Guion para su desarrollo: Estado de la cuestión. La arquitectura neoclásica. La decoración del Palacio de Navarra, obra de José de Nagusía. Arquitectura y urbanismo del Primer Ensanche de Pamplona. La fotografía.
Estado de la cuestión
La arquitectura del siglo XIX es testigo, en primer lugar, de un Neoclasicismo tardío, consecuencia de la huella dejada en Navarra por Ventura Rodríguez en el último cuarto del siglo XVIII.
Los puntales del Neoclasicismo en Navarra son dos maestros de excepción, no navarros, que llevan a cabo en nuestra tierra importantes obras: el Acueducto de Noain y la Fachada Nueva de la Catedral de Pamplona por Ventura Rodríguez; los diseños de fuentes para Pamplona y la decoración de la cúpula de la capilla de San Juan del Ramo de Viana, a cargo de Luis Paret y Alcázar. De éste ya hemos tratado en el tema anterior, situándolo en el momento neoclásico, pero desenvolviéndose todavía en un arte muy deudor del Rococó.
Centraremos nuestro análisis, ahora, en la figura de Rodríguez y sus discípulos navarros: Ochandátegui, Asensio, Vicuña y otros.
Si de Ventura Rodríguez se ha tratado in extenso en la bibliografía del periodo, también ha sido objeto de estudio su obra neoclásica en Navarra, principalmente en lo concerniente a la fachada de la Catedral:
- YÁRNOZ LARROSA, J. La obra de Ventura Rodríguez en Navarra, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1944. Es la obra fundamental.
- GOÑI GAZTAMBIDE, J. “La fachada neoclásica de la Catedral de Pamplona”, Revista Príncipe de Viana, 1970.
La estela de Ventura Rodríguez en Navarra, refiriéndome a sus discípulos, es peor conocida, aunque se van conociendo datos:
- RIVAS CARMONA, J. “Notas para la arquitectura neoclásica en Navarra”, Scripta Theologica (De la Iglesia y de Navarra”, 1984). Da un panorama interesante sobre este punto, ampliando nuestro conocimiento sobre edificios neoclásicos en Navarra y sobre la contribución de Ochandátegui, Asensio y Anselmo Vicuña.
- Con posterioridad, en 1988, se publicó la tesis de María LARUMBE MARTÍN sobre Arquitectura en Navarra 1775-1900 (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1990) que condensa de modo sistemático todo el periodo y empalma con el trabajo de Asunción ORBE. Se centra principalmente en los arquitectos navarros del momento, tratándolos por épocas y manejando de forma exhaustiva la documentación. Concluye que la especial legislación navarra sobre arquitectos y maestros de obras retrasó la entrada del Neoclasicismo en Navarra, si bien benefició al desarrollo de las obras públicas (caminos y canales) Se mantiene una relación estrecha con la Academia de San Fernando y luego con la nueva Escuela de Arquitectura, en Madrid, de donde saldrán arquitectos para Navarra como Armendáriz, Nolasco Ventura, Nagusía, Vicuña, Pedro y Florencio Ansoleaga, Julián Arteaga, Goicoechea y Martínez de Ubago.
El Neoclasicismo es tardío en Navarra, penetrando bien entrado el siglo XIX.
Existen otros trabajos interesantes:
- Palacio de Navarra, estudiado por Juan José MARTINENA, 1986.
- Plaza de Tafalla, obra de Martín Saracíbar, inspirada en el neoclasicismo vitoriano, tal como se recoge en el Catálogo Monumental de Navarra (Merindad de Olite, tomo III); Santiago CAÑARDO, “Geografía urbana de Tafalla”, Suplemento de Ciencias de Príncipe de Viana (1982); y en VARIOS AUTORES, Casas consistoriales de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra.
Caben todavía enfoques urbanísticos, cuya mención nos lleva a considerar el Primer Ensanche de la ciudad de Pamplona al filo de 1900, donde se combina Modernismo con Historicismo: la obra fundamental al respecto es la de Asunción ORBE SIVATTE, Arquitectura y urbanismo en Pamplona a finales del siglo XIX y comienzos del XX (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1986) Un resumen vulgarizado de este libro puede encontrase en BUENDÍA, J. R. Arte. Tierras de España (Navarra), Madrid-Zaragoza, 1988.
Escultura:
La escultura autóctona prácticamente no existe, pues Fructuoso Orduna nacerá a fines del siglo XIX y Ramón Arcaya lo hará a principios del XX. Sin embargo, hay algunas obras de autores foráneos que interesa resaltar, pero que no están debidamente estudiadas:
- El Sepulcro del Conde de Gajes en la Catedral de Pamplona, dentro del Neoclasicismo.
