Importancia del libro en Navarra, su proyección

La proyección el libro navarro hacia el futuro y la historia editorial bibliográfica e impresora de Navarra fueron las vertientes más relevantes de la Exposición sobre el Libro Navarro que del 24 de septiembre al 10 de octubre de 1981 ofreció el Museo de Navarra, comisariada por el titular de esta página web y de cuyo contenido se informa tras el texto que viene a continuación..

La muestra, organizada por la Institución Príncipe de Viana, se inauguró coincidiendo con la V Reunión de Editores Universitarios y Científicos Europeos convocada por la Universidad de Navarra y celebrada en Pamplona los días 24 y 25 de septiembre de ese año. Dentro de la misma, el Jefe del Servicio de Publicaciones de la mencionada Institución, don Francisco Javier Zubiaur Carreño, ofreció a los participantes una conferencia que bajo el título “Importancia del libro en Navarra, su proyección” cuyo texto se añade a continuación [1].

El ponente durante su intervención

Sr. Director de la Institución “Príncipe de Viana”

Sres. Delegados de las editoriales universitarias y científicas de Europa e invitados de América.

Amigos todos:

Tarea difícil es para mí desarrollar un tema tan complejo y amplio como el presente de “El Libro en Navarra y su proyección”, porque el libro es en si mismo todo un concepto cultural que presenta diversos puntos de vista, teniendo en cuenta, además que para algunos de ustedes es un pequeño país desconocido y sin demasiada importancia aparentemente, aunque de hecho se la dé un pasado histórico propio.

El libro, es bien sabido, es un vehículo de ideas a la vez que objeto de conocimiento e investigación humanos. Esta es la primera consideración que deseo hacer, porque en Navarra ha predominado la erudición sobre la pura creación literaria. Lo amable, lo evocador, o, con otras palabras, la lírica, la dramática o la narrativa, surgieron con fuerza más tarde, son un fenómeno moderno desarrollado más que nada a partir de 1940.

Esto no quiere decir que Navarra haya carecido de estas manifestaciones. Al menos la poesía y la narrativa tuvieron su esplendor en la Tudela medieval, en las personas de Yehudá ha-Leví, Abraham ibn Ezra y Benjamín ben Jonad, más conocido como Benjamín de Tudela, de la mejor estirpe judía. En los dos primeros, la poesía es como un desahogo entre sus múltiples escritos de filosofía y ciencias. Benjamín de Tudela es uno de nuestros mejores narradores, ofreciéndonos en su Libro de los viajes un ameno itinerario plagado de curiosidades, pero con importantes observaciones de tipo estadístico, mercantil, geográfico, histórico y hasta arqueológico.

Nuestro libro es, pues, fundamentalmente erudito. Los libros que más desgaste ocasionaron a las prensas navarras fueron los teológicos, al menos hasta bien entrado el siglo XVIII. Sirvan de muestra los escritos de Pedro de Castrovol, Bartolomé Medina, Juan Lazcano, Manuel de la Concepción, Jaime de Corella o Miguel de Echeverz. No fueron cortos los estudios históricos, que dieron brillantez a la biografía, a la crónica, a la geografía, a la numismática, a la heráldica en fin, de la mano y pluma de Prudencio de Sandoval, José de Moret, Miguel de Elizondo, Francisco Alesón, Juan de Tornamira, Yanguas y Miranda, Ilarregui y otros. Estos últimos, Yanguas e Ilarregui, fueron representantes esclarecidos de otro género de investigación abundante en Navarra, la jurisprudencia foral, al que aportaron sus ingenios los licenciados Chavier, Armendáriz, Elizondo y varios autores más en época contemporánea.

Son relativamente abundantes entre nosotros las obras económico-políticas, moralistas, filosóficas, matemáticas, astronómicas, físicas y químicas, de historia natural, de agricultura, de medicina, de zootecnia y de farmacia. Sirvan como botón de muestra de los que dedicaron su tiempo a ellas los nombres de Jerónima de Ustáriz, Miguel Servet, Francisco Vicente de Tornamira, Alfonso López de Corella y José María Lacoizqueta.

