Qué se entiende por arte popular
Preciso es, antes de iniciar el tema del Arte Popular de Navarra, dejar bien claro el concepto de arte popular, tal como se entiende hoy en su verdadero valor.
El arte popular es aquel que sale de las manos del hombre rural con voluntad de representación, que es por lo general un desconocido, que vive en un ambiente alejado de los grandes centros de la vida, el cual ha sabido conservar en sus creaciones un estilo propio, educado en la experiencia de generaciones anteriores a la suya, y, en menor grado, en su propia inspiración, ingenua, fresca y primitiva.
No es el artista de pueblo un hombre de cultura superior. Al contrario, su instrucción es tan escasa como cortos sus medios técnicos, rudimentarios y poco complicados. Su utillaje es modesto o fabricado por él mismo. Su material es sencillo, el que le rodea.
Pero este artista de pueblo no es, en rigor, un artista de oficio. En Navarra ha sido un pastor, o más comúnmente, un labrador, con capacidad para desempeñar varias ocupaciones, y entre ellas la artesanal, gracias a su habilidad técnica y a su mentalidad artística, aspectos que le acercan al artista de verdad, pero con el que no puede competir.
Esta voluntad de representación –a la que antes me he referido- no tiene por qué ser necesariamente realista. Puede ser simbólica, pues el artesano puede actuar según ideas propias. Y sobre ellas pesar otros influjos, como la época, las modas, el estilo y otros criterios de tradición técnica.
Sin embargo, este artista del pueblo al que llamaremos “artesano”, rara vez es creador: se somete a rasgos ya vistos por él en objetos análogos, rasgos que corresponden a un ambiente donde se han popularizado. Pero su virtud está en interpretar estos rasgos con el encanto y la ingenuidad del primitivo.
Por todo ello, el arte popular es como el espejo de la vida del pueblo en toda su riqueza de manifestaciones espirituales y materiales.
Son sus caracteres la perpetuidad, pues su evolución estilística es muy lenta (de ahí la dificultad para datar las piezas artesanales); sus fronteras son indefinidas, mezclándose en ellas elementos comunes a otras culturas; su fuerza está en la claridad, la sencillez, la ingenuidad, la modestia, la abnegación y en ningún alarde de originalidad innovadora [1].
Arquitectura popular
Según Yrízar, el alma popular se manifiesta en toda construcción [2]. Si es humilde, porque es el pueblo quien la concibe y ejecuta según sus ideas. Y si el edificio es importante y ha sido proyectado por un arquitecto, conocedor de la técnica, porque es el obrero quien interpreta los planos confiando en su intuición artística y en el recuerdo de monumentos por él admirados.
Por eso este tema no trata más que de desvelar el alma popular que late en las entrañas de la casa navarra, apreciando sus características y tipos diversos.
Son los que trataremos a continuación.
Características generales de la casa navarra.
Urabayen destaca como fundamentales caracteres de la casa navarra, los siguientes:
- Navarra, como región agrícola en su pasado, tiene una vivienda que responde en su distribución interior a las necesidades impuestas por este modo de vida.
- Su ornamentación es verdaderamente sobria. La casa navarra se distingue por la ponderación de las masas y de las líneas, más que por la belleza del detalle. Son escasos los atrevimientos constructivos, y la decoración se limita a resaltar las jambas de puertas y de ventanas, las esquinas mediante cadenas de piedra sillar y los diferentes pisos por fajas de madera.
- Predomina la línea recta como consecuencia de su sobriedad. Sólo las puertas presentan un dintel curvo arqueado, formado por dovelas. Y a veces, la tendencia a la línea es tan fuerte, que por la dificultad de encontrar dinteles monolíticos, se sustituyen éstos por otros de madera.
- En la arquitectura con pretensiones de riqueza y de elegancia, la nota sobresaliente es la severidad, como resultado de un equilibrio constructivo. En este tipo de casas –ayuntamientos o palacetes renacentistas (siglo XVIII)- el tejado es de cuatro aguas, los huecos se ensanchan y adornan con sobriedad, el balcón se apoya en dos columnas o existe pórtico, fundiéndose el estilo artístico con lo de sabor local [3].
- La arquitectura religiosa se ajusta al gusto popular en aquellas zonas donde la escasez de medios impide la ostentación. Y entonces lo popular se impone ante todo en campanarios y claustros.
- Hay una clara conciencia constructiva. Todo parece estar hecho a base de sentido común y con el propósito de hacerlo lo mejor que se sabe y se puede. Sobre todo en las labores de cantería y carpintería.
- En suma, la casa popular navarra es tan variada como lo es el medio geográfico en el que se haya construida. La casa dependerá de la diversidad de suelos y climas, y según ellos, será de piedra o de tierra, se inclinarán más o menos las cubiertas, tendrá balcón secadero o no, etc.
Clasificación de las casas desde el punto de vista arquitectónico
Urabayen [4] distingue varios grupos de casas, partiendo de la estimación de los materiales que las forman:
- Casas de piedra (de difusión general en Navarra:
Tipos:
- Pirenaico: variedades de Burguete, Aézcoa, Salazar y Roncal.
- Sub-pirenaico septentrional: variedad de fachada de madera.
- Sub-pirenaico meridional.
- Ajimezado
- Torres: variedad de defensa y palomares.
- Casas de tierra (en llanadas y cursos inferiores de los ríos Ega, Arga, Aragón y Ebro):
Tipos:
- Casas de ladrillo: variedad aragonesa.
- Casas de tierra cruda: variedades de adobe y tapial.
- Cuevas
Nos ocuparemos a continuación de los caracteres que individualizan a cada uno de los tipos.
La casa pirenaica
Ocupa la parte alta de las tierras pirenaicas, entre Burguete y la frontera de Huesca.
Son sus características:
- Cubierta a cuatro aguas, con una inclinación media en las vertientes de 45º.
- Teja plana.
- Alero no exagerado, salvo cuando debe proteger el balcón-secadero, en este caso situado por debajo del desván.
- Paredes de mampuesto blanqueadas, con jambajes y cadenas esquineras de sillarejo al descubierto.
- Antes del siglo XIX los paramentos eran calvos y la cubierta de tablilla.
Variedades:
- La de Burguete: donde las paredes laterales avanzan sobre la fachada.
- La de Aézcoa: donde el blanqueo hace desaparecer jambajes y cadenas esquineras, con cubierta a dos aguas y balcón protegido por el alero.
- La de Salazar: con balcón en función de secadero.
- La de Roncal: donde falta el blanqueo y el bacón es reducido, con tejadillo propio y costados cerrados con tablas.
La casa sub-pirenaica septentrional
Ocupa la Navarra Oceánica, dándose singularmente en el Valle de Baztán (Elizondo, Arizcun, Errazu, etc.)
Son sus características:
- Grandes dimensiones.
- Cubierta a dos aguas con inclinación de 20 a 30º y caballete perpendicular a la fachada.
- Teja roja curva.
- Paredes enlucidas con cal, con jambajes y cadenas esquineras al descubierto.
- Balcón secadero en un hastial a la altura del desván.
- A veces soportal privado.
- Es el tipo más artístico, alegre, cómodo y limpio de Navarra.
Variedades:
- El que representa como caracteres salientes el entramado de madera y el piso superior en saledizo, con soportal privado.
La casa sub-pirenaica meridional
Es el tipo más extendido en Navarra, y viene a ser como la expresión más neta del carácter de la región navarra. En su estado más puro se encuentra en las cuencas de los ríos Leizarán y Araxes (Leiza y Valle de Larráun). En la Burunda y Barranca también se encuentra este tipo, si bien con cubiertas desiguales en longitud.
Se distingue por:
- Cubierta a dos aguas con inclinación de 20 a 30º y caballete perpendicular o paralelo a la fachada. En el primer caso, el alero es mayor.
- Paredes de mampuesto revocado y enlucido con cal, excepto en jambajes y cadenas esquineras. Los jambajes a veces se combinan y refuerzan.
- Mayor número de ventanas que de balcones-miraderos.
La casa ajimezada
Su carácter distintivo es el de tener una o varias ventanas en ajimez, faltándoles en ocasiones el parteluz que tuvieron.
Son casas con:
- Pared de piedra sillar por lo general.
- Puerta en arco con grandes dovelas.
- Escudo nobiliario en la fachada.
- Aire guerrero, lo que hace pensar que sus dueños fueron gentes de armas o caballeros ennoblecidos.
Se extiende por toda Navarra. Al Sur, en la Ribera, puede combinarse el ladrillo con la piedra. Hay bellos ejemplos por los valles de Roncal, Baztán, la vertiente atlántica (Lesaca, Santesteban, Ituren), los Valles de Goñi, Egüés, Valdorba, Elorz, toda la Navarra Media, y singularmente en Estella (Palacio Real), Urroz e Izal.
Las ventanas ajimezadas pueden presentar arcos románicos o bien góticos, sobre todo en el s. XVI.