- El Sepulcro de Espoz y Mina, también en la Catedral de Pamplona, obra del valenciano José Piquer (1855), cronológicamente romántico, pero formalmente aún neoclásico, en la órbita de Madrid. Inspirado en el correspondiente al poeta Alfieri de Canova.
- Los pasos procesionales: El Santo Sepulcro, de Agapito Vallmitjana (1872), dentro de un realismo propio de la imaginería tradicional; La Dolorosa, de Rosendo Nobas (1883), discípulo del anterior, ambos catalanes. Es una imagen de las de vestir, neo-dieciochesca. Ambos pasos están brevemente tratados en VARIOS AUTORES. 1887-1987. Centenario de la Hermandad de la Pasión del Señor, Pamplona, 1987; y en MARTINENA, J. J. “Viernes Santo en Pamplona. Los pasos”, Temas de Cultura Popular, nº 391 (1982).
Pintura:
La pintura ofrece lagunas evidentes por no haberse intentado ninguna sistematización de conjunto para el tema específico de Navarra, hasta muy recientemente (MANTEROLA, P.-PAREDES, C. “Arte navarro 1850-1940”, Panorama, 18, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1991) Hay autores que tratan de la pintura vasca y ofrecen referencias a Navarra: FLORES KAPEROTXIPI, M. Arte vasco. Buenos Aires, Ekin, 1954; MADARIAGA, S. Pintores vascos. San Sebastián, Auñamendi, 1971; ÁLVAREZ EMPARANZA, J. M. Origen y evolución de la pintura vasca, San Sebastián, Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, 1973; y LLANO GOROSTIZA, M. Pintura vasca, Bilbao, 1980.
Pero sobre los pintores de este momento –Nicolás Esparza, Inocencio García Asarta, Andrés Larraga Montaner- apenas hay referencias en obras generales o catálogos de exposición en el mejor de los casos. Tal sucede con:
- Enrique Zubiri Gortari: más conocido por las referencias escritas sobre su vertiente literaria por MICHELENA, VILLASANTE; IRIBARREN, M. y CORELLA).
- Gustavo de Maeztu y Whitney: MANTEROLA, P.-SÁNCHEZ OSTIZ, M.-ZUBIAUR, F. J. “Gustavo de Maeztu”, Panorama, nº 6, 1986.
- MARTÍN CRUZ, S. y OTROS. Pintores navarros. Pamplona, Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, vol. 1, 1981.
Fotografía:
En cuanto a la fotografía, que hace su aparición en la década de 1840, la obra fundamental es la de CÁNOVAS, C. “Apuntes para una historia de la fotografía en Navarra”, Panorama, nº 13, 1989; y es complementaria de la de FONTANELLA, L. Historia de la Fotografía en España desde la invención del daguerrotipo a 1900. Madrid, El Viso, 1981.
La arquitectura neoclásica
El desarrollo del neoclasicismo arquitectónico va ligado a la figura de Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, 1717-Madrid, 1785), arquitecto que deriva de un barroquismo inspirado por Juvarra y Bonavía a lo herreriano y termina en lo neoclásico desde 1775, época en que vendrá a realizar en Navarra dos importantes proyectos, el primero de tipo mixto arquitectónico-ingenieril, el segundo de tipo arquitectónico monumental:
- El Acueducto de Noain (1783-1790): cuya edificación fue consecuencia de la traída de aguas desde Subiza hasta Pamplona, proyecto en el que había fracasado el ingeniero francés Francisco Gency. Lo proyecta con 97 arcos de medio punto, labrados en ladrillo sobre robustos pilares de sillería, que decrecen en altura hacia los extremos al adaptarse al terreno. Aspectos destacables son su gravedad, racionalismo y funcionalismo, caracteres que se aproximan a la arquitectura militar del momento. Su director técnico será Santos Ángel de Ochandátegui, con la ayuda de Francisco Alejo Aranguren.
