La fiesta de las mayas en la eclosión de la primavera

Las “mayas” o “maias” han sido, y todavía lo son en Vasconia, celebraciones del mes de mayo configuradas por rondas de cuestación, principalmente integradas por doncellas o niñas, que recorrían las casas cantando al son de panderos, danzando y realizando una cuestación. La elegida como maya por sus compañeras era la más bella del lugar que, adornada como reina (mayatzeko erreguiña) y sentada en su trono-tálamo, presidía el alegre cortejo de amigas, elegantemente vestidas de blanco y tocadas con guirnaldas. Dirigían estrofas de gratitud a los donantes generosos, y chanzas y sátiras a los tacaños.

Sentido y raíces de la celebración

Su práctica se ha extendido por los valles navarros de Malerreka (Elgorriaga y Doneztebe-Santesteban) y de Baztán (singularmente Arizkun y Arraioz, donde todavía se celebra), posiblemente también por el valle de Imoz e incluso en las cercanías de Pamplona, y por Gipuzkoa (hay constancia de que se mantuvieron  desde el siglo XVI en poblaciones como Lasarte, Elgeta, Errenteria, Oiartzun, Lezo, Hondarribia, Irún e incluso en el barrio de Ategorrieta de Donostia-San Sebastián). Larramendi aporta el dato de que a la niña que por mayo visten de novia llamaban mayatz anderea (“señora de mayo”) [1].

Recibieron distintos nombres: Maia-besta (“fiesta de mayo”) en Doneztebe-Santesteban (N: en adelante equivaldrá a Navarra); Erregiñetan, Maiatzeko erregiña (“la reina de mayo”) en Arizkun (N); Erregiña ta saratzak (“la Reina y los sauces”), en Arraioz (N). Esta última manera de identificarla parece expresar muy bien las relaciones establecidas entre la “maya” y el “árbol” o “árboles de mayo”, según Caro Baroja, y la pascua florida del 1 de mayo en opinión de Jimeno Jurío [2].

Observa Caro Baroja que no hubo uniformidad ni en la edad de las mayas, ni en la fecha de salida o modo de celebración. Según Mújica, en Elgorriaga (N) salían todos los domingos de mayo, y las niñas de Arraioz (N) todos los días al salir de la escuela, celebrando el domingo último del mes el festejo Erregiña ta saratsak. El significado literal de esta expresión euskérica es “la Reina y los sauces”, lo que parece relacionar a la presidenta de la fiesta con las enramadas tradicionales de la jornada y de la estación; pero el fitónimo sarats (“sauce”) tiene el significado metafórico de “la reina y las damas” de la corte [3]. Usunáriz se refiere a la opinión de otros estudiosos que relacionan saratsa con el arbusto que primero florece en primavera, cuyas ramas se recogían, trenzaban y en ellas se ponían flores para adornar a modo de corona a las participantes en el ritual de mayo, y por extensión denominaría a las compañeras de la reina, es decir a sus damas acompañantes [4].

Estas fiestas perduraron hasta entrado el siglo XX, desapareciendo a raíz de la Guerra Civil de 1936, aunque, en los pueblos baztaneses de Arraioz (N) y Arizkun (N) fueron recuperadas en 1983. En las poblaciones guipuzcoanas mencionadas esta costumbre desapareció en torno a 1880. Mújica relaciona su desaparición con la influencia del exotismo exterior, pero lo cierto es que fueron prohibidas por la autoridad civil y eclesiástica reiteradamente desde el siglo XVI debido a excesos cometidos, pese a lo cual en algunos lugares se mantuvieron [5], vinculándose en cierto modo a una fiesta muy celebrada por los pueblos católicos: la de la Cruz. El día de la Cruz, que cae en el 3 de mayo, se hacen bendiciones y rogativas para preservar los campos, se colocan enramadas y se fabrican cruces de espino blanco para ponerlas en las cabeceras de las heredades en multitud de pueblos de Vasconia, como informa Caro Baroja en 1971. Jimeno Jurío asegura que la tradición de poner enramadas y de celebrar la fiesta con carros triunfales perduró en los barrios de Pamplona hasta 1797 [6].

La ceremonia de las mayas no constituye sino un aspecto de algo más general, explicado por el retorno a la vida vegetal después de los meses de invierno, quizás también en relación con la iniciación femenina previa a la maduración sexual [7], que ha tenido en la Península Ibérica distintas representaciones (algunas de ellas también presentes en Europa y norte de África), como el árbol de mayo (“el mayo”), erigido en poblaciones navarras y alavesas como protector de los campos [8]; las enramadas en las ventanas de las mozas casaderas o en las fachadas, además de en las puertas de las iglesias, junto con crucecitas de madera para proteger de las tempestades; el pelele o monigote (“el Judas” en el pueblo navarro de Murieta), asociado con frecuencia al árbol erigido en las plazas, en el que se concentraban los males a destruir por su posterior ignición; el niño o joven recubierto de follaje o metido en un armazón especial, como en Galicia; y los muchachos o “mayos” que cortejaban a las doncellas o “mayas” que celebraban un matrimonio simbólico en honor a la renovación, la juventud y el amor, costumbre tomada de la pagana Antigüedad [9], vigente hace un siglo en regiones como Andalucía, La Mancha y Aragón.

La costumbre de las fiestas de mayo y de las mayas es antiquísima en España, en particular en Galicia, donde se registran hasta bien entrado el siglo XX [10]. Alford las considera supervivencia de las fiestas florales paganas que al comienzo de la primavera se celebraban en honor de Afrodita, y reaparecen en la Edad Media en todos los países latinos bajo forma de danzas y cantos que pasan a la poesía lírica, en los que toman parte jovencitas y mozalbetes [11].

El Libro de Alexandre, de mediados del siglo XIII, atestigua que en aquel tiempo las muchachitas cantaban sus mayos en corro:

Sedie el mes mayo coronado de flores / afeitando los campos de diversos colores / organeando las mayas e cantando d’amores / espigando las mieses que sembran labradores …… / cantan las doncelletas, son muchas a conciertos, / facen unas a otras buenos pronunciamientos.

A través de los romances medievales y de las poesías juglarescas se ve que las canciones con que las doncellas y los jóvenes enamorados acompañaban las danzas de la festividad de Mayo tenían un carácter de alegría, festejando el amor con el renacer de la naturaleza, las flores y el canto de los pájaros.

Las fiestas, celebradas en el campo, eran presididas por una reina (la Maya), que dirigía la danza de las doncellas. En muchos lugares aparece ligado a estas conmemoraciones, el Árbol del Amor, árbol simbólico que representa al Amor creciendo, floreciendo y dando frutos. Aparecen también las guirnaldas, los ramos de flores y las enramadas.

Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana, al explicar la palabra Maya, dice que “es una manera de representación que hacen los muchachos y las doncellas, poniendo en un tálamo un niño y una niña, que significan el matrimonio, y está tomado de la antigüedad”. Y añade que en sus días (comienzos del siglo XVII) se había sustituido la cama por una mesa, “donde en lugar de dos se ponía sólo una niña o una mozuela muy adornada, y otras muchachas pedían para ella”.

Rodrigo Caro, en su libro Días geniales o lúdricos, escrito en 1626, dice así, refiriéndose a las fiestas de que tratamos:

“Júntanse las muchachas en un barrio o calle y de entre sí eligen a la más hermosa y agraciada para que sea la Maya, aderezándola con ricos vestidos y tocados, coronándola con flores o con piezas de oro y plata como reina, pónenle un vaso de agua de olor en la mano, súbenla en un tálamo o trono, donde se sienta con mucha gracia y magestad. Fingiendo la chicuela mucha mesura; los demás le acompañan, sirven y obedecen como a reina, entreteniéndole con cantares y bailes y suélenla llevar al corro. A los que pasan por donde la Maya está, piden para hacer rica a la Maya, y a los que no les dán, les dicen: Barba de perro / que no tiene dinero, y otros oprobios a este tono…”

Lope de Vega, que recogió mejor que nadie el eco de las supersticiones y costumbres populares, alude en varias de sus obras dramáticas a esta de elegir el primero de Mayo una reina entre las niñas del pueblo, y para lo cual las otras recogen dones y flores. Como alude asimismo a la costumbre de adornar con flores y enramadas las puertas de las mozas.

