Los Sanfermines de Pamplona. Etnografía de unas fiestas incomparables

El presente artículo fue redactado por su autor en 2019, antes de que se extendiera por el mundo la pandemia del Covid-19 y obligara a suspender las inigualables fiestas de San Fermín, las cuales, no obstante, se celebraron en 2020 a nivel religioso, aunque sin la popular procesión del 7 de julio, festividad del santo patrono de Navarra.

Origen de las fiestas

Entre el 6 y 14 de julio se celebran en Pamplona (España) sus fiestas patronales en honor a San Fermín, nacido en esta ciudad y posterior obispo de Amiens, donde según la tradición fue martirizado, declarado patrono de Navarra junto a San Francisco Javier por el papa Alejandro VII en 1657.

Traslado de los restos de San Fermín en un relieve de la catedral de Amiens (Francia)

Antes de que el obispo Pedro de Artajona (o de París) trajera desde Amiens a Pamplona las reliquias del Santo en 1186, y hasta 1590, su festividad se celebró el 10 de octubre (fecha en que Amiens conmemoraba la llegada de San Fermín a su ciudad) con solemnes cultos religiosos, danzas, corridas de toros, ferias comerciales y afluencia de gentes, debidos también al hecho de que el rey de Navarra Carlos II de Evreux trajera a la iglesia de San Lorenzo otra reliquia del santo concretándose entonces que dichas fiestas se celebrasen anualmente. Por ser el otoño tiempo escasamente apto para festejos taurinos, las autoridades decidieron adelantar la festividad al primer domingo de julio, que coincidió ser el día 7, tiempo por el que entonces las cosechas se habían recogido, acercando su conmemoración a las ferias de junio instituidas por el monarca, ferias que las Cortes del Reino ordenaron en el siglo XIV se iniciasen el 29 de junio y finalizasen el 18 del mes siguiente. El obispo de Pamplona, Bernardo de Rojas Sandoval, accedió a que el 7 de julio se conmemorase la festividad de San Fermín coincidiendo con dichas ferias. Desde entonces, 1591, se han celebrado los Sanfermines a partir de esa fecha con una duración que irá alargándose progresivamente (por ejemplo en 1816 ya duraban del 6 al 9 de julio). A mayor abundamiento, a consecuencia de la peste en 1599, el Ayuntamiento de la ciudad hizo el voto de asistir a las vísperas y a la procesión en agradecimiento al Santo. En 1658 se eligió el 13 de enero para celebrar en la capilla del santo el traslado de sus reliquias.

En 1717 se inauguró una nueva capilla dedicada al Santo Patrono en la Iglesia de San Lorenzo [1], donde se da culto a sus reliquias, presidida por su imagen que todos los 7 de julio es sacada en procesión. Capilla a la que acuden madres, esposas, novias y hermanas de los corredores del encierro para rogar la protección “de su capotico”. El 25 de septiembre, fiesta de la Degollación del Santo, se conmemora su martirio con nuevas fiestas, las de San Fermín Chiquito o San Fermín de Aldapa, con programa religioso y civil, que duran un amplio fin de semana [2]. Además de la Octava de la fiesta del 7 de julio,  el 13 de enero, domingo después de Epifanía, se celebra en la iglesia de San Lorenzo el aniversario del hallazgo en Amiens de las reliquias de San Fermín, rememoración que en otro tiempo abarcaba vísperas, misa con sermón, asistencia de la Diputación y aún de las Cortes si se hallaban reunidas [3].

Su celebración viene precedida de una intensa actividad organizativa que se inicia a comienzos del año. En los meses previos, el Ayuntamiento resuelve el concurso del cartel anunciador de las fiestas y la Santa Casa de Misericordia encarga a un artista el de la Feria del Toro, se elaboran los programas y se renuevan los abonos del coso taurino. Preparan el espíritu festivo la Sanjuanada o noche de San Juan, el 25 de junio, y la Sampedrada, en la noche del 28 al 29 siguiente, en la que Los Amigos del Arte salen a cantar sus jotas; a los corrales del Gas llegan los primeros toros; en mayo, y desde 1945, se planta en el Paseo de Sarasate la tómbola de Cáritas, y se montan las primeras atracciones del ferial, aquí denominado “las barracas” [4].

Los Sanfermines son las fiestas estelares del año, tanto de pamploneses como de forasteros, muchos de ellos extranjeros atraídos por la difusión que de ellos hizo en su novela “Fiesta” (The Sun Also Rises, 1926) Ernest Hemingway [5], que en conjunto hicieron popular en todo el mundo el estribillo de:

“Uno de enero, / dos de febrero, / tres de marzo, /cuatro de abril, / cinco de mayo, / seis de junio, / siete de julio, / ¡San Fermín!”

Como afirmó Iribarren, “los Sanfermines tienen tantas facetas -dramáticas, festivas, callejeras, musicales, taurinas, religiosas, báquicas y humorísticas- que resulta imposible abarcarlas en toda su amplitud” [6].

Empezaremos por las religiosas, que son base de sus fiestas patronales, aunque unas y otras facetas se hallan entremezcladas y son difíciles de separar.

Los actos religiosos comprenden las Vísperas cantadas, a las que acude la Corporación Municipal, el día 6; la procesión del día 7, el acto más sentido por todos, y la Octava del día 14.

Procesión de San Fermín (Foto: Íñigo Alzugaray para Navarra.com)

Los actos religiosos

Las Vísperas

Constituyen el primer acto oficial de las fiestas desde 1480, cuando tenían lugar el 9 de octubre, hasta 1941 en que adoptan la formalidad actual. La Corporación municipal acude desde la Casa Consistorial a la Capilla del Santo en la parroquia de San Lorenzo por la Plaza Consistorial y las calles de San Saturnino y Mayor hasta el templo. La comitiva la abren los Gigantes y Cabezudos y delante de los ediles va la banda municipal “La Pamplonesa”. En la puerta de la iglesia el párroco saluda al alcalde y concejales, que asisten al canto litúrgico de las Vísperas a cargo de la Capilla de Música de la Catedral, que interpreta partituras de Mariano García y Joaquín Maya, escritas expresamente para esta solemnidad. El Ayuntamiento encargó a Fernando Remacha unas “Vísperas” que se cantaron algunos años.

Esta marcha corporativa, desde la segunda década del siglo XX, era acompañada por una manifestación popular denominada “¡Riau-Riau!”, que también acudía “a Vísperas”, aunque fuera del programa oficial, y la retardaba durante horas [7]. En origen, “¡Riau-Riau!” fue el grito con que la “mocina” rubricaba cada estrofa del vals que Miguel Astráin debió de estrenar con la Banda de la Casa de Misericordia en el desfile hacia San Lorenzo, que se conoce popularmente como “Vals de Astráin”. El vals ya se interpretaba oficiosamente en 1909, junto con otras músicas. Hacia 1915, grupos de mozos, inspirados, según es fama, por Ignacio Baleztena, impulsor de esta manifestación popular y festiva, intentaban frenar la marcha de los ediles hacia la parroquia. El “¡Riau-Riau!” ha sido prohibido en varias ocasiones, como asimismo retomado, por la polémica suscitada a raíz de su politización por radicales abertzales [8]. La banda tocaba cientos de veces el vals, titulado “La alegría de San Fermín”, cuya letra se debe a María Luisa Ugalde y dice así [9]:

“A las cuatro, el seis de julio, / Pamplona gozando va, / pasando calles y plazas, / las Vísperas a cantar / al glorioso San Fermín, / Patrón de esta gran ciudad, / que los pamplonicas aman / con cariño sin igual. / Delante van / chiquillos mil / con miedo atroz dicen “Aquí”; / un cabezón viene detrás / dando vergazos y haciendo chillar. / ¡Riau, riau!

Después vienen los muchachos / en un montón fraternal / empujando a los gigantes / con alegría sin par, / porque llegaron las fiestas / de esta gloriosa ciudad, / que son en el mundo entero / una cosa singular. / ¡Riau, riau!

Los mozos de blusa / que son los que dan animación / con los pollos-pera / van todos unidos en montón. / Los de la Pamplonesa / detrás vienen tocando / van a honrar a su Patrón.

Toda la ciudad / con movimiento contemplando está / la gran caravana / que gozosa a San Lorenzo va. / Los del Ayuntamiento / con mazas y timbales / van a honrar a San Fermín”.

El popular Premín de Iruña (Ignacio Baleztena) publicó estos versos, adaptables a la música de Astráin:

“!Qué majos y qué elegantes / marchan nuestros concejales / precedidos de gigantes, / gaitas, chistus y timbales!/ Os recomiendo de veras / que tengáis mucho cuidau / de que no os multe Lasheras / por decir fuerte !riau, riau!”.

Los ediles visten de etiqueta -ellos, frac con chistera; ellas, un traje de inspiración roncalesa y aezcoana, con manteleta-, trajes que desde 1979 costea la ciudad.

La Procesión

 Explica José María Iribarren cómo era la Procesión de San Fermín en 1963 [10].

“En ella van los chicos de la Meca [11], abriendo marcha y poniendo una nota compasiva e infantil. Después, la tradición de los antiguos gremios, con sus pendones. El de los Labradores de la Rochapea, con su espiga de trigo junto al asta, y los cofrades, con manojos de flores. Los presidentes de las “peñas” sanfermineras, con atuendo de pamplonicas. El clero, con roquetes. Tras los párrocos, de sobrepelliz y esclavina negra, los solemnes canónigos, con mucetas de raso carmesí. Y entre las filas de los eclesiásticos, el macero de la Catedral, de túnica rosada y nevada peluca, y la hilera arqueológica y coruscante de doce cruces parroquiales, doce, portadas por morenos sacristanes de dalmáticas rojas.

“Vienen luego los jefes del Ejército, de gala, con el pecho constelado de medallas y cruces. Y los grupos que preceden a la Ciudad: los danzaris, de boinas escarlata y blancos uniformes; seis chistularis, de sombrero bicornio, casaca azul y pantalones rojos; los clarineros y timbaleros, de medias coloradas y zapatos de hebilla; los maceros; los guardias, de guerrera azul cielo y blanco pantalón, con el casco adornado de plumas; los llamados libreas, que no llevan librea, sino unas capas largas con vuelta azul y unos sombreros de medio queso. Y, precedidos por la bandera verde de Pamplona, los concejales, de chistera y chaqué, ufanos y felices, saludando a las amistades.

“La gente se arrodilla. A hombros de sus empelucados portadores cabecea la imagen del Patrón -el busto, mejor dicho-, con su rostro de color chocolate, con la mitra y las manos de plata, y un capotillo rojo y recamado, cubriendo por detrás el alto y reluciente pedestal [12].

“Tras la imagen, marchan el terno catedralicio, vestidos de ornamentos riquísimos, y la hilera de las autoridades, entre guardias de gala. Y, cerrando el cortejo, la banda (blanquinegra) y los soldados, sudando bajo el casco de acero…”

Hoy día la Procesión se atiene al siguiente protocolo [13]:

09:50 h. Ayuntamiento. Salida de la Corporación Municipal hacia la Catedral.

10:00 h. Catedral. La Corporación recoge al Cabildo y marchan juntos. Se suma la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Pasión del Señor, que acude desde su sede de la calle Dormitalería.

10:30 h. Iglesia de San Lorenzo. La imagen del Santo sale hacia el Rincón de la Aduana, rodeado por toda la comitiva.

10:45 h. Calle de San Antón, 47. Primera jota en honor al Santo.

10:55 h. Plaza del Consejo. La Coral Santiago de la Chantrea canta la jota Al Glorioso San Fermín.

11:15 h. Pocico de San Cernin en la calle de San Saturnino. Parada. Dos niños colocan rosas en la peana del Santo. Agur Jaunak a cargo de txistularis. Actualmente la Sociedad “Amigos del Arte” le hace una ofrenda de flores y le canta nuevas jotas. A ella se suma la sociedad gastronómica Napardi.

11:40 h. Iglesia de San Lorenzo. La imagen entra en la Capilla de San Fermín. Inicio de la Santa Misa. La parte musical corre a cargo de la Capilla de la Catedral.

14:15 h. Catedral. La Corporación Municipal se despide del Cabildo en el atrio y regresa. La banda de La Pamplonesa [14] toca “El asombro de Damasco”. A este entrañable acto se le conoce como “Momentico”: la campana María se une a las gaitas y chistus, los gigantes bailan, canónigos y ediles pasan -pasaban- bajo las “makilas” de los dantzaris, mientras  en el interior de la catedral resuena al órgano el secular pasaclaustro que hoy es el Himno de las Cortes de Navarra.

14:45 h. El Ayuntamiento regresa a la Casa Consistorial. Los dantzaris del grupo Duguna bailan en la Plaza Consistorial. Hasta hace una docena de años, en ese trayecto final, el alcalde portaba la bandera de la Ciudad y los gobernadores civil y militar llevaban las borlas. La banda interpretaba un número de El asombro de Damasco, cuya letra dice:

“Ahí va Alí Món, / ahí va el cadí, / lo único bueno / de entre la turba / de funcionarios / que existe aquí”.

Hoy no asisten los gobernadores, pero la banda interpreta esa página.

El orden de la Procesión es el siguiente:

  • Gigantes y cabezudos
  • Cruz de San Lorenzo, Cruz arzobispal y de las parroquias del Casco Antiguo
  • Hermandad de la Pasión del Señor y Congregación Mariana
  • Gremios de carpinteros y labradores
  • Clarineros y timbaleros, bandera de la ciudad, dantzaris y txistularis municipales
  • Corte de San Fermín [15]
  • Imagen del santo sobre andas
  • Cabildo catedralicio, Arzobispo de Pamplona
  • Maceros, Corporación, Alcalde, libreas
  • Policía Municipal, escolta de gala
  • Banda municipal “La Pamplonesa”.

Alcalde y concejales visten de gala. En el siglo XX, sustituyeron sus trajes de golilla y chambergo por el frac y chistera, corbata de lazo y guantes blancos, cadena sobre el chaleco y medalla con el escudo de la ciudad. Con la incorporación de la mujer, en 1979, se diseñó para las concejalas un traje inspirado en los atuendos tradicionales de los valles navarros pirenaicos, consistente en falda plisada tobillera negra en seda natural, blusa color manteca de cuello alto, plisada y encañonada en cuello y chorreras, corpiño negro de manga larga con cenefa bordada en flores color vinagre y festones de plata, y mantón de seda negro forrado.

La muchedumbre, de riguroso y limpio blanco y rojo, ocupa las aceras. El desfile es lento y discurre por las calles Navas de Tolosa, San Antón, Zapatería, Calceteros, Mercaderes, Plaza Consistorial, San Saturnino y Calle Mayor, con regreso a San Lorenzo. Apenas hay esquina o calle donde no se detenga la imagen para recibir aplausos y ovaciones.

La Octava

 El programa religioso termina con la función de la Octava en la Capilla de San Fermín, en la mañana del día 14, a la que asiste el Ayuntamiento de gala, con música y comparsa de gigantes. Al regreso y ante la Casa Consistorial, como el día 7, la comparsa ejecuta algunos bailes. Tradicionalmente, en la función intervenía “un elocuente orador sagrado”. Ahora no.