- La Fachada de la Catedral de Pamplona (1783-1800): marca su madurez como arquitecto neoclásico y constituye una de las más puras manifestaciones de este estilo. La concibe dentro de un orden gigante, que recuerda en su densificación a la arquitectura palladiana; presenta pórtico corintio díptero, de cuatro intercolumnios (tetrástilo); las columnas sostienen un arquitrabe de friso liso, sobre cuya cornisa descarga el frontón, decorado en su tímpano por el escudo del cabildo; se une el pórtico a las grandes torres de los lados mediante sencillo entrepaño dividido en dos partes por una imposta, con balcón sobre ella y puerta adintelada debajo; las torres cuadradas en sus dos cuerpos inferiores (con ventana y reloj respectivamente) y ochavadas, con columnas y entablamento corintio y huecos para campanas en el tercero; jarrones flamígeros en las esquinas y graciosos cupulines barrocos como remate, que aligeran así su pesantez; los pedestales para los patronos de Navarra (Francisco de Javier, Saturnino, Honesto y Fermín) quedaron vacíos pues no se ocuparon; ático más arriba, entre las torres, con adorno de recuadros y rosetón seudo-gótico en el centro; coronado con un segundo frontón, rematado por gran cruz entre ángeles; jarrones flameantes en los extremos; interior del pórtico: sobre la puerta principal va un gran medallón en mármol blanco con la Asunción de la Virgen; en lo bajo, y a los lados, en hornacinas, esculturas de San Pedro y San Pablo; rosas neogóticas sobre las puertas laterales para iluminación. Fue su director técnico Santos Ochandátegui.
Discípulos de Rodríguez en Navarra y otras obras:
Santos Ángel de Ochandátegui
Hombre completo, ya que fue aparejador, arquitecto, ingeniero, encargado de obras públicas y planificador urbano, pues edificó las fuentes de Pamplona diseñadas por Paret, trazó los caminos reales de Navarra y proyectó un canal de riego desde el Bocal de Tudela al Cantábrico y, también, la Nueva Sangüesa (1790). Era vizcaíno, natural de Durango (1749-1803). Como Director de Caminos de Navarra desde 1780, elevó a las Cortes varios informes en que planificaba y proyectaba lo que luego sería red viaria de Navarra, que esencialmente es la de hoy: el Camino de Logroño, el Camino de la Ribera (tan sólo se realizaron reparaciones), el Camino de Sangüesa y el Camino de San Sebastián (ver MELCHOR MORAL, Teresa. “Centralismo y autonomía. La construcción de nuevos caminos carretiles en Navarra, 1750-1784”, Príncipe de Viana, 1985, y la obra citada de María LARUMBE MARTÍN)
Obras de diseño propio:
– Torre de la Iglesia de Santiago de Puente la Reina (1777): con reminiscencias barrocas.
-Torre de la Iglesia Parroquial de Mendavia (1782): sólida y geométrica obra, de gran severidad, rematada por cupulín barroco. La imitará en obras como las de Torralba del Río y Arróniz (ver al respecto el estudio de AINCIBURU-EZPELETA-INDURAIN aparecido en Príncipe de Viana en 1985).
-Convento del Crucifijo de la misma localidad.
-Lonja de la Catedral de Pamplona.
-Iglesia de San Pedro Apóstol de Mañeru (1785): su mejor obra, de nave corta pero descomunal crucero, creando espacios barrocos; robustez, cúpula y exedras de los brazos recuerdan la Basílica de San Pedro en El Vaticano. Sencillez, claridad y orden la aproximan a Ventura Rodríguez.
-Reforma de la Capilla de San Fermín, en Pamplona: reconstruye la cubierta barroca, pero decora el interior a la manera clasicista.
-Nueva Sangüesa: proyecto de construcción de la ciudad arrasada por las aguas de la inundación en 1788; diseñado como damero geométrico y puro, bien trazadas las calles y plazas, previendo el funcionalismo de edificios públicos junto a los privados. No llegó a ser realidad.
Ignacio Asensio
-Monasterio cisterciense de Marcilla: con recuerdos rococós decorativos.
-Iglesia parroquial de Falces: remodelación con rigor geométrico neoclasicista.
Juan Antonio Pagola
-Reedificación de San Lorenzo, en Pamplona.
Pedro Manuel Ugartemendía
-Casa Consistorial de Puente la Reina.
-Teatro Principal de Pamplona, bajo la influencia de Vitoria (1841) Su fachada se trasladó al Teatro Gayarre en 1932.
Pedro Nolasco Ventura
-Iglesia parroquial de Allo: de rigor equiparable al de Villanueva. Alargado y colosal cajón, monumentalizado por un severo orden gigante de columnas jónicas, que corren en línea con los muros laterales; sobriedad y desnudez sumas al exterior.
Manuel Ángel Chávarri
Vitoriano, arquitecto de la parroquial de Peralta.
Anselmo Vicuña
En 1846 diseña la reforma de la iglesia de San Juan, en Estella, y en 1855 la Sacristía circular de Mendigorría.
José de Armendáriz en colaboración con Miguel Marcoleta
Remodelación externa de la Iglesia de Arróniz.
Martín de Saracíbar
Arquitecto vitoriano, autor de la Casa Consistorial y Plaza Nueva de Tafalla, a imitación de la de Olaguíbel en Vitoria, siguiendo la tipología de plazas mayores españolas.
