Quietud en el Bidasoa, óleo de Victoriano Juaristi

El Centenario en 2019 de la apertura de la Clínica San Miguel a iniciativa del doctor don Victoriano Juaristi, junto a sus colegas los médicos Daniel Arraiza y Joaquín Canalejo, en la capital de Navarra, Pamplona, me deparó la oportunidad de recordar su papel como animador de la Escuela pictórica del Bidasoa, cuya gestación se produjo entre 1895 y 1919, teniendo a la ciudad guipuzcoana de Irún como centro de esta hermosa cuenca hidrográfica cuyo paisaje inspiró a sus primeros protagonistas: los pintores José Salís, Vicente Berrueta, Darío de Regoyos y Daniel Vázquez Díaz[1].

Dicho evento me permitió conocer a Enrique Juaristi Martínez, nieto del recordado médico humanista que desplegó en Irún, tras su incorporación como cirujano al Hospital de la ciudad, entre 1904 y 1919, una intensa actividad no sólo como médico sino como aglutinador de voluntades que conformaron la base necesaria para que, años más tarde, uno de los pintores que se integrarán en esta incipiente escuela, Gaspar Montes Iturrioz, la desarrollase como principal referente de la actividad paisajística que aún perdura en torno a las márgenes de este río.

Quietud en el Bidasoa

Pues bien, Enrique Juaristi me habló de un cuadro pintado por su abuelo hacia 1914, que conserva, y podría titularse Quietud en el Bidasoa, al que tiene gran aprecio y es una interesante muestra de lo que, como pintor aficionado, don Victoriano llegó a plasmar subyugado en sus paseos por la belleza de ese río en su curso bajo, cuando la serenidad se adueña de las aguas cerca de su desembocadura al mar Cantábrico. En este cuadro, que ahora analizaré con detenimiento, me parece adivinar la huella de los pintores que le honraron con su amistad, principalmente de Regoyos y de Berrueta.

Victoriano Juaristi. Quietud en el Bidasoa (1914)

Victoriano Juaristi solía pasear por este lugar acompañado de su esposa Adriana Acevedo y del niño de ambos, Enrique, entonces con dos años de edad, padre del propietario actual del cuadro, ocasión que aprovechaba para pintar aquel paisaje, éste que en concreto refleja el atardecer de una primavera con marea alta en el río[2].

Se trata de una pintura al óleo sobre lienzo de 42 x 65 cm. A la izquierda de ella se pueden distinguir, por medio de manchas verde-terrosas, los juncales desvaídos por la distancia, donde, además de la Isla de los Faisanes, famosa por las conferencias y encuentros políticos habidos en ella[3], podemos observar en la ribera de la derecha la vieja carretera, poco más que un camino entonces, que unía Irún con el paso que en Endarlatza limita con Navarra, y discurre a la vera del río orlada por algunos árboles y las últimas casas del barrio irunés de Bidasoa. En la orilla contraria las primeras casitas del pueblo labortano de Biriatou, en la vertiente francesa, en término que se conoce como Xoldokogaina, ante una pantalla de bajos montes encabalgados. En primer término, anteponiéndose a la isla internacional, una chalana[4] con una pareja de ocupantes, navegando tranquilamente con la ayuda de una pértiga, que aquí llaman borta, donde el pintor por medio de delicados toques de color ha sabido representar el inapreciable movimiento de la corriente en la tarde de un día con la emoción de un momento inolvidable. El cielo, en contraste con el medio acuático que como un espejo devuelve lo reflejado en él, ofrece celajes agrisados bien matizados que con su luz tenue transmiten esa melancolía inseparable del paisaje vasco, causa de su dulzura pero también de cierta tristeza.

El acercamiento de Juaristi al río cercano a su desembocadura no sólo ha sido pictórico sino también literario y, en ambos casos, la impresión causada es semejante y la sensibilidad de quien lo mira idéntica.