Variedades:
- Las Torres: con sólidas paredes de piedra, escasez de huecos, elevación y matacanes u otros detalles defensivos: hay en ellas una preocupación por la eficacia guerrera. Ejemplos bien conservados en Lesaca, Elío y Lizarraga.
- Los Palomares: torres elevadas sin matacanes y pequeñas ventanas para entrada y salida de las palomas. Tenemos un ejemplo en Aizpún.
La casa de tierra en Navarra
La casa de tierra es el último recurso del navarro, y prefiere siempre la piedra como material de construcción. La casa de tierra es, además, mucho más inferior en estética, a la de piedra.
Tipos:
La casa de ladrillo
Se distingue por disponer de:
- Paredes de este material.
- Tamaño menor que las de piedra.
- Valor estético inferior por su forma y color.
- Jambajes muchas veces blanqueados.
- Los ejemplares más ricos presentan cubierta a cuatro aguas, con gran alero decorado, con balcones y galería bajo el tejado. Los huecos de las paredes pueden aparecer tapiados, conforme nos acercamos al norte. Suelen llevar escudo nobiliario y pueden combinar piedra con ladrillo en la fachada del edificio.
- Se extiende por la Navarra sometida a las influencias de Aragón, al sur de Pamplona, en zonas de sol. Hay bellos ejemplos en Estella (Casa Fray Diego) o en Sangüesa (Palacio de Valle-Santoro).
La casa de tierra cruda
Tiene aspecto muy pobre, su tamaño es aún menor que la de ladrillo, y sus paredes serán de adobe o de tapial según sea pobre o rica la mezcla de tierra en los materiales de construcción.
Es propia de la Ribera, aunque también se da en la Zona Media, en algunas casas combinada con el sillarejo.
Las cuevas
O excavaciones en cerros o acantilados, aprovechando el desnivel del suelo para los diversos huecos (de puerta, ventana y chimenea).
Su área de difusión coincide con la franja de terreno mugante a Logroño y Zaragoza (Milagro, Peralta, Valtierra, Arguedas, Andosilla, Azagra, Mendavia, Caparroso, Buñuel, Cintruénigo, Corella, Lodosa, Lerín, Los Arcos, Funes, Falces, Cárcar, Sesma, San Adrián y Murillo el Fruto).
La decoración de la casa navarra
La belleza de la casa navarra hay que buscarla más en la disposición general del conjunto y en la distribución de los diversos elementos constructivos.
Los procedimientos seguidos en el deseo de dar a la casa un aire amable han sido:
- La mera forma en sí de paralelípedo rectangular (o cuadrado), tumbado y coronado por la cubierta.
- La combinación de las líneas rectas estructurales del edificio con las oblicuas de la cubierta.
- Los jambajes de piedra desnuda o encalada, destacando los huecos.
- Las cadenas esquineras, aparejadas con piedra mayor y dispuesta en sentido quebrado.
- Las paredes blanqueadas en toda la parte septentrional de Navarra, y la piedra desnuda en el resto de la región (tendencia a decorar que hoy se agudiza) También se tiende a decorar ostentando las juntas blancas del mortero entre los sillarejos, creando así un contraste ante el color gris de la piedra; o bien, revocando parte de la fachada y sacando la piedra en el resto. Estos dos últimos procedimientos están muy extendidos en Navarra.
- Mediante aleros salientes, a veces muy decorados (como en casas de Sangüesa, Tudela, Cuenca del Bidasoa, etc.)
- Por ventanas, contraventanas, persianas, celosías, con un conocimiento grande del oficio de carpintería.
- Mediante arcos (de medio punto, góticos ojivales o conopiales, y barrocos).
- Por labra heráldica.
- Labrando signos piadosos en las dovelas clave de los arcos (IHS, muy extendido por el Pirineo, Cuenca del Bidasoa, Urraúl Bajo y Ayechu), cruces, rosetas, etc.
- Dotando a la carpintería de toda suerte de herrajes. Con rejas y balaustradas de forja.
- En los siglos XVI a XVIII y singularmente en el periodo gótico tardío, la decoración se encapricha con el detalle, y entonces se decoran los antepechos de las ventanas, las jambas, las cornisas, los balcones, las molduras de todo tipo, los zócalos y las dovelas. No hay que olvidar que el cantero navarro fue muy diestro en su oficio.
Una manifestación singular de lo popular: el hórreo
Digno de destacarse, por la singularidad de que todavía se conservan 18 ejemplares, es el hórreo navarro.
El hórreo o almacén de grano sobre elevado del suelo y anexo a la casa, fue en otros tiempos más abundantes en Navarra. Así nos lo confirman los documentos antiguos, diciéndonos que en los siglos IX, X y XI eran numerosos estos edificios, vinculados a las casas-palacio de la Navarra Oriental.
El más antiguo, datado no más del siglo X, es el hórreo sobre arquerías de Iracheta (Valdorba) Construido todo él en piedra de sillarejo, descansa su peso sobre arcos, pilares y un plinto que le sirve de base de sustentación. Su planta es rectangular. Su cubierta a dos aguas, con leve alero y sobrios canecillos. Su austeridad constructiva no permite otra decoración que una cornisa “torna ratos” y unos huecos respiraderos, más utilitarios que decorativos. Este monumento es considerado como un rarísimo ejemplo de arquitectura civil del primer románico navarros, influido por el pre-románico asturiano.
Otros dos hórreos se localizan en Urraúl Alto, en Santa Fe de Epároz y en Zabalza. Estos garaya de Urraúl tienen tejado a dos aguas, forma rectangular y muros de mampostería, sobre dinteles de madera. El de Epároz recuerda igualmente el estilo asturiano y se podría datar como muy antiguo. El de Zabalza, más pequeño, descansa sobre ocho pilares y aún conserva sus compartimentos interiores para la distribución de las clases de grano.
En el Valle de Arce, en el pueblo de Lusarreta, tenemos otro hórreo sobre arquerías similar al de Iracheta, con dos arcadas de medio punto en cada fachada, y sin duda ha de ser muy antiguo.
Pero es en el valle de Aézcoa donde aparecen los últimos hórreos de Navarra con mayor intensidad. En Aria, diez hórreos [5], en Abaurrea Alta, Orbaiceta, Orbara y Villanueva, un hórreo respectivamente [6]. Todos ellos presentan una fuerte inclinación del tejado, así como mampostería encalada en las paredes.
El mejor conservado de todos los hórreos –el de Casa Estebe de Aria- nos dice cómo fueron construidos los hórreos de Aézcoa en otros tiempos:
- La parte baja, sobre la que se proyecta la planta del edificio, era dedicada a estercolero. Ésta era limitada por unos muros de mampostería sobre los que descansaban los pilares con anchos rodeznos, encargados de aguantar el peso de la construcción y evitar el paso de los ratones al granero.
- Se hacían las paredes de mampostería, que se colocaban sobre unas vigas puestas sobre los rodeznos. Las esquinas se reforzaban con piedra de sillar. En estas paredes quedaban unos huecos como respiraderos. Y dos puertas, una principal y otra lateral, para facilitar la carga.
- El tejado era a dos aguas cubierto con tablilla de haya en lugar de teja cerámica. El alero era insignificante.
- Interiormente, la estancia del hórreo estaba formada por un pasillo que dividía el espacio en dos habitaciones, subdivididas a su vez en dos compartimentos, con la idea de facilitar el almacenaje de granos distintos.
- En la zona abuhardillada de la cubierta, quedaba un entrepiso para guardar los aperos y herramientas agrícolas.
- La puerta principal de acceso tenía ante sí una escalera “de patín”, algo separada del muro, en mampostería y con un descansillo en la parte superior.
Estelas funerarias
Hablaremos ahora de la estela funeraria en su forma discoidea, ya que se trata del tipo más difundido en Navarra (en el Labourd, por ejemplo, aparece el tipo “tabular”, que señala la transición hacia la cruz moderna, pero en Navarra esta clase es prácticamente desconocida).
La estela, antes que nada, es una pieza de piedra, que nos va a servir como ejemplo para valorar la dimensión que tuvo entre nosotros la cantería, artesanía en la que el hombre del norte destacó con especial habilidad.
El estudio de la estela funeraria nos da, también, el alcance y la significación de los gestos creadores del artesano navarro, puesto a trabajar en un monumento que servirá para conmemorar el recuerdo de un difunto –muy posiblemente vecino o conocido del cantero- y en contacto estrecho con la realidad transcendente de la muerte.
Aspectos que definen la estela
Y para entender a la estela en su justo valor, se impone hablar del sentido que tiene. Es preciso definirla:
- Se compone de dos parte: el disco (circular) y el pie (trapezoidal), que se unen en la zona llamada cuello, y que fija la transición entre ellos. También dispone de un canto, que completa su silueta. La decoración cubre el disco –por una o dos caras- y, excepcionalmente, el pie y el canto.
- La estela tiene un doble valor, su forma plástica y su contenido espiritual. En la forma, la estela discoidea tiende siempre a un equilibrio, basado en la armonía entre medidas, módulos y ritmos. En el contenido, la estela es una manifestación de la actitud religiosa del hombre –cristiano- ante el más allá, y en este sentido, será como una prolongación de la personalidad de este hombre.