La decoración del Palacio de Navarra, obra de José de Nagusía
Esta obra se inscribe dentro de un periodo que, cronológicamente, corresponde al Romanticismo -1843-1847- pero que en Arquitectura presenta todavía una pervivencia de los caracteres estilísticos del Neoclasicismo, si bien desnaturalizados con elementos ya románticos (es el caso de ciertos edificios destinados a teatros, sede administrativa y plazas de toros) Una excepción es este Palacio de Navarra, pues mantiene en pleno Romanticismo la severidad propia del Neoclasicismo. La fachada a la Avenida de Carlos III fue edificada en 1934 con proyecto de los hermanos Yárnoz Larrosa.
Presenta tres plantas, como un palacio renacentista: la primera con arcadas, con balconada corrida la segunda y balcones individuales coronados por cornisa la tercera.
Fachada en saledizo, a modo de templo dórico griego, hexástilo, con columnas adosadas y libertad compositiva:
- Planta baja porticada, con arco adintelado al centro, flanqueado por dos de medio punto, y dos con doble dintel a los extremos.
- Primer piso: balcón corrido sobre canecillos; pilastras dóricas lisas con ventanales entre ellas y con hornacinas para los reyes esculpidos por Fructuoso Orduna (ventanas-nicho en el segundo piso)
- Frontón sobre estructura adintelada con decoración escultórica de Orduna representando una alegoría de Navarra (1951)
El Salón del Trono y la ornamentación del Palacio de Navarra (1860-1866):
La Diputación Foral de Navarra adjudicó en 1860 el proyecto de decoración del Salón del Trono a Maximiano Hijón, académico de San Fernando y Director de Caminos de la Provincia de Navarra. Había proyectado en 1857 el Instituto de Segunda Enseñanza de Pamplona, con un estilo ecléctico que daba entrada al hierro como elemento constructivo moderno.
La decoración pictórica del Salón corrió a cargo de los siguientes pintores:
- Martín Miguel Azparren se ocupó de las alegorías de Navarra (Agricultura, Industria, Artes y Ciencias, la Guerra); de cuatro medallones con la representación alegórica de las Virtudes, que iban en el techo, y dos cuadriláteros decorados al estilo de las logias de Rafael.
- Joaquín Espalter pintó “La Proclamación de García Giménez” y veinte “Retratos de Reyes Navarros”.
- Francisco Aznar pintó “Las Navas de Tolosa” y dos pinturas más para las sobrepuertas: “La Batalla de Roncesvalles” y “Una Sesión de Cortes en la Sala de La Preciosa” de la catedral de Pamplona, más los retratos de “Sancho Abarca” y “García el Tembloso”.
- Alejandro Ferrant pintó otras cuatro escenas para las sobrepuertas: “La invención milagrosa del Cuerpo de San Fermín en Amiens”, “La batalla de Olast ganada por los roncaleses contra Abderramán”, “El reparto de reinos por Sancho el Mayor entre sus hijos” y “La entrega de tributos al monarca navarro por el rey moro de Zaragoza”, más los retratos de Alfonso el Batallador y de García Ramírez el Restaurador.
- Francisco de Mendoza, dos retratos pintados para la galería real: Teobaldo I y II, y otros dos más tarde, los de Sancho el Sabio y el Fuerte.
- Constancio López Corona hizo dos pinturas para las sobrepuertas: “La liberación de Carlos II el Malo de la prisión de Ailleux por varios caballeros navarros” y “La concesión del Privilegio de la Unión por Carlos III el Noble a la Ciudad de Pamplona”, así como varios retratos de monarcas navarros.
Fuera de Miguel Azparren, que era navarro y había sido pensionado por la Diputación Foral de Navarra a Italia, el resto eran pintores de historia. Espalter era pintor honorario de cámara del rey; Aznar, vitoriano, había estado en Italia pensionado durante diez años; Ferrant era pintor de historia de la Academia de San Fernando; Mendoza lo era de la cámara de Su Majestad y profesor de la Escuela Superior de Pintura; López Corona era director de la Academia de Bellas Artes de Orense (y sobrino de Hijón)
Los relieves escultóricos corrieron a cargo de:
- Silvestre López Donaire, que realizó la decoración en yeso blanco y escayola de doce grupos de genios, escudos grandes, la cornisa del ático y la ornamentación de basas, columnas o pilastras, capiteles, arcos y adornos de las enjutas.
- Carlos Imbert hizo los retratos de ocho personajes ilustres de Navarra.
La ornamentación en yeso y artesanía en otros salones se encargó a Julio Cabanne.
Arquitectura y urbanismo del Primer Ensanche de Pamplona
El Primer Ensanche tiene por objeto la ampliación de la ciudad por su flanco OE, dentro del recinto amurallado de la plaza fuerte que era Pamplona.