Bajo el seudónimo de Víctor Iván describe este espacio en su novela Costa de plata, donde expone la relación sentimental del lugareño Michel Doria con la rusa errante Irma Vassillieff, quien por la inseguridad de un mundo en guerra -son los años de la primera conflagración mundial- se hace llamar Kathinka. En el capítulo XI, donde se refiere al Bidasoa[5], los enamorados dan un paseo en barca por el río pues ella se lo solicita: “llévame echada en una barca, por esas orillas encantadas”. “Déjame que te lleve por el río”, dice él. “Pasearemos, serenamente, ante la paz de esta campiña suave hasta el crepúsculo”. “Dio la mano a la rusa para entrar en la lancha, a la que un vigoroso golpe de remos encauzó en el canal; la marea, al bajar, arrastraba suavemente la embarcación hacia la isleta de los Faisanes. En silencio, pasaron bajo los tres puentes tendidos entre Irún y Hendaya, rozando primero el Mac-Mahón, guardacostas español, y luego al Javelot, pequeño cañonero francés, incrustado allí durante muchos años, convertida su quilla en un banco de moluscos”…. “La barca seguía deslizándose por el agua, de un verde agrisado que reflejaba, en tonos más oscuros, el caserío de Irún y las altas montañas. En medio del río se levantaba una graciosa masa de árboles colocados artificiosamente sobre una alfombra de césped; más de cerca, se veía que a esta isla minúscula se entraba por una escalera de piedra mohosa, junto a la cual atracó la lancha”;  “… luego se sentaron en una suave ladera de la isla, frente a la masa del Jaizquíbel, sin hablar apenas, hasta que la montaña fue tomando un color morado sombrío y por encima de su cumbre se pasearon, furtivas, las postreras luminarias del pálido sol otoñal. En contraste con la oscuridad del contorno, el río se hacía más plateado y destacaba como una bruñida cinta metálica…”. Y, más adelante, continúa el escritor: “Alguna ráfaga de aire sutil pasaba sobre el espejo que el Bidasoa forma al morir entre suaves montañas, y borraba las imágenes reflejadas, que de nuevo reaparecían, temblonas, con variaciones de color. Algunas barcas azules o blancas, llevaban parejas de enamorados hacia la isleta de los Faisanes”[6].

Las descripciones, tanto literarias como pictóricas, son el fuerte de Juaristi, y parecen inspiradas en las novelas de Pío Baroja, el cual nos confiesa deseó ser pintor impresionista[7], y del que Juaristi era amigo personal y decidido lector.

El río, tal que si tuviera un alma escondida, estimula en el autor un sentimiento poético que también se ve proyectado en la pintura. Como en el caso de la poetisa de Behobia, María del Juncal Labandíbar, Juaristi parece conversar con el paisaje encantador que ofrece el río. Ella evocará aquella experiencia estética de profundo trasfondo espiritual con estos versos:

Quietud. Quietud y silencio

Ni un gorjeo entre las ramas

Ni una súplica en el viento,

Ni una canción en el río.

En los espacios, ¡un eco!

 

En el fondo, montes, montes,

Casas y árboles espesos.

El verde se ha derramado

En sus matices diversos [8].

Y lo que en la poetisa era casi una oración, en el cuadro de Juaristi es una evocación sentimental empastada de sensibilidad. Juaristi, como la poetisa, amó la placidez familiar de su Bidasoa.

¿Cómo llegó Juaristi a Irún?

Vicente Berrueta. Retrato del doctor Juaristi

Recuerda Rosa Ceballos en su biografía del personaje[9] que los tres de la familia -Victoriano, Adriana Acevedo y la hija de ambos Reshu- se instalaron en el paseo de Colón 42, cuando aquel obtuvo el 16 de octubre de 1.908 la plaza de médico-cirujano del Hospital, después de haber desempeñado el cargo gratuitamente durante tres años. En 1.905 nació el segundo de sus hijos, Carlos, que también será cirujano en el futuro. Dos años más tarde se trasladaron a una casa construida por encargo del propio Juaristi a su primo el arquitecto y constructor Francisco Sagarzazu en la calle 11 de Noviembre (luego del Coronel Beorlegui y hoy de Pikoketa), donde ciertos detalles decorativos en los hierros de forja y en las pinturas murales de la entrada (que pudieran ser los esponsales en la Isla de los Faisanes de María Teresa de Austria con Luis XIV de Francia y algo que pudiera recordar a las tres carabelas de Colón) hablaban del gusto por las artes de su morador[10]. En ella instala de momento su consulta particular antes de edificar su propia clínica en 1.914 (la llamada “Clínica de Irún”). En 1.910 nació el tercero de sus hijos, Víctor, futuro odontólogo, y en el 14 Enrique, que será farmacéutico. En 1.939 se hará una casa en Fuenterrabía, Bi Kabi, así llamada por sus dos “nidos” o pisos.

