares no ha sido desdeñada por la fotografía, pues quizás tengan en nuestro país una vigencia especial por su número y vitalidad. Desde las manifestaciones de orden religioso, muchas de ellas ligadas a los trabajos del campo y al ritmo de la naturaleza, hasta los carnavales, pasando por el culto a los muertos, la tauromaquia, los concursos de destreza y de fuerza, e incluso las verbenas, un sinfín de ocasiones se prestan a describir el ritual con que la persona se manifiesta abiertamente en el seno de una colectividad. Las fiestas han seducido a gran número de fotógrafos (Cristina García Rodero, Xurxo Lobato, Cristóbal Hara…), estando comprometidos con esta práctica, dentro y fuera de nuestros límites geográficos, algunos de los mejores documentalistas navarros (Koldo Chamorro, Carmelo Alcalá, Clemente Bernad y otros). A todos les atrae el pulso de esa sociedad en trance, que se manifiesta en un tiempo efímero que es preciso conservar mediante fragmentos congelados. Anhelan descubrir en el rito la capacidad de cohesión de esa comunidad, en medio de la catarsis colectiva que es la fiesta.

No es de extrañar que las mundialmente conocidas fiestas pamplonesas de San Fermín atrajeran desde un principio a los practicantes de la fotografía, primero con la intención de expresar lo que de pintoresco encierran, considerado como “exportable” según los gustos de los turistas (al modo como las narraron Galle, Zubieta, Retegui, o Rupérez); después con una voluntad consciente de plantear ideas, proponiendo lecturas soterradas en la imagen sorprendida con el recurso a asociaciones dispares o insólitas, o, simplemente, descubriendo el secreto de la fiesta en los detalles de la vida cotidiana. Las fotografías de Inge Morath abrieron un camino por desarrollar este campo con su reportaje Guerra a la tristeza (1954), lema descubierto por ella en lo alto de una de las barracas de tiro de la feria pamplonesa, planteando un camino de trabajo por el que avanzaron Francisco Hidalgo en sus reportajes del “Paris-Macht”, Pío Guerendiain y Jorge Nagore en las tres décadas posteriores, para aportar una nueva manera de ver el encierro, la vida cotidiana, la corrida, la fiesta, la alegría e incluso el cansancio producido por ellas, sin dejarse dominar por un sentimiento nostálgico unido a la simple anécdota.

Los Zaragüeta no fueron una excepción en esta dinámica costumbrista. Los Sanfermines no les dejaron indiferentes. Ni por origen, ni por temperamento, ni por cercanía (quizás no haya mejor observatorio para conocer las fiestas que la Plaza del Castillo donde se encontraba su estudio), ni por interés comercial, podían evitarlas, de tal manera que se implican en ellas –principalmente Gerardo- para mostrarnos todas sus facetas:

  • El cortejo municipal, que se abre paso por las calles.
  • El ciclo taurino: desde el enchiquerado de los toros en los viejos corrales del Gas, el encierro en todo su trayecto y la suelta de vaquillas en la Plaza, el espectáculo del Bombero Torero, el entretenido recorrido de la banda bufa del Empastre, las novilladas y las corridas, con todos sus lances. Y los espectadores, muchos espectadores, tendidos abarrotados, de entrada libre y de pago, y con guapas manolas en localidades preferentes.
  • Las peñas: fotografiadas en la calle, con pancarta y charanga o sin ellas. Todos los mozos quieren salir en la fotografía, de modo que adoptan posturas forzadas. Unas van recolectando alimentos para luego dar cuenta de ellos, como la que se deja fotografiar ante Casa Marceliano ostentando las longanizas recaudadas; otra acaba de dar cuenta del contenido de una hermosa cazuela; una más afirma en un cartelón ser ¡los de siempre!; aquella otra fotografiada en la Plaza del Castillo advierte en su pancarta que ¡el quinto toro será vaca!
  • Los gigantes: la popular comparsa de gigantes y cabezudos no falta en su reportaje fotográfico. La vemos ante la iglesia del Hospital o en la Avenida de San Ignacio apretujada por el público; o en el local donde se guardan sus “cabezas”.
  • Las atracciones de la feria constituyen importante tema representativo. Chicos y chicas eligen el tiovivo para posar en grupo, con la sonrisa en sus labios, luciendo ellas sus modelos festivos y disfrutando todos de la alegría de las fiestas.

