Biofilmografía
Max Ophüls es un director franco-alemán cuyo verdadero nombre era el de Maximilian Openheimer (Sarre, 1902 – Hamburgo, 1957). De ascendencia judía, se dedicó al periodismo en su juventud. Con ocasión del Plebiscito del Sarre, al acabar la primera Guerra Mundial, adquirió la nacionalidad francesa.
Atraído por el teatro, comenzó como actor en 1919 y, como director, en 1923. Desarrolló una fecunda labor escénica en Alemania, Austria y Suiza, con variedad de puestas en escena: dramas de Stefan Zweig, Bertold Brecht, Robert E. Sherwood y Ben Hecht, óperas de Wolfgang Amadeus Mozart y de Giuseppe Verdi, y operetas de Jacques Offembach. Este gusto por el teatro y la ópera influirán mucho en su estilo cinematográfico.
Se inició en el cine en 1930 como ayudante de Anatole Litwak, e inicia ese mismo años su carrera de realizador. Su primer éxito lo obtuvo con “Amoríos” (1933), adaptación de una pieza de Arthur Schnitzler.
“Amoríos” (Liebelei) narra los amores de dos muchachas con dos oficiales de caballería. Una es desenvuelta y divertida, la otra tímida y retraída. Esta última, cuando se entera que su amante ha muerto en un lance de honor, se matará arrojándose por una ventana.
Es una historia agridulce de amoríos vieneses, con pasos de vals y paseos en trineo.
Señala el apogeo final de la “escuela vienesa”, que fue decapitada por el nacionalsocialismo alemán, y de la que Ophüls fue su último representante.
En la Escuela de Viena se integraban los cineastas nacidos en la ciudad (Erich von Stroheim, Josef von Sternberg, Fritz Lang, Otto Preminger, Edgar G. Ulmer, Billy Wilder) o formados en ella (Ernst Lubitsch, Max Ophüls), a los que les unía el mismo gusto por el Barroco y la misma visión pesimista del mundo.
Viena era, además, el reflejo de la vida y sociedad europea de entonces.
La subida de Adolf Hitler al poder en Alemania hizo abandonar a Ophüls el país e instalarse en Francia, en 1933.
Tuvo dos paréntesis para ir a rodar a Italia (La signora di tutti, 1934) y a Holanda (Komedie om geld, 1936).
Había creado ya Ophüls un universo romántico y nostálgico plasmado en una gran pericia técnica. Se suceden bajo su dirección éxitos estimables, como La tendre ennemie, “Suprema decisión” (Sans lendemain, 1939), y “De Mayerling a Sarajevo” (1940), sobre los amores del Archiduque Francisco Fernando de Austria con la Condesa checa Sofía Chotek.
El avance de las tropas alemanas le llevó a Suiza y de allí marcharía a los Estados Unidos, donde, ayudado por Douglas Fairbanks, prosiguió su carrera de realizador con filmes como “La conquista de un reino” (The Exile, 1947), “Carta de una desconocida” (Letter from an Unknown Woman, 1948) y “Almas desnudas” (The Reckless Moment, 1949).
“Carta de una desconocida”, según la obra literaria de Stefan Zweig, cuenta el enamoramiento de una niña por un pianista mayor, y el reencuentro con él en la edad adulta. El conocimiento mutuo en una noche de Viena. La desaparición del pianista. El matrimonio de la chica por otro de conveniencia, y de nuevo el reencuentro con el pianista. Pero el pianista la ha olvidado. Sólo le resta la “carta de una desconocida”.
En 1950 regresa a Francia y realiza las obras de mayor madurez, prestigiándose gracias a la crítica de Cahiers du Cinéma.
Pertenecen a este momento:
- La ronde (1950), según la obra de Arthur Schnitzler, son diez breves episodios amorosos enlazados por un narrador amable e irónico. Bajo su apariencia frívola, ofrecen una visión satírica y amarga del libertinaje y de los juegos eróticos. Roger Vadin realizó una nueva versión en 1964.
- Le plaisir (1952) adaptación de una serie de narraciones de Maupassant
- Madame de… (1953) según la novela de Louise de Vilmorin.
- Lola Montes (1955), es la biografía patética de la favorita de Luis I de Baviera, cortesana destronada del palacio al circo. Este filme es un compendio de refinamiento formal, del sentido del espectáculo. Es una de las primera utilizaciones maduras del entonces discutido formato del cinemascope. A este procedimiento, apto para paisajes y masas, se le discutía su valor para representar escenas de intimidad o primeros planos de rostros. Pero Lola Montes y “Al este del edén” (Elia Kazan, 1955) demostraron la flexibilidad de los formatos panorámicos, al neutralizar con sombras u objetos los bordes laterales de la gran pantalla. Esto se conoce como pantalla variable, ya empleada por Griffith en la época muda.
Dos años más tarde muere, dejando sin acabar su proyecto de la biografía del pintor Modigliani.
Su mundo personal y constantes estilísticas
Ophüls ha sido un maestro del género liviano y un enamorado de la Belle Époque como romántico y nostálgico que era, con un punto de ironía. Era un artista barroco y preciosista. Por su formación une en su estilo la gracia y elegancia francesas a la pincelada sutil y barroquizante del viejo romanticismo alemán y austriaco.