Su peor experiencia como médico la tuvo cuando el 13 de julio de 1.913, el tranvía eléctrico El Topo, que venía de San Sebastián, chocó frontalmente con el que llegaba a Irún proveniente de Hendaya por un fatal descuido en el control de sus salidas. Hubo seis muertos y medio centenar de heridos, terrible accidente que coincidió con una aparatosa tormenta que aún añadió mayor dramatismo a la angustiosa situación. El Rey concedió a Irún el título de «Muy Humanitaria» por la extraordinaria atención prestada a los heridos. Al cirujano Juaristi le tocó afrontar esta situación y así recordará: “cada paso que aquí doy es una emoción… tanto que me impedirá expresar mis sentimientos… y solo con mi corazón de veinte años, tenía que hacer frente a estos trances sin flaquear…”[11].

En la vida ordinaria la familia Juaristi Acevedo recibe en su casa a numerosos amigos con ocasión de fiestas literarias y artísticas, con el trasfondo gastronómico que también actúa de aglutinante entre los bidasotarras, pues doña Adriana era buena cocinera, y la asistencia de los comediógrafos hermanos Álvarez Quintero; del pintor, aguafuertista y escritor Ricardo Baroja y de su hermano el novelista Pío (con los que entabla una buena amistad correspondida con visitas a una y otra casa y el intercambio de publicaciones); del periodista Pedro Mourlane Michelena; del pianista húngaro Emeric Stefaniai; del pediatra Rafael Larumbe (que además amenizaba las veladas tocando el chiribito); del también médico Isidoro Navarro, que compaginaba su profesión con la dirección del semanario irunés El Bidasoa; de los agentes de aduanas Luis Carredano, Miguel Bergareche, Ricardo Rodríguez (a la sazón alcalde de la ciudad) y Ricardo Figueredo, también actor ocasional; del tenor Isidoro Fagoaga;  del “general” del Alarde de San Marcial Pedro Baráibar; del arquitecto y profesor de la Escuela municipal de Artes y Oficios Francisco Sagarzazu; y del juez Alfonso Morales, entre otras personalidades.

Ceballos le describe como hombre metódico. Cultivaba aficiones como la de acudir al cine, al teatro e incluso a alguna revista (además era médico de los cómicos y del Cine Bellas Artes). Aprendió solfeo y a interpretar el violoncelo en la Academia de Música Municipal. Todo esto sin perjuicio de su actividad profesional e investigadora, que le impulsaba, por un lado, a inscribirse en congresos médicos (frecuentaba asimismo la amistad de sus colegas Picavea, Larraz, Navarro, Urrutia y Vidaur), y por otro a escribir artículos, novelas, ensayos incluso zarzuelas. Fue refundador del semanario irunés El Bidasoa en 1.915, su animador y colaborador durante años. “Tenía una versatilidad parecida a la de mi tío Ricardo, y lo mismo quería operar, que pintar, que esculpir, que componer música”, recordaba Julio Caro Baroja[12]. Estas actividades -nos dirá Navas- “constituían para él un sedante en su ímprobo trabajo profesional”[13], las realizaba “entre dos luces descansando de las tareas médico-quirúrgicas”, añade su discípulo el médico forense Luis del Campo[14]. Este ambiente de Irún “le iba mejor con sus ideas que el de Pamplona”, a donde marcharía en 1919 para fundar la Clínica San Miguel, “pues en Irún fue la cabeza visible de todo el movimiento intelectual de la ciudad en su época”, gracias también a sus ideas avanzadas[15].“La vida-recordaba Juaristi- era simpática en Irún y Fuenterrabía, por el encanto de su paisaje, por el carácter de sus habitantes”[16].

Pintor entre las múltiples facetas de su personalidad

En Irún, su relación de amistad con los pintores José Salís Camino, Vicente Berrueta Iturralde y Darío de Regoyos y Valdés, por aquél entonces afincado en la ciudad, le inclinan a la pintura y a otras actividades menores como el dibujo y la caricatura. Por la noche se reunían en el estudio de Salís en su casa del barrio de Beráun al objeto de “hacer manos”“En alguna que otra ocasión se sumaba a ellos el pintor valenciano atraído por su amigo Salís, Joaquín Sorolla, acompañado del pintor donostiarra Ignacio Ugarte”[17]. También lo hacía circunstancialmente el laureado pintor nacido en la vecina Fuenterrabía, donde el río Bidasoa se explaya en la amplia bahía de Txingudi, José Echenagusía.

Sin embargo, los avatares de la vida han hecho que apenas se conserve obra suya, sin ser, con todo, abundante.

