Proyección artística de Ismael Fidalgo sobre Baztán

La exposición “De las Minas al Baztán: un encuentro fructífero” en el Colegio Mayor Belagua, a pocos metros del edificio central de la Universidad de Navarra, entre enero y marzo de 2020, da pie a recordar lo que supuso para el Valle de Baztán y su tan arraigada pintura de paisaje la llegada a su capital Elizondo, en 1949, del pintor Ismael Fidalgo Blanco (1928-2010), un artista procedente de las Encartaciones vizcaínas de mirada hasta entonces acostumbrada al mundo minero de su entorno.

Por circunstancias inesperadas también llegó a Fuenterrabía, en la desembocadura del río Bidasoa, que bajo el nombre de Baztanzubi aguas arriba baña la población de Elizondo, el pintor andaluz nacido en Nerva junto a las minas del Río Tinto, Daniel Vázquez Díaz. Y lo hizo en 1906 cuando en viaje a París para ampliar estudios artísticos cruzó la bahía del estuario de este río quedándose prendado de la belleza del lugar. Decidió entonces apearse del tren e interrumpir por varios meses su proyecto formativo para pintar aquellos instantes de luz que se le ofrecían ante las aguas plateadas del río en su discurrir hacia el mar, y así lo seguiría haciendo periódicamente durante los siguientes treinta años.

Ambas visitas, y los encuentros que de ellas se derivaron con la naturaleza y sus gentes, marcan en cierto modo el devenir de la escuela paisajística del Bidasoa, que ha dado a la Historia del Arte sensibles resoluciones en el género pictórico del paisaje.

Cuenca del río Baztán Bidasoa (Dibujo: C. Jusué)

Cuando en 1986 publiqué mi estudio sobre este fenómeno plástico reconocía que la Escuela del Bidasoa tenía en Irún su centro principal cuyas bases las asentaron entre 1895 y 1919 los pintores Darío de Regoyos, Daniel Vázquez Díaz y Ricardo Baroja, cada uno desde su personal circunstancia, al abrigo de esta ciudad de segundo orden, sin embargo con una intensa vida cultural favorecida por el espíritu liberal de sus habitantes y la permeable frontera con Francia en sus proximidades, de donde llegaban los últimos planteamientos estéticos[1].

Describía los ámbitos donde se ejercía la vida pictórica: el arco orográfico existente en la desembocadura con sus extremos en Fuenterrabía (hoy Hondarribia) y Hendaya (Hendaye), con Irún en el centro, espacio inspirador de la primera generación de pintores (José Salís y Vicente Berrueta), en el primer cuarto del siglo XX; los continuadores Bernardino Bienabe y Gaspar Montes, que se inician en el ejercicio pictórico todavía en Irún, correspondiendo a este último ligar los mimbres de la escuela durante cuarenta años de ejercicio docente del que surgirán numerosos discípulos que la harán perdurar en el tiempo a lo largo del siglo XX; y dos espacios más, ya dentro de la vecina Navarra, con autonomía con respecto a Irún pero participando del mismo contexto estético dado por el río: Vera de Bidasoa -hoy Bera en las Cinco Villas o Bortziriak- y Elizondo, cabecera del Valle de Baztán. En Vera, la figura de Juan Larramendi, y en Elizondo, las de Javier Ciga, Francisco Echenique e Ignacio Echandi son los referentes obligados de los pintores actuales. Y entre Irún y Elizondo el trazado del río era visitado con frecuencia por los pintores iruneses, hasta el punto de llegar a asentarse Bienabe en Aranaz (Arantza) y Etxalar, y Montes ligarse a Urroz de Santesteban por matrimonio[2].

Esto sea explicado de manera esquemática para situar la llegada de Ismael Fidalgo  a Elizondo en 1949.

A un pintor nacido en Castro Alén  en 1928, población vizcaína de la margen izquierda del río Nervión, le tocó iniciar su servicio militar en el centro de instrucción de Aizoain, cerca de Pamplona, para continuarlo en el destacamento de Elizondo.