Como constantes de su estilo consideraremos las siguientes:
- Un extraordinario talento visual. Supo desbordar la rigidez teatral asimilando con increíble espontaneidad las nuevas técnicas del cine sonoro.
No cuenta historias, sino que las ve y las recrea por medio de una brillante imaginación.
Sus películas son para ser vistas y miradas por el espectador. A ello contribuye con su pericia técnica para elegir el mejor ángulo de toma de la cámara, calibrar el sentido pictórico de la imagen, dotar a la cámara de toda su movilidad y optar por el plano-secuencia como elemento narrativo que domina a la perfección. A estas características hay que sumar sus dotes personales para dirigir a las actrices en la interpretación de sus papeles. Todo ello explica el por qué fuera considerado un maestro por los jóvenes directores de la Nouvelle Vague francesa.
- La variedad y solidez de los guiones de sus películas. Recogidos de la literatura, son puestas en imágenes por él con una perspectiva pluriforme y universal. Lo mismo presenta el melodrama romántico que la tragedia. Del mismo modo se recrea en el tema histórico que anticipa situaciones del futuro o del más allá.
Vio la problemática de su tiempo a través de una cosmovisión humanista de fidelidad y compasión con las grandezas y miserias de la condición humana.
De ahí la frescura y la validez de los temas que trata, donde se transparentan la nostalgia y pesimismo de su ascendencia judía, el gozo de vivir de su temperamento renano y la frustración constante de su exilio. Lo resumía François Truffaut con estas palabras: “Deseo sin amor, placer sin amor, amor sin reciprocidad”.
- Su profundo humanismo. Su cine es universal. Ophüls tiene una “compasión visual” hacia sus personajes, pero también hacia el decorado. Afirmaba: “Creo en los autores, no en la nacionalidad del film. No hay cine francés o americano. El cine es un oficio que sorprende por la facilidad que tiene de igualar la condición humana”. Esta confesión, en una época de nacionalismos, explica el profundo humanismo de su cine.
- El espíritu crítico. Como demostró Claude Beylie en su estudio del director, sus preocupaciones se centran en la mujer -la mujer amante- desgraciada y víctima del mundo masculino [1]. A base de compasión desenmascara el egoísmo burgués. Y desmonta también el mundo torcido del espectáculo (su ejemplo, Lola Montes).
Madame de… (1953) es una adaptación libre de la novela corta de Louise de Vilmorin (Verrières-le-Buisson, Francia, 1902-1969).
En el argumento se nos habla de un caballero (encarnado por el actor Charles Boyer) que regala a su esposa (Danielle Darrieux) unos valiosos pendientes. Ella los vende para pagar unas deudas, pero su marido los rescata y se los vuelve a regalar. Se ve obligada a venderlos de nuevo, pero un diplomático (interpretado por Vittorio de Sica), enamorado de ella, la obsequia otra vez con ellos. El marido descubre la infidelidad y devuelve los pendientes al diplomático, al que explica toda la historia. Se suscita un duelo, en el que el diplomático pierde la vida y Madame de…, que ha perdido a su nuevo y verdadero amor, muere también.
No es un verdadero final -en palabras de Agustín de Figueroa- pues los personajes siguen viviendo en la imaginación del lector, «como si la autora desdeñase el clásico desenlace». Este escritor califica a la novelista y poetisa Vilmorin de “exquisita, compleja, paradójica, original, infinitamente seductora, y muy complicada”, para quien “el recuerdo era tan importante como la vida; la sombra, más sensible que el ser”, características que debieron seducir a Ophüls para llevar Madame de a la pantalla tan interesado como estaba por la psicología femenina [2].
Para Jean Mitry, se trata del “film más acertado de Ophuls, mezcla de exuberancia barroca y pureza completamente clásica”. Hay en él una musicalidad especial, como si se tratara de un vals: las joyas pasan de mano en mano con picardía. Y, la mismo tiempo, subyace en esta cinta el refinamiento sentimental, irónico y nostálgico de Ophüls.
Ficha técnico-artística
Madame de… (1953). Coproducción Francia-Italia; Franco-London Films / Indus-Rizzoli / Rizzoli Film. Director: Max Ophüls. Guión: Max Ophüls, Marcel Achard y Annete Wademant según la novela de Louise de Vilmorin. Fotografía: Christian Matras en blanco y negro. Montaje: Borys Lewin. Música: George Van Parys, Oscar Strauss. Dirección artística: Maurice Bernathan. Vestuario: Georges Annenkov y Rosine Delamare. Intérpretes: Danielle Darrieux (Comtesse Louisse de …), Charles Boyer (Général André de), Vittorio De Sica (Baron Fabrizio Donati), Jean Debucourt (Monsieur Rémy), Lia de Leo (Lola), Mireille Perrey (La Nodriza), Jean Galland (Monsieur de Bernac), Hubert Noël (Henri de Maleville). Duración: 100’. Francia-Italia.
Nominada al Óscar de Hollywood 1955 por la calidad del diseño de su vestuario en blanco y negro.