Su obra fundamental, al decir de Martín Cruz, fue una colección de pinturas anatómicas preparadas para el Anfiteatro de Anatomía de la Facultad de Medicina de Valladolid, de las que nada queda[18]. Hemos podido conocer en cambio los dibujos científicos que acompañan las imágenes de su Manual español de cirugía (1921).

Victoriano Juaristi. Caricatura del salón de viajeros de la estación para El Eco de Irún (1910)

Rosa Ceballos, aludiendo a su actividad pictórica, escribe que “hizo alguna pintura pero no ha quedado prácticamente nada”[19]. Era dado al dibujo como ilustrador de su obra y caricaturista (en su novela Costa de Plata, en El coloquio de las edades, en El Sueño y en el semanario El Bidasoa, una de cuyas caricaturas muestra el “salón de viajeros” de la estación del ferrocarril donde los inspectores de aduanas revisaban el contenido de los equipajes de quienes entraban en España desde Francia). Luis del Campo dejó escrito que “su palabra y pluma iban emparejadas con dominio del dibujo y sentido del color. Pintó, dibujó y grabó, y cuando quiso compitió con artistas y acudió a certámenes. Sus obras científicas y literarias eran ilustradas con sus dibujos, gustando especialmente de ornarlos con su autorretrato a lápiz”[20].

Salvador Martín Cruz nos trae al presente la noticia de su paso por la Escuela de Artes y Oficios de San Sebastián según da fe, en julio de 1.928, Eladio García, Inspector de Primera Enseñanza, pues así lo afirmó en la presentación de una conferencia de don Victoriano  sobre “El aprendizaje” en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona el 10 de marzo de 1928. En ella dijo que “cultivó con gran acierto las bellas artes”, lo que “explicaría de una manera razonable su afición, conocimientos, magnífica disposición y hasta buena mano para el trabajo y cultivo genérico de las bellas artes”[21].

Su afición a la pintura le había hecho acompañar a Darío de Regoyos en más de una ocasión por las orillas del Bidasoa, según él mismo confesó[22].

José Salís. Isla de los Faisanes, Irún (Década de 1910)

Estudio del pintor Salís tal como estaba en su tiempo adornado con algunas esculturas de su hija Lola (ABC, 30.11.1975)

Recordando el pasado, años después, aludió en el Programa de Fiestas de Fuenterrabía a su amistad con los pintores Salís, Berrueta y Regoyos, a los que guardaba “amor y veneración”.

“Los tres eran grandes artistas, nobles corazones, franciscanos que veían a Dios en la Naturaleza. Los tres acogieron a Fuenterrabía como libro de enseñanza y de ejercicio espiritual y pictórico…

 En mis felices años de trabajo y de placer junto al Bidasoa, me cupo la suerte de tener a los tres como dilectos amigos y les acompañé con la caja de colores a la búsqueda de paisajes, de marinas, de rincones románticos de las callejuelas de Fuenterrabía. Nuestra conversación era siempre un canto de admiración a los inagotables temas pictóricos que nos ofrecían el Jaizquíbel, el cantábrico, el río azul, el viejo burgo. Regoyos, exaltado y ocurrente en el verbo, declaraba que Fuenterrabía le estaba enseñando a pintar… ¡cuando ya era famoso por haber traído a España, desde la brumosa Bélgica, las primicias del impresionismo! Salís intentaba cuajar las olas un segundo para fijarlas en una tela o tabla, y lo conseguía con una sencilla seguridad encantadora. Berroeta [sic] era un místico, silencioso y humilde hasta la santidad, a quien Dios le concedió la gracia de poder fundir su alma pura con la Naturaleza que le rodeaba. Ninguna de mis acciones me fue tan dolorosa y tan dulce al mismo tiempo que la de poner un elogio a su memoria sobre la tierra amada que le recibió tras una vida breve y triste”[23].

De entre todos ellos la figura clave será la de Darío de Regoyos por infundirles una actitud de sencillez en la representación natural del paisaje compartido y una espiritualidad que se ve por encima de la técnica, la cual a veces es tan sólo una ”pequeña técnica” para los matices[24], y de esto deja constancia en una carta a Manuel Losada, en 1.901, donde le confiesa la amistad íntima que unía a los tres[25].