Su eje principal fue la calle Navas de Tolosa, a partir de la cual se construyó una hilera de manzanas en disposición longitudinal paralela a las murallas, dando a las esquinas forma achaflanada. En dicho Ensanche se asentará la incipiente burguesía de la ciudad. Las obras comenzaron en 1890 y concluyeron en 1900.
En su construcción intervendrán los arquitectos Julián Arteaga, autor del proyecto (1889) y Ángel Goicoechea, arquitectos municipales; Máximo Goizueta; Eusebio Lidón; Manuel Martínez de Ubago; y los maestros de obras José María Múgica, José María Villanueva, José María Aramburu, y Pedro Arrieta.
Al mismo tiempo la ciudad se moderniza y embellece al compás del Plan de Reformas Locales de 1887, especialmente el Casco Antiguo.
No obstante, cabe apreciar diferencias entre las obras que se realizan en el Casco Antiguo y las del Primer Ensanche. Si en el primer ámbito las edificaciones deben ser altas, estrechas y profundas (consecuencia de la configuración urbanística de una plaza fuerte, carente del espacio interior necesario para crecer en superficie horizontal), en el segundo se observa una mayor proporcionalidad entre las partes del edificio y el entorno circundante animado de jardincillos.
Desde el punto de vista estilístico, se respira Clasicismo aún en la década 1880 (en la obra de José María Villanueva y en la primera etapa de Ansoleaga), para imponerse el Eclecticismo ya a partir de 1890, lo que no implica la completa desaparición del estilo anterior.
Dentro del Eclecticismo, sin embargo, caben matizaciones:
- En las construcciones de tipo civil, se prefieren elementos de origen clásico, muy libremente interpretados y distribuidos, junto a la utilización frecuente del ladrillo cara vista. Sin embargo, en edificios oficiales, en ocasiones los arquitectos se deciden por un clasicismo académico (Archivo de Navarra, de Florencio Asoleaga) o simplemente eclecticismo (Palacio de Justicia, Escuelas de San Francisco, de Julián Arteaga)
- En las obras de carácter religioso se advierte una preferencia por los elementos y formas de origen medieval (románico, primer y último gótico, historicismo), y se aprecian las líneas formales y estilísticas impuestas por el arquitecto diocesano Florencio de Ansoleaga, como verticalidad de la fachada de la iglesia y horizontalidad del cuerpo del convento, dentro de la tipología tradicional de la arquitectura conventual.
Otros estilos no arraigados del todo, pero que dieron interesantes obras fueron:
- El Modernismo: representado por la arquitectura de Manuel Martínez de Ubago (viviendas del nuevo Ensanche de la calle José Alonso 4 y actual Delegación de Hacienda. Este estilo se inicia en Pamplona en 1899 y concluye en 1920, aunque su mayor profusión corresponde a los años 1904-1908. Este estilo se amplía también a la decoración de escaparates y a las artes gráficas (revista La Avalancha con sus orlas y motivos florales)
- El Neo-Mudéjar: empleado por Ángel Goicoechea y cuyo máximo exponente se encuentra en la casa del General Chinchilla 7 (Casa de Abáigar)
- También es de obligada cita el estilo Montañés o Vasco, consecuencia del acercamiento a las formas típicas locales que significaron los regionalismos (chalets proyectados por Martínez de Ubago en el Barrio de San Juan, la Clínica de San Miguel, en la década 1920) Este estilo será empleado más adelante hasta por Víctor Eúsa.
La calidad artística de los arquitectos navarros se desenvuelve dentro de un discreto nivel, del que sobresale la figura de Manuel Martínez de Ubago, cuyas creaciones arquitectónicas son más progresivas. Fue el introductor del Modernismo en Navarra.
La arquitectura pamplonesa se encuadra perfectamente en el ambiente en que se desarrolla la arquitectura española de la época, cuyo marco general es el historicismo, el cual, en la segunda mitad del siglo XIX, genera una serie de “neos” que culminan en los últimos años del siglo en el Eclecticismo, coincidente con el Modernismo en el tiempo.
También coincide con el ambiente general de la nación, por el concepto que se tenía en la época con respecto a las diferencias estilísticas del edificio civil oficial y el religioso. Si el primero debía basarse en el clasicismo, el segundo debía revivir estilos medievales (el románico, el gótico o de todos un poco).