La fiesta de la reina Maya continúa durante todo el siglo XVIII. El Diccionario de Autoridades de 1734 la recoge, diciendo:

“Una niña, que en los días de fiesta del mes de mayo, por juego y divertimento, visten bizarramente como novia, y la ponen en un asiento en la calle, y otras muchachas están pidiendo a los que pasan den dinero por ella, lo que les sirve para merendar todas. Dióse este nombre por el mes de Mayo… Tanto duran las Mayas como Mayo”.

Según el Diccionario Castellano,  de Terreros y Pando,

“Maya llaman en algunas lugares a una muchacha a quien un mancebo, a quien llama ella su Mayo, regala y sirve por todo el mes de mayo con flores; adórnanse una y otra con ellas; de modo que se presentan con particular gracia, de donde se pronunció guturalmente después con esta significación: Majo, Maja en lugar de Mayo, Maya”.

 En Navarra quedan recuerdos de las fiestas de Mayo, de los cantares, las danzas, las enramadas, el árbol simbólico, y la elección de la Reina.

La fiesta de las mayas en Navarra

Un curioso ejemplo de tales fiestas lo encontramos en el pueblo baztanés de Arraioz (N), donde el último domingo de mayo celebran todavía la fiesta denominada Erregiña ta Saratsak, literalmente “la Reina y los Sauces”, pero que, como se ha explicado anteriormente, en realidad significa “la Reina y las Damas” [12].

Con la Guerra Civil terminó esta tradición popular, pero la integración en el ritual de ciertas connotaciones cristianas, como era su escenificación una vez finalizada la función religiosa de la tarde, ha sido, a juicio de Gurbindo [13], la causa de su continuación en los escasos lugares donde se ha conservado, por ejemplo en el pueblo ya mencionado de Arraioz (N), donde partiendo de los recuerdos de varias vecinas, algunas protagonistas de esta costumbre hacia 1922, permitió sesenta años más tarde su recuperación y estudio por el grupo de dantzaris Larratz de Burlada (N) [14].

Escenificación de «Erregiñe ta saratsak» a cargo de Larratz Dantzari Taldea. Arraioz (Foto: Beatriz Gurbindo)

Para preparar esta fiesta se reúnen las muchachas (de una edad entre doce y catorce años que ya han hecho la Primera Comunión). Según Paula de Anotxenea, la mayor de todas las vecinas consultadas, las que habían cantado y bailado otros años eran las encargadas de organizar la celebración del día. Después del Rosario, o de la función religiosa vespertina, se reunían las mozas, elegían a la Reina (Erregiñe), a dos Damas bailarinas  (saratsak, una de cada barrio), y a cuatro cantoras, y mientras una tocaba la pandereta y las demás cantaban, la reina y sus damas bailaban la dantza limpia (baile suelto). El Padre Donostia asegura que “la seriedad era condición indispensable para ganar el premio, es decir, el disfrute del dinero recogido” [15]. Mújica añade que las damas que hacían la corte a la Reina alfombraban el suelo en torno a su trono y que se hacía con rosas, aunque no en todos los pueblos baztaneses que mantuvieron la costumbre. Cuando alguien se acercaba, las chicas salían cantando, le daban una flor y le pedían un obsequio, que solía ser dinero que se guardaba en unas bolsitas que para ello llevaban colgando de la cintura [16].

Cuando la Reina y su séquito llegaban a una casa en el pueblo de Arraioz (N) se detenían ante la puerta cantando a doble tono la estrofa siguiente [17]:

Erregiñe ta saratsa  / Neskatxa-eder garbosa / Ela, ola etxekoandrea / Atera zaite leiora / Leiora ez bada atera.

Estrofa cantada a la llegada de la Reina y su séquito a una casa de Arraioz (Navarra)

 La estrofa coincide casi en todos sus términos con la que publica Caro Baroja en La estación de amor [18]:

Erreguiña ta saratsa / neskat xeder garbosa / Ela, ola etxekoandrea / atera zaite leyora / leyora ezpada atera,

(que se traduce por: “Reina y sauce, hermosa muchacha, ¡Ea!, dueña de la casa, sal a la ventana, y si no, a la puerta”), esperando que la dueña de la casa se asomase a la ventana o saliera a recibirlas. Mientras la etxeko-andre bajaba con el dinero, ellas tarareaban el estribillo en tanto la Reina bailaba una jota  con la compañía de la pandereta que tocaba una de ellas y servía para recibir la aportación:

Trián la ra, lara, ra la, / Trián la ra, la lay … / Trián la ra, lara, ra la, / Trián la ra, la lay,

Al obsequio recibido, con el que además de merendar comprarían dos velas rizadas para la Virgen, contestaban entonando esta coplilla transcrita por Elena Arizmendi [19]:

Zuk eman dakuzun orrekin  / Companak ere badaki / Zuk eman dakuzun / Diru eder orrekin / Eguiñen dugu tortxa bi.  / Tortxa oiekin arie [20] / Ariek argizerie. / Amalau milla Aingeruekin  / Paradisue sartzaitez ille [21], [bis]

Coplilla al obsequio recibido. Arraioz (Navarra)

que viene a ser: “Nos has dado pródigamente, lo sabe la compañía: con la bella moneda que nos has obsequiado haremos dos velas, éstas requieren hilo y el hilo cera: ojalá marches al paraíso con catorce mil ángeles”.

El Padre Jorge de Riezu, de Lekarotz (N), relataba que al amo generoso le agradecían el donativo diciendo entre otras cosas que su esposa tenía “siete sayas”, signo este por lo visto de buena posición [22].

Si por el contrario en la casa no salían a recibirlas o no les daban nada, cantaban entonces una melodía de maldición.

De ella Larratz ha recogido tres variantes: Una de María Laurnagaray, otra de Bonifacia Larraya (que se expresan en las partituras) y la tercera de Elena de Arizmendi [23].

 

Bonifacia Larraya:

Utzan utzan ishilik / Orrek ez din dirurik / Or di an bat boltsa zarra / Zorri zuriz beterik / Aramekio unemakio [ésta es fórmula de hechizo] / “Lepezurraus” balikio [debería decir Lepazurre austen]  / Ni mediku i barbera / Ez balizaio sendatzen.

María Laurnagaray:

[Los cuatro primeros versos son iguales] …. / Akio ta makio / “Lepezurrausten” balekio [Lepazurre austen]   / Ni mediku 1 barbera / Sendatun ez balekio.

Versión de María Laurnagaray. Arraioz (Navarra)

Versión de Elena de Arizmendi:

Utzan utzan ishilik / Orrez ez din dirurik  / Ordiarean bolsa zaar bat  / Zorri zurik beterik. / Akio ta makio / Lepazurre austen balakio  / I barber ta ni niniku / In arteraño / Sendatu ez balakio,

Que vienen a decir: “Dejadle, dejadle en paz; ésa no tiene dinero, y tiene el bolso lleno de piojos blancos, Akio y makio, ojalá se le rompa el hueso del cuello y no se le componga hasta que tú seas sangrador y yo médico”.

Es decir, les reprochan a los dueños de la casa no haber recibido nada de ellos, les llaman piojosos y les conjuran para que en breve tiempo les venga algún mal.