Desde 1.900 Regoyos vivía a caballo entre San Sebastián e Irún, donde terminará por instalarse con su mujer Henriette de Montguyon en la finca Buena Vista, luego rebautizada por ellos como Vista Alegre, en Azkenportu, término del barrio irunés de Behovia, desde donde podía divisar a diario la Isla de los Faisanes en dirección este. Azkenportu era una zona de marisma ganada al estuario del río Bidasoa a finales del siglo XIX, así llamada por la existencia de instalaciones portuarias cuyos primeros vestigios se retrotraen al periodo prehistórico del Calcolítico, que fueron aprovechadas durante la romanización[26]. Coincide con la desembocadura de la regata de Ibarla, que viene desde la zona minera argentífera de Belbio y recoge los arroyos que bajan de las estribaciones de las Peñas de Aya y del Monte de las Tres Coronas (Aiako Harria).

Darío de Regoyos. Puente internacional de Santiago, Irún (Primera década del siglo XX)

Escribe San Nicolás sobre esta estancia que la “aprovechó para iniciar una serie de óleos en los que Irún y el monte Jaizkíbel fueron los protagonistas. Con ello Regoyos se convenció de que no era necesario viajar para buscar temas que pintar, sino que simplemente los cambios de luz, de condiciones meteorológicas, etc. serían suficientes para sugerir una obra nueva y diferente”[27]. Hay que añadir que “este país de Irún” le entusiasmaba[28], porque en él “nació mi arte y nada más que de esto”[29], y lo deseaba como “un pedazo de campo verde para pacer”[30]. Años antes, en 1884, en carta a su amigo el crítico de arte belga Octave Maus, le expresó que sólo le interesaban del paisaje las “impresiones”, la “única forma posible de arte”, siempre ante la naturaleza (“d’après nature”), “de una sola vez y nada más”[31]. Y lo remarca al contestar a la encuesta que el corresponsal de la revista literaria francesa Mercure de France, Charles Morice, le hace en agosto de 1.905: “Si recuperara los años vividos optaría por la paleta clara, sin tierras, sin negros, y no haría sino paisaje, entregándome a las impresiones que recibiera de la naturaleza[32].

Aunque Juaristi, en lo humano, con quien más se identificaría sería con Vicente Berrueta, de quien era su médico de cabecera y al que el pintor agradecido obsequiaría con un retrato. Cuando Berrueta muere en 1.908 a causa de una tuberculosis, Juaristi publicó un lamento laudatorio por el amigo incomprendido en el diario El Pueblo Vasco, de San Sebastián, dolido por la indiferencia con que la sociedad vasca en general le recibió en su seno. Muestra de ello fue la destrucción por vandalismo del monumento que don Victoriano, con proyecto del arquitecto Francisco Sagarzazu,  promovió en su memoria en el bosquecillo de Ibarla, que era uno de los rincones de Irún que más le gustó representar al pintor Berrueta[33].

No alude Juaristi en su escrito del Programa de Fiestas de Fuenterrabía a otra figura que entre 1.906 y 1.918 pintara los que denominaría “instantes vascos” en la desembocadura del Bidasoa, Daniel Vázquez Díaz, quizás porque su manera de traducir con los pinceles el paisaje de la comarca daba entrada a un cubismo heredero de Cézanne con que reordenaba las formas desde un punto de vista racional, si bien en cuanto a emotividad ante el directo todos ellos coincidieran. Este pintor nacido en Nerva (Huelva), que accidentalmente descubrió este paisaje de camino a París mientras atravesaba en tren el puente internacional con Hendaya, regresaba desde París a Fuenterrabía para pintar durante los veranos y de sus estadías nos hablan sus más de cien paisajes de la comarca, donde se deja ver su pintura constructiva. Los llamó así -“Instantes vascos”- interesado por la interrelación del paso del tiempo con la evolución fugaz de la luz, sin apartarse por ello demasiado de la práctica impresionista. Los críticos los consideraron sensaciones abstractas y poéticas, efímeras y fugaces, sugerencias de la naturaleza, inmortalizaciones de un estado interior, situaciones subjetivas y líricas sin que, por tanto, el pintor onubense, readaptado a la cuenca del Bidasoa, se alejara demasiado de los sentimientos compartidos por los pintores de que tratamos, de la “emoción imprecisa de un momento que no se olvida” y no tanto de “los pormenores del paisaje”, como matiza Leonardo Urteaga[34].