No son tan corrientes –históricamente hablando- los libros sobre bellas artes. Sí lo son, en cambio, los relativos a oratoria, género éste en que destacaron los jesuitas padres Cardaveraz y Mendiburu, navarros de adopción, que unieron a la palabra en vascuence la letra, contribuyendo así a la conservación y difusión de una lengua antiquísima por medio del libro. Método equivalente al de Pedro de Axular y Joaquín de Lizarraga.

No es mi intención ser exhaustivo en la mención de los escritores que colaboraron al engrandecimiento de la cultura por medio del libro. Simplemente deseo dar a entender que entre nosotros hubo autores de fuerte personalidad y fama que traspasó a menudo las estrechas fronteras de Navarra.

En pleno siglo XIII los libros de don Rodrigo Jiménez de Rada ayudaron a formar en España una conciencia nacional de independencia frente al moro invasor. De esta época es la obra del judío estellés Menahem ibn Zerah, Provisión para el camino, que constituye un canto a la entereza del pueblo hebreo, acosado por las persecuciones. Los libros que sobre derecho canónico escribiera el “Doctor Navarro” don Martín de Azpilicueta, asombraron a las élites intelectuales de las universidades de Toulouse, Salamanca y Coimbra.

También los libros fueron motivo para concitar odios y acusaciones durante el protestantismo, dando a sus autores una triste celebridad, como en el caso de Servet, denunciado por Calvino y muerto en la hoguera en ginebra un 27 de octubre de 1553, o como en el caso también del teólogo fray Bartolomé de Carranza, procesado y encarcelado, como sospechoso de desviacionismo doctrinal.

En la economía y el comercio sobresalió Jerónimo de Ustáriz, con su obra Teoría y práctica del comercio, publicada en 1724, y viendo posteriores ediciones en Londres, Dublín, París, Hamburgo y otras dos en Holanda e Italia. Es uno de los libros más citados por los historiadores de la economía, durante los siglos XVIII y XIX, como fuente primordial de conocimiento y modelo de texto mercantilista. No en vano fue resultado de las experiencias habidas por su autor durante veinte años de viajes por las primeras naciones de Europa y de un profundo entendimiento de la Hacienda española, que le permitieron abordar con talante realista y crítico la situación socioeconómica nacional, de manera desacostumbrada.

De manera que el libro se convirtió para muchos navarros en un medio con el que confesaron su universalismo, lo que no era extraño a Navarra, pues a pesar de su reducido territorio siempre vivió en contacto con otros pueblos, bien por las invasiones que conoció, por obra de sus reyes o por el Camino de Santiago. Navarra no terminaba en los Pirineos ni en el Ebro.

La imprenta llegó a Navarra tarde. La guerra civil y las tensiones políticas que ensombrecieron la convivencia dentro del reino en la segunda mitad del siglo XV no constituían ambiente propicio al establecimiento de maestros impresores. Pero soplando ya vientos renacentistas en la corte de Juan de Albret, un 15 de diciembre de 1490, vio la luz el primer libro impreso de Pamplona, el Manuale secundum consuetudinem ecclessie pampilonensis, un prontuario de los ritos eclesiales, impreso, como reza su colofón, “en letra agradabilísima por el maestro Arnaldo Guillermo de Brocar”.

Marca del impresor Brocar

Colofón del Compendio de la Philosophia de Aristóteles impreso por Amberes

Era Brocar de origen francés o alemán y se instaló en Pamplona gracias a la protección de nuestros reyes. De su vida sabemos poco: formado en Alemania, vive en Pamplona desde 1490 al verano de 1501. Durante este período casó con María de Zozaya, de quien tuvo una hija que contraerá matrimonio con Miguel de Eguía, gran impresor, que se convertiría en su colaborador más próximo. Imprimió durante su estancia en Pamplona por lo menos 24 obras incunables, antes de ser reclamado por Cisneros para imprimir en Alcalá la famosa Biblia políglota. Sus libros evidencian una calidad y gusto exquisitos: empleando caracteres góticos de tipo lionés y parisino y grabados en madera con profusión de orlas vegetales, se acredita como el mejor impresor de su tiempo en España.

