Roberto Rossellini y Vanina Vanini

Presentación del director italiano y su película en el Cine Club Lux, de Pamplona (España), dentro del ciclo “Nombres del cine”, en abril de 1976.

Bio-filmografía de Roberto Rossellini

“Llegué al cine un poco por casualidad y otro poco por vocación”, así describía a los años Roberto Rossellini su entrada en el séptimo arte.

Su padre, muy rico, arquitecto urbanista, construyó el primer cine moderno de Roma, donde Roberto podía ver cantidad de películas. Fue desde joven un gran cultivador de las artes y amigo de artistas.

Entró en el cine colaborando en el Instituto Luce, entre 1936 y 1941, en el doblaje y montaje de películas, en plena etapa mussoliniana, de modo que hizo su primera película sobre propaganda bélica.

Como hombre se distinguió por su vitalidad, inquietud e inteligencia. Todo le interesaba, era de una gran versatilidad ante las cosas más diferentes.

Sus pasiones fueron los automóviles y la velocidad, las mujeres y varios amores tormentosos con Ana Magnani, Ingrid Bergman y Sonali Das Gupta.

Su vitalidad le empujaba al desorden en el trabajo, pues se lanzaba de inmediato a cualquier proyecto, demostrando así su enorme potencialidad.

Se le considera un autor cristiano por su amor a la verdad y a la posibilidad de salvación. Para Lamet, Rosellini se identifica moralmente con los personajes de sus películas, las realidades y acontecimientos que les rodean, “que nace de su declarada fe en el hombre a partir de una cosmovisión cristiana”[1].

Como director se le puede calificar de neo-realista, pese a creer en la fantasía. Es un improvisador, busca con su cine una naturalidad perdida. Así, sus argumentos nunca están acabados, deja correr la cámara tras los personajes, rehúye la artificiosidad del encuadre, la planificación complicada y la interpretación gesticulante, rechaza la idea del montaje soberano (en oposición al, por ejemplo, cine de Eisenstein).

Asume el punto de partida del Neorrealismo desarrollado por Visconti y Zavattini, en el sentido de acercarse al hombre desde una óptica cristiana, a un hombre con alma y corazón, dentro de unas coordenadas sociales de su tiempo, y mostrando su rebelión contra ellas cuando la libertad del hombre se ve amenazada.

Esta actitud tiene sus raíces en un deseo de comunicación, de diálogo artista / pueblo, sobre una base creativa realista e italiana.

Así filma dos películas sobre la resistencia de los italianos al dominio nazi alemán:

  • Roma città aperta, que presenta dos secuencias de antología, como la Magnani derribada de un tiro disparado desde un camión y el fusilamiento del cura Don Pietro visto por los niños.
  • Paisà o el triunfo de las marismas del Po como plataforma trágica para convertir en héroes a unos simples resistentes.

Caracterizan a su cine una facultad de asimilación, un ansia por generalizar, un gusto por la información y por la didáctica (que le ha llevado a preferir la televisión antes que el cine), siempre dirigiéndose a sus contemporáneos. Por ello el estilo escogido es el naturalismo, mostrar las cosas como son, por ello no trata de manipular las cosas mediante el montaje, muestra una mirada simple -en cuanto llana- sobre el mundo que le rodea.

Estas características han ido apreciándose poco a poco en su filmografía con la presentación de:

  • Unidades pequeñas: un barco de guerra en La nave bianca, una ciudad en Roma, una pequeña isla en Stromboli.
  • Países, como en Germania, anno zèro.
  • Continentes: Europa 51, India.
  • Eras de la Humanidad: “La edad del hierro”, “la lucha del hombre por la supervivencia”, “La Edad de los Médicis”.
  • Acontecimientos históricos vistos al través de las acciones humanas de tipo político o espirituales. Entre las primeras la génesis de la unidad italiana (en ¡Viva l’Italia!, Vanina Vanini), el absolutismo del Rey Sol (en “El golpe de estado de Luis XIV”) y la lucha del pueblo por la libertad (Roma città aperta, Paisà). Entre las segundas, la predicación del nombre de Cristo en “Francisco juglar de Dios” y “Hechos de los apóstoles”), la búsqueda de un necesario orden de vida a través de la especulación (“Agustín de Hipona” y “Sócrates”), el cientifismo y la conversión (“Blas Pascal”) y el martirio (“Juana de Arco a la hoguera”). Munsó Cabús trae a nuestra consideración una manifestación de Rossellini según la cual lo que más le importa es el hombre. “Es preciso que el cine enseñe a los hombres a conocerse, a reconocerse unos a otros en lugar de estar contando siempre las mismas historias” [2].

Los temas esenciales para comprender el film son:

  • La soledad, porque la incomprensión de un ambiente empuja a una soledad total de los personajes, quienes a través de un dolor absoluto inherente a la condición humana, llegan a asumirlo (idea cristiana por excelencia que se repite en Anina de L’Amore) o, en el peor de los casos, les conduce al suicidio (Paola en Desiderio y Edmund en Germania), lo que supone una denuncia moral frente a la sociedad.
  • La libertad, sentimiento común a todos los personajes rossellinianos, del que se ven privados por la guerra o al que acceden al darse cuenta de que ya no son libres. Se hacen libres por autoconciencia (San Pablo al ingresar en la prisión de Roma, el carbonario al ir a ser ejecutado). Y terminan alcanzando un nuevo grado de lucidez.
  • La presencia del conflicto dentro del colectivo. Rossellini no separa jamás a los personajes de su decorado (del que forman parte estrechamente), y respeta siempre la verdad de los acontecimientos.

Es el caso de Vanina Vanini.