Los actos profanos

El “chupinazo” iniciador de las fiestas

Este es el nombre popular que recibe el cohete que da inicio a los Sanfermines el 6 de julio, que desde 1941 se lanza desde el balcón del Ayuntamiento, en la Plaza Consistorial, a las 12:00 h. en punto del mediodía [16]. Hasta 1905 no hubo chupinazo sino que las Fiestas se iniciaban con las tradicionales “Vísperas” en la Iglesia de San Lorenzo el 6 de julio por la tarde.

Antes del año indicado, el “chupinazo” se lanzaba en la Plaza del Castillo, al tiempo que eran volteadas las campanas de las cinco parroquias y conventos de la ciudad. Posteriormente se sumó al también llamado “cohete” el lanzamiento de bombas japonesas y la salida por las calles de las bandas militares de la plaza. En la década de 1920 era un empleado de la pirotecnia contratada quien a las doce del mediodía disparaba un manojo de cohetes, costumbre que paulatinamente fue atrayendo la curiosidad de los más pequeños y luego de algunos mayores, que se prestaron a prender la mecha de los artefactos. En 1940 tomó parte el primer teniente de alcalde Joaquín Ilundain, quien al año siguiente propuso al alcalde José Garrán Mosso la idea de lanzar el cohete inaugural de las fiestas desde la Casa Consistorial.

El “chupinazo” lo ha venido tirando el Presidente de la Comisión Municipal de Fiestas, más tarde un concejal de cada grupo político municipal por orden de su representación en el consistorio, aunque en la actualidad, y desde 2016, lo dispara la persona o representante de la entidad elegida por la ciudadanía de Pamplona, tras un proceso participativo entre las candidaturas propuestas por asociaciones ciudadanas.

Emoción de los instantes previos al chupinazo que da comienzo a las fiestas de Pamplona

El acto de inicio de las Fiestas, que congrega en la Plaza Consistorial hasta 12.500 personas, es la fiesta del cava, del vino y de la sangría, que se beben con desmesura y con los que se riegan los mozos unos a otros en tanto corean “¡San Fermín, San Fermín, San Fermín!”, con el pañuelico rojo extendido en lo alto, mientras aguardan el disparo de inicio de las fiestas, precedido, como toque de atención, por los timbaleros y clarineros municipales. El tiro va acompañado por el elegido con las palabras “¡Pamploneses, pamplonesas!, ¡Viva San Fermín!, ¡Gora San Fermín!”. Y estas son las voces y el sonido que autorizan a anudarse al cuello el pañuelo rojo sanferminero. Los cohetes posteriores al “chupinazo” los prenden el alcalde y los ediles asistentes.

A la multitud congregada ante el Ayuntamiento se suman los que abarrotan las calles adyacentes, incluida la Plaza del Castillo, donde la instalación de pantallas gigantes permite a los asistentes seguir el desarrollo de los acontecimientos. Las cadenas de TV ofrecen a todo el mundo estas singulares fiestas coloreadas de blanco y rojo.

Estrenadas las Fiestas, es costumbre tomar el aperitivo por las calles adyacentes de la Plaza Consistorial o por los barrios, en que se vive el inicio de las fiestas sin tanta masificación (en el de Iturrama varios vecinos disfrazados de autoridades municipales lanzan un “cohete paralelo” acompañado por la charanga de Añorbe y la rifa de un jamón organizada por un bar cercano).

El encierrillo

Es el acto que precede al encierro de los toros que se lidiarán a la tarde de cada día en el coso pamplonés.

Según explica Luis del Campo [17], cualquier encierrillo consiste en trasladar los toros, la noche precedente a la corrida, desde el lugar donde descansan a la proximidad de la población. En el caso de la capital navarra, el lugar de aclimatación de los toros durante los siglos XVI a XVIII, fueron, de manera alternativa, los sotos de Barbatáin, Salinas, Ezquíroz, Mutilva Baja y Cizur Menor, que resultaban ser parajes excelentes por la facilidad para abrevar las reses y por la abundancia de hierba, pero demasiado distantes de las murallas pamplonesas como para trasladar a la carrera a toros y ganado acompañante, por lo que se imponía llevarlos al paso durante la noche, de forma que los bóvidos no reconocieran por donde transitaban y se redujeran al mínimo los estímulos que los distrajeran. En Pamplona, como en la inmensa mayoría de las ciudades españolas, se impuso con el tiempo no dejar a los astados en campo libre, sino encerrados en corralizas como penúltima etapa del traslado desde los predios. Subían hasta la Plaza del Castillo, que hacía de coso [18]. Los toriles se improvisaban hasta que en 1616 se construyó un edificio -la Casa del Toril-, en el que se encerraron las reses hasta la década de 1850, en que se construyó en la no distante Plaza del Vínculo una plaza de toros provisional (sustituida por otra de madera en 1852 donde hoy se encuentra el Teatro Gayarre y terrenos próximos). Antes de que se celebrara la última corrida en la Plaza del Castillo, durante varios años la manada entró, primero, por la puerta de San Nicolás (actual Basílica de San Ignacio), y ya con la nueva plaza por la calle Chapitela.

Encierrillo actual (Foto: Pablo Lasaosa para Navarra.com)

Para comodidad del encierrillo se construyeron corrales en el Soto del Sadar, y la noche anterior a la lidia los toros se conducían por caminos prefijados al Baluarte de Rochapea, hasta que en el año 1898 se escaparon varios astados, por lo que a partir de entonces el desencajonamiento se realizó directamente de las cambretas de las ganaderías al edificio llamado “El Gas” [19], en el barrio de la Rochapea. El encierrillo pamplonés, desde entonces, ha consistido en trasladar los astados desde este lugar, al anochecer y en absoluto silencio, con un recorrido de 440 metros, a través de la llamada “calleja”, plazuela del antiguo matadero, calle de Errotazar, puente sobre el río Arga y cuesta del Molino Viejo hasta el corral de Santo Domingo, habilitado en el antiguo Baluarte y Portal de la Rochapea, próximo al Hospital Militar, hoy transformado en el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra, desde donde a las 8:00 h. del día siguiente parten hacia la Plaza de Toros en el llamado “encierro”. Cuando en 2003 se edificaron corrales nuevos en la Rochapea para acubilar a toros y cabestros, se redujo a a 300 m. la distancia entre éstos y los corralillos de Santo Domingo. Un público numeroso presencia en silencio esta operación, que se puede contemplar previa retirada de un pase especial que distribuye el Ayuntamiento. En el encierrillo sólo participan las reses y los pastores que las conducen por un itinerario vallado, y vigilado por la Policía Municipal.

El encierro

En términos taurinos se refiere a la introducción (o “entrada”) de toros bravos en la Plaza donde se celebrará su lidia posterior [20].

El encierro de los toros de Pamplona tiene su protohistoria, que conocemos gracias a informaciones de Luis del Campo [21] y José Joaquín Arazuri [22]. Antes de la versión actual del encierro, y hasta 1843, el encierro de toros y cabestros de apoyo partía del Prado de San Roque (hoy explanada de la Cuesta de la Reina), dirigiéndose hasta la Plaza del Castillo que servía de coso taurino. Del Campo describe esta operación en las líneas siguientes:

“Con las primeras luces del día, un hábil caballista inicia célebre marcha. En ocasiones pugnó por ocupar tal puesto un regidor pamplonés, el abanderado de San Fermín. Ordinariamente la misión fue encomendada a un empleado municipal: teniente de justicia, ministro, fiel [guarda], elegido por este orden de categoría, más posponiendo la prelación jerárquica a las facultades en el conocimiento y manejo de las reses bravas. Quien ocupaba la vanguardia, simbólicamente, ostentaba la delegación del Ayuntamiento de Pamplona, en su calidad de autoridad civil en la Cabeza del Reino de Navarra promotora del espectáculo.

“A pocos metros le seguía un clarín a caballo. Los estridentes sones de su corneta equivalían a advertir del peligro en ciernes…

“Lo expuesto se deduce tras la consulta de abrumadora documentación, coincidente con velada tradición oral que reiteradamente me ha sido dable consultar.

“Seguían a los caballistas abigarrada masa de astados a la carrera, sin que nada ni nadie se interpusiera entre équidos y bóvidos. Detrás de la manada azuzaban sus cuartos traseros pastores de reses bravas, personal del Rastro [matadero] y empleados municipales. Subían por la cuestecilla de Santo Domingo, desembocaban en la Plaza de la Fruta [hoy Consistorial] y, tras recorrerla, se ladeaban hacia la izquierda, para tomar Mercaderes y, antes de llegar al Mentidero [cruz existente en ella], enfilar por la derecha la pendiente de Chapitela hasta finalizarla y, dirigiéndose brevemente a la diestra, irrumpir en el coso de la Plaza del Castillo, que ya en 1850 era insuficiente para los alrededor de 25.000 habitantes de la ciudad [23]… tal como se representa en el cartel anunciador de las corridas de San Fermín, pintado por José Riudavets, el año 1853.

Alegoría de las fiestas de San Fermín en Pamplona, por Riudavets (Del Campo, 1980)

“Desconozco el número de personas participantes en el encierro, pero calculo pudieran ser, aproximadamente, teniente de justicia y clarín, cinco o seis ministros, un par de fieles, tres pastores de reses bravas, media docena de empleados del Rastro. Estos individuos, junto con los restantes agentes de la autoridad municipal, con torileros y un par de carpinteros, más quien sabe si junto a toreros profesionales, deben ser esa treintena de gentes con trajes, actitudes y emplazamientos distintos que aparecen representados gráficamente en el que, sin duda, considero como primer diseño verosímil e impreso del encierro de los toros de Pamplona… [el mencionado cartel de fiestas].

“El traslado de los toros obligaba a los vecinos, mediante bando municipal en 1867, a no salir de sus casas en aquel momento, a no dejar obstáculos en las calzadas que pudieran estorbar y a mantener cerrados los vallados de las bocacalles [24]. Era a las 6 de la mañana.

“En los años siguientes desaparecen los caballistas participantes e iniciadores del encierro -y es entonces cuando se vislumbra el corredor de toros en el encierro hacia 1876- para reducirse el número de participantes a los pastores de reses bravas “quizás auxiliados por algunos componentes del Rastro”.

La participación progresiva de mozos-corredores del encierro, según Del Campo, se afirmaría en una especie de postura anti-autoridad (la misma que él cree fundamenta el “¡Riau-Riau!”) para rebatir ese “dejarles correr, a ver si un toro mata a alguno y escarmientan los demás”, y lo reafirmaría la admiración del pueblo que los consideraba gallardos y valientes, además por medio de un espectáculo gratuito. De forma que la participación de los corredores del encierro se toleraba por parte de la autoridad municipal, sin llegar a prohibirse, aunque siempre preocuparan las consecuencias derivadas del riesgo de la carrera y el Ayuntamiento buscase evitar toda responsabilidad, llegándose en los tiempos actuales a proponer el establecimiento de un seguro de riesgos a los corredores.

Caro Baroja ha tratado de la dimensión antropológica de los encierros en su Etnografía histórica de Navarra, a los que acuden los corredores en estado de tensión, buscando vivir por unos minutos una experiencia que la sociedad moderna de tipo industrial mecanizada ha proscrito en muchos órdenes y que hasta puede llegar a significar una “tentación a Dios”, según Gregorio Iribas, al que cita. Algunas personas asocian los encierros al sentimiento trágico de la vida, otras los consideran mero escape a la monotonía de la vida cotidiana, la misma ilusión y la fugacidad de vivirlos intensamente. Sean así o no, lo que parece seguro es que significan una exaltación del valor viril y de la agilidad física y “son ocasión para demostrar el valor ante novias o mozas a las que se pretendía, de lo que a veces se derivaban rivalidades y competencias juveniles, aunque también es verdad que en los encierros corren hombres talludos, casados y aún un poco contrahechos, que, en aquella ocasión anual, buscaban con ilusión el dar un riesgo a la vida mecánica y oscura del taller, de la calleja o del campo familiares” [25].

Las innovaciones más importantes en el encierro de Pamplona desde que tomara naturaleza como tal han sido, en la década de 1950, el doble vallado como refugio para el corredor apurado; un corralillo para tres mansos separados de los toros en el Baluarte de Rochapea, a fin de confinar en ellos los que sirven “de escoba” a los toros díscolos que se separan de la manada o se vuelven al corral; las “gateras” del callejón de entrada a la Plaza donde poder guarecerse del peligro en el coso edificado en 1922, que es el actual; el arenado del suelo en puntos peligrosos sustituido en el presente por un tratamiento especial antideslizante; y, lo que realmente ha cambiado, ha sido la afluencia de corredores, ya no pamploneses y navarros en general, como era antes, sino de múltiples procedencias, muchos de ellos extranjeros, además con la participación de corredoras en los últimos quince años (que ya lo venían haciendo en el encierro de Estella-Lizarra); aunque la innovación más notoria ha sido el televisado del encierro y su retransmisión a nivel planetario, lo que lo ha convertido en un espectáculo sin par.

El ceremonial de correr en el encierro, antes de la aparición de las zapatillas deportivas y del atuendo variopinto de nuestros días, comenzaba atándose bien las alpargatas, doblando los bajos de los pantalones y comprando un periódico como posible muletilla para hacerse el quite ante el toro. Hoy es frecuente ver antes de la carrera a los corredores hacer estiramientos y pequeños saltos para agilizar los músculos de las piernas. Es imposible para un mozo acompañar a los toros a lo largo de todo su trayecto, por lo que la correcta carrera consiste en apostarse en el tramo acorde a los deseos de cada corredor, salir al encuentro de la manada, correr unos metros ante los astados y retirarse a un lado para dejarles pasar. Esto si la afluencia de gente, mucho mayor en los fines de semana, no lo impide. Existen corredores experimentados a los que se les conoce como “divinos”, que hacen alarde de sus facultades ante el toro, no siempre con el estilo deportivo apropiado con respecto a sus compañeros de carrera, que desean significarse usando prendas llamativas para ser identificados más fácilmente por las cámaras de televisión. Por el contrario, se califica de “pata” al gracioso que con su comportamiento pone en peligro a otros corredores.

Encierro de Pamplona, 1951 (Foto: Galle)

Si en el transcurso del encierro los toros van hermanados, unidos por su espíritu gregario y agrupados por los cabestros, la peligrosidad es menor, al tratarse de una “masa” de animales inmersos en un ambiente hostil del que se esfuerzan por huir. En tal caso pueden atropellar sin embestir, lo que explica que muchos de los heridos no lo sean por asta de toro sino por los trompicones recibidos. Por el contrario, si los cornúpetas se desligan entre sí, se ocasionan trances de suma peligrosidad, al reaccionar el animal instintivamente, defendiéndose de los corredores sin el apoyo de sus congéneres. Es entonces cuando pueden producirse cogidas que a lo largo de la historia han producido al menos 16 muertes.