Contaba entonces veintiún años pero ya se había despertado en él la vocación de pintor. En la Asociación Artística Vizcaína, de Bilbao, había recibido clases de Pelayo Olaortúa, que le enseñó a manejar la espátula, y otras más duraderas de Antonio Santafé, para quien realizó apuntes de estudio y pintura al aire libre. Ambos maestros eran vizcaínos[3]. El primero había nacido en Gernika. Se formó con Cecilio Pla entre 1931 y 1933, para después ingresar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, donde cursó pintura y obtuvo el profesorado de Dibujo. Fue dos veces pensionado en la Residencia de Paisajistas de El Paular en 1935 y 1936. En los años 40 se interesó por la estructura del entorno paisajístico, fuese natural o urbano, alejándose de la transcripción impresionista. Santafé, bilbaíno, cursó estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad, con los profesores Aurelio Arteta e Isidoro Guinea. Pintor al óleo y también a la acuarela, se especializó en el paisajismo, pero sobre todo fue bodegonista, sirviéndose en su pintura de un tímido geometrismo que, según Guasch, “estructuraba la realidad sin darnos una visión transformada, que nos introdujera en dimensiones múltiples ni mucho menos llegase a la abstracción”, por tanto sin salirse de los límites de la escuela tradicional vasca. Esta formación puede ayudar a explicar la suave deriva de Fidalgo en sus comienzos de pintor hacia el postimpresionismo y el fovismo, pero aquella inclinación no despreciaba configurar el motivo con la solidez  de los modelos de sus maestros, lo que explica cómo evolucionaría su pintura a partir de su llegada a Elizondo en 1949, coincidente con sus primeras exposiciones en Madrid. En ese año 49 ganó el único premio de pintura convocado por la galería Studio de Bilbao, dotado con la cuantiosa cifra para entonces de 1.000 pesetas. Detrás de la organización del premio se hallaba como factótum Jorge Oteiza, llegado de Sudamérica tras una larga estancia, cuya presencia aguijoneará a los artistas plásticos vizcaínos despertando en ellos una inquietud por la innovación sin pérdida de la propia idiosincrasia. El mismo año quedaría décimo en la 8ª Exposición de Pintura de Educación y Descanso de Vizcaya.

Ismael Fidalgo. Txokoto (Elizondo), hacia 1953

Ya introducido en el ambiente artístico de su tiempo, Fidalgo tratará de más cerca a Oteiza de cuyo magisterio se beneficiará. En 1953 le ayuda a modelar sus figuras del apostolado del monasterio de Aránzazu para Oñate (Gipuzkoa), incluso Jorge le recibe en su casa, donde le hospeda. La galería Studio le proporciona información sobre el arte más avanzado en Madrid, Barcelona y Zaragoza. Su director, Guillermo Wakonigg, le pone en contacto con una red de amigos y confidentes que se reúnen en tertulias como la del Colmado de Mauri[4], situado en la céntrica calle bilbaína de Diputación y es así como establece buena relación con otros pintores como Agustín Ibarrola, Norberto Ariño de Garay y Ricardo Toja, artistas que empiezan a destacar en Bilbao, con los que se exhibe en la exposición “Joven Pintura Bilbaína” en la Sala Artesanía Española de la capital vizcaína un año más tarde, que revela en Ibarrola y Fidalgo un deseo renovador para enlazar la figuración con la problemática fabril y minera de la cuenca del Nervión[5], primeros escarceos que evolucionarán hacia la definición de una Escuela Vasca para alcanzar mediante la interdisciplinariedad de procedimientos la potenciación de la cultura autóctona asentada por igual -como deseaba Oteiza- en la sensibilidad personal del artista y en la de su generación[6]. Con ese propósito hace una gira expositiva en 1956 por varias poblaciones de Bizkaia (Las Arenas, La Arboleda, Somorrostro, Portugalete, Amorebieta y Durango) en compañía de Agustín Ibarrola, María Dapena y Dionisio Blanco. Sin embargo, Ismael Fidalgo no dará el paso de acudir a París acompañando a su amigo Ibarrola, quien con la anuencia de los pintores Ángel y José Duarte, Juan Serrano, y de los escultores Oteiza y Néstor Basterretxea, formará el Equipo 57, que va a proponerse mediante la racionalización de las formas llegar a un nuevo compromiso artístico ante la sociedad que les conducirá a la abstracción formal en sus obras de arte. El interés de Fidalgo se centraba en una pintura testimonial de su realidad inmediata en la que, por entonces, primaban los valores plásticos que brotasen de la emoción visual del artista.