- También es el soporte de un lenguaje simbólico a través de las distintas imágenes, que sugiere la decoración.
- Por último, se inserta en un contexto dado: un cementerio. Y en él esta ilharria es como una delegación de la casa familiar. Ejerce función protectora sobre la tumba de los antepasados. Ahora bien, puede no asociarse a la tumba y estar colocada a la vera de un camino (recordando un hecho luctuoso), hacer de crucero, etc.
Origen de la estela discoidea
La estela discoidea, tal como hoy la vemos, es el resultado de una larga evolución, cuyo punto de partida parece estar en el deseo de proporcionar al muerto su imagen, para que pueda reencarnarse su alma errante.
Por lo tanto, la forma primitiva de la estela debió ser antropomórfica (Tesis de Frankowski, Colas, Barandiarán, Latronne, O’Shea etc.) Y a ello coadyuvan algunas de las denominaciones con que se la designa en vascuence: “el hombre”, “la cruz de cabeza negra” y “el hombre de piedra”.
Y esta concepción ha sido desde el principio común a todos los pueblos, aunque bajo la forma de estela discoidea, se nos presenta ocupando las inmediaciones de la cadena pirenaica (País Vasco, Bearn, Ariège, Altos Pirineos Franceses, Aude, Lauregais, Landas, Cataluña, Aragón), algunas manifestaciones escasas en Cantabria, Meseta Castellana, Levante y Andalucía, en Portugal, en Italia, en Gran Bretaña, en Escandinavia y también en el Oriente Medio (Siria, Arabia, Armenia, el Cáucaso), en Terranova (colonizada por los vascos en el siglo XVI)
Navarra, en este marco de la distribución universal, representa un lugar bastante digno, no sólo por el número de ejemplares encontrados, sino por el interés de las decoraciones que los adornan.
En Navarra, la zona con mayor densidad de hallazgos es la Montaña y Zona Media Superior, pues se han catalogado hasta el momento estelas procedentes de los valles de Salazar, Roncal, arce, romanzado, Aézcoa, Urraúl Bajo, Baztán, Egüés, las Améscoas, y una amplia parte de Tierra Estella, la Valdorba, Izagaondoa, Lónguida y Erro. Igualmente Estella, Tafalla, Sangüesa, Cáseda, Urroz, Espinal, Oroz Betelu, Zubiri, Ujué, Peña, etc., han dado buena cantidad de estelas. Únicamente la Ribera, con alguna excepción (como Santacara) permanece todavía en el silencio, sin que podamos ampliar el área de dispersión de las estelas a toda Navarra.
Parece, por tanto, que la Navarra Montañosa, más apegada a sus tradiciones seculares ha sabido conservar y mantener durante bastante más tiempo la moda de la estela discoidea. Tanto más cuanto que en la Baja Navarra, la abundancia y variedad de estelas supera con mucho a ala Alta Navarra.
Aunque es difícil datar las estelas más antiguas de Navarra, parece que las primeras pueden ser las de Arazuri (de tipo ibérico), Soracoiz (de origen céltico) (en Guirguillano), las de Javier, Ujué, como altomedievales, y un nutrido grupo de medievales. De tiempos más recientes, los ejemplos parecen más escasos, dado que el Papa Gregorio IX –en el siglo XIII- autoriza que los fieles pudieran enterrarse en el interior de las iglesias, lo que motivaría un abandono progresivo de la costumbre de utilizar estelas, que en el siglo XVI ya era generalizado.
La ornamentación de las estelas
Ya hemos visto que por lo general el artesano no imagina los motivos decorativos, sino que trata de imitarlos. Lo mismo hacen los canteros en las estelas discoideas: toman prestados los motivos de otras ornamentaciones. Entre nosotros, es normal que estos artesanos se inspiren en los monumentos arquitectónicos que tanto abundan en la región, y que aparecen tan cuajados de esculturas y de relieves.
Sin embargo, la imitación no resta categoría a las estelas navarras. Muy al contrario: el mérito del cantero ha sido el “escoger” estos motivos, agruparlos para dar un significado al monumento y ejecutarlos técnicamente sobre la piedra.
Secularmente, el cantero ha tomado la decoración de estas fuentes:
- De una tradición decorativa muy antigua que proviene de los íberos y que se enriqueció enormemente en la Edad Media. Es el caso de la representación astral, que los canteros han podido ver infinidad de veces esculpida en la piedra.
- En la magia de tipo profiláctico (recopilada por Paracelso en su Archidoxis Magicae, en el s. XVI) de la que se tomaron ciertos signos protectores (como el signo ovifilo), alguno de los cuales ya había sido empleado por el pueblo hebreo (el Sello de Salomón o estrella de seis puntas), y que –según Colás- fueron definitivamente cristianizadas por los vascos.
- De las antiguas monedas navarras, de donde pudieron tomarse cruces diversas, y de donde procede la división en cuarteles que las estelas discoideas presentan en su ornamentación.
- De ciertos emblemas corporativos adoptados en la edad Media (la Pentalfa o estrella de cinco puntas de los gremios de masones o canteros)
- De los anagramas de Cristo (IHS, alfa, omega, etc.), de la variedad de cruces vistas por doquier.
- De los instrumentos, herramientas o utensilios del difunto, costumbre primitiva ya empleada en la decoración prehistórica parietal, así como en las antiguas estatuas-menhires, o en las estelas de la Galia y de la propia Navarra romanas.
La decoración, en las estelas, imita con frecuencia la irradiación solar, y así, podemos comprobar que muchas veces los motivos y los adornos se disponen circularmente alrededor del centro del disco como en una continua expansión, provocando a la vista una gran cantidad de efectos ópticos de claro-oscuro, que dan a la estela una especie de vida interior. Vemos, pues, que las estelas encierran un mensaje simbólico: tratan de evidenciar la supervivencia del alma del difunto, homenajean al Creador del Sol que es Dios, atestiguan una transcendencia. Y el simbolismo no es generalmente inconsciente o imitativo. En muchos ejemplos discoideos es plenamente consciente y buscado.
Por lo cual puede concluirse –como antes he dicho- que la estela es mucho más que un mero objeto decorado: es una prolongación de la personalidad del hombre, es la expresión de una fe y de unas creencias. Y todos estos aspectos definen al hombre navarro.
Relación de las decoraciones más usuales en navarra:
En el disco
Figuras humanas
- Cristo: escasos ejemplos, por su dificultad técnica. En Gomácin (Puente la Reina) y en San Martín de Unx.
- Virgen con el Niño: en San Martín de Unx (canto de una estela).
- Escasos ejemplos en general. Es excepcional este tipo de decoración: en estelas de Arazuri, Igal, Izalzu, Espinal, Oroz-Betelu, Amescoazarra, Goizueta, Eguiarreta, Soracoiz (Guirguillano) y San Martín de Unx (con más densidad)
Figuras animales
Decoración también considerada excepcional.
- Aves: San Martín de Unx, Vidángoz, Beroiz, Olóriz, Arangozki.
- Serpientes: San Martín de Unx, Vidángoz.
- Cuadrúpedos: San Martín de Unx, Izalzu y una sin procedencia de Baztán. Espinal.
Utensilios
Pueden considerarse también como de uso raro (aunque en Navarra y Portugal son las regiones donde más se representan). Aluden al modo de vida del difunto.
- Aperos agrícolas: San Martín de Unx, Erdozáin, Vidángoz, Larrángoz, Estella, Olóriz, Egüés, Tafalla, Azparren, Sangüesa y Rocaforte (de podar). Linzoain.
- Cantería o carpintería: Santacara, Olóndriz, Azoz, Olóndriz, Tafalla (escuadras y compás, martillo)
- Forja: Izalzu, San Martín de Unx (rueda dentada)
- Guarnicionería: estela de Estella (cuchilla de cortar cuero)
- “Cortador”: Egüés (carnicería)
- Hilandería: Igal e Izalzu (copo, huso y ovillo)
- Romería: estela de Estella (suela de peregrino)
Armas
Pueden indicar el modo de vida (la caza) o el carácter guerrero del difunto.
- Ballesta: San Martín de Unx, Moriones, Ezprogui.
Es verdaderamente excepcional.
Motivos vegetales: flores
La decoración vegetal está muy extendida por Navarra (Zona Media sobre todo; Ultrapuertos: 22 localidades) La forma más representada es la roseta simple, aunque el gótico trajo más sofisticaciones (girasoles, más pétalos, etc.)
Hay que tener en cuenta que ya los artes romano y románico –por no hablar también del gótico- utilizaron con profusión la decoración floral.
Motivos geométricos
Muy numerosos: triángulos, círculos, rectángulos, sectores circulares, polígonos, escuadras, etc.
- Línea quebrada: escasea más en comparación a otros motivos geométricos. Se observa en estelas de Induráin, Eransus, San Martín de Unx, Uriz, Soracoiz, Igal, Vidángoz, Olóndriz, Cáseda, Ujué, Urbiola y Lecároz.