Eguía es el segundo impresor de Navarra y se instala en Estella después de haber obtenido una excelente formación junto a su suegro en la Universidad de Alcalá. Hombre capaz y decidido, hizo allá libros en griego, publicando las obras de Erasmo. Imprimió en Estella por lo menos cuatro libros. Gustaba de la letra de Tortis, de los tipos puros, de iniciales de gran efecto artístico y de la combinación de tintas sobre papel de buena condición.

Muerto en 1546, se hizo cargo de su establecimiento estellés Adrián de Amberes, su oficial primero. De sus prensas saldrían unos treinta libros de bellas portadas renacentistas, impresos con elegantes tipos redondos y góticos, bellas capitales y cuidadas cabeceras y colofones, hasta el punto de hacer de este siglo XVI el preferido por los bibliófilos de Navarra.

A Amberes sucedió en Pamplona Tomás Porralis, de Saboya, impresor único en su tiempo y de tal esmero en sus ediciones que el Municipio pamplonés, haciendo tabla rasa del estanco de libros concedido anteriormente al Hospital, le aseguró su residencia en el Reino, ofreciéndole un cuantioso salario para que durante diez años mantuviese en exclusiva su imprenta al servicio de dicho Municipio. Amberes imprimió en Pamplona sesenta y cinco obras y aún publicó en Tudela los escritos de Simón Abril.

Con Matías Mares se cierra el primer ciclo de la imprenta. De 1600 a 1950 se sucederán en Pamplona 142 imprentas y fuera de la capital unas 22 más. Sería largo y prolijo hablar de todos y cada uno de los maestros que las regentaron. Naturalmente, no todos fueron igual de competentes, pero los hubo que rayaron a gran altura. En el siglo XVII Nicolás de Asiain, Carlos de Labayen, Gaspar Martínez, Martín Gregorio de Zabala y Francisco Antonio de Neira, que se intitulan “impresores del Reyno”. En el XVIII, Francisco Picart, Pascual Ibáñez, Miguel Antonio Domech y los Ezquerro, en ocasiones mercaderes de libros al tiempo que impresores. También Juan Antonio Castilla, primero en imprimir en vascuence en nuestra ciudad. El siglo XIX, que vio la multiplicación y dispersión de la imprenta, contó con maestros de la clase de Javier Goyeneche, Teodoro Ochoa, Sixto Díaz de Espada y los Domingo.

Una nota característica de la imprenta en Navarra es la de que a partir del siglo XVII no sólo se imprime en las ciudades más o menos importantes, sino en los pueblos, en las imprentas ambulantes, según denominación de Castro. De Olite, de Tafalla, de Adiós, de Puente la Reina, de Los Arcos, de Corella y de Viana fueron llamados los impresores de Pamplona, para llevar a cabo escasas aunque importantes obras.

Los monasterios y las órdenes religiosas también colaboraron a la expansión de la imprenta y gloria del libro. Hubo imprentas en Irache, La Oliva y Fitero. Entre os religiosos –dice Pérez Goyena- fueron los jesuitas los que más hicieron sudar las prensas, pues imprimieron excelentes libros didácticos latinos para uso de sus alumnos, mejorando la calidad de la enseñanza que por el siglo XVII se impartía en Pamplona. Colaboraron al mismo fin, pero en proporción menor, los carmelitas y los dominicos, que en 1630 acababan de inaugurar universidad en la capital.