Este es el trasfondo que enmarca la estancia de Fidalgo en Elizondo durante su tiempo de permanencia en filas y en los años posteriores mientras consolida su relación con Baztán y, al mismo tiempo, se siente reclamado por Oteiza a la capital Madrid, donde laboraba bajo la cobertura económica de Félix Huarte[7].

Javier Ciga. El viático en la montaña de Navarra. Baztán (1917) Museo de Navarra (fragmento)

La fidelidad al paisaje local en Francisco Echenique. Garzain desde Echegaraya (1942)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al llegar Fidalgo a Elizondo, con sus instrumentos de pintar en el petate del soldado, la situación era la siguiente. Javier Ciga, pintor pamplonés con raíces familiares en el valle, era un pintor consagrado, gran retratista y destacado costumbrista, que en sus cuadros asociaba las figuras a fondos paisajísticos del territorio en una perfecta coexistencia de las tradiciones patriarcales de sus moradores con la naturaleza del medio físico, tal como puede apreciarse en sus dos lienzos cumbre de factura realista: El mercado de Elizondo y El viático en la montaña de Navarra, Baztán. Como su colega Ciga, Ignacio Echandi sólo pasaba temporadas estivales en el valle, en su caso en el pueblo vecino de Elbetea (Elbete); su pintura, aunque en parte paisajística, se alejaba de la de su compañero por su mayor modernidad en el atrevimiento fovista del color y su predilección por los maestros estructuradores de la composición, tal como Cézanne, Vázquez Díaz y Arteta. Es muy posible que Fidalgo no conociese en profundidad a estos pintores que fallecen en la misma década en que discurren sus primeras estancias en Elizondo. Tampoco coincidió con otro de los paisajistas del lugar, Francisco Echenique, pues éste había muerto en 1948, pero la estela de su fidelidad al paisaje local permanecía viva y seguramente hiciera mella en él. Desde luego todo este bagaje sí que influye en el pintor continuador del quehacer pictórico de estos hombres: José María Apezetxea.

José María Apezetxea. Pueblo dormido

Apezetxea tenía en 1949 veintidós años. Había nacido un año antes que Fidalgo en el pueblo baztanés de Erratzu. En 1947 había abandonado el Seminario de Pamplona tras siete años de formación humanística. Pariente de Javier Ciga fue él quien, por los veranos pasados en Elizondo, se ocupó de enseñarle el oficio de pintor. Ya con una cierta formación decidió presentarse a convocatorias como la del cartel anunciador de la Gran Exposición Misional, que ganó en 1940, y ocho años después el diploma de honor del Certamen de Pintura del Ayuntamiento de Pamplona, pero falto de expectativas profesionales tuvo que emplearse en la tienda familiar de tejidos a la muerte de su padre, prosiguiendo su formación a partir de entonces de manera autodidacta mediante lecturas y visitas a exposiciones cuando el tiempo se lo permitía. En una de aquellas en los bajos del Ayuntamiento de San Sebastián descubrió todo el potencial del pintor Vázquez Díaz, influido por Paul Cézanne en sus representaciones.