El encierro se corre todos los días, del 7 al 14 de julio, a las ocho de la mañana [26]. Ya a las 6,45 h. la población se espabila con las dianas del Casco Antiguo, protagonizadas por la banda “La Pamplonesa”. El encierro sale del corralillo situado a media altura de la Cuesta de Santo Domingo, cuyas puertas se abren al estampido de un primer cohete, coincidente con las ocho campanadas de la torre de la iglesia próxima de San Saturnino. Un segundo disparo significa que toda la manada ha abandonado el corral. Los seis toros, al ver cómo se abre el portalón del corral donde se hallan cautivos, salen  instintivamente en compañía de los “mansos” (ocho cabestros) que les abren camino y arropan, y asustados ante la afluencia de corredores y el griterío de la muchedumbre enfilan la subida de la cuesta de Santo Domingo (280 m). Dos minutos más tarde abandonan el corral otros tres mansos a modo “de coche escoba”. El recorrido continúa por la Plaza Consistorial (100 m), la calle Mercaderes y la de Estafeta para, al final de ésta, dirigirse cuesta abajo, a la altura del edificio de la Telefónica (apenas 100 m), hacia el callejón que da entrada al coso taurino (tercer cohete) y, tras atravesar el albero entrar en los corrales -lo corrobora un cuarto cohete- donde los astados aguardarán su lidia vespertina. El recorrido, de principio a fin, tiene 848,6 metros. El tiempo medio de la carrera es aproximadamente de 2 minutos.

A raíz de que las religiosas de San Vicente de Paúl de servicio en el antiguo Hospital Militar colocaran en una de las ventanas un altar dedicado a San Fermín, desaparecido éste, el Ayuntamiento en 1981 construyó en el muro de contención de la calle Santo Domingo una hornacina con el pequeño altar iluminado y adornado con flores, debajo del cual figura el escudo de la ciudad y los emblemas de las peñas. A las 7:55 los mozos congregados frente a ella, periódico enrollado en mano, se dirigen al Santo y cantan por tres veces con intervalos de dos minutos, tanto en castellano como en vascuence, aquello de “A San Fermín pedimos, por ser nuestro Patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición”. Y terminan con un “¡Viva San Fermín!, ¡Gora San Fermín”!.

Después del encierro los cabestros que acompañan a los toros son conducidos de nuevo hasta los corrales del Gas, para proseguir el ritual diario.

Con el fin de preparar cantera para el futuro, en 1979 comenzaron a celebrarse encierros “txikis”, para los mozalbetes, en la calle Estafeta, media hora después del de los mayores. La suelta de una docena de becerros desde un camión resultó controvertida por su potencial peligro y en 1988 fueron suprimidos de las fiestas. En 2010 se sustituyeron por otros con seis “toricos” de cartón y dos bueyes sobre ruedas, en total cuatro encierros por cada uno de los dos días de Fiestas, desde Santo Domingo hasta la Plaza Consistorial, uno pensado para los niños acompañados de los adultos, y los dos restantes solamente para los niños. Fue una iniciativa de la Federación de Peñas de Pamplona.

Otro singular encierro tiene lugar desde por lo menos 1962 cuando al día siguiente de finalizar los Sanfermines, los mozos más trasnochadores corren delante de la primera “villavesa” (autobús urbano) que sube por Santo Domingo a las 8 horas de la mañana, y que ya se conoce como “el encierro de la Villavesa”, el cual viene precedido por el ritual habitual, cántico al santo incluido. También se ha registrado en los últimos años otra variante consistente en un ciclista de amarillo (que remeda a Induráin) que sube la cuesta a modo de toro bravo, ante el que corren los mozos que no se han resignado a ver finalizar las fiestas, al grito de “¡Induráin, Induráin, Induráin…!”.

El recorrido del encierro ha servido de escenario para varias pruebas deportivas.

También ha sido fuente de inspiración de coplas sanfermineras.

La peña de “La Jarana”, en su pasacalle más popularizado, dice: “Pamplonica, pamplonica / si el encierro has de correr / sal prontico a la Estafeta / que las siete van a ser. / No le tengas miedo al toro / y corre del principio al fin / que el capote de los quites / lo maneja San Fermín”.

La vieja peña de “La Veleta”, en la década de 1930, dedicaba igualmente su cancioncilla al encierro: “Para ser pamplonica / hay que ser buen corredor / y correr en la Estafeta / con bravura y con valor”.

Otra más, “La Única” canta: “Ya m´ha dicho la Francisca / que me quiere ver correr / en “ensierro” que le dicen / miedo, no hay que tener”.

Y la peña “Aldapa”, en su pasacalle, cita a todos: “Delante de los toros / allá en el callejón / los de la Peña La Aldapa / que valientes son. / Allá van, allá van / corriendo en el encierro, / son duros como el hierro, / ¡Ay, madre, qué emoción!”.

No faltan los del “Irrintzi de Iruña” a la obligada cita: “Joshe Mari, levántate pronto / “mía” q´el auto, en la plaza ya está / y si ranca y te quedas de apata / al encierro no vas a llegar”.

El “Bullicio” reta de cerca con este pasacalle: “Los valientes pamplonicas / al correr en el encierro / dejan acercarse al toro / por gozar de la emoción. / A la plaza van los “guindas” / y si grita algún guasón / ¡¡el cohete… pumba!! / de cabeza al callejón. / Tres cosas tiene Pamplona / y muy castizas las tres / el encierro, las chavalas / y el Bullicio Pamplonés”.

La “Armonía Chantreana” aconseja a sus muchachos que corran en el encierro con este otro: “No les mires a las chicas / ni te acuerdes de su amor / que los toros vienen cerca / y ese negro es muy traidor. / Si los toros corren ligeros / y atizando vienen detrás / ¡ay, morena, no pases pena! / que los chantreanos corremos más” [27].

La lidia de los toros

La vespertina lidia de los toros enchiquerados en la plaza tras el encierro viene precedida de su apartado, es decir, de la elección del lote de toros que cabrá en suerte torear a cada uno de los diestros contratados al efecto. A ella no asisten los toreros, que aguardan en el hotel noticias de los miembros de su cuadrilla, que les describen al detalle las características de los astados que les han caído en suerte torear.

Pero, en Pamplona, esta operación se ha convertido en un acto social por la divulgación que de él hacen los medios de comunicación a donde acude toda la gente que es o quiere ser alguien en las Fiestas. El lugar es pequeño y apenas medio centenar de personas pueden asistir al evento. Lucinda Poole describe a quienes acuden a esta hora, sobre las 13:00 del mediodía, para asistir a este singular momento: VIPs pamploneses, ganaderos con aires aristocráticos, toreros retirados de los ruedos, novilleros que sueñan con la ayuda de algún empresario, las cuadrillas de cada diestro y hasta antiguos amigos de Ernest Hemingway. “El apartado dura todo el tiempo que cuesta conducir a los toros por estrechos pasillos hasta los chiqueros donde permanecerán separados y en la oscuridad hasta la hora de la corrida. Mirando hacia abajo [desde la terraza superpuesta a los corralillos] verás los lomos anchos del astado atrapado unos instantes en un pequeño receptáculo antes de desaparecer por una pesada puerta. A veces el toro no quiere cooperar y tendrás más tiempo para observarle de cerca, mientras un hombre le persuade cuidadosamente con un largo palo de madera a marcharse a chiqueros. Este proceso se lleva siempre a cabo como si de transportar huevos se tratase porque a nadie le interesa un toro cojo o con un pitón partido contra la pared” [28].

El núcleo fuerte del día es la corrida. Una hora antes de su comienzo, en la Plaza del Ayuntamiento se dan cita la banda municipal “La Pamplonesa”, las “mulillas” encargadas de arrastrar los toros lidiados bien enjaezadas, con los mulilleros de punta en blanco, y la pareja de “alguacilillos” que precederán a las cuadrillas durante su paseo en la plaza. Con tiempo suficiente se reúnen en buena armonía para tomar su café (hasta su desaparición lo hacían en Casa Marceliano de la calle próxima al Mercado) y saborear su copa y fumarse el indispensable veguero. No faltan las jotas ni las bromas, y cambian impresiones sobre las fiestas, para en el momento exacto acudir todos a la Plaza del Ayuntamiento para ambientar la calle camino de los toros. En el cortejo se colocan en primer lugar los “alguacilillos”, a continuación los dos grupos de “mulillas” con sus mulilleros, y, por último, “La Pamplonesa” al son de un pasodoble torero, y por Mercaderes, Chapitela, Plaza del Castillo y Espoz y Mina llegan a la plaza de toros [29].

Las corridas, a partir de las 6 de la tarde, conforman la Feria del Toro de San Fermín (1959), organizada por la Santa Casa de Misericordia (La Meca), institución de caridad creada en 1706 propietaria del coso [30], y anunciada con antelación por un cartel encargado por ella anualmente a un pintor de prestigio. Esta concede al final de las Fiestas los Premios “Carriquiri” al toro más bravo y “Feria del Toro” a la ganadería mejor presentada, mientras el Club Taurino de Pamplona otorga premios al mejor par de banderillas y a la mejor estocada de la feria, y también convoca un concurso de fotografía taurina sanferminera para aficionados.

El actor Charlton Heston saluda al torero Antonio Bienvenida (Sanfermines de 1963)

Aunque todas las corridas de toros siguen un ritual estricto, las que se celebran en Pamplona durante estas fechas festivas se saltan todas las reglas y resultan enormemente singulares. Aquí el diestro sigue jugándose la vida en esta suerte de arte y deporte en que consiste la tauromaquia, pero la fiesta nacional se convierte en local por lo que sucede en los tendidos, donde los de Sol (tendidos 5 y 6)  están pendientes de muchas más cosas que las que suceden en el redondel. Así se anima inútilmente a Osasuna o, en tiempos aún recientes, se corea el nombre del pentacampeón del Tour Miguel Induráin, y durante años -y aún todavía- acompañan el paseíllo de las cuadrillas de toreros tarareando la sinfonía de Eurovisión, por aquello de que un año TVE no quiso retransmitir al mundo por ese canal las célebres Fiestas de Pamplona. Las cuadrillas de mozos acuden con los atuendos más diversos para protegerse de las duchas de vino, polvos de talco o de harina, disparos de pan o de los compañeros en rodaje libre por las gradas del tendido. Mas si la faena en el ruedo o la valentía del diestro lo merecen, toda la Plaza pero en particular las cuadrillas o “peñas” se vuelcan a favor de los protagonistas del ruedo. A uno de los mozos de la peña «El Bullicio Pamplonés», Damián Sánchez Martínez, se le ocurrió en 1973, representar a las peñas como “alcalde de sol”, con la misión de descender a la arena del coso y, tras saludar dignamente a la afición, colocar en torno al cuello de los diestros triunfantes el pañuelo de San Fermín. Como la ocasión lo merece, desde entonces este peculiar “edil” festivo, se presenta vestido con frac y chistera, con una banda roja cruzada al pecho. En Pamplona, una de las plazas más importantes de España, se han consagrado como toreros Vicente Barrera, Joaquín Rodríguez “Cagancho”, Domingo Ortega, Manuel Rodríguez “Manolete”, Antonio Ordóñez, Diego Puerta, Francisco Ruiz Miguel, Antonio José Galán, Manuel Benítez “El Cordobés” (que por cierto también protagonizó una gran bronca en 1965), y Juan José Padilla, entre otros [31].

El atuendo del pamplonica y las peñas de mozos

Reciben el nombre de “peñas” las cuadrillas de mozos que alegran las fiestas. La primera de ellas fue “El Trueno” (1852). Luego se sumarían “La Marea”, “La Oleada”, “La Sequía” o “El Llavín”. Las conformaban grupos de amigos que reunían dinero para ir a los toros.

Hasta 1980 se mantuvo una costumbre iniciada en la década de 1930, consistente en elegir madrinas que las representasen por su simpatía y belleza. Acompañaban a los presidentes de las peñas en los distintos eventos sociales y sanfermineros, vestidas elegantemente con peineta y mantilla, o tocadas con amplios sombreros. En 1968 se instauró la elección de la “madrina de honor” entre las representantes de cada peña, pero en aquel 1980 las peñas decidieron abolir esa tradición sexista en favor del igualitarismo, dándoles entrada como socias igual que a los mozos hasta el momento.

En el coso pamplonés las peñas ocupan los tendidos de sol. Sus componentes son fáciles de identificar. Son muchos, casi 5.000, están en todas partes y a todas horas (aunque tras el encierro dedican la mañana a dormir para, a partir de las 16:30, acudir a su local social a preparar las meriendas que luego consumirán en la corrida). Meten mucho ruido y van ataviados con blusas de todos los colores sobre sus indumentarias de pamplonica.

Éstas, como veremos a continuación, servirán para identificar a los miembros de una y otra peña. Sin embargo, el atuendo típico del “pamplonica” -pantalón y camisa blancos, faja colorada, pañuelico rojo al cuello [32] y alpargata blanca con trencilla roja sobre el empeine- lo empezaron a usar los mozos de la cuadrilla “La Veleta” en las Fiestas de 1931 [33]. Este atuendo “que recuerda al de los pelotaris vascos” [34], no se impone del todo hasta la segunda mitad del la década de 1970 [35]. La vestimenta típica del “pamplonica”, en expresión de José María Pérez de Salazar, “vino a sustituir a ese atuendo de «carnaval» donde predominaban colores chillones como el verde, el marrón, el rojo vivo, el negro, es decir prendas multicolores a las que acompañaban sombreros de segador y chisteras” [36].

Ducha vigorizante de cava en los tendidos de sol de la Plaza de Pamplona (hacia 1980)

Pues bien, cada una de las 16 peñas existentes en Pamplona tiene su blusa, su escudo, su himno (en su mayoría compuestos por el maestro Manuel Turrillas fallecido en 1997), su local, su charanga (o banda de música) y su pancarta (hasta 150 de ellas fueron pintadas por Pedro Martín Balda desaparecido en 2009), con la que, una vez desplegada, danzan hasta la extenuación. Suelen tener dichas pancartas de tela unos 5 m de ancho por 2,5 m de alto. Incluyen historietas en que se parodian personajes, hechos o situaciones de la ciudad, con intención crítica hacia los políticos, y cada año  exhiben una nueva.

El componente típico de la peña es un hombre joven que se tiene por “casta” o auténtico (aunque muchas mujeres son también socias y participan activamente, incluso forman en sus filas niños con su cartel de peña “txiki” como alevines de un futuro). En ellas los componentes van de 125 a 800 socios. Al respecto, hasta hace algunos años había una separación de sexos que degeneraba en el “dimasu” o “día del marido suelto” para que los hombres casados, que, con mayor o menor acuerdo de su mujer, vivieran uno de los días de las fiestas sin control de sus cónyuges. Esta situación se ha ido mitigando a favor del disfrute conjunto de las fiestas, incluso en el seno de las peñas (si es caso dejando los niños al cuidado de los abuelos).