En todas estas imágenes, entre creativas y documentales, Gerardo capta un mosaico social riquísimo con una frescura y espontaneidad innegables, como buen reportero gráfico al servicio de la prensa local o del negocio particular, pues aún es posible ver bajo el arco de la plaza de Castillo, donde se hallaba su estudio, la huella de los expositores donde sin duda ofrecería a la contemplación las más recientes fotografías.

Le interesan todas las capas sociales, que se definen gracias al ambiente y la indumentaria que visten. En sus características fotografías de conjunto, no obstante la escala del plano escogida, logra individualizar a cada persona con su espontánea expresión, gracias a su depurada técnica fotográfica que se apoya en el uso de lentes de gran angular (de modo que es capaz de dar la sensación artificial de mayor profundidad y anchura sin aberración óptica ni merma de nitidez desde el centro a los lados del motivo), en cámaras de relativa ligereza del tipo “Linhof Technika” para usar sin trípode o con él e impresionar placas de cristal de 10×15 y 13×18 cm. y gracias al dominio de la planificación (desde el plano general y de conjunto –que es su preferido- hasta el plano medio y el primero característicos de un retratista) [12]. Zaragüeta sabe escoger para su cámara los emplazamientos más adecuados para alcanzar los puntos de vista interesantes, pero, sobre todo, tiene el don de la oportunidad para estar en el lugar donde se desarrollan los hechos, sin importarle ni la climatología ni la incomodidad de los espacios abarrotados de público.

La fotografía documental de Zaragueta está a medio camino de la fotografía “turística” (si es que puede calificarse de “turistas” a los forasteros que visitan Pamplona en las décadas de 1930 a 1940, que son más bien habitantes de los alrededores atraídos por las fiestas), el reportaje gráfico periodístico y la voluntad comercial. No hay que olvidar que Gerardo Zaragüeta fue colaborador gráfico del diario “La Voz de Navarra” y repórter del Club Atlético Osasuna [13]. Por tanto, trata de dejar constancia de los hechos para información pública, pero también para posibilitar llevarse una impronta de tales hechos, en los que uno se ve envuelto conscientemente y se identifica como protagonista de los mismos, como una especie de “recuerdo” personal. El visitante no quiere volver a casa sin una imagen de lo que ha visto y le ha causado mayor impresión. Parafraseando a Erika Billeter, el visitante “compra la realidad para llevársela a casa, y nada mejor que la fotografía para satisfacer este deseo” [14].

En el caso del encierro, Zaragueta testimonia la realidad del instante decisivo, aquel en que esta realidad está “fotográficamente madura” para dicho momento. La instantánea cobra entonces una calidad fotográfica. La espontaneidad es el rasgo característico de esta fotografía. Fija un instante decisivo con relación a una situación dada (bien los toros y mozos en su carrera alocada, los saltadores de trampolín sorprendidos en el aire o los hechos histórico-políticos que se producen en el tiempo) cuyas circunstancias pueden parecer tan insólitas o excepcionales que nadie crea que hayan podido suceder. En estos momentos imprevisibles el reportero tiene su cámara a punto, siempre dispuesto a ver algo que los demás no ven.

Podemos preguntarnos cómo era capaz Gerardo Zaragüeta, con la técnica de su época (una placa de cristal sensibilizado igual a una sola foto), de congelar una imagen en movimiento rápido –la propia del encierro de Pamplona- sin pérdida de nitidez en la imagen resultante. Esto solo lo podía conseguir con algún truco personal, quizás aprendido, más que de su padre, que fundamentalmente era retratista, de su propia experiencia como fotógrafo. En opinión del veterano fotógrafo pamplonés José Luis Bayona Baquedano, sólo podría conseguirlo empleando placa “lenta” de 100/200 ASA (21/24 DIN) sensibilizada con sales de plata de grano fino, lo que le permitiría forzar los tiempos del revelado del negativo en el laboratorio desde los 8’ de duración, que era lo habitual es ese tipo de placas, a los 30’, manteniendo la temperatura del líquido de revelado a 20º C, manera de poder convertir entonces la película lenta en “rápida” para fijar el gesto sin aparición del característico grano de la imagen, o sea sin deformación de la misma (que pareciese “movida”). Además, este tipo de fotografías instantáneas exigía jugar con la apertura del diafragma de la cámara y con la velocidad del disparo (que no podía bajar de 250 centésimas de segundo) para traducir las diferentes profundidades del campo visual (la calle del trayecto del encierro), con el problema añadido de la escasa luz en la hora tan temprana en que se celebra.