 

 

Ana María Marín. Beartzun

Por entonces, una adolescente de Elizondo, Ana María Marín, no pasaba de ser una idealista que soñaba con ser pintora. A sus dieciséis años había recibido unos conocimientos básicos de dibujo con una profesora particular (Marisol Lasheras Aguirre) y su contacto con Ciga se reducía a haberle limpiado sus pinceles en un asca cercana, seguramente asombrada ante una de sus pinturas de paisaje, pues los pintaba en el propio Elizondo, incluso tomaba como motivo alguna de las casas de labranza (Karrikatxar) que, como los impresionistas, representaba a diferentes horas del día. En cierta ocasión en que paseaba con su bicicleta topó con Ismael. Y él le dijo: “Te dejo pintar un cuadro si me guardas el caballete, los pinceles y el lienzo… que tengo que ir a hacer un campamento en la nieve”. “Y ahí empezó todo”, gustaba confesar a quien le preguntara por sus orígenes[8]. La conclusión de esta breve historia es que ella, Apezetxea y Fidalgo terminaron por pintar en un estudio improvisado de la casa Paularena, que la familia de Ana Mari tenía en Elizondo. La relación entre ellos a partir de entonces se va a estrechar, de tal modo que, acabado el servicio militar, Fidalgo atraerá a Elizondo a colegas suyos como Agustín Ibarrola y Norberto Ariño de Garay, todos embarcados en la senda constructiva de Cézanne que habían recibido de Daniel Vázquez Díaz, y éste había sopesado en París admirando las proporciones de las esculturas monumentales de Antoine Bourdelle. El propio Ibarrola también había recibido lecciones particulares de Vázquez Díaz en su estudio madrileño de la calle María de Molina y de igual manera la pintora Menchu Gal, a cuyo estudio de Madrid acudirá Ana Marín alternando su formación en el Círculo de Bellas Artes con el trato frecuente de Ibarrola y sus amigos, en una comunidad de intereses que se prolongará en el tiempo por tierras baztanesas. Es así como Apezetxea y Marín recibirán como legado artístico una manera de representar la naturaleza con visión constructiva y, en el caso de la pintora, además, una tendencia colorista de corte fauve apreciable en la pincelada envolvente que es la característica de Menchu Gal. No obstante, se distanciarán del grupo vizcaíno por su preferencia paisajística sin el fuerte contenido social de aquel, aunque no desdeñen la pintura de costumbres.

Ismael Fidalgo. Lantegia-Fábrica, hacia 1953

Pero volvamos al Elizondo de la década 1950. Fidalgo pinta en esa época un retrato colorista (Solitario en Elizondo) que señala el término de su línea post impresionista más afrancesada para sustituir ese tipo de pintura por otra de colorido severo y fuertes contrastes de luz tomando como tema los rincones y callejas de Elizondo. Sáenz de Gorbea aprecia en aquellas representaciones colores que pueden ser graves y oscuros o disfrutan de todo tipo de blancos. Las estructuras están relacionadas con los perfiles de las casas y plantean unas escenografías de difícil equilibrio. Nada parece buscar las horizontales y verticales, mientras que la materia se desborda desordenadamente, generando texturas y grafías. Un tratamiento subjetivista que revela una intensidad en la relación que establece con el lugar. Y es que paulatinamente va conduciéndose hacia el testimonio desbordante de un expresionismo con intención social[9], presentándonos en sus pinturas de 1952 paisajes desoladores, oscuros y sucios por la contaminación de los espacios mineros de la margen izquierda del río Nervión, en su Bizkaia natal, porque para él el arte no debía necesariamente gustar sino ante todo emocionar, y es ese el sentimiento que dominaba en él ante la realidad de su tierra de origen. Baztán, por el contario, lo vivirá como un retiro salvífico que seda su ánimo no sólo ya por la belleza del valle sino por la hospitalidad de sus gentes que le aceptan de inmediato favorecidos por la cordialidad de su persona[10]. En la iglesia parroquial de Santiago pinta durante su estancia un mural con El Bautismo de San Juan, siguiendo una composición de estilo post bizantino fiado al esquematismo de las figuras. Entabla amistad con los miembros de la Agrupación Coral de Elizondo, dirigida por Juanito Eraso, y llega a hacer una exposición en Pamplona, compartida con Apezetxea, en la galería de Casa Ibáñez, en noviembre de 1953.