Pañuelos de las peñas en un escaparate de la ciudad

La relación de peñas en 1998 era la siguiente [37]:

  • “Aldapa” (1947): No lleva blusón. La creó un grupo del Casco Viejo amante de las fiestas. Dicen que su charanga es la mejor.
  • “Los del Bronce” (1950): Visten blusa de grandes cuadros azules y blancos con escudo oficial en el pañuelo. Es la única que excluye la faja.
  • “La Jarana” (1940). Blusa de pequeños cuadros azules y blancos, y pañuelo y faja azules. Nació en la calle Estafeta. Organiza en junio el llamado Cross del Encierro.
  • “San Jorge” (1980): Portan blusón a cuadros blancos y negros. Era la más joven.
  • “Alegría de Iruña” (1953): Se identifican por su blusón verde con cuellos, puños y bolsillos rojos.
  • “El Bullicio Pamplonés” (1932): Usan el traje típico sanferminero, con el distintivo del escudo de la sociedad en el pañuelo.
  • “Muthiko Alaiak” (1931): Visten blusón con pequeños cuadros blancos y azules sin cuello. La impulsó Ignacio Blaleztena bajo el nombre de Zaldiko Maldiko.
  • “San Fermín” (1979): Blusa de cuadros blancos y negros, adornada por el escudo.
  • “Anaitasuna” (1949): Llevan escudo bordado en el bolsillo de la camisa y San Fermín en el pañuelo rojo.
  • “Donibane” (1978): Portan blusa azul con un escudo verde sobre el bolsillo.
  • “Oberena” (1941): Su indumentaria es la de pamplonica con el escudo de la peña en el pañuelo.
  • “La Única” (1903): Pañuelo, faja y cintas de las alpargatas verdes y blusón de pequeños cuadros azules y blancos. Es la primera que tuvo a una mujer al frente.
  • “Armonía Txantreana” (1956): Llevan escudo bordado en el pañuelo rojo.
  • “Irrintzi” (1951): Blusón negro. Sus socios son los más veteranos.
  • “Rotxapea” (1978): Llevan blusón azul. Era de las peñas más jóvenes y una de las primeras en admitir mujeres.

La mayor parte de ellas tienen su sede en la calle Jarauta o inmediaciones, en pleno Casco Viejo de la ciudad.

Pero también  los habituales visitantes extranjeros o “guiris” han formado sus peñas de amigos de los Sanfermines:

  • La Peña Sueca (1961): sus integrantes proceden de Lund y van ataviados con blusón azul marino, con puños y cuellos amarillos y pañuelo azul, los colores de su país. Su lugar de encuentro es el Hotel La Perla en la Plaza del Castillo.
  • La Peña “Los Suecos” (1975): Visten blusa de cuadros pequeños blancos y rojos, con cuello y puños rojos, y pañuelico con el anagrama de la agrupación. Se reúnen en el Hostal Bearán de la calle San Nicolás.
  • El Club Taurino de Nueva York: se citan el bar Txoko de la Plaza del Castillo.
  • Los Amigos de Pamplona de Miami: que se reúnen en el bar Windsor, junto al Hotel La Perla.
  • La Peña Borusia: integrada por alemanes.
  • La Peña Frank-Cervecería La Estafeta: se reúne en el bar de dicho nombre.
  • La Querencia: de franceses.
  • Los Calientes: también integrada por franceses.

Terminada la corrida, las peñas saltan al ruedo de la Plaza de Toros y salen al exterior por el callejón -en lo que se denomina “salida de las peñas”- danzando en torno a su pancarta y al ritmo impuesto por  su charanga. Se conducen por las calles Duque de Ahumada y Espoz y Mina hacia la Plaza del Castillo, y de ahí por el Paseo de Sarasate hacia el Parque de Antoniutti o inmediaciones, donde se disuelven. Es un espectáculo digno de ver que aporta mucho colorido a las Fiestas.

Un protagonista de excepción: la Comparsa de Gigantes y Cabezudos

La Comparsa de Gigantes y Cabezudos es uno de los elementos más carismáticos de los Sanfermines por la popularidad de que gozan y la mezcla de alegría y temor que despierta en los niños, los cuales, el resto del año, se entretienen jugando en sus hogares con las réplicas en miniatura que vende el comercio e, incluso, con las cabezas de mentira de los kilikis que piden a los Reyes o el Olentzero.

La Comparsa de Gigantes y Cabezudos en la calle Sancho el Mayor durante la II República (Foto: Zaragüeta, Museo de Navarra)

La componen un total de 25 figuras de cartón piedra que dan vida a una vistosa comitiva formada por cabezudos, kilikis, zaldikos y gigantes que, acompañada de gaiteros y txistularis, recorre las calles de Pamplona cada mañana según unos itinerarios establecidos [38].

Los ocho gigantes de la comparsa fueron construidos en 1860 por el arizkundarra Tadeo Amorena. Los cinco cabezudos, de 1890, son obra del pamplonés Félix Flores, vestidos por Serapio Minué. Dos de los kilikis (“Barbas” y “Coleta”) pudieron ser de Tadeo Amorena, aunque no consta si salieron de su taller ni quien los creó, ni cuando nacieron; otros dos (“Napoleón” y “Patata”) y cuatro zaldikos tomaron forma en los talleres de Benito Escaler, de Barcelona, en 1912; dos más (“Caravinagre”, el más popular o más temido, y “Verrugón”) y los dos zaldikos restantes son de 1941, de Porta Coeli, de Valencia; el séptimo (“Ribero”), que no suele salir con el resto de la comparsa, fue regalado a Pamplona en 1977 por la Orden del Volatín, de Tudela.

Existieron gigantes de cartón-piedra en Pamplona desde el siglo XIII y hasta el XVIII se mantuvieron dos grupos de ellos, uno del municipio y otro de la catedral. En 1780, el rey Carlos III de España prohibió la presencia y participación de tales figuras, por irreverentes, en las procesiones y funciones religiosas, lo que obligó a su retirada y en definitiva a su deterioro, lo que explica que al cabo de los años el Ayuntamiento aceptase el ofrecimiento de Tadeo Amorena de hacer otros con el mismo tamaño de los anteriores. Desde entonces se popularizaron hasta tal punto, por su bella esbeltez y la pericia con que son bailados por sus porteadores, que se han convertido en protagonistas indispensable de las Fiestas de San Fermín.

Los primeros en la comitiva son los Cabezudos, personajes que portan grandes testas y representan a la autoridad. Su único cometido es estar presentes, deambular y darle la mano a quien se lo pida. Son cinco y responden a los nombres de Alcalde, Concejal, Abuela, Japonés y Japonesa. El Alcalde es el único que mueve los ojos.

Los Kilikis, que persiguen a los niños con sus vergas de gomaespuma, también portan grandes cabezas del mismo material. Junto a ellos van los Zaldikos o caballitos de cartón portados por mozos, que, al igual que los Kilikis, también utilizan vergas para asustar y divertir a la chavalería. Son seis y carecen de nombre propio.

En tales días salen a la calle réplicas artesanales de los gigantes pamploneses. Aquí Joshepamunda

Cierran el desfile los Gigantes, que bailan al son de la música, ofreciendo con su envergadura, movimiento rítmico, espectaculares giros y el vuelo de sus ropas un bello espectáculo de color y sonido. Representan “a las cuatro partes del mundo” (el consistorio pamplonés olvidó al “representante” de Oceanía). El pueblo les ha concedido ciertos nombres: Joshemiguelerico y Joshepamunda (los reyes europeos), les siguen Sidi Abd El Mohame y Esther Arata (los asiáticos), detrás de ellos Selim-Pia El Calzao y Larancha-la (los africanos) y por último, la pareja americana, Toko-Toko y Braulia, que marchan por este orden.  Miden unos cuatro metros de altura y pesan entre 59 y 64 kgr. Cada gigante es acompañado por una banda de gaiteros, excepto la última figura, la reina afroamericana, que va seguida de txistularis.

Actos y espacios festivos paralelos

Entre los actos festivos que se integran en el programa de las Fiestas de San Fermín están el festival de danzas de la Plaza de los Fueros y en la Plaza Consistorial después de la procesión, el día 7; el deporte rural o herri kirolak, en el que participan aizkolaris, harrijasotzailes y otros; el alarde de txistularis; los bailables al compás de la gaita o del txistu en la Plaza del Castillo; la quema de las colecciones de fuegos artificiales desde los baluartes de la Ciudadela (antes desde la Plaza del Castillo y evaluados desde 1999 por un Concurso Internacional de Fuegos Artificiales de Autor con el sobrenombre de San Fermín); los partidos de pelota a mano, que congregan a los mejores profesionales en el Trofeo San Fermín, masculino y femenino, y, fuera del programa y desde 1964, El Struendo de Iruña, la peña que con el apoyo de bombos, platillos y otros ruidosos instrumentos se congrega ante Casa Marceliano, cabe la Plaza del Mercado a las 00:00 h. de un día entre semana de las fiestas para celebrarlo con un ruido ensordecedor. Ellos también organizan la merienda del patio de caballos de la plaza de toros para picadores, banderilleros, matarifes y cirujanos a base de un menú chirriante de tortilla de pipas o de almendras, o bien garbanzada con polvorones [39].

Permanece todavía, aunque devaluado por el tiempo, el mercado de los ajos en la Plaza de las Agustinas Recoletas (que antes lo fue de carbón vegetal), con lilíaceas provenientes de Falces y Corella, que hasta los años 60, por lo menos, tuvo gran arraigo pamplonés hasta el punto de que llegara a denominarse tal espacio como “plaza de los ajos”. Era típico adornarse el cuello con la horca de ajos, una estampa muy pamplonesa. Hoy el mercado se ha reducido a un par de escasas casetas para su venta. El ferial del ganado, reducido estos años al ganado caballar, es otro de los tradicionales atractivos de las fiestas que ha resistido al paso del tiempo y la mecanización del campo. Informa NO-DO que los gitanos vendían sus burros viejos. Los aldeanos de la Montaña acudían a vender el ternero o la vaca. Y los tratantes valencianos, de gorra y blusa negra, venían a comprar nuestros ponneys [potokas] de Urbasa y de Burguete y se juntaban en los veladores del “Suizo”, café que estaba situado en la Plaza del Castillo [40]. El día señalado es el 7 de julio (de 7:00 a 15:00 h.) y la cita en el Polígono de Agustinos. En 2018 se congregaron 56 ganaderos venidos desde diferentes puntos del país, que ofrecieron a la venta 510 equinos (entre caballos, yeguas, mulas, burros y ponis), con la exigida documentación en orden. Para ello se instalaron 130 corrales y diferentes sirgas para sujetar a los animales, además se permitió la presencia de puestos de venta de guarnicionería.

La animación en las calles es consustancial a los Sanfermines

Hay que sumar los mercadillos, que abundan por doquier, no sólo en el Bosquecillo de la Taconera, el Parque de Antoniutti, el Paseo de Sarasate (las antes llamadas “casetas” con iluminación eléctrica desde 1895 se dedicaban a la venta de golosinas, abanicos y rifas), la avenida de Carlos III, los bajos de la Diputación, Yanguas y Miranda, etc., donde cada cual procura hacer su negocio, incluso aquellos que quieren llamar la atención como esculturas vivientes o sus grupos musicales; no faltan cada año las barracas políticas, donde es posible beber e informarse de los planteamientos ideológicos de los partidos políticos, que hasta el momento se han situado en diversos puntos (Yanguas y Miranda, Antoniutti…); en el Bosquecillo de la Taconera se dan cita también las casas regionales presentes en la ciudad.

Los actos para los niños tienen su “día” específico en el programa de Fiestas, que incluye las ofrendas de flores a la imagen del Santo ante la iglesia de San Lorenzo. Hay atracciones para ellos en la Avenida de Carlos III y Plaza de la Libertad (antes Conde de Rodezno), con juegos, hinchables y marionetas; fiesta campera y bombero torero en la Plaza de Toros (y en ella concurso de recortadores o corridas vasco-landesas); toro de fuego o zezenzusko al anochecer entre las calles Mercaderes y Estafeta…

A los espectáculos programados oficialmente se añaden las verbenas organizadas a iniciativa de los clubes sociales de la ciudad, desde la década de 1960, incluso por algún bar como “El Cali” de la calle Amaya y el “Kabiya” de la Cuesta del Labrit para la gente madura, que se suman a las organizadas por el Ayuntamiento en las distintas plazas de la ciudad: merengue y salsa en la Plaza de San Francisco, bailables en la Plaza del Castillo (donde se ejecuta el “Baile de la Era” todos los días a las 21:00 h.), música pop en el Parque de Antoniutti, espectáculos variados en el Paseo de Sarasate, música de jazz en la Plazuela de San José, rock en la de las Agustinas Recoletas, más los sets de televisión que con motivo de las Fiestas se montan en el Paseo de Sarasate o en la Avenida de Carlos III.

El típico almuerzo en la calle de una peña festiva, en este caso en la de Tejería (década de 1930) (Foto: Zaragüeta, Museo de Navarra)

La gastronomía de los Sanfermines

La gastronomía de estos días tiene mucho que ver con el culto al toro. Se come mucho estofado, rabo o criadillas de toro, pero también se suele almorzar ajoarriero con caracoles, truchas a la navarra, guisado de conejo, magras y callos con tomate, cordero en chilindrón y lomo con pimientos, sin que falte el relleno de Villava o la txistorra como rotundos aperitivos. Además de acompañar estos productos con buenos tintos y del correspondiente pacharán, a los que hay que sumar postres como la tarta de San Fermín rematada con un sorbete de cava. Y, entre horas, el chocolate con churros. Y en el cuarto toro de la corrida los mozos meriendan vorazmente bocadillos de ajoarriero o de magras con tomate y pimientos rojos, y, en general, los asistentes sacan toda clase de alimentos, desde langostinos hasta sofisticados guisos que se llevan en fiambreras, consumidos con la ayuda de sangría, cerveza o vino [41]. Los trasnochadores hallan en el “caldico” una importante ayuda para reponer el estómago después de una larga noche [42]. Pasado el encierro, lo que se impone es probar los churros de la calle Mañueta acompañados de un buen chocolate y, al mediodía, el vermú o aperitivo en las terrazas de la Plaza del Castillo y en los bares de los alrededores, uno de los cuales, la Sociedad Gaztelu Leku, del número 12 de la céntrica plaza, lleva fama porque en él ofrecen el mejor sorbete de cava de las fiestas. Y si hace calor, el refrescante helado.

Cancionero sanferminero

José María Iribarren [43] se ocupó de recoger ese batiburrillo de canciones indígenas y extrañas que vitalizan los Sanfermines de Pamplona, donde se mezclan tonadas de los dulces años veinte -el Uno de enero, dos de febrero, el Levántate pamplonica, el Justicia, señor alcalde y El aldeano tiró, tiró la piedra– con canciones sentimentales del tiempo de la Guerra civil –Adiós Pamplona, Pamplona de mi quererY tú eres el mar, y yo soy la arena. Extraño revoltijo en el que cada año predomina la canción puesta en boga por la Radio o la Televisión –La Raspa,La Konga, La vaca lechera, Pénjamo, La Mari Carmen no sabe coser, MustafáJuanita Banana, Amarillo es, El que tenga un amor– y donde los zorcicos vascos alternan con “corridos” mejicanos y cantares gallegos, riojanos y bilbaínos.