Motivos astrales
Se representan los siguientes:
- El sol: símbolo de la magnificencia divina.
- La luna: unas veces representación de Cristo, otras talismán de protección. Se representa como creciente lunar.
- La pentalfa: signo de la Eternidad, símbolo de la perfección y de la naturaleza, contraseña del gremio de los canteros, motivo de carácter mágico contra los malos espíritus. Estrella de 5 puntas.
- El Sello de salomón: o estrella de David, de 6 puntas, también signo talismánico.
De todos estos motivos, el más común es el Sello de Salomón, y los demás son escasos.
Son signos bíblicos, usados en el románico.
Motivos místicos
- La cruz: es abundantísima en Navarra. Las hay griegas y latinas, de Malta, de brazos ancorados; sofisticadas, de San Andrés, procesionales, etc. en menor proporción.
- Corazones llameantes, hostias, cálices etc., son raros.
Motivos diversos
- Escritura o grafías: sobre todo el IHS, en los Valles de Aézcoa, Arce, Salazar y Roncal. Las fechas, los nombres y la escritura, en general, se dan en casos contados. (Iranzu)
- Arquitecturas: sólo en dos estelas de San Martín de Unx.
En el pie y en el canto
Este tipo de decoraciones no es habitual en las estelas discoideas.
El lugar de Navarra donde se dan mayor número de casos es San Martín de Unx.
Y también en otros lugares como en Loizu, Zardáiz, Olóndriz, Sánsoain, Iranzu, Cáseda, Linzoain, Urbiola, Lecároz y Ujué (en lo que se refiere al canto)
Desciende la decoración al pie en estelas de Monjardín y de Valcarlos.
Pilas bautismales
La pila bautismal, como recipiente de las aguas sacramentales del Bautismo cristiano, ha sido considerada siempre como una pieza fundamental de la liturgia eclesiástica, y por tanto se ha cuidado especialmente su dignidad y hermosura. El pueblo ha acudido a ella infinidad de veces. Allí se bautizaron los antepasados y se cristianarán los hombres del futuro.
La pila bautismal ha sido, pues, punto de referencia cristiana de generaciones. No es extraño que cada pueblo haya esculpido la suya, y que en ella el artesano local haya ejercitado su mejor técnica.
Algunos ejemplos de Navarra
Navarra guarda en sus iglesias y museos algo más de veinte pilas, que han sido objeto de estudio por investigadores del arte y que pueden dar –sin ser todo lo completa que quisiéramos- una visión del carácter que éstas tienen.
El área de difusión de estas pilas abarca fundamentalmente la Navarra Media Oriental, incluyendo en su radio de acción la Cuenca de Pamplona (con una prolongación hasta Estella), el borde N. del Valle de Arce, la Valdorba al S. y al lado E., la Cuenca de Lumbier. En esta amplia zona, se han registrado pilas bautismales en los Valles de Erro, Arce, Aoiz, Lónguida, los Urraúles, las Cuencas de Lumbier y de Pamplona –como hemos dicho- la Valdorba, y en Estella y parte de Guesálaz. Otras pilas bautismales, o no han sido publicadas (y por tanto es casi imposible conocerlas todas) o están en estudio (como la de San Martín de Unx, al S. de la zona meridional) Pero no cabe duda que entre esta veintena de pilas bautismales están las mejores de Navarra.
Son todas obras artesanales, a juzgar por su rudeza, no exenta de espontaneidad acorde con los gustos populares.
Entre estas, un grupo formado por las pilas de Azparren, Equiza y Uli Alto (En el Valle de Arce) y las de Arangozqui y Adoain (en Urraúl Alto), son semejantes entre sí por su forma de copa redonda y decoración de anillos de semiesferas y de sogueados, que forman cruces, de sabor románico indudable.
Y dentro de Urraúl, también hay otras pilas románicas, como la de Cerréncano, decorada con arquería en bajorrelieve; y otras que mezclan el motivo formal románico (las semiesferas o el friso de arquillos) con otros populares, como las rosetas y los rectángulos, en las pilas de Guindano y Ozcoidi.
Sin alejarnos mucho del lugar, en el Urraúl bajo, y en Uli bajo, se guarda en la Iglesia Parroquial una estupenda pila en forma de copa cuadrada, con decoraciones populares de rosetas y flores múltiples. Pero la calidad mayor la da la pila bautismal de Rípodas, también de formas cuadradas. Sus tres frentes se llenan con flores dentro de círculos lobulados, con la representación de la Anunciación de María, unas palomas bebiendo en la fuente, y una serie de temas vegetales y enlazados encerrados en círculos, que dan a este ejemplar un carácter naturalista románico, influido por lo mudéjar, que facilita su datación en el siglo XIII.
Una pila semejante, pero con algunas variantes, es la de Turrillas (Lónguida) Ésta de Turrillas se decora con dos arcadas góticas y un rosetón lobulado ocupando el centro e inscribiendo al Cordero de Dios.
Otras pilas, iniciadas en el románico y desarrolladas en el gótico, son las de:
- Cemboráin: de copa poligonal, con decoración de signo solar y lauburu.
- Najurieta: redonda, con arquería, avisperos, inscripciones y la figura de un obispito. Presumiblemente del siglo XIII.
- Alzórriz: de iguales características a la anterior.
- Olleta: también redonda, con arquería y motivos populares a base de rosetas, cruces de Malta, polígonos, avisperos e inscripciones del siglo XIV.
- Aldaba: de copa gallonada, con rosetas y semiesferas que, inscritas en círculos, imitan soles.
- Ollacarizqueta: también gallonada, con rosetas y cruces de Malta en círculos, a distintos tamaños. Lleva fuste decorado con un hombrecillo y ramajes.
- Izurzu: igualmente gallonada. Del siglo XIII.
Destacan por su importancia y mayor decoración las pilas de Ardaiz (Erro), la de San Pedro de la Rúa de Estella, y la de la iglesia parroquial de Aoiz.
La primera, de Ardáiz, es de una sola pieza, con basa adornada con bolas, fuste y copa, decorada con la figura esquemática de una mujer, con toca y sin nimbo, que sostiene a su niño en el regazo, tal vez expresión familiar de la Virgen María. Es del siglo XIV, pero arcaizante.
La de Estella es gótica por su decoración de hojas y cenefas de cogollos, así como por las figuras de atlantes o evangelistas de su pie. Pertenece al siglo XIII.
La de Aoiz es la más lujosa de todas, y de fina labra. El fuste se adorna con un escudo, semiesferas, pilastras tumbadas y cenefa en dientes de sierra. La copa, que representa a Isaías y el Bautista junto a un pelícano en su nido, y unas asas, es de iconografía complicada y de difícil interpretación. Datada en el siglo XV.
Pero, sin duda, la más importante de Navarra por su antigüedad y delicioso sentido popular, es la de San Martín de Unx.
Esta pila es singular por muchas razones, y la primera de ellas es por su forma de kaiku, exenta de toda basa o fuste, y lo suficientemente profunda como para pensar se trate todavía de un tipo de pila a medio camino entre el baptisterio de inmersión primitivo cristiano y la pila de ablución elevada posterior.
Ofrece en su friso curvo una arquería de seis vanos, montada sobre fustes lisos, con espirales, meandros y uno más salomónico, y capiteles vegetales en forma de capullos, con hojas y volutas. La decoración se completa con cenefas y discos vegetales de uso popular. En cada uno de los seis vanos van otras tantas figuras, ocupando toda la atención la Virgen de la Leche, dos damas oferentes (con una fruta y una vasija respectivamente), y tres varones también oferentes, uno de ellos con estola y barbado, y otro, cantando, del pueblo llano, que llevan al Niño libros y frutos.
La pila tiene un hondo sentido popular, no sólo en la iconografía (por los personajes “populares” que se acercan al Niño, y por la representación de la Virgen “popularísima” de la Leche), sino en la talla rústica de la escultura, seguramente labor de un artesano vivaz, y con buena memoria, pues muchos de los detalles escultóricos de esta pila coinciden con los que pueden apreciarse en la portada de Santa María la Real de Sangüesa, obra del maestro de San Juan de la Peña. Si bien sólo algunos detalles, ya que las figuras de este Maestro son de corte clásico y más elegantes que las representadas en la pila de san Martín de Unx, mucho más castizas y dentro del estilo del Maestro de Uncastillo, maestro-escultor autor de la portada de la iglesia parroquial de San Martín de Unx.
Cabe datar esta pila bautismal en el siglo XII. Es un ejemplar románico a no dudar, pero ciertas disposiciones de las figuras anuncian un gótico ya incipiente.
Por lo demás, se trata de una pieza cuyos paralelos formales hay que buscarlos entre las pilas en forma de barril del sur de Inglaterra, algunas suecas, alemanas e italianas, y las catalanas de finales del siglo XI y primer tercio del siglo XII.