La actividad expositiva conjunta de vizcaínos con baztaneses se interrumpirá por un tiempo[11] pero se recupera en la década de 1970. No se detienen las salidas a pintar al campo baztanés, que fueron regulares -aunque las alternaban los vizcaínos con otras visitas a paisajes diferentes según las estaciones del año- y siempre acababan amigablemente en torno a la mesa y la conversación de lo sucedido en la jornada. De aquella fructífera relación quedan los retratos que mutuamente se hicieron[12].

En el 76 se celebra la muestra “Paisajes del Baztán” en los bajos del Ayuntamiento de Elizondo con participación de Apezetxea, Marín, Jesús Montes, Fidalgo y los vizcaínos atraídos por él Marcelino Bañales (su amigo íntimo y compañero de trabajo en la empresa minero-metalúrgica Babcock Wilcox a la que se incorpora en la década de 1960) y Alberto Gómez Echarte, sumándose los guipuzcoanos Eloy Erenchun y José María Rezola.

En 1979 los destacados miembros del grupo – Fidalgo, Oteiza, Ibarrola, Jesús Montes y Ana Marín- reaparecen en la exposición del “Baztandarren Biltzarra”, junto a otros pintores y escultores vasco-navarros.

Volverán a coincidir en 1982 en los locales de los P.P. Franciscanos de Elizondo con motivo de la subasta a favor del “Nafarroa Oinez”, con la nueva incorporación de Menchu Gal, y los más jóvenes Kepa Arizmendi, Xabier Soubelet y Tomás Sobrino, con la presencia de Marcelino Bañales.

El grupeto inicial Fidalgo-Apezetxea-Marín se irá consolidando con el paso del tiempo de manera que en 1983 se presentan ya organizados como “Artistas del Baztán” en los pabellones de arte de la Ciudadela de Pamplona, figurando entre ellos, como miembros reconocidos, los pintores Apezetxea, Arizmendi, Bañales, Fidalgo, Marín, Montes Iribarren, Rezola, y el escultor Xabier Santxotena. Se exponen cuadros de Ciga, Echenique y Echandi como homenaje a los precursores.

Un ejemplo de cómo evoluciona la pintura de paisaje baztanés hacia la abstracción formal sin perder su inspiración en la naturaleza del lugar. Tomás Sobrino. Otoño, hacia 2015

Como muestra de este vivificador encuentro de pintores vizcaínos con navarros en 1995-96 se celebró la exposición itinerante “De Baztán a las Minas”, que partiendo de Elizondo recorrió las localidades de Barañáin, Portugalete e Irún. Diez años después, en 2007-2008, el itinerario del grupo fue el inverso, “De las Minas al Baztán”, que siguió el trayecto Barakaldo, Karrantza y Elizondo, con asistencia de los vizcaínos Ángel Aja y Amalio García, y de la baztanesa Begoña Durruty.

Hoy en día, la figura que destaca como principal es Tomás Sobrino, por cuanto, por  su actividad docente, está llamado a descubrir nuevas vocaciones para la pintura de paisaje, proyectando así al futuro la estela del recientemente desparecido José María Apezetxea y haciendo posible que fructifique la semilla que Fidalgo y sus amigos “de la minas” vizcaínas sembraron en el Valle de Baztán.

Imagen de la portada: el pintor Ismael Fidalgo Blanco fotografiado en su ambiente industrial (Foto: J. T. Sáez Iturbe «Pikizu». Asociación Cultural Harresi Kulturala Elkartea. Reproducida de Ismael Hidalgo pintore espresionista baten abentura / la aventura de un pintor expresionista, citado en el texto)

Notas

 

[1] Un resumen de ella en mi libro La Escuela del Bidasoa, una actitud ante la naturaleza. Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Educación y Cultura), 1986.