Seguidamente se encaminaban a la casa del párroco y entonaban la siguiente copla, poniendo en los huecos los nombres apropiados:

Seme zara […] Garzain-go  / Jaun Bikario […] Arrayoz-ko  / Eskuak ere konsagratuak  / gure Jaunaren alchatzeco [bis],

que, traducido, es: “Hijo eres de […] Garzain, y rector de […] Arraioz, las manos tienes consagradas, para alzar al Señor”.

Estrofa cantada ante la casa del párroco. Arraioz (Navarra)

Después de dar una vuelta por el pueblo se reunían las muchachas y separaban del dinero recogido una parte para las candelas, que alumbrarían la imagen de la Virgen, antes de las campanadas del anochecer (illun ezkila), y el resto se repartían por mitades entre la reina (Erregiña) y las damas de honor (Saratsak). Compraban dulces y los repartían a boleo (errapulutx) entre los niños que les seguían según costumbre.

A los que pasaban por el lugar les pedían su aportación con esta letrilla en castellano, que recuerda Bonifacia Larraya:

Ea, ea caballero / Eche usté un par de realitos  / Eche usté un par de realitos.

Coplilla cantada a los que pasan por el lugar (Bonifacia Larraya) Arraioz (Navarra)

Larratz Dantzari Taldea aporta en su estudio sobre la Erregiñe de Arraioz (N) las melodías y pasos bailables que acompañaban a las coplas [24].

Cuando la Erregiñe y su cortejo habían llegado a una casa y estaban esperando a la etxekoandre, bailaban una jota de tres partes que tarareaban las cantoras.

 

El primer paso se bailaba con la melodía:

Primer paso de la jota en la espera a la etxekoandre de la casa. Arraioz (Navarra)

Este paso era similar a un punteado normal, cambiando algún detalle. Las dos niñas estaban colocadas una frente a otra. Se bailaba con los brazos en alto.

Se comenzaba con el pie derecho que se adelantaba y marcaba un pasito a la vez que describía un arco hacia atrás hasta volver casi a la posición inicial. Después, se marcaban tres pasitos casi en el sitio, el primero en el pie derecho, luego el izquierdo y de nuevo el derecho. Se repetía el movimiento pero empezando esta vez con el pie izquierdo, y así alternativamente hasta cuatro veces.

El pasito y arco inicial tenían una duración de cuatro corcheas y los tres pasitos que siguen una corchea cada uno.

Posición inicial de pasitos en la jota

Melodía del segundo paso

 

 

 

 

 

Para el segundo paso la melodía era:

La ejecución era similar al primer paso pero hacia los lados en vez de hacia la compañera que estaba en frente.

Se comenzaba marcando una pasito con el pie derecho, separándolo y girando hacia la derecha a la vez que con el izquierdo se trazaba un arco, quedando este pie por delante del derecho (durante tres corcheas). En esta posición se marcaban tres pasitos (de una corchea cada uno) comenzando con el pie derecho, luego el izquierdo y de nuevo el derecho. Al terminar este movimiento la que bailaba quedaba vuelta hacia la derecha 90° respecto a la posición inicial. Se repetía lo mismo pero comenzando con el izquierdo y girando hacia este mismo lado (180° respecto a la posición anterior aproximadamente). Así sucesivamente hasta diez veces.

Giraba y quedaba como:

Posiciones del segundo paso

Melodía del tercer paso

 

 

 

 

 

 

El tercer y último paso correspondía a la melodía:

Se marcaban pasitos cortos alternando el pie derecho y el izquierdo. Se comenzaba marcando un pasito en el sitio con el pie izquierdo seguido de otro con el derecho que se adelantaba (respecto a la posición inicial) y de nuevo el izquierdo. Se repetía empezando ahora con el pie derecho que marcaba un pasito en el sitio, luego otro con el izquierdo (adelantado) y de nuevo el derecho. Así sucesivamente hasta que terminaba la música. Todos los pasitos tenían la misma duración (una corchea).

Mientras iban bailando, la Erregiñe con su cortejo avanzaban hasta ocupar el puesto de la otra y de nuevo al suyo, girando hacia la izquierda. Al final de la jota (que se repite) terminaban con una vuelta a la izquierda.

Posiciones del tercer paso

El repertorio de coplas, no obstante, era muy variado. Las había dirigidas a dueños y dueñas de la casa, viudos y viudas, mozos y mozas, sacerdotes y autoridades, forasteros euskaldunes y erdaldunes, generosos y tacaños. La cuestación no sólo se hacía por las casas, también, como se ha dicho, pedían al que se encontraban en su camino y al cura, al que cantaban una canción (con la misma melodía que las anteriores) acoplándola al lugar donde nació y a su oficio.

Azkue, en su Cancionero popular vasco, recogió de la informante de Arizkun, Francisca Irigoyen, la canción llamada de las Mayas, que ahora se transcribe y en alusión a la cual explicaba: “Todo el mes de mayo (aún los días de labor) se cantaba esto. Elegían por reina de la fiesta a una muchachita, ataviándola como mejor podían. Todo su cortejo era femenino. Daban por nombre a este regocijo y tradicional costumbre Erreginetako kantuek, “Cantos de (¿hacer?) reinas” [25]:

Si el cortejo se encontraba con muchachas, cantaban:

Txulufrina [26] ta (y) arosa / ¡oi ori eder [27] galanta! [bis] / Naparoako erege yaunak  / egin omendu promesa [bis]. / Iru seme dituelarik, / irurek bana (y) arosa [bis]; / etarik auta zuretzako da, / dontzela eder galanta.

Que en palabras de su traductor y colaborador Miangolarra, quiere decir:

Clavellina y ramo de flor / ¡qué gentil y guapa es esa! [bis] / Se dice que el rey[28]nuestro gran señor / la ha debido hacer promesa [bis]. / Tres varones tiene el señor, / cada hijo es una rosa [bis]. / Elige, pues, es uno de los tres / para ti, doncella hermosa [bis].

Melodía de txulufrina

Cuando el cortejo de la reina se encontraba con muchachos, cantaba con la misma melodía esta otra letrilla:

Ilara zaiku loratu / orainik ezta lekatu / ezkongaia zarelarikan / nari [29] zaitugu koplatu. [bis] / koplatu eta koplatu  / saria bildu bear dugu [bis] / gu ere neskatxa gazteak gara/ dotea bildu bear dugu [bis]

La copla quiere decir: “La arveja se nos ha puesto en flor, todavía no tiene vainas; puesto que sois casadero queremos dirigirle unas coplas. Entre coplas y coplas tenemos que recoger la recompensa. También nosotras somos muchachas y necesitamos reunir dote”.

A una mujer algo entrada en años cantaban:

Zaia duzu lereraiño / sederia erdiraino / zu bezalakorik ezta sortu / Sevilatik onoraino

Traducción: “Tenéis saya hasta el suelo, sedas hasta la cintura, otra como vos no ha nacido de Sevilla acá”.

A un hombre que se atravesaba en su camino le cantaban:

Zure andreak eranik  / zurekin dela mandatu,  / aspaldiko denbora untan  / eztela zurekin egondu.

Traducción: “Informados por vuestra señora de que con vos se desposó, [y] que hace ya tiempo que con vos no ha estado”.

A un arriero:

Agure ta erdi, ongi etori,  / jauna, beroren konpaini ori.  / Espero gintuen eztaietara  / eregina ta erege, / emezortzi kalonje, emeretzi priore: / eken guzien mantenitzeko egin beza fabore.

Traducción: “Anciano y medio, bien venidas, señor [seamos], a esa su compañía. Esperábamos para las bodas a la reina y al rey, diez y ocho calonges [canónigos], diez y nueve priores: para mantener a todos estos háganos merced”.