Destacaré un hecho curioso y poco conocido de esta época, cual fue el sostenimiento del Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia de Pamplona a costa del estanco de libros que le había confiado el Municipio. Dicho Hospital monopolizaba la impresión y la venta de los libros de enseñanza escolar primaria y algunos más, como devocionarios de santos. El Consejo de S. M. fijaba su precio y prohibía toda comercialización o importación de los mismos a los ajenos al centro benéfico y sanitario, so pena de fuertes multas. También durante bastante tiempo tuvo asignado el estanco del naipe de juego, gracias a los derechos que poseía sobre el molino de papel de la Rochapea, barrio próximo a Pamplona, considerado por el nivel de su producción y su calidad como uno de los mejores en su tiempo.

Ambiciosa recopilación bibliográfica del P. Pérez Goyena

No desearía pasar por alto en esta exposición siquiera un pequeño recuerdo de homenaje a los hombres que hicieron los catálogos bibliográficos de Navarra, entregándose con paciencia ilimitada a una labor árida y nada compensatoria en el plano material. Puede creerse en esa “vía dolorosa” que dijo haber recorrido el padre Pérez Goyena cuando llevó a feliz término su Ensayo de bibliografía navarra, en nueve tomos que inventariaban 7.818 libros impresos en Navarra desde el advenimiento de la imprenta a 1910. Su ingente labor tenía brillantes precedentes en el Ensayo de una bibliografía en lengua vasca, de Vinson, y otros también en los compendios de Arigita y Altadill. Este ltimo cifrabaendios de Arigita y Altadill. Este liografde el advenimiento de la imprenta a 1910. Su ingente labor tencabo escasa´último cifraba en 766 los libros impresos en Pamplona hasta 1844. Después hubo quienes continuaron catalogando nuestros libros: castro, los de Tudela; Azcona, la bibliografía de San Francisco Javier; Del Burgo, la producción de la posguerra; Goñi y Odriozola los impresos estelleses; García Larragueta, los procedentes de monasterios. Fruto de esta inquietud fue la publicación de un libro sobre La imprenta en Navarra en 1974, intento de síntesis de lo que este arte ha dejado entre nosotros.

Se puede concluir, sin ánimo de ser osado, que aquí se ha escrito y publicado bastante, pero ¿se ha leído? Puede afirmarse que sí, y en esto se ha evolucionado progresivamente hasta hoy, en que, según las estadísticas oficiales, los niños navarros son quienes más leen después de los catalanes. Puede atribuirse al progreso y a la educación, pero también, justo es decirlo, a las bibliotecas, que se multiplicaron en estos últimos años.

Navarra tiene también una larga tradición bibliotecaria. La Iglesia, que ha sido centro de lectura y estudio, además de oración, tuvo y aún conserva en nuestra tierra importantes bibliotecas. Sabemos, por ejemplo, que la biblioteca de los canónigos del burgo pamplonés de la Navarrería fue tasada en el momento de su destrucción, en 1276, en mil libras. La paz del rey Carlos III el Noble llevó a tal cultivo espiritual que el libro pudo llegar a convertirse en un refinado regalo. El propio monarca admiraba la literatura clásica, los temas épicos y la astrología. Acercó a su corte a copistas, iluminadores y encuadernadores, a veces traídos de lejos. Su hijo, el Príncipe de Viana, poseyó una biblioteca de más de cien volúmenes, donde figuraban sus temas preferidos, la teología, el derecho y la literatura. Apreciaba las obras de los clásicos grecolatinos, como buen renacentista. Fue hombre culto, de gusto poético, buen prosista e historiador.

Sabemos que el monasterio de Irache, en su época universitaria (entre 1615 y 1824), tuvo una hermosa biblioteca en que formaban correctísimos ejemplares de la Sagrada Escritura, Padres de la Iglesia y Concilios, siendo beneficiada por una donación notable del cardenal Gil y Albornoz.