[2] Pueden leerse en este sitio web varios artículos míos referidos a estos pintores y al fenómeno grupal de su actividad ligada al río.

[3] Sobre estos pintores puede consultarse GUASCH, Ana María. Arte e ideología en el País Vasco: 1940-1980. Madrid, Akal, 1985, págs. 80 y 83 (Olaortúa), y 130 (Santafé Largacha).

[4] BACIGALUPE, Carlos. “También algunas creaciones literarias se acercaron por el viejo Café Toledo y El Colmado de Mauri”. Enlace: www.bilbao.eus. febrero de 2013, pág. 37.

[5] GUASCH, Ana María. Arte e ideología en el País Vasco: 1940-1980. Cit., pág. 94;  ZUBIAUR CARREÑO, Francisco Javier. “Fidalgo Blanco, Ismael”, ALLGEMEINES KÜNSTLER LEXIKON, München, K-G. Saur-De Gruyter, 2003, vol. 39, pp. 344-345.

[6] Así lo considera Jorge Oteiza en el texto de la presentación del catálogo del premio de la galería Studio, situado en la calle Bidebarrieta de Bilbao, que ganó Fidalgo en 1949 (ref. por SÁENZ DE GORBEA, Xabier. Ismael Fidalgo, la aventura de un pintor expresionista. Bilbao, Museo de las Encartaciones, 2013, pág. 25.

[7] Sobre el particular véase ARCEDIANO SALAZAR, Santiago. “La figuración vasca de posguerra (1940-1965)”, en Pintores vascos en las colecciones de las Cajas de Ahorros. Donostia-San Sebastián / Bilbao / Vitoria-Gasteiz, Bilbao Bizkaia Kutxa / Fundación Kutxa / Caja Vital Kutxa, 1996, tomo V.

[8] ECHEVERRÍA, Paula. “Ana Marín, una vida en pinturas”, Diario de Noticias, Pamplona,  18 de octubre de 2013, pág. 64; y ELIZONDO, Edurne. “Ana Marín: “Baztan gorria da”, Deia, 11 de abril de 2010, págs. 10-11.

[9] SÁENZ DE GORBEA, Xabier. Ismael Fidalgo, cit. págs. 32-35.

[10] Explicará el periodista Xabier Cuéllar que “A Fidalgo le gustaban los lugares tranquilos, no era amante de las grandes ciudades ni de los ruidos, de ahí creo que proviene su relación con el Baztán -aparte de que allí tuviera que hacer el servicio militar” (en el vídeo Ismael Fidalgo, la aventura de un pintor expresionista (Sopuerta, 1928 – Trapagaran, 2010), editado por las Juntas Generales de Bizkaia y el Museo de las Encartaciones, 2011-2013. Dos partes. 1928-1956 y 1956-2010.

[11] Aunque no la de Ana Marín con Fidalgo y Menchu Gal en Madrid, pues acuden todos a la exposición del IV Premio de Pintura convocado por la revista Arte y Hogar en 1954.

[12] Así lo recuerdan los familiares de Fidalgo y Bañales en el vídeo citado. En él reconoce Tomás Sobrino que “ellos se acercaban más a nosotros, porque nosotros no es que fuéramos a pintar allá, ellos eran los que venían aquí y nos comunicábamos. Venían a visitar a sus amigos de toda la vida que eran Ana Mari Marín y Apezetxea, y nosotros nos sumábamos a ese encuentro. Era así”. Se comparan a sí mismos -según Ángel Aja- con los pájaros emigrantes, pues “unas veces íbamos a Baztán, otras a Castilla o al Pirineo, y cuando llegaba el invierno nos replegábamos a las zonas más inmediatas como La Arboleda y el entorno fabril próximo a nuestros domicilios”.