Pero de entre todo este maremágnum músico-popular confiesa el folklorista navarro:

“yo hubiera recogido, especialmente, los cantares vinarios, porque son los que mejor riman con el ambiente báquico de la fiesta. El brindis de Marina y el inefable Pis pi ris de Ollacarizqueta, de la primera década del siglo: Viva, viva san Fermín / y también el chacolí. Y el que convierte al pobre San Fermín en el culpable de las cogorzas: San Fermín tiene la culpa / de que seamos borrachos, cuyo final resulta inconsecuente: por eso los navarricos / a San Fermín adoramos.

Canción de excusa que cuenta como hermanas a la que dice: Borracho, borracho, tan borracho eres tú como yo. Y al cantar bilbaíno de: Si son borrachos que sean / a nadie le importa nada; / ellos pagan lo que beben / ¡aúpa! / al terminar la semana.

Y habría que anotar las canciones etílicas de más éxito, las que hoy siguen cantándose. Por ejemplo, la que popularizó la rondalla de “Los de siempre”: ¡Ay Gabino! ¡Ay Gabino! / cómo te vas a poner / con la bota, con la bota llena de vino / y el chorizo, y el chorizo pamplonés.

O la que grabaron en disco “Los Bocheros” bilbaínos en los años cuarenta: A Pamplona hemos de ir, con una bota y un calcetín. Y si Nos han dejau solos los de Castejón, ¡arriba la bota! ¡arriba la bota y arriba el porrón!.

Y sería preciso incluir en esta antología las canciones típicamente tabernarias. La alusiva al vino que vende Asunción, que no es blanco, ni es tinto, ni tiene color. A pesar de lo cual, el borracho termina por decirle a la tabernera: ¡Asunción! ¡Asunción! / Echa media de vino al porrón.

Y aquel otro cantar exculpatorio, según el cual: Si el vino de las tabernas / no se vendiera / no seríamos los hombres / tan calaveras.

Y, a propósito de calaveras, no podría faltar la mención de las canciones báquico-macabras. La de Los almacenes de Haro, los vamos a quemar, porque: ¡Ay, ay ay! Se muere mucha gente / ¡Ay,ay ay!, del vino artificial.

Y la después de afirmar que los borrachos en el cementerio juegan al mus se compadece de ellos y les desea la bienaventuranza eterna: ¡Pobrecitos los borrachos / que están en el camposanto! / Que Dios los tenga en la gloria / por haber bebido tanto.

Y quedarían aún por recoger docenas de canciones vinarias. La de origen riojano que insulta a los abstemios cuando dice: A mí me gusta, de la bota empinar, y el que no bebe vino, es un animal. Y la gallega -alusiva a un borracho llamado Bandeira- según la cual, cuando el aldeano quiere beber, no se le debe dar…¡agua!. Canción tan descaradamente hidrófoba como aquella que tiene aire de pasacalles, para entonarla a saltos de alegría y a voz en cuello: Beber, beber / beber es un gran placer. / El agua para lavarse / y para las ranas / que nadan bien”.

La triste despedida de los Sanfermines en la Plaza Consistorial (Oficina Internacional de Prensa de Navarra)

Final de las Fiestas: el “¡Pobre de mí!”

Tras una semana de festejos llega el punto final. A las doce de la noche del último día, desde el balcón de la Casa Consistorial, el Alcalde dirá unas palabras para recordar a la multitud congregada en la Plaza del Ayuntamiento y adyacente del Castillo, con velas encendidas en sus manos,  que “¡ya falta menos pa´l glorioso San Fermín!”y, una vez lanzado el último cohete sanferminero, la población sale por las calles cantando “Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabao las fiestas de San Fermín”. Por la mañana se ha retirado el vallado del encierro, los corrales del Gas permanecen vacíos, el coso taurino cerrado a cal y canto, los últimos fuegos nocturnos ya se han disparado y madres, esposas y novias descansan tranquilas porque el peligro de los toros ha pasado. Los últimos que no se han resignado a este temido final aún “correrán” ante la primera villavesa que suba por Santo Domingo a las 8 de la mañana. Ahora toca dormir y, quién sabe, recuperarse para acudir a las Fiestas de Tudela. Pamplona se vacía. Ahora les toca trabajar a los servicios de limpieza.

A los nostálgicos sólo les queda el consuelo de esperar a los nuevos Sanfermines. Una costumbre que se ha arraigado en las últimas décadas en Pamplona es la celebración de la “escalera de San Fermín”. Desde que Ignacio Baleztena, el tan conocido “Premín de Iruña”, compusiera aquellos versos de “Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril…” en peñas y grupos de amigos se celebra la subida de cada uno de sus peldaños (cada “peldaño” equivale a un mes del nuevo año), caiga en el día que caiga, con cenas y un alborozo que va en progresión ascendente conforme se avanza en el calendario hasta culminar el mismo día del siguiente chupinazo.

También en el ámbito religioso se celebra desde 2009 la “escalera del Santo”, cuya celebración fue introducida por el entonces párroco de San Lorenzo y custodio de la imagen de San Fermín, Santos Villanueva. Surge así una nueva y piadosa costumbre, la Misa de la Escalera. En dicha celebración, que se escenifica en la Capilla del Santo, de la citada parroquia, castizos pamploneses le ofrecen un ramo de rosas rojas prendido con una cinta donde se ha escrito el escalón subido, y se coloca un pañuelico rojo sobre la mesa del altar, la cual va viendo cómo en ella se multiplican los pañuelos conforme “se suben” escalones y se van restando los meses que faltan hasta culminar la escalinata que nos lleva directamente al 7 de julio siguiente.

La evolución de los Sanfermines

Los Sanfermines, como es obvio, han evolucionado como todas las cosas en la vida, pero sin perder el carácter e idiosincrasia del pueblo que los vive y protagoniza.

Las fiestas de San Fermín a principios del siglo XIX, nos dice José María Corella, “… tenían un marcado acento en los actos religiosos, siendo los profanos de tono menor, en lo que a diversiones y espectáculos se refiere. En esto… Pamplona había cambiado poco. Por Sanfermines acudían a nuestra ciudad una colección de forzudos, tragasables, pirófagos, enanos, malabaristas, danzantes, equilibristas, “inventores” y hasta gigantes, hombres éstos de una nada despreciable estatura que se mostraban a las gentes como espectáculo. No faltaban los lisiados, mutilados y malformados, que, en vez de dedicarse a pedir limosna (como aún puede verse hoy), se exhibían ante las gentes cobrando a un tanto “el espectáculo” [44].

“De ser unas fiestas casi aldeanas han pasado a ser un abigarrado revoltijo de todas las lenguas y de todos los pelajes”, nos dirá Emilio Echavarren [45]. Y el periodista Ollarra irá más lejos al observar cómo Pamplona pasó con ellas de ser “una reunión meceteril, casi familiar, con visitantes vasco-franceses y de las provincias vecinas y el paro tecnico-agrícola de los segadores, a ser la “ciudad sin ley” [46], una especie de bacanal sin represiones causa de inseguridad de las personas en el terreno sexual.

“La idea de Pamplona “Ciudad abierta”, como signo de hospitalidad, se ha entendido mal o algunos no lo han querido entender. Trajo a los Sanfermines de hoy  masificación, permisividad…”, opina José María Pérez de Salazar, uno de los inductores del chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento [47].

Es el propio Pérez de Salazar quien nos informa de cómo han evolucionado las Fiestas desde 1920 a cuando escribe sus impresiones siete décadas después, y que él ha vivido, como tantos pamploneses, intensamente [48]:

“Si algo caracterizó a los Sanfermines fue la capacidad del pueblo para olvidar diferencias o para anularlas…

“Los mozos, por lo general, hacían gala de un ingenio que nada tenía que ver con la zafiedad, con el mal gusto ni con la gamberrada.

La estadounidense Lucinda Poole exhibe el Premio Guiri del Año concedido por Kukusumusu en 2017 (Foto: Maite H. Mateo para Navarra.com)

“La venida de Ernesto Hemingway a Pamplona en 1923 abre una nueva época en las fiestas porque les da una dimensión internacional con sus artículos periodísticos y, sobre todo, su novela “Fiesta”, Premio Nobel de Literatura en 1953. La primera etapa estuvo signada por Pablo Sarasate, desde 1879 hasta 1908 en que falleció, el 20 de septiembre en su “Villa Navarra” de Biarritz. El encierro no había pasado todavía a ser espectáculo cumbre. Las fiestas de entonces eran para los de casa: justas y torneos en la Plaza del Castillo, comedias teatrales y música de txistus y dulzainas en la calle, equilibristas y saltimbanquis, que ponen el contrapunto a la celebración religiosa. Al anochecer se encendían hogueras. Los festejos taurinos tenían lugar al día siguiente de la festividad del Santo y duraban toda la tarde. La segunda década del siglo vio llegar a veraneantes de las provincias limítrofes y a los primeros extranjeros atraídos por Hemingway, aunque las fiestas que él conoció hasta 1991 experimentaron pocas variaciones sustanciales, pues sus acontecimientos fundamentales siguieron siendo los mismos… Los cambios vinieron de la variación sensible de las costumbres, aunque ahora se observa un retorno a la vivencia de las fiestas en la calle, como en sus orígenes…

“Antes los espectáculos eran diurnos e incluso se prohibían ruidos a partir de una determinada hora. Ahora es precisamente la noche la que se vive con intensidad y no hay casi discontinuidad entre la música de la tarde y de la noche, aquella termina a las 12 y esta empieza en la madrugada .

“Las fiestas de entonces tenían más encanto, quizá porque era lo único que había para salir de la rutina. Por lo demás, no se crea que han variado mucho. Lo que sí han cambiado son las costumbres.

“Han perdido su intimidad, que no su esencia, pues sus elementos fundamentales se han mantenido”, aunque la ciudad ha crecido mucho y las fiestas en su origen fueron creadas para el casco viejo, que fue su cuna  y la Plaza del Castillo era la que centraba acontecimientos diversos.

“Los Sanfermines se esperaban como una redención… de una vida lánguida, ceñida al corsé de la Cuaresma, la Semana Santa y la Navidad -esta era más risueña-, pues de los carnavales ya no quedaba nada o muy poco.

Las tabernas constituían algo así como el depósito del fuego sagrado, porque el vino ha sido y seguirá siendo el motor importante…”.

Veamos cómo eran las fiestas de los mozos según el testimonio de Félix Urabayen a través del protagonista de su novela, un tabernero baztanés de Arizcun llamado Pedro Mari Echenique, ya en edad madura, de buena posición y aburguesado. La información es referida a la primera mitad de la década 1920 [49]:

“El trabajo en la taberna era enorme en los días de San Fermín… Entraban sin cesar las cuadrillas, con sus largas blusas manchadas de vino, enormes sombreros de segadores y el indispensable acordeón, siempre en movimiento. Las había que llevaban guitarras, otras, muy pocas, flautas y ocarinas, y algunas un violín que gemía igual que un poseído. En ninguna faltaba el tambor, pues lo fundamental en estas fiestas es hacer ruido. Son días de recio escándalo en los que las cuadrillas orgiásticas derrochan todo el triunfo orquestal de la plebe en honor del Santo Patrono, cantando hasta enronquecer, bailando como aschantis [50]y bebiendo sin descanso. Les devora una sed estomacal…

“Durante cuatro días las cuadrillas viven en medio de la calle, con preferencia en las proximidades de la taberna…

“La víspera de la fiesta, después de la música en la Plaza del Castillo, desplegábanse de cuatro en fondo y al son de sus variados instrumentos emprendían el camino hacia el Sario, decididos a estorbar la marcha de los toros que a campo traviesa corren a encerrarse en el portal de la Rochapea.

“Hacia las cinco de la mañana, una vez cumplida su misión entorpecedora, volvían las cuadrillas a taladrar el silencio augusto de la ciudad con sus gritos y bailes. Empezábanse a abrir las tabernas y todos presurosos corrían a hacer provisiones. Las botas, flácidas a causa de las continuas ofrendas nocturnales, se hinchaban hidrópicas hasta provocar el sudor en los mantenedores que sobre el hombro izquierdo las porteaban…

Peña La Veleta con su pancarta al fondo, 1932 (Foto: Zaragüeta, Museo de Navarra)

“Cerca de las seis, la cuadrilla adquiría honores de dispersión. Unos se quedaban en la calle Estafeta, dispuestos a correr delante de los toros; otros preferían aguardarlos sentados en la acera. Los músicos y la gente pacífica íbanse a los tendidos de la Plaza a presenciar el encierro, y a la salida, después de pasar lista y curar los chichones producidos por los embolados, emprendían siempre de cuatro en fondo el camino de las churrerías, a atracarse de ruedas grasientas, poetizadas con sendas copas de aguardiente que obligaba a más de cuatro a agarrarse al cinc del mostrador…

“De allí corrían a los jardines de la Taconera, a divertir a la gente seria con sus bailes y salidas humorísticas. Para las diez, con toda la fuerza del calor, pasaban un rato en las barracas saboreando las novedades de la feria. Luego, a la música en el paseo de la Estafeta [51]; aquí la guerrilla perdía un tanto su férrea unidad; éste se acercaba a la novia, el otro saludaba a un amigo, los más atrevidos seguían a las forasteras, modistillas de Irún y San Sebastián, floreando sus curvas de armoniosa amplitud…

“En punto de la una reuníanse en plena calle, al socaire de cualquier taberna, a comer un cordero lechal, varias pirámides de magras en tomate, la indispensable cazuela de fritada o cualquier otra pequeñez por el estilo. De prisa, y otra vez de cuatro en fondo, vuelta a la Plaza del Castillo. El ron de Iruña lava los estómagos de los pecados del mosto. Mientras se copea y se fuman largos puros, tornan los mesnaderos a la taberna para coger la merienda, siempre de grueso calibre; el ajoarriero, los pollos, las chuletas con tomate o el cordero en chilindrón. Y desde allí a los toros, al tendido de sol, a seguir gritando, comiendo, bailando… y bebiendo.

“Este círculo dinámico que describen las cuadrillas no termina con el crepúsculo. Desde los toros hay que ir a las barracas [52]  y ejercitarse un rato en el tiro al blanco, o sumirse en el dulce mareo de los caballitos del Tío Vivo. Y luego de cenar fuerte es preciso volver aún a la Plaza del Castillo a bailar hasta la hora de iniciarse el prólogo pastoril del encierro de los toros.

“Cuatro días y cuatro noches se sostienen las cuadrillas en pie, repitiendo el mismo programa con matemática precisión. Sólo un exceso de juventud puede explicar la resistencia inconcebible de estas guerrillas formadas…

“Algunos mozos, al tercer día, ahítos de vino y roncos de tanto gritar, marchan hacia la calle Estafeta dispuestos a correr ante los toros; pero el quicio de una puerta mal cerrada o el escalón ancho y recatado actúan sobre su escasa gravedad, obligándoles a caer víctimas del sueño, y allá se quedan respetados por los toros, por los guardias y por los transeúntes… No faltan chuscos que les chuflan una trompeta al oído..