Este es el contexto en el que Victoriano Juaristi pinta su Quietud en el Bidasoa. Tras llegar a Pamplona en 1919 se iniciará otra etapa de su vida bien diferente en cuanto a realizaciones. Si bien mantendrá su interés por la pintura como crítico ocasional de exposiciones (se ocupa de las de Elena Goicoechea, Gutxi, Sacristán, Muñoz Sola y Erenchun), su atención se dirigirá a la profundización en temas concretos como los esmaltes y las fuentes ornamentales españolas,  y hacia ciertos personajes histórico-legendarios que saca del olvido y lleva a la escultura  como Roldán y César Borgia, sin desatender su afición a la música y a la literatura, ni su activa participación en proyectos culturales, todo ello como actividad paralela a su profesión médica por la que es tan conocido y valorado. Pero de ello ya han dado cuenta sobrada sus biógrafos Ceballos y Martín Cruz.

Imagen de la portada: «Quietud en el Bidasoa» (1914), óleo de Victoriano Juaristi Sagarzazu (Foto: Enrique Juaristi Martínez)

Notas

[1] Este recuerdo quedó plasmado en mi artículo anterior que el lector puede consultar en el enlace: htps://www.zubiaurcarreno.com/victoriano-juaristi-en-el-origen-de-la-escuela-del-bidasoa/ Un resumen de mi aportación al conocimiento de esta escuela en ZUBIAUR CARREÑO, Francisco Javier. La Escuela del Bidasoa, una actitud ante la naturaleza. Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Educación y Cultura), 1.986.

[2] Datos ofrecidos por Enrique Juaristi Martínez-Sola, nieto de don Victoriano, desde Alicante, el 16 de noviembre de 2019, a quien debo la imagen fotográfica del cuadro y agradezco su amabilidad como informante.

[3] Sobre el origen y significado del nombre de esta isla existen diferentes interpretaciones todavía no concluyentes. El historiador de Irún, Luis de Uranzu (seudónimo de Luis Rodríguez Gal), lo trata en el capítulo VIII de Lo que el río vio. Según él, se la ha denominado a lo largo de los siglos: Isla de los Faisanes, de los Halcones, del Hospital, de Saint Jacques, de Zubernoa, de la Conferencia, de la Reunión o de Behobye.  Este trozo de tierra emergente en el Bidasoa ha hecho historia. El más famoso de los actos en ella realizados fue la firma de la Paz de los Pirineos entre España y Francia el 7 de noviembre de  1.659, seguida de la entrega por Felipe IV de la infanta española doña María Teresa de Austria que pasaría a ser reina de Francia. El condominio de la isla entre España y Francia ha sido objeto de diferentes convenios en 1.722, 1.747, 1.856 y 1.901, que consagran a la isla como pro-indiviso de ambas naciones. Con anterioridad a estos acuerdos, la Isla de los Faisanes dependió de Fuenterrabía a efectos militares. Véanse GOROSÁBEL, Pablo. Diccionario histórico-geográfico-descriptivo de los pueblos, valles, partidos, alcaldías, y uniones de Guipúzcoa, Tolosa. 1.862. Art. Irún; MÚGICA, Serapio. “La Isla de los Faisanes”, Euskalerriaren Alde, vol. III, 1.913, págs. 322-329; LÓPEZ OTERO, M. “Informe Oficial. La Isla de los Faisanes”, Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo CXL, cuaderno 1, Madrid, 1.956; URANZU, Luis de. Lo que el río vio. Biografía del río Bidasoa. San Sebastián, Industrias Gráficas Valverde, 1.955, págs. 99-238; ESPARZA LEIBAR, Andoni. “Una isla desconocida en el Bidasoa”, Boletín de Estudios del Bidasoa, tomo XXVI, Irún, Sociedad Luis de Uranzu, 2.010, págs. 125-127 (aunque el título mueve a confusión pues la “isla desconocida” a la que se refiere este autor no es la de los Faisanes sino otra en el término de Zaláin en el tramo del Bidasoa entre Lesaka y Bera).

[4] Sobre el tipo de embarcaciones usadas en el Bidasoa ver AGUIRRE SORONDO, Antxon. “Las embarcaciones fluviales en Gipuzkoa”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 4, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2.003, pág. 644 y ss.

[5] IVÁN, Víctor [Victoriano Juaristi]. Costa de plata. San Sebastián, Imprenta y Encuadernación “La Voz de Guipúzcoa”, 1.928.

[6] IVÁN, Víctor [Victoriano Juaristi]. Costa de plata, cit. págs. 133-134 y 222.