Artesanía de la madera
Hay también otro tipo de artesanía que ha tenido su mejor expresión cuando el hombre se hallaba más vinculado a su tierra, a las labores del campo o al pastoreo, modos de vida que requerían un utillaje propio, no adquirible en el mercado de la ciudad, simplemente por no existir o por no ser los suficientemente adaptable a las necesidades rurales.
Y esta otras artesanía, mucho más económica y al alcance de la mano del hombre, surgió de la madera, que es tan abundante en los bosques de Navarra.
Ahora bien, es preciso decir que si la artesanía de la madera surgió por una necesidad vital, también es cierto que el hombre, desde antiguo y en todas partes (incluida Navarra), ha tratado de hacer sugestiva su permanencia en el mundo, y sobre todo en su casa, adornándola con objetos que satisficieran sus necesidades y le dieran al mismo tiempo idea de riqueza y de buen gusto.
Esta es la explicación del por qué de la artesanía de la madera, que en Navarra ha sido especialidad de pastores, y ha estado al servicio del ornamento y avituallamiento del hogar, atendiendo también las necesidades espirituales del hombre.
Artesanías relacionadas con el mundo pastoril
Todos los pastores han sido muy aficionados a trabajar la madera con el cuchillo, elaborando bellos trabajos manuales, de gran valor dentro del arte popular.
En Navarra, donde hay un arte pastoril bastante difundido entre los trashumantes del Roncal y los pastores de las sierras centrales, se ha desarrollado en madera de boj una gama variadísima de objetos, que va desde los bastones a los rompecabezas, pasando por las cucharas, los tenedores, las “marcas” para el pan y los ganaderos, los cerilleros, las tapas de herrada, las ruedas y husos pastoriles, mangos de cuchillo, pequeños telares, cruces de adorno, moldes para el queso, collares para las ovejas, tallas diversas, botones, etc.
Y no son siempre “utensilios” los objetos de arte pastoril. Muchos pastores navarros han tallado y decorado peines, broches, instrumentos músicos y objetos para regalar a sus novias. Por ejemplo, los pastores bardeneros solían regalar a sus futuras mujeres los llamados “presentes de hogar”, consistentes en un pequeño yugo que aludía a la Virgen del Yugo de Caparroso, junto a una cuchara y una paleta, finamente decorados con los nombres de los amantes, un corazón atravesado de alfileres, la Virgen y una verdadera profusión de motivos geométricos.
Los pastores de Isaba, como los de Espinal, eran habilidosísimos haciendo cucharas, que luego tallaban en inciso o bajorrelieve con signos cabalísticos, en la creencia de ser protectores del ganado; también se servían de los motivos geométricos (como círculos, estrellas de seis hojas, franjas en zigzag o triángulos), de las flores, de árboles, de cruces, de escenas pastoriles; entre los navarros había una especial predilección por decorar estas cucharas con figuras de la baraja, con casas y castillos imaginativos, y con vírgenes y santos. Pero, al mismo tiempo, como el arte pastoril refleja aptitudes individuales más que técnicas muy elaboradas, podemos ver en estas cucharas monedas copiadas, sirenas, figuras míticas, cazadores o animales.
En el Macizo de las Cinco Villas aún quedan vestigios de una de las industrias más relacionadas con la vida pastoril: la de la leche y la fabricación de cuencos de madera. En Aranaz y en Sumbilla, los hermanos Larrechea los construyen con madera de aliso o de abedul traída de Zubieta. Barrenan la pieza y la calientan al fuego, luego limpian su interior con agua y harina de maíz, y la recalientan otra vez, para dejarla secar después. Así, de sus manos salen los kaikuak, recipientes de 12 litros, con una pared inclinada y gran asa para coger con las dos manos, destinadas al ordeño y a la preparación de la cuajada; los oporrak, pequeños tazones de un asa, en forma de cono truncado; o los alaskoak, con doble asa, para servir la cuajada. Para hacer el queso, aprestan la abatsa, que es como el alaskoa, pero con capacidad como para 18 o 20 litros; y finalmente, el zimitza o molde circular, cuyo fondo es grabado artísticamente con dibujos geométricos o signos astrales.
En el Valle de Baztán, en Erro, así como en gran parte de Navarra, hubo también collareros, como Zelayeta, el de Arráyoz, que los hace de nogal o castaño, y luego los pirograba, hermoseándolos con líneas, triángulos y otras figuras geométricas, siempre intermitentes.
También se hicieron eskalapines o zuecos de madera, llamados en Valcarlos kloxkas, práctica muy extendida en el Baztán. En Valcarlos, Pedro José Auzqui, que es uno de los últimos artesanos del zueco, los hacía de castaño, forrando el empeine de cuero, sobre el que grababa líneas de puntos.
Por último, entre los aperos más relacionados con la ganadería, cabe destacar el yugo, utilizado en toda Navarra antes de la mecanización del campo, fabricados muchos de ellos en el Baztán. Se tallaba en madera de abedul o de nogal, y solía pirograbarse, a veces con gran adorno, como en vera de Bidasoa, con avisperos y hojas sueltas o en ramos; o en Puente la Reina, con espirales y líneas rectas o quebradas. Era una ornamentación para la intimidad de la casa, pues las correas y la piel que se ponían sobre el yugo ya uncido, impedían apreciarla. Sin embargo, a algunos de los motivos ornamentales –como la cruz o el lauburu– se les había asignado una función protectora del ganado, de carácter mágico-supersticioso.
Mobiliario de la casa popular
No pueden buscarse unos caracteres diferenciadores en el mobiliario de la casa popular de Navarra, puesto que no los tiene, pero sí puede llamarse la atención sobre dos rasgos comunes: la solidez y la sencillez de las formas. Descartando los mobiliarios lujosos, que son los menos, puede decirse que el mobiliario navarro tiende a asemejarse en sobriedad a la casa, buscando primordialmente el utilitarismo.
La habitación de la cocina ha sido –y es todavía en muchas casas de los pueblos navarros- la estancia más importante de cuantas hay en la vivienda, y en ella no sólo se come, sino se dialoga, se trabaja, se juega, se reza en familia. Ahora se han destruido muchos hogares, con la llegada de las comodidades modernas. Pero todavía es posible encontrar ese mobiliario antiguo, sencillo y popular, que daba carácter a la cocina de la casa navarra. De la Montaña a la Ribera, con muy pocas variantes, el mobiliario y el utillaje eran los mismos: ante el hogar, banquetas, banco largo y bajo adosado a la pared, escaño con respaldo alto, mesa levadiza, armario-aparador y artesa para amasar el pan, todo en madera. La madera también formaba parte de la cubertería, de los utensilios de cocina, de las ingeniosas parrillas que se colgaban del techo para contener aislado el queso, el tocino o las longanizas, por no hablar de los aperos agrícolas, de las ruedas de carro, de toda clase de cepos y ratoneras, todos, objetos de creación artesanal y que favorecían la economía de los pueblos.
El dormitorio era la habitación destinada a contener los muebles más ricos de la casa. En él se guardaba el arca (con el ajuar), la cama matrimonial con su cuna y el armario.
Puede decirse que, de todos, el más preciado de los muebles fue siempre el arca, por las múltiples funciones que tenía encomendadas: servir de cofre de alhajas, de armario, de mesa y de almacén de grano. También podía ser en ocasiones banco. Era de forma cuadrangular y de construcción robusta, descansaba sobre cuatro pies y disponía de una tapa que se abría sobre bisagras. Normalmente era de madera de castaño, de haya o de roble. Y sus tres paredes libres –pues era un mueble adosable a la pared- se decoraban con admirables obras de talla, reproduciendo los motivos usuales de las estelas funerarias.
Con todo, las arcas fueron evolucionando en su estilo y variaron mucho con los gustos de otras épocas.
Manso de Zúñiga [7] señala unas normas generales para la clasificación de las arcas, según estos cambios:
- Las más primitivas eran largas, pudiendo llegar a las 2 m. de longitud, tenían patas altas y simple decoración de clavos, sin talla.
- En el siglo XVI el arca se acorta e incorpora talla geométrica, enmarcando el motivo central (soles girando) con cenefas.
- En el siglo XVII son de gusto barroco, con bandas de motivos vegetales, pero respetando la decoración geométrica de los frentes.
- Avanzado el siglo XVIII se prescinde de la decoración geométrica y se introduce el entrelazo y la flor. Este tipo convive con otro de baja altura y de frente liso o con una estrecha banda de talla geométrica en la parte inferior, sin patas, ni cerraduras.
- A partir del siglo XIX decae la talla de arcas, copiándose sólo motivos anteriores.
También se encuentran bastantes arcas de encargo o hechas al gusto peculiar del artesano. Así, en Navarra, y en amplias zonas, como Tierra Estella, las Améscoas y la Cuenca del Bidasoa, existen arcas decoradas con una cuadrícula que lleva en su interior flores, a lo mejor inspiradas en las cabezas de los clavos renacentistas. Por todo lo cual, respecto a las arcas –como respecto de todo el mobiliario navarro- no es posible establecer una clasificación fiel del mismo, en tanto no se hagan estudios serios sobre el tema.