A las dificultades expresadas se añadía la necesidad de conocer de antemano la naturaleza de las fiestas locales e imaginar el desarrollo de los acontecimientos (algo más fácil para un fotógrafo local que para otro forastero). Esto explica el que Zaragueta supiera anticiparse a esos momentos decisivos antes de que se produjesen, esperando pacientemente su eclosión. El que al realizar sus fotografías Zaragüeta no se haya planteado cuestiones estilísticas sino únicamente visuales, apoyándose en la técnica sin condicionar su libre expresión, hace que sus imágenes sean por encima de todo elocuentes. Por eso su documentalismo es verídico, tiene la fuerza de la fotografía directa (aunque sus fotografías puedan parecer bellas y de suyo bastantes lo son). Sus fotos no solo son testimonio de un testigo presencial de los hechos sucedidos, sino que este testigo trasciende los hechos con una intención. La fotografía en ciertos casos no es inocente como la realidad tampoco deja de serlo.

En un retrato que podría titularse “El juego de la guerra”, tomada por Gerardo Zaragüeta en los días del Alzamiento Nacional, cuatro niños uniformados posan con su fusil de madera al hombro. Alguno de ellos sonríe como si se tratase de un juego. Pero sabedores de la deriva de aquella guerra fraticida, se nos hiela el corazón al contemplar el contraste entre la candidez infantil que desprende la imagen fotográfica y la terca verdad de los hechos posteriores [15].

Catálogo accesible en: https://www.navarra.es/NR/rdonlyres/3D81F99A-9EA1-4C6A-9B22-50CA0CEF031C/200778/CatalogoZaragueta.pdf

Imagen de la portada: «Ciclista», 1900 (Agustín Zaragüeta Colmenares, Museo de Navarra)

Notas

[1] Véase CÁNOVAS, Carlos, Apuntes para una historia de la fotografía en Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1989, p. 11 /Serie Panorama núm. 13. El aprendizaje de Agustín en París lo facilitó su conocimiento de la lengua francesa, ya que había cursado estudios de Secundaria en la localidad labortano-francesa de Hasparren.

[2] Sus padres eran Silvestre Zaragüeta Alzugaray, de profesión comerciante, natural de San Sebastián (aunque el apellido es originario del valle navarro de Arce) y Casilda Colmenares y Valle, natural de Santo Domingo de la Calzada. Tuvieron cinco hijos: Ramón, María, Pío, Agustín Félix (el fotógrafo) y José.

[3] CÁNOVAS CIÁURRIZ, Carlos, “Zaragüeta Colmenares, Agustín”, Gran Enciclopedia Navarra, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, tomo IX, p. 506.

[4] TORRE, Joseba De la, “Origen, expansión y crisis de la empresa harinera Alzugaray y Compañía, 1840-1888”, Boletín del Instituto Gerónimo de Uztariz, núm. 14-15, Pamplona, 1999, pp. 179-199.

[5] Puro de madera, entonces símbolo burgués, para retratarse los aldeanos y reclutas con el fin de enviar una foto a su novia que esperaba impaciente en el pueblo. Ver TIBURCIO DE OKABIO [Ignacio Baleztena] “¡Ay Nemesio! ¡Ay Nemesio! Hazme una foto al magnesio…”, Diario de Navarra, Pamplona, 28 de febrero de 1960, p. 3 (Iruñerías).

[6] En orden de nacimiento los hijos nacidos de su matrimonio fueron Luis, Javier, Amalia, Dolores (lLola), Gerardo y Marichu (María del Socorro). En 1920, el Diario de Navarra anunciaba el negocio como “Zaragüeta e hijos, Fotografía. Fotografías elegantes, bustos contraluces, cabezas artísticas. Plaza del Castillo 31. Pamplona” (Véase el número del 31 de octubre de 1920), de lo que se deduce que fueron varios los hijos que colaboraron en la empresa, aunque a Gerardo, como explicaremos, cabe atribuirle mayor protagonismo que a sus hermanos. Luis se estableció como fotógrafo en la calle Blanca de Navarra, 16, 1º, aunque debió ser por poco tiempo. Una nota cronológica publicada por el Diario de Navarra el 7 de julio de 1929 explicaba que Agustín Zaragüeta Colmenares había sido “un conocido y acreditado fotógrafo, persona estimadísima y muy relacionada en toda la provincia, que había logrado alcanzar una reputación en el arte industrial a que se dedicaba” (p.20). La declaración de Gerardo explicando su incorporación a la empresa fotográfica familiar la recoge PINA, Jesús G., “Un fotógrafo del siglo pasado nos enseña fotografías de Pamplona. Don Gerardo Zaragüeta retrató a grandes figuras de la política anteriores a la guerra del treinta y seis”, La Gaceta del Norte (ed. Navarra), Pamplona, 17 de abril de 1966.