La arquitectura del Primer Ensanche se relaciona más con Madrid que con Barcelona, y no sólo porque en Madrid se forman nuestros arquitectos. Así, nuestras edificaciones del último tercio del XIX coinciden con otras del barrio de Salamanca o de la zona OE de Recoletos-Castellana, al emplear:
- Un zócalo de piedra sobre el que se levanta una fachada de ladrillo cara vista, preferentemente de color rojo, con el que contrasta el tono ocre de la piedra, que a su vez se emplea en el
enmarque, de corte clásico, de los balcones.
- Utilizar piedra en la línea de imposta que separa las distintas plantas.
- Incluir miradores en los chaflanes u otros lugares, guardando la simetría.
- La diferencia con ellas estriba en el tamaño: las construcciones madrileñas son de mayores dimensiones.
En Ensanche interior o Primer Ensanche es –según asunción ORBE- “el primer intento serio para la creación de una Pamplona moderna”, si bien quedaba constreñido por la existencia de las murallas.
El Segundo Ensanche de la ciudad será posible con el derribo de las murallas a partir de 1915. También, a partir de 1920, se iniciará, según proyecto del arquitecto municipal Serapio Esparza, la ampliación extramuros de la Pamplona histórica, que terminará en la década 1950. El arquitecto más importante del Segundo Ensanche de la ciudad será Víctor Esa.
Principales arquitectos:
Los que más brillan por la introducción de novedades y sentido constructivo son:
Florencio Ansoleaga y Elizondo (1846-1916)
Historiador y crítico de arte además de arquitecto. Formado en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid con Jareño, entre otros, que cultivan el historicismo. Es influido por la obra del arquitecto-restaurador francés Viollet-le-Duc. Sus conocimientos son superiores a los de sus compañeros coetáneos. Como obras tardo-clasicistas (1879-1881) figuran en su haber “La Casita” de la calle Dormitalería y el Archivo General de Navarra; después una serie de edificaciones de ladrillo visto abandonando el enfoscado (1889-1890); y a continuación edificios neo-románicos como los Conventos de las Josefinas, Salesas, Siervas de María y Corazonistas, y las Iglesias parroquiales de San Agustín y San Lorenzo (1894-1901).
Manuel Martínez de Ubago y Lizarraga (1869-1928)
BUENDÍA le considera el “arquitecto iruñés con más personalidad, próximo a su coetáneo catalán Domènech y Montaner”. Sus obras principales son: el Monumento a los Fueros (1903), obra ecléctica con elementos simbólicos como La Justicia, El Trabajo, La Protección de la Edad Moderna sobre la Antigua y Las Libertades Navarras, que están representadas por esculturas y Las Merindades por columnas; el inmueble de San Nicolás 72 (mansión de la Vda. de Gayarre), con preocupaciones historicistas en forma de palacio-fortaleza con marcado goticismo dinamizado por elementos tímidamente modernistas, con amplio mirador de madera; el edificio de José Alonso 4; el de General Chinchilla 6 (Delegación de Hacienda), modernista, donde utiliza el hierro profusamente y se detiene de modo especial en la decoración del portal (decoraciones florales); la reconstrucción de la Iglesia de San Miguel de Estella, donde consolida muros sustentantes y reduce los cinco ábsides a tres; y la Villa de la Paz, en Cintruénigo, de estilo ecléctico.
Julián Arteaga Sáenz (1850-1921)
Arquitecto municipal de Tudela y de Pamplona, donde sustituye a Goicoechea. Sus edificios tienen basamento de piedra sillar, paramentos de ladrillo ocre y ventanas encuadradas por estucos neo-renacientes y neo-barrocos. A ello añade buenos balconajes de forja. Sus obras más señaladas son el Palacio de Justicia, en Pamplona, de mayor solemnidad, combina paramentos de piedra y ladrillo, ornamentando la cornisa a lo Jacques Hittof. En el interior carpintería vista y hierro (1890 en adelante); las Escuelas Municipales de San Francisco (1902); y escaparates modernistas de las calles Mercaderes y Calceteros (1905) de nuestra capital.
Ángel Goicoechea y Lizarraga (1863-1920)
BUENDÍA menciona su actividad demoledora-constructora en tono negativo. Sus obras principales fueron el Atrio y Casa Parroquial de la Iglesia pamplonesa de San Nicolás, la casa de Abaigar de la calle Chinchilla 7, de correcto neo-mudéjar, y la Farmacia Blasco, modernista y neo-mudéjar, también en Pamplona.
Un edificio interesante en Pamplona, obra de Francisco Urcola, arquitecto donostiarra, es el de la Plaza de San Francisco destinado a la Sociedad La Agrícola, en que se adapta a la tónica general de la arquitectura local en cuanto al uso de piedra amarillenta y ladrillo visto; con su friso curvilíneo superior, en cerámica polícroma al gusto de San Sebastián; con sus ángulos rematados con cúpulas barroquizantes de origen francés; una escultura simbólica remataba el centro de la fachada.