El monasterio de la Oliva tuvo un magnífico “scriptorium”, que ocupaba toda un ala del claustro, y el de Leyre –según datos de Mutiloa- encerraba, al momento de su desamortización de 1809, 2.397 volúmenes, entre biblias y libros de expositores, filósofos, teólogos, canonistas, moralistas, historiadores, místicos, predicadores, médicos, cirujanos y humanistas. San Eulogio de Córdoba hizo de ella los grandes elogios en el siglo IX.

La biblioteca de la catedral de Pamplona se salvó milagrosamente de las desamortizaciones y es de un gran valor en lo que atañe a libro antiguo, abarcando sus fondos todas las ramas del saber.

Igualmente tuvieron sus bibliotecas las parroquias y las casas religiosas de Pamplona: los dominicos, los franciscanos, los mercedarios calzados, los carmelitas observantes y los descalzos, los trinitarios descalzos, los capuchinos y los jesuitas. La de la Compañía de Jesús era especialmente importante en los tiempos del padre Moret, pero se deshizo al ser expulsada la Orden por Carlos III, yendo a parar sus fondos al seminario Conciliar de Pamplona.

En 1761 intentaron en vano las Cortes de Navarra convertir en pública la de la catedral pamplonesa. Un nuevo intento de constitución de una biblioteca pública, que no pudo llevarse a efecto por la guerra, fue el proyecto de don José Goya y Muniain, auditor de la Rota, a base de sus libros y los de su tío, don Juan Gil. Su instauración sería obra de los franceses ocupadores de Navarra y, en concreto, del Conde de Reille, general gobernador de la plaza de Pamplona, quien la formó en 1810 con los libros procedentes de la desamortización de José Bonaparte en los conventos de Pamplona, Olite, Tafalla, Marcilla y Peralta. Esta primera Biblioteca Pública de Navarra rescató del fatal destino de servir para hacer cartuchos al menos 500 tomos de gran valor.

Esta iniciativa pública tuvo su continuidad a través de la biblioteca del Instituto de Enseñanza Media de Pamplona y de la Biblioteca General de Navarra, creada por la Diputación Foral de Navarra en 1945, actualmente con más de 52.000 volúmenes. La Diputación ha llevado a cabo la implantación en Navarra de 62 bibliotecas públicas hasta el día de hoy. A éstas hay que añadir en Pamplona las bibliotecas de los dos Archivos de la ciudad (Municipal y Real y General), la de la Audiencia, la Biblioteca Pública Loyola (con 20.000 volúmenes) y las bibliotecas de Humanidades, de Ciencias Geográficas y Sociales y de Ciencias de la Universidad de Navarra, las cuales, en total, suman una cifra superior a 338.000 volúmenes. De entre ellas, la Biblioteca de Ciencias de la Universidad está considerada como la segunda más importante de España, detrás de la del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Tampoco quiero omitir otras importantes bibliotecas, de carácter particular, que existieron o todavía existen aquí. Tales la del ilustrado don Juan Antonio Fernández, de Tudela; la de los herederos de don José María azcona, en Tafalla; la de los herederos de don Pío Baroja, en Vera de Bidasoa; la del señor Gastón, de Irurita; la de los conventos de los P.P. Capuchinos de Lecároz y de Pamplona; la de los P.P. Carmelitas de esa ciudad, y tantas otras más, privadas o públicas, que ahora están formándose.

Asistentes al Congreso

La proyección del libro navarro hacia el futuro viene determinada por las doce más importantes editoriales que hoy y aquí exponen una selección de sus productos. Entre todas se alcanzó en 1977 el 2,88 por 100 del total editado en España, y un volumen de exportaciones en 1979 de 714 millones de pesetas, o, lo que es igual, 1.000.318 kilogramos de papel impreso, es decir casi ocho veces más de lo exportado en Navarra un año antes. El número de libros impresos en 1980 fue de 389 títulos, por lo que nos corresponde el octavo lugar de España, tras Barcelona, Madrid, Vizcaya, León, Valencia, Salamanca y Zaragoza. En cuanto a las materias objeto de publicación, se demuestra nuevamente que el libro navarro es sobre todo científico, con predominio del libro de historia, de religión, de literatura, de derecho y de ciencias naturales sobre otras ramas del saber.