[7] BAROJA, Pío. Desde la última vuelta del camino. Memorias. Madrid, Biblioteca Nueva, 1949, vol. VII, epígrafe “El escritor según él y según los críticos”, págs. 431-432.

[8] LABANDÍBAR, María del Juncal. “Camino de Behovia”, en Corona de estrofas siemprevivas. In memoriam de María del Juncal Labandíbar. Irún, Peña de Aya, 1.951, s.p.

[9] CEBALLOS VISCARRET, Rosa María. Vida y obra del Dr. Victoriano Juaristi. Donostia-San Sebastián, Instituto Dr. Camino, 1.992. Págs. 46-47.

[10] MONTES ITURRIOZ, Gaspar. “El doctor don Victoriano Juaristi Sagarzazu”, Bidasoan, Irún, 1.986, pág. 18.

[11] JUARISTI, Victoriano. “El nuevo quirófano del Hospital”, en URTEAGA, Leonardo. Guía sentimental del Bidasoa. San Sebastián, Caja de Ahorros Provincial de  Guipúzcoa, 1.976, págs. 59-60. El proyecto de este tranvía eléctrico que uniera San Sebastián con Hendaya era idea del bilbaíno Plácido Allende. Pensaba unir Bilbao a Hendaya a través de San Sebastián e Irún. En mayo de 1.910 el contratista bilbaíno Ochandiano emprendía la obra de horadar los montes del trazado del nuevo ferrocarril. Se inauguró el 5 de diciembre de 1912.

[12] CARO BAROJA, Julio. Los Baroja (Memorias familiares). Madrid, Taurus, 1.978, págs. 135-136.

[13] NAVAS, Emilio. Irún en el siglo XX (1.936-1.959). San Sebastián, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, 1.981, págs. 372-373.

[14] CAMPO, Luis del. “Don Victoriano Juaristi ha muerto”, Arriba España, Pamplona, 5 de mayo de 1.949.

[15] NAVAS, Emilio. Irún en el siglo XX, cit., pág. 59. El mismo Pío Baroja escribe en 1920 con su proverbial sátira que “La vida de Irún es una vida bastante alegre y fácil; se gana y se gasta con facilidad; hay mucho forastero, mucho comisionista y no se siente tan fuertemente la presión de la Iglesia como en los demás pueblos vascos. Por eso, la gente no es tan hipócrita, ni tan solapada, ni tan tortuosa”. Ver La sensualidad pervertida. Obras completas, 1.920, tomo 2, págs. 884-885. Tomado de CEBALLOS, Rosa María. Vida y obra del Dr. Victoriano Juaristi, cit. pág. 49.

[16] Artículo firmado por el Doctor Ignotus, del que se desconoce su procedencia. Cit. por CEBALLOS, Rosa María. Vida y obra del Dr. Victoriano Juaristi, cit.pág. 84.

[17] MORENO RUIZ DE EGUINO, Iñaki. “Sorolla y su vinculación a los artistas vascos”, en V.V.A.A. Sorolla en Gipuzkoa. Donostia-San Sebastián, Fundación Kutxa, 1.992, pág. 201.

[18] MARTÍN CRUZ, Salvador. “Victoriano Juaristi Sagarzazu (1.880-1.949)”, Boletín de Estudios del Bidasoa, núm. 7, Irún, 1.990, págs. 263-267.

[19] CEBALLOS, Rosa María. Vida y obra del Dr. Victoriano Juaristi. Cit., pág. 55.

[20] CAMPO, Luis del. “Don Victoriano Juaristi ha muerto”, cit.

[21] MARTÍN CRUZ, Salvador. Victoriano Juaristi Sagarzazu (1.880-1.949), el ansia de saber. Datos para un biografía.  Pamplona, Gobierno de Navarra, 2.007, págs. 28-29.

[22] JUARISTI, Victoriano. “Una velada en homenaje póstumo al doctor Larumbe”, El Pueblo Vasco, San Sebastián, 16 de febrero de 1.925.

[23] JUARISTI, V. (Sin título), Programa Oficial de Fiestas de Fuenterrabía, Fuenterrabía 1.948, s. p.

[24] “Para pintar -decía Regoyos en una carta dirigida a un amigo- se necesita: primero, buena vista; segundo, comparación del conjunto; tercero, afinación de masas; y cuarto, si es necesario, pequeña técnica, pero muy poca [el subrayado es del pintor] para los matices. Lo que hay que hacer es dejarse llevar de uno mismo ante el natural”. Ver ZUAZAGOITIA, J. “En torno a Darío de Regoyos”, Hermes, Bilbao, 1.918, tomo II, cap. XV.