La pintura
El comienzo del siglo XIX viene marcado en Navarra por dos obras de Goya sitas en nuestra región:
– El Retrato del Marqués de San Adrián (Museo de Navarra) (1804): uno de los mejores de su autor, de estilo anti-académico en la pose “fotográfica” del personaje, que aparece de cuerpo entero, sorprendido su gesto y con expresión fugaz. Es una muestra del arte cortesano destinado a realzar la elegancia, un tanto inglesa, del marqués, pero no a la manera convencional. Aparece en postura desenfadada, apoyado en un pilón, con un libro en la izquierda y el otro brazo en jarras con la fusta en la mano, cruzando una pierna sobre la otra. Viste a la manera romántica. Es el retrato de un ilustrado, simpático y altanero. Su mérito está en el ritmo general, en el destaque espacial de los elementos (ante un fondo vago anubarrado) y en la técnica pictórica, suelta y hasta osada (calidades de los tejidos, pañuelo del cuello y cabellos)
– Retrato de Fernando VII de España (III de Navarra) (Palacio de la Diputación Foral) (1814): es inferior en calidad al anterior, pues además el rey no posó directamente para él, sino que se sirvió de un boceto que hiciera en 1808 para su retrato ecuestre. Es de medio cuerpo, con mirada lateral, la corona sobre la mesa y el brazo derecho llevado al frente con un bastón de mando. Viste manto e insignias.
Dentro del siglo XIX nacerá en Navarra la llamada generación de “maestros del arte navarro”: Salustiano Asenjo, Andrés Larraga, Inocencio García Asarta, Enrique Zubiri, Nicolás Esparza y Javier Ciga, que nacen entre 1834 y 1878. Gustavo de Maeztu lo hará en 1887, y, aunque alavés, podría ser tenido también dentro de ella, si bien Ciga desarrolla su actividad dentro del siglo XX, y también es el caso de Maeztu (a partir de 1935).
Esta primera promoción:
– Conecta estilísticamente con las corrientes de moda, desde el romanticismo al naturalismo: historicismo, retrato, paisaje, costumbrismo y etnografismo al uso, relacionados en Ciga y Zubiri con la afirmación política del nacionalismo vasco, pero “fatalmente al margen de las vanguardias”, en opinión de Pedro MANTEROLA.
– Se entronca (como en el caso de la pintura vasca con la que se relaciona) con la pintura española del XVII, en cuanto recibe de ella su tradición sobria, realista y dramática.
Representantes:
Salustiano Asenjo Arozamena (1834-1897): tras nacer en Pamplona, a los 10 años marcha a Valencia, donde será director de la Academia de San Carlos. Su especialidad será el retrato, de gran corrección y realismo, donde al estudio psicológico une la elegancia y calidades en el vestuario de sus personajes, dentro de un post-romanticismo. Obra: Retratos de Sarasate y Gayarre (Conservatorio y Ayuntamiento pamploneses); en el Museo de Navarra se halla su composición “David y Betsabé”, en la que muestra su contactos con la pintura nazarena y romana del momento.
Andrés Larraga Montaner (1860-1931): nacido en Valtierra, desarrolló su labor pictórica en Barcelona, como discípulo de José Armet, pintor de formación romana ligado a la Escuela de Olot. Cultivó todos los géneros, pero parece que fue primordialmente pintor de historia y paisajista. Supo componer y decorar. Tuvo gran facilidad de ejecución (“Andaluza” del Museo de Navarra).
Inocencio García Asarta (1861-1921): nacido en Gastiain, fue retratista que se afincó en Bilbao, en competencia con otro navarro, Nicolás Esparza. Su formación fue académica y velazqueña, y constante en acudir a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. También pintó costumbres e historia. En el retrato fue realista y de técnica segura, cualidades que heredó su hija Asunción García Asarta, también pintora. Obra: “Sabino Arana”, “Estanislao de Aranzadi”, “María Cristina de Habsburgo” (Diputación Foral de Navarra); “Alzado sobre el pavés de Íñigo Arista” (Ayuntamiento de Pamplona).
Enrique Zubiri y Gortari (1868-1943): nacido en Valcarlos. Dibujante, pintor, crítico de arte y profesor de pintura además de escritor en euskara con el seudónimo de “Manezaundi”. Su mejor obra es retratística, que denota precisión, elegancia, observación del detalle y capacidad pictórica. Obra: “Paulino Caballero” (Ayuntamiento de Pamplona), “Carlos III el Noble”, “El Doctor Navarro” (Museo de Navarra); y el magnífico retrato corporativo al carboncillo de “La Diputación de la Gamazada” (Diputación Foral de Navarra). Destacan sus paisajes del norte de Navarra, de breve pincelada. Intentó con éxito el cartel (“Anunciador de las Fiestas de San Fermín”, 1919).