Libro que recoge la memoria de las pancartas diseñadas por Pedro Martín Balda para las peñas de Pamplona (ed. 1981)

“Todas [las cuadrillas] llevan grandes cartelones rotulados con grueso humorismo. En una de ellas, encabezada por enorme bota, se lee: “La Marea. Sociedad anónima de baile, enemiga de la ley seca”. Otro cartelón reza: “Los chicos de la Ochena necesitan nodrizas. Inútil presentarse de mala leche”. “La Sequía -pregonaba un tercer lienzo blanco- Sociedad antialcohólica de 19 grados en adelante. Fuentes permanentes en Mañeru y Artajona”. Y por el mismo estilo desfilan “La Capuchaca”, “La Olada”, “Las Quiliquis” y docenas más de cuadrillas que despiertan estruendosas carcajadas a su paso…

“Pamplona en fiestas se congestiona de tal modo que la masa forastera se apretuja, roza y soba, convirtiendo la ciudad en un inmenso banco de sardinas. Llegan los trenes vacilantes, igual que boas que han engullido demasiado y sobre el andén arrojan carne y más carne que va, viene, grita, canta y se esparce por las calles aumentando la algarabía y el ruido…

“Para alivio de males, no hay un solo angelito de cuatro años en adelante que carezca de su correspondiente chiflaina o del silbato ensordecedor”.

En otro capítulo también explica que:

“La gente joven, en mangas de camisa o con largas blusas blanquísimas, marchaban en cuadrillas o grupos, siguiendo el ritmo del vals que las bandas atacaban con verdadera furia. Eran en su mayoría chicos de 18 a 20 años, altos y espigados. Con sus fajas de colorines arrolladas en la cintura, y al cuello el pañuelo de tonos chillones, daban una nota de alegría y juventud sana y primitiva. Muchos iban cantando al compás de la música; pero los más reservaban sus fuerzas para el Riau, Riau final, que surgía potente y violento como un alarido de triunfo salvaje..

“Del 6 al 12 de julio, la bacanal era continua. Se bailaba en la Plaza del Castillo con una inquietud dionisíaca de sesenta por hora. Se apostrofaba a los ediles desde el tendido con un ademán tribunicio que hubiera envidiado César. Rugía la plaza en plena galerna de dinamismo y de vino riberano… Nadie pensaba en dormir, ni en sentarse, ni en la conveniencia de callar unos segundos. En una ciudad tan religiosa, triunfaba Dionisios, el dios de los entusiasmos y el ruido. Y el pobre San Fermín, sin comerlo ni beberlo -ya comían y bebían a su salud sus feligreses-, se encontraba con una semana de culto pagano, sin un solo gesto ascético ni el menor instante de cristiano recogimiento. Atenas triunfaba frente a la catedral; Baco, con su gran bota en alto, presidía unas fiestas esencialmente católicas”.

“Las diversiones de los pequeños se centraban en levantarse para el encierro [era a las 6 de la mañana], en correr delante de los “akis” [kilikis] y en procurar que les llevasen a alguna corrida, siquiera fuese a la de prueba, de sólo cuatro toros y más económica. Por supuesto, también al circo, por aquel entonces el Feijoo y el París. Contaba éste con la célebre pareja de payasos Rico y Alex. Luego, en años posteriores, vendría el American Cirque, de Luis Corzana, con su hija Carmencita -muy calificada amazona- y la pareja de payasos que se hizo famosa, los hermanos Díaz, que establecieron un concurso  de chistes muy celebrado. Ya más adelante pudimos ver al circo España, con los hermanos Albano, y a los también célebres artistas, los Tonetti.

“Entre las tabernas descollaba entre las demás la tasca Catachú de la calle Lindatxikia por la calidad de su “mol” (vino y ardua en la Cuenca de Pamplona), aunque cabría citar otras como la del Vaticano, la de Francia en la calle San Francisco, El Cosechero en la de San Nicolás, el 24 en Descalzos, la Venta de Andrés en Echavacoiz, la Casa El Rojo en San Juan, con sus juegos de bochas y de la rana, Belascoain también en San Juan, Casa Lucio frente a los Corrales del Gas en la Rochapea o casa Cholo, entre otras.

“Son no menos de citar los chacolís, establecimientos de temporada en los que se vendía el caldo joven de la Cuenca. Fueron famosos los de Culancho, Pinchón, El Cosechero, El Sastrico, Aldaz, Doroteo Moral, Galbete, Iribarren, La Bidegaina, etc. Algunas bajeras de las calles Jarauta, Nueva, Ansoleaga, San Nicolás, se distinguían como tales porque ostentaban una escoba con una sábana blanca a modo de insignia.

“Por la noche, sobre las cuatro de la madrugada, los trasnochadores acudían al Bar Torino, en la Plaza del Castillo, para restaurarse con unas sopicas de ajo de las que hacía el propietario, Cotelo”.

Continúa Pérez de Salazar apostillado por José Soria [53]:

“Vino luego, sobre los 50, otra costumbre, esta implantada por el Bar Tudela, que fueron las recenas.

“En 1923 contaba Pamplona con 35.000 almas. Justamente se había iniciado el que llamaban Nuevo Ensanche. El año anterior se había inaugurado la actual plaza de toros. Las fiestas las animaban cuatro cuadrillas (todavía no se les llamaba peñas): La Marea, La Sequía, La Cuatrena y La Olada. Los mozos que las integraban ahorraban durante todo el año, dejando un fondo semanal, para sus gastos festivos. No gozaban, como ahora, de subvención municipal.

Lanzamiento de bombas japonesas en la actual Plaza del Castillo (antaño de la Constitución) Década de 1930 (Foto: Zaragüeta, Museo de Navarra)

“Tras el encierro era costumbre acudir a las terrazas de los cafés de la Plaza del Castillo para desayunar. Los cafés eran el Iruña, el Suizo y el Kutz. Había algunos bares como el Torino, el Choco, el Dena Ona (el Dena), el Ideal…

“Poco antes de la corrida salen los toreros de los hoteles de la Plaza del Castillo y van hasta la plaza a pie, rodeados de bellas señoritas con mantilla.

“En la Plaza del Castillo tenían lugar los conciertos, que ejecutaban desde el quiosco y la música a cargo de una banda, gaiteros y chistularis. Allí se quemaban, igualmente, llegada la hora, las colecciones de fuegos de artificio. En ella tienen su sede, desde antiguo, dos prestigiosas entidades: el Nuevo Casino (vulgarmente El Principal) y el Casino Eslava. En ambos se ofrecían bailes después del encierro, por la tarde -después de la corrida- y por la noche. Al de después del encierro, en el Nuevo Casino, se le llamaba “del trapillo” y “de la alpargata”. Esta última denominación es la que prevalece. El programa de bailes, muchos años después, se extendió a los clubs deportivos como el Tenis, Larraina, Anaitasuna, el Club Natación, etc. Pero los casinos acordaban, para no coincidir, un día para el baile de gala, que exigían traje de noche o etiqueta, con invitación expresa a las autoridades y los medios de comunicación. Poco antes de la madrugada se servía una cena en frío en obsequio a los invitados.

“En la Plaza del Castillo tuvo su puesto de venta ambulante desde principios del siglo  un personaje excepcional: León Salvador, que con sus ocurrencias singulares era capaz de mantener durante horas la atención de sus oyentes y presuntos compradores de relojes, cadenas, medallas, gemelos y artículos diversos.

“En esta plaza funcionaron durante años las taquillas para la venta de entradas a las corridas de toros y, frente al Choco, el quiosco de venta y degustaciones del champán Ezcaba.

El Ferial de Pamplona, hoy más conocido como Las Barracas. Década de 1930 (Foto: Zaragüeta, Museo de Navarra)

“Lo que no pasara en la Plaza del Castillo sucedía en las barracas del ensanche viejo (el ferial), dijérase los dos polos de las fiestas de entonces. A estos se sumaban las churrerías de La Mañueta y de La Estrella, de Elías Fernández y de Roa, respectivamente, cuyos productos se consumían acompañándose de anís o vino rancio, sobre largas mesas de madera acompañadas de bancos igualmente largos.

“Las atracciones de la feria eran el Museo de figuras de cera; doña Anita, la mujer más pequeña del mundo que saludaba en varias lenguas; el laberinto; el guiñol de Los Curriños; la mariposa que voló sobre el mar; el tobogán; el patín; los columpios de las barcas; los tiovivos; la Plataforma de la risa; el carrusel volador; el balansé; los aparatos de probar fuerza; el Circo Ruso…

“Antesala del ferial era la calle del General Chinchilla ocupada por vendedores de todas las clases, encurtidos, quisquillas, fruto secos, el coco y plátanos. No faltaban los pintores de marinas al pastel, que rifaban al módico precio de un real por boleto de La Habana; ni los adivinadores del porvenir ni tantos otros personajes como los tullidos, mancos, cojos y similares… Por fiestas y en verano había sesiones de cinematógrafo en el llamado Patio de Ros en la misma calle del General Chinchilla, junto a la fábrica de cervezas La Cruz Azul.

“En el curso de los años las barracas fueron mejorando de manera sensible y entre los artefactos hay que anotar los autos de choque (los auticos), las olas, el látigo, la montaña rusa y hasta el cable de la muerte de Juanmartiñena. Llegaron nuevos y magníficos carruseles, casetas de espectáculos como el Teatro Argentino y otras. Actualmente se instalan verdaderos ingenios en el ferial (como la noria gigante, el pulpo…) pero a precio más caro y prohibitivo para los padres de familia”.

Cuando las cuadrillas (ahora peñas) salían de la plaza de toros tras la corrida, con sus pancartas desplegadas y sus músicas, muchas veces a base de chistus y acordeones, la gente se agolpaba a lo largo de todo su recorrido desde la plaza hasta el ferial. Era todo un espectáculo. Este festejo -añade José María Iribarren [54]- “tiene sus adictos: el baile de la mocina es distinto al del resto de las fiestas, es un danzar báquico, orgiástico, más violento, en el que hasta los tímidos olvidan su cortedad, y los violentos y patas se moderan para conseguir más uniformidad en los saltos”.

Francisco Grandmontagne [55] fue testigo en 1923 que en Pamplona por fiestas de San Fermín había “música por todas partes: bandas, charangas, guitarras, bandurrias, tambores, pitos y castañuelas; música militar, civil y eclesiástica (las campanas); música de viento, de cuerda, de laringe”. Años después llegarían los bombos, bombos tremebundos que acompañan a las peñas de los mozos y hacen retumbar con ellos los tendidos de sol de la plaza de toros.

Gorgorito es el personaje principal del Teatro de Títeres de Maese Villarejo ofrecido a los niños primero junto a la Catedral y en los últimos años en la Plaza de la Paz

José Soria [56] recuerda dos aspectos de los Sanfermines de aquella época, como el cine público nocturno y las cucañas. El cine se proyectaba en la fachada del Teatro Gayarre, en la Plaza del Castillo y tras su derribo en 1931, en su nueva sede de la Avenida de Carlos III, que aprovechó la fachada antigua. El telón se colocaba entre sus dos columnas. Más tarde se trasladó al rincón del Casino Eslava en la Plaza del Castillo y, sucesivamente, al callejón de la Plaza de Toros, la Plaza de San Francisco y la del Vínculo. Las cucañas hacían la delicia de los chavales. Primeramente se erigieron en la Plaza del Castillo, luego en la de San Francisco y a continuación en los jardines de la Taconera, junto al Bosquecillo.

Por los años 30-31 existían las peñas “La Veleta”, “La Polar”, “El Buen Humor”, “El Bullicio” y “La Gau-Txori”. Solía venir una peña de San Sebastián, “Los de Siempre”, con guitarras y bandurrias y su correspondiente cartel. Tenía su sede en Casa Antonio -luego Bar Montón-, en la calle de San Francisco.

El ferial del ganado estaba instalado en la Vuelta del Castillo. Al paso del tiempo fue a parar a las arboledas sitas entre las actuales avenidas de Pío XII y de Bayona, para  finalmente establecerse junto al río Arga en el barrio de San Jorge. Los animales llegaban a la ciudad en vagones de tren. Con el tiempo y la mecanización del campo  perdió su característica diversificación.

Se lee en una guía de los Sanfermines editada por el Ayuntamiento de Pamplona [57]:

“Los Sanfermines actuales son unas fiestas alegres, ruidosas, desenfadadas, masificadas e internacionales. Sin embargo el sentido de la fiesta permanece intacto: desinhibición social, disfraz carnavalesco, burla de casi todo, trastoque de categorías urbanas y respeto a la tradición, que no se altera, y en conjunto conforman una “anarquía organizada”.

Anexo. Ordenanza Municipal del Encierro de Pamplona [58]

Exposición de motivos

La Ciudad de Pamplona es conocida en muchos países del mundo por las fiestas de San Fermín y dentro de las fiestas el acto más conocido es sin duda el Encierro.

El Encierro, entendido como conducción de los toros hasta los corrales de la plaza, es una tradición secular de Pamplona que se remonta hasta tiempos imposibles de fijar.

En cualquier caso, no fue hasta finales del siglo XIX cuando de forma continuada comenzaron a participar corredores, iniciándose un rápido desarrollo que nos ha llevado hasta la realidad actual.

El Encierro siempre se ha caracterizado por su aspecto festivo y participativo, alrededor del cual han surgido múltiples tradiciones y costumbres que han enriquecido el acervo cultural de la Ciudad y han potenciado su conocimiento y difusión hasta el punto actual, convirtiéndolo en referencia municipal.

La presente ordenanza trata así de proteger la esencia de este acto que se caracteriza por el anonimato de los participantes, la conveniencia de que se desarrolle con rapidez y sin incidencias y el debido respeto a los toros y cabestros que lo protagonizan en su desplazamiento en manada.

El participar en el mismo es un acto voluntario que constituye un riesgo para quienes lo hacen, ya que cada año hay heridos por contusiones y/o asta de toro. El riesgo aumenta por las numerosas personas que participan en él, participación que se ha visto incrementada por la popularidad del acto.

Para minimizar ese riesgo se realiza la limpieza a fondo del recorrido, se aplican productos antideslizantes en determinadas zonas y los miembros de Policía Municipal y Policía Foral despejan la zona destinada a correr y vigilan permanentemente para que los corredores puedan hacerlo de la forma más segura.

Cada año en fechas próximas a las fiestas la Alcaldía dicta el Bando de San Fermín y una de sus disposiciones se dedica al Encierro, recogiendo instrucciones que deben cumplirse para tratar de que discurra de forma adecuada y ordenando sancionar los incumplimientos que se produzcan en su desarrollo.

Este adecuado régimen sancionador trata de proteger el desarrollo normal del encierro, castigando las conductas que lo perturban. Además, redundará en un mejor cumplimiento de las indicaciones dadas para participar en él como corredor o espectador y, por ende, en una mayor seguridad para todos.

