El rincón de las fresas silvestres

Smultronstället o el rincón de las fresas silvestres dio pie a la distribución cinematográfica española a titular, con cierta libertad, este film del sueco Ingmar Bergman como «Fresas salvajes» (1957), película que presenté el 17 de diciembre de 1987 en el Curso de Cine para Aficionados organizado por el Colectivo Cultural Almudí de Estella (Navarra), en la sala de proyecciones de su Conservatorio, para ejemplificar el tema en estudio de “El universo fílmico, espacio, tiempo y nociones de montaje”.

Esta película del director sueco Ingmar Bergman es un ejemplo de cine de autor total, pues a él se deben su argumento, guión y dirección.

Este título forma parte del mosaico psicológico de este cineasta. En él Bergman se afana por descubrir, a través de una galería de psicologías, el sentido de la vida y de la muerte.

En dicho mosaico psicológico, “Fresas salvajes” se hallaría en un tercer grupo:

  • El primero estaría integrado por “Juegos de verano”, “Un verano con Mónica” y “Sonrisas de una noche de verano”. En estas películas el director se plantea el problema psicológico a través de la juventud y del verano. Se busca el paraíso perdido o esperado por medio de tres personajes femeninos.
  • El segundo lo formarían “Mujeres que esperan”, “Sueños de mujeres” y “Noche de circo”. Plantean el problema psicológico a través de la madurez y del invierno. Los personajes están de vuelta de la vida, sus relaciones amorosas han fracasado. Bergman ofrece un panorama del triste fin de muchas ilusiones amorosas.
  • Y en el tercero, además de “Fresas salvajes”, están “En el umbral de l vida” y “El rostro”. En estas cintas el director trata de llegar al fondo de la persona. Sus personajes son ahora jóvenes y maduros.

Es en este punto donde tiene su lugar el film que comentaremos.

El argumento de la película es el siguiente.

El profesor Borg rememora su pasado ante el rincón de las fresas silvestres

A sus 78 años, el profesor Isak Borg va a ser nombrado doctor honoris causade la Universidad de Lund. Y acude a ella en coche desde Estocolmo en compañía de su nuera. Durante este viaje revive, ya sea por sus sueños, ya por medio del recuerdo, ciertos acontecimientos de su adolescencia y de su primera juventud, lo cual le impulsa a hacer el balance de su vida y a descubrir, a las puertas de la muerte, el sentido de su existencia.

La traducción literal de su título en sueco, que sería el rincón de las fresas silvestres, evoca los años felices de su infancia y adolescencia asociados a este rincón escondido del bosque, y añorado, en el que años atrás el protagonista acudía a coger fresas en la amble compañía de los jóvenes de su edad. Recuerda, pues, el paraíso perdido, la nostalgia de un tiempo sereno y sencillo.

Desde un punto de vista crítico, “Fresas salvajes” es el compendio del mejor Bergman a nivel temático y estilístico.

La importancia del film reside en la exposición completa de la filosofía del director sueco.

Como en “El séptimo sello”, la meditación sobre la muerte permite encontrar el sentido de la vida más allá del conocimiento humano. En “Fresas…” se trata del conocimiento de sí mismo. Los problemas del más allá quedan en un plano secundario. Ahora se propone Bergman analizar la felicidad terrestre y, para él, la solución es clara: dependerá del amor, de la vida compartida con otro en la pareja humana.

Encontramos esa recapacitación sobre la vida, punto de partida para la descripción de los caracteres, no de modo psicológico sino psicoanalítico.

En análisis psicoanalítico analizado en dos planos:

  • Desde el punto de vista subjetivo, con la lenta revelación del profesor a sí mismo.
  • Desde el punto de vista objetivo, mediante el examen que lleva a cabo Bergman.

En el transcurso del viaje del profesor, Bergman alude a aspectos como la fragilidad de los sentimientos; la despreocupación e inconsciencia de la juventud, todavía no hipócrita; la maternidad y en particular a los hijos no deseados por sus padres; la cuestión de la existencia de Dios; la absurdidad de la vida; la ambigüedad de la condición humana; y la fraternidad existencial en la especie humana.

Desde el punto de vista de su construcción la película se organiza, podríamos decir, de manera impresionista.

Hay una unidad de tiempo, la acción se desarrolla en un día. Hay, también, una unidad de lugar, pues gran parte de la acción se desarrolla dentro o en el entorno de un automóvil y el desarrollo narrativo existe en función del pensamiento del protagonista. El conflicto dramático es también uno: la meditación del profesor sobre su vida.