Si se encontraban con un sacerdote:

Oina tipi zapatapeko, / aztala xuri galtzetapeko,  / eskuak ere konsagratuak  / gure Jaunaren altxatzeko.  / Ezkilak erepikatzen, / yendea zer den galdetzen:  / emen eldu den apez yaun au / aingeruekin mintzatzen.

Traducción: “Pie pequeño bajo el calzado, blanco el talón bajo la calceta, también las manos consagradas para alzar a Nuestro Señor. Repican las campanas, la gente pregunta qué pasa: el señor sacerdote que viene aquí hablando con los ángeles».

A personas que hubiesen dado algo:

Eman duzu nobleki / mundu guziak badaki, / zuk eman duzun diru unekin  / eginen tugu tortxa bi. / Tortxak bear du aria, / ariak argizaria: / amalau mila aingeruekin  / paradisuan zar zaitezila.

Traducción: “Habéis dado noblemente, todo el mundo lo sabe: con este dinero que nos habéis dado haremos dos hachones. El hachón necesita hilo, el hilo necesita cera: que con catorce mil ángeles entréis en el Paraíso”.

A personas que vacilaban:

Ematekotan emazu,  / bertzela ezetz erazu, / gu unela idukitzeaz  / probetxurikan eztazu.

Traducción: “Si habéis de dar, dadnos; de lo contrario decid que no; con tenernos así a nosotras no tenéis provecho”.

A roñosos que no daban:

Utzan utzan isilik / orek eztin dirurik;  / badieraman bolsa zagar bat  / ari kiskorez beterik; / unetakoan ekariko din / zori zuriz beterik. / Akio eta makio / lepezura auts balekio; / ni barber mediku egin-artio,  / sendatu ezpalekio.

Traducción: “Déjale, déjale en silencio; ése no tiene dinero; lleva una bolsa vieja llena de piedrecitas; al volver ha de traerla llena de piojos blancos. Dale y dale por si se le rompiera el espinazo; hasta que yo me haga barbero o médico ojalá no se cure”.

En Arraioz (N), el atuendo de la reina y de sus damas era el que se describe a continuación, según datos recogidos en el pueblo por Larratz Dantzari Taldea en 1982.

La Erregiñe vestía de blanco, utilizando para ello lo mejor que había en la casa. Como se comprenderá, no siempre vestía igual y hay que destacar que de unos años a otros cambiaba algún detalle.

Concretamente, referente al tocado de la cabeza, había de varios tipos. Paula recordaba que las reinas llevaban un sombrero de paja sin forrar adornado con flores (claveles blanquirrojos y otras flores de bonitos colores). Este sombrero, según otra informante,  María Laurnagaray, era del tipo “canotier”. Sin embargo, Rosario Karrikeburu, unos veinte años más joven que Paula, apuntaba que ellas mismas iban a buscar matas de saratsa para hacer coronas en las que ponían flores. Según Bonifacia Larraya llevaban un pañuelo blanco en la cabeza y sobre él la corona de flores.

Cuando bailó Ernestina Echandi, lo único que llevó en el pelo como adorno fue una banda ancha de papel de seda formando un lazo. En las fotografías conservadas se aprecian reinas con corona y, en otra ocasión, sin ningún adorno en el pelo.

Para el vestido buscaban las mejores prendas de la casa, lo que por regla general coincidía con el vestido de Primera Comunión. Paula recordaba que llevó una blusa blanca de cuello alto ribeteado con volante estrecho y en el delantero entredós y pasacintas estrecho formando pico; la falda se hizo con una saya de una tía suya, que llegaba por debajo de la rodilla y terminaba en volante. Rosario Karrikeburu opinaba que también podría hacerse con una sobrecama. En alguna ocasión las reinas llevaron bolsitas blancas adornadas con puntillas para recoger el dinero. Se cerraban con cuerdas y se llevaban colgando de la cintura. En este mismo sitio, donde coincidían la falda y la blusa, se colocaba una cinta ancha de un tono y se anudaba a la espalda formando una lazada.

Calzaban zapato bajo de color negro, blanco o alpargata, también blanca, concretamente las que llevó Paula de Anotxenea estaban adornadas con cintas y con una borlita en la parte delantera. Las medias eran de punto inglés blancas o calcetines del mismo color un poco más altos que el tobillo.

Las cantoras vestían casi igual que un domingo cualquiera o como las otras mozas del pueblo, pero se distinguían por una cinta que se colocaba cruzada desde el hombro a la cadera contraria donde se anudaba o se formaba una lazada, e iba adornada con flores. La cinta que conservaba María y que era muchas veces requerida para esta ocasión, era ancha (de unos 18 cms.), hecha de un material similar a la seda pero más consistente y terminaba en borlitas del mismo tono “Burdeos” que la cinta; otras terminaban en flecos. El pelo, si lo llevaban largo, lo recogían en moño o con trenza que luego recogían en la nuca, porque, según Paula, ya era edad de recogérselo. En ocasiones lo adornaban con cintas de seda formando un lazo que sobresalía a ambos lados de la cabeza.

Una de las cantoras toca la pandereta y las otras cantan. Al oír la canción, la Erregiña y las Saratsak, dan comienzo a su “dantza limpia” (baile suelto).

La recuperación de esta tradicional cuestación ha sido posible en Arraioz gracias a la contribución de Rosario Karrikeburu y Asunción Laurnagarai, que fueron sus protagonistas en la niñez, a la coreografía que conoció Elena de Arizmendi, a  la colaboración de Josune Makibar, soprano de la Coral de Elizondo, que enseñó a las nuevas mayas a cantar las letrillas de siempre, y al interés del folklorista local Valentín Barragán Collado.

Añade el folklorista Irigaray una variante que existió en el pueblo, también baztanés, de Arizkun (N) hasta 1929, donde la fiesta de Maiatzako erregiña (la Reina de Mayo), tenía lugar durante los domingos del mes de mayo [30]. Esta fiesta se recuperó en 1983 gracias a la labor del Elkartasuna Dantzari Taldea. Se reunían las muchachas y elegían una reina, la vestían y adornaban con mucho gusto: la ponían en una silla muy adornada y la paseaban así por el pueblo, parándose en determinados sitios para hacer la colecta mientras cantaban [31] con letras alusivas, según la clase a la que se dirigían y según también la munificencia de la persona obsequiada en la canción.

En prueba de agradecimiento cantaban:

Eman duzun nobleki / mundu guziek badaki / zuk emanikako diru orrekin / inen tugu tortxa bi / tortxak bear du aria / ariak argizaria / amalau milla aingeruekin  / zeruen sar zaitezila.

El filólogo Felix Otano traduce este texto de la siguiente manera:

Nos has dado pródigamente, lo sabe todo el mundo: con ese dinero que nos has dado haremos dos velas, éstas requieren hilo y el hilo cera: que entres en el cielo con catorce mil ángeles.

Si no eran correspondidos en la petición, se despedían con el:

Utzen utzen ixilik / orrek ez tin dirurik / or dieraman bolsa zagar bat  / arri koskorrez beterik. / Iki oko / lepaezurre aus balakio  / i barber ta ni mediku / in artaño  / sendatu ez balakio.

Que traducido por Félix Otano significa:

Dejadle, dejadle callando; ésa no tiene dinero, lleva una bolsa vieja llena de pedazos de piedras. Dicho y hecho ojalá se le rompa el hueso del cuello y no se le componga hasta que tú seas cirujano (sangrador) y yo médico.

Con el beneficio de la cuestación, reina y damas se reunían a merendar o el importe lo entregaban para algún fin piadoso, como en el caso de Lasarte (G equivalente a Gipuzkoa en adelante), donde, según Lecuona, las recaudaciones se destinaban a la parroquia en el último cuarto del siglo XVI [32].