De todas las editoriales presentes en esta Exposición del Libro navarro, la más veterana, por sus más de 80 años de servicio, es Editorial Aramburu. En su trayectoria ha sabido compaginar la publicación de libros científicos con otros didácticos en sentido estricto. Imprimió los primeros números de la revista Príncipe de Viana, varios volúmenes del Catálogo del Archivo Real y General de Navarra y el Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra durante trece años. No por ello descuidó los temas religiosos, turístico, agrícola y ganadero y otros géneros como la biografía y la novela. Prestó atención especial a la edición de textos manuales de bachillerato. Se ha preocupado también del tema navarro, dando salida a libros de Olóriz, Onieva, Urabayen, Biurrun y Gúrpide entre otros. En su haber hay un centenar de libros editados y reeditados, con distribución al exterior de España.

Editorial Gómez surgió también con un af como tal en 1941al surgios, de la Universidad de Navarra y del Consejo superior de Investigaciones Cientes de pesetas, o, lo quán didáctico: la publicación de las muchas ediciones de los manuales taquigráficos de don Felipe Gómez, antiguo redactor-taquígrafo del Diario de Navarra. Ha simultaneado siempre la edición con la impresión, al servicio, entre otros, de la Universidad de Navarra y del Consejo superior de Investigaciones Científicas. La editorial surgió como tal en 1941, siendo su objetivo principal la colección de bolsillo “Ipar”, de autores navarros, en número superior a ,os cuarenta. Sus secciones editoriales son: taquigrafía, mecanografía y secretariado; agricultura; lengua y literatura; biografía e historia; publicaciones marianas; heroínas; rutas, y varia. Dos grande aportaciones de Felipe Gómez son las obras impresas de don José María Iribarren, folklorista, y de don Francisco Salinas, “iusprivatista”, ambos navarros. En esta Editorial se han asomado a la calle ilustradores de libros como Ginés, Cía, Surio, Sinués, Sotés y Bartolozzi.

Salvat, Verbo Divino, Aranzadi y Eunsa son otras tantas editoriales navarras de envergadura.

Las dos primeras continúan la tradición impresora de Estella, pues radican sus talleres en esta ciudad navarra.

Salvat inicia su actividad editorial en 1964, desde sus centros de trabajo –en navarra- de Pamplona, Estella y Monreal. Es la empresa editorial más fuerte de Navarra, tanto por el personal de que dispone como por sus instalaciones y su producción industrial, que alcanza la cifra de 65 millones de fascículos y de revistas y 10 millones de libros al año. Sus exportaciones, en 1980, fueron superiores a 1.600 millones de pesetas, dirigidas a los mercados de América Latina y de Europa. En su división de Navarra se ocupa, fundamentalmente, de realizar una divulgación cultural a través de enciclopedias que se editan semanalmente en forma de fascículos encuadernables. Así dio a la luz la Enciclopedia de Salvat El Mar, Los Grandes Compositores, La Fauna y la Historia de la Segunda Guerra Mundial. Ha preparado publicaciones de tema navarro para la Caja de Ahorros de Navarra y tiene más de 20 títulos en curso de publicación en Europa e Hispanoamérica. Industrialmente está capacitada para la encuadernación e impresiones en seis idiomas.

La Editorial Verbo Divino tiene 25 años de antigüedad y se ha especializado en la publicación de Biblias, Nuevos Testamentos y Evangelios, de los que lleva distribuidos más de diez millones de ejemplares. A pesar de ello no se desentiende de los temas litúrgicos, catequéticos, espirituales y de los manuales de religión y de ética para los estudios de bachillerato. Ha tenido exportaciones, en 1980, a cincuenta y cinco países, la mayoría de lengua española, pero otros de regímenes especiales como China continental, Cuba, Polonia y Vietnam.

Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA) es una editorial universitaria creada en 1968, al estilo de las editoriales universitarias anglosajonas, con la idea de proyectar en publicaciones la labor científica y cultural de la Universidad de Navarra. Ha preparado cuarenta colecciones dentro de secciones tales como Arquitectura y Arte, Bibliografía y Biblioteconomía, Ciencias e Ingeniería, Derecho, Economía y Empresa, Educación y Pedagogía, Filosofía, Historia, Lengua y Literatura, Medicina y Enfermería, Periodismo, Religión y Teología. También una colección cultural de bolsillo de 87 títulos, que tiene por objeto poner al alcance de cualquier intelectual una bibliografía selecta que ayude a encontrar respuestas a los problemas de toda índole de nuestros días. Edita siete revistas: Medicina, Nuestro Tiempo, Scripta Theologica, Ius Canonicum, Persona y Derecho, Anuario de Derecho Internacional y Anuario Filosófico. Se ha propuesto, en los últimos tiempos, el lanzamiento de dos grandes obras: La Sagrada Biblia y la Historia Universal, en quince volúmenes. En resumen, EUNSA tiene 560 títulos de 480 autores; ha publicado el año pasado 67 libros y 55 números de revistas y ha editado en este año 17,2 por 100 del total aparecido en Navarra.

Finalmente diré que, a excepción de una joven editorial como CENLIT, que en Tafalla inicia ahora una prometedora andadura editora, el resto de las editoriales que acuden hoy a esta Exposición se han especializado en el tema navarro. Así las dos Cajas de Ahorro (Municipal de Pamplona y de Navarra), que amablemente obsequian a sus impositores con libros de cuidada presentación, muchos de ellos de importante contenido y de carácter divulgador serio, como lo prueba la nómina de autores colaboradores: Martín Larráyoz, Julio Caro Baroja, José María Lacarra, José Esteban Uranga, Francisco Íñiguez, Andrés Precedo, Juan José Martinena y otros. Sus áreas de trabajo son la historia, el folklore, la ecología y la economía, entre otros.

Ediciones y Libros, con su colección de bolsillo “Diario de Navarra” y sus “Cuadernos de la Cofradía del Pimiento Seco”, se caracteriza por ser una editorial preocupada por una divulgación sencilla, seria y amena de los valores literarios y culturales de nuestra tierra, en especial de su historia y de su folklore, de su arte y de su literatura, de su periodismo, de su música, de su flora y fauna. Ha publicado en total unos 30 libros.

Distintivo de la Institución Príncipe de Viana

La Diputación Foral de Navarra, como responsable oficial de la protección y difusión de la cultura en Navarra, creó en 1940 la Institución Príncipe de Viana, que a través de sus más de 90 monografías y de sus revistas Príncipe de Viana, Fontes Linguae Vasconum y Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra ha dado a luz más de 1.400 estudios sobre aspectos diversos de la Historia de Navarra, con atención especial por las ciencias humanísticas y en particular por la recuperación de la lengua vasca y folklore de Navarra. Con su “Colección Breve”, de próxima aparición, la Institución Príncipe de Viana se propone, además, realizar una divulgación de aspectos culturales hasta el momento menos atendidos. Y por su lado, la Dirección de Turismo, Bibliotecas y Cultura Popular, de la Diputación Foral, igualmente ha publicado hasta hoy 370 folletos de cultura popular, llevando a la práctica con estas y otras publicaciones, una encomiable difusión de los valores turísticos y culturales de esta tierra que hoy nos cobija.

No deseo alargarme por más tiempo. Espero no haberles incomodado excesivamente con mi larga exposición. Ya había advertido que el tema era amplio y complejo, y no se si les habré dado una idea correcta de lo que me proponía decirles. En cualquier caso, ahora podremos contemplar la muestra de libros navarros aquí presentes, que es lo importante, pues ya es sabido que una imagen vale más que cien palabras.