Junto al arca, otro elemento esencial en el ajuar es la cama, algo más corta que la actual y más ancha, y en donde aparece una variedad inclasificable de modelos, pero que demuestran en general una buena factura artesanal. En la Burunda, el Baztán y Roncal hay ejemplares con decoración pictórica de flores, hojas, corazones y estrellas, parece que fechables a comienzos del siglo XIX, y en los que se observa una tendencia casi paisajística.
Y junto a la cama, es natural que se halle la cuna. Cuna que suele ser de castaño, con tableros laterales o barandilla y balancín lateral. Pero, curiosamente, la cuna de madera no se adorna con buenas tallas, tal vez por ser este muebles solo de uso temporal.
En Navarra, parece que la cuna de madera no fue de uso genera, ya que el capazo de paja, originario de la ribera, tuvo amplia estimación, llegando a emplearse asimismo –como en Caparroso- la cuna de hierro desde muy antiguo.
Los armarios, de forma rectangular, fueron siempre de una sencillez elegante, en madera de castaño, haya o roble. Los de dormitorio solían llevar decoración de cenefas en las aristas de los ángulos. Los de cocina, desde antiguo y en general, eran de dos puertas arriba y abajo, con una aldabilla de madera para cerrarlas, y sin lujo alguno de herrajes. Al llegar al siglo XVI se le introdujeron a media altura dos cajones gemelos con tiradores de madera. Se les llamó “de servilleta”, por llevar sus puertas decoradas de “paños plegados”, tipo que se extendió mucho por Navarra y fue empleado hasta tiempos recientes.
Artesanía relacionada con el culto religioso
La artesanía de la madera ha atendido también en navarra otras necesidades menos materiales que las que acabamos de considerar, para ocuparse de otras n menos importantes, las espirituales, a través de dos objetos de uso generalizado –la argizaiola y la fuesa– mediante los cuales nuestros antepasados han adorado a Dios para interceder por sus muertos.
La argizaiola navarra difiere de la vasca, muy decorada y en forma de huso, por su forma y sencillez extrema. Puede decirse que no es más que un soporte de madera en forma cuadrada, con ligeras patas, sobre el que se enreda una vela muy fina de manera peculiar y que variará, a buen seguro, según las zonas.
Esta argizaiola formaba parte de un pequeño ajuar compuesto por el añal, o paño negro o blanco según el estado civil del difunto, un cestillo con panes para ofrendar a los muertos y la fuesa.
La fuesa es práctica típica de Navarra. Llaman así a una especie de cajón abierto por arriba y delante, que semeja un frontón, y está formado por tres paredes, que se coloca sobre la sepultura familiar en determinados días del año. Su pared principal, algo más lata, va rematada por una o varias cruces. Y en su interior, la fuesa presenta pequeñas baldas agujereadas, donde se introducirán las velas encendidas. Es una pieza de artesanía simplicísima, pero de una variedad decorativa sin igual, dentro de su sencillez. Los motivos decorativos son de tipo geométrico, cruces y, excepcionalmente, pueden representar escenas figuradas con símbolos que aludan a la actividad profesional del difunto, todos en bajorrelieve.
Fuera de lo funerario, hay en las iglesias navarras cantidad de labores de talla, cuyo origen es del todo artesanal, en confesionarios, balaustradas, vigas etc., y que descienden a los más mínimos detalles, como en los cepillos petitorios, muchos de los cuales recogen representaciones ingenuas de la vida de los Santos o de las Ánimas del Purgatorio (siempre con sentido docente); o en los altabaques, también llamados potochas, especie de bandejas de mango con compartimentos en su interior para recaudar limosnas, algunos de los cuales se han utilizado en Leiza y Berástegui.
Alfarería popular
Son escasos los datos que tenemos acerca de la importancia del oficio de alfarero (orzero) en los tiempos pasados de Navarra, ya que la modestia de las gentes que lo practicaban, así como la sencillez de esta ocupación, hicieron que pasase así desapercibida la alfarería en Navarra, y no llegara a interesar a los historiadores, ni tampoco se reseñase debidamente entre la documentación de los archivos, por lo que hoy no contamos en Navarra con estudios que den la medida de lo que fue entre nosotros la alfarería popular.
No obstante, desde la invención de la alfarería y su llegada a Navarra (registrada hace 3.500-4.000 años a. De Cto. en la Cueva de Zatoya, Abaurrea Alta), y debido a las características geológicas del hábitat navarro, desde siempre hubo en la región yacimientos de excelentes arcillas plásticas, y, como consecuencia, numerosos alfares.
En este tema, nos referimos, naturalmente, a la elaboración alfarera de tipo artesanal (dejando de lado la gran producción industrial, por ejemplo de “Porcelanas del Norte”, en Pamplona), y que haya tenido finalidad decorativa, aunque utilitaria (eliminando cuanto se refiera a “tejerías” para fabricar materiales de construcción)
Y centraremos la explicación en las épocas moderna y contemporánea, ya que fue hasta entonces que se conservaron con escasas novedades los caracteres cerámicos de culturas anteriores (la tardorromana y visigótica), hasta el día de hoy, en que por diversas causas –económicas, migratorias, industriales…- se interrumpió toda actividad en los “obradores” de cerámica popular [8].
Historiografía: testimonios de autores sobre la importancia de esta artesanía en Navarra
Son realmente parcas las noticias sobre la importancia que tuvo siempre la alfarería en Navarra.
- Iribarren [9], reconoce la importancia que tuvo la producción artesana en Navarra y señala su posterior decadencia y abandono, hecho ampliable a la alfarería.
- Bielza de Ory [10], se refiere a la prestancia notable que había alcanzado la alfarería en Estella hacia el s. XIV, coincidiendo con la culminación de un fuerte desarrollo económico y una poderosa vida agrícola.
- Fernández de Campomanes [11], asegura que en 1783 la alfarería de Pamplona era deficiente y con un porvenir escasamente halagüeño.
- Archivo General de Navarra [12]: los datos estadísticos provinciales de 1797 arrojan la cifra de cuatro maestros y quince alfareros en todo el Reino.
- Archivo Municipal de Tudela [13], en esta ciudad eran cuatro los alfareros en 1793; en 1803 había en ella dos importantes obradores de loza común; en 1817 los alfares pasaron a ser tres.
- Madoz [14], Miñano [15], y Altadill [16], en tiempos recientes (entre mediados del siglo XIX y principios del XX), informan de centros alfareros de alguna importancia ubicados en Pamplona, Estella, Tafalla, Tudela y Lumbier, así como de otros secundarios en Arguedas, Marañón, Villava y Santesteban, que elaboraban cerámica de uso común [17].
- Silván [18], en 1973, sienta la tesis de que Navarra ha conformado un centro secundario de producción, de añeja y elemental tradición artesana y poseedor de una modesta personalidad propia, con escasas influencias de las brillantes realizaciones habidas a su alrededor (civilizaciones islámica e hispano-morisca) Un centro en el que la evolución e inmovilismo se han dado a partes iguales.
- Pérez Vidal [19], en 1974, distingue la Navarra Húmeda de la Riberana. En la primera, la alfarería se ha limitado por la alta humedad del clima y por la competencia presentada por otros materiales (los kaikus de madera, los kutxarros de asta, los recipientes de estaño y de hierro) En la segunda, la alfarería ha crecido con la aridez, con la arcilla, con la vivienda a ladrillo o tapial, con las influencias castellanas o levantinas llegadas por el valle del Ebro. Pero, con todo, la producción alfarera ha sido limitada, escasamente innovadora y tradicional.
Los centros alfareros navarros
Sólo cinco centros alfareros de importancia han resistido casi hasta hoy, a pesar de la desfavorable situación general, caracterizada por un decaimiento permanente de la demanda. Lo pudieron hacer por estar ubicados en ciudades o pueblos de mercado, que lograban centrar semanalmente la atención de los compradores de cada merindad, y en buena medida, por el hecho de ser este oficio del barro propio de familias enteras, que transmitían de padres a hijos todo el saber artesanal.
Pamplona
Parece posible establecer que en esta ciudad hubo una modesta producción de vasijas de barro vidriado o con esmalte opaco, ya en el siglo XVI, pero que fue decayendo a lo largo de ese siglo, con varias interrupciones en la producción.
Durante el lapso de no fabricación, es también presumible que fueran los talleres de Estella, Tafalla o Lumbier los abastecedores de la capital, dada la accesibilidad de mercado que tenía Pamplona.
“La Talavera”
En 1875 se instaló en el barrio de La Magdalena, extramuros de la ciudad, el llamado taller de La Talavera, regentado por Antonio Ribet, y dedicado a la producción de loza fina.
El taller fracasó pronto, al parecer debido a los escasos conocimientos profesionales de su dueño y a los errores cometidos en la aplicación de los esmaltes.
Las piezas –de pasta pardo-amarillenta o grisácea, semifina- estaban mal modelados y con esmalte defectuoso, lo que rebajaba su calidad. Sin embargo, las escasas piezas que se conservan (por ejemplo tinteros), están decoradas correctamente en azul cobalto.