En Doneztebe-Santesteban (N) existía la misma costumbre, bajo el nombre de Maia-besta (Fiesta de Mayo). Se celebraba el 1 de mayo y domingos siguientes, cantándose las mismas coplas.

Un origen similar pudo tener una costumbre que hubo en San Martín de Améscoa (N); el primer día de mayo las chicas escolares elegían mayordoma y salían por las casas, portando en brazos la imagentita gótica tallada en agin (tejo), de 21 cm de altura, de la Virgen de la Misericordia. Recogían donativos que destinaban a una merienda en la casa de la mayordoma.

Derivaciones del ritual: las nenas angelicas

En nuestros días se guarda su recuerdo en conmemoraciones tales como la colocación del mayo el día de la Santa Cruz, la víspera de San Juan o el día de Santa Bárbara. Por ejemplo, en Urzainki (N), Valle de Roncal, entre mayo y junio (probablemente el día del Corpus Christi), los niños hacían una ofrenda floral a la Virgen vestidos de blanco [33]. En barrios donostiarras y poblaciones de su entorno las “mayas” pasaron a ser niñas “ángeles” que repartían rosas y recogían limosnas [34].

Estas y las celebraciones que analizaremos a continuación pudieron ser “adaptaciones” de las antiguas “mayas” [35]. Por ejemplo, en Pamplona (N), en 1918, organizada por el sacerdote Cipriano Olaso, la sección de niñas de la Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús, con sede en el monasterio de las Salesas, celebró una procesión. Con dos “larguísimas” filas de niñas, salió a las 4.30 de la tarde de la iglesia de Recoletas con las imágenes del Corazón de María y del Sagrado Corazón de Jesús. Recorrió parte del Casco Antiguo desde la plazuela de Recoletas hasta la iglesia de las Salesas, con parada en la plaza de San Francisco donde se leyó la consagración al Corazón de Jesús.

Una pervivencia del rito de las mayas, que se generalizó en el siglo XIX, es el que se ha llamado Ejercicio de las flores, que tenía lugar en las iglesias los domingos por la tarde del mes de mayo o mes de las flores, que menciona Jimeno Jurío [36], y analiza con mayor profundidad Gurbindo [37], cuyas protagonistas en Navarra eran las nenas angelicas.

Niñas angelicas de Burlada en 1914 (Colección de Juana María Goñi)

Eran llamadas así las que participaban en los homenajes y ofrendas florales tributados a la Virgen, término relacionado con la pureza de las niñas pre-púberes que los protagonizaban (aunque en Viana, N, excepcionalmente fueron niños “angelicos” los participantes) [38]. La costumbre gozó de gran arraigo y presencia en numerosas localidades navarras. Todavía en Arraitz (N) mantienen viva la tradición.

Lo que anteriormente era concebido como el momento propicio para ensalzar el amor y la vegetación a través de sus fiestas, con la cristianización pasa a ser el mes del amor a María, el tiempo dedicado a la Virgen. Las enramadas colocadas en la ventana de la amada se irán trasladando a la puerta de la iglesia, los halagos que, en forma de canción, dedicaban los “mayos” a las mozas del pueblo fueron dedicadas a la Madre de Dios, y la ceremonia del árbol de mayo es fácilmente identificable en las posteriores fiestas de las cruces de mayo [39].

La conexión entre la tradición de las “mayas” y las “nenas angelicas” queda manifiesta por la continuidad del importante protagonismo desempeñado en la ceremonia por las niñas que no han alcanzado la pubertad, sin olvidar otra serie de rasgos comunes como son la vestimenta y la indispensable presencia de las flores en la ceremonia (como han puesto de relieve investigaciones de Jimeno Jurío y Usunáriz Garayoa). Este último plantea que en muchos casos las mayas habrían pasado a integrar el cortejo de las procesiones de la Cruz de Mayo (día 3 de ese mes) o como oferentes de flores a la Virgen en las eucaristías celebradas los domingos de dicho mes, siendo conocidas estas niñas en el ámbito navarro como “las angelicas” [40]. Esto sería consecuencia de la adaptación cultural que trae el paso de los siglos y de la asimilación por la Iglesia de las costumbres paganas al rito católico, según la doctrina de la “acomodación” predicada por el papa Gregorio Magno en el año 601 [41].

En Navarra se denomina de este modo a sus participantes. Las “angelicas” tendrían su correspondencia en las “niñas ángeles” que en los barrios donostiarras y poblaciones circundantes repartían rosas y recogían limosnas [42]. En el área oriental de la provincia de Cantabria (por ejemplo en Carasa), las chicas que durante el mes de María ofrecían flores a la Virgen eran conocidas como “mayas-niña” [43], y en Galicia existe el baile de “las penlas”, que no son sino unas niñas vestidas con un traje blanco, el cual les queda por encima de la altura de las rodillas, y que engalanadas con unas pequeñas alas a sus espaldas participan en los actos de celebración del Corpus Christi [44]. En tal festividad dos pequeñas niñas aladas, a modo de “angelicas”, precedieron al Santísimo en la procesión de Pamplona al menos hasta la década de 1940.

Sin salir de Navarra, en Sangüesa, y en el mes de mayo, fecha en la que también en esta ciudad celebraban las Ofrendas de las Hijas de María, nos encontramos con una variante de las “nenas angelicas” como era la festividad de la Divina Pastora, tradición en la cual las protagonistas eran unas niñas “muy crías, que vestidicas de pastoras” y adornadas con flores honraban a la Virgen [45].

Aunque existe constancia de la tradición de las “angelicas” en Navarra desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la década de los setenta de la pasada centuria, el momento de más auge de esta celebración coincide con el período que va desde los primeros años de posguerra hasta mediados del siglo XX. Su celebración se constata mayoritariamente en las pequeñas localidades de la Comarca de Pamplona y en la zona montañosa de la Comunidad Foral, así como en parte de la Merindad de Estella, en algunas de las cuales existió la costumbre de las “mayas”, de  modo que cabe pensar que algunas de sus pautas pudieron influir en el proceso de configuración de estos nuevos ritos [46].

El grupo de “angelicas” lo componían todas aquellas niñas de la localidad que aún no hubieran recibido el sacramento de la Comunión (11 ó 6 años de edad en el periodo de mayor práctica y a lo largo del siglo pasado en función de las disposiciones eclesiales acerca de la recepción de la Eucaristía, aunque eran admitidas niñas de menor edad como preparación a recibirla por primera vez), que estaban dirigidas por las solteras de la localidad en su condición de Hijas de María. Ellas enseñaban a las niñas su posición respecto a la figura de la Virgen, a hacer la reverencia y ofrecimiento floral cuando llegase el momento indicado y a ensayar los cantos que se le dedicaban a la Señora. Respecto a la canción, lo más habitual era recitar las estrofas del Venid y vamos todos:

Estribillo:

Venid y vamos todos, / con flores a porfía, / con flores a María, / que Madre nuestra es. / Con flores a María, / que Madre nuestra es. / De nuevo aquí nos tienes, / Purísima Doncella, / más que la luna, Bella, / postrados a Tus pies.

Estribillo.

Venimos a ofrecerte / las flores de este suelo. / Con cuánto amor y anhelo, / Señora, Tú lo ves.

Estribillo.

Por ellas Te rogamos, / si cándidas Te placen. / Las que en la Gloria nacen, / en cambio, Tú nos des.

Estribillo.

Pero también era costumbre en algunos lugares preparar unas letrillas de modo expreso para la ocasión. Tal es el caso de Labiano (N), donde se recitaban a la Virgen los versos siguientes [47]:

Los espíritus celestiales / con un coro angelical / te saludan oh María / Virgen pura, Virgen pura, sin igual. / Buscando en la pradera / flores para tu altar / mirando la hierbecilla / sólo violetas, sólo violetas / pude encontrar.