Para poder sancionar correctamente las conductas indebidas que, en muchos de los casos, pueden ir en detrimento de la seguridad que debe presidir el desarrollo de un acto con un riesgo potencial elevado para la integridad física de las personas, se considera necesario dotar a los órganos competentes para imponer las sanciones de una normativa que garantice el principio de tipicidad legal establecido en el artículo 25.1 de la Constitución Española y en virtud del cual nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquél momento. El artículo 129.1 de la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas dice que sólo constituyen infracciones administrativas las vulneraciones del ordenamiento jurídico previstas como tales infracciones por una Ley, sin perjuicio de lo dispuesto para la administración local en el título XI de la Ley 7/1985, Reguladora de las Bases del Régimen Local

La Ley 57/2003, de 16 de diciembre, de medidas para la modernización del gobierno local, modificó la Ley Reguladora de las Bases del Régimen de forma que en su artículo 139 se recoge la posibilidad de que las entidades locales puedan, en defecto de normativa sectorial específica como sucede en el caso del Encierro, establecer tipos de infracciones e imponer sanciones por incumplimiento de deberes, prohibiciones o limitaciones establecidos en las correspondientes ordenanzas y por este motivo se considera necesario regular el Encierro mediante esta ordenanza.

Artículo 1. Objeto.

La presente Ordenanza entiende el Encierro como un bien cultural de los ciudadanos de Pamplona y por ello tiene por objeto establecer las disposiciones generales que lo regulan y el régimen jurídico de las infracciones y sanciones derivadas del incumplimiento de esas disposiciones.

Esta Ordenanza se aplicará con carácter supletorio al Decreto Foral 249/1992, de 29 de junio por el que se aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos, así como a la normativa de ámbito estatal o foral que pueda resultar de aplicación a las Entidades Locales de Navarra.

Recorrido del encierro de Pamplona (infografía de Antonio Alonso para El País, 06-07-2019)

Artículo 2. Recorrido del encierro.

El recorrido del encierro partirá de los corrales de Santo Domingo y finalizará en los corrales de la Plaza de toros y discurrirá por las calles de Santo Domingo, Plaza Consistorial, Mercaderes y Estafeta.

Artículo 3. Horario.

Todos los encierros darán comienzo a las 8 horas, salvo causa de fuerza mayor. Se disparará un cohete cuando se abre la puerta de los corrales de Santo Domingo, otro cuando sale el último toro de ellos, un tercero cuando todos los toros se encuentren en la plaza y el cuarto cuando el último toro entre en los corrales de la plaza.

Artículo 4. Disposiciones Generales.

1.–Para minimizar el riesgo de los participantes en el Encierro, las medidas de seguridad que lo regulan han de ser cumplidas con el máximo rigor, debiendo atenderse siempre las indicaciones del personal encargado de su vigilancia y regulación, así como las disposiciones que en orden a su celebración se especifican cada año en el Bando Municipal para las fiestas de San Fermín.

2.–Quienes vayan a participar en la carrera se situarán en los lugares que a tal efecto dispongan la Policía Municipal y la Policía Foral, debiendo quedar el resto del recorrido totalmente despejado y a partir de las 07:30 horas únicamente podrán permanecer en él los corredores, en el lugar destinado para ellos, y las personas autorizadas.

El acceso de los corredores se efectuará desde los sitios y en el horario que al efecto disponga el Ayuntamiento de Pamplona. En ningún caso quienes deseen correr podrán entrar en el recorrido después de las 07:30 horas. Los mandos de Policía que controlen los accesos podrán cerrarlos antes de esa hora si consideran que el número de corredores es suficiente para el espacio disponible.

3.–Todos los participantes en la carrera deberán atender las instrucciones de la Policía y del personal técnico que interviene en el desarrollo del encierro, debiendo si son requeridos para ello abandonar el recorrido del encierro, marcharse de la zona entre vallados, etc.

4.–No podrán participar en el encierro los menores de dieciocho años, que a partir de las 07:30 horas y hasta su finalización no deberán permanecer en su recorrido.

5.–En el espacio situado entre los dos vallados, que existe en algunas zonas, solamente podrá permanecer el personal autorizado para ello por el Ayuntamiento de Pamplona, que en todo momento deberá llevar de forma visible la correspondiente identificación y autorización y cumplir las condiciones recogidas en ella y atenderán las indicaciones que les puedan dar los policías de servicio. El resto de personas serán desalojadas de forma inmediata.

Durante el discurrir del encierro, dicho espacio queda reservado para refugio de las personas participantes que, en situación de riesgo, necesiten protección.

6.–Los establecimientos de hostelería y de cualquier tipo de actividad comercial con acceso desde el recorrido del encierro deberán tenerlo cerrado a las 06:00 horas de forma que nadie pueda entrar ni salir de ellos. En todo caso el tipo de cierre será efectivo. Ningún establecimiento con fachada hacia el recorrido podrá tener funcionando pantallas reproductoras de imágenes que se vean desde el mismo.

Podrá autorizarse exclusivamente la venta de periódicos en establecimientos con acceso desde el recorrido del encierro, limitando su horario hasta la 07:00 horas si se encuentran en zonas que deben quedar despejadas y hasta las 07:30 horas si están en zonas donde permanecen los corredores que van a participar en el encierro. Los interesados deberán solicitar el permiso correspondiente que será expedido por el Área de Seguridad Ciudadana.

7.–Los portales de viviendas con acceso desde el recorrido del encierro deberán estar cerrados a partir de las 07:30 horas de forma que no pueda accederse a ellos. A partir de esa hora no podrán permanecer personas en ellos ni salir al recorrido del Encierro.

8.–La limpieza del recorrido del encierro es fundamental para aumentar la seguridad de los corredores, por lo que de ninguna manera podrá dificultarse el desarrollo de la misma con actuaciones que molesten el tránsito de los vehículos y los trabajos del personal dedicados a ella.

9.–Una vez que haya pasado el servicio de limpieza no podrá sacarse basura ni vidrio al recorrido del encierro ni a las calles transversales al mismo (Tejería, Javier y Travesía de Espoz y Mina).

10.–A partir de las 07:00 horas no podrá emitirse música hacia el recorrido del encierro, salvo que sea autorizada por el Ayuntamiento.

11.–Queda taxativamente prohibido y será objeto de denuncia por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad:

a) Encaramarse a elementos de fachadas, mobiliario urbano, árboles, farolas, etc. situados dentro o fuera del recorrido del Encierro.

b) La instalación de elementos que invadan el espacio horizontal, vertical o aéreo del recorrido del encierro, salvo autorización expresa del Ayuntamiento de Pamplona.

c) Situarse en las zonas y lugares del recorrido que expresamente prohíba esta Ordenanza, el Bando de Alcaldía para las fiestas de San Fermín o los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad.

d) Desbordar las barreras o límites que los agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad establezcan en los distintos lugares del recorrido.

e) Tener abiertas las puertas y portales de los edificios y locales situados en el recorrido después de las horas fijadas para su cierre. De ello serán responsables los copropietarios, usuarios, inquilinos o titulares de los mismos.

f) Permanecer en el recorrido en estado de embriaguez, bajo los efectos de drogas, sustancias estupefacientes o sin estar en plenas condiciones físicas y psíquicas.

g) Utilizar prendas que dificulten o impidan el normal desarrollo de la carrera o calzado que no sea el adecuado para hacerla (zapatos de tacón, chanclas, sandalias, zuecos, etc.).

h) Arrojar objetos en el recorrido del encierro una vez que ha sido limpiado.

i) Portar objetos inconvenientes para el buen orden y seguridad del encierro como pueden ser a título enunciativo: Mochilas, bolsos, botellas, vasos, bastones, máquinas fotográficas o de video, micrófonos, aparatos para grabar imágenes, etc.

j) Correr hacia las reses o detrás de ellas creando situaciones de peligro.

k) Tocar a las reses o llamar su atención, de cualquier forma y por cualquier motivo, en el itinerario o en el ruedo de la plaza, y especialmente agarrar las astas de las reses y tocar a los toros, salvo que se realice para evitar una cogida.

l) Pararse en el recorrido y quedarse en el vallado, barreras o portales, de manera que se dificulte la carrera o defensa de los corredores.

m) Estar a la espera, antes de la salida de los toros, en rincones, ángulos muertos o portales de acceso a viviendas o establecimientos, situados en el recorrido del Encierro.

n) Utilizar cualquier medio grabador de imagen o sonido, incluso aparatos de telefonía móvil, dentro del recorrido o de los vallados reservados, sin la debida autorización.

o) Sobrevolar sin autorización, con cualquier tipo de aparato, el espacio del Encierro.

p) Participar en el encierro utilizando cualquier tipo de elemento mecánico para desplazarse (patines, monopatines, bicicletas, etc.).

q) Tirar cohetes, petardos o cualquier artificio pirotécnico en la Ciudad que pueda generar confusión con los cohetes del Encierro y situaciones de inquietud en corredores y espectadores, entre las 07:00 y las 08:30.

r) Cualquier otra actuación que pueda dificultar el normal desarrollo del encierro o vaya en contra de lo dispuesto en la presente ordenanza.

Las personas que realicen cualquiera de las actividades prohibidas y estén dentro del recorrido del Encierro serán inmediatamente desalojadas por los agentes de la autoridad y denunciadas por su actuación.

12.–Los espectadores se situarán en los lugares habilitados para ello y atenderán en todo momento las indicaciones que les puedan dar los policías encargados de la seguridad del Encierro. En ningún caso podrán colocarse en el espacio comprendido entre los dos vallados.

Artículo 5. Régimen sancionador.

La tramitación de los expedientes por infracciones tipificadas en esta ordenanza se hará conforme a lo establecido en la Ley Foral 2/1989, de 13 de marzo, Reguladora de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas de Navarra.

Los plazos de prescripción de las infracciones y de las sanciones y para la caducidad del procedimiento serán los establecidos en la Ley Foral citada. La graduación de las sanciones se realizará de acuerdo con los criterios establecidos en la Ley Foral 2/1989.

Podrán adoptarse las medidas previstas en el artículo 30 de la Ley Foral 2/1989, de 13 de marzo, de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas. Artículo 6. Infracciones muy graves.

Se considerarán infracciones muy graves:

1.–Participar en el encierro utilizando elementos mecánicos para el desplazamiento (patines, monopatines, bicicletas, etc.

2.–Cualquier actitud que genere riesgo para la integridad física de las personas, incluso para la del infractor.

3.–La reiteración en infracciones graves.

Artículo 7. Infracciones graves.

Se considerarán infracciones graves:

1.–La instalación de elementos que invadan el espacio horizontal, vertical o aéreo del recorrido del encierro, salvo autorización expresa y singular del Ayuntamiento de Pamplona.

2.–Permanecer en el recorrido en estado de embriaguez, bajo los efectos de drogas, sustancias estupefacientes o sin ostentar plenas condiciones físicas y psíquicas.

3.–Arrojar objetos en el recorrido del encierro una vez que ha sido limpiado o durante el transcurso del mismo.

4.–Correr hacia las reses o detrás de ellas creando peligro.

5.–Tocar a las reses o llamar su atención, de cualquier forma y por cualquier motivo, en el itinerario o en el ruedo de la plaza, salvo que se realice para evitar una cogida.

6.–Pararse en el recorrido y quedarse en el vallado, barreras o portales, de manera que se dificulte la carrera o defensa de los corredores.

7.–Utilizar cualquier medio reproductor de imagen o sonido dentro del recorrido o de los vallados reservados, sin la debida autorización.

8.–Utilizar aparatos para sobrevolar el espacio del recorrido del encierro.

9.–Tener abiertas las puertas de portales de viviendas o locales que den al recorrido del Encierro después de las horas fijadas para su cierre.

10.–Cualquier otra actuación que pueda dificultar de modo grave el normal desarrollo del encierro.

11.–La reiteración en infracciones leves.

Artículo 8. Infracciones leves.

Se considerarán infracciones leves:

1.–Encaramarse a elementos que no ofrezcan garantía de seguridad suficiente dentro del recorrido del encierro.

2.–Situarse en las zonas y lugares del recorrido del encierro que expresamente prohíba esta ordenanza, el Bando de Alcaldía para las fiestas de San Fermín o los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad.

3.–Estar a la espera, antes de la salida de los toros, en rincones, ángulos muertos o portales de acceso a viviendas o establecimientos, situados en el recorrido del Encierro.

4.–Desbordar las barreras o límites que los agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad establezcan en el recorrido del encierro.

5.–Llevar vestuario o calzado inadecuado para la participación en el encierro.

6.–Portar objetos inconvenientes para el buen orden y seguridad del encierro (mochilas, bolsos, botellas, vasos, máquinas fotográficas o de vídeo, aparatos para grabar imágenes, micrófonos, etc.).

7.–Emitir música hacia el recorrido del encierro a partir de las 07:00 horas.

8.–Obstaculizar las labores de limpieza del recorrido del encierro.

9.–Tirar cohetes, petardos o cualquier artificio pirotécnico entre las 07:00 y las 08:30 horas.

10.–Obstruir la labor del personal técnico del encierro (pastores, dobladores, carpinteros, personal sanitario, etc).

11.–Las acciones u omisiones contrarias a lo establecido en esta Ordenanza que no hayan sido tipificadas como muy graves o graves.

Artículo 9. Sanciones.

Las infracciones se sancionarán con las multas previstas en la Ley Foral 2/1989, de 13 de marzo, Reguladora de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas de Navarra.

Disposición final:

La ordenanza entrará en vigor el día siguiente al de su publicación en el Boletín Oficial de Navarra.

Bibliografía básica

Equivalencias

BON: Boletín Oficial de Navarra

CCPS: Cuadernos de la Cofradía del Pimiento Seco

DN: Diario de Navarra

GEN: Gran Enciclopedia Navarra

NTCP: Navarra, Temas de Cultura Popular

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Imagen de la portada: fragmento de la efigie de San Fermín en la capilla de su nombre, en la iglesia parroquial de San Lorenzo, Pamplona

Esta investigación forma parte de la redacción del Calendario tradicional festivo y religiosidad popular para el Atlas etnográfico de Vasconia, en preparación por los grupos Etniker.

Notas

[1] En esta iglesia ya existía una capilla que databa del siglo XIV y en la catedral un altar dedicado al Santo desde época medieval. Sin embargo, su culto no consta documentalmente hasta el siglo XII, importado al parecer de la sede episcopal de Amiens, en cuyas letanías figuraba desde el siglo VIII. “A finales del siglo X o comienzos del XI cristaliza una versión de dudoso fundamento histórico, según la cual el santo era hijo de un senador de la Pamplona romana convertido al cristianismo por San Honesto, discípulo de San Saturnino. Consagrado obispo a los 24 años, habría marchado poco después a evangelizar la Galia y tras predicar en Agen, Clermont, Angers y Beauvois, habría sufrido el martirio en Amiens tras bautizar a más de 3.000 personas. La propagación de este relato en el siglo pudo contribuir a que el culto prendiera en la vieja “ciudad” de Pamplona, la Navarrería, como réplica digna y coherente del santo patrono que había dado nombre el nuevo burgo de “francos”: GALLEGO GALLEGO (1990): V, 91.