Se ha apuntado la semejanza de las piezas de este talle con las de Talavera de la reina, sugiriendo que Ribet se hubiera formado en Toledo. Para Silván, ésta es una posibilidad problemática e insegura.
“La Nueva Talavera”
Medio siglo más tarde, hacia 1840, sobre los cimientos del taller fracasado, el riojano Emeterio de Hormañanos funda La Nueva Talavera.
Hormañanos, a diferencia de Ribet, fue un artesano dotadísimo. De este taller salieron piezas de una pasta pardo amarillenta o gris verdosa pálida, muy homogénea y fina, modelable, muy firme gracias al esmalte estannífero de fórmula magistral.
Empleaba en la fabricación el torno (para botijos, boles, escudillas, jarros y platos) o el molde (para fuentes, bandejas, tinteros o hueveras), cociendo estas piezas a mil grados C. en hornos de tipo árabe.
La decoración de los productos era tarea bien importante:
- Los decorados se pintaban sobre la capa de esmalte crudo y luego quedaban fijados por la vitrificación del horno. Otras veces se aplicaban a la pieza ya horneada, para luego volver a cocerla.
- Se usaba frecuentemente la policromía, pero no siempre. Destacan como típicos los rojos-sonrosados, pardo-suaves, y extensas gamas de verdes y azules. Los tonos son siempre brillantes y de matices finos.
- Los motivos son variados, desde creaciones geométricas (puntos, rectas, curvas, arcos, cenefas, polígonos, alineaciones o agrupaciones de ángulos) a las hojas y composiciones florales. Son motivos acordes al gusto de la época, vistosos, sueltos.
En los productos de este taller, se suele señalar la presencia de un pájaro de pico y patas estilizadas, atribuyendo su presencia a la influencia ejercida por Manises. Silván niega esta posible influencia, apoyándose en la certeza de que el motivo no solo fuera empleado en Italia, sino también en los talleres catalanes, andaluces, turolenses y castellanos (Talavera) Para él no es seguro el origen manisero de Hormañanos, y sí son probables las reminiscencias talaveranas en algunas técnicas ornamentales por él empleadas.
Entre las colecciones que se conservan de estas piezas destacan las de Nagore, Picatoste, Oña Iribarren, Silván, Escobés y Museo San Telmo de San Sebastián.
En 1871, tras el fallecimiento de Hormañanos, decayeron las actividades cerámicas de este obrador.
Estella
El siglo XVIII registró una reactivación de las actividades económicas en Navarra, momento en el que aparece en Estella una producción alfarera muy interesante, hoy decaída pero todavía viva, con unos caracteres específicos bien acusados.
Tal revitalización la trajo en buena parte la intensa vida mercantil que Estella tuvo en ese siglo. No hay que olvidar que esta ciudad goza de un enclave geográfico muy a propósito para servir de centro interregional de mercado, como así lo prueban el ser encrucijada de caminos (enlazados con la Burunda, la Barranca, las áreas alavesas y riojanas y la Navarra Central), el estar situada Tierra Estella entre zonas de economía montañesa (forestal y ganadera al N. y OE.) y otras zonas de economía agrícola mediterránea que la conforman.
Mas los orígenes alfareros de Estella se remontan ya a los siglos XIII y XIV, aprovechando la circunstancia de gozar de buenos yacimientos arcillosos, como los de Ayegui o los estelleses de Los Castillos y San Andrés, que han dado a la cerámica de la zona tonos blanquecinos, pardos y rojos.
Entre los últimos artesanos, cuentan los nombres de la familia Echeverría, Antonio Zalacaín y Tomás Estrada.
La producción estellesa comprendía artículos de loza ferruginosa basta muy coloreada, para las vasijas de hogar; y otras piezas sin vidriar, de barros pardos y blanquecinos.
Se trataba de cántaros, rallos o botijos comunes, jarros, pucheros, tarteras y cazuelas, macetas, huchas ollaciegas, toricos, aguabenditeras. Solían decorarse la macetas de colgar o bien los cuchareros típicos estelleses, a veces obras de auténtica artesanía.
Las fases de la producción alfarera de Estella eran las mismas de toda Navarra, con pequeñas diferencias:
Preparación del barro
La pasta cerámica se mezclaba con agua en barro muy líquido. Se cernía y dejaba reposar largo rato en una pila. Se extraían de ella gruesas pellas, que se estampaban contra la pared para desecarlas en parte, y lego pisarlas para darles finura y plasticidad.
Torneado
Se amasaban pequeños trozos de pasta sobre una mesa de piedra. En el torno (movido a pie) se urdía y daba forma a la vasija, ayudándose a veces de una plantilla. Después, se separaba la pieza del plato deslizando entre ambos un cordel.
Desecación
Las vasijas salidas del torno se colocaban en una tabla y se dejaban al aire libre, primero a la sombra, con gran cantidad de aire, luego al sol, tratando de evitar el agrietamiento por contracción de la masa al secar. En otras partes de Navarra, el secado se producía en un edificio muy aireado con gran cantidad de baldas (secadero). Finalizada esta fase, se proveía a las vasijas de asas.
Ornamentación y cubierta
Se hacían entonces las decoraciones, que en Estella consistían en incisiones de punzón (surcos, cenefas u ondulaciones) o en relieves (rosetas , discos, letras, anagramas, etc.) hechos aparte en moldes y luego pegadas al vaso, a veces también teñidas de colores diversos.
Bien secos y limpios los vasos, recibían un vedrío plúmbico transparente o coloreado, si se deseaban tonos ocres, negruzcos o verdosos (Estella).
Cocido en el horno
Las piezas eran llevadas al horno. Éste era de forma cuadrangular o circular (como en Tafalla) Se construía con gruesos adobes (o ladrillos, en Tudela), revocados por dentro de una espesa capa refractaria de barro rojo. La boca del horno quedaba por debajo del suelo y a ella se accedía mediante rampa para permitir la entrada de combustible. La separación entre el hogar y la cámara de cocción o laboratorio está constituida por una bóveda de cañón (o una campana en Lumbier), atravesada por unos conductos tubulares que enviaban el calor al laboratorio, y que eran regulados por unos contrafuegos para impedir la acción directa de las llamas sobre la carga.
El apilamiento de las vasijas dentro del laboratorio se hacía colocando más abajo las vasijas grandes, las barnizadas en medio y las pequeñas arriba. Todo se tapaba con una capa de vasos rotos, que no impidieran el tiro del fuego.
El llenado del laboratorio se hacía utilizando una puerta lateral que luego se tapiaba.
Finalmente se hacían varias caldas previas y un cocido con calor extremo, quemando combustible barato y monte. Enfriado el horno se extraían las cerámicas por arriba y por la puerta lateral del mismo.
Tudela
La alfarería popular tuvo en Tudela, desde épocas remotas, un lógico esplendor, debido a las intensas relaciones de la villa con las islámicas de Córdoba y Toledo, así como por su amplia población morisca (500 habitantes en 1380) y por la no menos despreciable relación con el Reino de Aragón, importante productor de vasos cerámicos.
Estas constantes hacen que se presuma en Tudela y su comarca una considerable producción alfarera anterior al siglo XVII, época en la que ya disponemos de datos acerca del mercado del barro en la citada villa.
En 1803, cinco maestros alfareros producían en Tudela 1600 piezas anuales, por un valor total de 8.000 reales. En 1817 eran tres los alfares a plena producción. Parece que entonces iniciaron su actividad los clanes de los Añón y las llamadas “Pontochas”, unas alfareras.
Se extraían los materiales del monte Canraso, que al ser calcáreo, daba a las cerámicas un color pardo amarillento claro.
Las alfarerías tudelanas confeccionaron solo vasijas para uso en frío, sin vidriar o con vedrío incompleto. Eran principalmente cántaros de una sola asa, lisos o con decoración en tonos oscuros; rallos altos para agua, con dos asas; rallos planos de una sola asa; botellas de campo, con dos asas; jarros y jarrones de fantasía, a veces profusamente decorados (con incisiones y relieves); macetas, etc.
Pero desde hace varias décadas, la alfarería popular de Tudela pasa por un periodo de intensa depresión, iniciada ya en 1847 con la especialización del mercado tudelano en mercado de ganado.
Tafalla
Hasta 1967 –nos dice Silván- la alfarería era una de las artesanías locales más típicas de Tafalla, seguramente con una tradición muy lejana.
Eran los últimos alfareros la familia Ciordia y los González.
Se extraía la materia prima del Alto de las Cruces, que por ser muy calcárea, sólo permitía la fabricación de vasijas para uso en frío. La pasta para artículos de hogar se obtenía mezclando estas arcillas locales con las tierras rojas refractarias de Subiza, muy estimadas para pucheros y cazuelas.
Los yacimientos locales de Tafalla sólo eran explotados en invierno, amontonándose entonces las arcillas para ser depuradas por los agentes atmosféricos, y estar disponibles en verano para su urdido.