Por lo general la indumentaria era en todas las poblaciones la misma. Todo el atuendo era de color blanco y la pieza principal era un vestido similar al usado en la Primera Comunión, pero bastante más corto, quedando la parte baja a la altura o por encima de las rodillas. La cabeza se cubría por la parte de atrás con un delgado velo de tul, pero siempre rematada con una corona floral, y en las piernas se llevaban leotardos o medias altas [48]. La procedencia de los vestidos cambiaba de unas localidades a otras. En unos casos, estos eran propiedad de la parroquia, y en otros pertenecían a cada familia. Generalmente, en las casas más pudientes cada niña tenía el suyo propio, pero también era habitual heredarlo de las hermanas mayores.

Tras la ceremonia, lo habitual era recompensar a las muchachas con una merienda que se saliera de lo normal, como unos panecillos remojados en agua azucarada o unas simples galletas, aunque, en algunos lugares, de la misma forma que ocurría tras la celebración de la Comunión, era habitual que las “angelicas” recorrieran las casas del pueblo demandando un pequeño donativo. Con lo recaudado se podía hacer una merienda, o bien reunir los céntimos necesarios para comprar el emblema de las Hijas de María.

En el pueblo de Arre (N), del valle de Ezkabarte, donde las “angelicas” dejaron de existir a principios en la década 1960, pasaron su infancia tres de las informantes entrevistadas por Ricardo Gurbindo Gil: Pilar Gurbindo (1931) y las hermanas Loli (1953) y Gloria Gil (1955). Pese a la diferencia de edad, apenas se producen variaciones en las principales características de la ceremonia llevada a cabo en los domingos del mes de mayo. Pilar rememora cómo, durante los años de su niñez y juventud, la poca vida social que existía en el pueblo estaba condicionada por las actividades desarrolladas en torno a la Iglesia. “La vida era muy pobre. Las personas mayores, a misa por las mañanas a diario; lo demás trabajar, todo trabajar. Los pequeños, la catequesis, la doctrina, a diario también, antes del rezo del rosario, que se rezaba durante todo el año. La posguerra también influyó mucho, todo estaba muy limitado”. El vivir en este ambiente hacía de la novedad que tenía lugar en las celebraciones dominicales del mes de las flores un momento especial para el vecindario, y más en concreto para las niñas que participaban en los actos, pues “hacía el día de fiesta mucho más alegre”.

A la oración vespertina de los domingos acudían las asociadas de las Hijas de María con sus medallas y emblemas, y tras el rezo “se ofrecían las flores a la Virgen, en eso consistía, era una ceremonia de ofrecimiento. Cada domingo eran cuatro niñas, con unos ramitos de flores parecidos a los que llevan las novias, pero menos elegantes; unas ramitas verdes, unas pocas florecitas y algún lacito u otra cosa para sujetar un poco los tallos”. Esta sencilla escena, que rompía con la monotonía acostumbrada, se veía reforzada con la procesión celebrada el último domingo del mes en la que se sacaba la imagen de la Virgen, la cual iba rodeada por cuatro de estas pequeñas “angelicas”. La época en que Pilar participó de la tradición, se turnaban entre todas las niñas del pueblo, “y si hacía falta, por no haber muchas niñas ese año, se repetía. Nos vestían con un vestidito sencillo, medias y zapatos; todo blanco. La cabeza cubierta por un tul”.

Al acabar la función religiosa recibían en Casa Garralda como merienda un vaso alto de agua con un “bolao” de azúcar en su interior. Algo antes, en la década 1930, sólo recibíeron algunos caramelos y el gasto se reducía a comprar los vestidos, o más bien a hacerlos en casa (lo que posibilitaba no se hiciesen distingos sociales), que se reaprovechaban para traje de la Primera Comunión, incluso para vestir los domingos y días de fiesta. Los ramos de las “angelicas” o para adornar la iglesia procedían de los jardines de las casas.

Una vez la presidenta de la asociación hubiese elegido a las niñas que iban a ejercer de “angelicas”, comenzaban los preparativos.

Las informantes recuerdan:

“Los ensayos se hacían entre semana, pues estábamos todos los días alrededor de la iglesia, si no era en la doctrina, pues jugando en el atrio. Doctrina había a diario, fueras a hacer la comunión o no, daba igual la edad, y luego, de árbol a árbol, don Guillermo, el cura, ponía una cuerda y jugábamos a la “zámbala” [columpio], estábamos bien a gusto, pasábamos ratos y ratos. Todos los días se rezaba el rosario también. Es lo que había, ni te lo cuestionabas, no había otra cosa y eso hacías, pero tan contentas”.

Cuando llegaba el momento de poner en práctica lo ensayado, “ese día nos sentaban a las cuatro que éramos angelicas en el medio de la iglesia, y al acabar el rosario nos acercábamos a la Virgen, que, aunque de normal estaba en un lateral, en ese mes la sacaban de su sitio y la ponían en el altar, siempre adornada con flores. La iglesia se adornaba también con los estandartes de las Hijas de María, bordados con la Inmaculada en el centro y sujetos a un soporte vertical para luego poder sacarlos también a la calle el día de la procesión”. A continuación, “nosotras y el resto de la iglesia cantábamos Con flores a María, levantábamos el ramo de flores, luego nos dábamos la mano y ya volvíamos al sitio. Eso en el rosario todos los domingos de mayo. Primero nos poníamos de frente, luego nos girábamos hacía la Virgen, y al acabar inclinábamos la cabeza, nos dábamos la mano y volvíamos al sitio. El último domingo a la tarde, a modo de despedida, se sacaba la Virgen por el pueblo en procesión y se daba toda la vuelta”.

En el caso de Burlada (N), pueblo -hoy ciudad- apenas distante 3 km de Arre, la costumbre se mantuvo hasta 1970-71, pero ello fue debido a los desvelos de una Hija de María, Josefa Ardanaz, de Casa Sholdau, antiguo Palacio del Arcediano contiguo a la vieja iglesia parroquial. Las niñas que se situaban ante al altar con sus ramos de flores eran las de 4 años. Tras entrar en el templo en fila para situarse frente a la imagen de la Virgen, destacada del altar para la ocasión, permanecían en pie mientras se entonaba el Venid y vamos todos. Al llegar al punto en el que se cantaba con flores a María, levantaban los ramos haciendo una pequeña reverencia. En el tiempo de espera recibían dos galletas María y, en el caso excepcional de una de nuestras informantes, recibió de la celadora “una bolsa de bombones”.

La procesión celebrada el último domingo de mayo, en la que las “angelicas” acompañaban a la Virgen, era la ceremonia que servía de colofón a los actos de homenaje llevados a cabo en la iglesia durante las jornadas dominicales del mes. En la festividad del Corpus Christi era habitual también la implicación de las niñas “angelicas” en la comitiva que acompañaba al Santísimo. Juana María Goñi (1966) indica que “participábamos situándonos por delante de las niñas que habían hecho la comunión, y llevábamos una cesta con pétalos de rosas que lanzábamos al aire antes del paso de la procesión”.

En algunas poblaciones navarras -tal como Zubieta en el Alto Bidasoa- la tradición de las “nenas angelicas” se ha conservado, aquí con su traducción al vascuence, maiatzeko aingeruak.