[2] Es ya célebre la visita del pintor vasco-asturiano Darío de Regoyos y del poeta belga Émile Verhaeren a las Fiestas de San Fermín cuando éstas se celebraban por la Degollación del Santo, es decir en las fechas hoy coincidentes con las de San Fermín Chiquito en el mes de septiembre y de la que dejan constancia en su crónica conjunta La España Negra. Era en 1888. Se alojan en un piso de la calle Estafeta, donde no pudieron dormir. “Cantan los borrachos, roncan los huéspedes tumbados en el suelo en cama redonda, y entre pitos y flautas del Roncal tocando aires penetrantes de montaña, y las murgas que ya a las cinco empiezan a alborotar la población, se pasa la noche alegremente, figurándose uno que ha dormido”. Verhaeren se enamora, no obstante, de Pamplona, porque dice que “Pampelune rime avec lune”. Refieren, con su acentuado dramatismo, cómo unos gitanos se llevaban hasta Tajonar en carro los cuerpos sin vida de los caballos despanzurrados en la Plaza en la suerte de varas, con el fin de cocerlos en grandes marmitas y fabricar jabón con su sebo: IRIBARREN (1982): 207-215.

[3] CORELLA (1974): 212, 3 y ss.; IMBULUZQUETA (2011): 140; ORDÓÑEZ (1967): 2, 8 y ss.; SORIA AYERRA (1978): 319, 26.

[4] GEN., “Sanfermines. Historia”, X, 172-180.

[5] Ernest Hemingway llegó a Pamplona por primera vez en 1923 como periodista del diario canadiense Toronto Star y en su crónica comparó las fiestas de Pamplona con una especie de carnaval. Repitió su presencia ocho años más (1924-31 y 1953 y 1959). Se alojaba en hoteles de la Plaza del Castillo: el Quintana y La Perla, que aún mantiene memoria de la habitación que se le reservaba. Desde entonces “la fiesta de Pamplona ya no es ni regional o nacional sino internacional en su atractivo: POOLE (1982): 9 y 115-130). Véase también PÉREZ OLLO (1990): V, 478-479; y OLLARRA (2002).

[6] IRIBARREN (1981): 6.

[7] Explicaba Ignacio Baleztena el origen de su denominación. “Cierto año llegaron unos aragoneses campechanos y entusiastas y presenciaron la marcha hacia las Vísperas encaramados en un balcón de la calle Mayor. Al final de la frase del vals de Astrain…., exclamaron: “¡Riau, Riau!”. Y al correr del tiempo, aquella caravana ciudadana quedó contagiada de la guasa baturra”. Tomado de PÉREZ SALAZAR (1992) 69.

[8] La primera suspensión de la marcha a Vísperas fue en 1972, aunque siguieron otras en 1980 y 85. En 1984 ni siquiera pudo salir la Corporación municipal del zaguán consistorial. En 1991 se suprimió del programa oficial de fiestas, pese a que distintos colectivos sociales han procurado retomar el “¡Riau-Riau!” con el acompañamiento de la banda La Pamplonesa, pero ya sin la presencia del alcalde y  los concejales, que llegan a la iglesia de San Lorenzo para la función religiosa de las Vísperas en taxi. En 2012 nuevos incidentes de carácter político obligaron a suspenderlo nuevamente.

[9] Enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/Riau-riau; PÉREZ OLLO (1973 y 1990).

[10] IRIBARREN (1981): 66-69.

[11] Manera popular como se llama a la Santa Casa de Misericordia o, simplemente, Casa de Misericordia.

[12] Es una talla de medio cuerpo realizada en madera policromada recubierta de plata en 1687 que data de finales del siglo XV, a la que se viste con una capa roja y bordada en oro, con el escudo de la ciudad, a la que se denomina “capotico de San Fermín”. En el óvalo de su pecho se conservan las reliquias llegadas de Amiens en el siglo XVI.

[13] V.V.A.A. (1998): 142-143.

[14] De 48 músicos, fundada en 1919, interviene en los siguientes actos de las Fiestas: chupinazo (12:00h), procesión de la Octava (20:00h), dianas (6,45h.) y corridas (18:30h).

[15] Fue fundada en 1885 a iniciativa del párroco de la iglesia de San Lorenzo de Pamplona y favorecida con indulgencias por el Papa León XIII, con el fin de dar culto al Santo.

[16] Fue a propuesta de los pamploneses Joaquín Ilundáin y José María Pérez de Salazar con el fin de solemnizar el acto. Anteriormente, el estanquero de la Plaza del Castillo, Juan Echepare, había obtenido permiso del Ayuntamiento para disparar cohetes de inicio a las Fiestas en la Plaza del Castillo, lo que hizo hasta 1936.

[17] CAMPO JESÚS (1971): 91; y CAMPO JESÚS (1990): IV, 283.

[18] Quedaba limitado el coso de la Plaza del Castillo por el espacio comprendido entre la calle Chapitela y la bajada de San Nicolás. El cierre se hacía con barreras de madera, según contrato con un carpintero responsabilizado de los gastos derivados de la fuga de las reses fuera del contorno protegido. Se llegaron a correr hasta 15 toros en una tarde. El coso se regaba para impedir polvaredas. Hubo un corral particular como “encerradero de los toros” dotado de dos puertas con acceso a la plaza, una pequeña para soltar los toros y otra mayor pararetirarlos. Así hasta 1616 en que el Ayuntamiento construyó la “casa de los toriles” en el que hoy es portal número 37 de la Plaza del Castillo: ARAZURI (1979): I, 162-168.

[19] El nombre de Corralillos del Gas proviene de la existencia de una fábrica de gas durante el siglo XIX. Fue levantada en 1861 por una compañía holandesa para proporcionar suministro al alumbrado público y a las viviendas particulares de la Rochapea. Durante la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), la fábrica se quedó sin materia prima y hubo de suspender su actividad. La reanudó durante unos pocos años más, hasta que quedó fuera de servicio en 1888 con la llegada de la electricidad a Pamplona. En 1899, el Ayuntamiento decidió utilizar la fábrica de gas para alojar a los toros castellanos y andaluces que se traían para las fiestas, ya que las ganaderías navarras se ubicaban en los corrales del Sario. Desde entonces, a este espacio se le ha conocido como Corrales del Gas. Las instalaciones fueron provisionales hasta 1918, fecha en que se construyeron unos corrales fijos. En 1943 se derribaron los últimos restos de la antigua fábrica y, en 2003, los corrales nuevos no muy alejados de los anteriores.

[20] Los encierros no son exclusivos de Pamplona ni de Navarra, habiéndolos también en otras comunidades (San Sebastián de los Reyes en Madrid, Brihuega en Guadalajara, Segorbe en Castellón etc.). Los encierros poseen un común denominador y acusan caracteres propios localistas; en ocasiones con nombres específicos, como “El Pilón” de Falces, mezcla de encierrillo y encierro: las vacas bravas bajan del monte por una senda de fuerte pendiente, bordeada por un barranco. En Navarra hay que diferenciar los encierros con toros de Pamplona, Tafalla, Tudela y Sangüesa y de novillos (en Estella, Lodosa y Peralta), que son de itinerario urbano, de los de vacas bravas (encierro del Estrecho de Arguedas y del Pilón de Falces), que lo son semiurbanos o montaraces.

[21] CAMPO JESÚS (1980): 25-27 especialmente.

[22] ARAZURI (1979): I, 165-168.

[23] La plaza de toros “vieja” se encontraba donde ahora se halla el Café Niza, en la calle Duque de Ahumada, y desde 1923 en que se hizo una nueva, de madera, se dirigían a la izquierda.

[24] Lo usual para cerrar las bocacalles, que hoy sorprende sobremanera, era utilizar mantas para ello, procedimiento que persistió hasta finales del siglo XVIII o principios del XIX, que, según Arazuri, es cuando se cambiaron las mantas por vallados (Archivo Municipal de Pamplona, Libro Ceremonial Funciones, fol. 104, citado por ARAZURI (1979): I, 165.

[25] CARO BAROJA (1971): 3, 285-286; IRIBAS Y SÁNCHEZ (1900): 315-322.

[26] En décadas anteriores a 1930 se iniciaba a las 6:00 h de la mañana, una década más tarde era a las 7:00 h. para pasar después a las 8:00 horas. Al respecto es conocida la copla de Ignacio Baleztena “¡Aúpa los Irunshemes!”: “Levántate pamplonica / y pega en la cama un brinco / que acaban de dar las cinco / y el encierro es a la seis./ Al que no corra los toros / por la calle Estafeta / le mandan hacer puñetas / por ser mal pamplonés”.

[27] ARAZURI (1983); CAMPO JESÚS (1978); CAMPO JESÚS (1980); CAMPO JESÚS (1982); JUSUÉ SIMONENA – GRAN ENCICLOPEDIA NAVARRA (1990): IV, 283-286; LARRIÓN ARGUIÑANO (1976).

[28] POOLE (1982): 57-58.

[29] SORIA AYERRA (1978): 319, 9.

[30] En 1920, debido a los planes urbanísticos de la ciudad, el Ayuntamiento de Pamplona decidió sustituir la plaza de toros construida en 1844, por otra en el segundo Ensanche. El nuevo coso se ubicó también al final de la calle Estafeta pero de forma que el encierro en lugar de doblar a la derecha girase a la izquierda. El Ayuntamiento no podía hacer frente a los gastos de la construcción y decidió ofrecer la iniciativa a la ciudad. La Casa de Misericordia, mediante la emisión de obligaciones y con la ayuda de entidades financieras pamplonesas, se convirtió finalmente en su propietaria. La edificación comenzó en marzo de 1921 según el proyecto de Francisco Urcola, y, debido al incendio que arrasó la antigua plaza en agosto de ese mismo año, se impuso que la nueva instalación estuviera lista para los siguientes Sanfermines. De este modo, el 7 de julio de 1922 se inauguró el nuevo coso con el primer encierro de las fiestas. En 1966 fue ampliada conforme al proyecto de Rafael Moneo – Carlos Fernández Casado. La Casa de Misericordia es quien organiza las corridas de toros y todo lo relacionado con los espectáculos taurinos: contratación de las ganaderías y toreros, desembarque del ganado, preparación de los corralillos del Gas, encierrillos, encierros, montaje y colocación de vallados de madera, contratación de pastores, dobladores, mulillas, mulilleros, banda de música, taquilleros, porteros de la plaza, carniceros…, en definitiva, todo lo relacionado con el toro. Está considerada como una de las mejores plazas por su capacidad de 19.529 localidades (segunda del Estado por aforo) y la calidad de su asistencia médica. (http://www.casamisericordiapamplona.com/secciones/plantilla.php?seccion=plaza_de_toros; http://feriadeltoro.com; COAVN (1994): 88; CAMPO JESÚS (1972): 125.

[31] PÉREZ RUIZ (2016): 14.06.

[32] Que recuerda el martirio por degollación del Santo. El Ayuntamiento de Pamplona, desde 1966, concede el Pañuelo de Honor a aquellas personas que a esta distinción se hagan acreedoras por el especial significado de su presencia y de su participación en las Fiestas de San Fermín.

[33] El color del traje lo tomaron del mono de trabajo de uno de ellos que era pintor. Otros opinan que el traje viene del blusón blanco que llevaban los carniceros del Mercado Viejo de Santo Domingo, que solían correr en el primer tramo del encierro antes de irse a trabajar, y, asimismo, las alpargatas blancas con cintas rojas ya existían por haberlas creado para las fiestas de San Roque el alpargatero de Los Arcos Domingo Cirauqui. Estas y otras curiosidades en IMBULUZQUETA (2011): 151.

[34] PÉREZ DE SALAZAR (1992): 160.

[35] En un NO-DO dedicado a los Sanfermines de 1946 se dice que “algunos visten de blanco bajo las blusas”. Fotografías de los años 30 demuestran que entre los corredores del encierro predominaban blusas y chaquetas.

[36] PÉREZ DE SALAZAR (1992): 31-32.

[37] V.V.A.A. (1998): 148-149.

[38] IMBULUZQUETA (2011): 172-173;  (http://www.sanferminoficial.com/es/protagonistas/la-comparsa).

[39] MARTÍN DEL BARRIO (1983): 11.07.

[40] NO-DO dedicado a los Sanfermines de 1946.

[41] No se crea que esta costumbre de merendar en el cuarto toro es exclusiva del pueblo llano. Las autoridades tienen su particular momento gastronómico desde siempre. El folklorista Florencio Idoate nos refiere algunas meriendas de ilustres  miembros de la Diputación o de las Cortes por San Fermín en el pasado, tan elocuentes como la largueza de sus menús: IDOATE (1997): II, 362-365.

[42] AZPILICUETA – DOMENCH (2001).

[43] IRIBARREN (1981): 9-12.

[44] CORELLA (1974): 212, 17.

[45] ECHAVARREN (1992): 4-5.

[46] OLLARRA (2002): 7.7. “Meceteril” viene de “mecetas”, navarrismo con el que se denominan las fiestas de aldea.

[47] PÉREZ SALAZAR (1992):11-12.

[48] PÉREZ SALAZAR (1992): 10-12, 15, 24, 29-30, 37, 40-42, 61-62, 97-98, 101 y 160.

[49] URABAYEN (1993): 78-79, 162-167.

[50] Los ashanti o asantes son un importante grupo étnico de Ghana (África).

[51] Acudir a la calle de la Estafeta en 1889 era asistir al “paseo de la feria”, tal como se le conocía entonces, donde se habían instalado puestos de baratijas (era la feria propiamente dicha) y una de las bandas de los regimientos de infantería, colocado entre las bocacalles de Javier y San Agustín daba su concierto, en tanto los viandantes paseaban o bien hasta la calle Blanca de Navarra o hasta Espoz y Mina. Este “paseo de la feria” se trasladó en 1890 al Paseo de Sarasate, entre la Casa de Misericordia (hoy edificio de Correos) y el Banco de España, siendo la hora de mayor afluencia las 12 del mediodía. Y poco después pasó a llamarse “paseo de los toros”, al ser concurrido tras las corridas de la tarde.

[52] Las primeras barracas fueron instaladas en la Taconera en 1772, aunque desde 1892 se puede decir que ganan en atracciones y afluencia de público. José María Corella retrasa las primeras barracas al año 1820: CORELLA (1974): 20. Hoy día las diferentes atracciones superan el centenar.

[53] SORIA AYERRA (1978): 6-7.

[54] IRIBARREN (1981): 22.

[55] Cit. por PÉREZ DE SALAZAR (1992): 163.

[56] SORIA AYERRA (1978): 15-16.

[57] V.V.A.A. (1998): 139.

[58] BON (2014): Nº 123, de 25 de junio. El Pleno del Ayuntamiento de Pamplona, en sesión de 20 de junio de 2014, aprobó definitivamente la Ordenanza Municipal del Encierro.