Nicolás Esparza Pérez (1873-1928): grabador, pintor y profesor de dibujo tudelano, que llegó a ser director de la Escuela de Artes y Oficios de Sestao (Vizcaya), lo que le llevó a asentarse en Bilbao para dedicarse al retrato. Se formó en Madrid (Escuela de San Fernando y taller de Moreno Carbonero), acudiendo con éxito a numerosas Exposiciones Nacionales. Firmó sus obras con el seudónimo de “E. Arenas Quintero”. Como retratista dio importancia a la caracterización, con poderosa técnica, en línea con la tradición clásica española. Su obra se encuentra repartida entre los Ayuntamientos de Tudela y Portugalete, la Diputación Foral de Navarra y el Museo de navarra.
La fotografía
En el panorama fotográfico de Navarra pueden distinguirse varias etapas: A) El planteamiento de la estructura profesional en la ciudad de Pamplona entre 1843 y hasta aproximadamente 1900. B. Expansión del profesionalismo en la provincia. Los fotógrafos no profesionales, desde cerca de 1890 a 1950. C. La actividad de la Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra y de sus miembros, 1955 a la actualidad.
En este tema nos centraremos en la primera de ellas.
Primera etapa:
Pamplona es una de las primeras ciudades donde arraiga el daguerrotipo, que Nièpce y Daguerre inventan en 1839. En la década siguiente ya lo practican en nuestra ciudad los franceses Alliet y Constant y el suizo Schmidt.
Según CÁNOVAS, el primer estudio fotográfico es el denominado “La Pamplonesa”, en la Plaza de la Constitución, luego del Castillo, 39, de un pamplonés de ascendencia francesa: Anselmo María Coyne, que trabaja en las décadas 1860-1870.
En la década 1870 son varios los estudios fotográficos que se establecen en Pamplona:
- El de Leandro y Dublán, en la Bajada de Santo Domingo.
- El de Leopoldo Ducloux, en la Plaza de la Constitución 31, que junto a su socio Agustín Zaragüeta (especialista en el retrato de soldados), se había formado en París. También se asociaría durante un tiempo con Emilio Pliego, famoso retratista de niños en movimiento.
En la década siguiente -1880- se instala el estudio de Roldán y Mena, en la Plaza de la Constitución. Félix Mena Martín y José Roldán Bidaburu serán los iniciadores de sendas dinastías de fotógrafos. Roldán, además de retratos, fotografiará determinados acontecimientos de la ciudad ( Procesión de Semana Santa: grupos de “romanos”) y vistas de la ciudad, junto a Mena.
Fuera de algún trabajo excepcional, estos fotógrafos son retratistas al estilo estereotipado de moda: con fondo de cortina, columna y velador, pose envarada del personaje que busca una pretendida dignidad. Las placas se retocaban para dar un “buen acabado” al modelo.
En el siglo XIX comienzan a trabajar los primeros fotógrafos no profesionales:
- Mauro Ibáñez, autor de fotos del asedio carlista de Pamplona y de vistas desde su domicilio en la Plaza de la Constitución 10.
- Roberto Greuling, autor de “La Plaza de la Constitución con nieve” (1888).
- Aquilino García Deán, especialista en fotografía documentalista de la ciudad.
- Vicente Istúriz y José Ayala Yaben, en la misma línea.
Se trata de documentalistas con preocupaciones históricas más que estéticas (una excepción es García Deán). Captan con sus cámaras tanto hechos notables (los carlistas asediando la ciudad) como intrascendentes (el montaje de un quiosco). Su mirada es cándida.
Las imágenes aquí reproducidas han sido tomadas de los libros de S. Martín-Cruz y cols. Pintores navarros I. (Pamplona, Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, 1981); de J. J. Martinena Ruiz, El Palacio de Navarra (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1985); de A. de Orbe Sivatte, Arquitectura y urbanismo en Pamplona a finales del siglo XIX y comienzos del XX (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1985); de C. Cánovas, «Apuntes para una historia de la fotografía en Navarra», Panorama, 13 (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1989); de M. Larumbe Martín, El academicismo y la arquitectura del siglo XIX en Navarra (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1990); y de J. M. Ordeig Corsini, Diseño y normativa en la ordenación urbana de Pamplona (1770-1960) (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1992).
Imagen de la portada: Detalle ornamental modernista en el portal de la calle General Chinchilla, 6, de Pamplona, obra del arquitecto Manuel Martínez de Ubago, 1900