Era práctica típica de los alfares tafalleses el lavado exterior de los cántaros antes de cocerlos, operación que se hacía con unas aguas turbias muy untuosas, que alisaba las piezas y es daba un brillo de excelente apariencia.
Los cántaros eran la especialidad de Tafalla, pero también los botijos y botejas, huchas, macetas y bebedores de aves, de perfiles clásicos y sin decoración ni vedrío alguno. Las piezas vidriadas o con decoraciones cromáticas –elaboradas por Marino González- fueron verdaderas excepciones.
La característica de los vasos cerámicos de Tafalla fue su gran sencillez.
Lumbier
Fue Lumbier desde tiempos remotos villa fecunda y productora de objetos de barro. Madoz habla de 24 alfares funcionando en la primera mitad del siglo XIX, “sin que se observe en ellos decadencia ni progreso”. Aún a mediados del siglo XX permanecían en activo 14 de ellos, los últimos, parte de ellos dirigidos por Justo Goyeneche, Gabriel Napal, los Rebolé e Hilario Pérez.
Las tierras empleadas eran las arcillas rojas de Lardin, con un desgrasante blanquecino (tierra de buro), extraído de El Rodo o Puente de la Arena, y que se acopiaban durante todo el año para depurarlas antes del verano.
Con ellas se elaboraban cántaros, jarros, botijos, cazuelas y pucheros, soperas, lebrillos, orzas y tinajillas, de color rojo-anaranjado o pardo-rojizo, con textura ferruginosa y perfil por lo general poco airoso.
Muchos de estos artículos llevaban cubierta de vedrío plumbífero, pero era más abundante la producción sin vidriar. La decoración se limitaba a líneas geométricas (por ejemplo ondulaciones)
Eran aquellas vasijas de excelente calidad y estimación, no sólo en Pamplona, sino en el Alto Aragón.
La actividad alfarera, reducida en los últimos años a la fabricación de macetas para viveros, cesó totalmente en 1972.
Otras manifestaciones locales
Destacan otras manifestaciones artesanales de cerámica popular en Marañón, donde se utiliza con cierta asiduidad el esmalte blanco, o en el valle de Baztán, donde se popularizó pronto el cántaro, condicionándose en estos sitios siempre la forma a la funcionalidad de las vasijas.
En la especialidad de loza fina, hay que recordar el centro productor de Ventas de Yanci, a orillas del Bidasoa, obra de la familia Belarra, que lo fundó en 1865 y funcionó hasta fin de siglo.
Las piezas salidas de Yanci eran de pasta semifina de color grisáceo, cubiertas con esmalte estannífero blanco. Carecían de decorado o, a lo más, se adornaban con motivos en relieve de color azul cobalto. Uno de ellos fue precisamente el damero típico del escudo baztanés, con matices verdes.
Estos productos llegaron incluso a hacerse famosos en el extranjero.
Tras la paralización de este centro de Yanci, cesó en Navarra la producción de artículos de loza, recuperada en 1956 por Porcelanas del Norte, de Pamplona, que las fabrica siguiendo métodos de alta industria.
En cuanto a la azulejería, no puede olvidarse la labor que el centro Nuevo Baztán, fundado por el Conde de Goyeneche en el siglo XVIII cerca de Alcalá de Henares (Madrid), realizó de manos de los alfareros baztaneses, quienes confeccionaron series de azulejos esmaltados y policromados, con sentido barroco, de gran categoría técnica y artística.
También, y para terminar, debe decirse que salieron azulejos del taller de Hormañanos, llamado Nueva Talavera, de Pamplona, durante el siglo XIX, llenos de figuras geométricas, hojas o flores, en tonos azules, amarillos o verdes, y de indudable primor artístico.
Conclusión
Las creaciones de alfarería popular navarra son casi siempre elementales en ingenuas, no por eso menos graciosas, dentro de su absoluta sencillez. Tienen un marcado carácter utilitario, al haber sido pensadas para las labores propias de la casa. De ahí su funcionalidad y su sobriedad, que se impone a lo decorativo.
Excepción hecha de la loza fina, más decorativa que de uso común, la alfarería popular de Navarra ha sido de formas contundentes, de grandes dimensiones y con una decoración simple geométrica.
Notas
[1] Para estudiar el concepto de arte popular, pueden consultarse los siguientes títulos: ÁLVAREZ OSÉS, J. “Cuestiones acerca del arte popular vasco”, Caesaraugusta, Zaragoza, Seminario de Arqueología y Numismática Aragonesas, 1965, núm. 25-26, pp. 100 y 103; BARANDIARÁN, J. M. “Algunos casos de arte rudimentario en la etnografía actual del pueblo vasco”, V Congreso de Estudios Vascos, Vergara. San Sebastián, Sociedad de Estudios Vascos, 1934, pp. 39-40; CARO BAROJA, J. Etnografía histórica de Navarra. Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1971, vol. II, p. 287; FRANKOWSKI, E. “Cuestiones generales acerca del arte popular vasco”, V Congreso de Estudios Vascos, cit. San Sebastián, Sociedad de Estudios Vascos, cit., pp. 5-6; SUBÍAS GÁLTER, J. El arte popular en España. Barcelona, Seix Barral, 1948, pp. 5-11.
[2] YRÍZAR, J. “Arquitectura popular vasca”, V Congreso de Estudios Vascos, cit., p. 79.
[3] URABAYEN, L. De arquitectura popular. La casa navarra. Madrid, Espasa Calpe, 1929, pp. 17-41.
[4] URABAYEN, L. De arquitectura popular, cit., pp. 17-41.
[5] Los hórreos de Aria pertenecen a las casas Apatekoa (3), Urrutia, Estebe, Elizalde, Echeberrikoa, Iturralde, Jamar y Andresena, éstas con uno.
[6] Puede consultarse el siguiente trabajo: LEIZAOLA, F. “Contribución al estudio del hórreo (“garai”) en la Navarra Pirenaica”, Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, Diputación Foral de Navarra, 1969, Año I, núm. 3, pp. 363-386.
[7] MANSO DE ZÚÑIGA, G. Museo San Telmo. San Sebastián, Caja de Ahorros Municipal-La Gran Enciclopedia Vasca, 1976, pp. 270-271.
[8] El progreso técnico más evidente se redujo a la introducción del vedrío o a la variación de las formas de los galbos o perfiles, siempre con carácter local.
[9] IRIBARREN, M. Navarrerías: ensayo de una biografía. Madrid, editora Nacional, 1956, p. 69.
[10] BIELZA DE ORY, V. “Estella. Estudio geográfico de una pequeña ciudad navarra”, Príncipe de Viana, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1968. Números 110-111, p. 69.
[11] Diccionario Geográfico estadístico de España. Real Academia de la Historia. Madrid, Vda. de J. Ibarra, 1802. Tomo II, p. 235. Según informe de don Domingo Fernández de Campomanes a la citada academia.
[12] Estado de la Población del Reyno de Navarra. Año 1797. Archivo General de Navarra. Estadística General. Tomo IV. Legajo 49, carpeta 34.
[13] Datos extraídos por Leandro Silván, así como otros anteriores, pero en este caso procedentes del archivo Municipal de Tudela, y reseñados en su estudio Cerámica Navarra, publicado en san Sebastián por el Patronato José María Cuadrado del CSIC y la Real Sociedad Vascongada de Amigos del país, en 1973, pp. 146-147.
[14] MADOZ, P. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones, Madrid, 1845-1850.
[15] MIÑANO, S. Diccionario Geográfico Estadístico de España y Portugal. Madrid, Pierart-Peralta, 1826-1827.
[16] ALTADILL, M. Geografía General del País Vasco-Navarro. Provincia de Navarra. Barcelona, A. Martín Editor, s/f. Esta obra fue dirigida por el sr. Carreras Candi.
[17] Madoz, Miñano y Altadill también indican donde había tejerías para la producción intensiva de ladrillos y de tejas. Las había en Artajona, Buñuel, Cárcar, Funes, Cendea de Galar, Lodosa, Mendavia, Metauten, Peralta, Viana y Villamayor. Silván (op. cit.) añade las de Pamplona (junto al puente de la Magdalena), Burlada, Tudela, Arguedas, Valtierra, Echalar, Santesteban, Alsasua, Arróniz, Cadreita, Castejón, Castillo Nuevo, Ciordia, Corella, Echarri-Aranaz, Esain, Ezcároz, Espinal, Estella, Falces, Funes, Isaba, Lacunza, Los Arcos, Orbaiceta, Oteiza, Pueyo, Tafalla, Urdiain, Villava, Villafranca y Zubielqui. También encontramos restos de la industria tejera en toponimias, como por ejemplo en las villas de Obanos y de San Martín de Unx.
[18] SILVÁN, op. cit., pp. 153-154.
[19] PÉREZ VIDAL, J. “La alfarería septentrional española y su decadencia”, en Etnología y tradiciones Populares, II Congreso Nacional de artes y Costumbres Populares. Córdoba. Zaragoza, Institución Fernando el Católico (CSIC), 1974, pp. 113-117.