Las hermanas Esandia de Arraitz-Orkin: María (segunda por la izquierda) e Itziar de mayordoma (con chaqueta roja), 1980 (Álbum familiar)

Otra población donde perdura es Arraitz-Orkin (N), en la municipalidad de Ultzama. En ella, María Teresa Huarriz (1937) y dos de sus hijas, Itziar (1961) y María (1975) Esandia, comenzaron a participar en este acto “de bien pequeñicas”,  con tan solo 3 años de edad, y continuaron “hasta ser mozas, con doce años o así. Se iban soltando los pliegues de abajo y hasta que el vestido se quedaba chiquito y no te entraba”.

La preparación para el día de la ceremonia comenzaba antes de acabar el mes de Abril: “el fin de semana de antes nos repartían los versos que teníamos que recitar y, así, durante la semana nos los aprendíamos”. Las encargadas de instruir a las niñas, generalmente cuatro, y de organizar todo lo necesario para la celebración eran las mayordomas, que eran dos jóvenes del lugar que cambiaban cada año. “Solían ser chicas que salían de la adolescencia, sobre los 18 años”. Entre sus cometidos estaba el de tener los vestidos limpios y a punto, preparar cada semana los versos a las niñas que hacían de “angelicas”, hacer los ramilletes de flores que éstas portaban y organizar la merienda que tenía lugar el último domingo del mes.

Los vestidos utilizados en Arraitz (N) son propiedad de la parroquia y, haciendo los arreglos y ajustes pertinentes, diferentes generaciones de niñas han hecho uso de ellos. Son ropas de calidad. Las confeccionaron las hermanas Baraibar, de Casa Conderena, principalmente. Una particularidad del traje son los pliegues que tienen entre la manga y la trasera simulando unas pequeñas alas.

Aunque el fondo y el significado de la ceremonia sigue siendo el mismo, sí que de una generación a otra se aprecian cambios en la organización y exteriorización del ritual. Si antes la entrada de las “angelicas” en el templo era más teatral, tras una serie de toques de campana para reunir a la feligresía, que esperaba en el atrio a las tres y media de la tarde para el rezo del rosario, ahora se actúa de forma más natural, el rito se lleva a cabo tras la Eucaristía de los domingos del mes de mayo. Por lo demás, el ritual no difiere del de otras poblaciones donde se siguió tal costumbre, salvo que en esta de Arraitz se declaman de memoria –“despacio, alto y fuerte para que se oyera en toda la iglesia”– unos versos que entregaban las mayordomas, a veces para ser dialogados entre las niñas.

Ricardo Gurbindo aporta una muestra de tales versos [49]:

Como soy tan pequeñita / y tengo tan poquita voz, / no dejaré de decir: / ¡Viva la madre de Dios! * * * / Debajo de mi ventana, / tengo plantada una flor, / para que la lleves lozana, / dentro de tu corazón. * * * / Eres palomita, bella flor, / estrella y dulce amor. / Eres la flor más bonita, / que guarda mi corazón. * * * / Como rosas recientes, / que han brotado en un blanco rosal, / nos ponemos al pie de tu altar. / De blanco vestidas hemos venido hoy aquí, / y ahora reunidas ofrecernos a ti. * * * / ¡Adiós Madre! / Aunque las flores / que nuestro amor te ha ofrecido, / su lozanía ha perdido / y ha agotado su olor, / no se ha agotado el cariño / que para ti guardamos. / ¿Agotarse? ¡no te amamos / cada vez con nuevo ardor!

Desaparecidas las mayordomas, su papel lo han asumido las madres de las criaturas, quienes, además, se ocupan de preparar sus ramilletes de sauquillo (“bolas de nieve”) y de engalanar y peinar la imagen de la Virgen. Terminada la función, recibían como premio unas pocas chucherías o, quizá, alguna moneda de la colecta. En la década 1940 podían recibir un pañuelo bordado y varias décadas después una cartera o una agenda. Aun así, el mayor premio se recibía el último domingo del mes, tras la procesión por el pueblo que daba fin al ciclo de ofrendas: “Ese día se hacía una merienda en casa de una de las dos mayordomas. Nos juntábamos las que habíamos hecho de angelicas, las dos mayordomas, la sacristana y la hermana del cura; unas diez o doce. Las mayordomas eran quienes preparaban lo que se fuera a comer y un regalo que nos daban a las angelicas”.

Tanto en el pasado como en la actualidad, la primera intervención de estas niñas se lleva a cabo el día uno de mayo, pues en ese día se celebra la fiesta de hermanamiento entre todos los pueblos del valle, con motivo de la romería de la Virgen de Belate, a la que las “angelicas” halagan con sus versos, y vuelven a aparecer en la procesión del Corpus Christi, encargándose de echar pétalos de rosas al paso del Santísimo.

Sin una relación directa con la tradición de las “angelicas” observada en estos pueblos, en el de Lerga (N) se mantenía a mediados del siglo XX una costumbre de concomitancias parecidas. Cada año, explica Madoz, al llegar las primeras comuniones, las chicas que habían comulgado en años anteriores se vestían de ángeles para presentar en el altar a los nuevos comulgantes. Pero ser ángel no era nada fácil y había que ensayar. Vestidos largos blancos y fluidos, tules finos a la espalda que descendían desde una especie de corona en la cabeza, alas respetables apuntando al cielo, sujetas a la espalda y cubiertas de algodones vaporosos y plumas finas y blancas pegadas. Se trataba de acompañar a los comulgantes desde más atrás del presbiterio de la iglesia hasta el altar. Como la puerta del templo era estrecha, se hacía infranqueable para las alas, por lo que había que emplear dos parejas de ángeles una hasta la puerta y otra hasta el altar y vuelta.

Bibliografía

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Nota informativa: las fotografías que aparecen en este artículo han sido cedidas cortésmente por el historiador Ricardo Gurbindo Gil y su familia. Asimismo agradezco a Juana María Goñi, de Burlada y a la familia Esandia Huárriz, aquellas otras que ilustran este trabajo. Hago constar mi agradecimiento también al filólogo Félix Otano Zaratiegui por su colaboración en la traducción de las coplillas aportadas por Irigaray. Los gráficos han sido tomados de las distintas publicaciones citadas en el texto.

Esta investigación forma parte de la redacción del Calendario tradicional festivo y religiosidad popular para el Atlas etnográfico de Vasconia, en preparación por los grupos Etniker.

Fotografía de la portada: Beatriz Gurbindo. Cortesía de Ricardo Gurbindo Gil.

Notas

[1] LARRAMENDI (1853): II, 155. Esta forma de llamarla -añade Caro Baroja- “indica de una manera clara y precisa que estamos ante la tercera representación del mes: la primera era el árbol; la segunda, el hombre o pelele; la tercera, la muchacha” cuyo aspecto vamos a describir: CARO BAROJA (1979): 52.

[2] CARO BAROJA (1979): 52; JIMENO JURÍO (1990): 49.

[3] CARO BAROJA, J. (1971), 309-310; MÚJICA, S. de (1913) 277-281.

[4] USUNÁRIZ GARAYOA (1996): II, 506.

[5] MÚJICA (1913): III, 1913, 277-281; JIMENO JURÍO (2006): 51, 272-275; Fiesta de las Mayas: http://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/es/fiesta-de-las-mayas/ar-53002-143251/

[6] CARO BAROJA (1971): 309-310; JIMENO JURÍO (1990): VII, 258-259.

[7] HORNILLA (1981).

[8] Una visión más amplia del “mayo” en  CARO BAROJA (1979): 29-51. James George Frazer era de la opinión de que el árbol de mayo estaba en relación con una mentalidad mágico-animista que creía en la influencia del espíritu del árbol en el espíritu del hombre, y también de las cosechas y los animales.  FRAZER (1980).

[9] IRIGARAY – CARO BAROJA (1946): II, 423-429. De donde se deriva la equivalencia de mayo con majo y de maya con maja: JIMENO JURÍO (2006): 51, 272-275; CARO BAROJA (1979): 69-73.