[7] Véase esta información en YÁÑEZ POLO, Miguel Ángel-ORTIZ LARA, Luis-HOLGADO BRENES, José Manuel (eds.), Historia de la fotografía española (1839-1986), Actas del I Congreso de Historia de la Fotografía Española. Sevilla, mayo 1986. Sevilla, Sociedad de Historia de la Fotografía Española, 1986, cap. XV, p. 609. También la esquela del fallecimiento de Gerardo Zaragüeta Zabalo en el Diario de Navarra del 9 de marzo de 1985, de la que se deduce con toda seguridad el año de su nacimiento.

[8] En el Museo de Navarra se conserva un positivo del retrato realizado al Director del Orfeón Pamplonés, D. Remigio Múgica Múgica (Vergara, 1866-Pamplona, 1958), estampillado en su dorso con el texto “FOTÓGRAFO/GERARDO ZARAGÜETA/Curia 28, 2º/PAMPLONA”, que lleva la dedicatoria “Al activo e inteligente artista/Dn. Gerardo Zaragüeta, en prueba de sincera amistad/Remigio Múgica”. La fotografía debió hacerse sobre 1933.

[9] ARAZURI DÍEZ, José Joaquín. “Historia de la Fotografía en Navarra”, en YÁÑEZ POLO, Miguel Ángel-ORTIZ LARA, Luis-HOLGADO BRENES, José Manuel (eds.), Historia de la fotografía española, cit, p. 309.

[10] El tamaño habitual de las placas de Agustín es de 24 x 18 y 30 x 24 cm., en tanto la mayoría de las de Gerardo son de 10 x 15 y 13 x 18 cm.

[11] MARTÍN LARUMBE, Celia. Informe relativo al inventariado y acondicionamiento del Fondo Zaragüeta. Presentado al Museo de Navarra en 2006.

[12] En la década de 1930 ya existen este tipo de cámaras duras, compactas y ligeras, como la indicada producida en Munich por la casa Linhof y diseñada por Nikolaus Karpf, de la que se decía era la primera cámara plegable de metal sobre el terreno. El catálogo de la casa japonesa Horseman (ed. por Yoshitaku Kido), que he podido consultar por cortesía de la casa Turgel, de Pamplona, que comercializó cámaras ligeras del mismo tipo de la alemana, defiende que “la funcionalidad debe favorecer la creatividad, no obstaculizarla, precisión y operatividad deben ser parte integral de la cámara”. Es por eso que cabe suponer su empleo, o de una cámara similar, por parte de Gerardo Zaragüeta. (Informan sus hermanas el 23 de noviembre de 2010, que empleó una cámara Contessa-Nettel. Quizás pudo tratarse del modelo Cocarette, con fuelle extensible, diseñada y fabricada a principios de la década de 1920 por la firma alemana Contessa-Nettel, que muy pronto sería asumida por la Zeiss Ikon).

[13] De suyo fue miembro de la Asociación de la Prensa de Pamplona. Nos consta que estuvo acreditado como redactor gráfico de la Gaceta Sportiva de Barcelona en la década de 1920. Después de la guerra de 1936 intervino como colaborador gráfico en la revista pamplonesa Catolicismo, que diseñaba Leocadio Muro Urriza.

[14] BILLETER, Erika. Canto a la realidad. Fotografía latinoamericana 1860-1993. Barcelona-Madrid, Casa de América de Madrid/Lunwerg Editores, 1993, pp. 15-62

[15] Deseo mostrar mi agradecimiento a las siguientes personas e instituciones: a los familiares de los fotógrafos María Luisa y Sole Zaragüeta Sanz de Acedo, y al hijo de esta última Koldo Azkona Zaragüeta, por las informaciones orientadas a perfilar mejor la personalidad de sus antepasados Agustín y Gerardo Zaragüeta; al fotógrafo José Luis Bayona Baquedano, por sus orientaciones técnicas en el campo de la fotografía; a la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, en cuyo programa de actividades participé con una conferencia sobre dichos fotógrafos, lo que supuso una primera aproximación a su obra; y a los Becarios en Formación del Museo de Navarra, Ana Arenaza Borja y Mikel Calvo Villava, por la ayuda prestada en la revisión del Fondo Fotográfico Zaragüeta.