Muchas gracias.

Exposición del Libro Navarro

Esta Exposición del Libro Navarro tiene dos vertientes: una del libro antiguo (desde la creación de la imprenta a nuestros días) y otra del libro moderno y científico. Se trata, pues, de una Exposición del libro impreso en Navarra.

Es oportuna: se ha dicho del navarro que se ha despreocupado por conocer, estudiar y airear sus propios valores literarios. No obstante haber sido Navarra cuna de autores muy personales, que dejaron huella dentro y fuera de nuestro viejo Reyno.

Por ello, una coyuntura favorable al recuerdo del libro, como es la V Reunión de Editores Universitarios y Científicos de Europa en Pamplona, da pie a una nueva evaluación del libro en Navarra, fruto de la cual es esta Exposición que tienes ante tu mirada.

Es una muestra fundamental de nuestro libro científico, seleccionado con amplitud por las editoriales que participan, al darse cita en ella desde el libro de erudición al de más fácil lectura, aunque específico de saberes un poco alejados del dominio público y no sólo navarros.

Se ha creído conveniente mostrar al mismo tiempo un panorama del pasado editorial de Navarra, para dar idea de la continuidad impresora desde el siglo XV al XX. Navarra no se ha resentido en estos siglos de su nivel productivo y cualitativo. Navarra, como es sabido, ha visto instalar imprentas en Pamplona y también en Tudela, Estella, en los Monasterios de Fitero, de Irache y de la Oliva, en Olite, Puente la Reina, Adiós…; ha contado con impresores de la talla de Arnaldo Guillén de Brocar, de Miguel de Eguía, de Adriano de Amberes, de Tomás Porralis, de Nicolás de Assiayn y muchos otros, entre los que se cuentan familias enteras de artesanos, como los Ezquerro o los Martínez; ha visto editarse magníficos trabajos sobre crónica e historia, sobre religión, literatura y ciencias, con espíritu erudito muchas veces –bien es cierto- pero con ánimo de recreación y didáctica otras.

En esta sección del libro antiguo se notarán ausencias. Son forzosas en una sección tan apretada de títulos. Pero, a cambio, se advertirá que se ha intentado dar una idea proporcionada de los impresores navarros del pasado, de los focos editoriales (con extensa atención a los monasterios y pueblos), de las materias tratadas en los libros (de los grandes tratados a las ordenanzas más prosaicas) y de los autores que han colaborado a la expansión cultural del libro en nuestra tierra. Todos estos libros se han editado e impreso en Navarra, salvo uno, el Gero de Pedro de Axular, que representa en si mismo a la literatura en vascuence, tan navarra como la romance.

También, aunque tímidamente, se han querido exhibir otras manifestaciones de la imprenta –la prensa periódica, el naipe de juego y el impreso de mano o el pasquín- para que pueda apreciarse que el fenómeno impresor sobrepasa al libro y es de carácter más complejo, aunque nuestro deseo no es más que sugerirlo tan solo.

Confiamos en que la presente Exposición del Libro Navarro contribuya a la mejor difusión de lo que, aun siendo medio de expresión y vehículo de conocimiento, es del mismo modo objeto artístico con personalidad propia.

A continuación se ofrecen imágenes que reproducen el contenido del catálogo expuesto.

Catálogo del Libro Navarro. Títulos 1 a 16

Catálogo del Libro Navarro. Títulos 17 a 33

 

Catálogo del Libro Navarro. Títulos 34 a 50

Catálogo del Libro Navarro. Títulos 51 a 56 y ediciones actuales

 

 

 

Notas

[1] Sobre la citada exposición bibliográfica véase el artículo de Joaquín Pérez Fernández “Exposición del Libro Navarro”, en El Libro Español, Madrid, Instituto Nacional del Libro Español, 1981, tomo XXIV, núm. 285-286, de septiembre-octubre, pp. 425-426.