Sandra Milo (Vanina Vanini) y Laurent Terzleff (Pietro Missirilli) en una escena de la película

Vanina Vanini (1961)

En 1823 el carbonaro Pietro Missirilli llega a roma para vengar la muerte de uno de sus compañeros de Romaña. Es herido al fugarse del castillo de Sant’Angelo, y se refugia en el palacio del príncipe Asdrubale Vanini, muy vinculado a la corte romana. Su hija menor descubre al escondido y se inicia entre ellos una relación amorosa. A partir de ese momento comenzarán las tensiones por defender él su ideario político, y ella mantener al carbonario junto a sí.

Este es el argumento de la película de Rossellini que se basa en el texto de Stendhal Crónicas italianas, al cual sigue fielmente, salo en el final.

Henri Beyle Stendhal estuvo en Italia en torno a 19800-1802 como soldado. A la caída de Napoleón fue cónsul en Trieste y en Civita-Vecchia, por lo que fue testigo directo de los comienzos de la unificación italiana.

Después del congreso de Viena (1814), en Italia se integraban los Estados Pontificios, el Gran Ducado de Toscana, el Ducado de Módena y de Parma (con María Luisa esposa de Napoleón), el reino de las Dos Sicilias (correspondiente a la rama borbónica), y los de Piamonte y Cerdeña (de la Casa de Saboya).

La Santa Alianza (1815, formada por Rusia, Austria y Prusia), triunfaba en todos los estados, con preponderancia de Austria, debiendo intervenir contra los levantamientos nacionales y liberales, pese a lo cual en Italia había un sentimiento de unidad nacional.

Surgen las sociedades secretas, preferentemente de intelectuales, como la de los Carbonari, en Nápoles, que pronto se extiende a toda Italia.

Entre 1820 y 30 surgen motines de los Carbonarios en los estados Pontificio y en los Ducados de Parma y Módena. Los austriacos restablecen el orden.

Se suceden los siguientes acontecimientos:

  • El movimiento de la Joven Italia, de Mazzini, que sueña con una república unitaria italiana.
  • Ocupa el pontificado Pío IX, que toma medidas liberales.
  • Motines en todo el país, reducidos por franceses y austriacos. En Piamonte triunfa Víctor Manuel II, quien con su ministro Cavour y la célebre ayuda de Garibaldi, consuma la unidad italiana en 1871.

El film de Rossellini no es, como podría suponerse, la historia de dos amantes.

Por su estructura, Rossellini ha realizado una investigación histórica que nos presenta a modo de documentación, describiendo los acontecimientos a través de las psicologías individuales. Y, como Stendhal, es imparcial y analítico, lejos de la vehemencia de un Luchino Visconti en Senso y su decantación por la suntuosidad en perjuicio de la funcionalidad rosselliniana.

Sin duda que el filme tiene defectos, como una deriva hacia el melodrama que priva al filme de significados, la brumosa fotografía de Trasotti y la poca matizada interpretación de Sandra Milo como Vanina Vanini. Pero también tiene aciertos, en concreto la creación de un ambiente histórico y su intencionalidad temática, que no es otra que el ataque a la burguesía romana (aristócratas e Iglesia), y la defensa de la unidad italiana [3].

En conclusión, se trata de una obra de transición entre los filmes espirituales de Rossellini y los didácticos realizados por él para la televisión. Pero no carece de interés: presenta las características de Rossellini, aunque algunas tal vez un poco diluidas.

Quisiera llamar la atención sobre tres aspectos:

  • Primero la estructura dramática: Pietro Missirilli y Vanina Vanini aparecen sometidos a los decorados en las secuencias de la asamblea de los carbonarios y en el baile, unidas por el final de las deliberaciones para la proclamación del nuevo Papa.
  • Segundo sobre su estructura visual formada por el color (rojos y negros) y el vestuario (el carbonario y la aristocracia).
  • Es interesante también el análisis que se hace de la libertad: por un lado el hambre de justicia (la del carbonario Pietro), por otro la libertad del amor por encima de las ideas políticas, que lleva a abrazar la religión.

Ficha técnico-artística del film

Vanina Vanini. Producción Zebra Film-Moris Ergas (Roma) y Orsay Film, París, 1961. Dirección: Roberto Rossellini. Argumento: de la obra de Stendhal Chroniques italiens. Guión: Roberto Rossellini, Franco Solinas, Antonello Trombadori, Diego Fabbri, Monique Lange y Jean Gruault. Fotografía: Luciano Trasatti (Eastmancolor). Vestuario: Danilo Donati. Música: Renzo Rossellini. Intérpretes: Sandra Milo (Vanina Vanini), Laurent Terzleff (Pietro Missirilli), Martine Carol (Condesa Vitelleschi), Paolo Stoppa (Príncipe Vanini), Isabelle Corey (Clelia), Nerio Bernardi (Cardenal Savelli), Jean Gruault (el eunuco), Olimpia Cavalli, Leonardo Botta, Antonio Pierfederici, Carlo Tamberlani, Fernando Cicero, Enrico Glori, Leonardo Severini. Duración: 130’.

Imagen de la portada: el director de cine italiano Roberto Rossellini.

Notas

[1] Pedro Miguel Lamet en Cinestudio, Madrid, marzo de 1971, número 95, pp. 30-32.

[2] MUNSÓ CABÚS, Juan. El cine de arte y ensayo en España. Barcelona, Ediciones Picazo, 1972, pp. 582-584.

[3] Sobre estos aspectos ha llamado la atención Luis Urbez en la revista Reseña de literatura, arte y espectáculos, Madrid, abril de 1971, número 44, p. 237.