[10] IRIBARREN (1944): XVII, V, 393-420. Estos y los siguientes datos sobre el origen de las mayas en España los toma este autor de GONZÁLEZ PALENCIA – MELE (1944); ver también GARMENDIA LARRAÑAGA (1982/83): 103-106.

[11] “Sabemos -dice Violet Alford- lo que era el rito de la primavera por los escritores de la antigüedad, que ya deploraban su decadencia. También por los ritos actuales y precedentes que no pertenecen al cristianismo; particularmente los que fueron descubiertos por los españoles en Méjico. Su verdadero propósito era asegurar la renovación de la Naturaleza por medio de la magia, y se componían, por regla general, de los siguientes elementos. Primero: una procesión que visitaba todo el pueblo a fin de que todo el mundo pudiera participar en ella. Segundo: un elemento representativo de la Abundancia, sea animal, humano o simbólico, tal como un árbol, un mástil o emblema fálico (hablando de la fiesta de Donistus dice Plutarco, “nuestros padres celebraban la fiesta sencillamente, con jovialidad, había una procesión, un jarro de vino y una rama verde”). Tercero: jóvenes sacerdotes bailadores, v. gr. Los Kuretes que en la Creta 300 años antes de Jesucristo y delante del “altar bien cerrado” saltaban para obtener “jarros bien llenos de vino, rebaños de mucha lana… vergeles de frutos… jóvenes ciudadanos”: ALFORD (1931): 379). Múgica amplía las celebraciones por la irrupción de la naturaleza a las culturas india, fenicia, griega e israelita, aunque él no duda en situar su origen en la antigua Grecia, de donde pasó a Roma e Hispania: MÚJICA (1913): III, 57,  277/279.

[12] La descripción se debe a IRIBARREN (1944): XVII, V,1944, 393-420. El Padre Donostia explica en 1916 que este ritual se seguía “todos los días, y después de terminada la clase, corrían las Reinas a vestirse de tales”. En Elgorriaga (Alto Bidasoa) -afirma- “esta fiesta se celebra todos los domingos del mes”: DONOSTIA (1916): VI, 241-252.

[13] GURBINDO (2017): 91, 2017, 12.

[14] LARRATZ DANTZARI TALDEA (1982): 14, 471-487. Las personas consultadas fueron: las hermanas Amiano, de Elizondo; Mari Carmen y Javier, de la Joyería Arrieta, de Elizondo; y las vecinas y vecinos de Arraioz María Laurnagaray, de la Casa Etxetxipía; Asunción Laurnagaray, residente en Pamplona; Paula, de Casa Anotxenea; Bonifacia Larraya ; Martina Goñi; Rosario Karrikeburu; Ernestina Echandi, residente en Tolosa (G); Salvador Echandi ; Mariano Izeta, de Elizondo; y Jorge de Riezu, de la comunidad de padres capuchinos de Lekarotz. Las fotografías utilizadas por los investigadores fueron sacadas por Salvador Bengoechea, de Arraioz.

[15] DONOSTIA (1916): 241-252.

[16] MUJICA (1913): III, 277-281.

[17] Versión de las vecinas y vecino de Arraioz María Laurnagaray, Salvador Echandi, Bonifacia Larraya, Paula de Anotxenea. Con esta primera tonadilla, las mozas invitan al ama (etxekoandrea) para que se asome. La palabra SARATSA que aparece en el primer verso no tiene una traducción muy clara. Parece ser que admite dos posibilidades, una de ellas “sauce” y la otra “compañera” de las Reinas. En Arraioz se denomina saratsa a un arbusto, el primero que florece en primavera. En relación a esta posibilidad, Rosario Karrikeburu recuerda que cuando ella era protagonista de esta fiesta, iban por los alrededores a recoger ramas de saratsa que trenzaban y luego adornaban con flores colocándolas después en la cabeza a modo de corona.

[18] CARO BAROJA (1985): 52-53. Hay que señalar que la canción de cuestación que recoge Elena Arizmendi Amiel en su libro Vascos y Trajes no es conocida en Arraioz. Su texto es este: Erreguina ta saratsa / Euskera onari aintza  / Nafarroako erregue jaunak / Egin omendu promesa / Emanen dizu biotza: ARIZMENDI AMIEL (1976).

[19] ARIZMENDI AMIEL (1976).

[20] Variante: Torchak bear du arie.

[21] Variante: paradisuan sartu dedille.

[22] RIEZU (1973).

[23] La música en el caso de las dos primeras es la misma, cambiando alguna frase y las palabras que se utilizan como conjuro o maldición; así María cantaba para ello: “Akio ta makio” y Bonifacia: “Aramekio unemakio”.

[24] LARRATZ DANTZARI TALDEA (1982): 14, 39, 471.

[25] AZKUE (1990); reproducido también en HIDALGO (2013): II, (1361), 1374-1377.

[26] Del francés julafrie?

[27] Abuja, dijo la cantora, por galanta.

[28] Al de Navarra se refiere el original, prueba, según Irigaray, de que es una letrilla muy vieja: IRIGARAY – CARO BAROJA (1946): II, 4º, 426-428.

[29] Por nai. Figura también en otras canciones baztanesas.

[30] IRIGARAY (1933): 2, 130-135.

[31] Es la misma costumbre seguida en Andalucía según recoge CARO (1884), 283-284.

[32] LEKUONA (1949): 4, 110.

[33] ORDUNA PORTÚS (2018): 19.

[34] JIMENO JURÍO (1990): 49.

[35] De nuevo JIMENO JURÍO (1990): 49.

[36] JIMENO JURÍO (2006): 51, 272-275.

[37] GURBINDO (2017): 91, 2017, 7-41. El autor afirma: “Para llevar a cabo nuestro objetivo … hemos contado con el testimonio de mujeres de diferentes edades que en su infancia participaron en el rito”.

[38] LABEAGA MENDIOLA (1997): 70, 2-21.

[39] GONZÁLEZ CASARRUBIOS (1981): 22, 29.

[40] USUNÁRIZ GARAYOA (1996). Roscales insiste en este punto de asociar las Mayas a la festividad cristiana de la Santa Cruz, que como tal se ha celebrado en la práctica totalidad del territorio español, si bien con más frecuencia en tierra del sur, aunque en las del norte se conocen diversidad de casos. El ritual de la Maya lo han escenificado varios dramaturgos españoles como Lope de Vega, Luis Quiñones de Benavente, Antonio Zamora, Antonio Hurtado y Valhondo, y Leopoldo Cano y Masas: ROSCALES SÁNCHEZ (2004): 26, 448 y ss.). Afirma Caro Baroja, que esta modalidad de fiestas de mayo se encuentran igualmente extendidas por toda Europa, donde las cuestaciones efectuadas por muchachos y muchachas, llevando flores y guirnaldas el uno de mayo, y la elección de la Maya, eran costumbres muy generalizadas: CARO BAROJA (1979): 112 y ss.

[41] USUNÁRIZ GARAYOA (1996): 2, 507-508.

[42] JIMENO JURÍO (2006): 185.

[43] ROSCALES SÁNCHEZ (2004): 26, 445-457;  MAZA SOLANO (1935): XVII, 14-15.

[44] ROSCALES SÁNCHEZ (2004): 26, 448; y CARO BAROJA (1979): 114.

[45] Archivo online del Patrimonio Inmaterial de Sangüesa/Zangozako Ondare Materiagabearen on-line Artxibategia (2015).Cit. por GURBINDO (2017): 91, 16.

[46] GURBINDO (2017): 91, 15.

[47] EQUIZA (1988): 51, 81.

[48] MEDARDE – SANTESTEBAN – JAMAR (2014), cit. por GURBINDO (2017): 20.

[49] GURBINDO (2017): 91, 32.