[25] Carta de Darío de Regoyos al pintor amigo Manuel Losada, fechada en la primera quincena de agosto de 1.901. Ver TELLECHEA IDÍGORAS, J. Ignacio. Darío de Regoyos. Cartas a Manuel Losada, Ignacio y Daniel Zuloaga, Adolfo Guiard y Miguel de Unamuno. Donostia-San Sebastián, Fundación Social y Cultural Kutxa, 1.994. Carta 34, págs. 66-67. A quien pueda interesar la pintura de Regoyos antes de su llegada a Irún y cómo evoluciona hacia el impresionismo bajo la influencia de algunos literatos puede consultar mi artículo “Sobre la influencia de los literatos en la evolución pictórica de Regoyos”, Lecturas de Historia del Arte, núm. II – 1.990, págs. 505-509, publicadas por Ephialte, Instituto de Estudios Iconográficos de Vitoria-Gasteiz. Accesible en: https://www.zubiaurcarreno.com/la-influencia-los-literatos-la-evolucion-pictorica-regoyos/

[26] URTEAGA ARTIGAS, María Mercedes. “Una paleoplaya en Azken Portu de Irún”, Arkeolán, 6, 1er. semestre de 1.999, pág. 7. Donostia-San Sebastián, Centro de Estudios e Investigaciones Histórico-Arqueológicas.

[27] SAN NICOLÁS, Juan. Darío de Regoyos. Donostia-San Sebastián, Kutxa-Caja Gipuzkoa-San Sebastián, 1.994, pág. 146.

[28] Carta de Darío de Regoyos al pintor Manuel Losada desde Buenavista de Irún entre el 1 y 6 de septiembre de 1901, transcrita por PRADO VADILLO, Mercedes. Darío de Regoyos (sus cartas inéditas). Bilbao, ed. de la autora, 1.994, carta 39, pág. 68.

[29] Carta de Darío de Regoyos al pintor Manuel Losada desde Madrid, probablemente fechada el 12 de abril de 1908, transcrita por PRADO VADILLO, Mercedes. Darío de Regoyos... Cit., carta 156, pág. 187.

[30] Carta de Darío de Regoyos al pintor Manuel Losada desde Madrid escrita entre el 4 y 12 de abril de 1908, transcrita por PRADO VADILLO, Mercedes. Darío de Regoyos... Cit., carta 155, pág. 186.

[31] Carta de Darío de Regoyos a Octave Maus, fechada a primeros de noviembre de 1884 desde el Cabo de Higuer en Fuenterrabía. Ver SAN NICOLÁS, Juan. Darío de Regoyos, cit., pág. 24.

[32] Mercure de France, agosto de 1.905, págs. 552-553. Tomado de TELLECHEA IDÍGORAS, J. Ignacio. Darío de Regoyos. Cartas… Cit. pág. 239.

[33] ZUBIAUR CARREÑO, Francisco Javier. “El pintor irunés Vicente Berrueta Iturralde (1.873-1.908)”, Boletín de Estudios del Bidasoa, núm. 5, diciembre, Irún (Gipuzkoa), 1.988, pp. 7-70. Accesible en: https://www.zubiaurcarreno.com/pintor-irunes-vicente-berrueta-iturralde-1873-1908/ Si interesa la obra de este pintor puede consultarse también mi artículo “Interpretación iconográfica de la obra de Vicente Berrueta”, Goya, revista de arte, núm. 222, mayo-junio, Madrid, Fundación Lázaro Galdiano, 1.991, págs. 350-353. Accesible en: https://www.zubiaurcarreno.com/interpretacion-iconografica-la-obra-vicente-berrueta/

[34] URTEAGA, Leonardo. Guía sentimental del Bidasoa. San Sebastián, Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, 1976, págs. 117-118. Más información sobre la relación de Daniel Vázquez Díaz con Irún y Fuenterrabía en BENITO, Ángel. “Daniel Vázquez Díaz, una vida para pintar”, en V.V.A.A. Vázquez Díaz y el Bidasoa. Donostia-San Sebastián, Kutxa-Caja Gipuzkoa San Sebastián, 1.997, págs. 73-77, y en mi libro, ya citado,  La Escuela del Bidasoa, una actitud ante la naturaleza, especialmente capítulo 3.3.