La penetración en el mundo interior del profesor se realiza gracias a la alternancia tiempo presente / tiempo pasado, interpretados por el profesor a través de sus sueños.

En cuanto a su realización cinematográfica, puede decirse que su esencia se encuentra en el movimiento, tanto de la cámara como de la transición de una imagen a otra. Es un movimiento que conduce al interior del director, ya que por medio de él expone sus ideas y sentimientos en torno al argumento escogido.

Pero este movimiento da origen a un ritmo lento y pausado, con abundantes primeros planos.

El planteamiento fotográfico está al servicio requerido. Ofrece fuertes contrastes entre luz y sombra, así por ejemplo en la pesadilla primera del profesor. Emplea colores claros y luminosos al mostrar las escenas de su niñez. Luz y sombra son equilibradas en las escenas del presente.

Usa de manera simbólica los decorados. Así en la secuencia de la infancia feliz, en la que es omnipresente el color blanco.

Como es habitual en este director hay una extraordinaria dirección de actores y empleo discreto de la música.

Tras los actores hay unos personajes muy bien caracterizados al gusto de Bergman, pues por medio de ellos plantea sus obsesiones y llega a conclusiones:

  • Isak es médico, ha sido profesor, vive encerrado en sus temores y recuerdos. Fueron nueve hermanos. Sólo vive él. Su padre murió, su madre está acartonada en cuerpo y alma. Su prometida Sara se casó con su hermano Sigfried. Isak vive con Agda, su dama de llaves. En Lund vive su hijo Evald, casado con Marianne. En realidad Isak es un egoísta que carece de verdadera humanidad. Es odiado por su hijo. Posee una máscara.
  • La madre de Isak es inhumana. Sus hijos van a verla por dinero. Las reliquias del pasado son para ella basura. Sólo le quedan los recuerdos. Su vida está llena de amargura, mal humor y autocompasión. Su existencia es una prisión espiritual. El director la presenta como “encantadora viejecita”, pero se adivina su dureza y egoísmo.
  • Evald recibe la herencia espiritual de sus padres y abuelos. Pero toma conciencia de ello. Es el más miserable y atormentado de los Borg, porque tiene más posibilidades de escapar de su cárcel espiritual.
  • Hay una trascendencia entre generaciones. Bergman comprime cinco generaciones en el tiempo de 24 horas. La madre de Isak alude a que este visitaba a su abuela. Marianne, la mujer de Evald, teme que su hijo herede la atrofia espiritual de sus antepasados
  • Sara, la antigua prometida de Isak, creció en medio de las restricciones de una familia victoriana, inquieta ante el impulso natural y los dictados de una moral impuesta. Isak solo habla del pecado y la besa en la oscuridad. Su hermano Sigfried es superficial y frívolo, es incapaz de comprometerse seriamente.
  • La Sara II, la autoestopista recogida por Isak en el transcurso de su viaje a Lund, tan parecida a la primera Sara que parece ella misma, es un ser más libre, pero queda lejos del ideal pues su libertad no es natural. Para Isak es el reflejo actual de la juventud perdida.
  • Por fin Marianne, en contraposición con Sara II, es quien encarna los elementos morales auténticamente positivos para Bergman.

Ingmar Bergman y Victor Sjoöström en una pausa del rodaje

La idea del film “Fresas salvajes” surgió de las visitas de Ingmar a su abuela materna en Upsala, en la Dalecarlia del norte de Suecia. Con ella pasó épocas de su infancia y en el decorado reaparecen las mismas alfombras, relojes, pinturas y muebles que recuerda de su apartamento, y que, de nuevo aparecerán en otras películas suyas como “El silencio”, “Gritos y susurros” y “Fanny y Alexander”.

Todo ello refuerza, en un cine autobiográfico como es el de este director, la vuelta a la infancia, la mirada hacia el pasado tan propia del cine sueco, tal como hemos visto en “La señorita Julia” de otro sueco, Alf Sjöberg, y en “El viento”, de Sjöström.

Precisamente este director, que actúa como protagonista del film pocos meses antes de su fallecimiento, es el que más le ha influido en su exigencia de verdad, observación de la realidad, evitar la facilidad y no ceder ante el esteticismo.

 

Imagen de la portada: El profesor Borg (Victor Sjoöström) en la evocación de sus padres recordados en el pasado («Fresas salvajes», Ingmar Bergman, 1957)